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Channel: voyerismo – PORNOGRAFO AFICIONADO
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Relato erótico: “Memorias de un exhibicionista (Parte 9)” (POR TALIBOS)

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MEMORIAS DE UN EXHIBICIONISTA (Parte 9):
CAPÍTULO 17: LOS JUGUETES DE ALICIA:
Domingo por la mañana. No fueron precisamente las primeras luces del alba las que me sacaron del sueño. Más bien las del mediodía. O más tarde incluso. Estaba en modo vago total.
Me estiré en la cama, solazándome con lo bien que me encontraba después de una reparadora noche de descanso. Estiré brazos y piernas todo lo que pude, desperezándome y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba solito en la cama.
Joder, debía haber estado en coma si no me había enterado de cuando Tatiana se había levantado, pues ella no solía ser discreta precisamente.
–          ¿Tati? – exclamé en voz alta, alzando a duras penas la cabeza de la almohada.
Escuché entonces un golpe sordo y unos ruidos procedentes del cuarto de baño anexo, lo que me reveló el paradero de la chica.
–          ¡Estoy en el baño! – me contestó, su voz amortiguada por la puerta que separaba ambas estancias.
–          ¿Estás en la ducha? – pregunté empezando a sentirme juguetón – ¡Voy a reunirme contigo!
–          ¡NO! – aulló la chica en voz todavía más alta, sorprendiéndome – ¡Ya casi he acabado! ¡Me visto en un segundo y ya salgo!
Resignado, me dejé caer de nuevo encima del colchón. Mi memoria regresó entonces a los acontecimientos del día anterior, lo que provocó que una sonrisilla estúpida se perfilara en mis labios. Como quien no quiere la cosa, deslicé una mano bajo las sábanas y la colé dentro de mi slip, comenzando a sobarme el falo, que empezaba a ponerse morcillón. No tenía verdaderas intenciones de masturbarme, era sólo que… me apetecía tocarme un poco los huevos.
Como había prometido, un par de minutos después la puerta del baño se abrió y apareció Tati, vestida con shorts y camiseta, con el pelo envuelto en una toalla. Me lamenté en silencio pues, si llega a llevar la toalla envolviéndole el cuerpo en vez de la cabeza, no habría tardado ni un segundo en arrancársela y empezar el día con alegría, como dicen por la tele.
–          Hola guapísima – le dije sonriente, cruzando las manos tras la nuca y mirándola divertido.
–          Bu… buenos días, cari – respondió ella bastante aturrullada – ¿Qué tal has dormido?
–          Estupendamente. Anoche estaba agotado. He dormido toda la noche de un tirón.
–          Sí y yo – asintió la chica – Estaba cansadísima.
Tati me miró un segundo, mientras charlábamos, pero, cuando nuestros ojos se encontraron, ella apartó la mirada, ruborizándose un poco.
–          ¿Estás bien? – pregunté un tanto inquieto.
–          Sí, sí, estupendamente.
Demasiado rápida su respuesta. Y seguía sin mirarme a los ojos.
–          Ya sé que es tarde, pero, ¿quieres que te prepare algo para desayunar? – dijo tratando de cambiar de tema – Puedes darte una ducha mientras tanto.
Y salió del dormitorio sin esperar siquiera mi respuesta. Mi nivel de inquietud subió considerablemente.
Minutos después, mientras me enjabonaba bajo el chorro de la ducha, mi cabeza no paraba de darle vueltas a la situación. ¿Se habría arrepentido de lo del día anterior? ¿Se sentiría avergonzada? ¿Iba a echarse atrás?
Joder. Sobre todo esperaba que no se sintiera molesta. Podría soportar que Tati decidiera abandonar el juego, pero, si la habíamos traumatizado de alguna forma…
Cuando me reuní con ella en la cocina, era yo el que se sentía aturrullado. Tenía la sensación de que podía irse todo al garete. Una pena, ahora que las cosas empezaban a ponerse de veras divertidas…
–          ¿Quieres café? – me preguntó mientras yo me sentaba a la mesa.
–          Sí, por favor.
Tras llenar mi taza, Tati se sentó enfrente de mí y empezamos a comernos unas tostadas. Yo la miraba en silencio, nervioso, temeroso de interrogarla sobre lo que estaba rondándome por la cabeza. Se había quitado la toalla de la cabeza y estaba super sexy, con los cabellos mojados empapando su camiseta.
–          ¿Cómo estás? – pregunté, armándome de valor.
–          Bien – dijo ella encogiéndose de hombros – Lo de ayer fue una locura.
–          Sí que lo fue. ¿Y no hay nada que quieras contarme?
Tati se quedó mirándome, con la tostada a medio camino hasta su boca. Me di cuenta de que tenía una pequeña mancha de mantequilla en la mejilla, lo que le daba un aire de inocencia conmovedor.
–          No. ¿A qué te refieres?
–          A lo de ayer. ¿Estás segura de que…?
–          ¿Otra vez con lo mismo? – exclamó la chica interrumpiéndome, poniendo los ojos en blanco – Ya te he dicho que estoy decidida a participar en esto. No voy a rendirme…
–          Vale, vale – respondí alzando las manos en señal de paz, sorprendido por el súbito arranque de Tati – Es sólo que me preocupo por ti. Y antes, cuando saliste del baño, me pareció que estabas un poco rara…
En cuanto dije esto, Tati, sin poder evitarlo, bajó la mirada, como si se avergonzase de algo.
–          ¿Lo ves? – exclamé triunfante – A ti te pasa algo. No lo niegues. Vamos nena, es necesario que seas sincera conmigo. Si no estás a gusto con esta historia…
–          Que no, tonto, que no es eso…
Me quedé parado. Había conseguido que admitiera que algo pasaba, ahora sólo faltaba sonsacarle qué era.
–          A ver – dijo ella suspirando resignada – Esta mañana, cuando iba a la ducha… Jo, cari, me da vergüenza decírtelo…
Aquello despertó todavía más mi interés.
–          No seas tonta. Puedes contarme lo que quieras – dije estirando una mano y aferrando la suya por encima de la mesa.

–          Bueno… pensé que… Lo de ayer… Ya sabes, las fotos y eso…
No tenía ni idea de adonde quería llegar. Pero algo me decía que no iba a ser un problema tal y como me temía minutos antes.
–          Venga, Tati, dímelo. Confía en mí.
–          Se me ha ocurrido… ya sabes… probar yo sola.
–          ¿Probar el qué?
–          Pues eso… Hacer unas fotos…
Sí, ya lo sé, tienes razón, parecía medio idiota. No sé cómo me costó tanto comprender a qué se refería. Esa mañana estaba bastante espesito, lo reconozco.
–          ¿Quieres decir que te has hecho unas fotos en el baño? – pregunté divertido, cuando por fin encajaron todas las piezas del puzzle.
Tati no contestó, sino que asintió con la cabeza en silencio, toda colorada, mientras bebía lentamente de su café.
–          ¡Tengo que ver eso inmediatamente! – exclamé poniéndome de pie de un salto – ¿Dónde está tu móvil?
La perspectiva de que Tati se hubiera hecho fotos ella solita me hizo abandonar el modo vago total y entrar directamente en el de verraco máximo. La sola idea de que mi novia, la vergonzosa Tatiana, se hubiera animado a hacerse fotos guarrillas, me excitaba terriblemente. Porque las fotos tenían que ser guarrillas, ¿verdad?
Tatiana no dijo ni mú mientras yo salía de la cocina e iba al salón, a revisar la mesita donde siempre dejábamos los teléfonos y las llaves. El suyo no estaba.
–          ¿Dónde has metido el teléfono? – aullé desde el salón.
Pero ella no contestó, lo que me hizo recelar.
Con la sospecha en mente, regresé a la cocina y la miré con suspicacia. Tati, tratando de disimular, no me miraba directamente, pretendiendo estar totalmente concentrada en su taza de café.
–          Lo llevas encima, ¿verdad? – inquirí juguetón.
Tati no dijo nada, pero sus labios se curvaron casi imperceptiblemente con una sonrisilla pícara.
–          Dámelo – canturreé, aproximándome muy despacio.
Tati, que no me quitaba ojo, sonreía cada vez más abiertamente, desplazando su silla por el suelo muy despacio, apartándose de mí. Yo, como el lobo de Caperucita, me acercaba dispuesto a atacarla en cualquier momento y ella, con disimulo, se preparaba para la fuga.
Finalmente, el depredador se arrojó sobe su presa, pero ésta, con agilidad pasmosa, se incorporó de un salto y, dando un gritito, salió disparada de la cocina, seguida de cerca por el lobo, que estaba cada vez más cachondo y no estaba pensando en comérsela precisamente.
La persecución duró poco. La pobre gacela fue arrinconada en el dormitorio y arrojada sobre el colchón, entre risas, mientras el lobo se encaramaba encima de ella (aprovechando el meneo para sobetearla a placer) y, tras sentarse sobre su estómago, sujetó sus manos junto a la cabecera de la cama, impidiéndole escapar.
Tatiana, riendo, se retorcía bajo mi cuerpo, tratando de librarse, pero yo no la dejaba. No me costó nada encontrar el teléfono, que estaba metido en la cinturilla de sus shorts. Ella dio un gritito cuando aferré el aparato, pero me las arreglé para sujetar sus dos manos con una sola de las mías, con lo que podía manipular el teléfono con la otra. Tatiana me miraba con una expresión medio lasciva, medio divertida, que me hizo estremecer.
Desbloqueando el móvil con el pulgar (ambos conocemos la clave del teléfono del otro) no tardé ni un segundo en acceder a la galería fotográfica, mientras Tati se retorcía muerta de la risa, intentando recuperar el aparato.
En cuanto empecé a ver las fotos, dejé de reírme. No, que va, no vayas a pensar que no me gustaron… es que me dejaron sin palabras.
Tatiana se había apuntado a la moda del “selfie” y se había hecho un montón de fotos en la intimidad del cuarto de baño. Para las primeras, había usado el espejo que hay encima del lavabo, haciéndose unas instantáneas, bastante inocentes, en ropa interior, sosteniendo el teléfono en una mano mientras adoptaba poses no demasiado sugerentes.
Pero la cosa se iba caldeando.
Pronto, el sujetador desapareció del panorama, pero, por desgracia, la chica no dejaba en ningún momento de taparse los senos con la mano libre, lo que he de reconocer resultaba super erótico.
Entonces comenzó una serie de fotos en las que no usó el espejo, los “selfies” propiamente dichos, en los que, estirando el brazo al máximo, se hacía fotos desde arriba, con una perspectiva cenital.
Joder, qué cachondo me puse; me encantaron esas tomas en las que la chica se fotografiaba su exquisita anatomía, tapándose pudorosamente los pechos con el brazo. En algunas, se atisbaba un poquito de areola, a punto de dejar entrever el pezón y eran esas las que me ponían malo.
La madre que la parió. Eso fue lo que pensé cuando, por fin, descubrió uno de sus senos permitiendo admirarlo en todo su esplendor, deleitándome con su forma y tamaño perfectos.
–          Veo que te gustan – escuché que decía Tatiana.
–          ¿Eh? – dije regresando por un instante al mundo real.
Miré a Tatiana y me encontré con que sonreía de oreja a oreja. Sin darme apenas cuenta,  había liberado sus manos, pues estaba manipulando el móvil con las dos mías, pero ella había desistido de intentar escapar, permitiéndome disfrutar del show fotográfico.
–          Te gustan, ¿eh? – repitió.
–          Pues claro. Joder, nena, no veas lo cachondo que me he puesto…
–          No, si ya lo veo.
Era verdad. En mis shorts se apreciaba un tremendo bulto que mostraba bien a las claras mi estado de excitación. Juguetona, Tati llevó una manita al bulto y apretó con ganas, haciéndome gemir de placer. Hasta me mareé un poco.
Una vez perdidas las fuerzas, derrotado como Sansón (seguro de que eso de que le cortaron el pelo es un rollo, yo supongo que Dalila se la chupó o algo así), me derrumbé al lado de Tatiana, que reía divertida.
Me recosté en la almohada, a su lado, mientras ella apoyaba su cabecita en mi pecho, mojando mi camiseta con su cabello todavía húmedo, mientras mi brazo la rodeaba, estrechándola contra mí.
–          Estás preciosa – le dije besándola en la frente.
Ella no dijo nada, simplemente ronroneó como una gatita y se apretó todavía más.
Sosteniendo el teléfono entre ambos, puse la pantalla de forma que los dos pudiéramos verla sin problemas. Fui pasando las fotos muy despacio, recreándome en ellas, mientras hacía comentarios sobre lo sexy que se veía Tati y lo increíblemente guapa que había salido.
Ella recibía mis piropos con evidente placer y claro, deseosa de que yo también estuviera contento, me alegró de la forma que más me gustaba…
Sin que me diera cuenta al principio, Tati dejó su manita apoyada sobre mi corazón, pero, después de haber pasado 2 o 3 fotos, me di cuenta de que la había movido mucho más al sur, lo que me hizo sonreír.
Un par de minutos después, ambos repasábamos el reportaje fotográfico, muy juntitos en la cama, su cabecita reposando en mi pecho y su mano dentro de mis shorts, aferrando con fuerza mi herramienta y masturbándola con cariño, haciéndome disfrutar todavía más de la sesión.
Pronto llegamos a las fotos de completa desnudez y en ellas, Tati aparecía con las tetas ya completamente al aire, pero tapándose el coñito como si le diera vergüenza. No engañaba a nadie.
Las instantáneas finales eran geniales, recién duchadita, con el pelo mojado y brillantes gotitas de agua refulgiendo sobre su piel y completamente despatarrada en el baño, con un pie subido al mármol del lavabo, enseñando su chochito a cámara sin ningún rubor.
–          Joder, nena, voy a tener que poner ésta como fondo de pantalla en mi móvil.
–          Ni se te ocurra cari, que como la vez alguien… – dijo ella apretando perturbadoramente su mano sobre mi erección.
–          Tranquila, cariño, que es broma – dije, obteniendo un notable alivio de presión.
Poco después me corría como una bestia, dando resoplidos y sosteniendo el móvil a duras penas.
Tatiana, habilidosa, no dejó de deslizar su manita por mi rabo mientras eyaculaba, alargando todo lo que pudo mi orgasmo. Cuando acabé, jadeante, le sonreí y ella me devolvió la sonrisa, guiñándome un ojo. Sacó entonces su mano de mi pantalón y la miró, pringosa de semen y dijo:
–          Voy a tener que lavarme de nuevo.
–          Co… como quieras – jadeé recobrando el aliento.
–          ¿Vienes?
¿Tú que crees que hice?
——————

Lunes. Me esperaba una semanita de aúpa. Si quería tener la tarde del miércoles libre, tenía que ponerme las pilas y acabar con el trabajo atrasado, amén de todo el follón que tenía para esa semana.
Sin embargo, por una vez, mi imbecilidad acudió al rescate. Tuve mucha suerte.
Tras un par de horas hasta el cuello de papeles, paré para echar un café unos segundos en la sala de descanso. Como un gilipollas, no se me ocurrió otra cosa que ponerme a repasar con el móvil unas cuantas fotos que había transferido desde el teléfono de Tatiana. Embelesado y excitado con las imágenes, no me di cuenta de que Jorge, un compañero, se acercaba a charlar un poco.
Y claro, me pilló mirando las fotos.
–          No me jodas, Víctor. ¿Esa es tu novia?
Ni te cuento el susto que me dio. Casi me da un infarto. Acojonado, me apresuré a esconder el teléfono, pero Jorge no iba a dejarme escapar.
–          Venga, tío, déjame verla…
Para qué voy a aburrirte con la conversación. El tío se pasó media mañana dándome el coñazo, mandándome correos y wassaps al móvil. Yo estaba bastante cabreado, sopesando ir a soltarle un buen par de hostias. Pero entonces, llegó un mensaje que decía: “No seas cabrón. Si me pasas la foto te hago el informe de zona de la semana pasada”
¿Qué crees que hice? Y no sólo con él. Esa mañana me busqué un par de ayudantes más. Me costó que vieran a mi novia en pelotas (bueno, ellos y Dios sabe cuanta gente más, pues, aunque juraron y perjuraron que no enseñarían la foto a nadie, no les creí ni por un momento). Pero bueno, todo fuera por una buena causa; lo cierto es que el miércoles tenía todo el papeleo listo y pude dedicarme a hacer visitas, con lo que, a las tres en punto, estaba introduciendo la llave en la cerradura de casa, deseando averiguar qué tenía preparado Alicia para ese día.
—————————–
Alicia no fue puntual; el tráfico al parecer, así que no empezamos a almorzar hasta las tres y media. Llegó cargada como una mula, con varias bolsas de plástico, el abrigo medio arrastrando, el bolso colgado del brazo y un maletín al hombro que, obviamente, contenía un ordenador portátil, supuse que del trabajo.
Tras ayudarla a descargar, traté de echar un subrepticio vistazo al contenido de las bolsas, para averiguar en qué consistían los tan cacareados juguetes, pero bastó una mirada admonitoria de Ali para hacerme desistir de mi empeño.
Nos sentamos a la mesa y empezamos a almorzar, charlando alegremente, del trabajo sobre todo, eludiendo, al menos momentáneamente, el auténtico motivo de aquella reunión informal.  Tati nos hizo reír contándonos que, tanto el lunes como el martes, varias compañeras habían adoptado la técnica de “sostenes fuera”, logrando incrementar las ventas en la sección de caballeros.
–          Pues está claro – dijo Alicia riendo – Lo que tienes que hacer es llevarte a Víctor al trabajo y ponerle a vender en la sección femenina con la picha asomando por la bragueta y os forráis con las comisiones.
–          Buena idea – dijo Tati con aplomo – Quizás lo haga.
Y nos partimos de risa.
Seguimos hablando un rato, con alabanzas (un pelín exageradas) a las habilidades culinarias de mi novia, cosa que ella agradeció enormemente, a pesar de saber perfectamente que no éramos sinceros al cien por cien.
Por una vez, no fui yo el encargado de llevar el peso de la conversación, sino que las chicas llevaban la voz cantante. Por mi parte, encontraba mucho más interesante deleitarme en silencio con la hermosura de mis dos acompañantes. La pelirroja voluptuosa y la bella morenita. Tati iba vestida para estar por casa, un pantalón y una camisa con las mangas remangadas, lo que le daba un aire casual muy atractivo. Ali, por su parte, iba vestida para el trabajo, falda ajustada, por encima de la rodilla de color beige y una blusa de color claro. Eficiente y sexy. Me sentía el más afortunado de los hombres rodeado de tanta beldad.
Alicia se quejó especialmente de una tal Claudia, la dueña de la agencia, que, al parecer, había abandonado su costumbre de no aparecer por el trabajo y ahora se pasaba el día metida en la oficina, dándole el coñazo a los empleados. Tanto Tati como yo nos solidarizamos con Alicia, pues ¿quién no ha tenido alguna vez a un imbécil por jefe?
Fue un almuerzo agradable, entre 3 amigos normales y corrientes, sin que nada demostrara que todos estábamos pensando constantemente en el auténtico motivo de la reunión. Era como si nos diera miedo abordar la cuestión.
Bueno, eso no es del todo cierto. Alicia simplemente estaba disfrutando del almuerzo y podría jurar que también de nuestro nerviosismo.
Tras almorzar, nos sentamos en el salón, en los mismos puestos que el sábado anterior, las chicas en el sofá y yo en el sillón de enfrente. Serví unos cafés… y me quedé esperando, a ver qué intenciones tenía Ali. Y Tatiana, idem de lo mismo.
Por aquel entonces, ya había quedado claro quien era el jefe de nuestro pequeño clan.
–          Bueno, bueno – dijo por fin Ali, atrayendo de manera inmediata nuestra atención – Os prometí que hoy iba a traeros unos juguetitos… Y aquí están.
Miré con curiosidad a Alicia, sintiendo una gran expectación. No sé qué esperaba que fueran los inventos de Alicia, un espectacular consolador positrónico o qué sé yo, por lo que debo admitir que no pude evitar sentirme un poquito decepcionado cuando Ali sacó de su bolso una pequeña bolsita y se la alargó a Tati.
Mi novia, interesada, abrió la bolsa y echó un vistazo, quedándose visiblemente sorprendida, mientras yo me mordía las uñas por la curiosidad. Introdujo entonces la mano en la bolsa y sacó un objeto que, de tan común que era, hizo que me quedara atónito.
–          ¿Unas gafas? – exclamamos Tati y yo con perfecta sincronía.
–          Ajá – respondió Ali mirándonos con malicia.
Tati, tan sorprendida como yo (quizás también había estado esperando el consolador positrónico) volvió a meter la mano en la bolsa y extrajo un nuevo par de gafas, alargándome las primeras.
Como dos monos de laboratorio, examinamos las lentes desde todos los ángulos, mirándolas con desconcierto.
–          Pero no son unas gafas cualquiera – dijo Ali sin dejar de sonreír – Ponéoslas.
–          Pero yo tengo la vista perfectamente – argumenté.
–          No te preocupes. Los cristales no están graduados.
Encogiéndome de hombros, imité a Tati que ya se había puesto las suyas y me miraba desconcertada. La miré y pude comprobar que las gafas, de montura negra, le quedaban realmente bien, dándole un aire intelectual bastante sexy.
Aunque qué coño, Tati habría estado sexy hasta con un palomo cagándose en su hombro.
Sin saber qué pensar, miré a Ali y vi que había extraído el portátil de su maletín y estaba manipulándolo. Miré a mi novia y, encogiéndome de hombros, me resigné a que Alicia se dignara en explicarnos en qué consistía todo aquello.
–          ¡Voilá! – exclamó por fin Alicia tras manipular el ordenador un par de minutos.
Girando el aparato, nos mostró la pantalla, en la que aparecían dos ventanitas de webcam ejecutadas y en ambas aparecía la propia Alicia, con el portátil sobre las rodillas, sonriendo de oreja a oreja.
–          ¡Anda, si es justo lo que estoy mirando! – exclamó Tati dándose cuenta un instante antes que yo.
–          Ostras, es verdad. Las gafas son cámaras…
Alucinado, me quité las gafas y volví a examinarlas. Perfectamente camuflado en el puente entre los dos cristales, se ocultaba un objetivo.
–          ¡Bingo! – exclamó Ali aplaudiendo entusiasmada.
Miré la pantalla y vi mi propio rostro en ambas ventanas desde dos ángulos diferentes, uno desde abajo, de la cámara de mis gafas y el otro desde el punto de vista de Tati, que me miraba alucinada.
–          ¿Te acuerdas del otro día, en el probador? – exclamó Ali – ¿Recuerdas que dijiste que te habría encantado grabar a las chicas que te miraban? ¡Pues con esto puedes hacerlo sin problemas!
–          No me jodas – dije ofuscado – Cómo coño se te ha ocurrido esto…
–          A ver – dijo Ali regodeándose – Inteligente que es una…
–          ¿Y de dónde demonios has sacado estas gafas?
–          Pues del mismo sitio que las demás cosas. Encontré una web, *******delespia.org donde puedes comprar un montón de cosas parecidas de forma anónima.
Tardé un par de segundos en que sus palabras calaran en mi mente.
–          ¿Las demás cosas? ¿Qué cosas?
–          Pues estas.
Alicia recogió la bolsa y acabó de vaciarla encima del sofá. Cuando acabó, sobre el cojín reposaban las dos camaritas más pequeñas que había visto en mi vida (cubos de unos dos centímetros de lado), un minúsculo auricular y lo que debía ser (aunque no lo pareciera) un diminuto micrófono.
–          No me jodas – balbuceé – ¿Qué pretendes? ¿Vamos a colarnos en la embajada soviética? Esto qué es, ¿Mission Impossible?
–          Vamos, no seas tonto, no me digas que no se te ocurren mil cositas que podemos hacer con estos cacharros – dijo Ali mirándome con picardía.
No, si el problema no era que no se me ocurrieran cosas que hacer con ellos, el problema era que sí que se me ocurrían cosas.
–          ¿Y cómo funcionan? – intervino Tati haciendo gala de un gran pragmatismo.
–          A ver. Todos los apartaos son inalámbricos. Según el fabricante, la calidad de la señal es alta en un radio de unos 50 metros…
–          Aunque eso dependerá de si hay paredes o muros por medio – dije con aire entendido mientras examinaba una de las micro cámaras.
–          Supongo. Pues bien, cada aparato emite por una “frecuencia” única, sintonizada con el software de éste portátil. Es decir, que la señal es sólo para este receptor, no puede captarla cualquiera que pase por allí con wifi.
–          Menos mal – dije para mí.
–          Y el micrófono está sintonizado con el auricular. También tiene 50 metros de alcance.
–          ¿En serio? – dijo Tati cogiendo ambos aparatos e intentando probarlos – ¿Hola? ¿Hola?
–          A ver, dame – dije tomando el micro de sus manos – Nena, ¿me oyes? – susurré en voz baja.
–          ¡Sí que te oigo! – exclamó entusiasmada, riendo como una niña.
–          Siento que haya sólo dos gafas y un único micro. Cuando los encargué, no sabía que ibas a unirte a nosotros – dijo Ali dirigiéndose a mi novia – Si nos van bien, podemos encargar alguna más.
–          ¿Y las cámaras?
–          Funcionan igual que las gafas. De hecho, es posible recibir la señal de las cuatro cámaras simultáneamente. Ya lo he probado y es verdad. Según el que me lo vendió, este trasto tiene potencia suficiente para manejar 7 u 8 cámaras sin problemas.
–          ¿También te has comprado el portátil?
–          Sí. Hace un par de días.
–          Joder, pues con todo esto creo que podemos rodar una peli, vaya – dije con filosofía.
–          Sí – dijo Ali mirándome con expresión enigmática – Una porno. De exhibicionistas….

CAPÍTULO 18: PROBANDO LOS JUGUETES:

¿Tú qué crees que hicimos? Pues claro. Obviamente, Alicia no nos había citado esa tarde sólo para enseñarnos los aparatos. Estaba deseando probarlos. Y, como imaginas, lo tenía todo calculado hasta el último detalle. Tati y yo éramos los reclutas, imprescindibles para la misión, pero obligados a obedecer órdenes. Sin voz ni voto, vaya.
Las dos chicas se refugiaron en el dormitorio, con las bolsas que Ali había traído, con intención de cambiarse de ropa. Yo hice lo mismo, librándome del traje y vistiéndome más cómodo, pantalón de sport, camiseta y camisa, calzado cómodo y una cazadora. Sin ropa interior, por supuesto, je, je.
Las chicas tardaron un buen rato en estar listas, lo que yo aproveché para juguetear un poco con los aparatejos. Tenía que reconocerlo, la idea de Ali me seducía. Se me ocurrían cientos de maneras de darles uso. El problema era que no estaba seguro de si mis sugerencias serían escuchadas.
Un buen rato después, cerca de las seis de la tarde, reaparecieron por fin las dos mujeres.
Ali se había cambiado únicamente la falda, poniéndose una minifalda mucho más corta (y mucho más sexy). Cuando se agachaba un poco, la faldita permitía atisbar el borde de encaje de sus medias, lo que resultaba bastante más que estimulante. Además, se había desabrochado un botón extra de la blusa, lo que aprecié inmediatamente, en cuanto la chica se inclinó ligeramente delante de mí para meter la otra falda en una de las bolsas, brindándome un excitante atisbo de un sujetador de color claro.
Tatiana apareció un instante después y, cuando lo hizo, me dejó completamente sin palabras. Ali no la había hecho cambiarse simplemente de ropa. La había transformado por completo.
Para empezar, le había puesto una peluca, de color negro intensísimo, liso y melena corta, a lo paje, por encima de los hombros. Después, le había puesto un top también negro, que le quedaba convenientemente ajustado, realzando su esplendoroso busto y encima una camisa blanca, con sólo un par de botones abrochados, por lo que sus pechos asomaban con descaro, embutidos en el top que parecía ser un par de tallas más pequeño de lo debido. Una minifalda parecida a la de Ali y unas medias super oscuras, coronado el conjunto por unas botas con hebillas. Para acabar, se puso una chaqueta de cuero que Ali sacó de una bolsa. Un look urbano, duro y moderno, bastante alejado de la imagen habitual de Tati, pero que, como todo lo que se ponía, le quedaba de putísima madre.
–          Estáis preciosas – dije tratando de ser caballero – Super sexys.
Alicia me dio las gracias sin hacerme mucho caso, mientras terminaba de recoger sus cosas, pero Tati sí que se sintió halagada, dedicándome una encantadora sonrisa.
–          Bueno, ¿qué? – dijo Ali incorporándose – ¿Nos vamos?
–          Claro. Pero, ¿adónde?
–          ¿Dónde queda la parada del metro más cercana?
En ese momento supe por fin qué nos había preparado Alicia para esa tarde.
—————————-
Media hora después, los tres estábamos sentados en un banco del andén de la estación de metro, esperando la llegada del siguiente convoy.
No había mucha gente con nosotros, de hecho quedaban algunos bancos libres, pero yo ya había advertido que mis dos acompañantes atraían irresistiblemente la atención de todos los tíos que había. Llegué a pensar en esconderlas un poquito, no fueran a distraer al conductor del tren y tuviéramos una desgracia.
Ali estaba dándonos los últimos detalles de la operación que tenía en mente. Por una vez, iba a ser yo el protagonista de la historia, lo que me puso bastante nervioso y tranquilizó visiblemente a Tati.
El plan de Ali era muy sencillo y con un nivel de riesgo escasísimo, pues se trataba únicamente de comprobar si los aparatos funcionaban bien. De fácil que era, no podíamos fallar; sin embargo, precisamente por lo bien que salió todo, acabé jorobando el invento. ¿Que cómo lo hice? Pues siendo un guarro, por supuesto.
Cuando llegó el tren, nos desplegamos tal y como habíamos decidido minutos antes. La situación era que ni pintada, pues, justo en los asientos que había al lado de la puerta, estaban sentadas dos guapas jóvenes de veintipocos años, charlando animadamente entre ellas.
Ocupaban los asientos que miran hacia el interior del vagón y, como sabrás, esos siempre van en grupos de tres, con lo que quedaba uno libre que fue inmediatamente ocupado por Tatiana, que llevaba una de las gafas puestas.
Ali, por su parte, se sentó justo enfrente, con el portátil abierto sobre las rodillas, procurando que nadie más que ella pudiera ver la pantalla y enfocando subrepticiamente hacia las chicas con una de las mini cámaras.
Las puertas se cerraron enseguida y yo ocupé tranquilamente mi posición. ¿Qué dónde fue eso? Pues está bastante claro. Me puse en pié, justo delante de las dos chicas y de Tatiana, agarrado distraídamente a una barra para no caerme, llevando puesto el segundo par de gafas. Simulando que no me había dado cuenta, la bragueta de mi pantalón estaba completamente abierta, permitiendo que, con un simple vistazo, cualquiera de las tres mujeres que había frente a mí pudiera vislumbrar mi pajarito.
Como ves, era un plan sin riesgo alguno. Lo normal era que ninguna de las chicas dijera nada y, si por un casual alguna se cabreaba y me reprendía, bastaría con simular embarazo y que todo había sido accidental (“Uy, gracias, no me había dado cuenta. Qué vergüenza”).
Un buen plan, con todo calculado, o al menos así lo creí al principio.
Simulando estar pensando en mis cosas, permanecí en pie frente a las tres mujeres. Tatiana, con una sonrisilla en los labios, me echaba disimuladas miraditas, divertida por la situación y procurando que en todo momento la cámara de las gafas apuntara a mi bragueta abierta.
Al principio me sentía bastante tranquilo, aquello no era nada especial comparado con anteriores experiencias, pero entonces sucedió algo: las chicas se dieron cuenta de que llevaba la cremallera abierta.
Sí, ya sé. Eso era lo que pretendíamos claro, así que podría decirse que todo iba a pedir de boca, pero…
Me di cuenta de que la conversación entre las mujeres había menguado bastante y entonces, percibí por el rabillo del ojo cómo una le daba un disimulado codazo a su compañera y le hacía un ligero gesto con la cabeza, apuntando hacia mí.
Me puse en tensión. Empecé a sudar. Fue justo entonces cuando me di cuenta del fallo del plan. Respirando hondo, traté de calmarme y recuperar la compostura. Resistiendo la tentación, logré no mirar directamente a las chicas, aparentando estar profundamente interesado en el oscuro túnel que desfilaba por la ventana.
Cuando no pude más, desvié los ojos hacia Tati, que seguía mirándome divertida, pero aquello no ayudó precisamente, pues mi novia había cruzado las piernas y el borde de sus medias asomaba eróticamente bajo su minifalda.
Joder. Mierda. Paquirrín en bañador. Notaba perfectamente cómo una gota de sudor se deslizaba por mi espalda, haciéndome cosquillas. No podía mirarlas directamente, pero mi visión periférica percibía cómo ambas chicas echaban disimuladas miraditas a la bragueta abierta. Y el monstruo, que estaba empezando a despertar, amenazaba con escaparse de la cueva de un momento a otro. Qué quieres, soy exhibicionista. Me excito cuando me miran.
Entonces se me ocurrió que podía al menos conseguir que aquello quedara bien registrado. Me quité las gafas y sacando un pañuelo del bolsillo, empecé a limpiar los cristales, procurando en todo momento que el objetivo apuntara hacia mis bellas compañeras y también no obstruirlo en ningún momento.
Cómo había podido olvidarme. La excitación de exhibirme. Ya no podía más.
Y sucedió. Mi polla, ya completamente erecta, tensando la tela del pantalón, se escapó bruscamente de la bragueta, bamboleando frente a los asombrados ojos de las chicas. Como ya me daba todo igual, las miré por fin directamente y juro que pude percibir un inconfundible brillo de lujuria en la mirada de la que estaba justo frente a mí.
Pero el momento pasó pronto. Escandalizada, su compañera la agarró del brazo y ambas se pusieron en pié, obligándome a apartarme. Con  habilidad, yo había devuelto mi pene al interior del pantalón y me había abrochado la cremallera, rezando porque las chicas no montaran un escándalo.
Por fortuna no fue así, pues justo en ese instante el tren llegó a otra estación, las puertas se abrieron y las chicas salieron de allí como alma que lleva el diablo. Excitado y un poquito asustado, me dejé caer en el asiento al lado de Tatiana, quien, tras mirarme divertida unos segundos, estalló en sonoras carcajadas, que fueron pronto secundadas por Alicia y, finalmente, también por mí.
Los otros pasajeros nos miraban como si estuviéramos locos (no iban muy desencaminados) pero, como ninguno se había apercibido de lo que había pasado, no nos hicieron mucho caso.
Ali se levantó y se cambió de asiento, sentándose entre nosotros, de forma que ocupamos los tres asientos. De esta forma, pudo mostrarnos las grabaciones que habíamos logrado con las cámaras sin que nadie más pudiera verlo.
Joder. Menuda maravilla. Teníamos tres tomas desde diferentes ángulos de nuestra primera aventura en metro. Mientras contemplaba las imágenes, en mi cabeza ya iba montando mentalmente el vídeo, escogiendo fragmentos de uno u otro para crear una secuencia.
La toma de Tati era buenísima, pues se las había apañado no sólo para filmar un buen plano de mi bragueta abierta (y de la aparición final del monstruo), sino que también había mirado de vez en cuando a nuestras acompañantes, logrando pillarlas un par de veces mirando con disimulo a mi entrepierna. Me excité muchísimo al verlo.
Por su parte, la de Ali no era tan buena, por razones obvias, ya que yo estaba justo en medio. Aún así, había logrado captar varias miradas de una de las chicas hacia la zona de conflicto que me encantaron.

Mi vídeo, por su parte, era bastante malo en su primera mitad, pues no me había atrevido a mirar a las chicas. Pero luego, cuando simulé lo de la limpieza, había logrado un morboso primer plano de las chicas mirándome con disimulo y, finalmente, cuando la cosa se estropeó, filmé también mi propia erección asomando con descaro de mi pantalón y el último vistazo que una de las chicas le dedicó. Morbo puro.
Alicia, mientras veíamos el vídeo, no paró de burlarse de mí por haberme empalmado de esa forma. Al principio, excitado por la situación y las imágenes grabadas, no me importó mucho, pero, cuando Tati se sumó a las bromitas, debo reconocer que me piqué un poco.
–          Pues a ver si te ríes tanto cuando te toque a ti – le solté haciéndola dejar de reír de repente.
–          Eso – asintió Ali mirándola enigmáticamente – Veremos si te ríes después.
Algo en su tono me puso un poquito nervioso.
Sin embargo, contra todo pronóstico, fue Ali la siguiente en probar la cámara.
Repetimos el numerito, con ella de pié, delante de un señor mayor, conmigo sentado al lado y Tatiana enfrente, manipulando el ordenador.
Ali, con habilidad, se había subido varios centímetros la minifalda, de forma que el borde de las medias podía verse a placer. Para taparse del resto de viajeros, se había puesto su querida gabardina, que la tapaba por detrás, por lo que el espectáculo quedaba reservado para mí y para el tipo que había a mi lado.
Y la verdad es que el tío no se quejó. De vez en cuando, traté de emular a Tati, obteniendo tomas del hombre, mirando hacia el lado con disimulo, aunque la verdad es que no era necesaria tanta precaución, pues el tío tenía clavados los ojos en las cachas de Ali con todo el descaro del mundo, sin alterarse lo más mínimo.
Ali, cada vez más en su salsa, decidió poner más carne en el asador. Inclinándose repentinamente, levantó un poco un pié del suelo, comenzando a rascarse el tobillo, como si la hubiese asaltado un irresistible picor. Enseguida retomó su posición frente a nosotros, pero habiendo logrado su objetivo: que la minifalda se le subiera todavía más.
Joder, qué sexy estaba. Qué morbazo. La corta faldita estaba ya tan subida que no sólo dejaba ver el borde de las medias (y un excitante liguero que yo no sabía que llevaba) sino que permitía atisbar por delante la braguita de la chica. No sé si sería mi imaginación, pero juraría que había una tenue manchita de humedad en la tela.
Miré de nuevo a mi compañero y, sorprendentemente, me encontré con sus ojos clavados en mí. Me quedé paralizado por un segundo, pensando que nos habían descubierto, pero el tipo lo que hizo fue dirigirme una mirada cómplice, resoplar y volver a fijar su atención en las cachas de Alicia.
Me reí por dentro e hice lo mismo. Regalarme con el morboso espectáculo que nos ofrecía la joven.
Seguimos así unos minutos más, en los que pude obtener incluso unas buenas imágenes del bulto que había empezado a formarse en el pantalón del hombre.
Entonces el metro se detuvo y subió bastante gente, poniendo punto y final a la diversión. Una mujer mayor ocupó el asiento libre al lado del tipo y claro, Ali no tuvo más remedio que ponerse bien la falda.
El hombre, un poquito apesadumbrado, hizo ademán de ir detrás de Ali, pero ella le dirigió una mirada indicándole que no estaba por la labor y, por fortuna, el tipo se comportó y no insistió.
Como quedaba una sola parada para llegar al fin de línea, nos bajamos los tres del tren, reuniéndonos un par de minutos después para repasar las grabaciones.
La de Tati estaba bastante bien, con buenas tomas de los ojos del tipo saliéndose de sus órbitas pues Ali, al tratarse de un único objetivo, no había tenido problema alguno en no interponerse ante la cámara.
Mi toma también era muy morbosa, aunque he de reconocer que grabé más que nada los muslos de Alicia. En cambio, la toma de Ali resultó ser espectacular, pues, en cuanto la chica cogió un poco de confianza, no tuvo reparo alguno en mirar directamente al hombre, pudiendo grabar magníficos planos en los que el tipo la desnudaba con la mirada.
–          Ya hora te toca a ti – dijo Ali entonces, cogiendo el portátil de las manos de Tatiana – Esto es lo que vamos a hacer…
Como me temía, su plan para Tati era un pelín más atrevido. Bueno. Un pelín no, un pelo entero.
—————————–
Cambiamos de línea, para disminuir el riesgo de encontrarnos con alguien que nos hubiera visto antes.
Yo no acababa de verlo claro, el plan de Ali me parecía demasiado arriesgado, pero bastó que me opusiera un  poco para que Tati saltara como un resorte, anunciando que lo haría. Qué podía hacer, eran dos contra uno.
Esta vez nos costó bastante encontrar la ocasión perfecta. Estuvimos más de una hora vagando por diferentes trenes, buscando las condiciones óptimas. Hasta que lo conseguimos.
Un vagón solitario, sólo un par de viajeros al fondo. Justo lo que necesitábamos.
Ali y yo nos fuimos otro extremo, lo más alejados posible de los otros viajeros, sentándonos juntos, con el portátil activado, simulando estar hablando de nuestras cosas, sin prestar atención a lo que nos rodeaba.
Mientras, Tatiana, visiblemente nerviosa, se las apañó para colocar con disimulo una de las mini cámaras bajo uno de los asientos que miraban hacia el interior del vagón, de forma que enfocara justo enfrente. Cuando la tuvo lista, simplemente se sentó en el asiento que quedaba delante del objetivo, al otro lado del vagón, por lo que pronto tuvimos su imagen en la pantalla del portátil, sentada con las piernas cruzadas y el cuerpo tan tenso que parecía estar a punto de saltar en cualquier momento.
–          Nena – oí que susurraba Alicia a mi lado – Hay que comprobar el encuadre. Ya sabes lo que hay que hacer.
Tardé un segundo en comprender que Ali había equipado a mi novia con el auricular y se había quedado el micro para darle instrucciones. La miré en silencio, su rostro exaltado, los ojos brillantes por la excitación. A aquella chica no le gustaba únicamente exhibirse; también le encantaba dar órdenes.
–          Vamos, Tati, enséñanos tu precioso coñito…
Aquellas palabras captaron mi atención. Pegando mi hombro a Ali, miré sin parpadear a la pantalla, el corazón latiéndome desaforado en el pecho.
Tati, toda ruborizada, miró subrepticiamente a los otros viajeros que iban en el vagón, pero, como además de estar retirados estaban sentados de espaldas a ella, logró tranquilizarse lo suficiente como para obedecer.
Madre mía. Cuando por fin Tatiana separó los muslos y aferró el borde de su minifalda, sentí cómo mi miembro daba un salto dentro del pantalón. Tenía de nuevo la boca seca.
Qué espectáculo, mi chica abierta de piernas en el vagón de metro, enseñándonos el coño a través de la cámara, pues, obviamente, Alicia le había ordenado que fuera sin bragas.
–          Vale, nena, encuadre perfecto – comunicó Ale – Ya puedes cerrar las piernas.
Cosa que Tatiana hizo inmediatamente. Ahora sólo faltaba esperar.
En la siguiente parada no tuvimos suerte. Se subió únicamente una pareja de ancianos que, por desgracia, se sentaron justo delante de Tatiana, tapándonos la cámara y amenazando con estropear todo el plan.
Pero la fortuna no nos había abandonado, pues se bajaron enseguida, sólo dos paradas más adelante, agarrados por el brazo y con andar tambaleante.
Y, precisamente en esa parada, subió a bordo el candidato ideal para la idea que Ali tenía en mente.
Un hombre joven, más próximo a los treinta que a los cuarenta, bien vestido, con un periódico en la mano. Entró al vagón y, como hubiera hecho cualquier tío en su lugar, al ver a la preciosa chica sentada y solitaria, se colocó justo enfrente, empezando a leer su periódico tras haberle echado un par de miradas apreciativas a Tatiana.
Alicia y yo no nos perdíamos detalle, pues, aunque sus piernas nos tapaban el objetivo de la cámara oculta bajo su asiento, teníamos una magnífica visión del tipo gracias a las gafas que llevaba puestas Tati.
–          Asegúrate de llamar su atención – siseó Ali por el micro.
Cosa fácil. Tatiana no tuvo más que cruzarse de piernas. De todos es bien sabido que, cuando una tía buena cruza las piernas, una alarma salta en el cerebro de los hombres que hay cerca. Y el tipo aquel no fue ninguna excepción. Asomándose por encima del periódico, lanzó una mirada admirativa a Tatiana, que simulaba no haberse dado cuenta de nada.
–          Adelante con el plan – dijo Ali.
El plan. Menudo plan era ese. Estuve a punto de pararlo todo en ese momento. Pero no lo hice, pues, he de reconocer que me moría por ver lo que iba a pasar.
Fue muy sencillo. Dejamos pasar un par de minutos y Tatiana (cuyas dotes de actriz me sorprendieron), empezó a dar cabezadas en su asiento. Gracias a su cámara pudimos comprobar que el tipo no se perdía detalle, aunque, por desgracia, no teníamos imagen de Tati en el ordenador.

–          Mierda – me susurró Ali – Pásame la otra cámara.
Entendiendo sus intenciones, saqué la segunda mini cámara del bolsillo y se la di. Ali, con mucho cuidado, la colocó en el respaldo del asiento que tenía delante, de forma que al menos pudiera registrar una imagen lateral de Tatiana fingiendo dormir. No era una toma muy buena, pero mejor eso que nada.
Otra parada. La suerte nos sonreía. No subió nadie. En cuanto el tren reanudó su marcha, Ali ordenó a Tatiana que diera un pasito más.
Tragué saliva, los ojos clavados en la pantalla del portátil, deseando ver si Tati se atrevía. Y vaya si se atrevió.
Mi chica, simulando estar ya completamente dormida, descruzó las piernas y, recostada contra la ventanilla que había a su espalda, permitió que sus muslos se separaran, dando vía libre a los lujuriosos ojos del viajero para regalarse con la hermosura que ocultaban.
En pantalla vimos cómo el hombre se ponía en tensión, sus manos se crisparon sobre el periódico, arrugándolo. No podía creerse lo que estaba viendo.
Con nerviosismo, miró a ambos lados, para asegurarse de que nadie le veía espiando bajo la faldita de Tatiana. Los otros viajeros seguían de espaldas y Ali y yo, con las cabezas inclinadas sobre el ordenador, simulábamos no estar dándonos cuenta de nada.
Más calmado, el tipo se inclinó levemente, agachando la cabeza para poder atisbar mejor bajo la falda de la chica. Al hacerlo, el hombre separó un poco los pies, lo que permitió que, durante unos instantes, pudiéramos ver en pantalla a Tati, despatarrada en su asiento, exhibiendo impúdicamente la hermosura que ocultaba entre sus piernas. Y aquel hombre parecía ser un rendido admirador de la hermosura.
Yo no dejaba de pensar en qué estaría pensando Tati en ese instante. ¿Estará asustada? ¿Excitada? Yo, por mi parte, ya portaba una erección de campeonato y sentía además un intenso escozor en los ojos, supongo que de esforzarme tanto en no parpadear.
Entonces el tipo fue un poco más allá. Dejando con mucho cuidado (para no hacer ruido) el periódico en el asiento de al lado, sacó su móvil del bolsillo y, subrepticiamente, consiguió unas buenas imágenes del chochito expuesto de mi novia. No me preocupó acabar viendo las imágenes en Internet, pues el disfraz de Tati era muy bueno. Mientras lo hacía, llevó una mano a su entrepierna y estrujó su propia erección por encima del pantalón. Por un momento, temí que se sacara la chorra allí mismo, pero se contuvo.
Me alegré de que Tati tuviera la suficiente presencia de ánimo para mantener los ojos bien cerrados, pues estoy seguro de que, si hubiese visto al tipo sobándose el falo delante de ella, hubiera sido incapaz de continuar con la farsa.
Estaba excitadísimo, no podía más. Me estaba poniendo cachondísimo sólo de ver cómo mi novia se exhibía. No sé, es posible que incluso más de cuando lo había hecho yo un par de horas antes.
Entonces se me ocurrió. Si estaba cachondo, ¿por qué iba a aguantarme? Total, nadie más que Ali podía verme… y la verdad, me apetecía que me viera.
Procurando que el tipo no se diera cuenta de mis maniobras (aunque los respaldos de los asientos nos ocultaban de su vista), me las apañé para sacar mi durísima polla de la bragueta del pantalón.
–          Pero, ¿qué coño haces? – siseó Ali mirándome sorprendida.
–          Estoy cachondo perdido. Voy a hacerme una paja.
Por toda respuesta, Ali se rió en silencio, aunque no pudo evitar echar un vistazo a mi erección, cosa que me encantó.
Procurando no hacer ruido ni movimientos bruscos, empecé a masturbarme lentamente, con los ojos de nuevo clavados en los acontecimientos de la pantalla.
Finalmente, el tipo se cansó de echar fotos o de grabar. Volvió a mirar a los lados. Algo se avecinaba.
–          Jo, ya va, ya va – susurraba Alicia in perderse detalle – Ahora tranquila Tatiana, no muevas ni un músculo…
Alicia no me había dicho que llegaríamos tan lejos, pero debería habérmelo imaginado. Sin embargo, a esas alturas y con lo excitado que estaba, no se me pasó por la mente ponerle fin a aquello. Mi mano empezó a deslizarse más deprisa sobre mi polla.
Con mucho cuidado, moviéndose muy despacito, el tipo se puso de pié, dando un sigiloso paso hacia la bella durmiente. En cuanto se movió, volvió a despejarse el plano de la mini cámara, por lo que pude regalarme con la visión de Tati despatarrada en su asiento. Joder, no me extrañaba que el tío se hubiera puesto en acción, el espectáculo no era para menos.
Inesperadamente, Alicia plantó su mano sobre mi polla, deteniendo mi paja. El corazón me latía desbocado, pues era eso precisamente lo que había estado deseando. La miré y me encontré con un indescriptible brillo de lujuria refulgiendo en el fondo de sus ojos.
No hizo falta que dijera nada. Mi mano soltó mi instrumento, que enseguida fue empuñado con firmeza por Alicia, haciéndome estremecer. Con mucho cuidado, deslicé mi mano bajo el portátil, que estaba en su regazo y, moviéndola con destreza, la colé bajo su falda, acariciando su cálida piel desnuda en el punto en que terminaban sus medias, haciéndola gemir en voz baja y obligándola a separar de forma inconsciente los muslos, facilitándome el acceso.

Con habilidad, colé un par de dedos bajos sus braguitas, deleitándome con la humedad y el calor que había entre sus piernas. Su mano, entretanto, no permaneció ociosa, comenzando a deslizarse lentamente sobre mi rezumante falo, haciéndome ver estrellitas por el placer.
Nuestro amigo, mientras tanto, se las había ingeniado para acuclillarse justo frente a las piernas abiertas de Tatiana, volviendo a usar su móvil para obtener unos buenos primeros planos.
–          No te muevas, Tati, tranquila – gimoteaba Alicia, tratando de ahogar los suspiros de placer que mis inquietos dedos le provocaban.
Por fin y con mucho cuidado, el hombre se sentó junto a Tati, que no movía ni un músculo. Se tomó entonces un pequeño respiro, sin dejar de sobarse la polla por encima del pantalón, volviendo a mirar a los lados, reuniendo valor suficiente para atreverse a más.
Alicia, con los ojos brillantes, no se perdía detalle y parecía estar a punto de gritarle al tipo que siguiera. Su excitación se traducía en la fiereza con que su mano me masturbaba, deslizándose sobre mi polla a toda velocidad. Traté de calmarla, sujetándola con mi otra mano, logrando que bajara un poco el ritmo.
Justo entonces, el tipo se atrevió. Con infinito cuidado, rozó suavemente una pierna de Tati, con los dedos, con el cuerpo en tensión, a punto de saltar. Tati, por su parte, también parecía tensa como una cuerda de piano, pero Alicia no iba a dejarla escapar, susurrándole palabras tranquilizadoras y recordándole que aquello lo estaba haciendo por mí.
Poco a poco y como Tatiana, no daba muestras de despertarse, el hombre fue ganado confianza, atreviéndose a posar su mano con decisión en el muslo de la chica, acariciándolo con mucho cuidado, pero llegando cada vez más arriba.
–          Así, cabrón, así – siseaba Alicia enfebrecida – Tócale el coño, vamos cabrón.
Joder, cómo se ponía. No sé por qué, pero el verla tan fuera de control me cortó un poco el rollo. Empecé a preocuparme al pensar en hasta donde sería capaz de llegar aquella mujer con tal de satisfacer sus deseos.
Entonces Alicia se corrió. Mis dedos, que instantes antes habían atrapado su clítoris entre sus yemas acariciándolo, parecieron arder por el intenso calor que brotaba de las entrañas de Ali. La chica bufó, soltando mi polla y tapándose la boca con la mano, para ahogar el grito de placer que había estado a punto de escapársele.
Nervioso, alcé la vista por si el tipo se había dado cuenta de algo, pero estaba tan concentrado en lo suyo que podríamos haber explotado un petardo sin que se enterara de nada. Mientras tanto, yo no había dejado de acariciar y estimular la vagina de Alicia, que se deshacía en un mar de humedad entre mis dedos, mientras sus caderas se movían agitadas por pequeños espasmos de placer.
Riendo, divertido por la intensidad de la corrida de Ali, agarré el portátil (que por poco no se había caído al suelo) y lo afirmé bien entre nosotros. Ni corto ni perezoso y una vez recuperada la imagen, agarré la muñeca de Alicia y atraje su mano hasta mi rabo, con intenciones obvias.
Una sonrisilla maliciosa se dibujó en sus labios, dedicándome un sensual guiño antes de reanudar la paja; pero, de repente, sus ojos se abrieron como platos, clavándose en la pantalla.
Justo en ese instante, el tipo llegó hasta el final. Envalentonado por la aparente falta de resistencia de Tati (y puede que habiendo notado que la chica fingía dormir mientras se dejaba meter mano) el tipejo deslizó su mano por completo bajo la minifalda de Tatiana, posándola por fin en su coño.
Según me contó Tati después, el hombre no se cortó un pelo y, tras percibir que estaba húmeda, no dudó en introducir uno de sus dedazos en el coñito de mi chica, clavándoselo hasta el fondo.
Y claro, aquello ya era demasiado para Tati, que, dando un respingo, trató de empujar al tipo y apartarlo de su cuerpo serrano.
Y pasó lo que tantas veces habíamos comentado Alicia y yo. El tipo no se detuvo.
Con un gruñido, se echó encima de Tatiana sobre el banco, aplastándola con su peso y obligándola a tumbarse en los asientos. Habiendo perdido por completo el control, el tipo le metía mano a la pobre chica por todas partes, mientras ella trataba de escapar con desespero.
Obviamente, me puse en acción, poniéndome en pié de un salto. Alicia, por un instante, me agarró por el brazo, como si intentara detenerme, aunque no lo hizo con mucha convicción. Daba igual, no habría podido pararme.
Un segundo después, estaba encima del tipejo ese y agarrándole por la chaqueta, lo quité de encima de Tatiana de un tirón, arrojándole contra los asientos que ocupaba minutos antes.
El pobre me miró asustado unos segundos sin reaccionar y fue una suerte para él que no lo hiciera, pues si llega a intentar algo lo tiro por una ventanilla.
Los otros viajeros, sorprendidos por el jaleo, se habían vuelto a mirarnos alucinados. El hombre, sin decir ni pío, se puso en pié a trompicones, justo en el instante en que llegábamos a otra parada.
Con una expresión de alivio casi cómica, el pobre tipo se dirigió a las puertas que se abrían y casi corriendo, salió disparado del tren, perdiéndose en la estación. Segundos después, los otros viajero, supongo que temerosos de verse mezclados en algún follón, se bajaron también, procurando no mirarnos en ningún momento.
–          ¿Estás bien? – pregunté volviéndome preocupado hacia Tatiana y ayudándola a sentarse derecha.
–          Sí, sí, no te preocupes…
–          ¿Te ha hecho daño?
–          No, no, estoy bien… Ha sido el susto.
Alicia apareció entonces a nuestro lado, sentándose en el asiento que quedaba libre.
–          Menuda pasada, Tatiana, lo has hecho increíblemente bien. No sabes cuánto se ha excitado Víctor mientras te miraba… Ha empezado a masturbarse…
–          La madre que la parió – pensé – ¿Se había vuelto loca?
–          No digas tonterías – le dije en tono muy serio – La cosa se nos ha ido de las manos. Una cosa es exhibirse con cuidado y otra lo que acaba de pasar. Lo mejor va a ser ponerle fin a esta locura…
Estaba enfadado. Y preocupado. Si nos dejábamos arrastrar, no podía imaginarme hasta donde sería capaz de llevarnos Alicia. Había que poner el freno.
–          Esto se acabó – dije – Lo mejor será que nos olvidemos de estos juegos y que…
Empecé a soltar mi discurso, argumentando apropiadamente lo que quería decir, dando sólidas razones de peso para poner fin a aquella locura.
Las muy…. zorras. Me dejaron hablar durante varios minutos sin decir ni pío, hasta que por fin me di cuenta de que las dos estaban aguantando las ganas de reír a duras penas.
–          ¿Se puede saber qué coño os pasa? ¿De qué cojones os reís?
Tati, con los ojos llorosos, aguantando como podía la risa, consiguió articular con el rostro ruborizado…
–          Cari… Tu pene…
Miré mi propia bragueta, mudo de estupor. Joder. Me había dejado la polla fuera. Y seguía bastante dura.
Las dos se echaron a reír abiertamente, mientras que yo, sintiéndome muy avergonzado, forcejeaba con la bragueta para esconder mi erección en mis pantalones.
–          ¿Así que no te habías puesto cachondo? – dijo Ali mirándome con sonrisa traviesa.
Derrotado, me dejé caer en el asiento, sabiendo que todos mis argumentos habían perdido su razón de ser. Las dos chicas, descojonadas, se partieron a mi costa un buen rato todavía.
Cuando llegamos a la última parada, nos bajamos del tren tras recuperar la cámara de debajo del asiento.
–          Bueno, chicos – dijo Ali – Me voy. Me esperan en casa para cenar. Mi prometido, ya sabéis…
Le devolvimos todos los cacharros y ella los guardó en el maletín del portátil.
–          ¿Quedamos mañana otra vez? – preguntó ilusionada.
–          Mañana no puedo – me apresuré a decir – Me toca coger el coche y hacer varias visitas fuera de la provincia. No volveré hasta la noche.
–          Sí, y yo mañana estoy de tarde. Una compañera me ha pedido que se lo cambiara…
–          Bueno, pues el viernes entonces – dijo mirando a Tatiana de forma enigmática.
–          Ok. Hablamos el viernes por la mañana – asentí.
Nos despedimos de Ali, que iba a tomar un taxi, pero, justo antes de marcharse, se acercó a mi novia y le dijo algo al oído que la hizo enrojecer.
Por fin, la joven se marchó con el portátil al hombro, lanzándonos un guiño cómplice y riéndose divertida.
–          ¿Qué te ha dicho? – pregunté intrigado.
Tatiana me miró fijamente un instante, muy colorada, antes de decidirse a responder.
–          Me ha dicho… Que no desperdicie esa erección.
—————————-
Un par de minutos después, con mucho sigilo, nos colamos en los servicios de caballeros de la estación. Y echamos un polvo de la hostia en uno de los retretes. Me la follé a lo bestia, apoyada contra la pared, sus piernas anudadas en torno a mi cintura, ahogando sus gritos de placer enterrando su rostro en mi cuello. Fue un polvazo, que alivió por fin la increíble excitación de la jornada.
Al día siguiente, por la noche, me enteré de que Tati me había mentido y que las palabras de Alicia al oído habían sido otras muy distintas.
TALIBOS

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Relato erótico: “Madre de alquiler o hembra hambrienta de sexo” (POR GOLFO)

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Cuando Enrique me llamó para que fuera su secretaria no supe decirle que no. Le conocía desde que el estudiaba en la universidad, y empezaba a salir con Laura, la que es ahora su esposa. Los tres formábamos parte del mismo grupo de amigos, que todos los fines de semanas nos reuníamos para salir de copas.

De eso hace mas de quince años, durante los cuales les perdí la pista, debido a que me casé con un hombre sumamente celoso. Paulatinamente Carlos me fue separando de mis compañeros, de mi familia, de todo lo que podía representar para él un peligro. Mi matrimonio fue un desastre. Lo que en un principio eran desconfianzas y celos se fueron convirtiendo en reproches e insultos, hasta que hace tres meses, una noche en la que mi marido había salido de juerga, llegó a casa totalmente borracho y con la excusa que no le había contestado al teléfono con la rapidez que él quería, me pegó una paliza, mandándome al hospital.
Fueron los propios médicos los que me convencieron que le denunciara, y al preguntarme que a quien podía llamar para que me fueran a recoger, les pedí que telefonearan a mi hermano José. Dio la casualidad que mi hermano estaba en una fiesta en casa de Enrique y de Laura, y en menos de veinte minutos estaban en la puerta de Urgencias de La Paz.
De esa forma tan traumática, reestablecí contacto con ellos. José, al que no veía desde hacía tres años, llegó acompañado del matrimonio. Venía fuera de sí, y al encontrarse en la puerta de la clínica con mi marido, se le lanzó al cuello. Desgraciadamente, mi hermano comparte conmigo no solo los genes, sino la baja estatura, por lo que casi sin despeinarse Carlos se deshizo de él. Pero lo que no se esperaba es que viniera acompañado, por lo que al entrar en la sala Enrique y ver como su amigo estaba siendo objeto de una paliza, intervino.
Quique es otra cosa, casi dos metros y mas de noventa kilos de músculos perfectamente entrenados. Su sola presencia impone, pero cuando Carlos le intentó pegar, se desató la bestia que tiene dentro y con solo dos puñetazos lo mandó a la habitación contigua de la mía, con la mandíbula y la nariz rota.
La policía, al llegar al lugar del altercado, se llevó detenidos a los dos, por lo que fue Laura quien obedeciendo a su marido, la que me sacó del hospital. Me extrañó que fuera ella quien me estuviera esperando en la salida. Al verla le pregunté por mi hermano, ya que los de servicios sociales me habían informado que era él quien me estaba esperando.
Tranquila, estaba aquí pero se han encontrado con Carlos y han tenido una pelea-, y sin inmutarse me contó lo sucedido, explicándome que se los habían llevado a declarar a la comisaria. –Pero no te preocupes, están bien y me han dicho antes de irse que te lleve a casa-.
-No, por favor, ¡a mi casa no!-, le respondí asustada.
-No, boba, a la mía. ¿Cómo crees que te íbamos a dejar con ese energúmeno?-, me dijo sin alterarse. Desde joven, me sorprendió la sensatez y la tranquilidad de Laura. Nada conseguía alterarla.
Era una mujer super atractiva, pero su mayor virtud era su dulzura. Y ayudándome a caminar, cogiéndome del brazo, me llevó hasta el coche.
Viven en un chalet de Pozuelo, por lo que tardamos bastante en llegar, casi treinta minutos durante los cuales estuve preguntándo por su vida. Supe que se habían casado dos años después que yo, y que debido a un accidente Laura se había quedado estéril, por lo que no podían tener hijos. Al enterarme le dije que los sentía, y en sus ojos vi que no se había repuesto de esa perdida.
-¿No has pensado adoptar?-, le dije apenada.
Quique quiere, pero yo no estoy convencida-, me contestó
secamente, por lo que decidí cambiar de tema.
Cuando entré en la casa, sentí envidia de mi amiga. Se notaba que eran felices, por todos lado había fotos de su boda, de sus viajes. En ellas quedaba claro que se querían y que no había problemas en su matrimonio. Al verlas, me di cuenta de mi fracaso y sin poderme aguantar me eché a llorar desconsolada.
-¿Qué te pasa?-, me preguntó, mientras acariciaba mi pelo para consolarme.
Que mi vida es un desastre, mi marido es un cabrón, estoy sola, sin amigos, sin familia, sin nadie-, le dije entre sollozos.
Eso no es cierto, aunque no nos hayamos visto, eres nuestra amiga, nos tienes a nosotros, y a tu hermano-, me contestó tratando de confortarme, –Ahora lo importante es que descanses-.
-Pero no tengo ropa, todo mis cosas están en un apartamento al que no pienso volver-, le repliqué llorando.
Sin hacer caso a mis objeciones, buscó un camisón que prestarme, y obligándome a meterme en la cama, me dio las buenas noches. Me quedé dormida al instante, debieron de ser los calmantes que me habían dado. Perdí la noción del tiempo, pero de pronto unas risas me despertaron. Eran José y Quique, que volvían de la comisaría, venían muertos de risa.
Pude oír como mi hermano le decía a su amigo:
No te quejaras, te he dado la oportunidad de entrenarte con un capullo-
-No te descojones, que te pienso cobrar la multa que me ponga el juez por partirle la cara-, escuché como le contestaba antes que Laura les pidiera que hablaran mas bajo para no despertarme.
Estuve a un tris de bajar y decirles que ya lo habían hecho cuando mi hermano respondió que tenía razón, que era mejor dejarme descansar, y que al día siguiente me iba a llevar a vivir con él. Quique le respondió bromeando que por fín había conseguido una mujer que le hiciera compañía. José haciéndose el ofendido le contestó:
No seas cabroncete, ¡es mi hermana!.
-Coño, que me refería a que vas a tener alguien que te cuide, y encima ¡Gratís!-
-Ya lo sé, era broma-, y dirigiéndose a Laura le dijo:-Gracias, por todo, no sabes como te agradezco tu ayuda. Mañana vendré a las ocho a por Isabel, ¿Te parece bien?-
-Claro, tu tranquilo, aquí estará bien-, y acompañándole hasta la puerta, se despidió de él.
Al volver al salón, su marido se estaba poniendo un whisky.
Estarás contento, te has comportado como un salvaje. A tu edad y pegándote como si fueras un chaval-, le dijo mientras le quitaba la copa de sus manos.
-¿Te has enfadado?-, le preguntó extrañado, -lo hice para defender a José-.
Si me ha cabreado, el verte rebajándote, pero también me ha excitado-, le contestó abriéndole la camisa.
Me sentí incomoda de espiarles, pero en vez de volver a la cama, busqué una posición donde observarles sin que me vieran. Vi como Laura se arrodillaba y desabrochándole los pantalones, sacaba de su interior un enorme sexo. No me podía creer lo que estaba viendo, la dulce mujer que parecía no haber roto un plato, estaba introduciéndose centímetro a centímetro toda su extensión en la boca, mientras con sus manos acariciaba el musculoso culo de su marido. Lo hizo con exasperante lentitud, mi propia almeja ya estaba mojada, cuando sus labios, se toparon con su vientre. Estaba viendo garganta profunda en vivo, siempre había creído que era mentira que una mujer se pudiera meter tamaño bicho en la boca, sin que le vinieran arcadas. Pero que equivocada estaba, mis amigos me acababan de demostrar mi error.
Desde el rellano de la escalera, pude observar como Enrique levantado a su mujer del suelo, le desgarraba el vestido y tras apoyarla sobre la mesa del comedor, la penetraba de un solo golpe, mientras le preguntaba:
-¿Te gusta esto?, putita mía-
Si, mi amor, dame fuerte, enséñame el macho que tengo en casa-, le contestó Laura, al sentir como su pene la llenaba por entero.
Su marido no se hizo de rogar, y sin piedad brutalmente la embestía, mientras que con sus manos castigaba su trasero. El ruido de los azotes, se mezclaba con los gemidos de la muchacha. Era alucinante, algo en mí, se empezó a alterar. Jamás pensé que observar a una pareja me pudiera poner tan bruta, pero sin darme cuenta mis dedos se habían apoderado de mi clítoris, al ver como mi amiga disfrutaba. Tenían unos cuerpos maravillosos. Desde mi punto de observación, podía distinguir cada uno de los músculos de la espalda y el culo de su marido, cuando la penetraba. Eran enormes y definidos, largas horas de gimnasio, le conferían un aspecto de guerrero medieval. Quique no hubiera resaltado en una película de gladiadores. En cambio Laura era femenina, pechos pequeños que rebotaban al compás de sus movimientos, y un cuerpo pequeño que me recordaba al mío. Por eso no me resultó difícil, el imaginarme que era yo quien recibía ese delicioso castigo de ese semental, y por vez primera no solo envidie a mi amiga, sino que también deseé a su pareja.
Mi cuerpo ya empezaba a notar los primeros síntomas de placer, cuando al oír el orgasmo de la mujer, disgustada tuve que volver a la cama, por miedo a que me descubrieran espiándolos.
Al meterme entre las sabanas, la calentura me había dominado y separándome los labios, empecé a torturar mi sexo, con creciente lujuria. Poco a poco me dejé llevar, ya no solo era mi amigo quién me poseía, en mi mente su mujer le ayudada a someterme a sus caprichos. Era una muñeca en los brazos de los dos. Me imaginé como invitándome a su cama, me ataban a la cama, separando mis piernas. Y totalmente fuera de mi, me corrí en brutales espasmos, de solo pensar que ella me besara en los pechos, mientras su marido llenaba mi interior con su miembro. Con sentimiento de culpa, me derramé cerrando mis piernas en un vano intento de no empapar el colchón.
No me había repuesto, cuando oí como tocaban la puerta de mi habitación. Pregunté que quien era, respondiéndome del otro lado, Laura que quería hablar conmigo que si podía pasar. Asustada, le respondí que si, y antes de que me diera cuenta, se había sentado en el borde de la cama. Traía sus mejillas coloradas, “por la excitación”, pensé. Por eso me sorprendió cuando me dijo:
-Isa, perdónanos, creíamos que estabas dormida, no era nuestra intención que nos vieras haciendo el amor-.
Mis temores desaparecieron al oírla, no solo no estaba enfadada que los hubiera estado observando sino que estaba avergonzada pensando que era su culpa.
-No tengo nada que disculparos, fui yo que al escuchar ruido, salí a ver que ocurría-, le dije.
Laura se tranquilizó con mis palabras. Una sonrisa apareció en su rostro, al observar que a mí tampoco me preocupaba lo ocurrido, y soltó una carcajada cuando bromeando le expliqué que ya me gustaría a mi tener ese marido y no la bestia con la que me había casado.
Una vez aclarado, se despidió de mí con un beso en la mejilla, yéndose a reunir con Enrique. Lo que no supo fue, que al besarme, pude oler su aroma a hembra hambrienta, y que en cuanto se fue, para poder dormirme tuve que hacerme otra paja, pero esta vez pensando solo en ella. Nunca me habían gustado las mujeres y menos había estado con ninguna, por eso me asombré de que me atrajera y me aterroricé al correrme soñando con estar entre sus piernas.
Dormí fatal, en cuanto me sumía en un sueño aparecía mi marido, y empezaba a golpearme, llamándome puta. Era repetitivo, muchas veces sentí su puño contra mis costillas mientras me insultaba porque me había acostado con otros hombres. De nada servía que le dijera que no era cierto, el proseguía con su venganza hasta que Quique me salvaba, llevándome lejos. Le veía como mi salvador, hasta que parando el coche, me destrozaba la falda y con ayuda de su mujer me violaban. En mi sueño, me obligaban a comerme el coño de Laura, mientras él me poseía por detrás, y siempre me intentaba defender en un principio, pero terminaba disfrutando como una perra, mientras le pedía que me follasen. Por eso, me desperté mas cansada y sobretodo mas caliente de lo que estaba al dormirme. Tratando de calmarme me fui a duchar, intentando sacar esos pensamientos de mi mente.
El agua tardó en calentarse, por lo que me entretuve mirándome al espejo. Tenía los ojos morados y la cara hinchada por la paliza del día anterior. Me dolía todo, pero lo peor no era mi dolor físico, sino la certidumbre que mi vida anterior había desaparecido por completo, estaba sola, sin pareja, sin hijos, dependiendo únicamente de un hermano y unos amigos que no había visto en años. Paulatinamente me fui sumiendo en una depresión, y sin poderme aguantar me eché a llorar desnuda, sentada en la taza del váter. Fue así como me encontró Paula, con la cabeza entre mis piernas mientras con mis manos golpeaba el suelo, totalmente enloquecida.
Al verme, me levantó y soltándome una bofetada, intentó hacerme reaccionar.
Isabel, ¿que te ocurre?-, me gritó mientras me zarandeaba.
-Me quiero morir-, sollocé mientras intentaba chocar mi cabeza contra la pared.
Sin saber que hacer, me abrazó para evitar que siguiera haciéndome daño, y tras unos minutos en los que seguía llorando en sus brazos, decidió meterse conmigo en la ducha para tranquilizarme. El agua y su cercanía me hicieron reaccionar pero no del modo que ella se esperaba, y sin pedirle permiso me apoderé de sus labios pidiéndole que me amara.
Su única respuesta fue darme otro bofetón, alejándose de mí. Pero después de unos momentos se acercó, diciéndome que no era lesbiana, que no me equivocara. Si estaba ofendida por mi actitud no lo demostró, y metiéndose conmigo, empezó a enjabonarme mi cuerpo. Con su boca me tranquilizaba diciéndome que era normal mi trastorno, que no me preocupara, que no me lo iba a tomar en cuenta, pero a la vez con sus manos recorría mi cuerpo excitándome. Lo que empezó mal, mejoró al llegar a mi sexo con el jabón. Separando mis labios, empezó a restregarme, diciéndome que estaba muy tensa, que me relajara. Sin dudarlo abrí mis piernas, permitiendo sus caricias. Sus dedos se apoderaron de mi clítoris en una deliciosa tortura, y sin poderlo evitar me corrí entre sollozos.
Vamos a secarnos-, me dijo sacándome del agua. Sin hablar me dio una toalla, y cuando vio que empezaba a secarme, me dijo:-Lo necesitabas, pero no va a volver a ocurrir-, y saliendo del baño me dejó sola.
Al bajar a la cocina, ya vestida, me encontré con José y Enrique, que estaban desayunando. En cuanto me vieron, mi hermano me preguntó, que cómo estaba. –Bien-, le contesté sin atreverme a levantar los ojos. Ellos debieron suponer que me avergonzaba de mi aspecto, ya que desconocían lo que había ocurrido. Fue una suerte, que Laura acudiera en mi ayuda y dándome su apoyo les pidió que no me atosigaran. Se lo agradecí diciéndole al oído , que sentía lo que había pasado. Pero ella guiñándome un ojo, dijo en voz alta que no era mi culpa sino de la del cabrón de Carlos. Por supuesto, que ni José ni Quique, tenían ni idea de lo a que nos referíamos, y ya que ella no dijo nada, quien era yo para sacarles del error.
Terminando de desayunar nos fuimos, José vive en un coqueto apartamento de soltero en la Castellana, que se convirtió en mi guarida. La pequeña habitación de al lado de la cocina, en mi refugio.
A partir de ese día, el terror desapareció de mi vida pero las largas horas solas entre esas cuatro paredes me agobiaban quería ser útil, vivir mi vida y dejar de cómo un parásito alimentarme de la yugular de mi hermano. El tenía una vida antes que se la truncara mi marido, y era mi deber dejarle en paz, debía permitirle retomar su propio rumbo. Por eso no me negué a ser la secretaria de Quique, y por eso, ese lunes me vestí con mis mejores galas para acudir a mi nuevo trabajo.
Estuvo muy atareado por lo que tuve que esperar pacientemente sentada mas de una hora hasta que se pudo liberar y atenderme diez minutos.
Aunque iba vestido de traje y con corbata, no pude dejar de recordarle como le había visto esa noche, con todos sus músculos marcados, su culo potente y ese pene que había hecho disfrutar a dos mujeres aunque el solo tuviera constancia de una. Cabreada conmigo misma, tuve que cerrar mis piernas en un intento de parar mi excitación, pero que no solo resultó vano sino que la propia fricción de mis mulos hizo que me corriera en silencio mientras el hablaba por teléfono. Ya no me parecía tan buena idea el trabajar para él. Sabía que cada vez que lo viera, me lo imaginaría poseyéndome, y cada vez que nuestros cuerpos se tocaran rutinariamente, todo mi ser se aflojaría mojándome y empapándome. Nada mas el hecho de dejar de ser una carga, evitó que me largara, huyendo de él.
-Perdona-, me dijo acercándose a mí,-Disculpa el retraso-, y mirándome de arriba abajo en una forma carente de morbo, me halagó diciendo:-Estas muy guapa-.
Nuevamente, de mi entrepierna surgió una llamarada. En ese momento pensé tratando de justificar que deseara al marido de mi amiga, que se debía a mi pésimo estado emocional, y que el tiempo apaciguaría el fuego, que me quemaba.
A partir de ese día, fui su humilde asistente, jamás me molestaba que me retuviera haciendo horas extras, nunca me quejaba de su mal humor y de sus malos modos al reprenderme, al contrario me gustaba oír que se dirigía a mí, que me hablaba aunque fuera de un modo rudo, pero de lo que realmente disfrutaba era de sus ausencias que me permitían encerrarme en su despacho y masturbarme mientras pensaba que me usaba.
En mi imaginación me veía a cuatro patas gateando a su encuentro, Quique me esperaba sentado en su sillón, y sin hablar me exigía que le bajara la bragueta y me apoderara de su sexo.
Mil veces, mi lengua recorrió mentalmente su capullo, mientras que con mi mano apretaba sus testículos buscando su placer. Mil veces los lápices con los que escribía los memorandos, fueron el pene, con el que pensando en él, me penetraba. Mi sumisión a sus deseos era total, soñaba que desgarrando mi falda me violaba, por haber redactado mal un informe, que sus manos azotaban mi trasero como le había visto hacer con su esposa solo por haberle derramado el café, y que desfloraba mi culo violentamente con la única excusa de haberme retrasado.
Pero la realidad era otra, nunca me miró durante meses como mujer, para él era su secretaria, y si acaso su amiga. Su trato era cordial, profesionalmente aseado, demasiado pulcro para mi que suspiraba y lamía el terreno que él pisaba. Todo ese tiempo, no vi a Laura, solo tuve contacto con ella cuando le informaba de las citas infructuosas con su ginecólogo. Seguían buscando el tener hijos, pero visita tras visita, irremediablemente llegaban los análisis y tenía que informar a mi amiga, que nuevamente su vientre no alojaba el tan añorado hijo.
Por eso, al escuchar a través de la puerta que Quique discutía con su mujer y que sin importarle que le oyera, la llamó loca por proponerle una madre de alquiler, tomé la iniciativa. Esperé media hora a que se calmase y después marqué el teléfono de Laura.
-Necesito verte-, le rogué, mi amiga suponiendo que había vuelto a tener problemas con Carlos, mi ex, accedió al instante, quedando citadas para ese sábado.
Era miércoles, toda la semana me fui preparando para que nada se torciera, planifiqué lo que le iba a decir, estudié la forma de rebatir cualquier objeción que ella pusiera y ansiosa espere que fueran pasando las horas y los días para verla.
Esa mañana me vestí con minifalda, y un top, estaba orgullosa de mi cuerpo y quería que ella lo viera que supiera que aunque tenía treinta y cinco años, mi piel se mantenía firme y mis pechos erguidos.
Laura me esperaba en su casa, había decidido que lo mejor era la intimidad de su hogar. Lo que no sabía era que al recibirme en el mismo sitio donde la había visto con Quique haciendo el amor, me había alterado.
-¿Qué te pasa?-, me dijo nada mas sentarnos en la salita.
Sin contestarle saqué los resultados de mis análisis, donde se demostraba que era fértil, prueba de mi compatibilidad con su marido. Documentos que era una forma de declararle que estaba dispuesta.
-¿Porqué me enseñas esto?, por qué eres tan cruel de vanagloriarte que tú si puedes
La lágrimas corrían por sus mejillas, me había malinterpretado creía que había venido a restregarle su esterilidad.
No, boba-, le contesté abrazandola, -Quiero que sepas que deseo ser tu madre de alquiler-.
Paulatinamente fue rumiando mis palabras, y mientras lo hacía sus sollozos se fuero calmando, al contrario que yo que solo por sentirla entre mis brazos, me estaba empapando. Su olor, su pelo, su frágil cuerpo me excitaba. Tuve que hacer un esfuerzo para no lanzarme sobre ella.
Harías eso por mí-, alcanzó a decir.
-Eso y mas, solo pídemelo-
Sonrió al escuchármelo decir, y agarrándome la barbilla depositó el mas dulce beso que nunca me habían dado. La tersura de sus labios, su tibieza al besarme desencadenó mi locura. Forcé sus boca con mi lengua, y jugando en su interior mientras mis manos buscaban sus pechos, conseguí excitarla.
Solo el sonido de la puerta del chalet abriéndose, consiguió separarnos y como si no hubiese ocurrido nada nos levantamos a saludar a Quique que llegaba de jugar al tenis.
No le digas nada-, me rogó Laura,- conozco a mi marido y si se lo decimos se negará-.
Llegaba sudoroso tras el partido, la camisa se le pegaba mostrando los enorme pectorales que decoraban su torso. El pantalón corto tampoco pudo evitar que me fijara en el bulto que nacía entre sus piernas. Caliente por ambos, busqué una excusa para irme.
Laura me acompañó a la puerta, y tras decirme al oído que fuera a cenar esa misma noche, sus labios rozaron los míos.
No sé como llegué a casa, no solo no se había negado sino que necesitaba que fuera su cómplice para engatusar a su marido. Perdí la noción de mi alrededor, las manzanas pasaban al lado de mi coche como fantasmas. Solo recuerdo el llegar a mi cuarto de baño totalmente alborotada, y que tras sumergirme en la tina caliente, las espumas de jabón que fueron los brazos de mis amantes al masturbarme.
Comí poco, mi estómago estaba tan cerrado como mi sexo abierto. Decidí hacer una hora de bicicleta con las esperanza de calmarme, pero el sillín al rozar la parte interna de mis muslos reavivó mi fuego. Se hundía inmisericorde constriñendo mi tanga contra mi sexo. Aceleré el pedaleo al sentir que me corría y sabiéndome sola, grité de placer sin miedo que nadie me oyera. Todo era lujuria, el cepillo de dientes se me antojaba su pene, y el dentífrico el fresco semen brotando a mi llamada, la caricía de la brocha al maquillarme, me recordaba a la mano de mi amada recorriendo mis mejillas.
Por eso, cuando habiendo terminado de vestirme y mirarme en el espejo, descubrí que bajo el pegado vestido negro, mis pezones se erguían duros y suplicantes de besos. No sabía si me había pasado, la raja que se abría a un lado, dejaba ver mi pierna en su conjunto, incluso se podía vislumbrar el inicio de mi negra braguita.
Eran las nueve y media cuando llegué a su casa, como colegiala en su primer cita eché de menos la carpeta que siendo niña tapaba pudorosa mis pechos. Quique fue quien abriendo la puerta, me cedió el paso. Y mi dicha fue enorme al oír que me piropeaba diciendo:
-Estas preciosa-.
Me sabía guapa, atractiva, pero nada que ver con el monumento que infundado en un vestido blanco hacía su entrada bajando las escaleras. Laura como una diosa, eternizaba los peldaños, y yo me vi incapaz de retirar mis ojos de sus pechos, rítmicamente se movían al vaivén de sus pies, pequeños, duros, bien hechos eran una invitación a tocarlos.
A mi lado, su marido babeaba, y no me extraña porque yo misma tuve que hacer un esfuerzo consciente para cerrar mi boca. Ella encantada de notar nuestra reacción se rió a carcajadas, y sin hacer mas comentario nos pidió que pasáramos a cenar, abrazándonos a los dos. Nuevamente susurrando a mi oído me dijo:
Tú, sígueme la corriente-.
Cenamos con champagne una cena frugal pero exquisita, Laura sin dejar que termináramos de vaciar nuestra copa ya estaba rellenándola, de forma que antes de llegar al postre ya habíamos dado buena cuenta de tres botellas.
Las risas se sucedían, las bromas, los recuerdos de cuando nos conocimos y el calor del alcohol en nuestros cuerpos, caldearon el ambiente. Quique un poco mas chispa, de lo que quería reconocer, nos soltó un piropo diciendo:
Que suerte que tengo, dos pedazos de mujeres para mi solo-.
La mirada pícara de Laura me aviso que había llegado la hora, por eso no me extraño, que poniendo música la oyera decir:
-¿Quieres vernos bailar?-.
No dejó que la contestara su marido, porque extendiéndome la mano me sacó a mitad del comedor, que se convirtió en improvisada pista de baile.
Sentí como con su mano, me obligaba a pegarme a ella. Su cuerpo soldándose al mío, inició una sensual danza. Sus pechos se clavaron en mis pechos, sus pezones acariciaron los míos, mientras sin ningún pudor recorría mi trasero. Me besó en los labios antes de quitarme los tirantes que sostenían mi vestido, y con mi dorso al descubierto, coquetamente me miró al desprenderse los corchetes que mantenía el suyo. Piel contra piel bailamos mientras su pierna tomaba posiciones en mi ya encharcada cueva, mientras su marido había pasado de la sorpresa inicial a la franca excitación. Sabiéndose convidado de piedra no intervino cuando bajando por mi cuello, sentí la lengua de su esposa, mi amiga acercándose a mi rosada aureola. No pude reprimir un gemido cuando sus dedos colaborando con su boca, pellizcaron mi pezón, e impertérrita observe como Laura seguía bajando por mi cuerpo, dejando un húmedo rastro sobre mi estómago al irse acercando a mi tanga.
Arrodillándose a mis pies, me quitó la tela mojada, y obligándome a abrir las piernas se apoderó de mi sexo. Con suavidad retiró a mis hinchados labios, para concentrarse en mi botón. Con los dientes a base de pequeños mordiscos, me llevó a una cima de placer nunca alcanzada. De pie, con mi manos en su larga cabellera, mirando un marido observador, me corrí en su boca. Ella al notarlo, sorbió el río que manaba de mi sexo, y profundizando mi tortura introdujo sus dedos en mi vagina. Sin importarme que pensara, grité mi deseo y levantándola la llevé a la mesa del comedor.
Era preciosa, su piel blanca resaltaba su belleza, y por vez primera mi boca disfrutó de un pecho de mujer, era una sensación rara el sentir en mis labios la curvatura de su seno, pero lejos de asquearme me encantó, envalentonándome a seguir bajando por su cuerpo. Dejo que le abriese las piernas, y por fin pude contemplar su pubis perfectamente depilado que dibujaba un pequeño triángulo con si fuera una flecha que me indicara el camino.
Nuevamente el sabor agridulce de su coño, era una novedad, pero en este caso fue un acicate para que sin meditar que estaba haciendo usara mis dedos como si fueran un pene y penetrándola buscara el fondo de su vagina. Ella recibió húmeda las caricias de mi lengua sobre su clítoris, y sin pedirle su opinión exigió a su marido que me follase.
Sus primeros gemidos coincidieron en el tiempo, con la llegada de Quique a mi lado. Su grandes manos abrieron mis nalgas, y como si tantearan el terreno sentí que me azotaba. Carlos me había pegado, pero esta violencia era diferente, cariñosa compartida y me excitaba. Por eso le exigí:
-Sigue, tómame, sin medirte, quiero sentir tu verga en mi interior
Mi lenguaje soez espoleo su lujuria, y colocando la punta de su enorme glande en la entrada de mi cueva, fue forzándola de forma que pude sentir el paso de toda la piel de su tranca rozando mis adoloridos labios, mientras me llenaba.
Laura exigiendo su parte, tiró de mi pelo acercando mi cara a su pubis y tras unos intentos fallidos por mi inexperiencia en comer coños, mi lengua consiguió introducirse en el interior de su vagina, al mismo tiempo que el magnífico pene chocaba con la pared de la mía. Sentir sus huevos rebotando contra mi culo, al ritmo de sus embestidas fue sublime, pero mejor sentir a la vez que mi boca se llenaba con la riada que emergía sin control de la cueva de mi dueña.
Éramos un engranaje perfecto, las embestidas de Enrique obligaban a mi lengua a penetrar mas hondo en el interior, y los gritos de Laura al sentirse bebida, forzaban a un nuevo ataque de mi amante.
Ella fue la primera en correrse, retorciéndose sobre la mesa, mientras se pellizcaba sus pezones nos pidió que la acompañáramos. Su marido aceleró el ritmo al escucharla y cayendo sobre mi espalda se derramó regando el interior de mi vientre con ansiada semilla. Lo mío fue algo brutal, desgarrador, su semen me quemaba, cada convulsión con la que me regaló, me producía un estertor y licuándome al sentirlo, chillé y lloré a los cuatro vientos mi placer.
Durante unos minutos, nos mantuvimos en la misma posición hasta que el semental que era su marido se levantó y tomándonos entre sus fuertes brazos, nos llevó en volandas hasta la cama.
-Lo teníais preparado, ¿no es verdad?- afirmó mientras nos depositaba sobre el colchón.
No mi amor, como crees-, rió descaradamente Laura tomándole el pelo, y acercándose a mí, me dijo en voz baja: -Cuando se de cuenta de nuestros planes, ya estarás embarazada-.

Esta vez fui yo la que se carcajeó, para conseguir que prendiera su semilla en mi vientre, tendría que practicar mucho, me dije pensando en las azules pastillas anticonceptivas que tenía en mi bolso. Y dándole un beso posesivo en sus labios, puse mis manos sobre sus pechos, al saber que “cuando se dé cuenta de mi juego, decidiré si quedarme o no, preñada”.Pero hasta entonces iba a disfrutar con esos atletas del amor, sus cuerpos serían míos y yo suya y eso era lo importante.

Relato erótico: “Memorias de un exhibicionista (Parte 8)” (POR TALIBOS)

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PORTADA ALUMNA2MEMORIAS DE UN EXHIBICIONISTA (Parte 8):
CAPÍTULO 15: SESIONES DE FOTOS:
Minutos después, los tres salimos del restaurante tras pagar la cuenta. Al regresar a la calle, las chicas se quejaron de que hacía un poco de frío  (no era raro, se había levantado viento y sin duda se colaba por debajo de sus faldas y les daba directamente en… ya sabes).
Alicia, con la excusa de entrar en calor, se aferró a mi brazo y se repegó contra mí, consiguiendo que en menos de un segundo Tatiana hiciera lo mismo por el otro lado. Lo cierto es que yo no pasé nada de frío, iba la mar de calentito atrapado entre dos bellas señoritas, que se apretujaban contra mí y sin poderme quitar de la cabeza que iban completamente desnudas bajo la ropa. De hecho, era yo el que llevaba la bolsa en que estaban sus bragas. Mi soldadito se removía inquieto dentro del pantalón.
Pronto llegamos al coche (demasiado pronto a mi entender, pues me sentía más que a gusto estrujado entre las dos chicas) y ambas se apresuraron a coger sus abrigos del maletero, poniéndoselos enseguida.
–          Vaya, ahora sí que pareces una exhibicionista de verdad – dije dirigiéndome a Ali al verla con la gabardina puesta – Ese es el uniforme oficial.
Ali me respondió sacándome la lengua divertida. A continuación, se cerró bruscamente la gabardina, ocultando por completo su cuerpo y entonces, abriendo repentinamente los brazos, abrió de nuevo la prenda, imitando a los exhibicionistas de las películas. Hasta esa tontería me pareció sexy.
–          ¿Y adónde vamos ahora? – intervino Tati que había estado observando la escena.
–          No sé. Si tenéis frío podemos irnos a casa –  dije, rogando porque no lo hiciéramos.
–          De eso nada – sentenció Ali para mi tranquilidad – La noche es joven.
–          ¿Y qué hacemos? – pregunté, cediéndole definitivamente a Ali el mando de las operaciones.
–          Bueno… – dijo la joven simulando pensárselo – Me ha gustado lo de las fotos de antes. Podíamos hacernos unas cuantas más.
No me parecía mal. Era buena idea. Además, se trataba de algo relativamente inocente, con lo que le costaría menos trabajo a Tatiana.
Una vez decididos, las dos chicas retomaron sus posiciones prendidas de mis brazos y, como si fuésemos caminando por el camino de baldosas amarillas, nos marchamos plácidamente en busca de nuestro Oz particular. Sólo nos faltó ponernos a bailar.
Íbamos charlando con calma, de nuestras cosas, especialmente Ali y yo, mientras que Tatiana se mostraba un poco más cohibida. Aunque no lo dijimos explícitamente, nuestros pasos se dirigieron sin darnos cuenta hacia el parque del centro, donde podríamos hacernos algunas fotos guarrillas sin miedo a montar un espectáculo.
El parque ya no es lo que era. Años atrás habían remodelado toda la zona, acondicionado los senderos, arreglado las plantas e iluminado convenientemente la zona. Además, aunque a esas horas no estuviera muy transitado, con seguridad nos encontraríamos con gente. Y siendo así, cabía la posibilidad de… je, je.
Por fin, llegamos a los aledaños del recinto, pero Ali no se detuvo, sino que nos arrastró al interior, hasta llegar a la plaza en la que está la fuente. Como había esperado, el monumento no estaba desierto, sino que había gente sentada en los escalones, bien charlando, bien haciéndose fotos como íbamos a hacer nosotros.
Riendo como una  niña, Ali se soltó de mi brazo y corrió a sentarse en la escalera. Mientras, yo saqué el móvil del bolsillo y activé la cámara, dispuesto a hacer de fotógrafo.
Como Tatiana se había quedado inmóvil, Ali le hizo un gesto para que se reuniera con ella en el escalón y mi novia, un poquito temblorosa (creo que por el vino de la cena) se sentó a su lado. Alicia enlazó entonces un brazo con el de Tatiana y, muy pegaditas la una a la otra, posaron para la foto.
A la espalda de las chicas, varios peldaños más arriba, estaban sentadas dos parejas de jóvenes, charlando tranquilamente. Los dos chicos (como no podía ser menos) habían echado sendos vistazos admirativos a mis acompañantes, pero, como no eran tontos, pronto volvieron a dedicar su atención a sus respectivas acompañantes, no fuera a escaparse una torta inesperada.
Ali, sin embargo, echaba de vez en cuando miraditas hacia atrás, como controlando a la gente que se había congregado en la fuente. Yo sabía que de un momento a otro, la chica iba a ponerse en acción y la expectativa provocaba que el corazón me latiese con fuerza en el pecho.
Y la chica no me decepcionó.
Tras sacar a flote su lado simpático, poniendo caras raras y bromeando con Tatiana mientras yo las fotografiaba, de repente, como quien no quiere la cosa, Alicia se abrió de piernas por completo, permitiéndome hacerle una instantánea totalmente despatarrada al lado de mi novia. Fue un visto y no visto, pues volvió a cerrar las piernas con rapidez, pero, aún así, me salió una buena foto.
Yo me reí, divertido y excitado a partes iguales, mientras Tatiana, un poquito asustada, miraba con nerviosismo a su alrededor, tratando de averiguar si alguien había visto a la otra chica en acción.
Entonces Ali acercó su rostro a Tatiana y le dijo algo al oído y, aunque no pude escuchar qué le decía, no me cupo duda alguna de lo que era.
Tatiana pareció resistirse, mirando acongojada a la gente, pero Ali, inflexible, le dijo algo más.
Yo estaba que me moría por poder fotografiar a Tatiana.
Entonces, muy nerviosa, Tatiana obedeció por fin a la otra chica. Para mi sorpresa, que esperaba una toma fugaz del chochito de mi novia, lo que hizo fue subirse con disimulo el jersey hasta que sus dos soberbios pechos quedaron al aire. Como loco, realicé varias tomas rápidas, con zoom al tetamen y primer plano del avergonzado rostro de la chica incluidos, lo que me puso la verga como el palo mayor.
Entonces, Ali hizo algo que me sorprendió, riendo alborozada, besó a una sorprendida Tatiana en la mejilla, logrando que al final ambas rieran divertidas. Me pareció adecuado, pues con ello logró que Tati se relajara notablemente.
Durante un rato, seguí  haciéndoles fotos allí sentadas, con los veinteañeros sentados detrás sin enterarse de nada, mientras las dos jóvenes, cada vez con mayor confianza, enseñaban las tetas con disimulo o separaban sus muslos subrepticiamente, permitiéndome hacer unas fotos terriblemente eróticas.
Las mejores, obviamente, son aquellas en que ambas chicas aparecían mostrando sus encantos, mientras el público de alrededor se perdía el espectáculo que estaba desarrollándose a escasos metros. Peor para ellos.
–          Jo, se me está quedando el culo helado – exclamó Ali cuando estuvo harta de hacerse fotos – Vamos a otro sitio.
Tomando a Tati de la mano, la ayudó a incorporarse y echando una última mirada a los jóvenes de atrás, se reunieron conmigo y nos fuimos a otro sitio.
–          Me he quedado con las ganas de que esos chicos nos vieran – dijo Ali colgándose de nuevo de mi brazo.
–          Quizás haya sido mejor así – dije – No me fío mucho de los niñatos jóvenes, a ver si vamos a terminar como la otra vez.
El recuerdo de los maleantes que la asaltaron el día que nos conocimos borró la sonrisa del rostro de Ali, pero no así sus ganas de seguir la juerga.
–          Vamos al paseo. Sentémonos en un banco.
Un par de minutos después llegamos al mencionado paseo. Forma parte de la red de senderos que recorren el parque de un lado a otro, con bancos y farolas a los lados. Pensé que era posible que hubiera algún grupo de jóvenes haciendo botellón, pero tuvimos suerte y encontramos dos bancos, uno frente al otro, donde pudimos seguir con las fotos.
Yo me senté en uno de los bancos y las chicas, juntas de nuevo, en el de enfrente. En esta ocasión, como nadie transitaba por el sendero y el siguiente banco ocupado estaba por lo menos a 50 metros, gozamos de bastante más intimidad, por lo que las chicas (especialmente Tatiana) pudieron mostrarse más desinhibidas.
Enseguida estuvimos inmersos en una tórrida sesión fotográfica, con ambas mujeres separando las piernas, abriéndose la camisa o subiéndose el jersey. Tati, aun estando más relajada, no paraba de echar vistazos nerviosos a ambos extremos del sendero, atenta por si alguien se aproximaba, pero, durante un buen rato, estuvimos solitos los tres.
Ali, cada vez más envalentonada, hizo entonces que Tati se sentara en su regazo, cosa que mi chica hizo sin protestar. Sujetándola con una mano por la cintura, obligó a la joven a abrir las piernas al máximo, subiéndole la falda hasta arriba y haciendo que sus pies reposaran en el asiento del banco. Vaya, que la hizo despatarrarse por completo.
–          Dime, Víctor – dijo entonces la joven – ¿Tiene el chochito mojado?
–          ¿Cómo? – respondí excitadísimo – Creo que sí, pero desde aquí no lo veo bien.
–          Pues acércate hombre…
Obedeciendo (loco por obedecer sería mejor decir), me levanté del mi asiento y caminé hacia las chicas. Tati me miraba, ruborizada, pero haciendo un esfuerzo por sumergirse en el juego. Con la sangre latiéndome en las sienes, excitado a más no poder y con la polla amenazando reventar el pantalón, todas mis dudas y recelos sobre si Tati estaba allí voluntariamente o no cayeron en el olvido.
Me acuclillé delante de las chicas, entre los muslos abiertos de mi novia y admiré embelesado el tierno chochito de la joven. Entonces, inesperadamente, Ali deslizó una mano hasta la entrepierna de la chica y, con dos dedos, separó los labios vaginales, brindándome un erótico primer plano del hermoso coño. Sin pensármelo dos veces, hice varios espléndidos primeros planos de la intimidad de la joven, mientras nuestra amiga mantenía al modelo bien expuesto.
–          Nooo – escuché que gimoteaba Tatiana, retorciéndose levemente.
Me dio exactamente igual. Inclinándome, deslicé el rostro entre los abiertos muslos y, con delicadeza, recorrí la rajita de abajo a arriba con la lengua, deleitándome en el exquisito sabor de Tatiana.
–          Noooo – volvió a suplicar la joven, debatiéndose sin verdadera convicción entre los brazos de Alicia.
–          Deliciosa – susurré.
–          Mierda. Viene alguien – anunció Alicia obligándonos a regresar al mundo real.
Como un rayo, Tati se bajó del regazo de Alicia y se sentó a su lado. Estaba tan colorada que su rostro despedía más luz que las farolas. Yo, divertido y cachondo al máximo, me senté tranquilamente junto a las chicas, comprobando que, efectivamente, una pareja se aproximaba por el camino.
Al pasar a nuestro lado, nos echaron una mirada dubitativa, como tratando de averiguar si lo que les había parecido ver era real o no, pero nosotros simplemente los ignoramos, con lo que pronto se perdieron por el camino.
–          Joooo, ¡qué vergüenza! – gimoteó Tatiana – Casi nos pillan. ¿Por qué has hecho eso?
–          ¿El qué? – dije divertido – ¿Lamerte el coño?
Tatiana se puso aún más roja y no contestó.
–          ¿De qué te quejas? – me burlé – Si siempre te ha encantado que te lo chupe.
La pobre chica me miró con ojos de cordero degollado, pero, a esas alturas, yo estaba un poquito fuera de control y no me importó.
–          ¿En serio? – intervino Alicia – ¿Te gusta que te coma el coño? ¿Es bueno haciéndolo?
Tatiana la miró sorprendida, muda por el asombro, rogándole con la mirada que no la avergonzara más. Pero Ali había mordido a su presa y no pensaba soltarla sin más.
–          Contesta, chiquilla. ¿Se le da bien a Víctor el sexo oral? ¿Es quien mejor te lo ha comido?
Tati seguía sin contestar.
–          Bueno, si no dices nada, lo comprobaré yo misma.
La madre que la trajo, qué bien sabía mover los hilos.
–          Sí, sí que se le da bien – dijo Tatiana muy seria.
–          ¿El qué?
–          El sexo oral. Es el mejor en eso.
–          ¿En qué? ¿En comerte el coño?
–          Sí.
–          Dilo – insistió Ali.
–          Sí. Víctor es el mejor comiéndome el coño.
–          ¿Te corres cuando te lo hace?
–          Sí. Siempre que me lo come acabo corriéndome.
–          ¿Y te ha gustado que te toque? ¿Has disfrutado cuando mis dedos han abierto tus labios?
Tatiana estaba muy seria, respondiendo a todos los desafíos que le enviaba Alicia con firmeza, decidida a no dar un paso atrás. Yo las miraba atónito, volviendo a sentirme mal por ella y preguntándome si no estaríamos yendo demasiado lejos. Pero entonces Ali rebajó la tensión del ambiente echándose a reír.
–          ¡Ay, cariño! – exclamó abrazando a mi novia y volviendo a besarla en la mejilla – ¡Parece mentira lo inocente que eres! ¿No ves que todo esto lo hago para que te sueltes y dejes de pasar vergüenza por todo lo que hacemos? Ya te dije que, si estabas dispuesta a unirte a nosotros, tendrías que hacer cosas mucho más atrevidas que estas.
Tati la miró unos segundos, sin decir nada, hasta que, finalmente, se encogió de hombros y sonrió.
–          Ya lo sé. Y la verdad es que cada vez me cuesta menos.
–          Estupendo – dijo Ali volviendo a abrazarla.
Nos quedamos callados unos segundos, lo que permitió que mi estado de profunda excitación se hiciera más que evidente.
–          Pobrecito – dijo Ali sonriendo mientras miraba con descaro mi paquete – Demasiadas emociones en un solo día.
–          Y muy poco alivio –respondí en idéntico tono.
–          ¿Alivio? ¿Eso es lo que quieres? – dijo ella entrando en el juego – ¿Y qué has pensado?
–          Aún nada. Sólo sé que una de vosotras tiene todavía que cumplir una orden mía…
–          ¿Y qué orden va a ser?
–          No sé – respondí sabiéndolo perfectamente – Se me ocurre que una de vosotras podría…
–          ¿Ahá?
–          Hacerme una mamada.
Ya estaba dicho. Las cartas sobre la mesa. Bueno, más bien la polla sobre la mesa.
–          ¿Eso quieres? ¿Qué una te chupe la pollita? – siguió jugando Ali.
–          Por supuesto – asentí – Necesito aligerar carga o los huevos me van a explotar. Me tenéis malo.
Tatiana sonrió, divertida, mientras Ali se reía con mayor franqueza.
–          Pero aquí no – dije sorprendiéndolas – Se me está empezando a helar el culo. Vamos a otro sitio.
–          ¿Adónde?
–          Venid conmigo. Tengo una idea.
Sin dudar un segundo, ambas chicas se levantaron conmigo y nos fuimos por el sendero hasta salir del parque. Alicia, a la que le gustaba estar al tanto de todo, insistió en averiguar adonde íbamos.
–          Verás – dije rindiéndome a sus súplicas – Antes, cuando os conté lo del bus, me acordé de que, por esa época, tuve un par de aventurillas divertidas en tiendas de comestibles, en supermercados, ya sabéis.
–          ¿Qué hacías? – preguntó Tati apretujada contra mí.
–          Bueno. Buscaba alguna chica que estuviera sola en alguno de los pasillos…
–          Y le enseñabas la chorra – concluyó Ali por mí.
–          Sí, claro, obviamente. Pero no creáis que las asaltaba o les daba un susto de muerte. Normalmente, empezaba a masturbarme con disimulo, procurando que no se diera cuenta de nada… hasta que me veía y… os imagináis el resto, ¿no?
–          ¿Y sigues haciéndolo?
–          No, hoy en día no. Con las cámaras de seguridad y eso… Además, tuve una mala experiencia y dejé de hacerlo.
–          ¿Qué pasó? – preguntó Tati con interés.
–          Que fui idiota. Incumplí mis normas y la cagué.
–          ¿Tus normas?
–          Verás. Me arriesgué a hacerlo delante de un grupo de chicas… y eso no se debe hacer.
–          ¿Por?
–          Bueno. Si se trata de una mujer sola, puede reaccionar de muchas maneras, largándose, gritando, ignorándote, disfrutando… Pero, al ir en grupo, lo lógico es que, aunque les guste el show, con tal de no admitirlo delante de las otras, te monten un pollo. Y eso fue lo que me pasó.
–          ¿Te pillaron?
–          ¿Tú me has visto en la cárcel acaso? – reí – No. Salí por piernas y no volví a aparecer por la tienda en la vida. De todas formas estaba en el otro extremo de la ciudad y no pasó nada. Aparte del susto, claro.
La narración se interrumpió, pues llegamos a nuestro destino: un supermercado 24 horas.
–          ¿Aquí es donde quieres que te la chupen? – exclamó Ali riendo.
–          Ajá.
–          ¿Y las cámaras?
–          No hay problema. Piénsalo, no es lo mismo un tipo exhibicionista, que una pareja haciendo “cositas” a escondidas. Además, las cámaras de estos sitios son una mierda.
Una sonrisilla maliciosa se dibujó en los labios de Ali al comprender mis intenciones.
–          Ya veo. Lo peor que pueden hacernos, es echarnos de la tienda…
–          Exacto – asentí.
–          ¿Y quién va a ser la afortunada?
Ali era una maestra de la manipulación. Con aquella simple pregunta obtuvo la respuesta que buscaba.
–          Yo lo haré – dijo Tatiana con firmeza.
–          ¿Estás segura? Mira que no me importa hacerle una mamada a tu novio – insistió Ali poniéndome los pelos del cogote de punta.
–          No. Lo hago yo.
–          Bueno, eso debe decidirlo Víctor, que ganó el concurso.
Qué hija de puta.
Tatiana clavó la mirada en mí rogándome con los ojos. Obviamente, yo no quería hacerla sufrir, así que consentí sin problemas. Total, iban a chupármela, para qué poner pegas.
–          Si estás segura de que puedes hacerlo, estupendo. Pero sólo si tú quieres – le dije a mi novia.
–          Venga, tío, que no es física nuclear, se trata de comerse una polla. Por supuesto que puede hacerlo – dijo Ali sonriendo.
–          No, si yo me refería …
Y me callé. Para qué caer en su juego.
Un minuto después, entramos en la tienda 24 horas. Nuestro grupo componía un perfecto muestrario de los diferentes grados de nerviosismo: Ali, fresca como una rosa, yo un poquito nervioso y Tati… completamente acojonada.
Alicia había sacado unas gafas de sol del bolso y se las puso con total tranquilidad, sabia precaución que yo, por desgracia, no podía imitar.
Tuvimos suerte. La tienda estaba casi desierta. A esas horas (pasadas las doce ya) había un único dependiente, refugiado tras un cristal antibalas (no sé por qué, con lo seguros que son ese tipo de trabajos) que atendía con aspecto cansado a un par de chicos que pagaban unos artículos. Alcohol no, claro, que está prohibido venderlo a esas horas, ja, ja.
Tras saludarle con la cabeza, caminamos entre los estantes, buscando el lugar más alejado de la entrada, donde pudiéramos estar tranquilos. Finalmente, nos decidimos por el pasillo de la leche (muy apropiado) y, mirando innecesariamente a los lados, pues no había nadie más en la tienda, me bajé la bragueta y, sacándome el nabo tieso como un palo, dije con delicadeza:
–          Chúpamela, nena.
Joder, no veas cómo se puso Tatiana de colorada, parecía un gusiluz.
Temblorosa y bajo la mirada divertida de Alicia, que nos observaba con el codo apoyado en un estante, Tati caminó hacia mí, con los ojos clavados en mi erección, que le devolvía la mirada con descaro, palpitante y babeando.
Cuando Tati se arrodilló ante mí, estuve a punto de correrme por la excitación contenida. Mi polla, que era un leño, dio un saltito incontrolado, deseando sentir por fin aquellos carnosos labios rodeándola. Nunca antes había estado tan excitado con Tatiana.
Cuando su mano aferró mi herramienta… uffff… Qué placer. Cerré los ojos y apoyé una mano en una balda para no caerme, pues las rodillas me flaqueaban.
Como siempre, Tati empezó a lamer por abajo, por los cataplines, como a mí me gustaba, deslizando su manita por el tronco, lubricándolo bien con mis jugos preseminales y su propia saliva.
–          Jo, cari, la tienes más dura que nunca – susurró Tati sin dejar de chupar.
La creí a pies juntillas.
Por fin, los labios de la chica se entreabrieron y permitieron que mi dureza se deslizara entre ellos, haciéndome gruñir de placer. Sin fuerzas, mi otra mano se posó en su cabeza, acariciándola, pero sin marcarle el ritmo, pues ella se apañaba solita para darme un indescriptible placer.
Miré entonces a Alicia, que nos observaba con una expresión de lujuria tal, que por un momento pensé que iba a reunirse codo con codo con la otra chica. Pero no fue así. Lo que hizo fue sacar su propio teléfono móvil y empezar a filmar la escena. Me dio exactamente igual.
Era obvio que en esas condiciones no iba a aguantar ni un minuto. Con un gruñido, advertí a Tatiana de que iba a correrme y la chica se apartó justo a tiempo, pues mi polla no esperó ni un segundo y empezó a vomitar su carga.
Tati, con habilidad, dirigió los lechazos hacia el suelo, pero entonces, con un ramalazo pícaro que yo le desconocía, apuntó mi verga hacia un expositor de productos lácteos que había al lado, churreteando todo el cristal de lefa, cosa que a Ali le pareció divertidísima.
–          Muy bueno, nena. Ahora saludad al pajarito.
Ambos miramos a la joven y saludamos, riendo, con Tatiana todavía arrodillada frente a mí. Pero entonces Ali, mirando hacia atrás, empezó a saludar también con la mano, lo que me hizo darme cuenta de la posición de una de las cámaras de seguridad del supermercado.
Como ya no tenía remedio, me encogí de hombros y saludé también, pero Tati no parecía tan contenta. Una vez aliviadas mis pelotas, el buen sentido consiguió abrirse paso en mi cerebro, por lo que volvieron las dudas sobre su papel en aquella historia. Y los remordimientos afloraron.
La ayudé a levantarse y la besé, sorprendiéndola. Elle me miró un instante y me sonrió, lo que me alivió bastante.
–          Ha sido muy excitante, queridos, pero será mejor que nos vayamos – dijo Alicia.
Mientras caminábamos hacia la salida, Ali cogió un paquete de galletas y, con todo el desparpajo del mundo, se dirigió a la ventanilla a pagar.
Al acercarnos, cualquier duda que me quedara sobre si el dependiente nos había visto en acción o no, quedó despejada al ver la expresión de su rostro. Estaba flipando el tío. No sé cómo coño no me di cuenta al entrar de que, en el interior de su cabina, justo a su espalda, había colocados 4 monitores correspondientes a las cámaras de seguridad del local. Bueno, hay que reconocer que, de haberlas visto, tampoco habrían variado mucho los planes.
–          ¿Cuánto te debo? – dijo Ali entregándole las galletas al alucinado muchacho.
–          D… dos euros – balbuceó tras pasar el artículo por el escáner.
–          ¿No me lo regalas? – preguntó Ali aturrullándole todavía más.
–          ¿Có… cómo?
–          Que deberías regalármelo. Al fin y al cabo el espectáculo te ha salido gratis.
El chaval se quedó mudo, sin saber qué decir.
–          ¿Me lo regalas o no? – insistió Ali.
–          Va… vale – concedió el chico.
Ali sonrió de oreja a oreja.
–          Eres un buen tipo. Toma. La propina.
Y tras decir eso, se levantó la camisa hasta el cuello, ofreciendo al atónito chaval el espléndido espectáculo de sus preciosos pechos, coronados por unos deliciosos pezones que parecían ser capaces de cortar sin problemas el cristal que les separaba.
–          Y esto también – dijo Ali cogiendo una barra de regaliz rojo de un bote que había y, dándole un mordisco, salió de la tienda, mientras  Tati y yo la seguíamos asombrados.
Un minuto después, ya lejos de la tienda, nos detuvimos, nos miramos y nos echamos a reír.
–          Bueno, estoy seguro de que le has dado material suficiente para acortar las largas noches que tiene que pasar en esa tienda.
–          Y vosotros también – dijo Ali sin dejar de sonreír – Apuesto a que ahora mismo está pelándosela como un mono mirando el vídeo de seguridad.
–          Espero que no se le ocurra ponerlo en Internet – dijo Tati con inquietud.
–          ¡Bah! No te preocupes. Esas cámaras no tienen resolución. No podrían verse nuestras caras de ninguna manera – asentí con seguridad.
–          ¿Y ahora? – dijo Ali – ¿Adonde vamos?
–          ¿Os apetece una copa?
–          Por mí estupendo.
–          Vale – asintió Tati.
–          Pues vamos. Conozco un bar que está muy bien – sentencié.
Y retornamos al camino de baldosas amarillas, los tres cogiditos del brazo.
CAPÍTULO 16: DE VUELTA A CASA:
No, no te creas que volvimos a montarla en el bar. Esa noche no pasó nada más… con Alicia. Las llevé al pub irlandés, ya sabes cual y, con una discreta propina al camarero, conseguimos mesa, con idea de tomarnos una copa y charlar un poco más.
Ya sabes cómo me gusta ese sitio, buen ambiente, gente agradable, buena música y el sempiterno cartel colgado detrás de la barra: “Si quieres que pongamos a Justin Bieber, ya te puedes ir a tu puta casa” que siempre me hace sonreír.
Pedimos unas copas, cerveza roja para mí y Tatiana y un combinado para Ali. Sólo tomé una pinta, pues, aunque ya se me había pasado el efecto del vino de la cena, era mejor no hacer el burro para coger después el coche. Y todavía me acordaba del día anterior.
Hablamos durante un rato, riéndonos de todas las cosas que nos habían pasado esa tarde. Las chicas, con esa extraña capacidad para aliarse que tiene las mujeres cuando se trata de meterse con uno, se burlaron a conciencia de mí con la borrachera de la noche anterior, relatándome con pelos y señales cómo habían metido mi cabeza en el water para que echara hasta el hígado.
Estuvimos allí como una hora, la mar de a gusto. Me encantaban las miradas apreciativas que dirigían los tíos a mis dos bellas acompañantes, sintiéndome importante y sabiendo que muchos matarían con tal de ocupar mi lugar.
Si ellos supieran…
Por fin a las tres y pico de la mañana, Tati empezó a dar señales de sueño y decidimos que lo mejor era marcharnos.
Sin prisa ninguna, regresamos caminando al coche y esta vez, Tati sí que se sentó en el asiento del copiloto, quedando Ali sola atrás. Ambas habían guardado sus abrigos en el maletero, para ir más cómodas.
Arranqué y me dirigí a casa de Ali, para dejarla allí antes de regresar.
–          Pues no ha estado nada mal el día – dijo Ali echándose hacia delante y asomando la cabeza entre los dos asientos delanteros.
–          Nada mal – asentí con los ojos clavados en el asfalto.
–          Y tú te has comportado espectacularmente – dijo poniendo su mano en el hombro de mi novia.
–          Gracias. La verdad es que ha sido divertido. Me costó al principio y he pasado mucha vergüenza pero… reconozco que ha sido excitante.
–          La próxima vez será mejor. Te lo prometo.
Nos quedamos en silencio unos instantes, hasta que Ali continuó.
–          Me dijiste que descansas el próximo miércoles, ¿verdad?
–          Sí – respondió Tati – Descanso los domingos y un día más de la semana que va rotando. Me toca el miércoles.
–          Estupendo. Para entonces ya lo tendré todo. ¿Os parece que quedemos el miércoles para almorzar?
–          Por mí vale – dijo Tati.
–          Yo… no sé si podré – intervine – No veas si estoy retrasado en el trabajo…
–          Como quieras – me interrumpió Ali, cortante – Nos iremos Tatiana y yo. Seguro que lo pasamos muy bien. Así podremos probar los juguetitos que he encargado.
Tatiana volvió ligeramente el rostro hacia mí y pude percibir que no le hacía mucha gracia quedar con Ali a solas. Suspiré y me resigné a hacer nuevamente lo que ella quería.
–          No. Está bien. Haré lo posible por poder quedar el miércoles. Aunque tendrá que ser tarde…
–          ¡Estupendo! Yo haré la reserva. En algún sitio tranquilo, porque tendré que enseñaros lo que he encargado.
–          Como quieras – asentí – Y por cierto, hoy has mencionado varias veces los juguetes que has comprado. ¿Qué son? ¿Un consolador de un metro?
–          ¡Ah! Es una sorpresa. Y no es ningún consolador, de esos ya tengo varios. Ya te los enseñaré.
Tati dio un respingo casi imperceptible en su asiento.
–          ¿Entonces qué son?
–          Te digo que es una sorpresa. Os van a encantar.
–          No serviría de nada insistir, ¿verdad?
–          De nada.
–          Bueno – dije encogiéndome de hombros – Ya me enteraré el miércoles. Espero que no sea nada que explote.
En ese momento enfilé por la calle de Ali. Al llegar a la altura de su bloque, detuve el coche en doble fila para permitirle bajarse.
–          Bueno, pues nada, quedamos el miércoles. Ya os mandaré un mensaje con la hora y el lugar.
–          Oye… – dijo Tati con timidez – He pensado que… si lo que necesitamos es un sitio tranquilo. ¿Por qué no almorzamos en casa? No soy muy buena cocinera, pero, si te gusta la pasta… Total, tengo el día libre y no habría problema.
Sus intenciones eran cristalinas. A Tati no le gustaba nada cocinar y, si se ofrecía a hacerlo, era porque pensaba que, quedando en casa, nos quedaríamos tranquilitos sin montar ningún nuevo espectáculo. El problema era que Ali también entendió perfectamente la verdadera razón del ofrecimiento de la joven pero, para mi sorpresa, no puso pega alguna.
–          Bueno… si no es molestia. A mí me parece bien. Además, así no hay problema con la hora a la que pueda quedar Víctor.
–          Entonces, arreglado – dijo Tati sonriendo con palpable alivio – El miércoles sobre las tres en casa.
–          Ok – dijo Ali abriendo la puerta – Nos vemos el miércoles. Sed buenos.
Y, tras sacar sus cosas del maletero, se marchó. Nos quedamos mirando cómo se dirigía cargada de bolsas hacia su piso, sin arrancar, hasta que la joven entró en el portal y cerró la puerta tras de sí. Entonces, nos pusimos en marcha, rumbo a casita.
–          Menudo día, ¿eh? – pregunté desviando la mirada hacia la chica.
–          Digo. Estoy agotada.
–          ¿En serio? Pues es una pena, porque yo todavía tengo ganas de… – dije sonriéndole con picardía.
Tati me devolvió la sonrisa y, melosamente, se inclinó hacia mí, recostando su cabecita en mi hombro.
–          Bueno… No estoy tan cansada…
–          ¿En serio?
–          Claro.
Entonces me dio un cariñoso besito en la mejilla y volvió a sentarse erguida en su asiento, sonriendo.
–          Tatiana – le dije con tono más serio – ¿De veras estás de acuerdo en todo esto?
–          Que sí, pesado. Ya te he dicho que haré cualquier cosa para que seas feliz.
Otra vez la incómoda sensación en la boca del estómago. Me sentía culpable. No podía evitarlo.
–          Pero no es eso lo que yo quiero – insistí – Yo también quiero que tú seas feliz. Y si estas cosas te hacen sentir incómoda y pasar vergüenza, no hace falta que las hagas. Ahora que conoces mi secreto y ya que no me odias por ello, me basta para…
–          Al decir estas cosas… – me interrumpió Tatiana – ¿Te refieres a esto?
Volví la cabeza con rapidez hacia la chica y me quedé alucinado. Tati se había subido la falda hasta la cintura y había separado los muslos, dejando su desnudo coñito totalmente expuesto. La polla me dio un brinco dentro del pantalón y la boca se me quedó seca.
–          Esto es lo que hiciste el otro día con ella, ¿no? Cuando fuisteis al pueblo… ¿Te referías a cosas como esta?
No supe que contestar. Joder, una semana atrás me hubiera costado que ella se morreara conmigo en el coche. Y ahora allí estaba, abierta de piernas, enseñándole al mundo el hermoso tesoro que ocultaban.
Presa de su hechizo, me olvidé por completo de lo que estaba diciendo. Era su táctica de siempre, usar el sexo para evitar las situaciones que la incomodaban, pero, coño, que bien se le daba la técnica a la puñetera.
Sin pensármelo más, posé la zarpa en su muslo y, estrujándolo con ganas, deslicé la mano hasta hundirla justo en medio de sus muslos, haciendo que su cuerpo se estremeciera y se le escapara un gemidito que me puso los vellos de punta.
Estaba muy mojada, me encantó comprobarlo, pues comprendí que era verdad que estaba disfrutando de aquello. Con delicadeza, recorrí sus labios vaginales con un dedo, dibujando el contorno de su chochito, obligándola a jadear de placer.
Con un ojo puesto en la carretera y el otro en el cuerpo de la bella mujer, me las apañé para mantener el coche medianamente recto. Nos detuvimos en un semáforo y, justo entonces, otro coche se paró a nuestro lado, junto a la ventanilla de Tati.
Eché un vistazo y vi que en el coche iban dos chicas jóvenes y, aunque no podía ver bien a la del asiento del copiloto, pude comprobar que la conductora era bastante atractiva.
Me sentí juguetón.
Mientras mi mano derecha seguía buceando entre los muslos de mi novia, usé la izquierda para accionar el mando del elevalunas, bajando por completo el cristal del lado de Tatiana, que no se dio ni cuenta.
Cuando estuvo abierto, redoblé la intensidad de mis caricias en el coñito de Tati, que, sin poderlo evitar, se puso a gemir y a bufar como loca, los ojos cerrados y las manos apoyadas en el salpicadero, apretando los muslos para atrapar mi mano y que las sensaciones fueran más salvajes.
Por fin logré mi objetivo y la bella conductora, percibiendo movimientos extraños en el coche de al lado, levantó la vista y se encontró con el rostro congestionado por el placer de Tatiana y con mi sonrisa pícara. Obviamente, la puerta del coche le impedía ver lo que estaba pasando, pero, parafraseando a Alicia, no hacía falta ser físico nuclear para comprender de qué iba la cosa.
Yo esperaba que, de un momento a otro, la joven avisara a su acompañante, pero no fue así. Se quedó mirándome en silencio, con una expresión indescifrable en el rostro. Me encantó. Pareció establecerse entre ambos una intimidad especial, que me excitó muchísimo.
Mis dedos seguían chapoteando en la humedad de Tatiana, que gemía y gemía, los ojos bien cerrados, la boca entreabierta, jadeando, ajena a todo lo que la rodeaba excepto a mis insidiosos dedos.
El semáforo había cambiado y ni yo ni mi deliciosa espectadora nos habíamos dado cuenta. Por desgracia, su compañera sí lo hizo y, dándole un codazo, la devolvió al mundo real.
Visiblemente nerviosa, la chica arrancó el coche, que dio un brusco tirón, un salto y se caló en seco. Tras un par de intentos, logró encenderlo de nuevo y pronto se perdieron por una esquina.
El ruido hizo que Tatiana abriera los ojos, dándose cuenta entonces de que no habíamos estado solos. Me miró, pero no dijo nada. Contento, redoblé mis esfuerzos en su chochito, metiéndole por fin el dedo corazón hasta el fondo, moviéndolo a los lados, explorando en sus entrañas, haciéndola suspirar de placer.
Y entonces llegó un gilipollas que, viéndonos parados en el semáforo en verde hizo sonar el claxon, obligándome a sacar la mano de la acogedora cuevecita donde estaba para poder accionar la palanca de cambios.
El gemido de frustración que emitió Tatiana me hizo sonreír.
–          Por favor, sigue – gimoteó la chica en cuanto el otro coche se perdió al final de la calle.
La miré. Estaba arrebatadora. Bellísima, con el rostro congestionado, jadeante, de nuevo con los pezones durísimos, clavados en el jersey, las piernas abiertas, la falda por la cintura, con el rezumante coño entreabierto, suplicando que me ocupara de él.
Comprendí que no iba a ser capaz de llegar a casa sin follármela.
–          Espera un poco – dije – Enseguida llegamos. Pero no te tapes.
No protestó. Como siempre, Tati obedecía todo lo que yo decía. Así que seguimos rumbo a casa con la preciosa joven despatarrada en el asiento. Estaba tan cachonda que incluso podía olerse el aroma a hembra excitada. Estaba loco de calentura.
Tardamos cinco minutos en llegar. Metí el coche en el garage y lo llevé hasta nuestra plaza de aparcamiento, que quedaba junto al muro, bastante próxima a la puerta de acceso a los ascensores. Aparqué el coche, con el morro orientado hacia la pared y me bajé, mientras Tati hacía otro tanto y se dirigía a la parte de atrás, para coger su abrigo.
Rodeé el coche y me quedé observándola, mientras ella me devolvía la mirada, indecisa.
–          Deja el abrigo encima del coche – le dije.
Ella se puso inmediatamente en tensión, sabedora de que algo iba a pasar, pero obedeció sin dudar y se volvió hacia mí, permitiéndome admirarla. La falda se le había bajado al ponerse en pié, así que, con un gesto, le indiqué que volviera a subírsela.
Tati lo hizo, sin titubear, completamente plegada a mis deseos. Eso me excitó, mi polla volvía a estar al rojo vivo.
–          Quiero ver tus tetas.
Se subió el jersey, sujetándolo con una mano, brindándome el bello espectáculo de sus extraordinarios senos. Qué maravilla de tetas, carnosas, turgentes, con los pezones bien enhiestos.
Tati me miraba directamente, ya no apartaba los ojos con vergüenza, lo que me pareció espléndido. Decidí inmortalizar el momento.
–          Camina hacia la pared, sin dejar de mirarme. Quiero hacerte unas fotos.
Y así lo hizo. Durante un breve instante, me pareció incluso percibir una ligera sonrisa asomando en sus labios. Eso me alegró mucho.
Apoyando la espalda en la pared, Tati adoptó una pose bastante sexy, con las manos junto a las caderas, las palmas apoyadas en el muro y una pierna encogida, también apoyada en la pared. Toda la escena complementada por la falda enrollada en la cintura y el jersey subido, exhibiendo con descaro sus pechos.
Iniciamos una tórrida sesión de fotos. No hacía falta ni darle instrucciones, pues la chica, ya completamente inmersa en el juego, adoptaba de motu propio posturas de lo más sugerentes.
Se acuclillaba y separaba los muslos, se daba la vuelta y, agachándose, se apoyaba en la pared, brindándome un espectacular primer plano de su culito desnudo, se agarraba las tetas con las manos, ofreciéndomelas con descaro… pero, cuando ya no pude más, fue cuando deslizó un dedo entre sus labios y lo chupó con una expresión en el rostro que…
Me abalancé sobre ella. Tanto ímpetu llevaba, que casi la estampo contra la pared. Tati dio un gritito, a medias de sorpresa a medias de diversión y trató de apartarme de ella, sin la más mínima intención de hacerlo.
Un minuto antes, tenía la idea en mente de hacer que me la chupara un poco antes de metérsela… pero que va, yo ya estaba que no podía más.
Mis manos se multiplicaron por su cuerpo, sobándola y acariciándola por todas partes, mientras su boca buscaba la mía con desespero, hundiéndome la lengua hasta la tráquea, dejándome sin respiración, cosa que no me importó en absoluto, pues quien coño necesitaba respirar a esas alturas.
La sobé, la estrujé, le metí mano y ella se mostró receptiva a todo, disfrutando como loca de mis caricias, deseosa de lograr que yo lo pasara bien.
Cuando su mano se posó en mi entrepierna y apretó sobre mi polla… el éxtasis. Estuve a punto de correrme.
Ya no podía más, forcejeé con la bragueta y ayudado por la cálida manita de Tatiana, logré liberar mi falo de su encierro. Me apreté contra ella, estrujando mi polla entre nuestros cuerpos, haciéndola sentir mi dureza. Mi intención era follármela allí mismo, contra la pared, pero ella tenía otra cosa en mente.
Tras dar un par de torpes pitonazos tratando de ensartarla, Tati comprendió mis intenciones y, con habilidad, me arrastró apartándonos de la pared. Con las manos engarfiadas en mis solapas, me llevó junto a ella y, cuando quise darme cuenta, la joven se recostó encima del capó del coche, separando ligeramente los muslos, ofreciéndose a mí.
Ni me paré a pensar en si aquello jodería la chapa del coche y, de haberlo hecho, dudo mucho que eso me hubiera detenido. Me arrojé sobre ella y, con la polla guiada por su experta mano, no tardé ni un segundo en clavársela hasta los huevos.
–          ¡AAAAHHHHHHHH!  – gimió Tatiana al sentir cómo mi émbolo se abría paso sin compasión en sus entrañas.
–          Joder, Tati. Joder, joder, joder… – gimoteaba yo, sintiendo el indescriptible placer de hundirme por completo en la trémula y acogedora carne.
Nos quedamos quietos un segundo, sintiéndonos el uno al otro, con el rostro hundido entre los pechos de la chica, notando cómo su corazón latía desbocado.
Por fin, empecé a moverme, muy lentamente al principio, acelerando progresivamente. Tatiana, entregada, rodeó mi cintura con las piernas, estrechándome contra sí y sus labios volvieron a buscar los míos, besándonos con pasión.
Joder, cómo follamos, qué pedazo de polvo. Tati se corrió en menos de un minuto, lo que no era de extrañar con toda la tensión acumulada a lo largo de la mañana. Yo, con varias corridas a lo largo del día, me sentía con fuerzas y ganas para seguir follándomela hasta el alba, así que redoblé con entusiasmo mis embestidas, arrancando del alma de la chica estremecedores gritos y gemidos de placer.
El coche se bamboleaba con nuestros embates, haciendo gala de una magnífica suspensión. Me alegré de haberme acordado de echar el freno de mano, pues, de no haberlo hecho, habría estampado el coche contra alguno de la fila de al lado.
Entonces el cuerpo de Tatiana se tensó repentinamente, abrazándose con fuerza a mí. Yo pensé que era fruto de la excitación, pero ella me chistó y me obligó a permanecer quieto.
Enseguida comprendí por qué. Un vehículo había entrado al garaje y se aproximaba. Reconocí el coche enseguida, era el de Marcia y Juan Carlos, nuestros vecinos de al lado. También era mala suerte, joder, pues su plaza de aparcamiento era la que estaba justo al lado de la puerta y tan sólo quedaba separada de la nuestra por dos coches.
Nos quedamos muy quietos, bastante acojonados. Ya estaban casi allí, con lo que la oportunidad de levantarnos y hacer como si nada se nos había escapado. No era plan de ponernos en pie ahora y salir, con Tati medio desnuda y yo con la verga enhiesta.
Lo mejor era acurrucarnos y rezar para que no nos vieran.
Si, ya sé que parece un contrasentido. Si somos exhibicionistas… Pero qué quieres, que te pille gente que te conoce, en tu propio edificio… no me parecía buena idea.
Por fin el coche se detuvo, estacionando tres plazas más allá y apagando las luces, cosa que agradecí. Un poquito acojonado, hundí el rostro en el pecho de Tati, tratando de pasar desapercibido y entonces me di cuenta de que su cuerpo temblaba y daba ligeros brincos mientras me estrechaba contra sí.
Me quedé anonadado: Tati se estaba partiendo de risa, con las manos tapando su boca tratando de ahogar las carcajadas.
Fue entonces cuando caí en el extremado surrealismo de la situación. Allí estábamos, a las cinco de la mañana, tumbados encima del coche, con Tatiana empitonada hasta el fondo y sus piernas anudadas a mi espalda.
Coño, con haber aguantado un par de minutos, podríamos haber llegado a casita y estar follando allí tan ricamente.
Sin poder evitarlo, empecé también a reír como un estúpido. Escuché entonces el inconfundible sonido de las puertas de un auto al cerrarse y, con disimulo, miré hacia el lado para espiar cómo mis vecinos se dirigían a la puerta.
Y me encontré directamente con la mirada de Marcia, que nos miraba atónita por encima de los otros coches. Me acojoné muchísimo, ya me imaginaba el escándalo que iba a organizarse en la comunidad…
Sin embargo, Marcia no dijo ni pío, se quedó mirándonos en silencio, sin avisar a su marido que, ajeno a todo, se dirigía a la puerta del cuarto de ascensores.
Me excité. Que la vecina nos hubiera pillado en plena faena me pareció super morboso. Ella nos miraba fijamente, sin mover un músculo, así que decidí ser yo el que se pusiera en movimiento.
Lentamente, mi trasero empezó a moverse de nuevo, bombeando entre las piernas de Tatiana, penetrándola con firmeza. Ella boqueó sorprendida y no pudo evitar que un gemidito escapara de sus labios, lo que me enardeció, haciéndome incrementar el ritmo de mis caderas.
Y con los ojos clavados en los de Marcia, que disfrutaba del show en silencio.
–          No… no… para – me susurraba Tati al oído.
Ni puto caso le hice. Seguí follándomela.
–          ¿Vienes o qué? – oí de repente la voz de Juan Carlos, resonando en el sótano.
Marcia dio un respingo y miró a los lados, sorprendida.
–          Vo… voy – contestó a su marido.
Echándonos una última mirada, la mujer se dirigió a la puerta que su esposo mantenía abierta y ambos se marcharon.
–          E… Estás loco… – gimoteó Tatiana con la voz ahogada por el placer – Marcia nos ha visto…
No contesté. Con un gruñido, redoblé los empellones de mis caderas, con mi polla clavándose una y otra vez en Tatiana.
Ya no protestó más, entregada por completo al éxtasis, alcanzando de nuevo un arrasador orgasmo que la hizo gritar sin poder contenerse. Por fortuna, los vecinos debían estar ya en su casa, si no, habrían venido a investigar fijo.
Yo aguanté un poco más, follándomela con ganas, con la imagen de los ojos de Marcia grabada en la mente, loco de excitación, penetrándola febrilmente.
Y me corrí. Directamente en su coño, llenándola de semen. Tatiana gimoteaba, balbuceando palabras ininteligibles, arrasada por el placer. Mi cuerpo, completamente en tensión, sufría espasmos incontrolados, mientras sentía cómo mi simiente se derramaba en su interior.
Exhausto, me derrumbé sobre el cuerpo de Tatiana, el rostro hundido entre sus pechos, respirando con dificultad. Sus manos empezaron a acariciarme con delicadeza, la espalda, los cabellos y, en ese momento, sí que amé con fuerza a Tatiana. Feliz, mis labios buscaron los suyos y nos besamos en silencio, con pasión, mientras nuestros corazones iban poco a poco recobrando el ritmo normal.
Minutos después, con desgana, nos levantamos de encima del coche. Ayudé a Tati a ponerse en pié y, cuando lo hizo, pude ver cómo un hilillo de esperma se deslizaba fuera de su vagina.
–          Joder – pensé – La he llenado enterita.
Pero no dije nada. Me limité a guardarme el menguante pene en los pantalones mientras Tati se componía la ropa como podía.
Recogí su abrigo, que con tanto meneo se había caído al suelo y, cogiéndola de la mano, nos fuimos a casa.
Agotados, nos acostamos enseguida y aunque Tati protestó un poco con lo de acostarnos sudorosos, no insistió mucho en el tema y pronto estábamos los dos soñando con los angelitos… o, en mi caso, con las diablillas…
TALIBOS
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Relato erótico: “De camping con mi suegro y sus amigos” (POR ROCIO)

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Los padres de mi novio me habían invitado a una acampada en el Parque Nacional Santa Teresa, al este de Montevideo, un lugar de más de mil hectáreas de naturaleza, bordeado por playas hermosas. Era una actividad ideal y necesaria a todas luces; tocaba conocer más a su familia y desde luego que ellos me conocieran también. Christian y yo estábamos a punto de llegar a nuestro tercer año juntos y sentía que era tiempo de que conocieran otra faceta mía distinta a la que mostraba durante las cenas, cumpleaños y eventos en los que me presentaba.

Su padre, Miguel, era quien conducía el vehículo; un hombre bastante bien conservado pese a sus cincuenta y nueve años. Se mostraba coqueto conmigo, diciendo que en el parque tendría que protegerme de los “buitres” (acosadores); o que no tendría problemas en dejarme dormir en su carpa si tenía miedo de la noche. La madre, Marisa, de edad similar aunque he de confesar que el físico contrastaba con lo cuidado que se mantenía su marido, nunca dejaba de acariciar a su esposo por el hombro, compartiendo un mate, dándole pellizcos reprendedores cada vez que me hacía bromas, tildándolo de un “buitre” más.  
Llegado al famoso parque, alquilaron una parcela agreste. El lugar se divide en zonas de ruido y de silencio, para gente joven que viene a farrear por un lado, y para gente mayor o familias que vienen a disfrutar de la naturaleza por el otro. Esta última fue la evidente elección para acampar, un lugar tranquilo en medio del denso bosque.
Ahora, ¿cómo iba a saber yo que algo a priori divertido iba a desmadrarse tanto?
I. Vóley de playa con mi suegro y sus amigos
Todo parecía un paraíso. El aire puro, charlar en grupo sentados en un añejo banco de madera, con el sonido del mar a solo cientos de metros más adelante, con un cielo imponentemente celeste. Sus padres fueron a la playa y nos pidieron que les acompañáramos, pero Christian les dijo que se adelantaran, que primero quería hablar conmigo en privado. Así que al retirarse ellos, me rodeó los hombros con su brazo.
—¿Qué tal lo estás pasando, nena?
—Súper bien. Me encanta tu papá, me está volviendo loquita con tanto piropo.
—Suele ser un completo pesado conmigo y mi hermano, vaya, tenía miedo de que fuera igual contigo. Pero parece que tendré que tener cuidado, que me puede robar a la novia, ¿eh?
—¡Exagerado! Voy a cambiarme, nene.  
Así que me puse un bikini negro con lazos anudados, además de un pareo que me cubría desde la cintura hasta abajo.  Fuimos a la playa para buscar a sus papás. Mi chico me decía entre bromas que me quitara el pareo para conquistar a su padre y ganarme su corazón, que es un hombre de “colas”, pero entre risas le respondía que no quería, que me dejara en paz. Para colmo me quería desajustar los lazos de mi bikini, justificándose que a su papá le encantaría verme desnuda.
—En serio, nena, con esa colita de infarto lo vas a volver loco y no te va a dejar en paz.
—Bueno, ¡ya suéltame!, ¿pero tú eres mi novio o un pervertido?, carambas, que me vas a dejar en pelotas si tiras de los lazos, cabrón.  

Su padre se acercó trotando, con una pelota de vóley en mano.

—¡Tú, muchacho imberbe! ¿¡Dónde andabas!? ¿Qué tal si jugamos un partido de vóley de playa contra mis colegas? Me falta un hombre, y como no hay uno, pues pensé en ti, hijo.
—¡Qué gracioso eres, viejo! Mira, jugar vóley contra dinosaurios tiene que ser una experiencia alucinante, pero paso.
—¡Ya decía que no tenías pelotas suficiente para jugar con nosotros! ¡Rocío, caramelito!
—¿Señor Miguel?
—¿Quieres jugar al vóley? Mi esposa ha desaparecido junto con las señoras de mis colegas, no tengo a nadie quien me haga compañía.
—¡Ja, déjala en paz! Rocío es más de tenis, no va a jugar al vóley. Normal que mamá se haya pirado a otro lado con las demás señoras, ¿quién carajo quiere mirar a unos viejos jugando vóley a pecho descubierto? No es agradable a la vista, ¿sabes?  
Pues lo cierto es que no sé jugar mucho al vóley pero no era plan de rechazar al papá de mi novio. Es decir, ¿habíamos viajado a un extremo de mi país para que el papá pase con sus colegas, la mamá con sus amigas, y yo a solas con mi novio? La idea el viaje era pasar tiempo con sus padres, así que le reprendí a mi chico.
—¡Ya deja de tratar así a tu papá! Si no vas a jugar, yo lo haré.
—¿En serio, Rocío? ¿Estás segura? ¿Con mi papá y sus colegas?
—¡Eso es, mi nuerita ha salvado la tarde! Ven, caramelito, vas a ser mi compañera, jugaremos contra don Rafael y don Gabriel, unos colegas que encontré aquí.
—¡Ja, como los tres arcángeles! ¡Claro que sí, don Miguel!
—Venga, llámame “papá”, que ya eres de la familia. Además nunca tuve hija y me hace ilusión. Y tú, desgraciado imberbe, ¿ya le dijiste a esta preciosa niña que te orinabas en la cama hasta los seis años? Ni te atrevas a venir con nosotros. Ve junto a tu madre, se ha ido a ver el museo del parque con sus amigas.
—¡Ni siquiera pienso acercarme, viejo! ¡Rocío, cuidado con los balonazos, bastones y pastillas! —se mofó mi chico.
—¡Dios santo, ya dejen de pelear! —protesté, mientras su papá me llevaba de la cintura.
En una apartada cancha de arena débilmente delineada, con una pobre y desgastada red que la partía, se encontraban los dos amigos de mi suegro, sentados en un banquillo y charlando amenamente, torsos al desnudo y con shorts solamente. Una pequeña conservadora de hielo repleta de latas de cerveza estaba a un costado. Iba en serio eso de que nadie querría ver a señores de edad jugando al vóley, todos se agrupaban en las inmediaciones para ver otros juegos, de disciplinas como hándbol, fútbol de playa y hasta vóley también, pero practicadas por enérgicos jóvenes.
—¡Madre de dios!, ¿de qué parte del cielo caíste, angelita? —picó su amigo al vernos. Era Gabriel, muy alto, de complexión física bastante agradable para mi vista. De seguro en su juventud fue algún deportista. Piel morena, bien peinado y afeitado, todo un galán que me conquistó con su mirada penetrante y sonrisa cautivadora con hoyuelos.
—¿Es tu hija, Miguel? —preguntó el señor Rafael. Bajito en comparación a sus amigos, algo peludo, con una tímida pancita cervecera, de risa contagiosa y chispeantes ojos—. ¡Creo que estoy enamorado!
—Compórtense, amigos, es mi nuera. Se llama Rocío. Mira, caramelito, este es Gabriel. El otro es Rafael. No les hagas mucho caso, solo están bromeando contigo.  
—¡Buenas tardes, señores!
—¡Ah, pero no pongas esa carita tan linda, que yo cuando entro en la cancha no tengo piedad de nadie! ¡Aquí no hay nueritas ni amigos, solo rivales! ¡Me transformo en la cancha! —amenazó don Rafael.
—Sí, ya veo que te transformas en Moby Dick —se burló su amigo Gabriel, dándole palmadas a su panza—, vamos, ¡desde hace rato que quiero jugar!
Yo y mi suegro íbamos a comenzar, así que me retiré el pareo para ponerlo en el banquillo, iba a estar mucho más cómoda sin él. Cuando entré a la cancha, don Rafael me silbó para sacarme los colores.  
—¡Uy! ¡Vaya con la nuerita!
—¡Menudo bombón! —dijo don Gabriel, con una amplia sonrisa—, ¿aún hay posibilidad de que abandones a ese noviecito que tienes?
—Ni caso, quieren ponerte nerviosa, caramelito, ¡vamos a jugar!
Me pidió que sacara, y no puedo encontrar las palabras para describir el cosquilleo intenso que sentía con tanto piropo, era algo que probablemente lo decían para desconcentrarme, sí, pero me agradaba porque no eran groseros. El corazón se quería desbocar; abracé la pelota y sonreí como una tonta mientras los hombres se acomodaban en sus puestos.
—¡Dale, Rocío, saca y muéstrales de qué estás hecha!
—¡Sí, don Mig… papá!
Así que lancé la bola al aire, arqué mi espalda hacia atrás y, dibujando un semicírculo con el brazo, mandé el balón con un poderoso salto. Cuando seguí la trayectoria del balón con la mirada, me di cuenta de que tanto mi suegro como sus dos amigos preferían observarme a mí antes que a la pelota picando en el área contraria.
Estaban boquiabiertos y extrañados. En ese entonces pensé que simplemente fueron buenitos conmigo y me regalaron un punto fácil, para romper el hielo y tal.
—¡Punto, papá!
—Esto… —don Gabriel achinó los ojos.  
—¿Pero qué carajo estoy viend… ? —don Rafael me miraba a mí y luego a mi suegro alternativamente.
—B… Buen servicio, Rocío… ¡Buen servicio, comenzamos ganando, eso es… bueno, eso es muy bueno!  —se acercó y me tomó del hombro—. Y ponte el bikini, caramelito, se te ha caído la parte inferior.
Se me congeló la sangre. ¿Que qué había sucedido? Pues el lazo de la parte inferior de mi bañador se había desprendido, revelando mis carnecitas; lo primero que pensé fue que quería matar a mi novio ya que estuvo toda la maldita tarde intentando desprenderlas a modo de broma. Al haberlas aflojado, el cabronazo me sirvió en bandeja de plata a unos cincuentones; su padre y sus dos amigos vieron que la nuerita iba depilada a cero, amén de tener un tatuaje de una pequeña rosa en la cintura que estaba estratégicamente oculta por el bikini. Bueno, ahora ya nada estaba oculta…
Diez minutos después, cuando dejé de llorar a moco tendido en el banquillo de madera, siempre consolada por los tres señores que no paraban de quitarle hierro al asunto, decidí continuar con el vóley de marras. Me sequé las lágrimas y comencé a reír de los chistes que me decían para levantarme el ánimo. Eso sí, me ajusté cinco o seis veces las tiras en mi cintura, no fuera que me volviera a suceder otra debacle.
—Bueno, estamos ganando, caramelito. ¡Sácala!
—¡No te dejaré anotar esta vez, bomboncito! —se rio don Rafael.
Volví a sacar. La lancé muy fuerte, se fue afuera. Pero los señores, los tres arcángeles maduritos, prefirieron volver a verme antes que observar el balón picando hacia la playa. Creí que me iba a desmayar, es decir, no tenía ni idea de qué estaba mostrándoles ahora, tampoco es que estuviera emocionada por saberlo. Volvieron a repetir esos rostros estupefactos mientras yo empezaba a resoplar de manera nerviosa. 
—Okey, estoy se pone interesante —dijo don Gabriel, acomodándose el paquete, seguro que se estaba poniendo duro por mi culpa. Me sonrió.
—Caramelito, por favor no vuelvas a llorar… pero ahora la parte superior de tu bikini…
Cuando supe que el lazo del cuello de mi bikini había cedido, también por el intento de afloje de mi novio, me volví a derrumbar. La razón por la que llevé un bikini negro era simplemente para disimular los pequeños piercings en mis pezones… es decir, ocultarlas de sus padres. Pero allí estaban, mostrándose las barritas con bolillas en todo su esplendor, chispeando por el sol mientras la parte superior de mi bikini revoloteaba por la cancha…
Veinte minutos después, tras haberse acabado mis lágrimas y mocos, siempre rodeada y consolada por mis tres arcángeles, decidí volver a jugar el maldito partido de vóley. Esta vez, los tres hombres se prestaron a ayudarme para asegurar cada uno de los lazos de mi bikini. Don Gabriel llegó a bromear de que no me fiara de don Rafael, que seguro los iba a aflojar, pero por suerte eran solo chistes para subirme el ánimo.
Era el turno de que los contrarios sacaran la pelota. Y el juego se puso muy raro porque todos los balones me los mandaban a mí para que pudiera esforzarme y regalarles la vista no solo de frente sino detrás, cada vez que corría, saltaba y me lanzaba a por todos los envíos. Pero era evidente que no jugaba bien al vóley, siempre terminaba fallando mis remates, tropezándome y hasta gimiendo de dolor cada vez que los balones venían muy fuerte.
Por suerte no sucedió nada raro. Cuando terminó el primer set, que por cierto perdimos, nos volvimos para sentarnos en el banquillo. Ya estaba ocultándose el sol en el horizonte, tiñendo la playa de naranja, repletándolo de chispas doradas; las cervecitas empezaron a correr. Don Rafael me pasó una latita.
—Oye, Rocío, en serio eres muy guapa y divertida, el hijo de Miguel es un chico muy afortunado. Por lo general las chicas de hoy van de divas, pero me alegra que no sea tu caso.

—Muchas gracias, señor Rafael. Usted es muy gracioso, me hizo reír mucho con sus chistes.

—Es muy joven ese muchacho que tienes de novio, seguro que disfrutarás de alguien con más experiencia —picó don Gabriel, codeándome.
 —¡Eh, eh! ¡Piratas! Si está con mi hijo es porque le gusta él, y ahora que Rocío está pasando tiempo conmigo, verá que yo multiplico todas esas cualidades que ese muchacho imberbe heredó de mí. ¡Ja, aquí el suegro tiene la potestad!
—Maldita sea, yo tengo hijas, no hijos —don Gabriel se pasó la mano por su blanca cabellera, antes de rodearme la cintura con su brazo para apretarme contra su moreno cuerpo—. ¡Cómo quiero una nuerita como tú, bombón! ¿Cuánto tiempo más vas a estar por aquí?
—Hasta mañana, señor Gabriel —bebí la cervecita.  
—Miguel, sé buen amigo e invítala a ese lugarcito “especial”, ¿qué me dices? Mañana por la mañana.
—¡Jo! Rocío —mi suegro rodeó mis hombros con su brazo. Estaba atrapada entre dos maduritos; había más chispas entre nosotros que en el mar—. Mi esposa ya tiene planeado visitar mañana los humedales, seguramente irán las señoras de Gabriel y Rafael. ¿Quieres pasarla con ellas o con nosotros? No iremos a los humedales, sino a un lugar muy especial y secreto. Prometo que te va a encantar. 
—Uf, lo cierto es que tengo que aprovechar y pasar tiempo con su esposa también, que para eso he venido…
—Entiendo, Rocío. Es comprensible. Total, solo somos unos viejos venidos a menos.
—No… ¡No diga eso! Y no ponga esa carita, don Mig… quiero decir, papá —le dije acariciándole la pierna—. ¡Claro que les voy a hacer compañía, me haría mucha ilusión pasarla con ustedes!
—¿En serio? —don Gabriel, que seguía abrazando mi cinturita, apretó con fuerza—. Rocío, en serio caíste del cielo, ¿dónde están tus alitas? ¡Confiesa!
—¡Ya, exagerado!
Luego de un rato más bebiendo y riendo, volvimos mi suegro y yo a la finca porque ya estaba anocheciendo. Tomados de la mano como si fuéramos una pareja. Él súper sonriente y yo muy pegadita a su cuerpo, lo cierto es que me estaba encantando ese lado coqueto y picarón de ese hombre, ya ni decir de sus amigos. Los accidentes durante nuestro juego de vóley quedaron allí en la playa, como un secreto enterrado bajo la gruesa arena y las chispas del atardecer. Es más, las ganas de asesinar a mi novio se esfumaron y solo quería verlo cuanto antes.
Don Miguel preparó una fogata mientras yo me bañaba; luego se nos unieron mi novio con su mamá, que volvieron del museo del parque. Tras la cena, sus padres fueron a su carpa, mientras que yo contaba los segundos para que mi chico me tirara de la mano y me llevara a su tienda o a la mía, ¡pero ya! Y así fue. Dentro de su carpa, dibujando chispas sobre su pecho, maquillé un poco los sucesos de esa tarde.
—¡Así que les ganaste a los amigos de papá! ¡Vaya campeona!
—Uf, nene, ¿te parece si hacemos algo?
En ese momento escuchamos unos tímidos gemidos provenientes de la carpa de sus padres. Era evidente que ellos también, por la pinta, estaban queriendo “hacer algo”. Yo me reí pero mi chico quedó con la cara espantada. Le peiné con mis dedos:
—Christian, ¿te asquea que tus papás lo hagan o qué?
—Claro. Son mis padres, nena. ¡Qué incómodo! ¿Te parece si nos dormimos y continuamos mañana? —preguntó arropándose con una manta y cerrando los ojos. Ya no me hizo caso pese a que lo zarandeaba. Incluso metí mano para acariciarle el vientre pero no hubo caso, parecía que saber que sus padres tenían sexo le cortaba todo el rollo.
Así que salí de su tienda, bastante cabreada, y miré de reojo la carpa donde sus padres estaban haciéndolo. Gracias al brillo de una farola tras los árboles podía ver la silueta oscura de ambos allí adentro. Iba a irme a mi carpa, pero escuché a don Miguel rogándole a su señora:
—Mira, querida, mira cómo estoy, no me dejes así.
Descubrí, al acercarme silenciosamente, que no estaban teniendo sexo. Por la sombra que proyectaba, entendía que él estaba sobre su esposa, animándole a que tuvieran relaciones, pero la señora no quería saber nada.
—¿Pero qué te pasa, Miguel? Déjame dormir, me duele la cabeza.
—¿Pero estás viendo este pedazo de erección que tengo, Marisa?
Cuando dijo aquello, el señor se puso de rodillas, de perfil, y pude ver boquiabierta la polla de mi suegro (mejor dicho, la sombra). ¡Era enorme! ¡Pues claro, era una maldita sombra, normal que pareciera titánica, engañando mi percepción! Pero, ¿y si no? Madre mía, ¿por qué el hijo no heredó esa lanza? Empezó a estrujársela, parecía que buscaba la mano de su esposa para que ella comprobara su estado pero la mujer no quería saber nada de nada.
Me calenté tanto viendo aquella espada que no dudé en meter mano bajo mi short de algodón y tocarme. No lo podía creer, ese señor rogaba por sexo y su señora no lo quería contentar. Y yo le había implorado a mi novio que aplacara el calor que me tenía en ascuas.
Disfruté de las dos vertientes del voyerismo aquella vez. De tarde, exhibiéndome a unos señores que triplicaban mi edad. De noche, espiando a mi suegro masturbándose. Pensé, mientras mis finos dedos entraban y salían de mi húmeda gruta, que seguramente don Miguel estaba empalmado gracias a mí y mis accidentes durante el juego de vóley. Seguramente se tocaba imaginando mi cola, mi sexo, mis pezones anillados, recordando mis gemidos…
Me mordí un puño para no gemir porque el orgasmo que tuve fue inolvidable. Caí allí, en el suelo, retorciéndome y tensando mis dedos dentro de mí. Mientras recuperaba mi vista, que se había nublado durante el clímax, volví a mirar la tienda; el pobre hombre, por lo pinta, también se estaba corriendo en un pañuelo o camiseta que se acercó él mismo.
“Don Miguel…”, susurré con mis finos dedos haciendo ganchos en mi húmeda cueva, viendo chispas doradas en el cielo negro.
II. Exhibida, pervertida y follada por mi suegro y sus amigos
Al día siguiente, cuando mi suegro salió de su tienda para desperezarse, prácticamente me abalancé sobre él para darle los buenos días y llenarle la cara a besos. Me dijo, tomándome de los hombros, que desayunáramos rápido y nos escapáramos, que luego él llamaría a su esposa para decirles que hicimos un cambio de planes, que no iríamos con ella a los humedales.
Con camiseta holgada, short y sandalias, me adentré al bosque rumbo a una nueva aventura, siempre tomada de su cálida mano, siempre pegadita a su cuerpo.
La zona que quería enseñarme era una hermosa piscina natural por donde flotaban flores de loto; el lugar se alimenta de una pequeña pero alta cascada cuyo sonido era celestial; todo ese pequeño paraíso estaba escondido en medio de la espesura del bosque. Para mi sorpresa, ya estaban esperándonos don Gabriel y don Rafael, sentados en sillas plegadizas, pegados al agua prácticamente. Discutían entre bromas, no nos vieron llegar. 
—¡Buen día, señores! Tal como prometí, vine para pasarla con ustedes.
—¡Ah, Rocío, ven, siéntate sobre mi regazo! —dijo el guaperas de don Gabriel, mostrándome su sonrisa con hoyuelos—. Es el castigo por haber perdido ayer el partido de vóley. 
—Caramelito —mi suegro me tomó del hombro—. No quiero que te sientas incómoda o que pienses mal de nosotros. Sabes cómo somos, nos gusta bromear y picar, pero quiero que sepas que cuando sientas que algo no te gusta, puedes decirlo y te lo vamos a respetar.
—No pasa nada, “papá”, es lo que me toca por haber perdido.

Así que entre risas y aplausos me senté sobre el regazo de don Gabriel; rodeé sus hombros con mi brazo. Mi suegro repartió unos habanos, preguntándome antes si me iba a molestar que fumaran. Lo cierto es que no estoy acostumbrada a ello pero no iba a ser aguafiestas, les dije que no me importaba en lo más mínimo.

—Ahora es mi turno —dijo don Rafael, levantándose con unos trapitos blancos en mano, mordiendo su habano—. Mi castigo para Rocío, por haber perdido ayer, es que se ponga esto.
O me estaba gastando una broma o en serio pensaba que iba a ponerme esa tanga hilo de licra. ¡Era pequeñísima! Suelo usar tanga, pero para disfrute de mi chico, no para goce de unos cincuentones. Y no es que yo sea acomplejada, pero tengo cintura algo ancha, que… ¡sí, me acompleja a veces! Mostró luego un sujetador de media copa, a juego. La risita que solté evidenció mi nerviosismo.
—Se lo robé a mi nieta antes de venir aquí.
—¡Ya! ¡La llevan claro si piensan que voy a ponerme eso!
—Pero si eres tan guapa, ¿no nos vas a dar un alegrón? —preguntó don Gabriel, abrazándome para apretarme contra su moreno y fornido pecho, besándome toda la carita.
—Uf, ¡basta! No sé… No me gusta llevar bikinis tan… pequeños. Verán, tengo senos grandes… y luego está mi cintura, que es… bueno…
—¿Pero qué te sucede? —don Rafael se acercó con sus trapitos en mano—. No me digas que estás acomplejada, ¡si estás hecha un vicio! ¡Míranos, niña! ¡Nosotros no somos modelos precisamente!
—Hazle caso a Moby Dick —me dijo el señor Gabriel, besándome la nariz—. Si lo haces, te prometo que te llevará a un paseo por el Shopping, ¿qué me dices? Te compraré todas las ropitas que quieras.
—Suficiente, amigos, si mi nuera no quiere, pues ya está dicho… —mi suegro ahora se pasaba la mano por la cabellera, resoplando, visiblemente triste.
—¡Ya, ya! Al carajo con ustedes…
Así que me dirigí tras la cascada para cambiarme conforme me aplaudían y vitoreaban entre el denso humo de habano que les rodeaba. Me desnudé; short, blusita, sujetador y braguitas afuera. No podía ver bien a los señores ya que el agua de la cascada deformaba la visión, pero más o menos imaginé que podrían percibir mi desnudez, lo cual hacía que mi corazón apresurara latidos incontrolablemente.  
Comencé a subirme el tanga por mis piernas; era estrecha, no era mi talla, pero luché y conseguí ponérmela. Al acomodarme los bordes delanteros que cubrían mi sexo y acomodármela bien entre mis nalgas, no pude evitar un estremecimiento que me corrió desde mi vaginita hasta los hombros. Sentía cómo aquella tira se clavaba entre mis glúteos; la tela entre las piernas se hundía, metiéndose en medio de mi cuerpo, provocándome una sensación riquísima. Por delante, debido a lo ajustado que era, mis labios íntimos se delineaban groseramente debajo del pequeño triangulito de tela.
“Creo que lo mejor será quitármelo, es demasiado ajustado”, pensé, tratando de mirarme la cola. Veía como el hilito desparecía entre mis nalgas regordetas. En ese momento, sin esperármelo, alguien se adentró tras la cascada y se robó no solo mis ropas, sino el sostén que hacía juego con mi hilito. Salí inmediatamente, tapándome los grandes senos con un brazo.
—¡Don Rafael! ¡Es un mentiroso y además tramposo! ¡No me queda bien!
—¡Uy, madre mía! —dijo poniendo mis ropas sobre su hombro, retrocediendo hasta su asiento, riéndose en todo momento—. ¡Rocío, si te queda de puta madre!
Avancé hasta donde ellos estaban, ya sentados, riéndose cómodamente en esa espiral de humo gris que forjaron con sus habanos; mirándome de arriba para abajo sin ningún tipo de disimulo. A mí no me parecía nada gracioso, es más, mi ceño era bastante serio. Don Gabriel expelió el humo de su cigarro:
—No ha terminado el castigo. Vuelve sobre mi regazo.
—Quiero que me devuelvan mis ropas —dije sentándome donde me había ordenado, siempre tapando mis senos. Tosiendo también.
—Rocío, realmente eres una chica muy coqueta —dijo don Gabriel, abrazándome por la cintura, jugando con mi hilito.
—Nosotros cuando teníamos tu edad solíamos venir por acá —dijo mi suegro, habano en mano—, y traíamos a nuestras chicas para desnudarnos y disfrutar de la naturaleza. Viste que aquí no hay playa nudista, así que nos rebuscamos por un lugar especial. Ayer quisimos invitarlas pero prefirieron otros planes, como ves.
—Niña —dijo don Rafael, dándole una calada fuerte a su habano—. Lo de ayer fue muy especial, jugando al vóley, digo. Me encanta cuando una mujer exhibe su cuerpo con total naturalidad, cuando se muestra sin vergüenza. Dime, ayer, ¿lo hiciste adrede? ¿Te sentiste cómoda así, aunque sea por breves segundos, mostrándote naturalmente?
—No mencionen lo de ayer, por favor, no soy una exhibicionista ni nada de eso… —Los brazos se cansaban de sostener mis senos.  
—Nuestras señoras ya hace rato que se acomplejaron, no sé si de nosotros o de ellas mismas. Por eso no quisieron venir aquí. Pero al verte ayer tan coqueta, jugando con nosotros y mostrándote tan natural, mostrando esa colita preciosa que tienes… pues nos volvió la nostalgia, ¿qué quieres que te diga? ¿No te importaría que nos desnudemos, verdad?
—¿En serio, señores? ¿Se van a desnudar aquí?
—Míralo de esta forma, caramelito. Así emparejamos lo de ayer. Te vimos toda, ¿eh?
Don Rafael me besó el hombro y me volvió a traer contra su pecho. Por otro lado, mi suegro y don Rafael se levantaron para quitarse las ropas. Tenían sus sexos dormidos, aunque la del señor Gabriel se sentía palpitando bajo mis muslos. No voy a mentir, rodeada de maduritos, mi cuerpo se calentó, se mareó, se vio sobrepasado por la situación y el humo del habano. No sabía qué decir o hacer; la razón se me perdió en un tumulto avasallador.
—No tengas vergüenza, Rocío, baja tu brazo —me susurró mientras los otros dos señores entraban al agua, esperándome. Varios besos ruidosos volvieron a caerme. Mejilla, nariz, mentón, oreja, entre los ojos.
—Don Gabriel… Uf, ¡está bien, ya basta con los besitos!, pero a la mínima que se burlen voy a cortar con esto.
Así que cerré los ojos, resoplé y bajé el brazo, dejando que mis tetas cayeran lentamente y se mostraran en toda su plenitud, adornadas con aquellos piercings que destellaban al sol. Me levanté del regazo que me acobijaba. Estaba prácticamente desnuda, con ese hilito que nada hacía sino relucir mis vergüenzas, casi temblando ante señores que triplicaban mi edad. Mi suegro extendió la mano y me invitó para acompañarlos en esa piscina natural repleta de flores de loto. Destellos dorados por todos lados.
Estaba tan ensimismada al entrar que ni me di cuenta que pisé algún desnivel. Terminé resbalándome pero logré sostenerme de las piernas de mi suegro. Su sexo estaba despertando frente a mis ojos. Disimuladamente miré otro lado, pero allí donde observaba solo habían más vergas, y más duras incluso. Don Rafael me ayudó a reponerme, tomándome de la mano y tirándome contra su velludo pecho, pegándome contra su pancita de cervecero. La punta de su verga me golpeó el vientre.  
—¡Ahh! —chillé, arañando su pecho.
—Ups… Lo siento, niña, es que… ¡Mírate nada más, qué rica estás! Normal que levantes el ánimo.
—N-no pasa nada, don Rafael.
Le salpiqué agua a la cara para destensar el asunto. Los dos hombres detrás de mí se acercaron para rodearme, apartando las flores de loto a su paso, con sus mástiles completamente armados y apuntándome.
—Tenemos visita —susurró mi suegro—. Sobre nosotros, tras las rocas y arbustos, hay unos chicos observándonos. Vaya buitres, ¡ja!
Los miré de reojo, ocultos tras unos matojos, eran seis chicos. Evidentemente me pillaron viéndoles así que me sonrieron. Me alarmé y me volví a cubrir los senos. Les di la espalda y casi grité del susto antes de que los tres maduritos me rodearan para tranquilizarme. Miré a mi suegro.
—¡Don Miguel! ¡Espántelos, por dios! ¿No le asusta que nos estén mirando?
—Para nada, caramelito. Es más, me gusta que nos vean con una chica tan linda como tú.
—Pues a mí me parece incómodo… Madre mía, ¿y siguen mirando?
Roja como un tomate, recibí el abrazo de mi suegro. Iba a seguir rogando que les mandara a tomar por viento porque yo no les conocía. Pero antes de que dijera algo, me dio una fuerte nalgada que me hizo dar un respingo; apretó con sus dedos, fuerte, hundiéndolas en mis nalgas. Mi corazón empezó a desbocarse, ¡mi suegro estaba tocándome!… Y no me sentía mal. Confundida, sí, ¡montón!, pero no asqueada ni nada de eso.
—¡Auch! ¡Don Miguel!
—Tres.
—¿Qué?
—Tres chicos se están tocando.
—¿Se están tocando? Auch, me está apretando fuerte, don Miguel… mi cola… ¡la está apretando muy fuerte!
—Caramelito, es que en serio, tienes un culito fuera de serie, ¡uf! Excesivo, te van a multar un día de estos.

Estaba prácticamente sintiendo los latidos de su verga reposando contra mi vientre, pero lejos de sentirme indignada, sentía algo distinto, algo rico, especial, tabú, morboso, ¡algo! Pero no era plan de derretirme tan fácilmente. Quería salirme pero el señor me apretaba muy fuerte contra él.

—Se van a pajear esta noche pensando en tu cola. En… esta… jugosa… colita…
—¡Ahhh!
La cabeza se me arremolinaba en una amalgama de sensaciones contradictorias. Por un momento me imaginé en la situación. Seis completos desconocidos tocándose en la privacidad, o incluso en grupo, en la cala, en el bosque o cerca de algún humedal. Pensando en mí, dedicándome, ¿cuánto? ¿Cinco, diez minutos de sus vidas para descargarse? Yo, al menos durante un breve instante de sus vidas, sería la protagonista de las fantasías de unos completos anónimos. Mejor dicho, mi cola sería la protagonista… algo así revoluciona aún más una autoestima como la mía.
Destellos dorados cabrilleaban por la piscina natural, entre las flores de loto de errático andar. Todo comenzaba a vibrar, ¿o era solamente yo?
—¿Se van a… pajear… pensando en mí?
Desearía decir que seguí resistiendo, pero sinceramente me estaba gustando la idea de… mostrar mi colita a unos completos desconocidos mientras mi suegro me trataba así, como si fuera una zorrita. Ni sus nombres, ni sus edades, ni de dónde venían, ¡no sabía nada de ellos! Pero mi cuerpo sería foco de sus más oscuras fantasías. ¡Madre!
Estaba tan excitada, prácticamente me estaba restregando contra mi señor y sacando demasiado la cola. Sus dos manos agarraron, cada una, una nalga. Me susurró “Démosle algo especial”. No sabía qué iba a hacer, pero no me importaba, me estaba encantando ser guiada, ser pervertida por mi suegro. “¿Qué va a hacer, don Miguel?”, pregunté en otro susurro.
No sabría describir el placer que me recorrió todo el cuerpo cuando separó descaradamente mis nalgas, mostrando mis vergüenzas. Mi conejito asomando abajo, seguramente abultadito; depilado y húmedo, mi cola también. Abrí la boca y casi tuve un orgasmo descontrolado cuando me tocó el ano con uno de sus dedos, acariciando el anillo. Le mordí un hombro con el rostro arrugado de placer. 
—Qué linda, ¿estás teniendo un orgasmo sabiendo que unos desconocidos te miran?
—N-no… —mordí más fuerte.
Tras una sonora nalgada que rebotó por todo el bosque, me apartó de él. Estaba excitadísima, y colorada, y avergonzada, y muy curiosa, y, y, y… Pero no podía ni hablar. Don Miguel me tomó de los hombros y me giró para mostrarme a esos chicos voyeristas. “Míralos, allá arriba”, susurró. “Y baja tu brazo, muéstrales lo que tienes”.
—Que vean tu carita repleta de gozo —dijo don Gabriel, a mi lado derecho, agarrando mi manita y llevándola hasta su verga. Di un respingo al sentir su carne y él se rio de mí. Era caliente, durísima pero de piel suave. Era tan grande que mi manita ni siquiera se cerraba al agarrarla por el tronco.
—Que vean tus preciosos senos —susurró don Rafael, tomando mi otra mano para que le agarrara su tranca, casi toda escondida bajo su pancita de cervecero. Se sentía más grande aún, venosa y palpitante. La acaricié con dulzura—. Que miren tu hermoso coñito depilado… que se mueran de envidia de estos supuestos viejos y acabados de los que tanto se burlan cuando nos ven jugar en la playa.
Y les vi. Los seis chicos seguían sonriéndome, tocándose también… y yo les devolví mi sonrisa más sucia, repleta de vicio, pajeando la polla de Gabriel a mi derecha y la de Rafael a mi izquierda. Por accidente casi saqué toda la lengua para afuera mientras blanqueaba mis ojos cuando mi suegro me abrazó por detrás, pegando su poderosa erección contra mi colita, su fuerte pecho contra mi espalda, restregándose contra mí. Ladeando el triangulito que cubría mi vaginita, metió un par de sus gruesos y rugosos dedos dentro de mi gruta.
Me decía que le encantaba que tuviera una vagina tan abultadita, pues se podía pasar horas y horas entre mis carnosos labios rebuscando por mi agujerito. Me quería desmayar de placer, pero de algún lugar quité fuerzas para seguir allí, parada, masturbándole a dos viejos, siendo vaginalmente estimulada por otro.
—¿Te gusta que te vean, caramelito?
No respondí. Solo gemía y gemía ante la maestría de ese catedrático del sexo metiéndome dedos.  
—A nosotros nos gusta verte, ¿ves cómo nos estás poniendo con tu cuerpito? Y tú tan acomplejada por nada…
Estaba que no podía creerlo, si la cosa seguía así, no iba a tomar mucho tiempo para que ellos estuvieran metiéndome carne. Don Miguel me tomó de la mano que pajeaba a uno de sus colegas, y me apartó de ellos. “Voy a robarte de mis amigos un momento. Potestad del suegro”, dijo con una sonrisa, llevándome consigo. Atontada como estaba, me dejé llevar hasta la orilla.
Nos acostamos sobre la arena, un par de flores de loto estaban pegadas a mis muslos; me acosté encima del señor, lamiéndole la cara y arañándole ese pecho peludo mientras él me magreaba la cola. Él apretaba fuerte mis nalgas, las movía de forma circular y las separaba para mostrarle no solo a sus amigos sino a esos chicos curiosos. Yo me restregaba contra él, masajeándole su anhelante sexo como mejor podía, restregándola por mi vulva.
—¿Qué te pasa? ¿La quieres adentro, caramelito? —preguntó acomodando su cipote en la punta de mi húmeda almeja.
Gemí, afirmando ligeramente con mi cabeza pues mi voz estaba rota de placer. Acomodó la puntita de su polla, mojándose de mis juguitos, y lo sacó al verme la carita roja y boquiabierta. Le abracé con fuerza, rogándole por su carne. Volvió a meter, un poco más profundo, pero la sacó de nuevo. El cabrón estaba jugando conmigo, se divertía viéndome temblando de gusto sobre él.
Le rogué que me hiciera suya, restregándome fuerte contra su cuerpo; me apretó contra su cara y metió lengua hasta el fondo al tiempo que su espada se abría paso en mi interior, de manera lenta porque yo la tengo bien estrechita. Su gruesa lengua sabía a perverso habano; cuando dejó de besarme dijo que jamás en su vida había estado dentro de una chica tan apretadita como yo, tan calentita y jugosa por dentro. Mi panochita estaba contrayéndose del placer engullendo aquella verga.  
Lamentablemente me volví a correr, una vez más en mi vida, sin siquiera durar más de un minuto. Me retorcí y arrugué grotescamente mi rostro, encharcando su verga de mis juguitos. Se me nubló la visión y los demás sentidos mientras él seguía dándome rico. Cuando volví en mí, por poco no lloré sobre su pecho, pidiéndole una y otra vez mil disculpas porque me llegué de manera tan apresurada.
—¡Perdón, don Miguel!, ¡soy una estúpida sin experiencia!
—¿Cómo vas a decir eso, mi niña? A mí me pareces adorable, estás como casi sin estrenar, me encanta, mi hijo es el pendejo más afortunado que pueda existir.
Me acarició la caballera y empezó a salirse de adentro de mí. Ni siquiera tuve oportunidad de hacerle correr, otra vez en mi vida tenía que sentir cómo un hombre mayor se salía sin siquiera tener un orgasmo. La idea del sexo es reciprocidad, cosa que hasta ese día los hombres no solían encontrarlo conmigo.
—¡No!, ¡no se salga de adentro! ¡Por fa, no me lo voy a perdonar! Deme otra oportunidad, le juro que lo haré mejor.  
Me sequé las lágrimas disimuladamente, viéndole levantarse. Me puse de rodillas ante él, abrazándole las piernas, esperando que pudiera darse cuenta de que yo aún tenía mucho que ofrecerle. Besé su imponente verga, sus gruesos huevos luego, lamiendo por otra oportunidad. Cuando levanté la mirada, vi que Rafael le dio su habano. Me miró, expeliendo el humo hacia mí. 
—¿Quieres otra oportunidad? Depende. ¿Amas a mi hijo?
Se estrujó la verga y la restregó fuertemente por mis labios. Conseguí decirle que “sí” entre el líquido preseminal que se le escurría y ponía pegajosa mi boca. Y la mirada que le clavé; confianzuda, repleta de vicio y con promesas de vicio, terminaron por convencerle de seguir jugando conmigo.
—Bien, caramelito. Ponte de cuatro patas. La colita en pompa.
Dio un cabeceo afirmativo a uno de sus amigos cuando adopté la pose que ordenó. Otro, no supe quién, se acercó para lamerme la espalda. Desde entre los hombros, trazando una línea de saliva por todo mi cuerpo hasta llegar hasta mi cola. Aquella lengua era calentita y gruesa; cerró la faena besándome el ano; fuerte, pervertido, muy ruidoso. Otro, o tal vez el mismo, metió dedos en mi grutita que la sentía muy hinchada.  
—Todavía está mojadita, eso es bueno. ¿Quieres contentar a tu suegro, no? Pues a ver qué tal este otro agujerito que tienes…

Era don Gabriel. Me quitó la flor de loto adherida en un muslo y me abrió la cola; chupó mi culo de manera magistral, arrancándome fuertes berridos. Su gruesa lengua entraba y salía de mi ano, hacía ganchitos retorcidos dentro de mí. Arañé la arena, poniendo en pompa la cola para que siguiera metiendo más de aquella cálida carnecita.  

—¡Uf! ¡Delicioso! Su culo es un ojo de aguja, pero yo creo que lo podrás penetrar sin dramas, Miguel.
Mi suegro por su parte se arrodilló frente a mí. Su gloriosa polla estaba apuntándome la boca. Estaban planeando hacerme la cola; me asustaba la idea de practicar sexo anal, no todos saben hacerlo. Pero de nuevo, lo último que quería era dejar a esos tres señores insatisfechos, de evidenciarme como una maldita e inexperta cría.
—Aquí tienes tu nueva oportunidad, caramelito. ¿Quieres hacerlo? —preguntó mi suegro, masajeándose la polla frente a mi cara desencajada de placer.
Ni dudé, con lo viciosa que estaba ya no sabía ni cómo harían para apartarme la boca de esa verga. Tuve que abrir muchísimo, eso sí, para que me cupiera su gigantesco aparato. Una vez que metió el glande, me sujetó de la quijada y me pidió que lo mirara a los ojos; empezó a follarme la boca de manera lenta, siempre tratando de humedecerse bien, teniendo cuidado de no hacerme dar arcadas. 
Tras largo rato en donde mamé y me dejé besar por la cola por su colega, don Miguel se acostó en la arena, dejando su lanza apuntando al cielo. Don Rafael fue hasta las sillas, de donde trajo una cajita de condones; me la lanzó al suelo para que forrara a mi señor. “Tamaño grande, sabor frambuesa”.
Luego de colocarle el condón con sumo respeto y cuidado, mi suegro me pidió que me sentara sobre su verga, y que yo quedara de espaldas a él. Me coloqué en cuclillas, sujetándome firmemente de sus flexionadas rodillas. Sus amigos, parados a mis lados, empezaban a estrujarse sus vergas de manera demencial. Los chicos de arriba, más de lo mismo.
El señor reposó la punta de su tranca en mi colita, presta a empujar. Yo estaba desesperadísima, aunque disimulaba bravamente mis miedos. Tomó de mi cintura y empezó a tirar hacia sí.
Me quería morir de dolor, su glande era enorme y me forzaba el esfínter. Lagrimeé, enterrando mis uñas en sus rodillas, encorvando la espalda. Parecía que iba a partirme en dos, pensaba en rogarle que desistiera, pero seguí aunando fuerzas para aguantar. Como premio a mi valor, la presión cedió y la punta entró.
Empezó a bufar como un animal, me decía que mi cola estaba tan apretada que su polla iba a reventar. Sus colegas le animaban, pedían que aprovechara mi culito estrecho antes de que yo estuviera más acostumbradita a tragar vergas. Uno me tomó de la barbilla y me preguntó si yo me encontraba bien, pues las lágrimas corrían por mis mejillas de manera evidente.
—¡A-aguantaré, aguantaré!
—Qué linda, una campeona —dijo don Rafael, metiendo su grueso dedo corazón en mi boquita.  
—Esperaré un poco a que se dilate la cabecita dentro de tu cola.
Me dejó así, resoplando y lagrimeando mientras su glande palpitaba en mi culo, dejándome con la cara desencajada de dolor. Yo temblaba, realmente no quería continuar pero yo misma no me lo iba a perdonar si abortaba aquello, deseaba fuertemente que ese hombre tuviera un orgasmo dentro de mí. De repente, mi suegro tiró con más fuerza y su verga consiguió meter otra porción más que me arrancó un chillido terrible. Rafael se anticipó y sacó su dedo antes de que fuera cercenado por mis dientes. Botearon mis senos, saltaban lágrimas de mis ojos. Destellos dorados otra vez.
—¡Ay! ¡Madre…! Uf, ¡no la s-saque, no la saque, puedo aguantar!
—Tranquila, se nota que tu culito no está acostumbrado a comer vergas. Mejor lo dejo hasta aquí.
—Ahhh… ¡Mierda! ¡No se rinda, señor! ¡Sé que pue… ay, mierda, sé que puedo resistir!
—Está muy apretado, sí, realmente no es muy tragón tu culo.
Llegó la parte más gruesa de su polla y pensé que ya no iba a caber ni un centímetro más. Según mi suegro, era solo la mitad de su verga y desde luego la desesperación y el dolor hicieron que prácticamente llorara allí como una niña a moco tendido. Pero también me dijo que la parte más ancha ya había entrado por lo que lo peor había terminado. Entonces me volvió a sujetar; me mordí los dientes, cerré fuerte los ojos; tiró con fuerza hacia sí para que todo entrara de una vez, abriéndose paso de manera terrible.
Encorvé tanto la espalda que creía que iba a romperme una vértebra. Grité tanto que las palomas alrededor levantaron vuelo. No pude contenerme y meé descontroladamente sobre él, pero no pareció importarle, o simplemente no quiso sacarlo a colación para que no me sintiera más mal de lo que ya estaba.  
—¡Ay! ¡Dios! ¡P-perdón, no pude aguantarme!
—¡Listo, pequeña guarrilla!… Ni un centímetro afuera. Miren cómo quedó, amigos.  
Creí que iba a desfallecer, estaba llorando, temblando, seguía orinando, sudaba a mares; la saliva se me desbordaba de la comisura de los labios. Miré arriba y los chicos curiosos se tapaban la boca, uno incluso hizo la señal de la cruz. Los señores hicieron que me recostara sobre mi suegro, lentamente para que su verga dentro de mí no me dañara. Quedé con mi espalda contra su velludo pecho, ahora ambos mirábamos el imponente cielo celeste, aunque yo veía borroso debido a mis lágrimas.
—Caramelito, ¿estás bien? —preguntó, besándome el lóbulo. Empezó a masajearme las tetas, jugando con mis piercings.
—Perdón por orinarme toda, señor… soy una puerquita… pero me… encanta tenerlo adentro… le puedo sentir todo… cómo palpita adentro de mi cola… Uf, me quiero quedar así para siempre… —mentí. Realmente quería desmayarme, pero por nada del mundo dejaría ir esa verga hasta exprimirle todo. 
—¿Te excita que te vean, caramelito? ¿Te excita que mis amigos y además unos extraños se pajeen viéndote cómo te parto el culito?
—Ahhh… Ahhh… no. No es verdad, no invente cosas… ¡Auch, no tan fuerte, por fa!
—Chilla fuerte, pequeña exhibicionista, chilla para que te oigan. Mira cómo mis amigos también se están masturbando, se van a correr encima de ti… —sus gruesas y rugosas manos me acariciaban el vientre, calentándome a tope.
—¿No lo quieres admitir? —preguntó don Gabriel, siempre estrujándose el sexo—. Creo que te gusta, la forma que llamaste la atención de esos chicos, sonriéndoles mientras te tocábamos. Andar así con las tetas y tu panocha al aire sin pudor, siempre coqueta.
—Ahhh… No, no muestro todo, tengo un hilo p-puesto —me costaba hablar con una gigantesca verga pulsando en mis intestinos. Mi cara seguramente estaba toda deformada de dolor.
—Bueno —don Gabriel también seguía tocándose fuerte, viéndome sufrir—, pero es como si no lo tienes, se te ve todo, el hilo está metido entre esos enormes labios de tu vagina.
—¡N-no se burle de mí!
—Bombón, ¡es verdad! —don Gabriel se arrodilló y metió su mano entre mis piernas; dos de sus dedos se metieron en mi chochito, llevando consigo el hilito de mi bikini más adentro de mi cueva. Gemí de placer al sentir sus dedos entrando, y casi como un acto reflejo levanté mi cintura para que metiera más.
—Admítelo, caramelito —dijo mi suegro, arremetiendo para partirme en dos.
Y me sobrevino una visión cristalina de las cosas, como el segundo previo a un orgasmo. Las chispas doradas dando saltitos alrededor de un mar naranja, el cabrilleo del agua de una piscina natural repleta de flores de loto de errático andar. Toda mi aventura se agolpó en mis llorosos ojos, y la putita dentro de mí salió para bramar:

—¡Ahhh! ¡S-s-sí!  ¡Lo admito, me e-encanta… que me miren!

Y don Miguel tuvo un orgasmo, ¡un hombre mayor tuvo por fin un orgasmo dentro de mí! Podía sentir el calorcito de su semen contenido en el condón. Me abrazaba con fuerza contra su peludo cuerpo, bufaba, empujaba su polla, me chupaba el lóbulo, me apretaba las tetas mientras sus amigos apuraban sus pajas para correrse sobre mí, sobre mis senos, mi vientre y mi entrepierna. Me dejaron bañada de semen, cosa que para mí fue el pistoletazo para que la alegría se me desbordara: por primera vez estaba siendo recíproca antes hombres tan expertos.
Cuando la verga flácida salió de mí, el condón se quedó colgando desde adentro de mi cola. Lo señores felicitaron a mi suegro pues la cantidad de leche que caía desde ese forro era increíble, como si hubiera sido un jovencito quien se corrió allí. Lo quitaron lentamente y me lo mostraron. Prefiero no describir cómo estaba el forrito… pero ya no olía a frambuesas.
Me pidieron que me volviera a poner de cuatro patas porque querían mostrarle a esos chicos allá arriba cómo me habían dejado el culo; húmedo, enrojecido, totalmente abierto, roto, irreconocible ya de lo magullado. Tuve otro orgasmo demoledor sabiéndome observada, repleta de leche, temblando como posesa, de cuatro patitas mientras tres señores fumaban a mi alrededor, felicitándose entre ellos, viéndome tan putita y entregada, casi destruida ante la evidente experiencia de su madurez. Fue tan avasallador que me desmayé allí, sobre el charco de orín y semen, a los pies de mis tres arcángeles…
III. Adiós Santa Teresa
Cuando abrí los ojos, sin saber cuánto tiempo estuve inconsciente, me encontré ahora sí totalmente desnuda, sobre el regazo de mi suegro que fumaba su habano. No estábamos más que nosotros dos. La cola ya no me dolía tanto pero se sentía muy pringosa adentro. Varios días después descubrí, viendo las fotos que tomaron con sus móviles, que don Rafael aún tenía mucha carga, tanto así que se pajeó sobre mi cola mientras que don Gabriel abría mis nalgas, retándolo a jugar “Tiro al blanco”.
Lo primero que hizo mi adorado suegro, al verme despertar, fue invitarme a probar su habano. Tosí como una tonta, nunca me voy a acostumbrar a ese olor, sinceramente.
—Caramelito, ya es casi mediodía. Creo que tenemos que volver, seguro que mi esposa y mi hijo estarán de camino al campamento también. Tus ropas están aquí, desperézate un poco y ve poniéndotelas.
—Uf… ¿Y el señor Gabriel? ¿Y Rafael?
—Me ayudaron a bañarte, pero luego se fueron por el mismo motivo por el que debemos volver nosotros. No pongas esa carita, prometimos quedar de nuevo, pero en Montevideo, en un Shopping, para pasar un lindo domingo contigo. Eso sí, Gabriel llevó tu braguita, Rafael tu sostén. Y tu tanga hilo… pues ese sí que no sé dónde fue a parar… —silbó, revoloteando sus ojos.
—¡Ya! ¡Qué vivos!
—¡Ja! ¿Estás mejor ahora, caramelito?
—Sí… no veo la hora de encontrarnos nuevamente. Ojalá mi novio me tratara como ustedes, como a una reina —dije acariciándole la blanca cabellera, antes de darle un largo y tendido beso. Su lengua sabía a habano; a algo de whisky también; por lo visto bebieron para cerrar con broche de oro mi total entrega. Pero no me importaba, es más, me encantaba chupar esa lengua, mordérsela también; podría quedarme así toda la vida.
Concluí más tarde que lo mejor sería… maquillar los hechos y decirle a mi novio que simplemente su papá y yo nos la pasamos recorriendo el bosque, que conseguí ganarme su corazón. Aunque no sé si algo habrá sospechado debido a mi alientito a habano.
Cuando don Miguel conducía el coche que nos llevaba de nuevo a casa, sucedió algo llamativo. Yo estaba reposando mi cabeza en el hombro de mi chico, en el asiento de atrás, cuando su madre, adelante, se indignó por algo que vio en la ruta. Cuando yo y Christian observamos, notamos que un coche pasó a nuestro lado a gran velocidad, ocupado por seis jóvenes que cantaban y vitoreaban. El vehículo tenía un pedacito de tela ataviada a la antena de radio.
Era un tanga hilito de licra, color blanco. Sospechosamente similar a la que me puse en aquella piscina natural, y cuya desaparición estaba cobrando sentido.
Mi suegro se unió a la indignación de su esposa, comentando que la juventud de hoy día “está muy degenerada”. Se giró brevemente para decirme con un guiño cómplice.
—Me alegra haberte alejado de esos buitres, caramelito.
Muchas gracias a los que llegaron hasta aquí.

Relato erótico: “Compañera decente se desata en la universidad ” (POR GOLFO)

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Para contaros esta historia, me tengo que retrotraer unos años a cuando recién salido del colegio acababa de entrar en la universidad. Recuerdo con añoranza esa época, durante la cual no solo aprendí los rudimentos básicos de todo geólogo sino el arte de complacer a una mujer. Curiosamente mi profesora en esos menesteres fue la catedrática de Cristalografía.
Doña Mercedes, aparte de estar buenísima, era un hueso duro de roer por lo que todos los estudiantes temblábamos al verla entrar en el aula. Con una mala leche proverbial, usaba y abusaba de su poder para menospreciar a los que habíamos tenido la desgracia de tenerla como tutora. Su menosprecio no tenía sexo, le daba igual que el objeto de su ira fuera una mujer o un hombre, en cuanto te enfilaba podía darte por jodido. Todavía me acuerdo de la primera vez que la tomó conmigo.
Esa mañana el metro se había retrasado y por eso llegué tarde a sus clases. Al entrar se me ocurrió no pedir perdón por mi retraso y obviando que ya estaba explicando la materia, me senté. La muy zorra no esperó a que me hubiera acomodado en mi asiento y alzando la voz, dijo:
-Se puede ver por la falta de interés del Sr. Martínez que domina los sistemas cristalinos- y señalando la pizarra, prosiguió diciendo: -¿Nos puede obsequiar con su sabiduría?
La fortuna había hecho que la tarde anterior, hubiese estudiado lo que íbamos a dar con esa arpía y aun así, totalmente acojonado, subí a la palestra desde donde los profesores impartían sus clases. Nada más llegar a su lado, me soltó:
-Como no ha tenido tiempo de escucharme, les estaba explicando a sus compañeros que había siete tipos de sistemas-
No queriendo parecer un palurdo, cogí el toro por los cuernos y demostrando una tranquilidad que no tenía, expliqué a mis amigos que aunque había  treinta y dos posibles agrupaciones  de cristales en función de sus elementos de simetría, se podían reagrupar en siete sistemas. Debió sorprenderle que lo supiera pero decidida a humillarme, esperó a que terminara de enunciar los tipos para preguntar:
-Parece que Usted no es tan inculto como parece pero me puede explicar: ¿Cómo le afecta a un haz de rayos x  el pasar por cada una de esas estructuras cristalinas? 
Aunque sabía que su asignatura se basaba en eso, no supe que responder y con el rabo entre las piernas, lo reconocí en público. Satisfecha por haberme pillado, lo explicó ella. Tras lo cual y mandándome a mi asiento, me ordenó que el lunes siguiente quería en su mesa un trabajo de cincuenta páginas sobre el asunto.
Cabreado, me mordí un huevo y no contesté a esa guarra como se merecía. Sabía que si me quejaba, de algún modo esa mujer me lo haría pagar. El resto de los presentes tampoco dijo nada porque temía ser objeto del mismo castigo. Durante los cuarenta minutos que quedaban de su clase, me quedé refunfuñando pero aun siendo imposible, deseando devolverle la afrenta. Observándola mientras daba la lección, me percaté por primera vez que esa cuarentona estaba buena. Con un metro setenta y una melena rubia, su severa vestimenta no podía ocultar que Doña Mercedes tenía un cuerpo que haría suspirar a cualquier muchacho de mi edad.
Dotada por la naturaleza de unos pechos grandes e hinchados, la blusa que llevaba en esos instantes era demasiado estrecha y eso hacía que los botones parecieran estar a punto de estallar. Absorto contemplándola dejé volar mi imaginación y deseé que mi venganza consistiera en tirármela. Ya excitado con la idea, mi pene reaccionó poniéndose erecto cuando al caérsele la tiza, se agachó para recogerla.
“¡Menudo culo tiene la vieja!”, exclamé para mí al comprobar la clase de pandero que tenía.
Sus nalgas me parecieron una maravilla y prendado por tan bella estampa, no pude retirar mis ojos de ellas con la suficiente rapidez y por eso al incorporarse, la profesora se percató de la forma en que la miraba. Curiosamente, no dijo nada y dando por terminada la clase, desapareció por la puerta. Aunque aliviado por su súbita desaparición, no pude dejar de echarme en cara el haber sido tan idiota.
En ese momento no lo supe pero al sorprenderme, se escandalizó por el brillo de mis ojos pero una vez en su despacho, cerró la puerta y recordando que había adivinado la erección de mi miembro a través del pantalón, se excitó y levantándose la falda se tuvo que masturbar mientras se lamentaba de que fuera su alumno y no un hombre que le hubiesen presentado cualquier noche.
 
Mientras tanto, fui el objeto de las burlas de mis compañeros que regodeándose en mi desgracia, me sentenciaron diciendo que por lo que sabían de otros años, esa puta siempre la tomaba con uno y que por bocazas, me había tocado a mí ser su víctima ese curso. Tengo que reconocer que su guasa no hizo mella en mí porque mi mente divagaba en ese momento, soñando con hacer mío ese culito.
Doña Mercedes inicia su acoso.
Tratando de no dar otro motivo a esa zorra para humillarme aún más, me pasé ese puto fin de semana encerrado en casa, haciendo el trabajo que me había ordenado. Sabiendo que no iba a dejar pasar la oportunidad para putearme, decidí leer varios de los libros que había publicado y de esa forma teniéndola a ella como principal referencia, no pudiera objetar nada de cómo había desarrollado el tema.
Satisfecho pero en absoluto tranquilo llegué a su oficina ese lunes.    Al entrar en su cubículo, me pidió que cerrara la puerta y ordenando que me sentara, empezó a revisar el trabajo. La muy hoja de puta me dejó en la silla mientras se ponía a estudiar concienzudamente mi escrito. Durante los primeros diez minutos estaba tan nervioso que no pude hacer otra cosa que mirarla y eso fue mi perdición porque al recorrer su cuerpo con mis ojos, me empecé a excitar al comprobar la perfección de sus curvas.
Ajena a mi escrutinio, mi profesora estaba tan concentrada en el trabajo que no se percató de que uno de los botones de su blusa se había abierto dejándome disfrutar de parte del coqueto sujetador de encaje que portaba. Absorto en tratar de vislumbrar de alguna forma su pezón, me estaba acomodando en mi asiento cuando involuntariamente, o eso pensé, Doña Mercedes se acarició un pecho. Como un resorte mi pene se irguió bajo mi bragueta y ya dominado por el morbo, no quité ojo de su escote.
Aunque me pareció en ese instante imposible, la profesora cambió de postura mostrándome sin pudor el inicio de una negra aureola. Intentando que no notara mi erección estaba ahuecando mi pantalón cuando levantando su mirada de los papeles, me pilló haciéndolo. Noté que se había dado cuenta porque contrariando su fama, se mordió los labios antes de decirme con voz entrecortada:
-Su trabajo está muy bien, le felicito.
-Gracias- y tratando de huir de allí, le pregunté si podía volver a clase.
Afortunadamente me dio permiso y cogiendo mi bolsa, salí de su despacho hecho un mar de dudas. No me podía creer lo ocurrido y dirigiéndome directamente al baño, me encerré en uno de sus retretes mientras liberando mi pene me empezaba a masturbar recordando su mirada de deseo. Mientras daba rienda suelta a mi excitación, deseé no haberme equivocado y que sus intenciones fueran otras.
Con mi lujuria saciada, me auto convencí de que lo había imaginado y olvidando el tema, volví al aula donde mis compañeros estaban. Al verme entrar, me preguntaron cómo me había ido e incapaz de reconocer lo vivido, dije entre risas que como siempre, ese zorrón me había puesto a caer de un burro.
Desde ese día, la actitud de Doña Mercedes hacia mí no solo no cambió sino que me cogió como el saco donde descargar sus golpes y era rara la clase donde no se metía conmigo. Pero realmente si había cambiado porque después de reñirme en público, esperaba a que todo el mundo saliera para pedirme que le ayudara a llevar sus trastos al despacho. Ya en su cubículo resolvía las dudas que pudiese tener mientras hacía una clara exhibición de su cuerpo.
 
Aunque parezca una fantasía de adolescente, se convirtió en rutina que esa cuarentona me explicara nuevamente la materia entre esas paredes, dejando que se le abrieran los botones de su camisa o bien permitiendo que la falda se le levantara dejándome disfrutar de sus piernas. Era un acuerdo tácito, ni ella ni yo comentamos jamás, en esas reuniones, su exhibicionismo ni dejó que  pasara de ahí. Lo más que llegamos fue un día que al ir a coger de un estante un libro con el que explayarse en su explicación, dio un paso en falso. Al tratarla de sostener, puse mis manos en sus nalgas y durante unos segundos nos quedamos callados mientras cada uno decidía si tendría el suficiente valor de dar el siguiente paso.
Desgraciadamente, ninguno se atrevió y separando mis manos de su culo, me volví a sentar en la silla. Al hacerlo, descubrí que sus pezones estaban totalmente erectos bajo la tela y despidiéndome de ella, la dejé plantada. Meses más tarde me reconoció que al irme, atrancó su puerta y separando sus rodillas se masturbó deseando y temiendo que algún día la hiciese mía.
 
Por una casualidad todo se descontrola.
Llevábamos medio trimestre con ese juego, cuando su departamento decidió hacer una salida al campo. Aunque estaba programada de ante mano, con  una alegría no compartida por mis compañeros, escuché que durante una de sus conferencias, nos avisaba que el jueves y el viernes siguientes, ella y otros cinco profesores nos llevarían a comprobar in situ las diferentes formaciones rocosas de la sierra de Madrid.
Como éramos solo doce los que cursábamos ese seminario, nos dividió en grupos de un docente por cada dos alumnos.  Al revisar la lista, descubrí que nos había tocado a Irene y a mí con ella. Deseando que llegara ese viaje de estudios, pregunté a mi compañera sino sería bueno que nos juntáramos para estudiar la zona que en teoría íbamos a recorrer.
Como ambos sabíamos que nos iba a examinar a conciencia durante esos dos días, no puso reparo alguno y el martes por la tarde, nos reunimos en su casa. Sabiendo que esa muchacha, además de ser un bombón, era un cerebrito llegué a la cita tranquilo pero al recibirme vestida con una bata y un grueso pijama me percaté de que tenía un trancazo de tomo y lomo. Temiendo contagiarme y que la gripe me impidiera ir a ese viaje, me mantuve distante y en menos de cinco minutos, me repartí con ella la zona a estudiar.
Irene aquejada de fiebre y con dolores de cabeza que le hacían imposible salir de casa, faltó al día siguiente. Esa misma tarde la llamé y con voz compungida me confesó que no podría ir. Lejos de enfadarme, me alegró su ausencia y frotándome las manos, con voz apenada la calmé diciendo:
-Tú no te preocupes. Si te sientes mejor, ya sabes dónde estamos.
Esa monada agradeció mi comprensión y prometiendo que si mejoraba se nos uniría, colgó. Como no quería anticipar su enfermedad, no fuera a ser que conociéndola Doña Mercedes cambiase la distribución de los alumnos, me abstuve de llamarla y por eso al día siguiente se cabreó, cuando habiéndose ido los otros grupos, se lo conté.
Su enfado se fue diluyendo al paso de los kilómetros y por eso al salir de la autopista con destino al parque natural de Peñalara, ya estaba de buen humor. Lo noté enseguida porque haciendo como si fuera un despiste, dejó que su falda se izara por encima de sus rodillas. Al ver que me estaba mostrando sus piernas con descaro, de la misma forma, no disimulé al contemplarlas. Con los ojos fijos en ella, recorrí con mi vista sus tobillos, pantorrillas y muslos dejando clara mi excitación al hacerlo. Sé que ella se contagió de mi entusiasmo porque sin soltar las manos del volante, me dijo que me pusiera cómodo.
 
Creyendo que lo que quería era verme, me desabroché el cinturón y ya estaba abriéndome el pantalón cuando dio un volantazo y entrando en una gasolinera, me soltó:
-Ahora vuelvo- y dejándome solo en el automóvil, desapareció en el interior del establecimiento.
Asustado por si me había adelantado, esperé su vuelta. A los diez minutos, apareció con una bolsa con bebidas y sentándose en su asiento reanudó la marcha. En silencio, aguardé a que ella diese el siguiente paso porque no quería contrariarla y menos hacer el ridículo con un ataque antes de tiempo.
-Dame una coca cola- dijo rompiendo el incómodo silencio.
Al sacar la lata, descubrí que mi decente profesora no solo había adquirido refrescos sino que en el fondo de la bolsa había una botella de whisky. Ya roto el hielo, le pregunté si solía beber ese licor, a lo que ella soltando una carcajada respondió:
-Solo bebo después de echar un buen polvo.
Admirado por su franqueza y por lo que significaban sus palabras, me la quedé mirando. Reconozco que me sorprendió descubrir que llevaba su falda totalmente levantada y que había aprovechado su entrada en la gasolinera para despojarse de su ropa interior.
-¡No lleva bragas!- exclamé pegando un grito.
Doña Mercedes, poniendo voz de putón, respondió a mi exabrupto en voz baja diciendo:
-Y a ti, eso te gusta. ¿No es verdad?
Avergonzado y con rubor en mi rostro, respondí:
-Ya lo sabe-
Muerta de risa y separando sus rodillas mientras conducía, me soltó:
-Relájate y disfruta-
Por supuesto que disfruté pero en lo que respecta a relajarme no pude porque excitada hasta unos niveles insospechados, la profesora tenía el coño encharcado. La humedad que brillaba entre los pliegues de su sexo me dio los arrestos suficientes para que sin que me hubiera dado permiso, empezara a acariciar sus piernas.
El gemido de deseo que surgió de sus garganta al sentir mis yemas recorriendo su piel, fue el estímulo que necesitaba para sin cortarme ir subiendo por sus muslos. Mi avance le hizo separar sus rodillas aún más y sin retirar sus ojos de la carretera, esperó mi llegada. Sabiendo que mi acompañante era una mujer con experiencia, decidí no defraudarla y por eso ralenticé el avance de mis dedos, de forma que cuando ya mi mano estaba a escasos centímetros de su poblado sexo, sus suspiros ya denotaban la excitación que le corría por su cuerpo.
-No sabía que sus enseñanzas incluían el estudio de las cuevas- solté en plan de guasa mientras con un dedo separaba los pliegues de su negra gruta.
-Eso y mucho más- espetó con voz colmada de deseo al sentir que no solo había cogido su clítoris entre mis yemas sino que aprovechando su entrega, uno de mis dedos se introdujo en su interior.
El olor a hembra necesitada llenó con su aroma el estrecho habitáculo del coche y contagiado de su pasión, me puse a pajearla mientras alababa su belleza. La calentura que le corroía sus entrañas, le hizo parar a un lado del camino y olvidándose de los otros automovilistas, me pidió que siguiera masturbándola mientras tumbaba para atrás su asiento.

No me lo tuvo que repetir e imprimiendo a mis caricias de un ritmo cada vez más rápido, estimulé su botón mientras metía y sacaba un par de dedos del fondo de su sexo. Sin dejar de gemir, mi profesora buscó su placer abriéndose la camisa. Al poner sus pechos a mi disposición, no me lo pensé dos veces y recorriendo con mi lengua los bordes de sus pezones, me puse a mamar de ellos mientras mi mano seguía sin pausa con la paja.
-¡Qué gusto!- gritó la rubia retorciéndose en el asiento.
Al adivinar la cercanía de su orgasmo, mordí levemente una de sus aureolas. Ella al sentir mis dientes presionando su pezón, aulló como posesa y derramando su placer sobre el asiento, se corrió dando gritos. No satisfecho intenté prolongar su clímax pero entonces y  mientras se acomodaba la ropa, preguntó:
-¿Tienes carnet de conducir?
-Sí- contesté.
Dejándome con la palabra en mi boca, salió del coche y abriendo mi puerta, me soltó:
-¡Conduce!
A empujones me cambió de asiento. Doña Mercedes dejando a un lado su fama de adusta profesora, ni siquiera esperó a que arrancara para con sus manos bajarme la bragueta.
No tardé en sentir como la humedad de su boca envolvía toda mi extensión mientras con su mano acariciaba mis testículos. Su lengua recorría todos los pliegues de mi glande, lubricando mi pene con su saliva. No me podía creer que esa cuarentona que llevaba meses volviéndome loco, estuviera ahora haciéndome una mamada.
El colmo del morbo fue ver cómo se retorció en el asiento buscando la mejor posición para profundizar sus caricias. No pude contenerme y soltando una mano del volante, le levanté el vestido dejando expuesto su maravilloso culo. La visión de esas nalgas desnudas incrementó mi calentura y pasando mi palma por su trasero, lo acaricié sin vergüenza alguna. Ella suspiró al sentir mi mano, recorriendo sus posaderas. Envalentonado por su rápida respuesta, alargué mi brazo rozando su cueva. Esta vez fue un gemido lo que escuché, mientras uno de mis dedos se introducía en su sexo. El flujo que lo anegaba, me demostró que seguía totalmente dominada por la lujuria.
Fuera de sí, buscó su propio placer masturbándose mientras devoraba mi miembro. Creí estar en el cielo cuando sentí que se lo metía por completo en su garganta. Con veinte años recién cumplidos, nunca ninguna de mis parejas se había introducido mi pene hasta la base, jamás había sentido la presión que me estaba ejerciendo, con sus labios besándome el inicio de mi falo.
“¡Que bruta está!”, pensé justo antes de oír cómo se volvía a correr empapando la tapicería de asiento.
Acomplejado por su maestría, la vi arquear su cuerpo y sin sacar mi sexo de su boca, intentó que yo profundizara mis caricias, diciendo:
 
-¡Mi culo es tuyo!
Concentrado en su placer introduje uno de mis dedos en su ojete y al hacerlo estuve a punto de chocar contra el coche que venía de frente. El susto hizo que olvidándose de la mamada que me estaba haciendo, me dijera:
-Ya estamos cerca- y acomodándose la ropa, me informó que tenía que tomar la siguiente desviación.
Como comprenderéis, me quejé al ver que paraba pero entonces metiendo un dedo en lo más profundo de su coño, lo llevó hasta y boca y dejando que lo chupara, me preguntó entre risas:
-¿Traes traje de baño?
-No- respondí
Descojonada al oírme, contestó mientras ponía una expresión pícara en su cara:
-Huy, ¡Qué pena! Yo tampoco- y prosiguiendo con su guasa, me soltó: -¡Tendremos que bañarnos desnudos en el estanque al que te voy a llevar!
La promesa de verla completamente desnuda apaciguó mi malestar y pisando el acelerador, busqué acortar mi espera. Felizmente no llevaba ni cinco minutos por ese pasaje de piedras, cuando la escuché pedirme que parara. Nada más parar el vehículo abrió la puerta y soltando una carcajada, me soltó:
-Mi ropa te enseñará el camino-
Tras lo cual la vi salir corriendo internándose en el bosque. Alucinado no me quedó más remedio que ir recogiendo las prendas que dejaba caer en su carrera y cada vez más excitado, buscar la siguiente entre los matorrales. Supe que quedaba poco al recoger sus zapatos y doblando un recodo me encontré que sentada sobre una piedra me esperaba totalmente desnuda.
-Señor Martínez, ¡Su profesora le necesita!- dijo mientras se mordía los labios, provocándome.
La cara de deseo con la que me llamaba, me hizo reaccionar y empecé a desnudarme mientras me acercaba a donde estaba. Extasiado comprobé que era todavía más atractiva en pelotas de lo que me había imaginado. Sus pechos aun siendo enormes, no se había dejado vencer por la edad e inhiestos me retaban mientras su dueña separaba sus piernas. 
Sin esperar a que me diera su bendición, al llegar a su lado me arrodillé e hundiendo mi cara entre sus muslos, caté otra vez el sabor de ese coño que por maduro no dejaba de ser atrayente.  La rubia suspiró aliviada al sentir mi lengua recorriendo los pliegues de su sexo y en voz alta, me informó que llevaba deseándolo desde que me regañó ese día en clase.
-¡Que buena está mi profe!- me escuchó decir mientras  tomaba posesión de su  entrepierna.
Dándome vía libre a que me apoderara de su clítoris, se pellizcó los pechos mientras yo, separando sus labios como si fueran la piel de un plátano, dejé al descubierto ese botón que iba buscando. Tanteando con la punta de mi lengua sus bordes, la oí gemir y entonces al apretarlo entre los dientes mi boca se llenó del flujo que manaba de su cueva. Al sentirlo, la cuarentona que llevaba suspirando un buen rato, aferró con sus manos mi cabeza en un intento de prolongar el placer que estaba sintiendo. Su éxtasis fue incrementándose a la par de mi calentura y prolongando su espera, me separé de ella.
Insatisfecha me rogó que continuara pero obviando sus deseos, la cogí entre mis brazos y depositándola en una zona de césped, me la quedé mirando con mi pene entre mis manos.
-¡Voy a follarme a la zorra de Cristalografía!- le informé mientras me arrodillaba entre sus muslos.
-Se lo ruego, ¡Señor Martínez!- imploró con su respiración entrecortada al sentir mi glande jugueteando  con su sexo.
Siguiendo con el papel de discípulo y docente, introduje unos centímetros de mi extensión en su interior y entonces pregunté:
-¿Le gusta lo que hace su alumno al putón de mi profe?
Sí-respondió con su voz impregnada de pasión.
-¿Mucho?- insistí mientras uno de mis dedos jugaba con su clítoris.
-¡Sí!- contestó, apretando sus pechos entre sus manos.
Su calentura me confirmó lo que necesitaba y metiendo un poco más mi pene en su coño, esperé su reacción.
-¡Hágalo! ¡Complace a esta zorra! – y pegando un alarido, exclamó: Por favor, ¡no aguanto más!-.
Lentamente, centímetro a centímetro, fui introduciendo mi verga. Toda la piel de mi extensión al hacerlo, disfrutó de los pliegues de su sexo. Su cueva se me mostró estrecha y sorprendido noté que ejercía una intensa presión al irla empalando. Su pasión era total, levantando su trasero del césped, intentó metérsela más profundamente pero lo incomodo de la postura no se lo permitió.
Me recreé observándola mientras intentaba infructuosamente de ensartarse con mi pene. Estaba como poseída, sus ganas de que me la follara eran tantas que incluso me hizo daño.
-Quieta– grité y alzándola, la puse a cuatro patas.
Si ya era hermosa de frente, por detrás lo era aún más. Sus nalgas duras y prietas para tener cuarenta años, me hicieron saber que esa mujer dedicaba muchas horas a la semana a fortalecer sus músculos. Al separar sus cachetes descubrí que escondían un tesoro virgen que decidí que tenía que desvirgar y no lo hice en ese instante al estar convencido de que iba a hacerlo en un futuro. Por eso y poniendo mi pene en su cueva, le pedí que se echara despacio hacia atrás. No debió de entenderme porque al notar la punta abriéndose camino dentro de ella de un solo golpe se lo insertó.
Pegó un grito que resonó en el bosque al sentirse llena y moviendo sus caderas, me pidió que la tomara. Doña Mercedes dejó de ser mi profesora para convertirse en mi yegua y recreándose en mi monta, me agarré de sus pechos para iniciar mi cabalgar. Relinchando al sentir que mi pene, ya descompuesta me rogó que la tomara. Satisfecho, escuché cómo gemía cada vez que mi sexo chocaba contra la pared de su vagina pero, fue el sonido del chapoteo que manaba de su cueva inundada cada vez que la penetraba, lo que me hizo incrementar la velocidad de mis incursiones. Cambiando de posición, agarré su melena como si de riendas se tratara y palmeándole el trasero, azucé a mi montura para que reforzara su ritmo. Sentir los azotes la excitó más si cabe y berreando como una puta, me pidió que no parara.
Excitado por el rendimiento de mi yegua, fui azotándola mientras ella se hundía en un estado de locura que me dejó helado.
-Fóllate a la puta de tu profe sin piedad- rogó implorando un mayor castigo.
Decidido a no dejar que me dominara, saqué mi polla de su interior y muerto de risa me tumbé a su lado. Doña Mercedes, insatisfecha y queriendo más, me tumbó boca arriba y poniéndose a horcajadas sobre mí, se empaló con mi miembro mientras el flujo que manaba de su sexo mojaba mis piernas. Hipnotizado por sus pechos, me quedé mirando como rebotaban arriba y abajo mientras su dueña se empalaba. Su bamboleo y la imposibilidad de besarlos por la postura, me habían puesto a cien y por eso mojando mis dedos en su sexo, los froté humedeciéndolos.
La antipática catedrática se dejó hacer y entonces con voz autoritaria, le pedí que fuera ella quien los besase. Doña Mercedes obedeciendo a su alumno, me hizo caso y cogiéndolos con sus manos los estiró y se los llevó a su boca. Os reconozco que creí correrme cuando sacando su lengua, los besó con lascivia. Tanta lascivia que fue demasiado para mi torturado pene y explotando en el interior de su cueva, me corrí.
La rubia al sentir que mi simiente bañaba su vientre de cuatro décadas, aceleró sus embestidas intentando juntar su orgasmo con el mío. Justo cuando terminaba de ordeñar mi miembro y la última oleada de semen brotaba de mi glande, Doña Mercedes consiguió su objetivo y pegando un grito se corrió. Totalmente exhaustos, caímos sobre el césped.
Al cabo de unos minutos, me besó y recogiendo su ropa, me ordenó que me levantara.
-Arriba, ¡Vago! Tenemos una tarea que hacer.
-¿Y el baño que me prometió en el estanque?
Sonriendo, me lanzó mi pantalón mientras me decía:
-¡Todavía nos quedan dos días!
 
Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 
 

Relato erótico: “Exhibiendome en la playa” (POR JESSICA97)

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Hola, me llamo Jessica, tengo 35 años actualmente. Llevo leyendo algunos años los artículos publicados en esta página pero nunca había sacado el tiempo para redactar alguno. Me gusta leer sobre relatos de exhibicionismo, pues me identifico en ese sentido, y siempre que entro trato de buscar relatos de situaciones similares a las que me gusta vivir personalmente, aunque la verdad son muy pocos los que he visto de ese tipo, por lo que intentaré enriquecer este campo.

Soy una mujer más bien atractiva, de muy buen ver, no por que lo diga yo sobre mí, mido 1,74 m de estatura, peso 62 kg, cabello rubio lacio casi a la cintura, de piel blanca pero me bronceo bastante, así que más bien diría dorada, un trasero como dicen por mi pueblo “paradito” y unos senos bastante grandes (no lo voy a negar, tengo implantes) siendo mis medidas 103, 61, 92.

Como dije antes, mi afición es el exhibicionismo, me encanta lucir mi cuerpo, levantar miradas y provocar en la calle o donde quiera que valla. Me gusta usar minifaldas, blusitas escotadas o vestidos del mismo tipo, siempre calzo zapatos de tacón alto, por lo que me veo más alta de lo que soy, cosa que a algunas chicas les da complejo, más aun en mi país donde la estatura promedio de las mujeres no sobrepasa el 1,60 m, el tener mi estatura ya es notable, y con tacones altos normalmente sobrepaso el 1,80, incluso con algunos zapatos llego hasta 1,87m.

Bien, la historia que narraré es algo que me sucedió un par de semanas atrás, cuando decidimos con mi novio ir a las playas por un descanso merecido, aparte que nos hacía mucha falta un buen tiempo juntos, que por su trabajo a veces se complica el asunto. Quedamos de irnos un martes en la mañana, el pasaría por mí y de ahí el viaje, que nos tomaría unas 6 horas hasta el lugar de destino. El lunes en la noche me dispuse a preparar mis cosas para el viaje, y aunque soy muy práctica en esto de los paseos, no como la mayora de chicas que llevan 20 maletas para un día, no quería andar en prisas al día siguiente por la mañana. Me fui al cajón donde tengo mis trajes de baño (debo tener más de 50 trajes de baño) y empecé a buscar los que llevaría al viaje, evidentemente para mi gusto, entre más chicos mejor, seleccione 5 o 6 del cajón, dos de ellos incluso son solo la parte de abajo del bikini, así que con ellos forzosamente debo estar en topless, y uno de ellos es un “slingshot” muy provocativo. Decidido esto, que en realidad es lo más importante para la playa, busque un par de shorts, unas minis, algunas blusitas de tirantes finitas, otro par sin tirantes, algunas pañoletas o pareos, y busque dos vestidos muy sexis para salir en la noche, uno es negro, muy ajustado en la parte de abajo, la espalda totalmente desnuda, y dos tiras de unos 8 cm de ancho que suben separadas desde más abajo del ombligo para amarrarlas tras el cuello, dejando ver prácticamente todo, aparte que suelo amarrarlo tras mi cuello sin ajustar mucho para que mis pechos se muevan libremente. El otro vestidito, el blanco, es el más atrevido, ya que es muy translucido, igual lleva la espalda desnuda, con dos tiras también pero debe ser colocado en forma cruzada, este lo uso ajustado al cuerpo, dejando ver mis tetas prácticamente desnudas, la parte de abajo, es más bien voladita, y excesivamente corta, al punto que prácticamente mis “cachetitos” están a la vista siempre. Adicionalmente a esto, llevo siempre un par de botas, en este caso negras, y al menos 4 pares más de zapatos abiertos, todos de tacón aguja, incluso para ir a la playa!!!

Esa noche, ya cuando estoy en mi cama acostada para dormir, me empiezo a excitar de solo pensar en las situaciones que pasaran durante esa semana en la playa con mi novio, pienso en las noches de sexo que me va a dar y al rato de estar con esas ideas no me queda más remedio que estirar mi mano al cajón de la mesita de noche y sacar uno de mis juguetitos sexuales preferidos, un consolador de casi 25 cm que tengo para estos momentos de calentura y soledad, con el cual satisfago mi gran necesidad de placer por casi una hora hasta quedar totalmente rendida al cansancio y al sueño luego de haber tenido unos 5 o 6 orgasmos en ese tiempo.

Al día siguiente, me despierto con la bocina del auto de mi novio, y en cuanto me incorporo ya le escucho entrando por la puerta principal del depa, ya que él tiene llaves, me encuentra aún desnuda en mi cuarto por lo que se sorprende.

-Te estas despertando recién cierto???

-Si amor, le contesto

-Pero no te preocupes, ya ayer deje todo listo, deja que me visto enseguida y nos ponemos en marcha.

-Humm, pero aquí huele a…. se queda como olfateando el cuarto, y en eso me acuerdo de la noche excitante que tuve, inmediatamente veo que se acerca a la cama y levanta las cobijas y…

-Parece que la pasaste bien anoche no? Claro, había dejado el consolador en la cama pues me había dormido en plena acción, más bien tuve suerte que no me lo deje adentro!!!

-Si amor, estaba pensando en las cosas ricas que pasaríamos durante estos días que vienen y me excite al punto que…

-No me digas más mejor, de lo contrario nos retrasaremos en exceso, y creo será mejor que te des una ducha antes de irnos, me dijo el interrumpiéndome.

No dije nada más, y me fui rápidamente al baño, para salir lo antes posible, el me espero en la habitación y al regresar yo, abrí mi armario y busque rápidamente un short de mezclilla, muy ajustado y extremadamente cortito, en el cual se me ve casi media nalga, me lo puse, y en seguida una camiseta blanca muy finita de tirantes, recortada a la altura de mis tetas, dejando ver todo mi vientre desnudo, y dependiendo de la posición de mis brazos incluso se llegan a ver mis senos por debajo de la camiseta, igual me queda bastante ajustada, por lo que mis pezones se marcan claramente en la tela y hasta se transparentan un poco, finalmente busco unas sandalias de tacón de aguja, de esas que tienen muchas tiritas, me giro para poner mi trasero de frente a mi novio y mientras me las estoy poniendo lo escucho decirme:

-Pero si vas prácticamente desnuda amor, sé que es normal que no usas nada de ropa interior, pero vas que paras el tránsito.

-No vamos para un recital amor, le replico, vamos para la playa, te aclaro que esto que llevo puesto es de lo más tapadito que me veras en estos días, le dije con una mirada picara y voz de maliciosa, así que será mejor que te hagas la idea.

Tenemos ya casi siete años de estar juntos, por lo que evidentemente el me conoce muy bien, y sabe cómo me gusta vestir, o como me gusta desvestirme más bien como dice el, pero siempre me hace ese tipo de comentarios para ponerle el picante al ambiente, además que sabe que eso me encanta, el que se fije lo poco que llevo puesto o lo mucho que enseño.

Una vez que estoy lista, él toma mi maleta y nos disponemos a salir, y cuando estoy llegando a la puerta de mi depa, me acuerdo de algo, y le digo:

-Ya te alcanzo, ve subiendo las cosas al auto, que deje algo olvidado arriba.

Regreso a mi habitación y busco mi consolador de la noche anterior, sé que va ser algo importante en este paseo. Cuando voy saliendo de la casa, se cruza un vecino en la acera con migo, que al verme casi se le salen los ojos, no sé si alcanzo a mirar lo que llevaba en la mano, pero si lo hizo ya me imagino lo que pudo pensar de mí. Al montarme en el auto mi novio me pregunta que fue lo que había olvidado, yo le enseño el consolador con una mirada de lujuria y lo meto en la guantera del auto, él sabe que me gusta estar bien llenita por mis dos agujeros cuando tengo sexo desenfrenado con él.

Así nos ponemos en marcha, él va manejando y yo en el asiento de copiloto, me gusta colocar el asiento lo más atrás posible y el respaldo un poco hacia atrás, por lo que en mi posición mi cuerpo está en una postura más sugerente aun, y doy una vista magnifica a todos los conductores que pasan a nuestro lado, sobre todo en vehículos más altos que el nuestro, que son prácticamente todos, ya que nos movilizamos en un automóvil semideportivo. Le menciono a mi novio que debemos detenernos en algún sitio para desayunar y comprar agua para calmar la sed del viaje, a lo que responde que lo haremos, pero más adelante, que en las ropas que voy no podemos detenernos en cualquier sitio, así que el viaje se prolonga por más de una hora hasta llegar a la costa, donde nos detenemos en un sitio donde existe un pequeño restaurant y un comercio.

Al llegar al sitio, noto que no hay mucho movimiento de personas, y las personas que se encuentran en el restaurant son la mayoría repartidores de productos, que por ser un martes de trabajo normal, las personas están en sus ocupaciones normales. Apenas bajarme del auto noto todas las miradas de quienes están ahí clavarse en mí, principalmente sobre mi cuerpo, cierro la puerta del auto y hago un gesto como por componerme mis ropas, me acomodo la camiseta para que me cubra las tetas y me ajusto el short lo mejor posible, aun así no es posible que tape más de lo que mide, igual justo es lo que me agrada. Se acerca mi novio, me toma de la mano y nos dirigimos al local, mientras caminamos me hace el comentario de la manera como me miran todos, y aun cuando no llegan a ser más de 5 o 6 los clientes, noto que todos están paralizados mirándome descaradamente.

Nos sentamos en un sitio que está desocupado, y me pongo a observar el lugar, en eso se aproxima la mesera y nos toma la orden, al retirarse le digo a mi novio que iré al lavatorio para asearme, el vuelve a ver y mira el lavatorio, que no está en un sitio privado, sino más bien en un rincón del salón, por lo que me mira y me dice:

-Ya se a lo que vas, pero yo también me voy a deleitar de eso. Y claro, él tenía una posición privilegiada para observar el lavatorio. Me levanto y me aproximo al lavabo, siento todas las miradas sobre mi culo, y escucho a los hombres de las otras mesas mientras cuchichean, y aun cuando no distingo lo que dicen, por el espejito logro ver como uno me señala llamándole la atención al otro, y eso hace que yo trate de poner mi culito más en pompa, y con una mano hago un movimiento como para ajustarme mejor el short, subiéndolo un poco más hacia mi cadera, haciendo que se meta un poco más entre mis nalguitas. Cierro el lavabo y me doy vuelta, camino hacia la mesa que ocupamos y siento como la parte inferior de mis tetas se asoma bajo mi camiseta, pero decido no ajustarla y dar una bonita vista a los presentes, me siento en mi sitio y mi novio se acerca a mi oído y me dice:}

-Estás hecha una zorrita, y lo sabes.

Esas palabras hacen que mi calentura aumente, y le digo en el oído a el:

-Y a ti te encanta que sea así!!!

Terminamos de desayunar y mi novio se levanta para pagar la cuenta, en cuanto llega a la caja decido ir tras él, ninguno de los clientes se ha ido del lugar, pese a que han terminado todos ya hace bastante rato, por lo que les daré una vista más de mi cuerpo, al llegar donde mi novio, lo abrazo por el cuello, por lo que la camiseta se me sube aún más arriba, prácticamente dejando toda mi teta al descubierto, y aunque abraso a mi novio y mis tetas están pegadas a él, sé que la visión desde atrás de más de media teta al descubierto por los costados debe ser realmente formidable, además que debo ponerme un poco de puntillas ya que mi novio es bastante más alto que yo, por lo que mi culito también debe verse espectacular. Al retirarnos, en cuanto me doy media vuelta siento mis tetas al aire, ya no tengo a mi novio de escudo por lo que son totalmente visibles, así que me compongo un poco la camiseta dirigiendo mi mirada a los espectadores y regalándoles una sonrisa de inocente, como pidiéndoles disculpas.

Al salir le recuerdo a mi novio que debemos pasar a comprar a la tienda la botella de agua, y alguna crema bronceadora, el me mira y entre risas me dice que ahí también tengo que ir a exhibirme, le digo que sí, a lo que responde que ya luego se las va a cobrar con migo todas. Eso me deja pensativa, pero igual seguimos hacia la tienda, entramos y veo que hay una chica en la caja, sin más clientes, por lo que mis planes de exhibicionista se truncan un poco, aunque si noto la mirada de la cajera como diciendo “que puta esta”. Tomamos lo que ocupamos, pagamos y nos marchamos, al salir, observo que en el restaurant ya no hay nadie, se han ido todos los clientes en cuanto nos retiramos nosotros.

Nos montamos en el auto y seguimos nuestro camino. Al poco tiempo veo un camión adelante nuestro el cual empezamos a adelantar, y me percato que era uno de los vehículos que estaban estacionados en el restaurant, veo por su espejo retrovisor, ya que aún estamos atrás de la cabina, (vamos en una vía de dos carriles por sentido) y noto la mirada del conductor sobre nosotros, específicamente en mí, y este a su hace gestos a su acompañante de la presencia nuestra. En ese momento le pido a mi novio que disminuya un poco el ritmo para adelantarles lentamente, tomo entre mis manos la botella de agua, la abro y empiezo a beber algunos tragos, al llegar a la altura de la cabina del conductor los miro de manera disimulada, pero de manera que ellos puedan ver mi mirada, saco la botella de mi boca, le mi lengua por la boquilla y bajo la botella a la altura de mis tetas, echando un poco del líquido sobre mi camiseta, haciendo que esta se transparente totalmente dejando mis pezones duros totalmente visibles, mi novio al percatarse de esto acelera a fondo el auto y me dice:

-Estás loca tú!!! Si te has dejado las tetas totalmente visibles.

-Hay amor, disfrútalo, esos chicos estaban deseando ver un poco más, si no hubieras acelerado me quitaba la camiseta para completar el show, le dije!!!

El resto del camino transcurrió sin más detalles, al rato del incidente ya mi camiseta se había secado sobre mi cuerpo, gracias al fuerte sol y la brisa que entraba por la ventana abierta.

Finalmente llegamos a nuestro destino, un hotel de playa a unos 200 metros de la costa, al entrar vemos que tiene una enorme piscina en el centro, rodeada de las habitaciones que son como cabañitas individuales separadas una de otra como 5 metros, todas estas tienen una gran puerta corrediza que da en dirección a la piscina. Estacionamos el auto y nos dirigimos a la recepción del hotel, no se ve nadie en el lugar, es obvio, no es un día de fiestas, por lo que supongo es lo normal para esas horas de un día así. Mi novio trae ambas maletas, por lo que voy relajada, al llegar a la recepción veo al tipo atrás del mostrador, y claro, él no puede evitar mirarme de pies a cabeza, estacionando su mirada por un rato en mis tetas, que se mueven sugerentemente bajo la camiseta al ritmo de mis pasos. El mostrador es alto, justo a la altura de mis tetas, por lo que al llegar, él tiene a la vista mi par de melones, mi novio lo saca del trance en que se encuentra al preguntarle por nuestra habitación, yo por mi parte me acerco más al mostrador y prácticamente pongo mis senos sobre el mostrador, sintiendo como la parte baja de mis pechos descansa desnuda sobre el mostrador. El administrador se pone nervioso, busca en su registro nuestros nombres, pero por la desconcentración que trae no logra encontrar nada, me doy cuenta que busca en la página del día anterior, así que en voz bajita le digo, estamos a 12 de marzo, no 11, mira la fecha de la página y me vuelve a ver, luego busca en la página correcta encontrando nuestra reserva. Nos entrega la llave, la número 13, y enseguida nos indica por donde debemos ir. Al retirarnos de la recepción, me imagino no pierde detalle esta vez de mi culito, que le debe estar dando una vista fantástica, y claro, un adelanto de lo que seguramente podrá ver durante esos días que estemos en el hotel.

Cruzamos por la orilla de la piscina, hay varias sillas a los alrededores, especiales para tomar el sol, de esas que puedes convertir prácticamente en cama, todas están desocupadas, hay otras zonas con sombra, gracias a varios árboles que hay en el lugar. Por fin llegamos a la habitación, es muy amplia, dos camas matrimoniales, y baño enorme y hasta hay un pequeño refrigerador. Enseguida entramos y colocamos las cosas sobre una de las camas y abro mi maleta. Enseguida me quito la ropa que traigo, a lo que mi novio me advierte que hemos dejado la puerta de la habitación abierta, y podrían verme desde la piscina. Le digo que no hay nadie, y además, paro lo que pienso ponerme no hay mucha diferencia. Busco entre mis trajecitos de baño y encuentro el que busco, es de color blanco, uno de los pocos que tengo con la parte de arriba, aun cuando en su parte superior tiene dos triangulitos de unos 8 cm de alto, y la base escasamente tiene 5 cm, por lo que a duras penas podrá tapar mis pezones y aureolas, la parte de abajo no difiere mucho de la anterior, siendo un pequeñísimo triangulo similar a uno de los anteriores, con los cuales debo intentar taparme la fina línea de bellos que me dejo sobre mi vagina, el resto son solo tiritas, en la parte trasera tiene forma de “Y”, y la unión de los dos laterales en la parte trasera ocurre ya entre mis nalgas, prácticamente a la altura de mi agujerito trasero. Puedo sentir como al colocarme bien la parte de abajo, esta se hunde en mi vagina, situación que me provoca un morbo tremendo.

-Veo que ya casi no se te notan las marcas de tu bronceado, me dice mi novio observando más de cerca su propiedad. Él le encanta que tenga dibujado en mi cuerpo las líneas de la parte baja del bikini.

-Sí, hace días no he podido tomar el sol como se debe, y claro, me he puesto más pálida, pero hoy mismo empiezo a corregir esa situación, le contesto yo de manera picara. En eso mi novio advierte que el recepcionista ha olvidado entregarnos los jabones, el paño e incluso el control remoto de la tv.

-Mira, el recepcionista no nos ha entregado los paños, los jabones ni el control de la tele por estar embobado viendo tus tetas.

-Iré por ellos, le contesto, sonriendo maliciosamente.

-Veo que quieres dejarlo en shock, si con tu atuendo anterior no encontraba nuestros nombres, con esto que tienes puesto ahora no encontrará ni sus manos.

Me sonrío y salgo de la habitación sin decir más. A cada 3 o 4 pasos que doy siento de mi bikini se desacomoda por todos lados, siento escaparse mi pezón derecho y de igual forma siento como el pequeño triangulito de la parte baja se desliza más hacia mi vagina, dejando a la vista mi línea de bellitos, por lo que cada 3 o 4 pasos debo estar acomodando todo. Por el momento no hay nadie en el lugar, aunque ya he visto al recepcionista que se ha percatado de que me acerco por el sonido de mis tacones en la orilla de la piscina, y claro, con el espectáculo que le voy dando cada 3 o 4 pasos no pierde detalle de nada. Al llegar a la recepción, decido no acomodarme nada, así que entro hasta el mostrador y siento como mi teta derecha está totalmente fuera de lugar, y aunque la parte baja esta igual, el mostrador no le permite ver al recepcionista mi vagina.

-Hola de nuevo, olvidaste entregarnos los paños y jabones, y también el control de la televisión, le dije.

-Discúlpame, es que estaba ocupado con unas listas antes de que llegaran Uds, se excusó él. –En seguida te entrego todo. Se levantó de su sitio y empezó a buscar el control en un cajón, los paños y jabones los tenía guardados en otro sitio, a un costado del salón, por lo que tenía que salir de su sitio, esta vez con la posibilidad de contemplarme en mi totalidad, yo aun sin componerme el bikini le sigo, y me coloco a su lado, cerca, a máximo un metro.

-Tienes algún shampo para cabello? Le pregunto.

-Sí, claro, ya te busco, aquí tenemos uno para cabello claro, como el tuyo, te daré varios ya que lo tienes bastante largo, dudo que te alcance con uno. Me dice.

-Gracias por tu amabilidad, cuál es tu nombre, disculpa, no te había preguntado.

-Soy Juan, y tu Jessica supongo, por la reserva.

-Sí, estas en lo correcto. Dime, hay algún problema en que use bañadores de este tipo? Le pregunte con una voz de niña inocente, tratando de calentarlo.

-No Jessica, ningún problema, igual durante el día habrá poca gente estos días, puedes usar la zona de piscina a tu gusto, en las noches llegan los agentes que trabajan en la zona, pero entran después de las 17 horas.

-Perfecto, es que no me gustan las marcas en mi cuerpo, y me gusta broncearme en toples, a veces hasta desnuda, le dije en el mismo tono. El me vuelve a ver como diciéndome con sus pensamientos “pero si estas desnuda prácticamente”. Me entrega las cosas, le doy las gracias y me retiro, dándole ahora la espalda y una vista de mi culo, con solo el hilito que sube entre mis nalgas.

Al llegar a la habitación mi novio me mira y nota que todo el bikini lo llevo descompuesto.

-Supongo se ha dado gusto el recepcionista viendo a la perrita de mi novia.

-Pues me imagino, ya que tenía una sonrisa de oreja a oreja, hasta le consulté si había problema si me bronceaba en toples…

-Supongo te ha dicho que lo puedes hacer, afirmó mi novio, interrumpiendo lo que yo decía.

-En efecto, le contesté, -incluso me ha dicho que puedo estar como me plazca, así que eso podría implicar algo más! Y dicho esto, coloque las cosas que traía en la cama y me di vuelta para dirigirme a la piscina, tome un frasco de bronceador y salí diciendo:

-Te espero en la piscina amor. Me retiré de la habitación y me acerque a una de las sillas a la orilla de la piscina, era toda de plástico, y al tocarla con mi mano, tal cual supuse, estaba hirviendo, por lo que tendría que regresar por una de las toallas para colocarla sobre la silla. En eso lo pensé dos veces, y decidí ir a la recepción y pedir otra toalla adicional, y así calentar más al chico. Entro nuevamente en el saloncito y al verlo le digo:

-Vengo a molestarte de nuevo Juan.

-No es ninguna molestia Jessica, en que te puedo ayudar?

-Es que las sillas de la piscina están muy calientes, me preguntaba si me podrías facilitar una toalla para ponerla sobre la silla.

-Claro que sí, dame un minuto, tengo unas toallas especiales para eso, son más grandes y suaves, si gustas me esperas en la piscina y te la llevo en seguida.

-De acuerdo, le contesté. Salí de la recepción nuevamente sintiendo la mirada del chico en mi culo, tire de los laterales de mi bikini haciendo que este se hunda nuevamente entre mi vagina, y seguí caminando hasta la silla que quería ocupar, un sitio en el que desde la recepción tenia perfecta vista. Al llegar a la silla, eché la mirada atrás y ya venía Juan con dos toallas grandes, de colores llamativos, de esas especiales para la playa, no me haría esperar un minuto!

-Ya traigo tus toallas Jessica, donde quieres que las coloque.

-Ponlas ahí, le dije a Juan señalando la silla donde quería recostarme.

-No te preocupes, yo colocare la toalla para que puedas recostarte, igual traje dos, la otra para tu esposo, me dijo el amablemente.

-No es mi esposo, es mi novio, replique yo.

-Ah, disculpa, pero bueno, para el caso es casi lo mismo, me dijo el mientras colocaba la toalla en la silla. Terminado, procedió a colocar la otra toalla en la silla de al lado, mientras yo me acosté en mi silla boca abajo, dándole una vista esplendida de mi culo.

-Listo, ya están las toallas, si se te ofrece algo mas no dudes en llamarme, me dijo, y ya se daba vuelta para retirarse cuando le dije.

-Disculpa Juan, de hecho se me ofrece algo más si no es mucho pedir, a esto se detuvo él y dándose vuelta me dijo:

-Dime, en que te puedo ayudar.

-Es que me da un poco de pena, pero mi novio aun no viene, y no me he puesto crema en la espalda, y si se ha quedado dormido me voy a quemar toda, me harías el favor de pasarme la crema, le pedí con una voz característica de niña buena e inocente. Noté como a Juan se le subieron los colores al rostro del asombro, pero al mismo tiempo vi como un bulto empezó a crecer en su entrepierna!

-Eh, eh, po.. por su-pu-es-to que si Jessica, tartamudeo el acercándose. Tomó la botella de bronceador, la batió y dirigió la boquilla hacia mi espalda. En ese momento lo detuve y le dije:

-Me desatas las tiras en la espalda por favor, le dije, se hizo un silencio de un par de segundos, en el que se quedó paralizado, y tuve que hablar de nuevo para que reaccionara.

-No quiero que se marque mi espalda con esa línea, le dije.

-Como no Jessica, me dijo medio embobado mientras desataba el lazo en mi espalda, y en seguida el de mi cuello. Yo estaba boca abajo, apoyada en mis antebrazos, por lo que mi cuerpo no estaba totalmente sobre la toalla, mis tetas colgaban y apenas llegaban a rozar la toalla, por lo que al desatar ambos nudos de mi “bra”, este callo sobre el paño, dejando ya totalmente desnuda la parte superior de mi cuerpo. Juan procedió a rociarme del bronceador por toda la espalda, y en seguida a masajearme tímidamente la espalda con ambas manos. Yo me mantuve en silencio por al menos un minuto, hasta que consideré que ya mi espalda tenía suficiente bronceador, así que le dije:

-Baja un poco Juan, necesito que me pases por las piernas, los costados y el culo también. Decirle eso fue como darle un dulce a un niño, en su rostro se dibujó una sonrisa enorme.

-Espero no venga tu novio y me vea haciendo esto, me dijo.

-No te preocupes, además, él tiene la culpa por lerdo, si estuviese aquí no tendría que molestarte con esto, (como si fuera molestia pensé yo).

-No, tranquila, no es molestia para mí, solo que no quiero meterme en problemas, mientras me pasaba las manos por las piernas, había decidido dejar lo mejor para lo último. Fue subiendo poco a poco, hasta que llego a lo inevitable, tomo el frasco y roció mis nalgas de aquel líquido que le permitiría posar sus manos sobre mi culo, y así lo hizo, ya sin ningún reparo empezó a masajear mis glúteos, pasando sus manos arriba y abajo, en círculos, cada vez más cerca de mi rajita, a lo que yo reaccione levantando un poquito más mis pompas, con la excusa que no quería que dejara ningún sitio sin bronceador, dándole un vista de toda mi rajita, y hasta posiblemente de mi vagina succionando el hilito, dejando ver mis labios perfectamente. En ese momento logre escuchar como respiraba Juan profundamente y se le salía de su boca a un tono muy bajo una frase “pero que culo tan rico”, yo me hice la que no escucho nada y le dije:

-Asegúrate de no dejarme nada sin bronceador. A lo que siguió masajeando mi culo a placer, llegando incluso a tocarme mi sexo en algunas oportunidades.

-Estás lista Jessica, ya tienes bronceador por todo tu cuerpo, me dijo el, como con una voz de desconsuelo por haber terminada con aquello.

-Muchas gracias Juan, eres un sol, le contesté yo levantando la mirada y girando un poco mi cuerpo hacia él, con lo que aparte tuvo una vista adicional de mi pecho ya desnudo.

-Con gusto, ya me voy, que debo estar en la recepción si alguien llama, con lo que se fue a prisa. En ese instante, vi que salía mi novio de la habitación, con lo que supuse no había perdido detalle de la situación.

-Veo que te las has pasado genial, perrita! Dijo el al llegar.

-Tenía que colocarme el bronceador, y como no estabas tuve que solicitar ayuda amor.

-Sí, claro, y el recepcionista se ha dado el gusto de tocarte todo el cuerpo.

-Alguien debía hacerlo, no puedo yo sola, lo sabes. Mi novio rio a esto y se tumbó en su silla. Al rato, me levanté de la silla y le dije a mi novio que nadaría un rato. Me tiré en la piscina y nada un par de largos. Desde mi sitio, pude ver como Juan no perdía detalle de mis movimientos. Divisé una escalerilla para salir de la alberca justo al frente de la recepción, y pese a que había otra justo donde se encontraba nuestro sitio, me fui nadando hacia la primera, sentí mi tanguita que estaba totalmente descompuesta, aun así no la compuse y empecé a subir la escalerilla, dándole a Juan una vista frontal, primero de mis tetas desnudas, y al seguir subiendo la vista de mi línea de bellos al aire, con el triangulito de tela del bikini prácticamente desaparecido entre mi vagina, al llegar a la parte superior de la escalerilla me detuve a componer la tanguita, la cual al estar mojada se había transparentado casi totalmente, y aunque estaba sobre mis bellitos, estos eran igual visibles, eché a caminar mirando hacia la recepción y regalándole una sonrisa pícara al Juan que estaba con la boca abierta.

-Si serás zorrilla, me dijo mi novio al llegar a mi sitio, -sales de la piscina para exhibirte al recepcionista sin reparo!

-Sabes cómo me gusta exhibirme amor, y el más beneficiado de eso eres tú al final de cuentas, le dije mientras me acostaba en la silla boca arriba esta vez.

-Me pones el bronceador amor, o tendré que llamar a Juan nuevamente? Le dije.

-Te gusta tu juego eh, dijo el mientras se levantaba y comenzaba a pasarme el bronceador, por mis tetas, abdomen, piernas y todo mi sexo, deleitándose ahí por un buen rato, sacándome más de un suspira y uno que otro gemido.

-Te gusta eso? Me dijo.

-Sabes que me encanta, y estoy muy cachonda.

-Ya me di cuenta, estas totalmente empapada, y no es el aceite de bronceador.

-Necesito que me hagas el amor, vamos a la habitación, le propuse.

-Mmm, no, estas castigada ahora, por andar de sobrada con el de la recepción, ahora tendrás que esperar hasta que yo decida, me dijo el, con un tono de autoridad.

-Por favor amor, le dije, casi suplicando, mientras él seguía jugando con mi clítoris, sacándome cada vez más gemidos, -no seas malito, vamos, necesito correrme, necesito que me llenes de tu lechita toda mi panochita.

-Eh dicho que no, no insistas, debes aprender a comportarte como una buena chica, y esto te lo has ganado, me dijo, pero seguía masajeándome el clítoris y metiendo un par de dedos en mi vagina. Siguió así por un par de minutos, y cuando estaba a punto de llegar a correrme se detuvo, diciendo:

-Pensaste que me apiadaría de ti? No bebe, tendrás que contenerte ese orgasmo, me dijo con la misma autoridad, – y no quiero ver que ni acerques una mano a tu sexo, prosiguió en el mismo tono, como si me hubiera leído los pensamientos. Ahora tendría que quedarme con el calentón que me había provocado el exhibirme ante Juan y la manoseada que me ha dado mi novio sin poder tener mi orgasmo. Así transcurrió el resto de la tarde, yo intentando dejar de pensar en mi situación, cosa que se me hacía muy difícil, más aun cuando cada cierto rato mi novio se me acercaba a decirme que me ponía más bronceador, y me volvía a calentar hasta el punto del orgasmo dejándome cada vez con más ganas, y yo suplicándole que me dejase terminar. Igual me di cuenta que Juan no perdía detalle de la situación, y aunque no estaba demasiado cerca para saber exactamente lo que pasaba, si era obvio que mi novio se quedaba más rato de lo normal colocándome el bronceador en mi sexo, y supongo que mis movimientos me delataban totalmente de lo que sucedía.

Al ir bajando el sol, a eso de las cinco de la tarde, empezamos a notar como iban llegando otros clientes, yo estaba tumbada boca abajo cuando pasó un par de hombres por nuestro sitio, sin que ninguno de los dos perdiera detalle de mi presencia, y lo poco que llevaba puesto o lo mucho que dejaba ver. Pasados estos dos hombres, mi novio se incorporó y con su voz de autoridad me dijo:

-Vamos, ya es hora de ir a la habitación, yo sabía que había tomado el control, y de ahí en adelante me tocaría seguir su juego. Me levante, recogí mis cosas (como si fuera mucho la parte superior del bikini, el bronceador y la toalla) y nos fuimos para la habitación. Ya en la habitación, decidí tomar un baño, y pensé que así podría masturbarme para aliviar mi situación, me quite el hilito y en cuanto entre al baño escuche a mi novio decir.

-No cierres la puerta, no me vallas a hacer trampas eh, yo mire dentro del baño y vi que las puertas de la ducha eran transparentes totalmente, por lo que no habría privacidad con la puerta principal abierta, y lo peor, no podría sacarme las ganas. Me duché, el agua estaba deliciosa, miraba por el vidrio y mi novio no perdía detalle, así que preferí ni intentar nada, sabía que de intentar algo y ser descubierta implicaría un castigo más largo sin sexo, mi novio le encanta hacerme sufrir en ese sentido, y a mi igual me gusta ese juego, sentirme dominada por él.

Salí de la ducha, me seque y me aproximé a la cama, donde me observaba mi novio con detalle, con voz de niña buena le pregunte:

-Que quieres que me ponga amor?

-No sé, no he revisado que has traído, supongo que cualquiera de las indumentarias que trajiste te harán lucir como una zorra.

-Ha decir verdad sí, pero es que veníamos para la playa como te dije antes.

-Bien, veamos que hay, se levantó de la cama y se aproximó a mis cosas, empezó a revisar mirando las pocas cosas que traje, entregándome una blusita de tirantes roja, muy ajustada y una mini negra voladita, muy cortita también.

-Y tu ropa interior? Parece que se te ha olvidado!

-En realidad no se me ha olvidado amor, no traje, no creí necesitar aquí, me sonreí nuevamente de forma maliciosa.

-Pues bueno, claro, era de esperarse de ti. Buscó un par de zapatos rojos, y me los entregó. Me puse lo que me entregó y me miré al espejo, me di la vuelta para mirarme por atrás y vi como mis nalguitas se asomaban bajo la faldita, sabía que tenía el aspecto de una perrita. Mi novio procedió a ducharse rápidamente, y al salir de la ducha y verlo mis hormonas volvieron a ponerme cachonda, totalmente desnudo se paseaba frente a mí, dejándome a la vista aquel instrumento que estaba deseando tener dentro de mí, mi novio está muy bien dotado, tiene un pene enorme, que pene, es un tronco aquello, en su estado natural mide casi 20 cm de largo, y en su mejor estado debe medir unos 25 a 27 cm, la verdad nunca he perdido el tiempo sacando una regla para medirlo precisamente, y su grosor de igual forma es formidable, es una de las razones por las que estoy con él. Sentía como mi vagina se empezaba a encharcar nuevamente, por lo que lo volví a pedir casi a modo de súplica que me perforara de una vez, a lo que jugueteando el con su pene, y entre risas me dijo que tendría que aguantarme, y aun cuando note que se le empezó a poner dura, obviamente mis palabras también tienen efecto en él, se sabe controlar mucho mejor que yo, colocándose unos bóxer y haciéndome caer en la realidad que no satisfacerla aun mi deseo de sexo.

Finalmente se terminó de vestir, y me dijo que saldríamos a dar una vuelta, tomo las llaves del auto y salimos de la habitación, al llegar al parque noté como ya habían varios vehículos estacionados, y aunque no era como para pensar que el hotel estaría lleno, ya había bastante clientela. Me entrego las llaves del auto, diciéndome que conduciría yo, así que me senté al volante y él me empezó a dar las indicaciones de hacia dónde íbamos. A los diez minutos de conducir llegamos a un pequeño centro comercial, donde estacioné el vehículo y nos bajamos a caminar un poco. Por donde pasábamos todos los hombres tenían que mirarme, y hasta las mujeres, y no era para menos, mis pezones se repintaban en la blusita, y aunque no era transparente para nada, era muy evidente que no había nada abajo, y la mini, pues en cada paso, con el movimiento dejaba ver las puntas de mis nalgas por atrás, y si agregamos a esto que no traía nada por abajo, evidentemente la situación era más excitante. De igual manera, por delante la mini no dejaba ver fácilmente mi vagina, aunque con algún mal movimiento o una suave brisa la situación podía cambiar, mi novio me llevaba de la mano, y a ratos colocaba la mano sobre mi trasero, sobándomelo sobre la faldita, cosa que me pone a mil cuando lo hace así descaradamente en público. Llegamos a una tienda donde tenían en la ventana una salida de playa en un maniquí, era un tipo de vestido al cuerpo, ajustado, de amarrar en el cuello, pero todo de maya, y en la parte baja una tira de unos 5 cm de ancho que delimitaba la parte inferior del vestidito. Era en color negro, estaba estupendo para usar con un traje de baño, en mi caso se me vino mi propia imagen en el en topless, mi novio se detuvo con migo, y mirándolo me dijo:

-Te gusta esa salida de playa?

-Sí, se ve fabulosa!

-Vamos, entremos, me dijo él.

Entramos al negocio, la dependienta era una chica hermosa, joven, de unos 22 o 23 años, delgada, enseguida se acercó a nosotros para atendernos.

-Buenas tardes, en que les puedo ayudar?

-Quisiéramos ver esa salida de playa que tienes en la ventana, dijo mi novio.

-La del maniquí? Preguntó ella.

-Sí, la negra, le dije yo

-Claro, tenemos en varios colores, contestó la dependienta.

-El negro me gusta, le dije.

-Ok, en seguida lo traigo, son uni-talla, tengo algunos adentro, regreso en seguida. Se fue adentro de una bodeguita, y salió al instante con lo solicitado diciendo:

-Aquí lo tienes, si gusta te lo puedes medir, para ver cómo te queda! En ese momento recordé que no tenía nada abajo, por lo que la situación iba volverse muy interesante.

-Donde me lo puedo colocar, le pregunte a la dependienta.

-No tenemos vestidor, pero puedes usar la bodeguita, el espejo está en la puerta. Mire hacia la puerta y vi que había un espejo, pero hacia el lado de la tienda. Me dirigí ahí, y efectivamente tenían una banquita en la bodeguita, que era bastante reducida, a modo de probador improvisado, pero al entrar y cerrar la puerta me percaté que no había más espejos, así que tendría que salir a dar el espectáculo afuera, igual no había nadie más en la tienda. Me desnudé enseguida, y me puse el vestidito, intentando que la tira de tela al menos me tapara un poco mi sexo, aunque era prácticamente imposible eso, igual no me importaba, abrí la puerta y Salí como si nada, mirándome al espejo, viendo que estaba desnuda prácticamente, miré a mi novio y le pregunté:

-Como me veo amor?

-Muy bien, dijo el, mirándome de pies a cabeza. Miré a la dependienta, que me miraba con un poco de asombro y envidia entremezcladas, y al verme que la miraba dijo:

-Se te ve muy bien, tienes un cuerpo digno de esa prenda, igual, tengo algunos trajes de baño que combinan con el traje si quieres verte con ellos. En eso me entro la malicia y le contesté:

-No, así está bien, igual lo usaría máximo con un hilito, haciendo cara de pícara. Seguí mirándome en el espejo por algunos segundos, dando vueltas para uno y otro lado. Luego de esto, regresé al cambiador improvisado, pero sin cerrar la puerta procedí a cambiarme, arriesgándome a que si alguien más entraba a la tienda me vería de seguro en esa situación. Al salir, me acerqué al mostrador, donde ya estaba la dependienta, para pagar la prenda.

Salimos del negocio, y continuamos caminando por el centro comercial, buscábamos ya un sitio para cenar. Encontramos un sitio bonito, de cocina italiana, y le dije a mi novio que me gustaría cenar pizza. El accedió, así que entramos y buscamos un sitio agradable, podíamos escoger, pues el restaurante estaba casi vacío, excepto por una pareja no había nadie más. Al caminar hacia nuestra mesa, la mujer que estaba en la otra mesa notó nuestra presencia, especialmente la mía, y me miraba con una cara de rechazo, lo cual lejos de molestarme me provocaba más bien algún tipo de excitación, por lo que busque sentarme en nuestra mesa de modo que estuviese visible perfectamente a ellos. Al sentarme en la silla, vi cómo tanto la mujer como su acompañante no perdían detalle de mis movimientos, por lo que me senté despacio, levantando un poco mi faldita para sentarme sobre mi culo desnudo en la silla. El mesero se acercó y tomo nuestra orden, sin mostrarse para nada interesado en mirarme, lo cual me hizo pensar que era muy respetuoso o rarito. Así pasó la cena sin mayor novedad, sintiendo la mirada de la otra mesa hasta que se retiraron. La pizza estuvo deliciosa, y mientras cenábamos mi novio me comentaba sobre las miradas que me daban los vecinos. Nos retiramos del restaurante y caminamos hacia el parqueo, ya eran cerca de las nueve de la noche, y hacia una brisa un poco más fuerte, por lo que mi faldita constantemente se levantaba, dejando mi trasero al descubierto, y hasta la vista de mi panochita desnuda para algunos transeúntes y guardias del lugar. En todo momento, los comentarios de mi novio, de lo zorrita que soy, y esto calentándome cada vez más, haciendo que mi vagina ya estuviera totalmente empapada, palpitando y pidiendo ser penetrada.

De regreso al hotel, nuevamente iba conduciendo, mientras mi novio se deleitaba con la inundación entre mis piernas. Al llegar, noté que habían bastantes más autos en el parqueo, que hasta me fue difícil encontrar un espacio adecuado. Nos fuimos hacia la habitación, yo solo iba mentalizada en la noche de sexo que tendría a continuación. Entramos a la habitación y sentí que mi novio no tenía mucha prisa por acostarse con migo, por lo que empecé a desnudarme frente a él, lentamente, insinuándomele al inicio, con miradas, pero ya a los pocos segundos empecé a suplicarle que quería que me cogiera, que estaba desesperada por sentir su tronco dentro de mí, y estas suplicas yo sabía que lo excitaban, le encanta que le pida eso. Yo estaba totalmente desnuda, solo tenía los zapatos puestos, cuando lo escuche decirme:

-Quieres tener sexo verdad perrita?

-Si… le dije en tono de súplica, -necesito que me metas tu picha amor, necesito que me hagas venir muy rico, como solo tú puedes hacerlo!

-Muy bien, entonces quiero que vallas al auto y traigas tu consolador, ya que te voy a dar sexo como una perra merece. Al escuchar eso, fue como si me hubiese ganado la lotería, tome la mini y en eso escuché:

-No no, nada de vestirse, así como estas iras a traerlo, me dijo. Ahora resulta que mi novio disfruta que me exhiba, me dije para mis adentros, como si yo fuera a tener problemas para salir desnuda, así que eche a caminar, pero antes de llegar a la puerta escuche de nuevo:

Un momento perrita, aun no termino, ven, que tengo que darte algo para que te lo pongas. Me detuve, y lo mire para saber que era este nuevo jueguito, en eso se acercó a su maletín, y sacó de el una bolsita, de la cual salió un “plug” anal rojo brillante bastante grande, de unos 15 cm de largo por 5 de ancho.

-Póntelo, irás con él en tu culito, como la zorra que eres. Si bien estoy muy acostumbrada al sexo anal, y a los juguetes en mi vagina y culo, ese era un plug bastante grande, y estábamos hablando de que tendría que caminar unos 50 o 75 metros de ida y regresar de nuevo, lo cual sería bastante incomodo, y sumándole a eso que tendría que ir desnuda todo el trayecto, sería bastante vergonzoso que alguien me viera en esas andanzas, pero bueno, estaba desesperada por sexo, y haría lo que fuera por tener la picha de mi novio en mi vagina, así que, tome el plug, me coloque de espaldas a mi novio, a un metro de distancia, incliné mi cuerpo levantando mi culito en pompa, y empecé a restregar el plug por toda mi panochita para lubricarlo, sé que mi novio le encanta verme hacer eso, y más aún si luego me meto de golpe el plug entre mi culito, por lo que decidí que tenía que darle gusto, lo ocupaba excitado para poder disfrutar yo, así que una vez humedecida la punta del plug, lo coloque en la entradita de mi ano, y de un empujón lo enterré en mi culo, haciéndome esta acción pegar un grito que se debió escuchar en todo el hotel, voltee mi cabeza sobre mi hombro, mirando a mi novio fijamente, y comencé a mover el plug dentro de mi ano, tirando de el un poco, y volviendo a introducirlo hasta el fondo, acompañando cada movimiento de un gemido de placer, hice un par de veces este mete-saca hasta que mi novio me interrumpió:

-Vete ya perra, que de lo contrario te vas a correr con eso. Tenía razón, un rato más y me podría correr con ese juguete, le sonreí, y sin decir nada seguí su orden, salí de la habitación caminando, con el plug sembrado en mi culo. Caminaba despacio, tratando de controlar el juguete que llevaba, los tacones hacían ese ruido característico y sabía que era solo cuestión de tiempo para que alguien me mirase en el trayecto, llevaba unos 20 metros de caminata cuando recordé que no traía las llaves del auto, así que me detuve y tuve que regresar sobre mis pasos, al entrar a la habitación mi novio jugaba con las llaves, riéndose burlonamente, lo observe y entonces me dijo:

-Al menos parece que te diste cuenta antes de llegar al auto. Estás tan cachonda que no te deja trabajar bien tu cabeza.

-Sí, tienes razón, necesito que me revientes el panochito.

-Se nota perrita, toma las llaves, a ver si no has perdido el juguete! Me acerque para tomar las llaves, y al darle la espalda me volví a inclinar, abrí mis piernas para enseñarle el plug, lo tome y lo saque del todo violentamente de mi culo, introduciéndolo en seguida con más violencia aun, tanto que tuve que dar un alarido de dolor, y aun así repetí la acción por segunda vez, y de igual forma, deje escapar un grito nuevamente.

-Ahí lo tengo bien metido, como puedes ver, no se caerá con nada, le dije mientras me alejaba nuevamente. Esta vez al salir ya caminaba más a prisa, mis zapatos hacían más ruido pero no me importaba, me urgía regresar a la habitación para ser cogida, domada como la perra que soy. A medio camino, escuche como una puerta se abría, alguien se había alertado por el golpe que daban mis zapatos, en ese instante pensé en detenerme, para que no me vieran, pero el impulso que tenía impidió esto, seguí caminando con el mismo ritmo y el observador se quedó inmóvil mientras pasaba frente a su habitación, a unos 5 metros de su posición, ya que yo caminaba por la orilla de la piscina. No me dijo nada, pero si sentí su mirada recorrerme por completo bajo la luz de las lámparas, que iluminada para mi desgracia, muy bien toda la zona. Al llegar al auto, vi que la puerta del acompañante estaba bloqueada por otro vehículo que habían estacionado muy cerca, por lo que me dirigí a la puerta del conductor, abrí con el control y el vehículo hizo el sonido característico al desarmar la alarma, lo que alertó al guarda, que de inmediato se levantó y me miro al menos de la cintura hacia arriba, notando mi desnudes. Se empezó a acercar, así que abrí la puerta rápido y me metí de 4 patas sobre el asiento para llegar a la guantera, y ops, estaba con llave, y la llave, en la puerta, me salgo del auto de nuevo, saco la llave ce la cerradura de la puerta y en eso me percato de que el guarda ya está justo en frente del auto, no tengo opción, así que entro nuevamente al auto en la misma posición, con mi culo en pompa y el plug posiblemente visible claramente entre mi culo. Abrí la guantera y tomé el consolador, ahora sería doble la vergüenza, y de fijo el guarda pensaría que soy una ninfómana (lo cual es cierto) al verme desnuda, con un plug anal y buscando un enorme consolador en el auto. Me importo poco, salí del auto, cerré la puerta, y sin mediar palabra emprendí mi marcha hacia la habitación. Al pasar por la puerta que se había abierto, ya no había solo un tipo en la puerta, sino dos, los cuales me empezaron a decir varios piropos muy subidos de tono, de los cuales sentí que era más que merecedora. Al fin, llegue a la habitación, entré y le entregue a mi novio al consolador, e inmediatamente busque su paquete bajo su pantalón, me detuvo, y riendo me dijo:

-Estas realmente desesperada eh, perra, eres una legitima puta que hace lo que sea por sexo, me dijo, cosa que me excitó aún más, ya que me pone muy cachonda que me insulten y me traten mal cuando hacemos el amor.

-Si amor, estoy desesperada por picha, cógeme, dale picha a tu putita, reviéntame el panochito por favor, le decía yo casi a modo de súplica.

-Ven acá y mame la picha, como la puta que eres, me ordenó. Y aun cuando no soy aficionada de dar sexo oral, en ese momento su pene me sabía a gloria, le di una mamada de película, metiéndome todo lo que podía de su pene en mi boca, es imposible que entre toda, pero yo hacia mi mejor esfuerzo, ahogándome a ratos con la acción.

-Traga más puta, tienes que comértela toda, me decía. Yo seguía haciendo mi mejor esfuerzo, metiéndome todo lo que podía de su pene en mi boca. Por fin, sacó su pene de mi garganta y me dijo:

-Quieres picha, verdad, puta, quieres que te la meta toda!

-Si amor, métemela toda, dame picha bien duro, destroza esta perrita.

-Entonces ven perra… Me levanto del cabello, me dio media vuelta e hizo que colocara mis manos sobre una mesilla del cuarto, separé las piernas un poco para darle más facilidad y en seguida sentí como su mástil se abría paso violentamente en mi vagina. Me penetro de golpe, lo mojada que estaba hizo que en la primera embestida llegara a golpear sus huevos contra mi vagina, yo di un grito de placer, y él me dijo:

-Estas totalmente mojada perrita, se ve que estabas urgida.

-Siiiii amoooor, ta-lá-dra-me la pa-no-chi-ta, da-me pi-chaaaa, le dije yo entre jadeos y gritos, gritos que de seguro escucharían al menos a dos o tres habitaciones de distancia. Me empezó a bombear violentamente, tenía como sus golpes en mi trasero hacían que el plug también se metiera cada vez más en mi ano, aumentando así el placer que sentía al estar doblemente penetrada, yo seguía gritando como una loca, pidiéndole más picha y diciéndole que no se detuviera. Fueron unos 4 minutos de bombeo cuando sentí que saco su pene de mi vagina, ya yo me había corrido dos veces, pero quería más, inmediatamente sentí como sacó el plug de mi culo y me preparé para lo que venía.

-Ahora si perra, vas a saber lo que es bueno, me dijo, y colocando la punta de su pene en la entrada de mi culo empezó a empujar hacia adentro lentamente, y aunque ya estaba algo dilatado gracias al plug, la diferencia de tamaña hacia que la entrada de este nuevo intruso fuera algo lenta, y al menos él tenía siempre ese cuidado de entrar despacio por mi culo, para no lastimarme. Yo empecé a gritar aún más fuerte, si es que eso era posible, mientras él me decía:

-Te gusta que te dé por el culo verdad perra!!

-Me en-can-ta amooooor, métela ya de una vez toda, destrózame el culo, y dicho esto me la termino de hundir completa de un fuerte empujón que casi me hace desmayar del dolor, di un grito que hasta el parqueo se debió escuchar. Entonces empezó con el mete-saca, primero a un ritmo lento y luego fue aumentando su velocidad, y con esto yo aumentaba el ritmo de mis quejidos:

-Ay, ay, ay, dame más papi, ay, ay, ay, métela toda, no la saques, soy tu perra rica, ay, ay, ay… Yo baje mi mano para masturbarme pues sentía la ausencia de estar penetrada en mi vagina, y sabía que el consolador lo había dejado en la cama cuando se lo entregue a mi novio, y en ese momento no habría oportunidad de ir por él, así que continúe con mis dedos en mi clítoris intentando aumentar el placer que ya de todos modos era enorme, y me estaba sacando orgasmo tras orgasmo. En ese momento, sentí como saco su pene de mi culo y de golpe lo metió en mi vagina, cosa que normalmente no le permito hacer, pero dado el calor del momento lo disfruté a mil.

-Mira si eres perra, que te dejas pasar la picha de hueco a hueco, perra, y dicho esto lo sacó de mi vagina y nuevamente a mi culo. Yo estaba que no daba más, pero tampoco quería que parara aquella situación, la cual siguió por unos dos o tres minutos más. Cambio dos veces más de mi culo a la vagina y regreso, hasta que la saco de mi culo y me ordeno ponerme de rodillas para que se la chupase y limpiase completita. Eso solo lo había hecho en muy pocas ocasiones, dejarlo sacar su pene de mi culo y meterlo en mi boca directamente, pero quería que me diera toda su lechita, así que no dude un momento e inicie una mamada de campeonato, limpiándole la verga hasta dejarla reluciente, hecho esto, me tomo del cabello y me coloco de 4 patas, en el suelo, y con su pie derecho me obligo a poner la cara contra el suelo, dejando mi culo en lo más alto, sentí nuevamente la penetración por mi culo, y nuevamente empecé a gemir y gritar de placer, y justo en el momento que me venía un orgasmo más, sentí como se corría en mi ano profundamente, en seguida saco su pene de mi culo y me obligó nuevamente a mamársela y dejarla limpia, cosa que lejos de ser una obligación, fue un gusto hacerlo. Al terminar, se sonrió y me dijo:

-Me ha encantado como lo has hecho bebe, eres la mejor chica que pude haber elegido en este planeta, me dijo ya con un tono gentil y amable.

-Gracias amor, le dije, yo también he disfrutado mucho de este rato, pero recuerda que fui yo quien te eligió a ti, y no tu a mí, le dije con voz inocente mientras me metía un par de dedos en mi culo, sacándolos llenos de lefa y llevándolo a mi boca para saborearlo, con una cara de lujuria tremenda. Nos acostamos desnudos en la cama y nos dormimos profundamente.

Continuará…
PARA CONTACTAR CON LA AUTORA:
jessicaact@hotmail.com

Relato erótico: “Caí entre las piernas de mi “ingenua” secretaria” (POR GOLFO)

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Los hombres al mirar a una mujer tienden a fijarse en una parte de su cuerpo, La gran mayoría se fija en su culo o en sus tetas pero yo tengo predilección por las piernas. Es más, por mi experiencia cuando una hembra tiene buenas patas, el resto de su cuerpo va en sintonía. Unos muslos espectaculares suele llevar asociado un cuerpo no menos llamativo.

Hoy, os voy a contar como mi fijación por esos atributos femeninos, cambiaron mi vida y me llevaron a vivir una experiencia inolvidable. Todo empezó el día que la que había sido mi secretaria durante diez años, se casó y se fue de la empresa. Os tengo que reconocer que en un primer momento me cabreó su decisión porque me dejaba un hueco que me iba a resultar difícil de rellenar porque, no en vano, ella se había convertido en una pieza esencial en mi compañía.  Por eso cuando me lo comunicó, le pregunté si conocía a alguien de confianza que pudiera cubrir su baja. Tras pensarlo durante un minuto, María contestó que tenía una prima que acababa de terminar la carrera y que todavía no había encontrado trabajo pero que tenía un problema.
Mosqueado, le pregunté cuál era:
-Es muy joven. Usted siempre ha dicho que prefiere que sus empleados sean mayores de treinta años y Clara solo tiene veintitrés.
-¿Está preparada?
-Para lo que necesita sí. Es licenciada en Administración de empresas, domina Office y habla inglés.
Siempre había tenido reparos en contratar a veinteañeros porque siento que no están maduros para asumir responsabilidades pero al venir recomendada por ella, decidí hacer una excepción.
-¿Puedes quedarte hasta que aprenda?
-Por supuesto. Estoy segura que en menos de quince días mi prima es capaz de asimilar mi puesto. ¡Verá que no le defrauda!
Como no tenía nada que perder, le pedí que hablara con ella y que le concertara una cita para que yo la entrevistara al día siguiente. Después de agradecerme haber dado una oportunidad a su parienta, me dejó solo en el despacho. En ese instante no lo sabía pero esa decisión trastocaría mi vida por completo.
Soy un hombre hecho a mí mismo. Nacido en una familia de clase media, fui el único que no siguió la tradición familiar de ser militar. Nieto e hijo de militares, mi viejo nos educó pensando siempre que, al terminar el colegio, íbamos mis tres hermanos y yo a entrar en la Academia Militar de Zaragoza. Por eso cuando le comuniqué que prefería ser ingeniero, para él, fue como si le dijera que era Gay y aunque con esa decisión me hundí en el ostracismo familiar, mi desarrollo profesional me dio la razón: Con cuarenta años, era el director de una empresa de consulting tecnológico con sucursales en varios países. Dedicado en cuerpo y alma a mi carrera, no había tenido tiempo (o eso pensaba yo) de formalizar una relación seria y por eso seguía soltero y sin compromiso.
Volviendo a la historia que os estoy contando. Al día siguiente, mi secretaria me trajo a su prima y después de que hubiese pasado las pruebas del departamento de recursos humano, me la presentó para ver si la aceptaba como mi asistente. Os tengo que reconocer que cuando la conocí no me impresionó; me resultó una chavala muy guapa pero carente de cualquier tipo de atractivo. Hoy sé que advertida por Maria de mis gustos tradicionales a la hora de vestir, se disfrazó de beata para que yo no me percatara del bombón que estaba contratando. Vestida con un traje de chaqueta, cuya falda le llegaba por debajo de las rodillas, nada me sugirió la verdadera naturaleza de sus piernas.
Ese engaño propició que la colocara porque de haber sabido que esa cría estaba dotada de las piernas más alucinantes con las que me he topado hasta el día de hoy, nunca la hubiese contratado para evitar meter la tentación en la oficina. Durante las dos semanas que duró su aprendizaje Clara se comportó como una chavala avispada y tal como había prometido su prima, cuando se fue no solo no la eché de menos sino que la suplió incluso con mayor efectividad.
El problema vino cuando sin la supervisión familiar, poco a poco, fue olvidándose de los consejos y empezó a vestir de una forma correcta pero más en sintonía con su edad. La primera vez que caí en la cuenta de la belleza de sus piernas, fue un viernes en la tarde que previendo que no tendría tiempo para volver a su casa a cambiarse, Clara apareció en el trabajo con  una minifalda de impacto. Todavía recuerdo que estaba sentado en mi mesa cuando al pedirle un informe, la muchacha sin saber la conmoción que iba a provocar, llegó confiada a mi lado.  Os juro que al levantar la mirada de los papeles y ver ese espectáculo frente a mí esperando instrucciones, me quedé sin habla al observar la perfección de sus muslos y de sus pantorrillas.
Incapaz de retirar mis ojos de ella, recorrí con mi vista sus maravillosas extremidades para continuar con su culo y con su pecho. “Dios mío, ¡Qué mujer!”, exclamé mentalmente mientras por debajo de mi pantalón, mi sexo cobraba vida. Sé que mi atrevida mirada no le pasó inadvertida porque al llegar a su cara, observé que el rubor cubría sus mejillas.
-¿Desea algo más?- preguntó avergonzada y al contestarle que no, salió huyendo de mi despacho.
No sé qué fue más erótico si la visión de sus piernas estáticas o verlas siguiendo el movimiento acompasado de su culo. Lo cierto es que cuando desapareció por la puerta, el recuerdo de sus tobillos, pantorrillas y muslos quedó fijado en mi memoria durante todo el fin de semana. Aunque junto con dos amigos me fui a pasar esos días a un velero, cada vez que me quedaba solo o no tenía nada que hacer, volvían a mi mente la frescura y lozanía de esa cría al caminar. Reconozco que hasta me masturbé soñando con que mis manos recorrían esa piel y que su dueña se excitaba al hacerlo.
Por eso, el lunes al llegar a trabajar lo primero que hice fue mirar como venía vestida y me tranquilicé al comprobar que había vuelto a colocarse el uniforme monjil de secretaria. Aun así, con una fijación enfermiza, le echaba una ojeada cada dos por tres, imaginando la continuación de esos finos tobillos que veía a través del cristal. Mi secretaria no hizo ningún comentario a lo sucedido el viernes anterior por lo que al cabo de las horas, me olvidé del asunto encerrándolo en el baúl de las cosas inútiles.

Desgraciadamente el martes, Clara volvió a aparecer por la oficina con una minifalda y aunque intenté evitar mirarla, fui incapaz. Estaba como obsesionado, no solo no perdía ocasión de mirarla subrepticiamente sino que, cansado de observarla a distancia, le pedí que entrara en mi despacho porque quería dictarle una carta. La muchacha, ajena a la verdadera razón por la que la había llamado, se sentó en frente de mí para tomar notas. Al darme cuenta que mi propia mesa me ocultaba aquello que quería admirar, le insinué si no iba a estar más cómoda apoyando su libreta en la mesa de juntas que tenía en una esquina.

Ingenuamente, me dio las gracias y se pasó a una silla colocada en ese lugar. Creí haber muerto y que estaba en el cielo al contemplar la perfección del cuerpo de esa cría así como la tersura de su piel. Desde mi sillón, me quedé embelesado en la contemplación de sus piernas mientras ella esperaba confundida que empezara a dictarle. Confieso que no me di cuenta de ello hasta que con voz indecisa me preguntó si volvía en otro momento:
-¡No!- contesté horrorizado por perder la sensual estampa de Clara escribiendo.
Tomando aire, busqué algo que decirle y como no se me ocurría nada, me puse a dictarle un escrito de queja por falta de pago. Como no era tonta, me preguntó si no prefería que me mandase el formato oficial que usábamos en la compañía. Reparando en el ridículo que estaba haciendo, le pedí perdón y le acepté su sugerencia. Extrañada por mi comportamiento, Clara se levantó y volvió a su lugar pero, al hacerlo, separó sus rodillas y durante un segundo contemplé el tanga que llevaba puesto. Fue tiempo suficiente para que mi miembro reaccionara y se pusiera erecto de inmediato. Debí de poner una cara de asombro tan genuina que la chavala se me quedó mirando como si me pasara algo y sin saber a ciencia cierta que ocurría, salió casi corriendo hasta su mesa.
Cabreado por mi actuación pero sobre todo por haber perdido la oportunidad de recrearme en semejante belleza, intenté tranquilizarme pero por mucho que lo intenté, sus puñeteras piernas seguían fijas en mi retina. Sin saber qué hacer, me levanté y abriendo la puerta del baño que tenía en mi despacho, me metí en él y encerrándome en ese estrecho cubículo, di rienda a mi fantasía masturbándome. Al terminar era tanta mi vergüenza que sentía por mis actos que cogiendo la calle, salí de la oficina sin reparar que Clara entraba en mi baño al irme. Posteriormente, me ha reconocido que entró preocupada, pensando que había vomitado o algo así y que al descubrir restos de mi semen esparcido por el suelo, fue consciente de la atracción que provocaba en mí y que excitada, decidió utilizarla.
Desde ese día, echó a la basura el horrendo traje con el que la conocí y empezó a llevar ropa cada vez más ajustada y minifaldas más exiguas. De forma que se convirtió en una rutina que la llamara a mi despacho y le dictara cualquier tontería con el único objeto de recorrer con mi mirada su cuerpo. Aunque yo no era consciente al estar ofuscado con ella, mi secretaria descubrió el placer de ser observada y paulatinamente, su juego se fue convirtiendo en una necesidad porque al sentir la caricia de mis ojos, su cuerpo entraba en ebullición y dominada por mi misma obsesión, al salir de mi despacho tenía que liberar su calentura pajeándose en el cuarto de baño de empleados.
Los días y las semanas pasaron y lejos de reducirse nuestra mutua dependencia con el paso del tiempo se incrementó. Ya no me bastaba con dictarle una carta sino que con cualquier excusa, la llamaba a mi lado y me recreaba en mi particular vicio.  A ella le ocurría otro tanto, su calentura era tal que ya no se conformaba con mostrarme las piernas sino que con mayor asiduidad al llegar a mi despacho, se recreaba en su exhibicionismo desabrochándose un par de botones de su blusa para sentir mis ojos deleitándose en su pecho. Sin darnos cuenta, nos habíamos convertido en adictos uno del otro y nuestras continuas juntas a solas, empezaron a crear suspicacias en la oficina.

Una tarde, preocupado por las habladurías, mi socio, Alberto me cogió por banda y abusando de la confianza que existía entre nosotros, me preguntó si estaba liado con mi secretaria.

-¡Para nada!- protesté al escucharlo – ¡La llevo más de quince años!
-Pues haz algo, porque ¡Lo parece! Te pasas todo el jodido día encerrado con ella y para colmo, esa cría viene vestida como una puta.
Sus palabras me ofendieron y no tanto por mí sino por ella. En ese momento, no pensé en cómo me afectaba ese chisme sino en la reputación de Clara, por lo que al cabo de unos minutos y cuando ya me había tranquilizado, le prometí que hablaría con ella. Os tengo que reconocer que al irse, me quedé pensando en el asunto y comprendí que de haber observado ese comportamiento en él, también yo hubiese supuesto lo mismo. Ya decidido a terminar con ese juego, esperé a que dieran las siete y aprovechando que los demás empleados de la firma habían salido, la llamé a mi despacho.
Fue entonces cuando al verla sentarse frente a mí y como con un hábito aprendido desde niña, separar sus rodillas para que pudiese contemplar la coqueta braguita de encaje que llevaba puesta, fue cuando me percaté que mi juego era correspondido. Con los pezones duros como piedras y su boca entreabierta, esperó mis instrucciones. Alucinado, me la quedé mirando como si nunca le hubiese puesto los ojos encima y cayéndome del guindo, descubrí en su sexo una mancha oscura que me reveló su excitación.
Sacando fuerzas de mi interior, le dije toscamente que teníamos que hablar. Clara, que no sabía el motivo de mi llamada, se inclinó hacia mí mostrando su escote sin cortarse, haciéndomelo todavía más difícil. Supe que ni no se lo decía de corrido, no iba a ser capaz de terminar por lo que pidiéndola que no me interrumpiera, le expliqué las habladurías de sus compañeros. Os prometo que me sentí cucaracha al hacerlo y más cuando de sus ojos empezaron dos gruesos lagrimones, pero convencido de que era lo mejor, le ordené que a partir de ese día viniera más discreta a la oficina.
Había previsto muchas reacciones por parte de ella. Desde que se enfadara, a que me renunciara en el acto. Lo que no preví fue que echándose a llorar, me preguntara:
-Entonces, ¿Nunca más me va a mirar?
Su respuesta me dejó anonadado y acercándome a donde estaba sentada, le acaricié el pelo mientras le decía con dulzura.
-¿Te gusta que te mire?
Aun llorando, me reconoció que sí y no contenta con ello, me explicó que disfrutaba y se excitaba cada vez que yo la llamaba para verla. Su confesión se prolongó durante unos minutos, minutos durante los cuales me reconoció avergonzada que todos los días se masturbaba un par de veces en la oficina y que al llegar a casa, soñaba con ser mía. Tratando de asimilar sus palabras, me quedé pensando durante un rato y tras acomodar mis pensamientos, le susurré:
-A mí también me enloquece mirarte pero tendrás que reconocer que no podemos seguir así- y buscando otro motivo que afianzara mi determinación, le dije:- Además, para ti, soy un viejo.
El dolor que vi reflejado en su rostro, me desarmó y más cuando escuché su contestación:
-Mariano, no te considero un viejo sino un hombre muy atractivo que me ha hecho sentir mujer. Prefiero ser tu amante a los ojos de los demás a no volver a experimentar la caricia de tus ojos.

Os juro que todavía me asombra lo que hice a continuación. Dominado por una lujuria inenarrable, cerré la puerta del despacho con pestillo y sentándome en mi sillón, le pedí que se desnudara. Increíblemente, la muchacha al oír mis palabras, sonrió y poniéndose de pie en mitad de la habitación, comenzó un sensual striptease echando por tierra toda nuestra conversación. Desde mi sitio vi a esa morena desabrochar su falda y con una lentitud que me volvió loco, ir deslizándola centímetro a centímetro.

Tuve que tragar saliva al contemplar el inicio de su braga y más cuando dándose la vuelta, me mostró cómo iba apareciendo sus nalgas. Ese culo con el que tanto había soñado, me pareció todavía más increíble al percatarme que aun teniendo la piel tostada no mostraba la señal de un bikini.
“¡Toma el sol desnuda!” pensé para mí.
Duro y bien formado era una tentación difícil de soportar y aun así, haciendo un esfuerzo sobrehumano, me quedé sentado mientras mi pene me pedía acción. Clara supo al instante que me estaba excitando al ver el bulto de mi entrepierna y contagiada por mi excitación, se mordió los labios para a continuación dejar caer su falda al suelo.
¡Qué belleza!- exclamé en voz alta al observar sus piernas sin nada que estorbara mi visión.
Satisfecha al oír mi piropo se dio la vuelta y botón a botón se fue desabrochando la camisa mientras me decía con una sensualidad sin límite:
-He soñado tanto con esto que no me lo creo.
Los breves segundos que tardó en terminar lo que estaba haciendo, me parecieron una eternidad y por eso cuando ya tenía la camisa totalmente desabrochada, incapaz de contenerme, le solté:
-¡Hazlo  ya! ¡Joder! Necesito verte!
Muerta de risa, dominando la situación y sin hacerme caso, se sentó en una silla y separando las piernas, me preguntó si me gustaba lo que estaba viendo. La puta cría estaba gozando con mi entrega pero, al quedarme mirando a su sexo, descubrí que ella también estaba sobre excitada porque una mancha oscura de flujo en su braga la traicionaba.
-¡Enséñame tus pechos!- pedí con auténtica necesidad.
Clara concediendo parcialmente mi deseo, se abrió la camisa y sin quitarse el sujetador, sopesó sus senos con sus manos mientras me decía:
-¿No crees que los tengo demasiado grandes?
Sin poderme contener, me levanté de mi silla y le amenacé que si no me mostraba de una puta vez las tetas, iba a tener que ser yo quien  lo hiciera. Soltando una carcajada, se deshizo de su blusa y poniendo cara de puta, se dio la vuelta y me pidió que le desabrochara el sostén. Ni que decir tiene que me acerqué a donde estaba y con verdadera urgencia, la levanté y llevé mis manos a su espalda. Al tocar su piel, un escalofrío recorrió mi cuerpo y excediéndome en mi función, posé mi mano sobre sus pechos.
“¡Que delicia!”, alabé mentalmente mientras metía una mano por dentro de la tela y cogía entre mis yemas un pezón.

Mi  suave pellizco la hizo gemir de placer pero separándose de mí, protestó diciendo que no me había dado permiso de tocarla. Excitado como estaba, me vi obligado a sentarme en la mesa y babeando de deseo, me quedé observando como la muchacha se volvía a acomodar en su silla. Supe que debía de seguirle el juego cuando despojándose del sujetador, cogió en sus manos sus dos melones y me dijo:

-Si te portas bien, dejaré que me folles.
Su promesa me dejó anclado en mi sitio y costándome respirar, tuve que admirar sin acercarme como Clara cogía entre sus dedos las rosadas aureolas de sus pechos y acariciándolas con suavidad, me soltaba:
-¿No te gustaría que te diera de mamar?
Desesperado, contesté que sí.
-Estoy deseando sentir tu lengua recorriendo mis tetas pero antes quiero ver tu polla.
Dominado por un apetito brutal, me saqué el pene del pantalón. Clara al ver que le había obedecido se quitó el tanga y separando las rodillas, me demostró la humedad que la embargaba y metiendo un dedo en su vulva, se lo sacó y llevándoselo a la boca, comentó emocionada:
-Estoy brutísima. ¡Mira como me tienes!-
No hacía falta que me ordenara eso, con mis ojos clavados en su entrepierna, no podía dejar de admirar la belleza de ese coño. Casi depilado por completo, la estrecha franja de pelo que lo decoraba, maximizaba la sensualidad de sus rosados labios. 
-¿Te gustaría ver cómo me masturbo?- preguntó con un tono pícaro y antes que le pudiese contestar, llevó una mano hasta allí y separando sus pliegues, se empezó a pajear.

Nunca había visto nada tan erótico pero la calentura de la escena se vio todavía más incrementada cuando a los pocos segundos llegaron a mis oídos los gemidos que surgían de su garganta.  Comportándose como una fulana, mi secretaria se dedicó a acariciar su clítoris mientras con la otra mano, se pellizcaba con dureza un pezón. Reconozco que para entonces mi propia mano ya había agarrado mi extensión y solo el miedo a romper el encanto en el que estaba sumergido, evitó que buscara liberar mi hambre con mis dedos.

Afortunadamente, Clara pegando un grito me soltó:
-¡Qué esperas! ¡Mastúrbate para mí!
No tuvo que volvérmelo a repetir, dando un ritmo frenético a mi muñeca, cumplí sus órdenes mientras ella mantenía su mirada fija en mi entrepierna. Puede que os resulte extraño que dos personas, que ni siquiera se habían dado jamás un beso, estuvieran sentados uno frente al otro masturbándose sin tocarse. Sé que es raro, pero lo cierto es que en ese momento nuestras hormonas nos controlaban y tanto ella como yo, continuamos haciéndolo hasta que pegando un alarido, vi cómo se corría.
-¡Me encanta!- chilló convulsionando en la silla pero sin parar de meter y sacarse los dedos de su sexo.
Fue entonces cuando incapaz de mantenerme sentado más tiempo, me acerqué a ella y poniendo mi pene a escasos centímetros  de su cara, le pedí que me hiciera una mamada. No me costó ver en sus ojos que deseaba metérselo en su boca pero tras unos segundos de indecisión, se levantó de la silla y mientras cogía su ropa, me soltó:
-Hoy, ¡No!
Cabreado hasta la medula, me sentí manipulado y os confieso que estuve a punto de violarla pero entonces acercándose a mí, me besó en los labios y mientras me ayudaba a subirme el pantalón, me dijo:
-Estoy  deseando ser tuya pero son las ocho y a esta hora, llegan las señoras de la limpieza. ¿No querrás que nos pillen follando?- y muerta de risa, recalcó su disposición diciendo: – ¡Te aviso que soy muy gritona!

Intentando que no se me escapara viva, le pedí que me acompañara a casa pero con una sonrisa en sus labios, se negó en rotundo y dijo:

-Lo siento, amor mío. ¡He quedado con tus futuros suegros!
Su descaro me hizo reír y dándole un azote en su trasero, la agarré de la cintura y volví a besarla. Esta vez me correspondió y pegando su cuerpo a mí, colocó mi polla en su entrepierna y con una maestría brutal, empezó a rozarse contra ella.  Estábamos dejándonos llevar por nuestra pasión cuando escuchamos a las limpiadoras entrar y separándose de mí, sonrió diciendo:
-¡Mañana nos vemos!- tras lo cual me dejó solo con mi pene pidiendo guerra.
Ni que decir tiene que me quedé caliente como un burro y por eso nada más llegar a mi apartamento, tuve que saciar mis ansias con dos pajas mientras soñaba con que llegara el día siguiente.





Todo se acelera.
Esa mañana, me desperté deseando y temiendo llegar a mi oficina. La tarde anterior no solo me había dejado llevar por mi bragueta sino lo más importante fue que descubrí que era correspondido. Clara, mi joven e ingenua secretaria había demostrado ser una hembra caliente y dispuesta a ser tomada por mí. Os reconozco que cuando iba en el coche rumbo a la empresa, estaba aterrorizado porque me había entrado la paranoia de que esa muchacha no iba a aparecer a trabajar.
Llevaba ya diez minutos en mi despacho, cuando la vi entrar y aunque venía vestida con una falda larga hasta los tobillos y un jersey de cuello vuelto, respiré aliviado. Sonrió al verme y se sentó como tantos otros días en su mesa como si nada pasara. Reconozco que me sentí hundido por su actitud pero al cabo de un rato, recibí un mail suyo en mi ordenador que decía:
-Por tu culpa, no he podido dormir. No he hecho otra cosa que dar vueltas en mi cama, pensando en lo que ocurrió ayer. Quiero ser tuya pero tienes razón, no debemos dar más que hablar. ¿Qué propones?
Mi pene reaccionó al leerlo y con la urgencia que me exigió mi deseo por ella, la contesté si esa noche al salir, me acompañaba a mi apartamento.
-No puedo esperar tanto. Tengo el chocho empapado de solo pensar que estás a unos pocos metros de mí. ¡Te necesito antes!- respondió por la misma vía pero esta vez adjuntó un archivo.
Al abrirlo, me encontré con una foto de un picardías negro de encaje con una nota donde me explicaba que se lo había comprado anoche al salir de trabajar y que quería estrenarlo conmigo. Solo imaginármela con él puesto, hizo que mi corazón empezara a palpitar a mil por hora y cometiendo una indiscreción, le pregunté si lo llevaba puesto. Observándola desde mi mesa, vi que lo leía tras lo cual se levantó, desapareciendo de su sitio. Intrigado estuve a punto de seguirla pero decidí no hacerlo. A los diez minutos, volvió y entrando con una sonrisa en sus labios, se acercó a mí y depositando  una bolsa en mis manos, me dijo antes de desaparecer:
-Lo llevaba puesto pero ahora ya no. Espero que te guste, aunque te confieso que debe estar empapado porque me he corrido en el baño.
Al abrirla, observé que es su interior estaba el picardías perfectamente doblado bolsa pero al hacerlo llegó hasta mi nariz un aroma de mujer que no me costó reconocer como suyo. Justo entonces apareció por la puerta mi socio y sentándose en una silla, descojonado, me comentó:

-Ya veo que has hablado con tu secretaria. Es lo mejor, te juro que con las pintas que llevaba hasta a mí me ponía bruto.

Sin ser consciente de que mi secretaria no llevaba ropa interior, Alberto se explayó alabando el traje tan apropiado que llevaba la cría ese día. Con mi mano acariciando la suave tela de su picardías, contesté:
-Te dije que no tenías por qué preocuparte.
Satisfecho por mi respuesta me dejó solo, momento que aproveché para abrir la bolsa y respirar el olor dulzón que desprendía. Ya totalmente excitado, tecleé en mi ordenador:
-¿Por qué no dices que te sientes mal y me esperas en la esquina?
 Ansioso esperé su respuesta. Cuando llegó al cabo, me encontré con algo que no me esperaba:
-De acuerdo, ¡Me voy! pero antes me das la llave de tu casa y te esperó allí a las dos. Nadie va a sospechar si lo hacemos así.
Sin saber cómo actuar, estaba todavía pensando en ello cuando vi que se levantaba. Desde la puerta me dijo que se encontraba enferma para que lo oyeran todos y llegando hasta mí, extendió su mano diciendo en voz baja:
-Tus llaves-
Confuso y mientras se las daba, pregunté si sabía dónde vivía. Ella me respondió riendo:
-Mariano, ¡Soy tu secretaria!
Su contestación a todas luces lógica me terminó de convencer, tras lo cual, poniendo nuevamente cara de dolor desapareció de la oficina. Al verla partir, miré mi reloj y pensé:
“Son la diez, ¿Qué va a hacer en estas cuatro horas?”.
 Sabiendo que pronto lo sabría, me intenté concentrar en el día a día pero me resultó imposible porque el paso de los minutos me acercaba al momento que la volvería a ver. La mañana resultó un suplicio al pasar con una lentitud exasperante. Deseando que transcurriera rápida, se me hizo eterna. Por eso no habían dado las dos menos cuarto cuando recogí mis cosas y advirtiendo que no iba a volver por la tarde, salí de la oficina. Mientras me acercaba a casa me iba poniendo cada vez más nervioso. Cuando llegué tuve que tocar el timbre para que me abriera.
Tardó en abrir la puerta y cuando lo hizo, me quedé paralizado al verla vestida con un coqueto uniforme de criada.
-Buenos días, señor. ¿Cómo le ha ido en la oficina?
Reconocí en seguida su juego y haciendo como si fuera algo cotidiano, dejé que me quitara la chaqueta. Cumpliendo a rajatabla su papel, Clara la colgó en un perchero y girándose hacía mí, me informó que la comida estaba lista y servilmente, me pidió que la acompañase. Al seguirla por el pasillo, me maravilló observar el movimiento de su culo mientras caminaba pero más aún la perfección de esas piernas izadas sobre unos gigantescos tacones de aguja.
“¡Qué buena está!” pensé al recalar en que de seguro había recortado la falda porque en ninguna casa normal permitirían que la sirvienta llevase esa minúscula minifalda.
Ya en el comedor, me obligó a sentarme en la mesa y desapareciendo por la puerta, entró en la cocina. Al volver con el primer plato, algo había cambiado: aprovechando su ida, se había desabrochado un par de botones de su camisa. Reconozco que lo que menos me apetecía era comer, lo que realmente deseaba era saltarla encima y tras despojarla de su indumentaria, follármela allí mismo. Mi chacha-secretaria llegó sonriendo y al servirme la sopa, posó su escote en mi cuello mientras decía:
-Señor, espero que le guste la sopa de almejas. Son mi especialidad.
Rozando sus pechos contra mí durante unos segundos consiguió que mi excitación creciera pero al darme la vuelta con la intención de comerle sus tetas, se separó de mí y se quedó parada mirando como tomaba la sopa. No pudiendo hacer otra cosa, la probé para descubrir que estaba deliciosa  y dirigiéndome a ella, alabé su plato diciendo:
-Señorita, es una de las sopas más ricas que he probado en la vida.
-¿En serio? ¡Me encanta que me lo diga!- contestó desabrochándose otro botón.
Al verla hacerlo, comprendí las normas de ese juego y continuando con las alabanzas, le solté:
-¡Está en su punto! Un sabor definido donde creo descubrir varias especias- al ver que su mano desprendía otro botón, seguí diciendo:- Azafrán, orégano, ajo…
Para el aquel entonces se había despojado de la blusa, dejándome admirar su torso desnudo donde únicamente el sujetador negro de encaje, evitaba que  tuviese una visión completa de sus pechos. Azuzada por mis piropos, llevó sus manos a sus pechos y acariciándolos por encima de la tela, pegó un gemido de placer. Entretanto, por debajo de mi bragueta, mi miembro ya había adquirido toda su dureza y deseando acelerar su extraño striptease, me terminé la sopa diciendo:
-Creo que voy a tener que agradecer de alguna manera al chef de semejante delicia.
Al escucharme, llevó sus manos a la espalda y con una sensualidad sin límites, se quitó el sostén. Sus pechos desnudos rebotaron arriba y abajo al acercarse a retirar el plato y  poniéndolos a escasos centímetros de mi boca, se quedó quieta esperando su recompensa. Asumiendo que era una insinuación, cogí por vez primera una de esas maravillas y sacando la lengua recorrí su rosada aureola mientras escuchaba a su dueña suspirar llena de deseo. Como era una carrera por etapas, estuve mamando unos segundos tras lo cual, mi criada volvió a dejarme solo.
Al retornar, se había deshecho de su falda y venía vestida únicamente con un tanga y unas medias a mitad de muslo que maximizaban el erotismo de la muchacha. El calor que se iba aglutinando en mi entrepierna me hizo desembarazarme de mi corbata y quitándomela, me abrí el cuello de la camisa.
-Si el señor tiene calor, puede irse poniendo cómodo- me espetó con voz sensual mientras se acercaba.
Comprendiendo que quería que yo también me fuera desnudando, contesté mientras me terminaba de desabrochar todos los botones:
-Si el segundo plato es un manjar como el primero, creo que tendré que contratar de por vida a la cocinera.
Clara pegó un grito de alegría al escuchar mi oferta y llegando hasta mí, dejó la vianda en la mesa quedándose pegada a mí. Con sus piernas rozando mi silla, me informó que debía dar yo el siguiente paso, por lo que, llevando mi mano hasta su trasero, le acaricié sus nalgas mientras le preguntaba qué era lo que me había preparado:
-Pechugas al champagne- contestó con la voz entrecortada.
Al venir el pollo desmenuzado, no tuve que cortar y aprovechando esa circunstancia, llevé un trozo a mi boca mientras mis dedos recorrían sin disimulo la raja de su culo.
-¡Delicioso!- exclamé sin mentir –dime como lo has preparado-
Satisfecha, Clara fue detallando la receta mientras mis yemas cada vez más confiadas le estaban acariciando el esfínter. Reconozco que fui un cabrón porque valiéndome de su entrega, metí una de mis yemas en su entrada trasera.  Ella al sentir mi intrusión, pegó un gemido pero no intentó separarse y continuó explicándome el proceso de cocción.  Satisfecho la dejé marchar cuando terminó y adoptando la misma postura, esperó mis alabanzas pero esta vez lo que hice fue al ir comiendo me iba quitando ropa.
Primero me quité los zapatos, luego la camisa y ya con el torso desnudo, le solté:
-Exquisitamente presentado, la rama de perejil encima de las cebollas cambray le dan un aire fresco.
Al escuchar mis palabras, se despojó del tanga y volviendo a la posición inicial, se me quedó mirando. Mientras me desabrochaba el pantalón, le dije:
-La nata de la salsa le ha dado un toque especial en consonancia con el resto del plato…- gimiendo descaradamente, separó sus rodillas y llevando una mano a su entrepierna, se empezó a masturbar mientras me oía – … ¡En resumen! ¡Un diez!
Mi valoración coincidió con su orgasmo y teniendo que cerrar sus piernas para evitar que el flujo corriera por sus piernas vino a recoger mi plato. Esta vez su recompensa consistió en llevar mi mano a su sexo y con dos dedos empezar a acariciarla. Estuve dos minutos recorriendo su vulva hasta que con el sudor cayendo por sus pechos y con el coño encharcado, mi sirvienta se quejó del calor que hacía. Comprendí lo que quería y quitándome el pantalón, me quedé solo en calzoncillos.
Satisfecha, se llevó la loza a la cocina y esta vez, volvió enseguida llevando un bote de crema montada entre sus manos. Muerto de risa, le pregunté que tenía de postre:
-Bizcocho de crema- respondió mientras se subía encima de la mesa.
Deseándolo probar, dejé que aposentara su trasero y se abriera de piernas, para acto seguido, decorar con crema su sexo. Con la espalda posada sobre el mantel y poniendo su bizcocho al alcance de mi paladar, suspiró al decirme:
-Señor, este es un plato para comérselo lentamente.
Tanteando el terreno cogí entre mis dedos un poco de nata y mientras me bajaba el calzón, alabé su textura. Clara dio un respingo al sentir que lo hacía y con piel de gallina, esperó en silencio mi siguiente paso. Agachándome entre sus muslos, acerqué mi boca a su sexo y sacando la lengua, fui recogiendo la crema de los bordes sin hablar. Mi sensual postre se estremeció al sentir mi cálido aliento tan cerca de su meta sin tocarla. Incrementando su deseo, acaricié sus nalgas mientras daba buena cuenta de la crema.
-¡Esplendido!- exclamé al probar el sabor dulzón de su sexo.

La mujer chilló dándome las gracias y separando aún más sus rodillas, facilitó mi incursión. Para entonces ya casi no quedaba crema y separando los pegajosos pliegues de su sexo, descubrí que su clítoris estaba totalmente hinchado. Sin perder el tiempo, recorrí con mi lengua su botón y al oír los gemidos de placer que emitía la muchacha, decidí mordisquearlo. Clara al experimentar la presión  de mis dientes, convulsionó sobre la mesa y pegando un alarido se corrió sonoramente. Sin darle tiempo a descansar, introduje un par de dedos en el interior de su sexo e iniciando un lento mete-saca, prolongué su orgasmo.

Para entonces, mi supuesta criada estaba desbordada por las sensaciones y sin parar de gritar, me preguntó si no prefería echar un poco de leche al postre. No me lo tuvo que aclarar, comprendí en seguida que me estaba pidiendo que la tomara. Complaciendo sus deseos, me levanté de la silla y cogiendo mi pene entre mis manos acerqué mi glande a su vulva.

-¡Señor! ¡Su bizcocho está a punto de quemarse!- gritó mientras se pellizcaba los pezones, ansiosa de que empezara.
Incrementando el morbo de la cría, jugueteé con su sexo durante unos antes de introducirme unos centímetros dentro de ella. Sus ojos me pedían que continuara, que la hiciera mujer de una vez, pero haciendo caso omiso a sus ruegos, proseguí tonteando en sus labios. Tal y como me esperaba, se corrió gritando, momento que aproveché para de una sólo golpe meterme por completo en su interior. Sin esperar a que se acostumbrara a tenerlo dentro, inicié un lento movimiento, sacando y metiendo mi falo en su cueva. Clara estaba como poseída, clavando sus uñas en mi espalda, me abrazaba con sus piernas, intentando que acelerara mis incursiones, pero reteniéndome seguí al mismo ritmo.
-¿Está listo mi postre?-, le pregunté siguiendo el juego,- o ¿Necesita que lo siga orneando?-.
Se la veía desesperada, quería recuperar el tiempo perdido y agarrándose a los bordes de la mesa, se retorcía llorando de placer. Mi propia excitación me dominó y poniendo sus piernas en mis hombros forcé su entrada con mi pene. Esa nueva posición hizo que mi glande chocara contra la pared de su vagina y entonces, al sentir mis huevos rebotando contra su cuerpo, se puso a gritar desesperada. Su pasión se desbordó y ya sin disimulo, me pedía que siguiera follándomela dejando su papel de criada y de sensual postre a un  lado.  Convencido que esa iba a ser la primera vez de muchas, incrementé la velocidad de mis arremetidas mientras recogía entre mis manos sus pechos.
-¡Tienes una tetas maravillosas!- exclamé pellizcando sus pezones.
-¡Son todas tuyas!- berreó como posesa.
Con sus caderas convertidas en un torbellino, buscó mi placer mientras su cuerpo  se estremecía sobre el mantel. Su enésimo orgasmo fue brutal y mientras se mordía los labios, me pidió que me derramara en su interior.  La niña tímida había desaparecido totalmente, y en su lugar apareció una hembra ansiosa de ser tomada que pegando alaridos, intentaba calmar su calentura.Entonces cuando me di cuenta que no iba a poder aguantar mucho más, y apoyando mis manos en sus hombros forcé mi penetración, mientras me licuaba en su interior. En intensas erupciones, mi pene se vació en su cueva, consiguiendo que la muchacha se corriera a la vez, de forma que juntos cabalgamos hacia el clímax.
Cansado y agotado, me desplome sobre ella y así permanecimos unidos durante un tiempo. Ya recuperado, la cogí entre mis brazos y la llevé hasta mi cama. Tras depositarla en el colchón, me tumbé a su lado  y por primera vez, la besé en sus labios.
-No te he dicho que me encantan las piernas de mi chacha.
Sonriendo, contestó:
-Señor, no se preocupe. La zorra de su secretaria ya me lo contó, solo espero que cuando se la folle en la oficina, siga teniendo fuerzas para repetir en casa.
Descojonado y a la vez ilusionado de que la muchacha quisiera prolongar en el tiempo ese duplo de funciones, le pregunté:
-Por cierto, ¿No tendrás otras Claras que presentarme?
Muerta de risa y mientras trataba de reanimar mi pene entre sus manos, me contestó:
-Somos muchas: Hay una estricta policía, una profesora masoquista e incluso una beata que está deseando ser convertida en puta.
Solté una carcajada al oírla y deseando conocer sus otras facetas, me callé para concentrarme en la mamada que en ese momento, mi Clara-sirvienta, me  estaba obsequiando.

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

Relato erótico: “¡Qué culo tiene esa mujer!: La esposa de un amigo” (POR GOLFO Y VIRGEN JAROCHA)

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Este relato lo hemos escrito entre Virgen jarocha y yo. La coautora ha decidido premiaros con otra foto suya. El resto de las imágenes del relato son de una modelo.

Si quereis agradecerle a esta preciosidad, tanto su relato como su foto, escribirla a:
virgenjarocha@hotmail.com
Lo conocía desde niño porque aunque yo había nacido en España, ambos crecimos en Martínez de la Torre, un pequeño pueblo de Veracruz. Y ahora el hecho de que esté muerto, no afecta a que considere que Alberto era un buenazo. Como amigo no había otro igual. Cariñoso, atento, divertido. Si tenía un problema, era el primero en acudir en tu ayuda. Pero siendo una persona maravillosa, tenía un problema:
“¡Era un auténtico desastre!”
Siendo un tipo inteligente y trabajador, era también derrochador a extremos impensables. Tal y como le entraba dinero, se lo gastaba. Nunca pensó en el mañana hasta el día en que le diagnosticaron cáncer, pero entonces era tarde.
Mientras estaba sano, con su salario bastaba para dar a su mujer un más que digno tren de vida. Linda había nacido en una familia acomodada, dueña de una planta de jugos cítricos pero que desgraciadamente había quebrado. Sabiendo de la manera que había sido educada, se ocupó de que a ella no le faltase de nada: si quería un vestido, iba a una tienda y se lo compraba. Si perdía el celular, le conseguía el último modelo. En pocas palabras la trató como una reina pero malgastando el resto en copas y putas. Por eso cuando cayó enfermo, vivía de alquiler y su cuenta corriente estaba en números rojos.
Todavía recuerdo el sábado en que fui a verle a la clínica. Fue duro contemplarlo conectado a todos esos aparatos. Del hombre vital y divertido solo quedaba una cascara de piel y huesos. Al entrar en su habitación, me pidió que me acercara y tomando mi mano entre las suyas, me confesó que estaba acojonado.
-Te comprendo- contesté pensando que se refería a la parca. Morirse a los treinta años es una putada.
Mi amigo se percató de cómo le había interpretado y susurrando para que nadie lo oyera, me sacó de mi error.
-No me preocupa el palmarla. Lo que me trae jodido es dejar a Linda sin un peso- y haciéndome una confidencia, me dijo: –  Mi vida no me importa pero no sé qué va a ser de ella.
Tratando de quitar hierro al asunto, contesté en plan de guasa que valía más muerto que vivo porque cuando falleciera su mujer cobraría la pensión de viudez. 
-Ese es el problema. No he cotizado los años suficientes y con lo que le va a quedar no puede pagarse ni un mísero cuartucho- respondió casi llorando.
Ver como sufría por el destino de su mujer no fue plato de buen gusto y actuando como un verdadero irresponsable, le solté:
-Alberto, como sabes mi situación económica es buena. Me comprometo en buscarle un trabajo con el que pueda sobrevivir holgadamente.
Mis palabras lejos de tranquilizarle, le alteraron más y levantando el tono de voz, me explicó que su mujer nunca había trabajado fuera de casa y aunque era una buena cocinera, no la veía trabajando en un restaurante.
Me debí de haber mordido un huevo en ese instante pero ya lanzado, le ofrecí que podría darle trabajo yo mismo:
-Ya sabes tengo en el pueblo una vieja hacienda y me vendría bien tener alguien de confianza que  se ocupara de mantenerlo. Los guardeses de toda la vida se han jubilado y por eso vengo poco al no tener nadie que me cocine. ¡Me haría un favor!.  
Al oírme se agarró a mi oferta como a un clavo ardiendo y me hizo jurar que lo haría. Si vivo no hubiera jamás defraudado a ese amigo, en la antesala de su muerte ve vi incapaz de hacerlo y sin saber en el lio que me estaba metiendo, le prometí que cumpliría con la palabra dada. En ese momento no fui consciente que desde el sillón, la aludida no se había perdido nuestra conversación pero al cabo de una hora cuando ya me iba, se acercó a mí y dándome las gracias, me preguntó cuándo tenía que ponerse a trabajar.
Sabiendo su mala situación, contesté:
-Considérate contratada desde ahora mismo- y cogiéndola del brazo, susurré a su oído: -Yo solo vengo los fines de semana pero si es demasiado apresurado, cuida a tu marido y si desgraciadamente fallece, ya tendrás tiempo de empezar a trabajar cuando te recuperes.
La mujer se quedó pensando durante unos segundos sobre que le convenía y tras meditarlo, preguntó:
-¿El puesto incluye la casa donde vivían “los jarochos”?
Supe que se refería a un pequeño pabellón que se hallaba en un extremo de la finca. Aunque tenía pensado convertir ese cobertizo en un garaje y viendo por donde iban los tiros de esa mujer, contesté:
-Está muy deteriorada pero si la necesitas, podrías vivir allí.
Incapaz de mirarme a la cara, me respondió:
-Ve vendría bien porque como le ha dicho mi marido, andamos justos y si me presta esa casa, no tendría que pagar alquiler.
-Por mí, no hay problema- 
-Entonces, D. Manuel: Me gustaría entrar de inmediato porque “La Floresta” está a cinco minutos del hospital y podría cuidar de Alberto sin problemas.
Me di cuenta que me estaba hablando de Usted. Y comprendiendo que era la forma correcta de dirigirse a mí ya que iba a pasar a formar parte de mi servicio, decidí dejar para otro día el corregirla. Me sonaba raro que esa mujer que conocía desde cría no me tuteara pero como era una tontería, le estreché su mano cerrando el acuerdo.
Linda se traslada a vivir a “La Floresta”
Todavía no os he explicado que aunque siempre me refería a la propiedad familiar como el casón, en realidad era una finca de diez hectáreas sita en mitad del pueblo. Entre sus muros de piedra, además de la vivienda de los señores y de la casa de los guardeses había una piscina, un jardín descomunal y una gran huerta. Fue mi padre el que viendo que le sobraba terreno quien decidió vallar una parte para producir hortalizas. Desgraciadamente, al vivir yo en Veracruz, la había dejado caer y por aquellas fechas, no era más que un criadero de malas hierbas.
Volviendo a la historia que os estaba contando. Esa noche cené con unos conocidos y se me pasaron las copas. En pocas palabras, llegué con un pedo a casa de los de órdago. Por eso a la mañana siguiente, cuando tocaron el timbre de la puerta, me levanté sobresaltado y con un enorme dolor de cabeza.
“¡Quien coño será a estar horas! ¡Un sábado!” pensé al ver que mi reloj marcaba las nueve.
Cabreado, me puse una bata y descalzo, bajé a abrir a la inoportuna visita. Fue al ver a la esposa de mi amigo en la puerta, cuando recordé que el día anterior la había contratado. La enorme maleta que traía me hizo saber que Linda venía para quedarse, por lo que dejándola pasar le pedí que me diera quince minutos para enseñarle la casa.
-No me esperaba que vinieras tan temprano- dije a modo de disculpa- me cambio y bajo.
-Por mí no se preocupe, Don Manuel- contestó mirando a su alrededor.
Consciente del desorden, traté de excusar el deplorable estado, diciendo:
-Me da vergüenza que veas tanta mierda pero desde que se jubilaron los jarochos, nadie se ocupa.
-Para eso estoy yo, vaya a ducharse que mientras tanto veré que puedo hacer.
Descojonado porque mi nueva guardesa me mandara a la ducha, subí la escalera y me metí en el baño. Fue bajo el agua cuando me dio que pensar si había hecho bien en contratar a esa muchacha. Aunque fuera la esposa de mi amigo, no dejaba por ello de tener veinticinco años y conociendo la mala leche que se gastaban en el pueblo para inventar un chisme, temí que una vez muerto su marido su reputación quedara en entredicho. Por otra parte, estaba acostumbrado a traerme a mis conquistas de una noche a casa y teniéndola a ella ahí, ninguna de las          del pueblo se atrevería a aceptar por aquello del qué dirán. Esa fue la primera vez que me percaté que su presencia iba a cambiar mi modo de vida, pero como le había dado mi palabra, decidí que si surgían problemas, tendría tiempo posteriormente de tomar medidas.
Ya vestido, bajé a buscarla. Linda había decidido ponerse manos a la obra y por eso cuando la encontré limpiando la cocina, no solo me había preparado el desayuno sino que incluso había echado mi ropa a lavar. Cuando entré en la habitación, mi empleada estaba subida a una escalera tratando de quitar la roña de un estante. La forzada posición me permitió valorar las piernas de esa mujer.
“Está buena la condenada” pensé y disimulando mientras me servía un café, di un buen repaso a su anatomía.
Ajena a ser objeto de mi examen, la muchacha parecía contenta e intentando que siguiera obsequiándome gratis la visión de ese par de muslos, me senté en silencio.
“¡Menudo culo!” valoré desde mi silla. Nunca me había fijado en que la esposa de Alberto tenía un trasero digno de museo. Dos nalgas duras y bien puestas hacían a  esa parte de su cuerpo muy deseable. 
El sentir que mi pene se ponía erecto bajo el pantalón hizo me avergonzara de mi actitud y dejando a un lado esos pensamientos, le dije si quería visitar la casa. Aunque me resultó raro, Linda se mostró encantada de acompañarme.
Cómo la casa es enorme, le pregunté por donde quería empezar:
-Si no le importa, me gustaría dejar la maleta en mi cuarto.
Sonará mal pero agradecí su deseo porque de esa forma vería antes ese sucio cobertizo antes que el resto y no al revés, de forma que no le resultará tan deprimente en relación con donde yo vivía porque aunque no había entrado en los últimos tres años, me constaba que era una mierda. Mis peores augurios se confirmaron nada más entrar, porque al abrir la puerta me encontré con que una parte del techo se había caído, haciéndolo inhabitable.
Si mi cara fue de espanto, la de Linda no se quedó atrás y llorando me explicó que esa mañana había hablado con su casero y le había dicho que en una semana, le dejaba el apartamento que estaba alquilando. Viendo la desolación de su rostro, cometí otra idiotez y con visos de se tranquilizara, le ofrecí quedarse en la casa grande mientras mandaba arreglar esa mazmorra.
-¿Está usted seguro?- preguntó aliviada.
-Por supuesto, aquí no hay quien viva- comenté y haciéndome el bueno, dije: -El casón es demasiado grande para mí solo, no me importa que te quedes ahí mientras consigo que alguien repare el techo y adecente el resto.
La mujer de mi amigo recibió mi oferta con tamaña felicidad que solo el hecho de ser yo un antiguo conocido, evitó que me lo agradeciera besando mis manos. Su gratitud me hizo valorar en su justa medida las dificultades de ese matrimonio y suponiendo que sería cuestión  de un par de meses, no vi problema en ello.
Fue cuando le mostré la habitación de invitados que estaba al lado de la mía cuando percibí la exacta dimensión de mi propuesta, ya que como era una casa antigua tendría que compartir con ella mi baño. Mis padres al remodelarla habían colocado el servicio con entrada a ambos cuartos, de manera que tendría que cerrar la puerta de interconexión para mantener mi privacidad. Reconozco que no dije nada porque me parecía clasismo de la peor especie pero habituado a vivir solo, la perspectiva de que alguien usara mi misma ducha no me hizo ni puñetera gracia.
En cambio, Linda estaba ilusionada porque no en vano al lado del pequeño piso que compartía con su marido, mi herencia le parecía un palacio. Tras dejar su maleta en la habitación, le enseñé el resto de la vivienda mientras en mi fuero interno me iba encabronando conmigo mismo.
“¡Seré idiota!” mascullé para mí al terminar y para tranquilizarme decidí salir a dar una vuelta.
Ya me iba cuando me preguntó si iba a volver a comer:
-No, gracias- contesté aunque no era cierto que había quedado.
Mentir de esa forma tan absurda, me sacó de las casillas y por eso nada más entrar en mi coche arranqué y salí huyendo sin rumbo fijo. No podía concebir que a mis treinta y cinco años hubiese mentido para no reconocer que prefería estar solo. Durante dos horas estuve dando vueltas por la sierra y sintiendo hambre me paré a comer en un bar de carretera.
La mala suerte me hizo entrar en un sitio penoso, la comida era una mierda por lo que dejé la mitad en mi plato. Al volver a mi casa, no vi a Linda y creyendo que debía estar limpiando otra zona de la casa, no le di importancia y me fui directamente a mi cuarto. Como tantas veces, estaba abriendo la puerta que daba al baño cuando escuché el ruido del agua de la ducha. Cortado la cerré y me tumbé en la cama.
A partir de ahí, reconozco mi culpa. Que la mujer de mi amigo se estuviera bañando a escasos metros me hizo recordar la maravilla de piernas con las que la naturaleza le había dotado y comportándome como un cerdo, decidí beneficiarme de esa circunstancia. Cómo ya os expliqué, la casa era antigua y por lo tanto sus puertas. Por lo que aprovechando el ojo de la cerradura, me agaché para espiarla. Lo primero que vi fue a sus pantaletas y a su brasier colocados en el lavabo. Saber que Linda estaba desnuda, fue suficiente para que mi pene saliera de su letargo. Juro que ya estaba excitado aun antes de ver su silueta a través de la mampara transparente de la ducha. Como si fuera una película porno, disfruté del modo tan sensual con el que se enjabonaba.
Si sus piernas eran espectaculares qué decir de los pechos que descubrí espiando. Grandes, duros e hinchados eran los mejores que había visto hasta entonces y ya sin ningún recato me desabroché la bragueta y sacando mi miembro me puse a masturbarme en su honor.
-¡Qué maravilla!- exclamé en voz baja al darse la vuelta y comprobar tanto los negros pezones que decoraban sus tetas como el cuidado coño que esa mujer lucia entre sus piernas.
Desde mi puesto de observación, me sorprendió no solo el tamaño de sus pitones sino también la exquisita belleza del resto de su cuerpo y por ende, desde ese momento envidié a mi amigo. 
“¡Joder! ¡Cómo se lo tenía escondido!”, pensé recordando que Alberto nunca había hecho mención del bellezón que tenía en su cama.
Me quedé con la boca abierta cuando la mujer separó sus piernas para enjabonarse la ingle, permitiendo que mi vista se recreara en su vulva. Linda llevaba el coño completamente depilado, lo que lo hacía extrañamente atractivo. Educado a la vieja usanza, me gustaba el pelo en el chocho pero os tengo que reconocer que mi respiración se aceleró al contemplar esa maravilla.
Si no llega a ser imposible, por el modo tan lento y sensual con el que se enjabonaba, hubiese supuesto que se estaba exhibiendo y que lo que realmente quería esa mujer era ponerme cachondo. Completamente absorto mirándola, me masturbé con más fuerza al admirar con detalle todos sus movimientos.  Para el aquel entonces, deseaba ser yo quien la enjabonara y recorrer de esta forma todo su cuerpo. Me imaginaba siendo yo quien  estuviera palpando sus pechos, acariciando su espalda pero sobre todo lamiendo su sexo. Pero la gota que derramó el vaso y que provocó que mi pene explotara, fue verla inclinarse a recoger el jabón que había resbalado de sus manos. Al hacerlo, me permitió maravillarme nuevamente con su culo y descubrir entre sus nalgas, su rosado y virginal esfínter. Imaginarme siendo yo quien desvirgara  la entrada trasera de la esposa de mi amigo, me terminó de excitar y descargando mi simiente sobre la alfombra, me corrí en silencio.
Temiendo que descubriera las manchas blancas y comprendiera que la había estado espiando, las limpié tras lo cual, bajé al salón, intentando olvidar su silueta mojada. Cosa que me resultó imposible, su piel desnuda se había grabado en mi mente y ya jamás se desvanecería. Esa tarde, Linda se fue a visitar a su marido al hospital, lo que me dio la oportunidad de revisar su habitación. Sé que fue algo inmoral pero esa mujer me tenía obsesionado y por eso cuando la vi marchar, esperé diez minutos antes de entrar.
Lo primero que hice fue asegurarme de que no me sorprendiera y por eso atranqué la puerta de entrada a la casa antes de introducirme como un voyeur en el cuarto donde iba a dormir. Ya una vez dentro, abrí su armario donde descubrí otra muestra más de lo mal que lo estaba pasando esa pareja. Había mucha ropa pero toda vieja. Se notaba que llevaba años sin comprarse ningún trapo. Pero lo que realmente me dejó encantado, fue descubrir en un cajón su colección de tangas. Tangas enanos y casi transparentes. Solo con imaginarme a esa belleza con esas prendas hicieron que volara mi imaginación. Me vi separando esos dos cachetes e introduciendo mi lengua en su interior.
Pero lo mejor llegó al final.  Al revisar su mesilla de noche, me encontré con que Linda tenía compañía por las noches. Daba igual que su marido estuviera postrado desde hace meses en una cama, su querida esposa aliviaba su ausencia con un enorme consolador.
“¡Joder con la mujercita de Alberto!” pensé mientras olisqueaba el aparato.
Fue entonces cuando descubrí que estaba recién usado. Todavía conservaba rastros de humedad y el olor dulzón que desprendía, era inconfundible.
-¡Se acaba de masturbar!- exclamé en voz alta, claramente excitado.
Colocando todo en su lugar, tuve que irme al baño a pajearme y mientras liberaba mi tensión, decidí que de algún modo ese culo sería mío. Aprovechándome de su situación económica y de que a buen seguro, debía llevar meses sin que su marido se la follara, esa mujer quisiera o no pasaría por mi cama. Intentaría primero seducirla pero si resultaba imposible, usaría todo tipo de malas artes para conseguir follármela.
El tiempo que transcurrió hasta su vuelta, lo usé para planear mis siguientes pasos y por eso nada más cruzar la puerta, le pregunté cómo seguía Alberto. Linda se echó a llorar al oírme preguntar por su marido y con lágrimas en los ojos, me contestó:
-Muy mal. Los médicos me han explicado que no le queda más de un mes-
Exagerando la pena que me produjeron sus palabras, la abracé y acariciando su pelo, le dije:
-Lo voy a echar de menos.
Su esposa se dejó consolar durante cinco minutos, sollozando contra mi hombro. Actuando como un buen amigo, actué como paño de lágrimas cuando realmente al sentir su cuerpo contra el mío, no podía dejar de pensar en cómo sería tenerla entre mis piernas. Cuando comprobé que se había tranquilizado, me separé de ella y valiéndome de su dolor, le pregunté porque no salíamos a cenar fuera.
-No estás de humor de cocinar- insistí cuando ella se negó.
-Te juro que no me importa y mira con que fachas voy.
Su respuesta para nada rotunda, me dio ánimos y con voz tierna, le contesté:
-No aceptaré un no. Te espero mientras te cambias.
Dando su brazo a torcer, se metió en su habitación. Satisfecho por esa primera escaramuza ganada, me entretuve pensando donde llevarla. Si íbamos a cualquier lugar del pueblo, su salida nocturna podría crear un chisme pero si la sacaba a otro lugar, podría mosquearse. Por eso, mientras la esperaba, decidí que fuera ella quien tomara la decisión. No me extrañó al verla bajar que esa mujer viniera vestida de forma recatada. Ataviada con un traje gris horrendo, podía pasar perfectamente por una feligresa yendo a un servicio religioso.
“¡Qué desperdicio!” pensé al verla.
Aun así, ese disfraz de monja no pudo ocultar a mis ojos, la rotundidad de sus formas. Su culo grande y duro se rebelaba a quedar enterrado bajo la gruesa falda. Valorando en su justa medida el espécimen que me iba a acompañar a cenar, galantemente, le cedí el paso. Linda me agradeció el gesto con una sonrisa y preguntó dónde íbamos.  Tardé en responder porque mi mente divagaba en ese momento sobre cómo y cuándo atacarla pero cuando ella insistió, contesté:
-¿Te parece que vayamos a Papantla?-
Salir del oprimente ambiente de nuestro pueblo le pareció una buena idea por lo que enfilando la carretera, nos hicimos los veinte kilómetros que nos separaban de ese lugar. Ya dentro del casco urbano, me dirigí  a un coqueto restaurante donde solía llevar a mis conquistas.
-¿Conoces esta fonda?- pregunté mientras le abría la puerta.
La muchacha negó con la cabeza y con paso asustadizo dejó que el Maître nos llevara a nuestra mesa, donde una vez estábamos solos, me soltó:
-¿Por qué no vamos a otro sitio? Esté es muy caro.
Comprendí los reparos de Linda y sin darle mayor importancia, le contesté:
-Por eso no te preocupes. Tú te mereces todo esto y más.
Mi piropo diluyó sus reticencias y por eso cuando llegó el camarero con el vino, no puso inconveniente en que le sirviera una copa. Durante la cena, la rubia se relajó y sin darse cuenta, comenzó a beber más de la cuenta. Tras el vino y la cena, vinieron tres cubalibres, de forma que al salir del restaurante, la mujer ya iba más que entonada. Viendo en su ingesta etílica una más que plausible oportunidad de que la esposa de Alberto hiciera una tontería, le pregunté si quería tomar una copa en otro antro.
-Solo una- contestó ya con problemas de articular las palabras.
Esa fue la primera y tras ella vinieron otras dos, por lo que ya bien entrada la noche, me confesó que estaba aterrada por su futuro y que me daba gracias por acogerla bajo mi brazo. Comportándose como el típico ebrio, me abrazaba mientras me decía que me debía la vida y que contara con ella para todo.
“¡Si tú supieras para lo que te quiero!” pensé en silencio mientras pagaba.
Durante el viaje de vuelta, Linda se quedó dormida de la borrachera que llevaba y por eso al llegar a casa, la sujeté por debajo de sus brazos y subiendo por las escaleras, la llevé hasta su cuarto. Una vez allí, la dejé caer sobre la cama. Absolutamente  inconsciente, se quedó en la misma postura en que cayó. Su falda se le había enroscado permitiendo que mis ojos se recrearan en esas piernas morenas y macizas.   Dicha imagen me impactó porque ajena a mi examen, mi nueva empleada me mostraba su trasero casi desnudo y digo casi porque solo  la tira de la tanga enterrada entre sus cachetes, evitaba que lo contemplara por completo.
Sentándome en un sillón frente a su cama, me la quedé mirando. La tentación de tocar las maravillosas tetas que había visto en el baño era demasiado fuerte y tras cinco minutos donde debatí sobre qué hacer, me animé a mí mismo pensando que si lo hacía con cuidado nadie se iba a enterar. Queriendo comprobar su verdadero estado, me acerque a ella y le propiné unos suaves cachetes en la cara.
“¡Está grogui!” confirmé al ver que no se enteraba.
Sin pensármelo dos veces, le fui desabrochando la camisa botón a botón. Cuanto más la abría, más excitado me sentía al comprobar en persona las dos maravillas con las que le había dotado la naturaleza. Cuando ya tenía la blusa totalmente desabotonada, me deleité tocando esas tetas que me tenían obsesionado. Actuando como un drogata al que la primera dosis no le sabe a nada, llevé mi boca hasta sus pezones y me puse a mordisquearlos. Mis maniobras pasaron totalmente desapercibidas por mi victima que como en trance seguía durmiendo la mona.
Ya  para entonces estaba dominado por la lujuria y moviéndola sobre el colchón, la puse boca arriba y con sus piernas separadas. Solo la breve tela de su tanga me separaba de su sexo y por eso, con cuidado de no despertarla, se lo fui bajando hasta sacársela por los pies. Nuevamente comprobé in situ lo que ya había avizorado a través de la cerradura.
“Menudo coño tiene la zorra” sentencié al contemplarlo.
 
Completamente depilado, no había pelos que me impidieran observar tamaña belleza y actuando como un cerdo, pasé uno de mis dedos por la rajita que tenía a mi entera disposición. Me resultó sorprendente encontrarme que estaba mojado y por eso me fijé si en su cara había algún rastro de que se estuviera enterando de en esos momentos me estaba sobrepasando con ella. Pero todo me revelaba  que seguía sumida en un sopor intenso por lo que agachando mi cabeza entre sus muslos, pasé mi lengua por sus pliegues.
“¡Qué rico está!” me dije mentalmente y ya más confiado me puse a mordisquear su clítoris. Su sabor a hembra insatisfecha inundó mis papilas por lo que totalmente excitado, me entretuve comiéndole el chocho hasta que bajo mi pantalón, mi pene me pidió más.
El calentón que recorría mis entrañas era tal que hasta me dolía de lo duro que lo tenía. Sin poderme retener, me bajé los pantalones y sacando mi polla de su encierro, me puse a juguetear con ese sexo. La humedad que anegaba esa preciosidad facilitó mi penetración y suavemente, se la ensarté hasta el fondo. Estaba follándomela cuando me percaté que debía de aprovechar aún más esa feliz circunstancia y sacándola muy a mi pesar, me fui a mi cuarto a por mi celular.
Con él en mi mano, le empecé a sacar fotos de las chichis y del espléndido coño de la cría y no contento con ello, realicé varias poniendo mi glande en su boca, como si me lo estuviera mamando. Acto seguido, le separé las rodillas y metiéndome entre sus muslos, inmortalicé el modo en que mi pene se iba haciendo dueño de su interior. En ese momento, Linda suspiró por lo que me quedé petrificado pensando que se había despertado y que iba a descubrirme violándola, pero todavía hoy doy gracias por que fue solo un susto y la esposa de mi amigo seguía roncando su borrachera. A pesar de ello, os tengo que reconocer que mi corazón a mil y sin moverme esperé unos segundos.
“¿Te imaginas que se despierta y me pilla con mi verga dentro de ella?” balbuceé mentalmente asustado.
Al cabo del tiempo y viendo que no se movía, empecé a moverme lentamente penetrando su interior con mi forastero. Lo estrecho de su conducto y mi calentura hicieron el resto y al cabo de cinco minutos, comprendí que iba a correrme. No queriendo dejar rastro, la saqué y eyaculé sobre sus piernas.
Entonces saciado y aunque deseaba repetir, preferí dejar eso para otro día y limpiando los restos sobre su piel, eliminé toda evidencia de mi paso por su cama. Ya estaba casi en la puerta cuando recordé que no le había puesto el tanga, por lo que retrocediendo unos pasos, cogí su braguita. Desgraciadamente para ella, me acordé de su consolador y pensando en el día después, decidí que si amanecía con él en sus manos, cualquier escozor en su coño lo atribuiría a que borracha lo había usado.
Improvisando sobre la marcha, se lo clavé hasta el fondo para que tuviera rastros de su flujo y dejándolo sobre el colchón, lo encendí a nivel mínimo.
“En dos o tres horas, ese zumbido la despertará y creerá que es eso lo que ha sucedido”.
Muerto de risa, cerré su habitación y me fui a mi cama. Ni que decir tiene que cogiendo las fotos que había hecho, las mandé a mi email para que estuvieran a buen recaudo, tras lo cual, las borré y me quedé dormido.
Reconozco que soy un aprovechado…
Esa mañana me desperté temprano y al ir a desayunar, me topé con Linda en la escalera. Olvidándose de que era domingo, esa mujer estaba lavando los escalones agachada, lo que me permitió dar un completo repaso a su escote.
“Esta tía tiene mas que un polvo” me dije recordando cómo había abusado de ella la víspera.
La validación de que no recordaba nada de lo ocurrido, me llegó al oírla saludarme alegremente y diciéndome que tenía el desayuno preparado. Mi tranquilidad se hizo total al reírse de la borrachera que se había pillado y preguntarme como había llegado hasta su cuarto.
Obviamente, le mentí:
-Dando eses-
Mi respuesta le satisfizo y levantándose del suelo, se fue a calentarme el café sin saber que al mirar su culo por el pasillo, era otra cosa a lo que le había elevado su temperatura. Desgraciadamente, después de tomármelo, me tuve que despedir de ella porque al medio día tenía un compromiso.
-¿Cuándo volverás? – me preguntó con tono apenado.
-El viernes- respondí sin caer en que me había tuteado otra vez.
Ya en el coche, estuve a punto de darme la vuelta pero asumiendo que si quería convertir a esa mujer en mi amante, debía ser una labor de zapa. Lentamente iría cerrando su mundo hasta que no tuviera más remedio que abrirse de piernas. A partir de ese momento, no pude sacármela de la cabeza. Los días encerrado en mi despacho no hicieron mas que avivar la necesidad que tenía de volvérsela a meter.
El viernes nada más llegar a mi oficina, la llamé para confirmarle que llegaba a comer. La mujer se mostró encantada con el detalle de que la hubiese avisado y cruzando un límite hasta entonces impensable, me comentó:
-Te he echado de menos. Sin ti no tengo a nadie con quien hablar.
Su confesión me dejó perplejo y sin saber que contestar, quedé con ella a la tres.
-Te esperaré con la mesa puesta-
Mientras conducía hacia el pueblo, me fui calentando. Necesitaba a esa mujer. Aunque la conocía desde niña, nunca me fijé en ella como en una hembra a la que echar mi lazo y por eso ahora estaba descolocado.
-Joder, es solo un coño- grité aprovechando de que iba solo en mi coche.
Pero algo me decía en  mi interior, que si conseguía llevármela a la cama, difícilmente la dejaría irse.
-Me la follo y si te he visto no me acuerdo- sentencié sin llegármelo a creer.
Al llegar a “la Floresta”, estaba temblando como un puñetero crío ante su primer cita. No sabía lo que me esperaba después de ese desliz verbal de la mujer de mi amigo y por eso saludé discretamente desde la puerta.
Linda contestó que estaba en la cocina. Siguiendo su voz, entré en la habitación y me la encontré preparando la comida. Alucinado me la quedé mirando. El calor que desprendían los fuegos, había elevado la temperatura del ambiente y el sudor de su cuerpo hacía que se le pegara la blusa contra el pecho.  La sensualidad de la escena se magnificaba por acción de sus pezones que grandes y duros se marcaban bajo la tela. Me consta de que ella adivinó mis pensamientos al pillarme fijamente observando ese par de maravillas desde la puerta pero lejos de asustarse o de cortarse, me sonrió.
“¡Dios! ¡La tumbaría sobre la mesa!” me dije tratando de retener mis instintos.
Fue la esposa de Alberto quien tuvo que romper el silencio incómodo que se instaló entre nosotros, pidiéndome que me sentara a la mesa. Desde mi silla contemplé a esa mujer, servirme la sopa mientras dejaba que mis ojos se recrearan nuevamente en su escote. Os juro que si llego a tener el valor que hacía falta, me hubiese lanzado a su cuello pero en vez de ello me tuve que conformar con la cuchara. Sabía que Linda estaba jugando conmigo y que dicho cambio de debía deber a algo y por eso, tanteando el terreno, le comenté que yo también le había echado de menos.
Sentándose a la mesa, se puso a comer sin dejar de tontear conmigo de manera que en el postre, ya sabía que iba a pedirme algo. Primero me contó que su marido estaba de mal en peor y que los médicos le habían desahuciado, para acto seguido explicarme que esa mañana al ir a recoger sus cosas a su antiguo piso, el propietario le avisó que tenía dos meses impagados.
-¿Cuánto es?- pregunté.
-Quince mil pesos- y yendo directamente al grano, me rogó que se los prestara pidiéndome que se lo retuviera de su salario.
-Por eso no te preocupes, ya hallaré el modo de cobrarme- solté como si nada.
Entonces la boba sin pensar en mis palabras me abrazó y me dio un beso en la mejilla, momento que aproveché para darle un buen meneo a su trasero.
-¡Qué haces!- protestó al sentir mis manos recorriendo sus nalgas.
-Tomar un anticipo- dije sin soltarla.
La mujer espantada por mi actitud, se rebeló un poco pero viendo que no avanzaba más allá, dejó que magreara su culo durante un minuto, tras lo cual indignada, salió de la habitación.  Solté una carcajada al verla irse y sacando el dinero de mi cartera, lo dejé encima de la mesa. Había levantado mis cartas y ya no me podría echar atrás. De lo que hiciera esa mujer en una hora, iba a depender no solo que me la pudiera tirar sino incluso mi reputación porque un escándalo haría insoportable mis fines de semana en ese lugar.
Dando tiempo para qué pensará, salí al jardín y mientras lo recorría, comprendí que necesitaba unos mayores cuidados. Al volver a casa, Linda no estaba pero el dinero había desaparecido y temiendo que se hubiese ido definitivamente, entré en su cuarto. Al descubrir su ropa en el armario, sonreí al saber que esa mujer había firmado su sentencia.
¡No tardaría en venir ronroneando hasta mi cama!
Decidido a hacerme con las riendas de su vida, llamé al doctor Heredia, el medico que trataba a Alberto en la clínica. Tras presentarme, me reconoció como el viejo amigo de su paciente e interesándome por él, le pregunté por cómo iba el tratamiento del enfermo.
-Mal- respondió- en este hospital poco podemos hacer. He recomendado a su mujer que se lo lleven a una clínica privada donde puedan darle cuidados paliativos. No va a mejorar pero al menos no seguiría sufriendo.
-Y ¿Qué le ha contestado?.
-La pobre me confesó que no tenía dinero para hacerlo.
-¿Cuánto costaría?- pregunté interesado.
-Unos noventa mil-
La cifra era importante pero afortunadamente no era descabellado y por eso tras pensármelo dos veces, le informé que yo me haría cargo pero que le exigía confidencialidad, nadie debía de saberlo. El médico se quedó extrañado pero viendo que era lo mejor para Alberto, aceptó mi explicación. Haciéndome el buen amigo, justifiqué mi decisión en la amistad que me unía con su paciente. Una vez arreglado ese pequeño pero caro detalle, me tumbé en el sofá del salón y puse la tele.
¡Solo me quedaba esperar!
A las ocho y media de la tarde, Linda llegó hecha una energúmena y nada más soltar el bolso, vino a encararse conmigo:
-¿Quién coño te crees para organizarme la vida?
Se la notaba francamente alterada y por eso esperé que soltara toda clase de improperios de su boca y al terminar, sin dejar de mirar la tele, le respondí:
-¿Te refieres a evitar que tu marido siga sufriendo? ¿Quieres que llame a doctor para retirar mi oferta?
Tal como había previsto, fue incapaz de pedirme tal cosa y con lágrimas en los ojos, me preguntó:
-¿Qué quieres a cambio?
Solté una carcajada y levantándome, fui hacía ella. Me encantó ver como temblaba al conocer de antemano mis intenciones. Ya a su lado, la cogí de la cintura y dándole un beso no deseado, contesté:
-Ya lo sabes.
Destrozada, salió corriendo de la habitación mientras oía desde el pasillo mi risa. Cualquier otro hubiese tomado posesión de su propiedad en ese momento pero yo no. Prefería que con el paso del tiempo, mi víctima se fuera haciendo a la idea, que cuando la tomara ya hubiese asimilado que iba a ser mía.
Como es lógico, Linda se recluyó en su cuarto a llorar durante una hora y solo cuando la llamé para que me pusiera de cenar salió de su encierro. Nada mas verla, no me costó reconocer su completa claudicación porque sacando valor quiso mostrarme que su desprecio, saliendo completamente desnuda.
Su descaro me hizo acercarme a ella y cogiendo uno de sus pechos entre mis manos, le pregunté:
-¿Cuántas veces te has tocado esta tarde imaginándote que te poseía?
-¡Ninguna!- contestó sin retirarse pero con un gesto de asco en su cara.
Encantado `por su rebeldía le cogí de la barbilla y la obligué a mirar la mueca burlesca que se dibujaba en mi cara.
-¿Te he dicho alguna vez que eres una putita muy bonita?
Sin hacer caso a mi insulto, se me quedó mirando con desprecio.
-¡Dejaré que me tomes con la condición de que ayudes a Alberto!.
Parecía tener todavía ganas de enfrentarse conmigo y haciendo caso a mis más bajos instintos, llevé uno de sus pezones a mi boca y recorrí con mi lengua todos sus bordes.
-Mi querida Linda, ¿Quién iba a suponer que tenías estas maravillas escondidas?
Tratando de evitar que la tomara, me preguntó si no le había llamado para que me sirviera de cenar pero entonces yo ya estaba excitado y cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta mi cama.
Asustada por lo que se le venía encima, me pidió que no le hiciera daño. Una carcajada fue mi respuesta y obligándola a separar sus rodillas,  me quedé mirando su coño. Llorando de rabia, la rubia vio que me sentaba a su lado en el colchón. Aunque era consciente de lo que iba a pasar, no pudo reprimir un gemido cuando pasé mi mano por uno de sus muslos.
Temblando de miedo, tuvo que soportar que mis dedos recorrieran toda su piel mientras le miraba a sus ojos, en busca de alguna reacción. Manteniéndose impávida, soportó mis caricias sin hacer ningún gesto. Al notar que pellizcaba uno de sus pezones, sacó fuerzas de la desesperación y con voz seca, me soltó:
-Desgraciado, hazlo rápido.
Inclinándome sobre su cara, lamí sus mejillas y forzando su boca, introduje mi lengua en su interior. La ausencia de respuesta de la muchacha me enervó y agarrándola del pelo, susurré a su oído:
-Mañana, me pedirás que te vuelva a tomar. ¡Zorrita mía!
Acto seguido y obviando sus lloros, descendí por su cuello y recreándome en su pecho, mordisqueé  nuevamente esos pezones que me traían obsesionado. Para entonces aunque nunca lo reconocerá, el calor había invadido sus mejillas y sus lamentos se habían atenuado. Comprendiendo que debía mostrarle quien mandaba, pellizqué su aureola con dureza, consiguiendo que de su garganta saliera un alarido.
-¡Por favor! ¡No me hagas daño!
-Hare lo que me venga en gana porque eres una puta y ¡Te he comprado!
Incapaz de aceptar que era verdad, separó su mirada de mí y se concentró en el techo para evitar la mía. Viendo su reacción, no me importó y agachándome entre sus piernas, saqué mi lengua y con ella, recogí un poco de flujo de su sexo. Al sentir la húmeda caricia en su vulva, cerró los puños mientras dos lagrimones caían por sus mejillas.
-¡No!- musitó calladamente al notar que me había apoderado de su clítoris.
Su lamento se intensificó al percibir que su cuerpo no era inmune a mis caricias y cuando me le metí un dedo dentro de su cueva, tuvo que reprimir un gemido para que no me diera cuenta que le estaba empezando a gustar ese insano trato.
-¿Te gusta? ¡Verdad!
-¡¡¡No!!!-  chilló con todas sus fuerzas.
Reanudando mis maniobras, le introduje el segundo. La respiración de la rubia se hizo entrecortada al notarlo. Decidido a conseguir su rendición, lentamente empecé a sacarlos y a meterlos mientras mi boca se ocupaba de su botón.
-Hazlo ya y déjame.
Muerto de risa, llevé mi mano hasta su boca y abriendo sus labios le obligué a que lamiera su propio flujo mientras le decía:
-Eres una guarra y como tal estás empapada. Lo puedes negar de boquilla pero tu coño dice que estás excitada.
Sin poder negar lo evidente, intentó morderme. Como lo preveía, no consiguió su objetivo y lanzándola contra el colchón, le solté una bofetada.
-¿Quieres que sea violento?- pregunté y levantándome de la cama, fui a su cuarto a por su consolador.
Una vez de vuelta, le mostré lo que traía en las manos, diciendo:
-¿Reconoces tu juguete? ¿Crees que no sé qué te masturbas pensando en mí?
Aunque fue un farol, en sus ojos descubrí que había acertado y ya convencido de lo que estaba haciendo, le obligué a abrir su boca.
-Chúpalo y no te hagas la estrecha.
Habiendo sido  descubierta, Linda no pudo hacer otra cosa que abrir la boca y obedecer. Ni que decir tiene que me encantó verla lamiendo ese falo de plástico mientras yo inmortalizaba ese instante con la cámara de mi celular.
-He pensado en mandar imprimir esta foto y ponerla en mitad del salón- le solté al dejar el teléfono sobre la mesilla.
-No lo hagas por favor. Todo el mundo sabrá que soy tu puta- dijo sin percatarse de su significado.
Aunque no se hubiese dado cuenta, la rubia ya asumía su condición y solo pedía que fuera algo entre nosotros. Para recompensarla, le cogí el aparato y encendiéndolo, se lo metí hasta el fondo de su coño. Al sentir la vibración en sus entrañas, la esposa de mi amigo pegó un gemido que no tardé en interpretar como el primero de placer.
-¡Por favor!- protestó suavemente mientras sus caderas la traicionaban, meciéndose al ritmo de mi muñeca.
Su calentura era evidente pero tratando de profundizar en su sumisión, no dije nada y seguí penetrando su cuerpo con el consolador.
-Estás cachonda, ¡Zorrita mía!- susurré en su oído- No tardarás en correrte-
Asumiendo que su rendición no iba a tardar, la besé forzando su boca.
-Reconócelo, Putita. Dime que te gusta que te trate así.
-¡Nunca!- aulló mientras su cuerpo temblaba al ir siendo sometido por las sensaciones que surgían de su entrepierna.
Sacando el aparato de su sexo, lo sustituí con  mi lengua y recorriendo con ella su cueva, la encontré ya totalmente anegada. Por mi experiencia, supe que Linda iba a correrse y por eso, levantando mi mirada, le ordené que se corriera.
Su orgullo la hizo negarlo pero su voz ya sonaba apagada.
-Hazlo, zorrita mía. ¡Córrete para mí!
Linda estaba tan caliente que no pudo articular palabra y retorciéndose sobre la sábana, negó lo evidente aunque en su mente reinaba la confusión. La mujer sabía que la estaba volviendo loca pero seguía siendo incapaz de reconocerlo.
-No me hagas enfadar. Córrete ya.
En ese momento, Linda no pudo más y levantando su cadera, no solo colaboró conmigo sino que incluso se incrustó aún más el consolador. Su orgasmo fue brutal, mordiéndose los labios para no gritar, se retorció en silencio mientras el placer inundaba su cuerpo. Sabiendo que lo había conseguido, aceleré el ritmo con el que metía y sacaba el aparato con la intención de prolongar su clímax.
-Ves cómo eres una putita obediente- dije en su oreja sin dejar de apuñalar su sexo.
Llorando a moco tendido, unió un orgasmo con el siguiente mientras yo me reía en su cara por lo fácil que me había resultado.
-Sigue, ¡Por favor!- olvidándose de mi burla al estar dominada por la pasión.
Al oírla comprendí que había conseguido mi meta y bajándome de la cama, la dejé sola en el cuarto. Desde el pasillo oí sus lloros porque al cesar su excitación, volvió con más fuerza su vergüenza. No solo se había entregado a mí sino que encima ¡Había disfrutado!.
Al cabo de cinco minutos, bajó al salón donde yo estaba poniéndome una copa y con voz temblorosa, me preguntó si me ponía ya la mesa.
-Perfecto. Tengo hambre- contesté siguiéndola hasta el comedor.
La cena:
Satisfecho de cómo se iban desarrollando los acontecimientos, me senté en la mesa mientras mi empleada-puta-amante iba a prepararme la cena. Con mi copa en la mano, me quedé pensando en cómo iba a aprovecharme de mi nueva adquisición y por eso estaba sonriendo cuando Linda llegó con la comida.
Estaba preciosa vestida únicamente con un mandil, sus enormes pechos sobresalían a ambos lados de la tela dándole una sensualidad difícil de soportar. Teniendo todo el tiempo del mundo para someterla, decidí primero comer y luego recrearme con ella. Estaba apurando mi copa, cuando la rubia llegó y al ir a poner el plato en la mesa, se le cayó encima de mí. Supe que lo había hecho a propósito al ver una sonrisa en su cara.
“¡Será cabrona!” pensé.
Sin hacer aspavientos y sentado, separé mi silla y le dije:
-Límpialo con tu boca.
La muchacha no respondió lo suficientemente rápido y tirándole de la melena, le obligué a agacharse entre mis piernas.
-Limpia tu estropicio.
La serena violencia con la que reaccioné la sacó de sus casillas y a voz en grito, se negó a cumplir mis órdenes.
-¡Tú lo has querido!- dije levantándome de la silla y valiéndome de su negativa, decidí usarla para hacer algo que deseaba desde que vi su culo en la ducha. Iba a castigarla rompiéndole ese maravilloso pandero.
Linda no lo vio venir. Todavía conservaba su sonrisa cuando la levanté del suelo pero al girarla y ponerla de pompas contra la mesa, comprendió lo que le iba a suceder:
-No, ¡Por ahí! ¡No!- chilló muerta de miedo.
Mientras la retenía de la cintura con una mano, usé la otra para desprenderme del pantalón y bajarme los pantalones. Mi miembro que ya estaba excitado desde antes, salió totalmente erecto de su encierro y dándole gustó, presioné con él la hendidura de sus cachetes.
Asustada por el tamaño del miembro que rozaba la raja de su culo, Linda empezó a chillar rogándome que no la sodomizara pero obviando sus lamentos, pasé mi mano por su coño en busca de flujo. Al notar en seguida que estaba seco, decidí que eso no iba a ser suficiente para hacerme cambiar de opinión y separando sus dos nalgas, escupí sobre su esfínter.
Mi empleada intentó escapar al sentir mi baba pero reteniéndola con dureza, puse mi glande en su entrada. La cara de terror de la mujer me confirmó que era virgen por ese agujero y recreándome en sus miedos, le solté:
-Puedes gritar: ¡Cuánto más grites mejor!
¡Y vaya si gritó!. Al sentir mi verga rompiendo la resistencia de su ano, sus ojos se abrieron como platos y de su garganta salió un alarido, en consonancia con el desgarrador dolor que le causó mi intrusión:
-Por favor, ¡Para! ¡Me duele horrores!
Sin ceder a sus ruegos, centímetro a centímetro, fui clavando mi estoque en su trasero. La lenta embestida no la permitía ni respirar y cerrando sus puños intentó no cerrar su  orificio pero le resultó imposible.
-¡No!- chilló golpeando la mesa.
Su sufrimiento me dio alas y al sentir que la base de mi falo, golpeaba contra sus cachetes, comencé un doloroso vaivén con mi cuerpo. El dolor se fue incrementando y la esposa de mi amigo en un vano intento de aguantarlo, cogió una servilleta y metiéndola en la boca, la mordió. Su intento de no gritar fue en vano porque entonces presioné con todas mis fuerzas mis caderas y se la enterré hasta el fondo.
-¡¡¡Ahhhhhh!!!-
Su alarido debió de oírse a cuadras a la redonda y con muy mala leche, susurré a su oído:
-A lo mejor hasta tu marido lo ha oído-
Que mencionara al enfermo, la enervó y sacando una entereza de donde no había, contestó llorando:
-¡A Alberto no le metas en esto!
Profundizando en la herida, volví a forzar con violencia su maltrecho trasero y me reí de su desgracia diciendo:
-Él es el culpable de que me hayas regalado tu culo.
Linda no tuvo fuerzas para contestarme, bastante tenía con acostumbrarse a sentir mi grosor desgarrando su esfínter y con soportar el inexpresable sufrimiento que ello la ocasionaba.  Su inacción me permitió agarrarla de las nalgas y comenzar una serie de penetraciones tan furiosas y rápidas que le hicieron rebotar contra la mesa.
-¿Te parece suficiente castigo o quieres más?
La rubia se agarraba al mantel para evitar el intenso zarandeo mientras su ano le ardía como si lo estuviera acuchillando con un puñal. Desgraciadamente y aunque me apetecía seguir sodomizando a esa mujer, la calentura acumulada durante toda la tarde, me hizo llegar al orgasmo con demasiada precocidad. Por eso al sentir que estaba a punto de explotar, la cogí de los hombros y jalando hacía mí, descargué mi simiente dentro de sus intestinos.  El suspiro que salió de sus gargantas al notar como se iba llenando su conducto, me hizo sonreír. Una vez había terminado de eyacular, retiré mi miembro y observé con detenimiento los desgarros que le había producido y a mi semen saliendo de su interior.
Hurgando en la humillación que sentía, la dejé sola y desde la puerta, le ordené:
-Vete a limpiarte, ¡En media hora te quiero en mi cama!

Relato erótico: “Memorias de un exhibicionista (Parte 9)” (POR TALIBOS)

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MEMORIAS DE UN EXHIBICIONISTA (Parte 9):
CAPÍTULO 17: LOS JUGUETES DE ALICIA:
Domingo por la mañana. No fueron precisamente las primeras luces del alba las que me sacaron del sueño. Más bien las del mediodía. O más tarde incluso. Estaba en modo vago total.
Me estiré en la cama, solazándome con lo bien que me encontraba después de una reparadora noche de descanso. Estiré brazos y piernas todo lo que pude, desperezándome y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba solito en la cama.
Joder, debía haber estado en coma si no me había enterado de cuando Tatiana se había levantado, pues ella no solía ser discreta precisamente.
–          ¿Tati? – exclamé en voz alta, alzando a duras penas la cabeza de la almohada.
Escuché entonces un golpe sordo y unos ruidos procedentes del cuarto de baño anexo, lo que me reveló el paradero de la chica.
–          ¡Estoy en el baño! – me contestó, su voz amortiguada por la puerta que separaba ambas estancias.
–          ¿Estás en la ducha? – pregunté empezando a sentirme juguetón – ¡Voy a reunirme contigo!
–          ¡NO! – aulló la chica en voz todavía más alta, sorprendiéndome – ¡Ya casi he acabado! ¡Me visto en un segundo y ya salgo!
Resignado, me dejé caer de nuevo encima del colchón. Mi memoria regresó entonces a los acontecimientos del día anterior, lo que provocó que una sonrisilla estúpida se perfilara en mis labios. Como quien no quiere la cosa, deslicé una mano bajo las sábanas y la colé dentro de mi slip, comenzando a sobarme el falo, que empezaba a ponerse morcillón. No tenía verdaderas intenciones de masturbarme, era sólo que… me apetecía tocarme un poco los huevos.
Como había prometido, un par de minutos después la puerta del baño se abrió y apareció Tati, vestida con shorts y camiseta, con el pelo envuelto en una toalla. Me lamenté en silencio pues, si llega a llevar la toalla envolviéndole el cuerpo en vez de la cabeza, no habría tardado ni un segundo en arrancársela y empezar el día con alegría, como dicen por la tele.
–          Hola guapísima – le dije sonriente, cruzando las manos tras la nuca y mirándola divertido.
–          Bu… buenos días, cari – respondió ella bastante aturrullada – ¿Qué tal has dormido?
–          Estupendamente. Anoche estaba agotado. He dormido toda la noche de un tirón.
–          Sí y yo – asintió la chica – Estaba cansadísima.
Tati me miró un segundo, mientras charlábamos, pero, cuando nuestros ojos se encontraron, ella apartó la mirada, ruborizándose un poco.
–          ¿Estás bien? – pregunté un tanto inquieto.
–          Sí, sí, estupendamente.
Demasiado rápida su respuesta. Y seguía sin mirarme a los ojos.
–          Ya sé que es tarde, pero, ¿quieres que te prepare algo para desayunar? – dijo tratando de cambiar de tema – Puedes darte una ducha mientras tanto.
Y salió del dormitorio sin esperar siquiera mi respuesta. Mi nivel de inquietud subió considerablemente.
Minutos después, mientras me enjabonaba bajo el chorro de la ducha, mi cabeza no paraba de darle vueltas a la situación. ¿Se habría arrepentido de lo del día anterior? ¿Se sentiría avergonzada? ¿Iba a echarse atrás?
Joder. Sobre todo esperaba que no se sintiera molesta. Podría soportar que Tati decidiera abandonar el juego, pero, si la habíamos traumatizado de alguna forma…
Cuando me reuní con ella en la cocina, era yo el que se sentía aturrullado. Tenía la sensación de que podía irse todo al garete. Una pena, ahora que las cosas empezaban a ponerse de veras divertidas…
–          ¿Quieres café? – me preguntó mientras yo me sentaba a la mesa.
–          Sí, por favor.
Tras llenar mi taza, Tati se sentó enfrente de mí y empezamos a comernos unas tostadas. Yo la miraba en silencio, nervioso, temeroso de interrogarla sobre lo que estaba rondándome por la cabeza. Se había quitado la toalla de la cabeza y estaba super sexy, con los cabellos mojados empapando su camiseta.
–          ¿Cómo estás? – pregunté, armándome de valor.
–          Bien – dijo ella encogiéndose de hombros – Lo de ayer fue una locura.
–          Sí que lo fue. ¿Y no hay nada que quieras contarme?
Tati se quedó mirándome, con la tostada a medio camino hasta su boca. Me di cuenta de que tenía una pequeña mancha de mantequilla en la mejilla, lo que le daba un aire de inocencia conmovedor.
–          No. ¿A qué te refieres?
–          A lo de ayer. ¿Estás segura de que…?
–          ¿Otra vez con lo mismo? – exclamó la chica interrumpiéndome, poniendo los ojos en blanco – Ya te he dicho que estoy decidida a participar en esto. No voy a rendirme…
–          Vale, vale – respondí alzando las manos en señal de paz, sorprendido por el súbito arranque de Tati – Es sólo que me preocupo por ti. Y antes, cuando saliste del baño, me pareció que estabas un poco rara…
En cuanto dije esto, Tati, sin poder evitarlo, bajó la mirada, como si se avergonzase de algo.
–          ¿Lo ves? – exclamé triunfante – A ti te pasa algo. No lo niegues. Vamos nena, es necesario que seas sincera conmigo. Si no estás a gusto con esta historia…
–          Que no, tonto, que no es eso…
Me quedé parado. Había conseguido que admitiera que algo pasaba, ahora sólo faltaba sonsacarle qué era.
–          A ver – dijo ella suspirando resignada – Esta mañana, cuando iba a la ducha… Jo, cari, me da vergüenza decírtelo…
Aquello despertó todavía más mi interés.
–          No seas tonta. Puedes contarme lo que quieras – dije estirando una mano y aferrando la suya por encima de la mesa.

–          Bueno… pensé que… Lo de ayer… Ya sabes, las fotos y eso…
No tenía ni idea de adonde quería llegar. Pero algo me decía que no iba a ser un problema tal y como me temía minutos antes.
–          Venga, Tati, dímelo. Confía en mí.
–          Se me ha ocurrido… ya sabes… probar yo sola.
–          ¿Probar el qué?
–          Pues eso… Hacer unas fotos…
Sí, ya lo sé, tienes razón, parecía medio idiota. No sé cómo me costó tanto comprender a qué se refería. Esa mañana estaba bastante espesito, lo reconozco.
–          ¿Quieres decir que te has hecho unas fotos en el baño? – pregunté divertido, cuando por fin encajaron todas las piezas del puzzle.
Tati no contestó, sino que asintió con la cabeza en silencio, toda colorada, mientras bebía lentamente de su café.
–          ¡Tengo que ver eso inmediatamente! – exclamé poniéndome de pie de un salto – ¿Dónde está tu móvil?
La perspectiva de que Tati se hubiera hecho fotos ella solita me hizo abandonar el modo vago total y entrar directamente en el de verraco máximo. La sola idea de que mi novia, la vergonzosa Tatiana, se hubiera animado a hacerse fotos guarrillas, me excitaba terriblemente. Porque las fotos tenían que ser guarrillas, ¿verdad?
Tatiana no dijo ni mú mientras yo salía de la cocina e iba al salón, a revisar la mesita donde siempre dejábamos los teléfonos y las llaves. El suyo no estaba.
–          ¿Dónde has metido el teléfono? – aullé desde el salón.
Pero ella no contestó, lo que me hizo recelar.
Con la sospecha en mente, regresé a la cocina y la miré con suspicacia. Tati, tratando de disimular, no me miraba directamente, pretendiendo estar totalmente concentrada en su taza de café.
–          Lo llevas encima, ¿verdad? – inquirí juguetón.
Tati no dijo nada, pero sus labios se curvaron casi imperceptiblemente con una sonrisilla pícara.
–          Dámelo – canturreé, aproximándome muy despacio.
Tati, que no me quitaba ojo, sonreía cada vez más abiertamente, desplazando su silla por el suelo muy despacio, apartándose de mí. Yo, como el lobo de Caperucita, me acercaba dispuesto a atacarla en cualquier momento y ella, con disimulo, se preparaba para la fuga.
Finalmente, el depredador se arrojó sobe su presa, pero ésta, con agilidad pasmosa, se incorporó de un salto y, dando un gritito, salió disparada de la cocina, seguida de cerca por el lobo, que estaba cada vez más cachondo y no estaba pensando en comérsela precisamente.
La persecución duró poco. La pobre gacela fue arrinconada en el dormitorio y arrojada sobre el colchón, entre risas, mientras el lobo se encaramaba encima de ella (aprovechando el meneo para sobetearla a placer) y, tras sentarse sobre su estómago, sujetó sus manos junto a la cabecera de la cama, impidiéndole escapar.
Tatiana, riendo, se retorcía bajo mi cuerpo, tratando de librarse, pero yo no la dejaba. No me costó nada encontrar el teléfono, que estaba metido en la cinturilla de sus shorts. Ella dio un gritito cuando aferré el aparato, pero me las arreglé para sujetar sus dos manos con una sola de las mías, con lo que podía manipular el teléfono con la otra. Tatiana me miraba con una expresión medio lasciva, medio divertida, que me hizo estremecer.
Desbloqueando el móvil con el pulgar (ambos conocemos la clave del teléfono del otro) no tardé ni un segundo en acceder a la galería fotográfica, mientras Tati se retorcía muerta de la risa, intentando recuperar el aparato.
En cuanto empecé a ver las fotos, dejé de reírme. No, que va, no vayas a pensar que no me gustaron… es que me dejaron sin palabras.
Tatiana se había apuntado a la moda del “selfie” y se había hecho un montón de fotos en la intimidad del cuarto de baño. Para las primeras, había usado el espejo que hay encima del lavabo, haciéndose unas instantáneas, bastante inocentes, en ropa interior, sosteniendo el teléfono en una mano mientras adoptaba poses no demasiado sugerentes.
Pero la cosa se iba caldeando.
Pronto, el sujetador desapareció del panorama, pero, por desgracia, la chica no dejaba en ningún momento de taparse los senos con la mano libre, lo que he de reconocer resultaba super erótico.
Entonces comenzó una serie de fotos en las que no usó el espejo, los “selfies” propiamente dichos, en los que, estirando el brazo al máximo, se hacía fotos desde arriba, con una perspectiva cenital.
Joder, qué cachondo me puse; me encantaron esas tomas en las que la chica se fotografiaba su exquisita anatomía, tapándose pudorosamente los pechos con el brazo. En algunas, se atisbaba un poquito de areola, a punto de dejar entrever el pezón y eran esas las que me ponían malo.
La madre que la parió. Eso fue lo que pensé cuando, por fin, descubrió uno de sus senos permitiendo admirarlo en todo su esplendor, deleitándome con su forma y tamaño perfectos.
–          Veo que te gustan – escuché que decía Tatiana.
–          ¿Eh? – dije regresando por un instante al mundo real.
Miré a Tatiana y me encontré con que sonreía de oreja a oreja. Sin darme apenas cuenta,  había liberado sus manos, pues estaba manipulando el móvil con las dos mías, pero ella había desistido de intentar escapar, permitiéndome disfrutar del show fotográfico.
–          Te gustan, ¿eh? – repitió.
–          Pues claro. Joder, nena, no veas lo cachondo que me he puesto…
–          No, si ya lo veo.
Era verdad. En mis shorts se apreciaba un tremendo bulto que mostraba bien a las claras mi estado de excitación. Juguetona, Tati llevó una manita al bulto y apretó con ganas, haciéndome gemir de placer. Hasta me mareé un poco.
Una vez perdidas las fuerzas, derrotado como Sansón (seguro de que eso de que le cortaron el pelo es un rollo, yo supongo que Dalila se la chupó o algo así), me derrumbé al lado de Tatiana, que reía divertida.
Me recosté en la almohada, a su lado, mientras ella apoyaba su cabecita en mi pecho, mojando mi camiseta con su cabello todavía húmedo, mientras mi brazo la rodeaba, estrechándola contra mí.
–          Estás preciosa – le dije besándola en la frente.
Ella no dijo nada, simplemente ronroneó como una gatita y se apretó todavía más.
Sosteniendo el teléfono entre ambos, puse la pantalla de forma que los dos pudiéramos verla sin problemas. Fui pasando las fotos muy despacio, recreándome en ellas, mientras hacía comentarios sobre lo sexy que se veía Tati y lo increíblemente guapa que había salido.
Ella recibía mis piropos con evidente placer y claro, deseosa de que yo también estuviera contento, me alegró de la forma que más me gustaba…
Sin que me diera cuenta al principio, Tati dejó su manita apoyada sobre mi corazón, pero, después de haber pasado 2 o 3 fotos, me di cuenta de que la había movido mucho más al sur, lo que me hizo sonreír.
Un par de minutos después, ambos repasábamos el reportaje fotográfico, muy juntitos en la cama, su cabecita reposando en mi pecho y su mano dentro de mis shorts, aferrando con fuerza mi herramienta y masturbándola con cariño, haciéndome disfrutar todavía más de la sesión.
Pronto llegamos a las fotos de completa desnudez y en ellas, Tati aparecía con las tetas ya completamente al aire, pero tapándose el coñito como si le diera vergüenza. No engañaba a nadie.
Las instantáneas finales eran geniales, recién duchadita, con el pelo mojado y brillantes gotitas de agua refulgiendo sobre su piel y completamente despatarrada en el baño, con un pie subido al mármol del lavabo, enseñando su chochito a cámara sin ningún rubor.
–          Joder, nena, voy a tener que poner ésta como fondo de pantalla en mi móvil.
–          Ni se te ocurra cari, que como la vez alguien… – dijo ella apretando perturbadoramente su mano sobre mi erección.
–          Tranquila, cariño, que es broma – dije, obteniendo un notable alivio de presión.
Poco después me corría como una bestia, dando resoplidos y sosteniendo el móvil a duras penas.
Tatiana, habilidosa, no dejó de deslizar su manita por mi rabo mientras eyaculaba, alargando todo lo que pudo mi orgasmo. Cuando acabé, jadeante, le sonreí y ella me devolvió la sonrisa, guiñándome un ojo. Sacó entonces su mano de mi pantalón y la miró, pringosa de semen y dijo:
–          Voy a tener que lavarme de nuevo.
–          Co… como quieras – jadeé recobrando el aliento.
–          ¿Vienes?
¿Tú que crees que hice?
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Lunes. Me esperaba una semanita de aúpa. Si quería tener la tarde del miércoles libre, tenía que ponerme las pilas y acabar con el trabajo atrasado, amén de todo el follón que tenía para esa semana.
Sin embargo, por una vez, mi imbecilidad acudió al rescate. Tuve mucha suerte.
Tras un par de horas hasta el cuello de papeles, paré para echar un café unos segundos en la sala de descanso. Como un gilipollas, no se me ocurrió otra cosa que ponerme a repasar con el móvil unas cuantas fotos que había transferido desde el teléfono de Tatiana. Embelesado y excitado con las imágenes, no me di cuenta de que Jorge, un compañero, se acercaba a charlar un poco.
Y claro, me pilló mirando las fotos.
–          No me jodas, Víctor. ¿Esa es tu novia?
Ni te cuento el susto que me dio. Casi me da un infarto. Acojonado, me apresuré a esconder el teléfono, pero Jorge no iba a dejarme escapar.
–          Venga, tío, déjame verla…
Para qué voy a aburrirte con la conversación. El tío se pasó media mañana dándome el coñazo, mandándome correos y wassaps al móvil. Yo estaba bastante cabreado, sopesando ir a soltarle un buen par de hostias. Pero entonces, llegó un mensaje que decía: “No seas cabrón. Si me pasas la foto te hago el informe de zona de la semana pasada”
¿Qué crees que hice? Y no sólo con él. Esa mañana me busqué un par de ayudantes más. Me costó que vieran a mi novia en pelotas (bueno, ellos y Dios sabe cuanta gente más, pues, aunque juraron y perjuraron que no enseñarían la foto a nadie, no les creí ni por un momento). Pero bueno, todo fuera por una buena causa; lo cierto es que el miércoles tenía todo el papeleo listo y pude dedicarme a hacer visitas, con lo que, a las tres en punto, estaba introduciendo la llave en la cerradura de casa, deseando averiguar qué tenía preparado Alicia para ese día.
—————————–
Alicia no fue puntual; el tráfico al parecer, así que no empezamos a almorzar hasta las tres y media. Llegó cargada como una mula, con varias bolsas de plástico, el abrigo medio arrastrando, el bolso colgado del brazo y un maletín al hombro que, obviamente, contenía un ordenador portátil, supuse que del trabajo.
Tras ayudarla a descargar, traté de echar un subrepticio vistazo al contenido de las bolsas, para averiguar en qué consistían los tan cacareados juguetes, pero bastó una mirada admonitoria de Ali para hacerme desistir de mi empeño.
Nos sentamos a la mesa y empezamos a almorzar, charlando alegremente, del trabajo sobre todo, eludiendo, al menos momentáneamente, el auténtico motivo de aquella reunión informal.  Tati nos hizo reír contándonos que, tanto el lunes como el martes, varias compañeras habían adoptado la técnica de “sostenes fuera”, logrando incrementar las ventas en la sección de caballeros.
–          Pues está claro – dijo Alicia riendo – Lo que tienes que hacer es llevarte a Víctor al trabajo y ponerle a vender en la sección femenina con la picha asomando por la bragueta y os forráis con las comisiones.
–          Buena idea – dijo Tati con aplomo – Quizás lo haga.
Y nos partimos de risa.
Seguimos hablando un rato, con alabanzas (un pelín exageradas) a las habilidades culinarias de mi novia, cosa que ella agradeció enormemente, a pesar de saber perfectamente que no éramos sinceros al cien por cien.
Por una vez, no fui yo el encargado de llevar el peso de la conversación, sino que las chicas llevaban la voz cantante. Por mi parte, encontraba mucho más interesante deleitarme en silencio con la hermosura de mis dos acompañantes. La pelirroja voluptuosa y la bella morenita. Tati iba vestida para estar por casa, un pantalón y una camisa con las mangas remangadas, lo que le daba un aire casual muy atractivo. Ali, por su parte, iba vestida para el trabajo, falda ajustada, por encima de la rodilla de color beige y una blusa de color claro. Eficiente y sexy. Me sentía el más afortunado de los hombres rodeado de tanta beldad.
Alicia se quejó especialmente de una tal Claudia, la dueña de la agencia, que, al parecer, había abandonado su costumbre de no aparecer por el trabajo y ahora se pasaba el día metida en la oficina, dándole el coñazo a los empleados. Tanto Tati como yo nos solidarizamos con Alicia, pues ¿quién no ha tenido alguna vez a un imbécil por jefe?
Fue un almuerzo agradable, entre 3 amigos normales y corrientes, sin que nada demostrara que todos estábamos pensando constantemente en el auténtico motivo de la reunión. Era como si nos diera miedo abordar la cuestión.
Bueno, eso no es del todo cierto. Alicia simplemente estaba disfrutando del almuerzo y podría jurar que también de nuestro nerviosismo.
Tras almorzar, nos sentamos en el salón, en los mismos puestos que el sábado anterior, las chicas en el sofá y yo en el sillón de enfrente. Serví unos cafés… y me quedé esperando, a ver qué intenciones tenía Ali. Y Tatiana, idem de lo mismo.
Por aquel entonces, ya había quedado claro quien era el jefe de nuestro pequeño clan.
–          Bueno, bueno – dijo por fin Ali, atrayendo de manera inmediata nuestra atención – Os prometí que hoy iba a traeros unos juguetitos… Y aquí están.
Miré con curiosidad a Alicia, sintiendo una gran expectación. No sé qué esperaba que fueran los inventos de Alicia, un espectacular consolador positrónico o qué sé yo, por lo que debo admitir que no pude evitar sentirme un poquito decepcionado cuando Ali sacó de su bolso una pequeña bolsita y se la alargó a Tati.
Mi novia, interesada, abrió la bolsa y echó un vistazo, quedándose visiblemente sorprendida, mientras yo me mordía las uñas por la curiosidad. Introdujo entonces la mano en la bolsa y sacó un objeto que, de tan común que era, hizo que me quedara atónito.
–          ¿Unas gafas? – exclamamos Tati y yo con perfecta sincronía.
–          Ajá – respondió Ali mirándonos con malicia.
Tati, tan sorprendida como yo (quizás también había estado esperando el consolador positrónico) volvió a meter la mano en la bolsa y extrajo un nuevo par de gafas, alargándome las primeras.
Como dos monos de laboratorio, examinamos las lentes desde todos los ángulos, mirándolas con desconcierto.
–          Pero no son unas gafas cualquiera – dijo Ali sin dejar de sonreír – Ponéoslas.
–          Pero yo tengo la vista perfectamente – argumenté.
–          No te preocupes. Los cristales no están graduados.
Encogiéndome de hombros, imité a Tati que ya se había puesto las suyas y me miraba desconcertada. La miré y pude comprobar que las gafas, de montura negra, le quedaban realmente bien, dándole un aire intelectual bastante sexy.
Aunque qué coño, Tati habría estado sexy hasta con un palomo cagándose en su hombro.
Sin saber qué pensar, miré a Ali y vi que había extraído el portátil de su maletín y estaba manipulándolo. Miré a mi novia y, encogiéndome de hombros, me resigné a que Alicia se dignara en explicarnos en qué consistía todo aquello.
–          ¡Voilá! – exclamó por fin Alicia tras manipular el ordenador un par de minutos.
Girando el aparato, nos mostró la pantalla, en la que aparecían dos ventanitas de webcam ejecutadas y en ambas aparecía la propia Alicia, con el portátil sobre las rodillas, sonriendo de oreja a oreja.
–          ¡Anda, si es justo lo que estoy mirando! – exclamó Tati dándose cuenta un instante antes que yo.
–          Ostras, es verdad. Las gafas son cámaras…
Alucinado, me quité las gafas y volví a examinarlas. Perfectamente camuflado en el puente entre los dos cristales, se ocultaba un objetivo.
–          ¡Bingo! – exclamó Ali aplaudiendo entusiasmada.
Miré la pantalla y vi mi propio rostro en ambas ventanas desde dos ángulos diferentes, uno desde abajo, de la cámara de mis gafas y el otro desde el punto de vista de Tati, que me miraba alucinada.
–          ¿Te acuerdas del otro día, en el probador? – exclamó Ali – ¿Recuerdas que dijiste que te habría encantado grabar a las chicas que te miraban? ¡Pues con esto puedes hacerlo sin problemas!
–          No me jodas – dije ofuscado – Cómo coño se te ha ocurrido esto…
–          A ver – dijo Ali regodeándose – Inteligente que es una…
–          ¿Y de dónde demonios has sacado estas gafas?
–          Pues del mismo sitio que las demás cosas. Encontré una web, *******delespia.org donde puedes comprar un montón de cosas parecidas de forma anónima.
Tardé un par de segundos en que sus palabras calaran en mi mente.
–          ¿Las demás cosas? ¿Qué cosas?
–          Pues estas.
Alicia recogió la bolsa y acabó de vaciarla encima del sofá. Cuando acabó, sobre el cojín reposaban las dos camaritas más pequeñas que había visto en mi vida (cubos de unos dos centímetros de lado), un minúsculo auricular y lo que debía ser (aunque no lo pareciera) un diminuto micrófono.
–          No me jodas – balbuceé – ¿Qué pretendes? ¿Vamos a colarnos en la embajada soviética? Esto qué es, ¿Mission Impossible?
–          Vamos, no seas tonto, no me digas que no se te ocurren mil cositas que podemos hacer con estos cacharros – dijo Ali mirándome con picardía.
No, si el problema no era que no se me ocurrieran cosas que hacer con ellos, el problema era que sí que se me ocurrían cosas.
–          ¿Y cómo funcionan? – intervino Tati haciendo gala de un gran pragmatismo.
–          A ver. Todos los apartaos son inalámbricos. Según el fabricante, la calidad de la señal es alta en un radio de unos 50 metros…
–          Aunque eso dependerá de si hay paredes o muros por medio – dije con aire entendido mientras examinaba una de las micro cámaras.
–          Supongo. Pues bien, cada aparato emite por una “frecuencia” única, sintonizada con el software de éste portátil. Es decir, que la señal es sólo para este receptor, no puede captarla cualquiera que pase por allí con wifi.
–          Menos mal – dije para mí.
–          Y el micrófono está sintonizado con el auricular. También tiene 50 metros de alcance.
–          ¿En serio? – dijo Tati cogiendo ambos aparatos e intentando probarlos – ¿Hola? ¿Hola?
–          A ver, dame – dije tomando el micro de sus manos – Nena, ¿me oyes? – susurré en voz baja.
–          ¡Sí que te oigo! – exclamó entusiasmada, riendo como una niña.
–          Siento que haya sólo dos gafas y un único micro. Cuando los encargué, no sabía que ibas a unirte a nosotros – dijo Ali dirigiéndose a mi novia – Si nos van bien, podemos encargar alguna más.
–          ¿Y las cámaras?
–          Funcionan igual que las gafas. De hecho, es posible recibir la señal de las cuatro cámaras simultáneamente. Ya lo he probado y es verdad. Según el que me lo vendió, este trasto tiene potencia suficiente para manejar 7 u 8 cámaras sin problemas.
–          ¿También te has comprado el portátil?
–          Sí. Hace un par de días.
–          Joder, pues con todo esto creo que podemos rodar una peli, vaya – dije con filosofía.
–          Sí – dijo Ali mirándome con expresión enigmática – Una porno. De exhibicionistas….

CAPÍTULO 18: PROBANDO LOS JUGUETES:

¿Tú qué crees que hicimos? Pues claro. Obviamente, Alicia no nos había citado esa tarde sólo para enseñarnos los aparatos. Estaba deseando probarlos. Y, como imaginas, lo tenía todo calculado hasta el último detalle. Tati y yo éramos los reclutas, imprescindibles para la misión, pero obligados a obedecer órdenes. Sin voz ni voto, vaya.
Las dos chicas se refugiaron en el dormitorio, con las bolsas que Ali había traído, con intención de cambiarse de ropa. Yo hice lo mismo, librándome del traje y vistiéndome más cómodo, pantalón de sport, camiseta y camisa, calzado cómodo y una cazadora. Sin ropa interior, por supuesto, je, je.
Las chicas tardaron un buen rato en estar listas, lo que yo aproveché para juguetear un poco con los aparatejos. Tenía que reconocerlo, la idea de Ali me seducía. Se me ocurrían cientos de maneras de darles uso. El problema era que no estaba seguro de si mis sugerencias serían escuchadas.
Un buen rato después, cerca de las seis de la tarde, reaparecieron por fin las dos mujeres.
Ali se había cambiado únicamente la falda, poniéndose una minifalda mucho más corta (y mucho más sexy). Cuando se agachaba un poco, la faldita permitía atisbar el borde de encaje de sus medias, lo que resultaba bastante más que estimulante. Además, se había desabrochado un botón extra de la blusa, lo que aprecié inmediatamente, en cuanto la chica se inclinó ligeramente delante de mí para meter la otra falda en una de las bolsas, brindándome un excitante atisbo de un sujetador de color claro.
Tatiana apareció un instante después y, cuando lo hizo, me dejó completamente sin palabras. Ali no la había hecho cambiarse simplemente de ropa. La había transformado por completo.
Para empezar, le había puesto una peluca, de color negro intensísimo, liso y melena corta, a lo paje, por encima de los hombros. Después, le había puesto un top también negro, que le quedaba convenientemente ajustado, realzando su esplendoroso busto y encima una camisa blanca, con sólo un par de botones abrochados, por lo que sus pechos asomaban con descaro, embutidos en el top que parecía ser un par de tallas más pequeño de lo debido. Una minifalda parecida a la de Ali y unas medias super oscuras, coronado el conjunto por unas botas con hebillas. Para acabar, se puso una chaqueta de cuero que Ali sacó de una bolsa. Un look urbano, duro y moderno, bastante alejado de la imagen habitual de Tati, pero que, como todo lo que se ponía, le quedaba de putísima madre.
–          Estáis preciosas – dije tratando de ser caballero – Super sexys.
Alicia me dio las gracias sin hacerme mucho caso, mientras terminaba de recoger sus cosas, pero Tati sí que se sintió halagada, dedicándome una encantadora sonrisa.
–          Bueno, ¿qué? – dijo Ali incorporándose – ¿Nos vamos?
–          Claro. Pero, ¿adónde?
–          ¿Dónde queda la parada del metro más cercana?
En ese momento supe por fin qué nos había preparado Alicia para esa tarde.
—————————-
Media hora después, los tres estábamos sentados en un banco del andén de la estación de metro, esperando la llegada del siguiente convoy.
No había mucha gente con nosotros, de hecho quedaban algunos bancos libres, pero yo ya había advertido que mis dos acompañantes atraían irresistiblemente la atención de todos los tíos que había. Llegué a pensar en esconderlas un poquito, no fueran a distraer al conductor del tren y tuviéramos una desgracia.
Ali estaba dándonos los últimos detalles de la operación que tenía en mente. Por una vez, iba a ser yo el protagonista de la historia, lo que me puso bastante nervioso y tranquilizó visiblemente a Tati.
El plan de Ali era muy sencillo y con un nivel de riesgo escasísimo, pues se trataba únicamente de comprobar si los aparatos funcionaban bien. De fácil que era, no podíamos fallar; sin embargo, precisamente por lo bien que salió todo, acabé jorobando el invento. ¿Que cómo lo hice? Pues siendo un guarro, por supuesto.
Cuando llegó el tren, nos desplegamos tal y como habíamos decidido minutos antes. La situación era que ni pintada, pues, justo en los asientos que había al lado de la puerta, estaban sentadas dos guapas jóvenes de veintipocos años, charlando animadamente entre ellas.
Ocupaban los asientos que miran hacia el interior del vagón y, como sabrás, esos siempre van en grupos de tres, con lo que quedaba uno libre que fue inmediatamente ocupado por Tatiana, que llevaba una de las gafas puestas.
Ali, por su parte, se sentó justo enfrente, con el portátil abierto sobre las rodillas, procurando que nadie más que ella pudiera ver la pantalla y enfocando subrepticiamente hacia las chicas con una de las mini cámaras.
Las puertas se cerraron enseguida y yo ocupé tranquilamente mi posición. ¿Qué dónde fue eso? Pues está bastante claro. Me puse en pié, justo delante de las dos chicas y de Tatiana, agarrado distraídamente a una barra para no caerme, llevando puesto el segundo par de gafas. Simulando que no me había dado cuenta, la bragueta de mi pantalón estaba completamente abierta, permitiendo que, con un simple vistazo, cualquiera de las tres mujeres que había frente a mí pudiera vislumbrar mi pajarito.
Como ves, era un plan sin riesgo alguno. Lo normal era que ninguna de las chicas dijera nada y, si por un casual alguna se cabreaba y me reprendía, bastaría con simular embarazo y que todo había sido accidental (“Uy, gracias, no me había dado cuenta. Qué vergüenza”).
Un buen plan, con todo calculado, o al menos así lo creí al principio.
Simulando estar pensando en mis cosas, permanecí en pie frente a las tres mujeres. Tatiana, con una sonrisilla en los labios, me echaba disimuladas miraditas, divertida por la situación y procurando que en todo momento la cámara de las gafas apuntara a mi bragueta abierta.
Al principio me sentía bastante tranquilo, aquello no era nada especial comparado con anteriores experiencias, pero entonces sucedió algo: las chicas se dieron cuenta de que llevaba la cremallera abierta.
Sí, ya sé. Eso era lo que pretendíamos claro, así que podría decirse que todo iba a pedir de boca, pero…
Me di cuenta de que la conversación entre las mujeres había menguado bastante y entonces, percibí por el rabillo del ojo cómo una le daba un disimulado codazo a su compañera y le hacía un ligero gesto con la cabeza, apuntando hacia mí.
Me puse en tensión. Empecé a sudar. Fue justo entonces cuando me di cuenta del fallo del plan. Respirando hondo, traté de calmarme y recuperar la compostura. Resistiendo la tentación, logré no mirar directamente a las chicas, aparentando estar profundamente interesado en el oscuro túnel que desfilaba por la ventana.
Cuando no pude más, desvié los ojos hacia Tati, que seguía mirándome divertida, pero aquello no ayudó precisamente, pues mi novia había cruzado las piernas y el borde de sus medias asomaba eróticamente bajo su minifalda.
Joder. Mierda. Paquirrín en bañador. Notaba perfectamente cómo una gota de sudor se deslizaba por mi espalda, haciéndome cosquillas. No podía mirarlas directamente, pero mi visión periférica percibía cómo ambas chicas echaban disimuladas miraditas a la bragueta abierta. Y el monstruo, que estaba empezando a despertar, amenazaba con escaparse de la cueva de un momento a otro. Qué quieres, soy exhibicionista. Me excito cuando me miran.
Entonces se me ocurrió que podía al menos conseguir que aquello quedara bien registrado. Me quité las gafas y sacando un pañuelo del bolsillo, empecé a limpiar los cristales, procurando en todo momento que el objetivo apuntara hacia mis bellas compañeras y también no obstruirlo en ningún momento.
Cómo había podido olvidarme. La excitación de exhibirme. Ya no podía más.
Y sucedió. Mi polla, ya completamente erecta, tensando la tela del pantalón, se escapó bruscamente de la bragueta, bamboleando frente a los asombrados ojos de las chicas. Como ya me daba todo igual, las miré por fin directamente y juro que pude percibir un inconfundible brillo de lujuria en la mirada de la que estaba justo frente a mí.
Pero el momento pasó pronto. Escandalizada, su compañera la agarró del brazo y ambas se pusieron en pié, obligándome a apartarme. Con  habilidad, yo había devuelto mi pene al interior del pantalón y me había abrochado la cremallera, rezando porque las chicas no montaran un escándalo.
Por fortuna no fue así, pues justo en ese instante el tren llegó a otra estación, las puertas se abrieron y las chicas salieron de allí como alma que lleva el diablo. Excitado y un poquito asustado, me dejé caer en el asiento al lado de Tatiana, quien, tras mirarme divertida unos segundos, estalló en sonoras carcajadas, que fueron pronto secundadas por Alicia y, finalmente, también por mí.
Los otros pasajeros nos miraban como si estuviéramos locos (no iban muy desencaminados) pero, como ninguno se había apercibido de lo que había pasado, no nos hicieron mucho caso.
Ali se levantó y se cambió de asiento, sentándose entre nosotros, de forma que ocupamos los tres asientos. De esta forma, pudo mostrarnos las grabaciones que habíamos logrado con las cámaras sin que nadie más pudiera verlo.
Joder. Menuda maravilla. Teníamos tres tomas desde diferentes ángulos de nuestra primera aventura en metro. Mientras contemplaba las imágenes, en mi cabeza ya iba montando mentalmente el vídeo, escogiendo fragmentos de uno u otro para crear una secuencia.
La toma de Tati era buenísima, pues se las había apañado no sólo para filmar un buen plano de mi bragueta abierta (y de la aparición final del monstruo), sino que también había mirado de vez en cuando a nuestras acompañantes, logrando pillarlas un par de veces mirando con disimulo a mi entrepierna. Me excité muchísimo al verlo.
Por su parte, la de Ali no era tan buena, por razones obvias, ya que yo estaba justo en medio. Aún así, había logrado captar varias miradas de una de las chicas hacia la zona de conflicto que me encantaron.

Mi vídeo, por su parte, era bastante malo en su primera mitad, pues no me había atrevido a mirar a las chicas. Pero luego, cuando simulé lo de la limpieza, había logrado un morboso primer plano de las chicas mirándome con disimulo y, finalmente, cuando la cosa se estropeó, filmé también mi propia erección asomando con descaro de mi pantalón y el último vistazo que una de las chicas le dedicó. Morbo puro.
Alicia, mientras veíamos el vídeo, no paró de burlarse de mí por haberme empalmado de esa forma. Al principio, excitado por la situación y las imágenes grabadas, no me importó mucho, pero, cuando Tati se sumó a las bromitas, debo reconocer que me piqué un poco.
–          Pues a ver si te ríes tanto cuando te toque a ti – le solté haciéndola dejar de reír de repente.
–          Eso – asintió Ali mirándola enigmáticamente – Veremos si te ríes después.
Algo en su tono me puso un poquito nervioso.
Sin embargo, contra todo pronóstico, fue Ali la siguiente en probar la cámara.
Repetimos el numerito, con ella de pié, delante de un señor mayor, conmigo sentado al lado y Tatiana enfrente, manipulando el ordenador.
Ali, con habilidad, se había subido varios centímetros la minifalda, de forma que el borde de las medias podía verse a placer. Para taparse del resto de viajeros, se había puesto su querida gabardina, que la tapaba por detrás, por lo que el espectáculo quedaba reservado para mí y para el tipo que había a mi lado.
Y la verdad es que el tío no se quejó. De vez en cuando, traté de emular a Tati, obteniendo tomas del hombre, mirando hacia el lado con disimulo, aunque la verdad es que no era necesaria tanta precaución, pues el tío tenía clavados los ojos en las cachas de Ali con todo el descaro del mundo, sin alterarse lo más mínimo.
Ali, cada vez más en su salsa, decidió poner más carne en el asador. Inclinándose repentinamente, levantó un poco un pié del suelo, comenzando a rascarse el tobillo, como si la hubiese asaltado un irresistible picor. Enseguida retomó su posición frente a nosotros, pero habiendo logrado su objetivo: que la minifalda se le subiera todavía más.
Joder, qué sexy estaba. Qué morbazo. La corta faldita estaba ya tan subida que no sólo dejaba ver el borde de las medias (y un excitante liguero que yo no sabía que llevaba) sino que permitía atisbar por delante la braguita de la chica. No sé si sería mi imaginación, pero juraría que había una tenue manchita de humedad en la tela.
Miré de nuevo a mi compañero y, sorprendentemente, me encontré con sus ojos clavados en mí. Me quedé paralizado por un segundo, pensando que nos habían descubierto, pero el tipo lo que hizo fue dirigirme una mirada cómplice, resoplar y volver a fijar su atención en las cachas de Alicia.
Me reí por dentro e hice lo mismo. Regalarme con el morboso espectáculo que nos ofrecía la joven.
Seguimos así unos minutos más, en los que pude obtener incluso unas buenas imágenes del bulto que había empezado a formarse en el pantalón del hombre.
Entonces el metro se detuvo y subió bastante gente, poniendo punto y final a la diversión. Una mujer mayor ocupó el asiento libre al lado del tipo y claro, Ali no tuvo más remedio que ponerse bien la falda.
El hombre, un poquito apesadumbrado, hizo ademán de ir detrás de Ali, pero ella le dirigió una mirada indicándole que no estaba por la labor y, por fortuna, el tipo se comportó y no insistió.
Como quedaba una sola parada para llegar al fin de línea, nos bajamos los tres del tren, reuniéndonos un par de minutos después para repasar las grabaciones.
La de Tati estaba bastante bien, con buenas tomas de los ojos del tipo saliéndose de sus órbitas pues Ali, al tratarse de un único objetivo, no había tenido problema alguno en no interponerse ante la cámara.
Mi toma también era muy morbosa, aunque he de reconocer que grabé más que nada los muslos de Alicia. En cambio, la toma de Ali resultó ser espectacular, pues, en cuanto la chica cogió un poco de confianza, no tuvo reparo alguno en mirar directamente al hombre, pudiendo grabar magníficos planos en los que el tipo la desnudaba con la mirada.
–          Ya hora te toca a ti – dijo Ali entonces, cogiendo el portátil de las manos de Tatiana – Esto es lo que vamos a hacer…
Como me temía, su plan para Tati era un pelín más atrevido. Bueno. Un pelín no, un pelo entero.
—————————–
Cambiamos de línea, para disminuir el riesgo de encontrarnos con alguien que nos hubiera visto antes.
Yo no acababa de verlo claro, el plan de Ali me parecía demasiado arriesgado, pero bastó que me opusiera un  poco para que Tati saltara como un resorte, anunciando que lo haría. Qué podía hacer, eran dos contra uno.
Esta vez nos costó bastante encontrar la ocasión perfecta. Estuvimos más de una hora vagando por diferentes trenes, buscando las condiciones óptimas. Hasta que lo conseguimos.
Un vagón solitario, sólo un par de viajeros al fondo. Justo lo que necesitábamos.
Ali y yo nos fuimos otro extremo, lo más alejados posible de los otros viajeros, sentándonos juntos, con el portátil activado, simulando estar hablando de nuestras cosas, sin prestar atención a lo que nos rodeaba.
Mientras, Tatiana, visiblemente nerviosa, se las apañó para colocar con disimulo una de las mini cámaras bajo uno de los asientos que miraban hacia el interior del vagón, de forma que enfocara justo enfrente. Cuando la tuvo lista, simplemente se sentó en el asiento que quedaba delante del objetivo, al otro lado del vagón, por lo que pronto tuvimos su imagen en la pantalla del portátil, sentada con las piernas cruzadas y el cuerpo tan tenso que parecía estar a punto de saltar en cualquier momento.
–          Nena – oí que susurraba Alicia a mi lado – Hay que comprobar el encuadre. Ya sabes lo que hay que hacer.
Tardé un segundo en comprender que Ali había equipado a mi novia con el auricular y se había quedado el micro para darle instrucciones. La miré en silencio, su rostro exaltado, los ojos brillantes por la excitación. A aquella chica no le gustaba únicamente exhibirse; también le encantaba dar órdenes.
–          Vamos, Tati, enséñanos tu precioso coñito…
Aquellas palabras captaron mi atención. Pegando mi hombro a Ali, miré sin parpadear a la pantalla, el corazón latiéndome desaforado en el pecho.
Tati, toda ruborizada, miró subrepticiamente a los otros viajeros que iban en el vagón, pero, como además de estar retirados estaban sentados de espaldas a ella, logró tranquilizarse lo suficiente como para obedecer.
Madre mía. Cuando por fin Tatiana separó los muslos y aferró el borde de su minifalda, sentí cómo mi miembro daba un salto dentro del pantalón. Tenía de nuevo la boca seca.
Qué espectáculo, mi chica abierta de piernas en el vagón de metro, enseñándonos el coño a través de la cámara, pues, obviamente, Alicia le había ordenado que fuera sin bragas.
–          Vale, nena, encuadre perfecto – comunicó Ale – Ya puedes cerrar las piernas.
Cosa que Tatiana hizo inmediatamente. Ahora sólo faltaba esperar.
En la siguiente parada no tuvimos suerte. Se subió únicamente una pareja de ancianos que, por desgracia, se sentaron justo delante de Tatiana, tapándonos la cámara y amenazando con estropear todo el plan.
Pero la fortuna no nos había abandonado, pues se bajaron enseguida, sólo dos paradas más adelante, agarrados por el brazo y con andar tambaleante.
Y, precisamente en esa parada, subió a bordo el candidato ideal para la idea que Ali tenía en mente.
Un hombre joven, más próximo a los treinta que a los cuarenta, bien vestido, con un periódico en la mano. Entró al vagón y, como hubiera hecho cualquier tío en su lugar, al ver a la preciosa chica sentada y solitaria, se colocó justo enfrente, empezando a leer su periódico tras haberle echado un par de miradas apreciativas a Tatiana.
Alicia y yo no nos perdíamos detalle, pues, aunque sus piernas nos tapaban el objetivo de la cámara oculta bajo su asiento, teníamos una magnífica visión del tipo gracias a las gafas que llevaba puestas Tati.
–          Asegúrate de llamar su atención – siseó Ali por el micro.
Cosa fácil. Tatiana no tuvo más que cruzarse de piernas. De todos es bien sabido que, cuando una tía buena cruza las piernas, una alarma salta en el cerebro de los hombres que hay cerca. Y el tipo aquel no fue ninguna excepción. Asomándose por encima del periódico, lanzó una mirada admirativa a Tatiana, que simulaba no haberse dado cuenta de nada.
–          Adelante con el plan – dijo Ali.
El plan. Menudo plan era ese. Estuve a punto de pararlo todo en ese momento. Pero no lo hice, pues, he de reconocer que me moría por ver lo que iba a pasar.
Fue muy sencillo. Dejamos pasar un par de minutos y Tatiana (cuyas dotes de actriz me sorprendieron), empezó a dar cabezadas en su asiento. Gracias a su cámara pudimos comprobar que el tipo no se perdía detalle, aunque, por desgracia, no teníamos imagen de Tati en el ordenador.

–          Mierda – me susurró Ali – Pásame la otra cámara.
Entendiendo sus intenciones, saqué la segunda mini cámara del bolsillo y se la di. Ali, con mucho cuidado, la colocó en el respaldo del asiento que tenía delante, de forma que al menos pudiera registrar una imagen lateral de Tatiana fingiendo dormir. No era una toma muy buena, pero mejor eso que nada.
Otra parada. La suerte nos sonreía. No subió nadie. En cuanto el tren reanudó su marcha, Ali ordenó a Tatiana que diera un pasito más.
Tragué saliva, los ojos clavados en la pantalla del portátil, deseando ver si Tati se atrevía. Y vaya si se atrevió.
Mi chica, simulando estar ya completamente dormida, descruzó las piernas y, recostada contra la ventanilla que había a su espalda, permitió que sus muslos se separaran, dando vía libre a los lujuriosos ojos del viajero para regalarse con la hermosura que ocultaban.
En pantalla vimos cómo el hombre se ponía en tensión, sus manos se crisparon sobre el periódico, arrugándolo. No podía creerse lo que estaba viendo.
Con nerviosismo, miró a ambos lados, para asegurarse de que nadie le veía espiando bajo la faldita de Tatiana. Los otros viajeros seguían de espaldas y Ali y yo, con las cabezas inclinadas sobre el ordenador, simulábamos no estar dándonos cuenta de nada.
Más calmado, el tipo se inclinó levemente, agachando la cabeza para poder atisbar mejor bajo la falda de la chica. Al hacerlo, el hombre separó un poco los pies, lo que permitió que, durante unos instantes, pudiéramos ver en pantalla a Tati, despatarrada en su asiento, exhibiendo impúdicamente la hermosura que ocultaba entre sus piernas. Y aquel hombre parecía ser un rendido admirador de la hermosura.
Yo no dejaba de pensar en qué estaría pensando Tati en ese instante. ¿Estará asustada? ¿Excitada? Yo, por mi parte, ya portaba una erección de campeonato y sentía además un intenso escozor en los ojos, supongo que de esforzarme tanto en no parpadear.
Entonces el tipo fue un poco más allá. Dejando con mucho cuidado (para no hacer ruido) el periódico en el asiento de al lado, sacó su móvil del bolsillo y, subrepticiamente, consiguió unas buenas imágenes del chochito expuesto de mi novia. No me preocupó acabar viendo las imágenes en Internet, pues el disfraz de Tati era muy bueno. Mientras lo hacía, llevó una mano a su entrepierna y estrujó su propia erección por encima del pantalón. Por un momento, temí que se sacara la chorra allí mismo, pero se contuvo.
Me alegré de que Tati tuviera la suficiente presencia de ánimo para mantener los ojos bien cerrados, pues estoy seguro de que, si hubiese visto al tipo sobándose el falo delante de ella, hubiera sido incapaz de continuar con la farsa.
Estaba excitadísimo, no podía más. Me estaba poniendo cachondísimo sólo de ver cómo mi novia se exhibía. No sé, es posible que incluso más de cuando lo había hecho yo un par de horas antes.
Entonces se me ocurrió. Si estaba cachondo, ¿por qué iba a aguantarme? Total, nadie más que Ali podía verme… y la verdad, me apetecía que me viera.
Procurando que el tipo no se diera cuenta de mis maniobras (aunque los respaldos de los asientos nos ocultaban de su vista), me las apañé para sacar mi durísima polla de la bragueta del pantalón.
–          Pero, ¿qué coño haces? – siseó Ali mirándome sorprendida.
–          Estoy cachondo perdido. Voy a hacerme una paja.
Por toda respuesta, Ali se rió en silencio, aunque no pudo evitar echar un vistazo a mi erección, cosa que me encantó.
Procurando no hacer ruido ni movimientos bruscos, empecé a masturbarme lentamente, con los ojos de nuevo clavados en los acontecimientos de la pantalla.
Finalmente, el tipo se cansó de echar fotos o de grabar. Volvió a mirar a los lados. Algo se avecinaba.
–          Jo, ya va, ya va – susurraba Alicia in perderse detalle – Ahora tranquila Tatiana, no muevas ni un músculo…
Alicia no me había dicho que llegaríamos tan lejos, pero debería habérmelo imaginado. Sin embargo, a esas alturas y con lo excitado que estaba, no se me pasó por la mente ponerle fin a aquello. Mi mano empezó a deslizarse más deprisa sobre mi polla.
Con mucho cuidado, moviéndose muy despacito, el tipo se puso de pié, dando un sigiloso paso hacia la bella durmiente. En cuanto se movió, volvió a despejarse el plano de la mini cámara, por lo que pude regalarme con la visión de Tati despatarrada en su asiento. Joder, no me extrañaba que el tío se hubiera puesto en acción, el espectáculo no era para menos.
Inesperadamente, Alicia plantó su mano sobre mi polla, deteniendo mi paja. El corazón me latía desbocado, pues era eso precisamente lo que había estado deseando. La miré y me encontré con un indescriptible brillo de lujuria refulgiendo en el fondo de sus ojos.
No hizo falta que dijera nada. Mi mano soltó mi instrumento, que enseguida fue empuñado con firmeza por Alicia, haciéndome estremecer. Con mucho cuidado, deslicé mi mano bajo el portátil, que estaba en su regazo y, moviéndola con destreza, la colé bajo su falda, acariciando su cálida piel desnuda en el punto en que terminaban sus medias, haciéndola gemir en voz baja y obligándola a separar de forma inconsciente los muslos, facilitándome el acceso.

Con habilidad, colé un par de dedos bajos sus braguitas, deleitándome con la humedad y el calor que había entre sus piernas. Su mano, entretanto, no permaneció ociosa, comenzando a deslizarse lentamente sobre mi rezumante falo, haciéndome ver estrellitas por el placer.
Nuestro amigo, mientras tanto, se las había ingeniado para acuclillarse justo frente a las piernas abiertas de Tatiana, volviendo a usar su móvil para obtener unos buenos primeros planos.
–          No te muevas, Tati, tranquila – gimoteaba Alicia, tratando de ahogar los suspiros de placer que mis inquietos dedos le provocaban.
Por fin y con mucho cuidado, el hombre se sentó junto a Tati, que no movía ni un músculo. Se tomó entonces un pequeño respiro, sin dejar de sobarse la polla por encima del pantalón, volviendo a mirar a los lados, reuniendo valor suficiente para atreverse a más.
Alicia, con los ojos brillantes, no se perdía detalle y parecía estar a punto de gritarle al tipo que siguiera. Su excitación se traducía en la fiereza con que su mano me masturbaba, deslizándose sobre mi polla a toda velocidad. Traté de calmarla, sujetándola con mi otra mano, logrando que bajara un poco el ritmo.
Justo entonces, el tipo se atrevió. Con infinito cuidado, rozó suavemente una pierna de Tati, con los dedos, con el cuerpo en tensión, a punto de saltar. Tati, por su parte, también parecía tensa como una cuerda de piano, pero Alicia no iba a dejarla escapar, susurrándole palabras tranquilizadoras y recordándole que aquello lo estaba haciendo por mí.
Poco a poco y como Tatiana, no daba muestras de despertarse, el hombre fue ganado confianza, atreviéndose a posar su mano con decisión en el muslo de la chica, acariciándolo con mucho cuidado, pero llegando cada vez más arriba.
–          Así, cabrón, así – siseaba Alicia enfebrecida – Tócale el coño, vamos cabrón.
Joder, cómo se ponía. No sé por qué, pero el verla tan fuera de control me cortó un poco el rollo. Empecé a preocuparme al pensar en hasta donde sería capaz de llegar aquella mujer con tal de satisfacer sus deseos.
Entonces Alicia se corrió. Mis dedos, que instantes antes habían atrapado su clítoris entre sus yemas acariciándolo, parecieron arder por el intenso calor que brotaba de las entrañas de Ali. La chica bufó, soltando mi polla y tapándose la boca con la mano, para ahogar el grito de placer que había estado a punto de escapársele.
Nervioso, alcé la vista por si el tipo se había dado cuenta de algo, pero estaba tan concentrado en lo suyo que podríamos haber explotado un petardo sin que se enterara de nada. Mientras tanto, yo no había dejado de acariciar y estimular la vagina de Alicia, que se deshacía en un mar de humedad entre mis dedos, mientras sus caderas se movían agitadas por pequeños espasmos de placer.
Riendo, divertido por la intensidad de la corrida de Ali, agarré el portátil (que por poco no se había caído al suelo) y lo afirmé bien entre nosotros. Ni corto ni perezoso y una vez recuperada la imagen, agarré la muñeca de Alicia y atraje su mano hasta mi rabo, con intenciones obvias.
Una sonrisilla maliciosa se dibujó en sus labios, dedicándome un sensual guiño antes de reanudar la paja; pero, de repente, sus ojos se abrieron como platos, clavándose en la pantalla.
Justo en ese instante, el tipo llegó hasta el final. Envalentonado por la aparente falta de resistencia de Tati (y puede que habiendo notado que la chica fingía dormir mientras se dejaba meter mano) el tipejo deslizó su mano por completo bajo la minifalda de Tatiana, posándola por fin en su coño.
Según me contó Tati después, el hombre no se cortó un pelo y, tras percibir que estaba húmeda, no dudó en introducir uno de sus dedazos en el coñito de mi chica, clavándoselo hasta el fondo.
Y claro, aquello ya era demasiado para Tati, que, dando un respingo, trató de empujar al tipo y apartarlo de su cuerpo serrano.
Y pasó lo que tantas veces habíamos comentado Alicia y yo. El tipo no se detuvo.
Con un gruñido, se echó encima de Tatiana sobre el banco, aplastándola con su peso y obligándola a tumbarse en los asientos. Habiendo perdido por completo el control, el tipo le metía mano a la pobre chica por todas partes, mientras ella trataba de escapar con desespero.
Obviamente, me puse en acción, poniéndome en pié de un salto. Alicia, por un instante, me agarró por el brazo, como si intentara detenerme, aunque no lo hizo con mucha convicción. Daba igual, no habría podido pararme.
Un segundo después, estaba encima del tipejo ese y agarrándole por la chaqueta, lo quité de encima de Tatiana de un tirón, arrojándole contra los asientos que ocupaba minutos antes.
El pobre me miró asustado unos segundos sin reaccionar y fue una suerte para él que no lo hiciera, pues si llega a intentar algo lo tiro por una ventanilla.
Los otros viajeros, sorprendidos por el jaleo, se habían vuelto a mirarnos alucinados. El hombre, sin decir ni pío, se puso en pié a trompicones, justo en el instante en que llegábamos a otra parada.
Con una expresión de alivio casi cómica, el pobre tipo se dirigió a las puertas que se abrían y casi corriendo, salió disparado del tren, perdiéndose en la estación. Segundos después, los otros viajero, supongo que temerosos de verse mezclados en algún follón, se bajaron también, procurando no mirarnos en ningún momento.
–          ¿Estás bien? – pregunté volviéndome preocupado hacia Tatiana y ayudándola a sentarse derecha.
–          Sí, sí, no te preocupes…
–          ¿Te ha hecho daño?
–          No, no, estoy bien… Ha sido el susto.
Alicia apareció entonces a nuestro lado, sentándose en el asiento que quedaba libre.
–          Menuda pasada, Tatiana, lo has hecho increíblemente bien. No sabes cuánto se ha excitado Víctor mientras te miraba… Ha empezado a masturbarse…
–          La madre que la parió – pensé – ¿Se había vuelto loca?
–          No digas tonterías – le dije en tono muy serio – La cosa se nos ha ido de las manos. Una cosa es exhibirse con cuidado y otra lo que acaba de pasar. Lo mejor va a ser ponerle fin a esta locura…
Estaba enfadado. Y preocupado. Si nos dejábamos arrastrar, no podía imaginarme hasta donde sería capaz de llevarnos Alicia. Había que poner el freno.
–          Esto se acabó – dije – Lo mejor será que nos olvidemos de estos juegos y que…
Empecé a soltar mi discurso, argumentando apropiadamente lo que quería decir, dando sólidas razones de peso para poner fin a aquella locura.
Las muy…. zorras. Me dejaron hablar durante varios minutos sin decir ni pío, hasta que por fin me di cuenta de que las dos estaban aguantando las ganas de reír a duras penas.
–          ¿Se puede saber qué coño os pasa? ¿De qué cojones os reís?
Tati, con los ojos llorosos, aguantando como podía la risa, consiguió articular con el rostro ruborizado…
–          Cari… Tu pene…
Miré mi propia bragueta, mudo de estupor. Joder. Me había dejado la polla fuera. Y seguía bastante dura.
Las dos se echaron a reír abiertamente, mientras que yo, sintiéndome muy avergonzado, forcejeaba con la bragueta para esconder mi erección en mis pantalones.
–          ¿Así que no te habías puesto cachondo? – dijo Ali mirándome con sonrisa traviesa.
Derrotado, me dejé caer en el asiento, sabiendo que todos mis argumentos habían perdido su razón de ser. Las dos chicas, descojonadas, se partieron a mi costa un buen rato todavía.
Cuando llegamos a la última parada, nos bajamos del tren tras recuperar la cámara de debajo del asiento.
–          Bueno, chicos – dijo Ali – Me voy. Me esperan en casa para cenar. Mi prometido, ya sabéis…
Le devolvimos todos los cacharros y ella los guardó en el maletín del portátil.
–          ¿Quedamos mañana otra vez? – preguntó ilusionada.
–          Mañana no puedo – me apresuré a decir – Me toca coger el coche y hacer varias visitas fuera de la provincia. No volveré hasta la noche.
–          Sí, y yo mañana estoy de tarde. Una compañera me ha pedido que se lo cambiara…
–          Bueno, pues el viernes entonces – dijo mirando a Tatiana de forma enigmática.
–          Ok. Hablamos el viernes por la mañana – asentí.
Nos despedimos de Ali, que iba a tomar un taxi, pero, justo antes de marcharse, se acercó a mi novia y le dijo algo al oído que la hizo enrojecer.
Por fin, la joven se marchó con el portátil al hombro, lanzándonos un guiño cómplice y riéndose divertida.
–          ¿Qué te ha dicho? – pregunté intrigado.
Tatiana me miró fijamente un instante, muy colorada, antes de decidirse a responder.
–          Me ha dicho… Que no desperdicie esa erección.
—————————-
Un par de minutos después, con mucho sigilo, nos colamos en los servicios de caballeros de la estación. Y echamos un polvo de la hostia en uno de los retretes. Me la follé a lo bestia, apoyada contra la pared, sus piernas anudadas en torno a mi cintura, ahogando sus gritos de placer enterrando su rostro en mi cuello. Fue un polvazo, que alivió por fin la increíble excitación de la jornada.
Al día siguiente, por la noche, me enteré de que Tati me había mentido y que las palabras de Alicia al oído habían sido otras muy distintas.
TALIBOS

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Relato erótico: “Inducida por mi marido” (POR LEONNELA)

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El ardor de un chirlazo estampado en mi trasero me hizo incorporar de golpe y voltear furibunda
_Demonios!! mira lo que ocasionas!!, dije señalando el desinfectante que usaba para limpiar la cocina y que por la sorpresa terminó derramado por el piso.
_Lo siento cariño, pero verte así en esa posición, con esos shorcitos tan cortos, con los cacheticos al aire, difícilmente uno se resiste a azotarte… lástima que deba ir a trabajar porque sino…
_Sino que?…respondí algo melosa, acercándome hasta permitir que mis pechos lo rocen de forma provocativa, mientras deslizaba mi mano hacia su  bragueta.
_Mmm mujer… no juegues así…que me enviarás inquieto a lidiar con los presupuestos
_Presupuestos…otra escusa  para desaparecerte el sábado no?
_Sabes que no son escusas, dijo mientras me acariciaba el culo  pero…en la noche arreglo cuentas contigo guapa!
_Eso espero…eso espero…porque sino…
_Sino que?
_Sino buscaré la forma de resolver esos pendientes sin tu ayuda respondí juguetona
_jajaja me encantan tus amenazas espero en la noche encontrarte así de lanzada, por cierto si durante mi ausencia haces algo indebido me lo cuentas eh?  ya sabes que siempre quiero cosas nuevas pero te acobardas…
Entendí perfectamente a lo que se refería, Laureano, mi esposo había hecho varios intentos por  inducirme al exhibicionismo y quien sabe que otras prácticas alborotaban sus fantasías; puesto que los 45 años a más de llenarle de canas las sienes, lo estaban volviendo morboso.
 La verdad es que el tema del exhibicionismo no me atraía del todo, pero tampoco me incomodaba, quizá tan solo era cuestión de una oportunidad y lo mas importante: decisión,  decisión ésa es la parte que me faltaba, aunque últimamente  también a mi la madurez me estaba volviendo más apasionada y atrevida.
_Ahhh y deberías ponerte otros shorcitos porque se te ve un culo precioso y tu hijo esta en el estudio con sus amigos, no sea que no los dejes concentrar…
_Mmm lástima que los amiguitos de Marcelo no pasen de veinte años y yo sea una cuarentona, porqué sino te haría atrancar con esas palabras.
_Y se puede saber que tienen que ver tus 40 en todo esto?
_Obvio!! Que los chiquillos no se fijan en mujeres viejas, bueno viejas suena exagerado, digamos mas bien que no se fijan en mujeres grandes
Ja!! No tienes idea de todas las fantasías que tuve a los veinte con mujeres  grandes, así que pensándolo bien, quizá debería dejarte  encerrada en la habitación…por si a alguno de esos degenerados se le ocurre algo contigo
_jajaja ya deja de decir tonterías y vete que te atrasas….ahhhh y si me animo a portar mal, te llamo para contártelo pasa a paso…
_Eres un encanto de esposa, espero la llamada eh?
Mientras continuaba con la limpieza, no se me quitaba la sonrisa, comenzar el día con un esposo que amanece de buen humor, regalando a diestra y siniestra halagos, y aun más con una buena oferta de sexo para la noche, era suficiente motivo de alegría para al menos una semana, aunque tuviera que pasar el resto de mi día libre limpiando.
En una de las tantas idas y venidas me detuve unos segundos frente al espejo que colgaba en el recibidor; recordando las palabras de mi marido di vuelta, y pude confirmar que en verdad los shorcitos me quedaban a la medida, no cabe duda que los dos kilitos de mas me sentaban muy bien. Por delante se reflejaba un vientre casi plano,  una cintura bonita que la hubiese querido un tantico mas estrecha, y un par de muslos fuertes que quizá eran lo mas atractivo que tenia.
Vestía una blusa blanca de tirantes que me permitía llevar los pechos desnudos,  librándome del tormento de andar en casa con brasier. El cabello lo tenía recogido en una coleta que me daba aspecto juvenil, pese a que unas cuantas líneas de expresión me traicionaban. Además era dueña de un rostro agradable y un airecito seductor con el que enfrentaba a creces la madurez, una madurez que últimamente me estaba llenando de muchas inquietudes.
El timbre del teléfono  interrumpió mi autoexamen   y al levantar el auricular  escuché la voz de Laureano
_Querida, necesito hablar con Marcelo por favor pónmelo
_ok, espera un segundo voy para el estudio, aun  sigue con sus compañeros
_Lo se, me dijo que tenían tarea para todo el día….
La puerta del estudio estaba  abierta, así que me acerqué al escritorio donde mi hijo y sus compañeros trabajaban.
_Tu papa le dije entregándole el teléfono
Mientras mi hijo se desahogaba con su padre maldiciendo al profesor, yo apenas le escuchaba, extrañamente mi cerebro se entretenía en buscar la mínima intención de una mirada indebida por parte de alguno de los muchachos; era como si me sofocara una repentina necesidad  de sentirme atractiva.
Intencionalmente coloque los codos en el escritorio como si pretendiera curiosear lo que hacían en la portátil, eso fue suficiente para atraer las miradas a mi escote; la posición en la que me encontraba dejaba a la vista buena parte de mis senos, y el paisaje se volvía mas llamativo puesto que no llevaba sujetador y unos bonitos pezones se levantaban airosos.
Al permanecer semi  inclinada,  mi cuerpo tomaba la forma precisa para una buena cogida, espalda recta, trasero levantado, incluso el escritorio tenia la altura perfecta para dar rienda suelta a la imaginación. No se que pensaban los chicos pero me encantaba la insistencia con la que me miraban.
Disfrutaba de un verdadero momento de gloria, pero la voz de mi hijo me hizo dejar mi sutil coqueteo
 _Gracias mami, papa quiere volverte a hablar
Agarré el teléfono y respondí
_Te escucho cielo
_Dime algo querida….cuantos te han mirado el culo?
_Queeee dije soltando una carcajada  mientras me dirigía a la sala
_Anda, dime quien te miro mas? Jin, Manu, o Alejo
_ Que cosas dices!! Por supuesto que ninguno!! Mentí
_No me digas que te cambiaste los shorcitos? porque si los tenias puestos y no te miraron, son unos verdaderos maricas
_Jajaja , estas enfermo!!!!,  así que ese fue el motivo de tu llamada? mandarme al estudio para que me vean el trasero!, ay Laureano estas loco
_Nada de eso, simplemente quiero que mi mujer compruebe que es deseable para cualquiera, incluyendo a esos niñatos
Y si así fuera, que es lo que ganas con eso eh?
_Tenerte mas cachonda,  y si la suerte acompaña que cumplas alguna de mis fantasía
_Cuidado cariño,  mira que al menos Alejo se ve como todo un hombrecito y pues si, se la ha pasado mirándome el culo
_Solo el culo amor? Y ese rico par de tetas no? de seguro babeó con tus pezones queriendo reventar la blusa
_Mmmm pues de hecho no solo miró mis pechos, también mis muslos, y no le importó que me diera cuenta, bueno al menos no lo disimuló apropiadamente.
_Caramba…caramba…o sea que mi mujer los dejó cachondos
_Pues humildemente creo que esta noche podría ser parte de alguna de sus fantasías
_Hazme un favor Vero, ve nuevamente al estudio, pero esta vez pórtate mas provocativa, si? así les ayudamos con sus sueños nocturnos
_Hablas en serio? Este juego se puede poner peligroso Laureano
_No, amor que bah, bien lo dices solo es un juego y no sabes como estoy de cachondo  tan solo con imaginarme la escenita…
_así que cachondo, interesante.. interesante…
 _Anda, ve con el pretexto de que alguien te ayude en algo, de seguro Marcelo no se ofrecerá de voluntario, pero alguno de sus amigos sí, o esta vez también te acobardaras?
_No me retes Laureano, porque no respondo…
_Si amor anda,  pero hazte un nudo en la camisetilla, deja que se vea ese ombliguito precioso que conduce al coño delicioso que se te dibuja, ese en el que quisiera entrar ahora mismo y darte una buena…
Las insinuaciones de mi esposo empezaban a hacer efecto en mi cuerpo y animada por sus palabras, y por mis propias ganas de sentirme deseada, me hice un nudillo en la blusa dejando desnuda mi cintura y parte de mis caderas; una nueva mujer se despertaba, una ansiosa de nuevas experiencias.
Caminé con paso oscilante al estudio y sin vacilación me situé frente a ellos.
_Chicos…alguno de ustedes me ayuda un momentico?
Casi no acababa de terminar la frase, cuando precisamente Alejo que era el que más me miraba cerró el libro y se incorporó automáticamente.
_Yop,  después de todo hasta los genios merecemos un descanso, señaló mostrando una sonrisa traviesa
Los demás le tildaron de ocioso y movieron la cabeza burlonamente mientras él les propinaba un codazo al salir.
No se si su sonrisa se debía al hecho de  abandonar  unos minutos sus tareas  de investigación o a la oportunidad de ir tras de mi, alegrando la vista.
Caminé delante de él, sintiendo que seguía mis movimientos, le escuché carraspear un par de veces y voltee, descubriendo sus inquietos ojos sobre mis caderas; me sentía mas hermosa que nunca, quizá porque a cierta edad las miradas adolescentes tienen un efecto especial que a las mujeres maduras  nos rejuvenece.
  Atravesamos el recibidor, subí las escaleras que conducen a la planta alta, y no se me ocurrió otra cosa que encaminarme a la bodega. No sabia que inventar, así que le pedí a Alejo que me ayudara a revisar unos cestos que estaban ubicados en los estantes, y aprovechando el espacio reducido, disimuladamente restregué mis senos contra su espalda. Quería notar su reacción, confirmar si en verdad yo podía inquietarlo hasta el punto de generarle una erección, ya no era un juego,  era una cuestión de orgullo de mujer .
A mi contacto él se quedo quieto, rígido, creo que su falta de experiencia lo tenia transpirando. Me acerqué aun más, crucé mi brazo por encima de su hombro y dejé que sintiera mis pechos, los aplasté contra él, los suficientes segundos para que mi cercanía acelerara su respiración y seguramente su…
 Le eché un vistazo, parecía nervioso, un nerviosismo tierno que bajaba mis defensas, y aunque Alejo solía llegar los fines de semana a casa,  no me había percatado que el hermoso tono azabache de su cabello era el mismo que el de sus ojos, unos ojos que ahora me miraban con una inusitada insistencia.
_Anda, mejor ayúdame a trepar en la escalerilla, quiero ver que contienen esas cajas le dije dando unas palmaditas sobre su espalda
La escalera domestica contaba con unos pocos peldaños, sin embargo tenia la suficiente altura para que sus ojos se agasajaran con mis carnes, intencionalmente separe un poco mis muslos dejando que su mirada penetre entre mis ingles, estaba consiente que al ser una prenda muy corta, restaba trabajo a su imaginación. Al pretender subir otro escalón el vibrato del teléfono que traía en mi bolsillo me sobresaltó haciendo que perdiera un poco el equilibrio
_Hey!! Alejo sujétame!!!  ,
Sus manos sudorosas se posaron sobre mis muslos ayudándome a ubicar en el estribo.
_Supongo que no querrás que caiga sobre ti? o si? le dije camuflando una doble intención
El tan solo sonrió, sus ojos brillaron mientras me ayudaba a bajar, dejando en mi piel la suavidad de un roce que pudo ser una caricia…
No puedo negarlo, me emocionó el temblorcito de sus manos, la delicadeza de su roce, la ligera fricción casi sobre mis glúteos…Nos quedamos unos segundos en silencio, unos segundos que se hicieron eternos; el impresionado por una mujer grande yo atemorizada por el candor de un chiquillo.
El teléfono volvió a sonar, sabia que era mi esposo, así que preferí salir y responder en mi habitación, no sin antes plantarle la mirada
_Gracias Alejo, me avisas cuando termines… (cuando termines de hacerte la paja) …esto último lo dije para mis adentros y me encaminé a mi habitación con cara sonreída.
Respondí a la llamada de Laureano:
_Si amor?
_Dime linda que paso? fuiste al estudio?
_Si, Alejo se ofreció a ayudarme
_Te miraron? coqueteaste? detállame..detállame todo…
 Queriendo satisfacer las fantasías de mi marido, empecé a exagerar lo sucedido:
Entré muy segura meneándome toda, me senté en el sillón que está frente al escritorio, crucé la pierna,  luego las separe ligeramente permitiendo que vean la cara interna de mis muslos, cuando tu hijo no miraba, pase mis manos por mis senos como si me acomodara la blusa, mis pezones se levantaron  atrayendo sus miradas.
 Manu,  me miraba disimuladamente, el otro chico todo el muy   cochino  se apretó la bragueta, en  cambio Alejo tenia perdida la mirada entre mis piernas incluso se le cayó el libro que revisaba; baje la vista y noté como su pantalán se abultaba, creo que lo puse cachondo..amor estas? me escuchas?
_Si amor ufff  Me tienes loco de solo imaginarte, sigue, sigue …
_Pedí que alguien me ayudara, Alejo  se ofreció y lo llevé a la bodega, tú sabes que el espacio es reducido así que le  rocé con mis senos. Se puso pálido, su bragueta se abultó y se  atrevió a pasarse la mano por ahí  sin importarle que yo pudiera verlo, imagínate!! Que chiquillo este, ahora mismo esta en la bodega y me queda la duda de si se está haciendo una paja.
_De seguro Vero, de seguro, como la que quiero hacerme yo aquí encerrado en la oficina, ..mmm ve a la bodega  espíalo y me lo cuentas todo, anda por favor…
Ya no tenia la indecisión de antes, ésta vez no lo hacia por complacer a mi marido, mas bien quería ver si Alejo había necesitado un desahogo express por mi culpa. Sigilosa me acerque a la puerta de la bodega, una pequeña abertura me permitía observarlo, estaba con las piernas  separadas y arrinconado contra la pared. Sus manos cubrían su herramienta y se la agitaba con tanta intensidad que parecía no necesitar mas que unos cuantos movimientos para correrse, de rato en rato volteaba hacia la puerta que si temiera que yo entrara.
Todo sucedía justo como yo lo había imaginado, sus ojos inyectados de ganas, sus músculos apretados, su cuerpo desesperado por el desenlace, pero lo que nunca imaginé, es que en ese cuerpo espigado y debajo de ese jean descolorido se escondiera tamaño armamento.
Era una verga preciosa, digo verga, porque a esa no se la puede llamar de otra manera, hermosa, con un tono rojizo en el glande, hinchada, grande, muy lejos de los 15 cm de mi marido…como demonios un muchachito tan frágil podía albergar algo así.
Verla allí en todo su esplendor me calentó, por un instante hubiera querido darle refugio en mi boca, en mi sexo o donde fuera, pero me tuve que conformar con ver como en cuestión de segundos se desinflaba  desparramando el contenido entre sus manos…lástima!! que desperdicio, con lo que esta tan cara la leche me dije, mientras retiraba la  mano que ya escondía en mi sexo.
Volví con urgencia a mi habitación, me sentía húmeda, con un cosquilleo entre los muslos que no me dejaba racionalizar; repetí una y otra vez la imagen de su sexo levantado, levantado por mí. Me tendí en la cama, estaba ansiosa de placer y ésta vez fui yo la que marque al teléfono de mi marido.
_Lo acabo de ver cielo, lo acabo de ver
_Que viste nena …se estaba pajeando
_Humm sip
_Anda cuéntame mas, que hacia? como lo tenia?
_Jajaja no querrás saberlo, añadí mientras metía la mano dentro de la blusa y empezaba a acariciarme
_Amor te calentó verla?, dime que estas cachonda…dime que te gustó provocarlo…
_Y si te digo que estoy tumbada en la cama…quitándome los shorcitos…
_Ahhh, esa es mi nena, haz a un lado tu tanguita que yo ya estoy bajando el cierre de mi bragueta
_Humm, por lo visto no hay nadie en tu oficina amor?
_No linda no, estoy solo y con ganas de correrme para ti…
_Mmm q rico no sabes como estoy, quiero que me des una buena …espera..espera…oigo un ruido afuera
_Quien es Vero?…no me digas que el niñato te espía?
_No lo se, no estoy segura, le dije que me avisara cuando termine, espera pondré seguro en la puerta
_Nada de eso, te quedas ahí!!! Seguro es Alejo después de todo debe pasar por nuestra habitación  para regresar al estudio…tócate amor, hazlo!!! Deja que vea lo que es una buena hembra
La calentura en mi cuerpo era más que evidente, las palabras de mi marido a través de la línea telefónica y la sola idea de que Alejo me espiara mientras me masturbaba, me estaba volviendo literalmente loca.
Me quité la blusa dejando al aire la redondez de mi tetas, coronadas con un par de hermosos botones. Mis manos jugaban en mi pelvis, recorrían mis muslos mientras le contaba a mi esposo exactamente lo que hacia con mis dedos. Sus gemidos se oían a través de la línea y lo imaginaba jalándosela, apretando sus bolas, respirando profundo…
Me deshice de la tanguita, abrí las piernas sin importarme que se viera la humedad de mi sexo, una humedad que ya resbalaba por mis ingles. Me abrí aun mas, separe mis labios como  una verdadera guarra, mostrando todo lo que tengo. Un par de minutos más y alejo no resistió, empujó ligeramente la puerta, y mientras yo no paraba de sobar mi clítoris y decir zorradas, el creyendo que no lo veía empezó a acariciarse la bragueta.
Que zorra me estaba volviendo!!! Tenía a mi marido gimiendo al otro lado de la línea y gozaba calentando a Alejo.. El morbo me estaba ofuscando  y sin medir las consecuencias, en medio de susurros continúe con la llamada.
_Laureano..Ahhh sigue…sigue… quiero sentirla toda…
_Eso es lo que hago, clavártela… clavártela bien duro…
_Humm, así….dame mas fuerte….que me pone caliente que Alejo me espié
_Mmm que putería!!!…el cabrón seguro muere de ganas….te gusta? te gusta calentar a dos hombres putita?
_Ouuuch…sii me provoca correremeee….
_Se la está jalando? dime, dime!!!  me excita que te vea!!! dímelo zorra!!
_Sí, Sí la tiene dura, y no para de menearla, creo que le gusta como juego con mis dedos,  esta mirando como me los chupo…
_Ufffff, vamos acaricia tu clítoris fuerte, duro, no pares que estoy a punto, quiero que te corras y dejemos al cabroncito con ganas…
Ahhh que ricooo.!!! dame más!!! …quiero que nos corramos…que nos corramos los tres!!!
_No zorra!!! A mi me excita más dejarlo con ganas todo el día…ufff ya no aguantooo…
_Sí.  Siii ……ya casi ya casi….
En ese mismo momento escuché un leve gemido de Alejo, recordé  su carita dulce, su preciosa verga y sin poder controlar mi lujuria, sin que mi marido lo supiera cambie  de planes….
Me incorporé sensualmente, y volteando hacia la puerta, hice un ademán invitando a Alejo a que entrara….
Con paso torpe se acercó a la cama, se inclinó y tímidamente empezó a tocar mis muslos, pero tomándolo con fuerza,  le obligué a zambullirse en mi sexo.
Su legua se movía entre mis labios, la agitaba rodeando mi clítoris chupándolo, lamiéndolo, desplazándose en mi entrada… lo hacia algo torpe, pero era suficiente para que mis gemidos a través de la línea siguieran calentando a mi marido.
_Mete tu lengua, métela hasta fondo….
Mi esposo respondía pensando que se lo decía a él
_Si putita, te la meto toda, así me gustas cachonda y sucia…
Laureano era quien me calentaba con sus palabras, pero no sabía que tenía a Alejo en medio de mis muslos, haciéndome sentir…
Sin resistir la avalancha de sensaciones , emití un gemido largo y potente, al otro lado de la línea como si fuera una prolongación de mis jadeos, también Laureano gritó soltando un cerro de palabrotas…
Poco a poco nuestras respiraciones iban tranquilizándose, mientras Alejo  se masturbaba con desesperación.
_Ufff Vero estuvo delicioso, ahora creo que si podre concentrarme en los presupuestos.
_Jajaja también yo en las tareas pendientes  respondí mientras agarraba el falo del muchacho
_Besos linda voy al sanitario
_Si, claro, yo voy a la ducha
_Lástima q tengas que ir sola
_Quien dice que iré sola?
_Ahhh si? No me digas que iras con Alejo?
_Si es que él acepta mi invitación…o no me crees capaz?
Un silencio de varios segundos se  hizo a través de la línea antes de que Laureano respondiera
_Lo dudo, siempre fuiste tan poco liberal pero, ….me llamarás si te portas mal?
_O sea tengo tu permiso?
_Si me das permiso con mi secretaria, que acaba de entrar… por cierto lleva una minifalda de escandalo y se acaba de sentar en mis piernas…
Mierda!!! que cabrón!! ya no sabía si bromeaba o hablaba en serio.
_Ok divierte querido…que yo hare lo mismo…
Al otro lado de la línea se escuchó su carcajada, no se si lo de la secretaria era cierto…pero lo de la ducha,  no era mala idea…
Cerré la bocina, Alejo me miraba suplicando que le tocara;  le acaricie el rostro,  me incliné, y pasee mi lengua desde la base de su falo hasta el vértice. Tensó su cuerpo ansiando mas, abrí mi boca sobre su glande y poco a poco me la fui introduciendo, despacio, sin prisas, dejando que sienta mi humedad.
Procuraba metérmela y a medida que sus gemidos se hacían mas profundos aceleraba los movimientos, cuatro cinco bajadas, y me la empujó con fuerza como si quisiera atragantarme con ella, en pocos segundos sus gestos me amenazaban con una explosiva corrida y queriendo que la disfrute, continué allí chupando hasta que explote en mi boca.
Luego de limpiarlo con mis labios nos dirigimos a la ducha, y mientras el agua caía sobre mi desnudez, el empezó a quitarse la ropa. Entró a la regadera y se  tumbó contra la pared, parecía conformarse con tan solo ver la espuma que se deslizaba acariciando mi cuerpo; no había palabras, no las necesitábamos
Miró mis pechos, abrió sus manos sobre ellos rozándolos apenas, su índice caminaba sobre mi aureola, jugueteando en mis pezones que al instante se volvieron duros. Deslizó su mano por mi cintura, bajo hacia mi pelvis, e inexplicablemente se detuvo en la cicatriz causada por el nacimiento de Marcelo.
Me avergoncé, la herida estaba allí, recordándome que mi hijo tenia la misma edad, gritándome que de seguro habría para Alejo decenas de chiquillas con la piel tersa; sin embargo con la dulzura que yo hubiera esperado de un hombre experimentado, se arrodilló a besar mi cicatriz como si fuera algo deseable, la acariciaba con su lengua, la mordía y la chupaba como si le produjera placer, baje la vista a su reata y la tenia totalmente rígida.
Luego nuestros labios se buscaron y nuestras lenguas se encontraron por primera vez; ya no había dulzura en nuestros ojos, había deseo, ganas y hambre
Dirigí mis manos hacia su sexo, en verdad era impresionante, siempre había pensado que un tamaño normalito para mi era suficiente, pero sostener en mis manos aquella herramienta me hizo tragar saliva con tan solo verla.
 No tardó en llenarme de caricias, en palpar mi cuerpo y apretarlo; sus besos viajaban por mis  rincones haciéndome olvidar hasta de mi nombre. Era ese olor diferente, esa piel joven, y esas manos que sin necesidad de tanta experiencia me estaba llevando a la gloria. No, no solo era eso, también la candidez de su sonrisa y la puta inocencia de sus ojos, lo que me estaba haciendo abrir los muslos con desesperación
Por un instante me pregunté si hacia bien dejándome llevar…sí, si, estaba bien, claro que estaba bien, deliciosamente bien!!!! Al diablo con la conciencia!!!
Estaba sentado en la bañera, sosteniéndola con sus manos, me ubiqué sobre el ariete introduciéndolo despacio, mis carnes se abrieron permitiéndole entrar, suave, pausadamente, hasta llegar al fondo. Se sentía tan ajustado que lastimaba un poco mis pliegues y sin poder evitar solté un fuerte gemido, cuando aquella espada se hundió totalmente en mi cuerpo. Me quedé unos segundos quieta disfrutando de sentirme tan llena, luego empecé a subir y abajar galopando con precisión…ahhhhhh me estaba corriendo tan solo con unos cuantos embates.
Me empujó contra la pared y se colocó tras de mi, ouuuuuchh volvió a ingresar!!  esta vez con saña, con furia, golpeaba como un animalito salvaje…qué furia!!! qué fuerzas!! qué hombre!!!
Unos cuantos movimientos mas de cadera y nuevamente subí al cielo, al cielo, al infierno, a la eternidad, no importa el lugar al que  me llevó,  solo sé que desde lo mas profundo de mi ser, otro orgasmo intenso me doblegó, me robó el aire, me quitó la respiración y me dejó con  las piernas temblando.
Aun mi cuerpo se contraía cuando sus movimientos se aceleraron, su momento llegaba, y echando mi cuerpo hacia atrás me dejé amar con brusquedad, con dureza. No demoró más que escasos segundos, apretó la pelvis contra mí y soltó toda su miel en mis profundidades.
Agradecida estampé mis labios en los suyos, Alejo besó mis hombros y me acarició el rostro  mientras me abrazaba tiernamente…cielos!! sabia exactamente lo que necesito después de follar.
Nos vestimos, y con el mayor de los cuidados nos dispusimos a bajar.
_Si te preguntan porque demoraste, les dices que me ayudaste a hacer unos arreglos en la bodega…. ahhhhh y quita esa cara de felicidad, que nadie te va a creer jajaja
_Jajaja tranquila, yo me encargo de todo, ya vez que no soy un niño
Antes de que saliera de mi habitación algo atemorizada por las consecuencias,  le detuve
_Alejo, quiero que olvides lo que paso, me entiendes?
_Verónica soy un muchacho, no un tonto, nadie lo va a saber… pero no me pidas que olvide el día en que se cumplió mi mejor fantasía
_Quieres decir que…
_Que llevo meses soñando con esto…contigo
_Lo dices en serio? No pensé que…
_Te demostraré cuan en serio lo digo
Tomó mi mano y la estiró hacia su bragueta, haciendo que abriera los ojos sorprendida, la tenia dura, durísima otra vez…
No pude menos que decir: juventud divino tesoro!!
Ambos reímos mientras me volvió a besar….
 PARA CONTACTAR CON LA AUTORA:
leonnela8@hotmail.com

Relato erótico: “Exhibiendome en la playa 2” (POR JESSICA97)

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Al despertar el dia siguiente, lo primero que me doy cuenta es que estoy sola en la cama, supongo que mi novio ha salido a realizar sus ejercicios diarios. Normalmente sale a correr unos diez kilómetros diarios, muy temprano, a eso de las 5 am, pero ya son las 8 am cuando despierto, y al no verlo supongo que se ha levantado tarde el también. Al sentarme en la cama noto que hay algo en la mesita al lado de la cama. Se trata de uno de mis bikinis, el negro, un par de zapatos de plataforma transparentes, unas bolitas chinas (de tres bolitas) y una hojita. Tomo la hojita y leo lo que dice.

“Buenos días amor, he salido a caminar por la playa y trotar un poco, te he dejado lo que debes ponerte hoy, dúchate y luego de vestirte puedes ir a tomar el sol a la piscina, y nada de llamar a Juan por ayuda, y nada de satisfacerte perrita”

Me sonrio y regreso la nota a su lugar. Me levanto y me voy al baño por mi ducha. Estoy deseando masturbarme pero no me atrevo, se que tengo que obedecer a mi novio, me gusta complacerle en todo, mas aun cuando me habla o escribe con autoridad como en este caso. Termino de ducharme y regreso a la habitación. Lo primero que hago es ponerme los zapatos, me encanta estar desnuda con los zapatos. En seguida, tomo las bolitas chinas, agarro la primera y la empiezo a chupar completamente para lubricarla con mi saliva, me coloco frente a la cama, de espaldas a un espejo enorme que hay frente a la cama, e inclinando un poco mi cuerpo pongo mi culito de pompa, escupo mi mano y por detrás de mi cuerpo empiezo a lubricar mi vagina con mi saliva, en seguida, tomo la primera bolita y la inserto en mi vagina, lo que me hace soltar un gemido suave. En seguida me incrporo, y me admiro en el espejo, totalmente desnuda, con zapatos y dos bolitas que cuelgan entre mis piernas de un hilito que sale de mi vagina, me veo muy sensual. Retomo mi posición inicial y empiezo a meter la segunda bolita, la cual entra con mayor dificultad por no estar humeda con saliva, al entrar sigo inmediatamente con la tercera para dejarla hasta dentro de mi vagina, me incorporo nuevamente y hago unos movimientos con mi culito, sacudiéndolo para sentir las bolitas dándome placer en mi interior. Se que si sigo con los movimientos podría correrme en poco tiempo, por lo que decido mejor no seguir. Regreso a la mesita y toma la parte de abajo del bikini, es diminuto, igual que el de ayer, solo que este es negro. Al colocármelo, siento como se me va metiendo entre mis nalguitas, hasta llegar a hacer contacto con mi ano, el hilito desaparece de la vista completamente hasta que vuelve a salir por la parte superior de mu culito, igual lo siento como se mete entre mis labios vaginales y la telita a duras penas puede tapar mi escaso vello púbico. Me encantan este tipo de hilitos, y me gusta halarlos bien hacia arriba, que los laterales estén por encima de mis caderas, mas bien en mi cintura. En seguida me coloco la parte superior del bikini, en realidad lo hago solo porque mi novio me lo coloco en la mesa, de mi parte no lo haría, igual me lo quitaré en cuanto llegue a la piscina a tomar el sol. La parte superior difícilmente me llega a tapar las aureolas de mis tetas, y al caminar estas siempre empiezan a salirse ya que no me gusta ajustarme mucho la parte superior cuando la utilizo. Lista tomo el paño que el dia anterior me dio Juan, un bolsito con unas gafas de sol y el bronceador, y me dirijo a la puerta.

Al abrir la puerta, veo hacia la piscina y noto la presencia de dos chicos que la limpian. En mi mente ya empiezan a pasar las nuevas imágenes de lo que voy a hacer. En cuanto salgo de la habitación, los dos hombres me notan por el sonido que producen mis tacones al caminar, veo que se quedan como incrédulos por lo que ven, y dejan su actividad totalmente de lado. Yo sigo mi camino justo hasta el mismo sitio que había ocupado el dia anterior. Al llegar a mi sitio, los hombres se encuentran al otro lado de la piscina, por lo que han de estar a unos 15 metros, desde mi sitio les saludo con un “buenos días” a lo que ellos devuelven el saludo, con un poco de tartamudeo. Con todo el descaro, les doy la espalda y sin flexionar mis piernas coloco la toalla sobre la silla plástica, dando una vista de mi culo a los dos tipos, quienes aunque no los veo, se que no deben estar perdiendo detalle de esta sorpresa. Me siento en la silla, tomo mi bolsita y saco mis gafas, me las coloco en la cabeza, sobre mi cabello que como siempre llevo suelto, y en seguida saco de la bolsita el bronceador. Empiezo a rocearme el cuerpo con el bronceador, pues es de esos que tienen un atomizador, y una vez aplicado en todo el cuerpo me empiezo a masajear con mis manos por todas partes, para dejarlo de forma pareja. Me detengo especialmente en mis tetas primero, y cuando lo hago, miro de reojo a los tipos que aun siguen como embobados, entonces llevo mi mano derecha a mi espalda y tiro de la conta que une el bikini dejándolo libre, inmediatamente mis tetas quedan al aire, y solo falta retirar la parte superior por sobre mi cabeza, hecho esto, veo a mis observadores, y noto que uno de ellos está con la boca abierta, pero me descubre la mirada y por fin reacciona, intenta hacer que limpia con la red la piscina, pero le es difícil seguir en lo suyo. Yo por mi parte, continuo el masaje sobre mis tetas, y en seguida bajo por mi abdomen plano y me detengo nuevamente, pero esta vez en el área de mi sexo, masajeándome y acomodándome el bikini en esta área, ya que mi novio quiere una línea bien marcada del hilito en mi parte baja, por lo que debo cuidar que el bikini esté siempre en la misma posición. Una vez terminado de masajear todo mi cuerpo y tener el bronceador a gusto, me coloco los lentes de sol en mis ojos y me relajo, pero con la complicidad de los anteojos, no dejo de mirar a mis observadores.

Empiezo a observarles y analizarlos. Uno de ellos se ve mayor, de unos 30 años, tiene cara y figura de rudo, 1,85 y bastante fortachón, de esos que se creen irresistibles, es quien parece ser el contratista o jefe por llamarlo de alguna forma, el otro es un muchacho bastante mas joven, de unos 22 años, delgado y mas bajito, quizás de 1,70 y con una cara mas inocente, es quien me ha descubierto al mirarle, pero aun asi tiene la cara de mas tontín. Veo como el grande le da las ordenes al mas chico, lo manda a traer cosas afuera, supongo que a su auto, y el otro simplemente se queda mirándome con descaro. Al regresar el muchacho, va a tomar la red para seguir con su labor, a lo que el otro se la quita, es obvio que con la red podrá acercarse mas a mi, mientras le dice al muchacho que haga algo en un cajón atrás de ellos, supongo que limpiar o cambiar los filtros. El muchacho se dedica a ello sin tener posibilidad de mirme mas, mientras el otro se da el gusto y se acerca a limpiar desde mi lado de la piscina, llegando a estar casi a mi lado por ratos. Han pasado unos 10 minutos desde que llegue, y la situación no cambia, hasta que en un momento escucho la voz de Juan que dice desde la recepción:

-Robertooooo¡¡¡ vení un momento.

-Enseguida voy, responde el tipo grandulón a mi lado, con voz de desagrado.

-Pedro, termina pronto con lo tuyo y recojes las cosas. Le dice el grandulón al chico al otro lado de la piscina.

-Si Rober, ya casi estoy listo. El grandulón se va, dejando la red de limpieza a mis pies prácticamente. No ha pasado ni un minuto cuando veo que Pedro, el muchcacho sale de su sitio, ya ha terminado seguro, y empieza a recoger las cosas. Al terminar, observa hacia todos lados como buscando algo, la red que esta a mi lado de seguro, hasta que la ve, y se viene hacia mi. En ese momento decido darle el gusto de su vida al muchacho. Al llegar este hasta la red, le digo:

-Disculpa, Pedro? Cierto?

-Ehh.. ehh si sss..si…

-Me podrias ayudar por favor, tengo que ponerme bronceador en mi espalda y no puedo hacerlo solita… Me ayudarías??? No te voy a quitar mucho tiempo!

-Ah… ehh… ehhh po-po-por supuesto, me contesta, y se queda embobado totalmente mirándome las tetas. Yo reacciono levantándome hasta posición sentada, y en seguida doy vuelta a mi cuerpo colocándome a 4 patas sobre la silla, dándole un cuadro de mi culo con el hilito hasta lo mas profundo de mi culito, en el movimiento siento las bolitas chinas como se mueven dentro de mi vagina y me producen una sensación de placer extrema, aun de 4 patas sobre la silla, me tomo mi tiempo acomodando la toalla que esta un poco arrugada, para darle la vista al chico por el mayor tiempo posible, una vez lisa la toalla me tumbo boca abajo sobre ella, aparto mi cabello de la espalda y le paso el bronceador a Pedro. Giro la cabeza hacia la recepción, donde veo al Juan y al Roberto incrédulos observando la situación.

-Échame bastante bronceador Pedro, porfa, no escatimes en la cantidad, que quiero tener un buen color.

-Sssss si si señorita, con mucho gusto.

-Disculpa Pedro, soy Jessica, no te había dicho mi nombre.

-Mu mu mucho gusto Jessica. Pasan algunos segundos y el Pedro sigue inmóvil, a lo que le digo.

-Pedro!!! Ponme el bronceador porfa, que de lo contrario me voy a quemar!

-Ssss si si, lo siento, reacciona, y en seguida empieza a rocear con el atomizador todo mi cuerpo. Una vez roceado todo el cuerpo me dice:

-Estas lista Jessica, me dice inocentemente, por lo que me doy cuenta que realmente no tiene nada de malicia el pobre.

-Como que estoy lista!!! Le digo yo, un poco como exaltada. –Tienes que esparcir el bronceador por mi espalda y piernas, que asi voy a quedar con un bronceado desigual, le digo. El pobre se queda inmóvil, como que no sabia por donde empezar, asi que le vuelvo a decir para animarlo:

-Vamos Pedrito, masajeame la espalda, porfis, le dije con voz de niña. El me mira y por fin coloca sus manos sobre mi espalda, casi en mi nuca, y empieza a masajear la zona de mi cuello y hombros, se siente muy bien, y a pesar de tener carita de bobo, sabe masajear muy bien. Sin embargo, al poco rato siento que no kiere bajar de mi nuca, asi que lo invito a seguir mas abajo:

-Baja un poco Pedrito, porfi. El no contesta nada, pero por fin baja a la zona de mi espalda. Se que tendré que instarlo a seguir en las otras zonas, asi que al poco rato le digo de nuevo:

-Mas abajo, porfi, sigue, ya esto con una voz mas sensual, y esto le hace llegar justo a las tiras de mi hilito, justo sobre mi culito, y sin dejar pasar mas de 10 segundos le digo de nuevo:

-Sigue, sigue, ya esto con una voz de suplica, el ya decidido no se detiene, y ya tiene sus manos sobre mi culo, masajea firmemente mis nalgas, bajando por mis piernas y subiendo nuevamente hasta mis glúteos, aun asi no se atreve a acercarse al canal de mi trasero, por lo que se que falta aun una petición mas de mi parte, la cual no demoro en hacer:

-Esparce bien el bronceador por todo mi cuerpo amor, entre mi culito también por favor, le digo ya con una voz un poco jadeante, y en seguida levanto el culito un poco mas y separo un pelín mis piernas para darle una vista magnifica de mi rajita, y posiblemente mas de lo que debería. El ya sin ningún respeto, masajea todo mi cuerpo, y se concentra finalmente en mi culo, metiendo sus dedos entre mis nalgas llegando a tocar todas mis intimidades. En eso veo que sale el Roberto de la recepción, a lo que reacciono y le digo a Pedro:

-Gracias Pedrito, ya creo estoy bien, y ahí viene tu jefe gruñón, ve antes de que te regañe.

-Sss si si, con mucho gusto Jessica.

-Tienes unas manos increíbles, le digo mientras se levanta, toma la red y se retira. Desde el otro lado escucho como el Roberto le dice a Pedro si ya ha terminado su trabajo, el le contesta que si, a lo que Roberto le dice, “ya veo, si que has terminado eh”. El Pedro se hecha una risita y le veo en los ojos que aun no se cree lo que ha pasado. Terminan de recoger las cosas y se retiran del lugar.

Al poco rato llega mi novio, quien al verme tumbada boca abajo me dice:

-Veo que no has perdido el tiempo, ya estas casi desnuda tomando el sol.

-Si amor, tal y como te gusta, con el hilito para que se me marque.

-Si, pero en esta posición no creo que hayas podido darte bronceador tu solita eh.

-No, me ha ayudado un chico, pero no Juan, otro, asi que no te desobedecí, le dije yo como con sarcasmo.

-Pues si, me he dado cuenta, ahí en el parqueo estaban dos tipos, y uno de ellos interrogaba al otro de cómo se sentía tu culo.

-Ja ja ja ja, si amor, escoji al mas timido para darle gusto.

-Si, supe al verlos que fue asi, como siempre tu, dándole gusto al mas bobín del grupo para humillar a los vivasos. Mejor vamos a desayunar. Dicho esto, me levanté, inmediatamente mi novio me paso la parte superior del bikini, la cual se encargó el mismo de colocarmela, para ajustarla un poco mas de lo normal, asi mis tetas no se saldrían tan fácilmente, y nos dirigimos hacia el restaurante del hotel, el cual estaba totalmente vacío a excepción de la camarera. Nos sentamos en un sitio y tomamos el desayuno tranquilamente. Luego de esto, regresamos a la piscina y pasamos el resto de la mañana sin mayores incidentes. Ya cerca de las 11 am, nos retiramos a la habitación, pues ya el sol estaba muy fuerte, al entrar al cuarto, mi novio de una vez me ordenó retirarme las bolitas de mi chochito, ya casi me había acostumbrado a ellas y hacia presión en mi vagina prácticamente de forma intuitiva. Las saque, comprobando que estaba totalmente mojadas, era obvio que me tenían muy excitada, y ahora estaba deseando una buena cogida por parte de mi novio, y fue justamente lo que dijo el:

-Veo que estas mojada eh, perra!! Quieres que te meta mi tranca verdad??

-Si papi, estoy deseando que me hagas tuya.

-Ven aquí perra, déjame ver. Me acercó bruscamente tomándome de un brazo, me dio la vuelta y sacó el hilo del tanga de entre mi trasero, me empezó a meter los dedos entre mi vagina comprobando el grado de excitación que tenía yo.

-Que perra que eres, estas que chorreas.

-Si amor, necesito que me cojas con esa pichota rica.

-Ja ja ja ja, pues será hasta que yo diga perra, y dicho esto, me hizo a un lado y se puso a mirar tele. Yo me tuve que quedar alborotada por un rato, hasta que por fin, luego de tratar de concentrarme en la tele se me fue bajando la calentura poco a poco. Al ser cerca de la una de la tarde, mi novio me dijo que nos fuéramos a almorzar, a lo que me dijo que me pusiera sobre el bikini la salida de playa que habíamos comprado el día anterior. Me lo puse y me contemplé en el espejo, realmente me veía muy bien así, aun cuando tengo el bikini completo por abajo, sé que estoy de parar el tránsito.

-Pareces una zorra Jess, me dijo mi novio.

-Y eso que traigo el bikini, le contesté yo de manera sarcástica.

-Sabía que me dirías eso, vámonos antes de que decidas quitártelo. En ese instante me di cuenta que podía hacerlo, pero simplemente no lo hice por seguir el juego de mi novio, y para hacerlo sentir dueño de la situación, incluso agregue:

-Haré lo que tu me digas amor, y lo seguí hacia la puerta, para salir a almorzar. Nos fuimos caminando hacia la playa, pasando frente a la recepción donde no faltó la mirada de Juan, luego salimos a la calle, donde por ser miércoles no había mucha gente en esa calle. Nos dirigíamos hacia la playa, y mi novio me dijo entonces:

-Temprano vi un sitio bonito para almorzar, sé que te va a gustar.

-Y porque estas tan seguro que me va a gustar amor?

-Porque hay varios chicos de meseros, de hecho solo varones vi temprano. Me sonreí y seguimos caminando. El lugar estaba frente a la playa, tenía una especie de terraza, con vista al mar, había que acceder el lugar subiendo por unas graditas. Al subir, los ojos de 3 meseros se clavaron sobre mí, yo seguí caminando tras mi novio, que se dirigía a la terracita, donde ocupamos una de las 3 mesas ahí. Inmediatamente se acercó el mesero, y de manera gentil nos entregó la lista de platillos que tenían a disposición. Nos recomendó un platillo el cual aceptamos de buena gana mi novio y yo, e inmediatamente se retiró el mesero.

-Jess, me dijo mi novio, ya llevas una teta por fuera, me dijo mirando uno de mis pechos. Efectivamente, la parte de arriba del bikini se había desacomodado ya, y tenía uno de mis pezones asomando tras la telilla y a través de la malla del vestidito, me sonreí mirando mi pecho y le dije a mi novio:

-Quieres que lo cubra, o lo dejo así? Le pregunté de una forma maliciosa.

-Como tu gustes, perrita.

-Mmmm, entonces me voy a quitar el bra, le dije riendo.

-No, eso no, con un pezón al aire está bien, ya podrás hacer eso en la playa más tarde, ahora deja a los pobres meseros trabajar, que ya de por si tienen suficiente con tigo aquí en estas condiciones.

-Bueno, le dije yo. Al rato vino nuevamente el mesero con las bebidas, y el pobre casi deja caer una por estar mirando mi teta, al retirarse mi novio me hizo el comentario que eso era lo que sucedía por andar yo tan puta, sabía que tenía razón, pero disfrutaba mucho el ver la cara de los chicos mirándome y haciendo torpezas por mi culpa. Al poco rato regresó nuevamente con los platos, los cuales nuevamente le costó colocar correctamente por estar mirándome, al retirarse mi novio me dijo:

-Hasta que no deje caer algo en tu regazo no dejaras de provocarlo verdad.

-Si deja caer algo sobre mí, me vería forzada a desnudarme aún más, no creo que sea lo que deseas.

-Ja ja ja ja, para nada, mejor ni pensar en eso.

-Igual amor, sabes que los demás pueden mirar, algunos hasta tocar, pero eres el único dueño de todo esto, y puedes hacer con migo lo que te plazca, y eso lo sabes.

-Mmmm, eso si, se que eres solo mia, mi zorrita personal.

-Si, amor, soy tu putita, tu esclava fiel, y estoy loca por ti, le dije yo, con carita inocente. Terminamos de almorzar, con la mirada constante de los meseros. Mi novio se levantó para ir a la caja a pagar, mientras yo me acerqué a la barandilla de la terraza para observar la playa, y obvio, para deleitar y ser observada por los meseros, que no perderían detalle de mi culo. Salimos con mi novio, y me dijo que fuéramos a la playa, a caminar un poco, le recordé que llevaba tacones, que no podría caminar por la playa así, por lo que seguimos por la orilla de esta, a lo largo de un sendero que había de tierra, y aunque no era concreto, era mejor caminar ahí que en la arena. Al poco tiempo, nos detuvimos en un sitio, se miraba bastante bonito, había un par de personas en la playa tomando el sol, mi novio había tomado la prevención de traer mi bolsito con mis cosas, entre ellas el bronceador, por lo que nos acercamos a la playa, me quité inmediatamente el vestidito y el bra, quedando únicamente con el hilo y los tacones nuevamente, me tumbé en la arena boca abajo y le pedí a mi novio me pasara el bronceador. Este ni lerdo ni perezoso, empezó por mi espalda, las piernas, dejando de ultimo el trasero. Llegado ahí, empezó a masajear mis nalgas, fuertemente, luego empezó a internarse en mi rajita, dándole énfasis a mi ano, luego a mi vagina, lo que empezó a excitarme y ponerme muy cachonda, yo levantaba mi culito para que el pudiera acceder mejor a mi vagina, y el empezó a penetrarme con sus dedos mi intimidad, luego siguió en mi ano, aun deleitándose más, metiéndome un dedo, luego dos, sacándome quejidos de placer, estaba deseando sexo ahí mismo, y le empecé a rogar:

-Cógeme papi, porfa, necesito que me culees aquí mismo, no aguanto ya. El solamente rio a mi pedido y continuó con su juego, dándome dedos por mi culito, tocando mi clítoris y excitándome más y más. Ya prácticamente mis gemidos se habían convertido en gritos, que yo trataba en la medida de lo posible de disimular, pues había algunas personas relativamente cerca, y cuando estaba a punto de correrme nuevamente mi novio se detuvo, dejándome ahí, sin poder terminar. Sabía que ese era su juego, así me mantendría cachonda todo el día, y a su disposición en el momento que le plazca.

Estuvimos toda la tarde en la playa, de rato en rato me iba a dar un baño al mar, bajo la mirada atenta tanto de mi novio como de los vecinos en la playa, y yo en topless y con el diminuto hilito que a cada nada dejaba ver más de la cuenta, más aun cuando estaba en el mar y el oleaje hacia que mi hilito fuera de un sitio a otro dejando mis partes visibles en más de una ocasión. Así transcurrió la tarde, ya cuando estábamos decidiendo irnos para la habitación decidí bañarme una vez más, momento en el cual mi novio entro con migo al mar, y ya en la zona de oleaje, donde el agua llegaba más menos a mí cintura, empezó a juguetear con migo, besándome, abrasándome, tocándome mi cuerpo a placer, y todo bajo mi pleno consentimiento. Al poco rato empezó a jugar con mi hilito, bajándomelo casi hasta las rodillas, y en ese momento empezó un jueguito de palabras que me subió la calentura casi al límite:

-Te gusta verdad… estar desnuda perrita…

-Sí, sabes que si amor, me encanta.

-Te gustaría salir del mar desnuda perrita?

-Si amor, saldría como tú me ordenes de aquí.

-No te lo estoy ordenando zorrita, estoy preguntando si lo quieres hacer.

-Sabes que si amor, sabes que me excita mucho el exhibirme públicamente.

-mmmm… pues así será perrita… hoy vas a dar espectáculo en esta playa.

Escuchar eso hizo que mis hormonas empezaran a hervir, ya estaba en el agua totalmente desnuda, mi hilito prácticamente estaba flotando ahora a la altura de mis rodillas, mientras mi novio seguía jugueteando con migo, abrazándome y toqueteándome todo el cuerpo, al mismo tiempo que nos íbamos acercando más y más a la orilla de la playa. Yo por mi parte. No podía ni terminar de quitarme el hilito, pues mi novio me tenía los brazos atrapados a mi espalda. Finalmente llegamos al límite donde las olas no nos llegaban a golpear, mi hilo ya estaba en mis tobillos, y yo intentaba avanzar sin dejarlo perdido a cada paso, finalmente mi novio me liberó y me agache para tomar el hilo con mis manos, en ese momento me pude contemplar mi cuerpo y note como las marcas del bronceado ya eran muy evidentes, tenía dos finas líneas blancas a la altura de mi cintura, que bajaban hacia mi pubis y se unían en un pequeñísimo triangulito apenas del tamaño de mi fina línea de vellos, mi sexo se miraba dilatado de la excitación. Ya para ese momento, todas las personas que había en la playa habían notado mi desnudez, ya caminábamos hacia nuestro sitio, que por estar la marea baja era una distancia considerable. En nuestra ruta había una pareja a la que le pasaríamos muy cerca, y el chico no dejaba de mirarme, mientras la chica le hablaba con en secreto, supuse que algo de mí, y dudo que fueran elogios por su semblante, esas actitudes de las personas son las que me encantan cuando estoy en sitios públicos. Al pasar al lado de ellos, logré escuchar a la chica decir en voz muy baja pero perceptible “oh zorra”, a lo que la miré de reojo con una sonrisa de indiferencia, continuando nuestro camino. Llegamos al lugar donde habíamos dejado las cosas, tomé mi hilito y lo guarde en el bolsito, y me empecé a colocar los zapatos, aun desnuda, a lo que esperaba una reacción de mi novio que no se hizo esperar.

-Estás pensando regresar al hotel desnuda?

-Mmm, no lo sé amor, no me has dicho que me ponga algo, tú me dirás, le sonreí.

-Serás una puta de verdad.

-Una puta si amor, pero solo tuya, tu perra!!!

-Rica… pero no, ponte al menos el vestidito, aun cuando no te tapa absolutamente nada por lo menos das la impresión de no estar chinga. Dicho esto, me puse el vestidito, que al ser todo de malla dejaba todo a la vista, guardé las pocas cosas que sobraban en el bolsito y nos dispusimos a caminar de regreso al hotel. Eran cerca de las 17:00 horas, y no había realmente mucha gente en la playa, pese a que caminábamos por una acera que había, en los 300 o 400 metros que caminamos no nos topamos con mucha gente, aun así, los pocos que me lograron ver, no podían dejar de mirarme totalmente cuando se daban cuenta de que lo que traía no tapaba nada, e iba desnuda bajo el vestidito. El último tramo para llegar al hotel, ya no era a orilla de la playa, había que caminar unas dos cuadras por la calle que accesar la playa desde el hotel, y en ese sitio ya hay más gente y varios comercios, entre ellos el restaurant donde almorzamos. Al pasar por ahí, los tres chicos salieron a la terracita y no dejaron de mirarme sin decir nada hasta que desaparecí de su campo visual. Seguimos caminando y a cada paso sentía las miradas de todas las personas que nos íbamos encontrando, me encanta esa sensación de ser mirada, deseada, incluso odiada, simplemente me aferraba más a la mano de mi novio e iba sonriente. Al llegar al hotel, me sorprendí de que en todo el trayecto, nadie me dijera ninguna obscenidad, quizás por el hecho de ir con mi novio o de la sorpresa de verme prácticamente desnuda. Entramos al hotel y pasamos por el parqueo, no había nadie en ese momento, Juan estaba en la puerta de la recepción, había salido supongo al escuchar mis tacones, pero no había nadie más en todo el camino hasta la habitación. Llegamos a nuestra alcoba, donde ingresamos e inmediatamente mi novio metió su mano entre mi entrepierna examinando mi excesiva humedad, estaba súper cachonda, con unas ganas inmensas de tener sexo, y los dedos de mi novio me hacían incrementar esa sensación si era posible.

-Estas inundada perrita.

-Si amor, estoy deseando que me hagas tuya.

-Ahh… quieres sexo entonces?

-Siiiiii…. Por favor…

-Mmm… pues no te lo has ganado perrita… andas mal portadita… Me esperaba esa respuesta, y la temía, porque sentía que tendría nuevamente que asfixiar mi deseo sexual. Mi novio se tumbó en la cama y yo a su lado, lo abracé y nos quedamos dormidos, estábamos algo cansados. Un par de horas más tarde me desperté, mi novio seguía descansando, me levante y me fui a tomar una ducha. Dejé la puerta abierta para poder ver a mi novio desde el baño, e igual, si él se despertaba pudiera observarme. La ducha fue larga, me sentía muy a gusto bajo el chorro de agua, y de cuando en cuando me tocaba mis partes excitándome a mí misma. Me di cuenta que mi novio ya se había despertado y me miraba silencioso, tratando de hacerse el dormido, por lo que seguí su juego e hice como si no me diera cuenta. Tomaba el jabón, y lo pasaba repetidas veces por mis senos, mi abdomen, piernas y abundantemente en mi culito, lo que me hacía suspirar y cerrar los ojos para disfrutar un poco más. Por fin decidí dar por finalizado el baño, me tarde más de media hora ahí dentro. Cuando abrí la puerta de la ducha, que era transparente para tomar mi paño, mi novio me observaba directamente, a lo que le sonreí y le dije.

-Me estaba duchando amor.

-Sí, me di cuenta, perrita… Y creo que más que eso hiciste…

-No amor, nada que tu no me autorizaras, le dije sonriéndole. Me terminé de secar y regrese hasta la cama.

-Que haremos ahora amor?

-Iremos a cenar, me dijo él.

-Quieres que me ponga algo en especial?

-Sí, ya te daré lo que usarás hoy perrita. Se levantó de la cama y se dirigió a mis cosas, sacó de mi maletín un par de sandalias blancas, me los entregó, y dijo.

-Usaras estos zapatos, y… iré a tomar una ducha y buscaré el resto luego… Con eso se levantó y se metió al baño. Yo seguía desnuda, con los zapatos en la mano, así que decidí al menos colocármelos, igual me los tendría que poner. También busque entre mis cosas una cadenilla, la cual me coloque en la cintura, era de plata, muy finita, y hacia juego con el piercing que tengo en el ombligo. Me puse a mirar la TV, hasta que por fin mi novio terminó y salió del baño. Se mudó el primero, y así que estuvo listo regreso a mi maletín a buscar mi indumentaria.

-Te vez hermosa así como estas, pero claro, no te voy a permitir salir desnuda a la calle…

-Lo que tú digas amor, le contesté yo. El siguió buscando entre mis trapos, al final encontró un pareo rosado, me lo pasó, y junto a este había otra pieza de tela del mismo material y color que se usa para tapar las tetas, que también me alcanzó diciéndome:

-Supongo que estas dos van juntas.

-Si amor, son en conjunto. Solamente esto voy a usar?

-Quieres usar algo más? Me preguntó.

-Lo que tú me digas amor.

-Pues entonces colócate eso y veremos que tal. Me puse el pareo, que era ya bastante reducido, la única manera de disimular un poco mi desnudez era hacer el nudo justo al frente, a la altura de pubis, para que mi culo quedara tapado por la tela, y por delante al menos el nudo tapaba, o intentaba tapar mi vagina. En seguida tome la parte superior, y antes de colocármela pregunté:

-Cómo quieres que use la parte superior?

-No lo sé, dijo él, que opciones hay?

-Bueno, puedo colocármelo simplemente amarrado a mi espalda, y mientras le decía me lo colocaba sin amarrármelo para darle una mejor idea, así me quedaba con la parte superior de un bikini strapless, también lo puedo pasar atrás de mi cuello y hacerlo cruzado, o más atrevido sin cruzarlo entre mis pechos, esta última opción era muy sugerente, además, que dependiendo de qué tan ajustado hiciera el nudo a la espalda provocaría que mis senos salieran al aire constantemente, y justamente esa fue la que eligió mi novio.

-Ayúdame con el nudo de la espalda amor, le dije, y con la intención también de hacerle responsable a él de lo ajustado que me lo pondría. Y bueno, no era para menos, sabía que él me lo pondría bastante ajustado, al punto que mis pezones se marcaban perfectamente en la tela, que si bien no era transparente, si era muy finita. Una vez lista, me coloque frente a el y le pregunté:

-Que tal me veo, te parece bien?

-Mmm, me parece muy bien, luces como una autentica perra, baja un poco más nada tu pareo, para que el nudo disimule un poco tu chocho… Hecho esto, ya sentía como mis tetas querían escapar de su encierro, y mi novio igual notó la situación, a lo que dijo.

-Camina hasta la pared y regresas, con las manos atrás. La pared que me señalo estaría a escasos 4 metros de mi lugar, coloqué mis manos atrás y fui caminando hacia la pared, no había llegado hasta ella cuando mi teta izquierda ya mostraba su pezón desnudo fuera de la tela, y justo al darme la vuelta para regresar terminó de salirse totalmente la teta, me sonreí y seguí hasta llegar al sitio inicial, ya con un pecho totalmente desnudo.

-Creo que vas a tener que cuidarte un poco para no dar más espectáculo del que ya de todas formas das perrita. Me dijo.

-Lo que tú me digas amor, haré lo posible para que no sucedan estas cosas. Inmediatamente acomodé mi pecho tras la tela nuevamente. Él se levantó, y de una bolsita saco el plug anal, el cual me entregó sin decirme nada, no había nada que decir, ni nada que preguntar, yo estaba bastante húmeda, así que simplemente lo froté un par de veces entre mis labios y lo llevé a mi ano donde lo introduje con facilidad, no sin soltar un chillido leve, al cual me sonreí igual que mi novio, y el comentó:

-Que fácil entra ese juguetito en tu culo perra.

-Este si amor, pero el tuyo me hace más daño.

-Igual te gusta que te rompa el culo perra.

-Sí, tienes razón, me encanta que me partas en dos. Me terminé de acomodar bien el plug, y acomode luego mi poca vestimenta.

-Estoy lista amor.

-Bien, vamos.

Salimos de la habitación, eran cerca de las ocho de la noche, caminamos por la orilla de la piscina, y como era de esperar, ya Juan estaba atento desde dentro de la recepción a mi paso, había un par de hombres más con él, que igual no perdían detalle de mis pasos, especialmente del movimiento de mis tetas luchando por salir a la libertad, y cada 3 o 4 pasos yo intentando acomodar la tela para que eso no ocurriera. Igual, debía preocuparme por el pareo, pues constantemente sentía como los cachetes de mi culo iban al aire, así que intentaba mantener todo en su lugar. Igual, la oscuridad de la noche era mi principal ayuda, por lo que los mirones de la recepción no pudieron ver más. Seguimos nuestro camino, y llegamos al restaurante del hotel, que estaba al otro lado de la calle, justo al frente del parqueo. Tenía una decoración muy bonita, y era algo romántico, con luces bajas y velas en cada meza, tenía un cierto aire de privacidad, estaba bastante lleno, calculé de primera entrada que más de la mitad de las mezas estaban ocupadas. Observando el sitio entendía perfectamente la razón por la que mi novio me permitía salir con tan poca ropa, la oscuridad del sitio hacia que fuera difícil ver a las personas, por lo que los mirones tendrían bastante dificultad de verme mis partes íntimas si yo tenía cierto cuidado. De pronto escuché un grito, que venía del fondo del restaurante, de una de las mesas.

-Jeka!!!! Jeka!!!

-Volví mi mirada en dirección del grito, que pronunciaba mi nombre, pero no lograba distinguir en la penumbra quien lo decía, hasta que una chica se puso de pie, y se dirigió hacia mí, llamándome nuevamente:

-Jeka!!!

-Andrea!!! Exclame yo. Era una amiga que tenía al menos 3 o 4 años de ver. Me acerqué hasta donde estaba ella y nos abrazamos fuertemente. Al separarnos, sentí como nuevamente mis tetas estaban al aire libre, por lo que me apresuré a componer mis ropas rápidamente por respeto a mi amiga y su acompañante, el cual no perdió detalle alguno. En seguida, se acercó mi novio, quien ya conocía a Andrea, a quien saludó inmediatamente con un beso en su mejilla.

-Que gusto encontrarte por acá amiga, dijo Andrea

-Sí, que bueno verte, le contesté.

-Él es mi novio Carlos, Carlos, ella es mi amiga Jessica, de la que te he hablado tanto, y el su novio, nos presentó ella. Mi novio le saludo estrechándole la mano, y yo me acerqué para darle un beso en la mejilla y al hacerlo sentí nuevamente como una teta se me salía nuevamente. Otra vez me apresuré a taparme, y con cierta vergüenza ya, pues no es lo mismo exhibirme frente a desconocidos que frente a una vieja amiga con su pareja. Aun así, fue Andrea la que rompió el hielo nuevamente:

-Jess, como que no cambias ehhh!!! Me dijo obviamente al ver que iba prácticamente desnuda. Yo me sentí avergonzada, y de seguro se me subieron los colores al rostro, igual era cierto y tenía que contestar algo.

-Pues, que te diré Andre, ya vez, soy la misma de siempre, le dije con un tono bajo como intentando cambiar el tema. Sin embargo, sentía que no funcionaria, por lo que, a pesar de no verla hacia mucho quería desaparecer en ese momento de ahí, cosa que era imposible, y aun peor, se complicaría más la situación con lo que me dijo Andre en seguida.

-Por qué no se sientan con nosotros a cenar, acabamos de llegar, así podremos platicar bastante!!! Yo me quedé fría por un instante, y fue mi novio quien tuvo que contestar:

-No quisiéramos molestarlos… dijo el, pero Andrea le interrumpió inmediatamente:

-Me molestaría si no aceptan, tengo mucho tiempo de no ver a mi amiguita, me gustaría platicar con ella.

-Está bien, contesté yo, aceptamos tu invitación. Dicho esto, tomamos lugar en la mesa, yo al lado de Andre, y los chicos uno en cada extremo. Al momento vino el mesero y tomo nuestra orden. Al retirarse este Andre me empezó a comentar de forma un poco más privada, intentando que ni su novio ni el mío escucharan:

-El mesero, así como la mayoría acá no apartan la mirada de tus tetas cabrona.

-Ja ja ja, será?? Le dije yo con una sonrisa de inocencia.

-Igual siempre has causado estas situaciones, tú y tus vestimentas!!! Andrea me conocía muy bien, tenemos al menos 10 o 11 años de amistad, y en un tiempo vivíamos prácticamente juntas, por lo que me conoce más que bien. Ella es una chica hermosa, morena, casi tan alta como yo, delgada y con una cara de princesa, eso sí, mas recatadita, aunque tampoco es una monja. Ese día llevaba unos short de mezclilla, bastante cortos y una blusita de tirantes roja, que evidenciaba la ausencia de sostén.

-Iré al lavatorio, les dije yo a todos.

-Te acompaño, igual quiero lavarme las manos antes de cenar. Nos levantamos las dos y nos dirigimos a los servicios. Yo iba tratando de evitar que mis ropas dejaran ver más de la cuenta, lo cual Andre notó, y al entrar a los servicios y tras comprobar que no había nadie más me dijo:

-No andas nada cierto? Me dijo ella refiriéndose a la ausencia de la ropa interior.

-Se me ve algo? Pregunté yo.

-Pues, no es que te haya visto la panocha, pero es muy evidente que atrás de ese nudo no hay nada mas.

-Mmm, pues no te equivocas, no ando nada abajo.

-Y la parte de arriba, porque no te la haz puesto cruzada, así no se te salen las tetas tan fácil.

-En realidad eso fue decisión de mi novio, y bueno, tampoco me iba a oponer yo, le dije con una risita.

-La verdad ni me hubiera imaginado que fuera idea de él, juraba que era solo por tu gusto. Claro, ella me conocía muy bien, y sabía lo mucho que me gusta exhibirme descaradamente.

-Bueno, en realidad el me lo dio, y yo le propuse varias formas de colocarme la parte superior, entre esas esta, y fue la que escogió finalmente. Y te soy sincera, no esperaba encontrarme con nadie conocido aquí, igual, ya no voy a colocármelo de otra manera, toca quedarme así. Y bueno, eso que no sabes el resto, le dije con una mirada picara.

-Ah, qué resto? Me pregunto ya intrigada. Sin decirle nada, me di vuelta y me levante el pareo, dejando a su vista el plug anal que tenía metido.

-Si serás puta Jess… como haces para caminar con uno de esos entre tu culo así como nada. No te incomoda?

-La verdad no, a ratos hasta se me olvida, me acuerdo cuando me siento ya que se va mas adentro, pero en realidad no me incomoda. Justo decía esto cuando entro otra mujer a los servicios, y me logró ver todo mi trasero y hasta el plug posiblemente ya que lo tenía justo en dirección a la puerta. Rápido a como pude me recompuse el pareo y me di vuelta. La mujer sin decir nada entró a uno de los servicios, y yo me reí en silencio junto a Andre. Nos lavamos las manos y salimos sin decir nada más para regresar a la mesa. Ya en la mesa, seguimos platicando:

-Y que andan haciendo por acá, donde están hospedados, pregunté yo.

-Estamos tomándonos unos días de descanso, estamos acá mismo, en el hotel, me dijo Andre.

-Noooo… nosotros estamos igual acá, en este hotel, no los había visto hasta ahora.

-Es que llegamos hace un par de horas apenas, nos quedaremos hasta el domingo.

-Que bien, dije yo, nosotros igual estaremos hasta el domingo, estamos en la habitación 13.

-Nosotros estamos en la 11, casi juntos!!! En eso llegó el camarero con los platos, los colocó en la mesa y nos dispusimos a cenar. Yo estaba un poco incomoda, ya que tenía que estar acomodando cada nada mis tetas en mi “sostén”, que hasta con el movimiento de mis manos se desacomodaba. Andre cada vez que estaba a punto de salirse una teta se reía, mientras yo ya estaba realmente incomoda por la situación, principalmente porque me di cuenta que el novio de ella no perdía detalle, y no quería ser la causante de un problema para mi amiga. Finalmente terminamos de cenar, y pensé que sería hora de ir cada quien a su habitación, pero mi amiga no tenía esos mismos planes, y se adelantó a cualquier acontecimiento proponiendo:

-Vamos al bar, así podremos platicar un poco más y pasar un rato agradable. Aunque no tomo bebidas alcohólicas, no tengo ningún problema en ir a bares y pasar ahí con mi novio y amigos, pero debido a la incomodidad que tenía no era algo que quería en ese momento.

-Claro, vamos, escuche a mi novio decir sin titubear. Ya estaba hecho, y yo no había podido decir nada. En mis adentros lo único que pensaba era que nadie me tenía de zorra. En ese momento, Carlos y mi novio se levantaron y fueron a pagar la cuenta, mientras me quedaba sola con Andrea. Aproveché para decirle:

-Andre, sabes que no ando nada, no quiero causarte un problema a ti o a Carlos por eso, y es evidente que tu novio anda su mirada puesta en mis tetas, y si se da cuenta que bajo el pareo no hay nada, pues peor.

-Tranquila amiga, me dijo ella, con verte no te va hacer nada, y yo no voy a hacer bronca con eso, igual te conozco, y sé que no me estas robando a mi novio. Dicho esto, la tranquilidad regresó a mi nuevamente. Para ese momento ya los chicos habían pagada y nos hicieron señas para que les siguiéramos. El para estaba justo al lado del restaurant, así que no teníamos que ir lejos, simplemente cruzar un puerta y listo. Al entrar, vi que en el bar había bastante gente, ya los chicos estaban en una mesita, de esas circulares muy altas, que tienen asientos igualmente altos, sin respaldo, y pegados al piso. Definitivamente esos asientos iban a favorecer a todos los mirones que tendría en el sitio. Ya sin tomarle mucha importancia, caminé con Andrea hasta la mesita, trayecto en el cual todas las miradas se volvieron hacia nosotras, y en los últimos 3 o 4 metros del trayecto ya iba yo con mi pecho derecho al aire, el cual no oculté hasta que llegué a la mesa. Las sillitas tenían una especie de gradita en la parte baja, ya que desde el piso no alcazabas a sentarte. Al sentarme, sentí el frio del metal de la silla en mi trasero desnudo, al mismo tiempo que el plug se metía mas dentro de mi culo, lo que hizo que soltara un pequeño gemido, el cual no pasó desapercibido para Andrea, quien me dijo inmediatamente:

-Como que te hiciste daño amiga! Con una voz algo burlona y cómica!

-Es que el asiento está frio, me defendí.

-No creo que fuera eso solamente, me retó ella.

-No, lo otro es más bien agradable, le dije yo ya con cierto descaro. Andrea solo pudo sonreírse con esa respuesta mía, que quizás no esperaba mi descaro tan pronto. Pidieron la primera ronda de cervezas, mientras yo pedí un refresco para mí. El ambiente del bar era agradable, en ese momento había música de los Creedence, como puesta a mi gusto, el sitio era bastante más iluminado que el restaurante, lo cual provocaba que las miradas estuvieran más concentradas sobre mí especialmente. Empezamos a hablar de muchas cosas, hasta que Andrea y Carlos salieron a bailar un rato. Yo no soy muy aficionada al baile, y mi novio lo sabe, aunque tampoco tengo problemas, a lo que mi novio me preguntó:

-Quieres bailar un poco?

-Si tú quieres amor, con gusto iré con tigo.

-Bueno, vamos entonces, dale gusto a la clientela, me dijo malicioso y retador. Nos levantamos y fuimos hasta la pista de baile, era relativamente pequeña, y ya estaba mi amiga ahí, habría campo quizás para unas 2 parejas más antes de estar muy apretados todos. La música seguía siendo la misma, Creedence, como para un baile sexy muy suave. Me coloque de espaldas a mi novio y empecé a bailar muy suave, colocando mi culo prácticamente en su paquete, y empecé a restregarle el trasero suavemente, tocando con mis manos mis tetas sobre la fina telita que aun las cubría. Empecé a sentir como el pareo se me empezó a bajar un poco, dejando mi culo más descubierto aun, cosa que mi novio notó, me empezó a tocar el culito y se acercó a mi oído, donde después de varios besos me dijo:

-Como que quieres hacer un striptease aquí mismo.

-Te parece que lo haga, le dije yo un poco retadora.

-Lo harías perrita?

Tu qué crees, le dije yo en el mismo tono retador.

Mejor no digo nada más, solo intenta no quedar desnuda aquí, me dijo ya un poco más convencido de que si seguía, yo terminaría sin más que los zapatos ahí mismo. Me reí del asunto, y seguí con mi baile, en seguida me di vuelta hacia él, sin arreglarme aun el pareo, el cual ya dejaba ver casi la mitad superior de mi trasero. Coloqué mis manos sobre sus hombros, y seguí moviéndome muy sensualmente, con movimientos circulares de mi cadera, provocando una sensación como que el pareo caería al suelo en cualquier momento. Al poco rato de esto, sentí como efectivamente el pareo empezaba a bajar lentamente, a lo que reaccioné abriendo un poco mis piernas para que al menos no fuera a caer al piso, y justo a tiempo hice eso porque en ese momento terminó de caer el pareo, dejando mi culo totalmente desnudo, yo delicadamente lo subí nuevamente hasta su sitio inicial, sin mirar atrás, pero estaba segura que todos los chicos del bar estaban muy pendientes de la situación, cosa que mi novio confirmó con unas palabras a mi oído:

-Te gusta ser tan puta verdad.

-Porque lo dices amor, estoy aquí con tigo, le dije con tono inocente.

-Sí, tu estas aquí con migo, pero por poco tu pareo va a dar al suelo.

-Ja ja ja, pero si tú mismo me has dicho que le dé un espectáculo a la clientela, eso he hecho.

-Y tus tetas están ya desnudas también.

-Sí, pero esas me las estás viendo solo tú por ahora, aunque si quieres me doy vuelta y volvemos a la posición inicial, le dije nuevamente retadora.

-No, quédate así mejor, ya con la vista de tu culo es suficiente por ahora. Bailamos un rato más, mi novio colocó su mano sobre mis trasero, así impedía que el pareo bajara, y se juntó un poco más con migo, tapando con su cuerpo mis tetas. Antes de regresar a la mesa, el mismo coloco mis tetas tras la telita, a lo que le dije:

-Estas seguro que están bien?

-Me parece que sí, o me equivoco?

-No lo sé, por eso pregunto, no me pienso acomodar de nuevo la ropa, dije maliciosa.

-Entonces es imposible que quede bien, ya que en unos pasos tendrás de nuevo tus tetas al aire. Me sonreí como dándole la razón, y en efecto fue así, no habíamos salido de la pista y ya tenía nuevamente mi teta derecha otra vez desnuda. Observé a la gente, y prácticamente todo el bar estaba concentrado en mis tetas, especialmente la derecha, cosa que me hizo reaccionar e inconscientemente me la tapé con una mano, mientras con la otra colocaba la tela sobre ella. Nos volvimos a sentar en nuestros sitios, inmediatamente vi la pista y ya mi amiga venia también de regreso con su novio, se sentó a su lugar y me dijo ya sin tapujos:

-No cambias Jess, sigues siendo la misma exhibicionista de siempre.

-Cómo crees, le dije yo, ahora más!!! Le dije riendo un poco. Pedimos otra ronda de cervezas y refresco, y seguimos platicando y riendo por un rato más. A eso de las 11 de la noche, decidimos que era hora de retirarnos. Los chicos nuevamente se levantaron para ir a pagar las cuentas, mientras yo y Andrea nos quedamos un rato en las sillitas, ella me dijo:

-Supongo que como siempre habrá exhibición de salida.

-Te parece que debería hacerla, pregunte inocente.

-Pues no es que me parezca a mí, sino que siempre las has hecho.

-Es cierto eso, dije, y como debería ser en esta ocasión? Solo tetas? O todo?

-Tu eres la experta, no yo.

Bien, le dije, mientras baje mi mano hasta el nudo de mi pareo, lo aflojé un poco, lo suficiente como para que en el momento que me levantara de la silla el pareo callera, Andrea vio mi intención y me dijo:

-Creo que eso es demasiado, mejor quizás si simplemente te levantas, lo desatas y lo amarras nuevamente.

-Ja ja ja, quien es la experta entonces?? Le dije, pero bueno, lo haré como dices. Dicho esto, nos levantamos, yo tenía el nudo del pareo en mis manos, de lo contrario el pareo iría a parar en mis tobillos, siguiendo lo dicho por Andrea, y a la vista de prácticamente todos, desaté el nudo y abrí el pareo, dejando ver toda mi vagina, lo baje un poco como acomodando la parte trasera, y luego volví a cerrar el pareo al frente, para anudarlo nuevamente, tanto mi novio como Carlos estaban mirando atentamente todo el movimiento, mi teta derecha estaba al aire, y no tenía intención de acomodarla, al menos hasta que llegué donde mi novio, quién lo hizo por mi nuevamente. Salimos del bar, y nos dirigimos a las habitaciones, yo caminaba ya sin pensar en mi exhibicionismo, y aunque la noche era oscura, para Carlos no pasaba desapercibido el hecho que mis tetas estaban nuevamente desnudas. Llegamos a la entrada de la habitación de ellos, donde nos despedimos y seguimos nuestro camino, hasta llegar a nuestro cuarto, donde antes de que mi novio pudiera abrir la puerta lo tomé violentamente de su cintura y a como pude lo coloque de espaldas a la puerta, le baje el short desesperadamente y me arrodille frente a el, empezando a hacerle una mamada ahí mismo, fuera de la habitación. Él no se opuso, y en menos de un minuto ya estaba su pene totalmente listo para la acción, sin decirle nada, me levanté, le di la espalda y empecé a tratar de meterme el pene en mi vagina. A esto el reacciono, se inclinó un poco sobre mí y al oído me dijo:

-No te lo has ganado hoy puta, te has portado muy mal. Estas palabras me hicieron desesperar, y sin soltar su pene empecé a forzar meterlo entre mi panochita, pero no lograba acomodarme bien, en ese instante sentí como el plug de mi ano salía, mi novio lo había sacado por completo, e inmediatamente lo acercó a mi boca, yo en mi deseo solo reaccioné a abrir la boca y empezar a saborear mi propio ano, mientras sentí como el miembro de mi novio ahora apuntaba en al hueco que el plug había dejado vacío, y sin tiempo de reacción sentí como empezaba a forzar mi culo con esa tranca enorme. Mis manos fueron a dar a la barandilla que había frente a mí, de la terracita que tenía la habitación, y empecé a gemir mientras sentía como ese tremendo pene se abría campo entre mi estrecho ano. Una vez entró todo, empezó a bombear mi culo, yo no podía evitar los gemidos, los cuales casi se iban convirtiendo en gritos, y aunque la noche era oscura y la entrada de nuestro aposento no estaba iluminado en ese momento, si había suficiente luz como para notar desde la piscina que había una pareja en el lugar, y mis gritos eran evidencia que no estábamos precisamente abriendo la puerta. La situación duro unos 3 o 4 minutos, hasta que mi novio se corrió en mi culo, lapso durante el cual tuve un largo orgasmo. Supuse que mínimo mi amiga y su novio se dieron cuenta de la situación, pero posiblemente algunos vecinos mas también lo hicieron, pues mis gemidos y gritos son normalmente muy fuertes, y esa noche no fue la excepción. Mi novio sacó su tranca de mi culo, y me ordenó limpiársela completamente, cosa que hice sin protestar, aunque no soy la más aficionada a las mamadas, y menos aun cuando la picha sabe a mi culo, la situación no daba para quejas, así que limpié hasta el último centímetro cuadrado de pene de mi novio, mientras él me decía lo puta que era. Hecho esto, entramos a la habitación y caímos en la cama agotados.
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jessicaact@hotmail.com

Relato erótico: “Exhibiendome en la playa 3” (POR JESSICA99)

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Jueves.

Al abrir los ojos por la mañana, siento a mi novio justo a mi lado, aun dormido. Yo estoy acostada de costado, dándole la espalda, pero siento su brazo sobre mi cuerpo desnudo. Me giro lentamente aun acostada, para quedar de frente a él, y lo primero que noto es su desnudez, y su pene erecto, de seguro debe estar soñando algo interesante. Siento entre mis piernas como mi humedad empieza a incrementar, así que me incorporo un poco para poder bajar hasta el miembro de mi novio, el cual primero empiezo a contemplar en todo su esplendor, para pasar pocos segundos después a lamer suavemente. Mi novio sigue dormido, a pesar de que ya no solamente paso mi lengua por su pene si no que más bien empiezo a mamar su pene ya en toda regla, primero solo entra su cabeza en mi boca, pero mi excitación me lleva a seguir más y más, y al poco rato ya estoy tragándome todo lo que me es posible de ese enorme falo, que por sus dimensiones nunca me es posible tragármelo completo. El, increíblemente sigue dormido, o al menos, tiene los ojos cerrados, y no ha dicho nada, igual, a mí no me preocupa, estoy muy entretenida en lo mío. Mientras estoy en mi faena, noto como poco a poco él se ha ido girando hasta estar acostado sobre su espalda, pues al inicio estaba recostado de lado, y mi posición ha cambiado también, ahora ya estoy a 4 patas sobre la cama, aunque mi boca no se ha despegado de aquel aparato de placer. Siento que ya mi vagina está inundada, y palpitando a más no poder, la noche anterior no tuve placer por ese orificio, lo que me provoca aun mayor deseo. Ya no puedo más, por lo que mi boca abandona su labor, subo como una gata sobre el cuerpo de mi amante y sin mayor dificultad ingreso la cabeza del pene en mi chochita… uffff!!!! Que placer tan inmenso, no doy tregua a mi desesperación y me dejo caer sobre toda la longitud de esa deliciosa picha, siento como me llega a lo más profundo de mi ser y de mi boca se escapa un chillido de placer, seguido por el inicio de mis movimientos arriba y abajo. Me coloco con mi culito en pompa, y bajo mi torso hasta tener mis tetas prácticamente rozando la cara de mi pareja, en ese momento siento como su lengua empieza a jugar con mis pezones, señal inequívoca que ya él está despierto y totalmente consiente de la situación, lo que provoca en mí una excitación aun mayor y mi sube y baja aumenta de ritmo. Mis gemidos ya son gritos, estoy totalmente fuera de mí y mi primer orgasmo no tarda en llegar, es enorme, largo, ayudado por mi novio, quien ya en ese momento no lame mis pezones, los devora!!! Mis tetas están en sus manos y boca, muerde mis pezones, y con una mano jala del pezón que está libre, llegando a provocarme dolor, pero es un dolor placentero. Mi mano izquierda busca mi culo, que se mueve a un ritmo de infarto, arriba abajo, toco el pene de mi novio, que por momentos queda prácticamente fuera de mí, para volver a insertarse por completo en mi vagina, la cual siento totalmente mojada, en exceso quizás, mis dedos están llenos del fluido que emana mi cuerpo, y mi excitación me lleva a meterme mi dedo medio en mi ano, necesito sentirme llena ahí también, en ese momento llega mi segundo orgasmo, y casi en seguida, al introducir mi dedo índice en mi culo junto al medio siento el tercer orgasmo, aun sobre el segundo si es eso posible. Mi novio se percató de la situación, y fue el detonante para que inundara mis entrañas con su lechita caliente. Una vez término de correrse escuché como me susurraba al oído:

-Espero que me dejes la pinga así de reluciente como la tenía antes de que te sentaras sobre ella.

-Si amor, enseguida estará limpiecita, le contesté yo, mientras me sacaba su tranca de mi chochito y cambiaba de postura colocándome en posición del 69 para limpiarle su pene con mi boca y al mismo tiempo darle mi chochito para que el haga lo que quisiera. Empecé por lamer todo aquel instrumento en todo su largo, por todos sus costados, al mismo tiempo que engullía de vez en vez toda la tranca hasta donde mi garganta me lo permitía, que aun cuando ya su pene no estaba en su máximo esplendor, aun así es lo suficientemente grande como para ahogarme al intentar introducirla toda en mi boca. Al momento de estar en este proceso, siento como mi novio no pierde tiempo y comienza la misma labor en mi vagina, pasando su lengua por todo mi sexo, provocándome una sensación maravillosa y sacándome varios gritos de placer.

-Te gusta esto verdad perrita, me decía él.

-Si amor, me encanta como me haces sentir.

-Hoy has empezado el día siendo una buena zorrita, seguía él.

-Soy lo que tú quieres que sea, y haré lo que me pidas amor, todo para satisfacerte.

-Así me gusta perrita, hoy te estas portando de maravilla, por lo que hoy te daré el día para que sean las cosas a tu gusto. Eso fue como recibir un premio para mí. Al poco rato, ya había terminado de saborear la mezcla de jugos míos y de mi novio y su pene estaba totalmente limpio, igual él había terminado su faena en mi sexo, me incorporé y levante de la cama, el vino atrás mío y se fue directo a la ducha, donde se bañó y en menos de cinco minutos ya estaba listo para salir a su rutina de ejercicios.

-Ya me voy Jess, regreso al rato.

-Está bien amor, le dije, y agregue como con cierta duda, que debo ponerme hoy amor?

-Lo que tú desees, hoy es tu día perrita. Dicho esto, salió por la puerta dejándola abierta el muy carbón. Me acerque a la puerta para cerrarla y vi que nuevamente estaban en la piscina los chicos del día anterior de la limpieza. “Vaya servicio de limpieza, todos los días” pensé para mis adentros. En ese momento observé como mi novio se encontraba con Carlos, el novio de Andrea que justo estaba saliendo de su habitación, se quedaron platicando juntos por unos instantes y luego se marcharon juntos. Cerré la puerta antes de que los chicos de la piscina notaran mi presencia, y me fui a dar una ducha. Sabía que mi novio estaría fuera al menos por dos horas, y no tenía ninguna intención de quedarme todo ese tiempo en la habitación, así que me duche y una vez terminado fui en busca de mi maleta. Busqué el bikini que usaría ese día, y pensando en la presencia de mi amiga pues iba a ponerme el bikini completo, aun cuando no tengo ninguno que cubra en realidad mucho, al menos escogería uno que tenga la parte superior, ya que en la parte inferior todos son prácticamente iguales, es decir, micro bikinis. Escogí uno, que si bien no es el más grande, si me sentía muy cómoda en el, la parte superior tiene en lugar de triangulitos para tapar los senos, o más bien los pezones en mi caso, unos pedazos de tela como en forma de gota, que si bien son más chicos que los triángulos y apenas llegan a tapar las aureolas de mis pechos, no dan la sensación que si provocan los triángulos de que los senos se te salen por la parte de abajo. Lo único con este bikini es que la parte inferior también es un retazo en forma de gota lo que cubre a duras penas el sexo, y a parte del tamaño, es en color azul como escarchado, por lo que es muy notorio el tamaño. Igual me lo puse y me admiré como era de esperar en el espejo. En seguida busqué entre los zapatos que traía, y encontré los zapatos azules, de tiritas que cubren todo el pie y que suben hasta los tobillos, claro, de tacón de aguja, y estos súper altos, con plataforma en el frente. Me los puse y en eso vi sobre la maleta las bolitas chinas del día anterior, las cuales tomé sin dudarlo y sin ninguna contemplación me las introduje en mi vagina una tras otra sin ningún tipo de lubricante y pegando un aullido con la entrada de cada una de las tres bolitas, dando alguna dificultad la tercera pues al intentar meterla, las otras dos que ya estaban dentro no la dejaban entrar, y al no estar lubricada no se querían mover, pero al fin las forcé y entraron, no sin sentir un poquito de dolor y pegar un grito más fuerte. Hecho esto, me recompuse el bikini, o en realidad coloqué nuevamente el hilito entre mis labios, pues el bikini a la altura de mi vagina es solo el hilito. Busqué un pareo a juego, en color azul, que es como de ceda transparente, me lo coloqué, tome la toalla, el bronceador y mis anteojos de sol y me fui hacia la piscina.

Al salir de la habitación, lo primero que acapara mi atención es la mirada de los chicos de la piscina, quienes parecía que estaban más pendientes del momento en que saldría por la puerta que de su trabajo. Esta sensación de ser el centro de atracción me causa cierto morbo, por lo que mi forma de moverme se vuelve más sugerente, camino con pasos más firmes, de modo que mis tetas se bambolean de un lado a otro, esta vez con la seguridad de que el bikini no permite que mis pezones se escapen y la parte baja es más ajustada también que la del día anterior, así que, por más movimiento no habrán “accidentes” el día de hoy. Dejo mis cosas sobre la misma silla de ayer, y me dirijo ahora hacia la habitación de Andre. Toco su puerta y en seguida sale ella. Andrea está igual que yo, con un bikini puesto, bastante más recatado que el que traigo yo, en color negro, y aunque es de hilo, es de esos que tienen tela en toda su extensión, no simples tiritas como los que yo uso, aparte lleva unas sandalias tipo “chanclas” en sus pies.

-Hola Andre, la saludé.

-Hola Jessi, contesta ella al verme, y después de hacerme un repaso de arriba abajo me dice:

-Veo que vas a dar de que hablar hoy!!!

-Ja j aja, pues si, como siempre, le contesto de forma picara.

-Vienes a la piscina? le pregunté.

-Justo me estaba terminando de alistar para salir, respondió ella.

-Como que estamos coordinadas, le dije riendo un poco. Dale, te espero acá, trae tus cosas!!!

-Voy, solo déjame buscar la toalla. Dicho esto, se dio media vuelta y fue por su toalla. Regresó y salió junto a mí y nos dirigimos a la piscina. Ahora éramos dos chicas para admirar lo que tendrían los de la limpieza.

-Vamos a tener público hoy, le dije a Andre.

-Estoy notándolo, pero igual sé que serás el centro de las miradas!!! Ja j aja

-Espero que no me dejes sola!!!

-Aquí estaré, no me voy a ir, me dijo Andre como eludiendo la cosa.}

-Andre, me refiero a las acciones, sabes que como mínimo haré topless, y espero que no te cortes, le dije yo con plena sinceridad.

-Ya veremos, me dijo ella con una sonrisa maliciosa, cosa que le conozco muy bien cuando sé que tiene algo entre manos. Esa situación no me tranquilizó del todo, pero igual sabía a lo que venía yo. Mientras veníamos conversando hasta llegar a las sillas, los chicos de la limpieza no perdían detalle alguno, al llegar a las sillas, miré a Pedro y le saludé a la distancia con un “hola” y un gesto con la mano, aparte de mirarlo de una manera muy picara. En seguida nos colocamos cada una en una silla. Yo tomé la toalla que había dejado ahí y la estiré para colocarla en la silla de la misma forma que hice el día anterior, dándole la espalda a la piscina, y por ende a los chicos, y sin flexionar las rodillas me inclinaba sobre la silla acomodando la toalla. Andrea realizó la misma acción, claro, sin ser descarada como yo, y más bien tratando de ocultar lo más posible su anatomía. Las sillas estaban separadas escasamente por 10 centímetro, por lo que al recostarnos en las sillas podíamos platicar en voz baja sin que nadie más escuchara. Nos recostamos las dos, e inmediatamente Andrea me comentó:

-Veo que ya tienes amiguitos aquí.

-Pues sí, ayer estaban aquí también limpiando la piscina.

-Ahh… debo imaginar que el chico delgado fue el afortunado. Por desgracia, Andrea me conoce muy bien, y sabe de mi afición a darle privilegios al chico menos agraciado de un grupo.

-Pues sí, como siempre, no te equivocas, ayer estaba sola, y ya sabes, no puedo darme crema en la espalda. Dicho esto, tomé la botella de bronceador y empecé a rosearme el cuerpo con él. Miré a Andrea, ella también estaba en lo mismo, colocándose crema por el cuerpo. Sin pensarlo mucho, solté la parte superior de mi bikini y dejé mis tetas al aire. Andrea me miró con cara de desaprobación primero, pero luego se hecho una risa y me dijo:

-No esperes que yo haga lo mismo.

-Porque no? No sería la primera vez que lo haces. Se lo dije porque más de una vez que fuimos juntas a la playa hacíamos topless juntas, incluso en algunas ocasiones ellas se animó a hacer nudismo con migo.

-Lo sé, pero con Carlos no me gusta hacerlo, él podría no agradarle verme así, te digo, la primera vez que me vio en hilo no le agradó mucho. Eso me puso a pensar un poco en la situación, y si bien el día anterior ya Carlos se había deleitado viéndome las tetas, le dije a Andrea:

-Andre, si te molesta que Carlos me mire en tetas me pongo la parte superior, no quiero ser el motivo para situación incómoda.

-Tranquila Jess, más bien quédate así, con suerte Carlos cuando viene al verte así no se pone celeste si yo te imito, que ya sabes que igual me gusta estar en tetas…

-Ahh, entonces más bien si quieres me quito la parte de abajo!!! Le dije ya eso con un tono un tanto jocoso.

-No tienes que convencerme para saber que eres capaz de desnudarte aquí mismo, con lo descarada que eres. Nos echamos una risa las dos, me coloque las gafas y me recosté un poco. Empecé a mirar a nuestros observadores, quienes no habían perdido detalle alguno de nuestras acciones, yo aún me estaba masajeando las tetas con el bronceador, y luego baje mis manos hasta mi sexo, como para reacomodar un poco la tanguita y emparejar en esa zona también el bronceador. Los chicos seguían enfocados en mi cuerpo, especialmente Roberto, el chico grandulón. Terminé de masajearme, y procedí a tirar mis brazos atrás, por sobre mi cabeza, y arqueando un poco mi cuerpo hacia atrás, levantando un poco la espalda, como en posición de estiramiento. Tenía una pierna totalmente estirada, y la otra flexionada un poco, como si estuviera posando para una fotografía. En esa posición me mantuve un largo rato, hasta que decidí que era hora de darme vuelta. En ese mismo instante, vi que Andrea había tomado la misma decisión, e inmediatamente me miro y me dijo:

-Me podrías pasar el bronceador por la espalda Jess???

-Ja ja ja, justamente te iba pedir lo mismo. Yo te lo pongo a ti primero, luego tú lo harás con migo, le dije.

-No, yo lo colocaré primero, dijo ella, a lo que accedí. Me tumbé boca abajo y ella comenzó a colocar el bronceador en mi espalda, glúteos y piernas. Una vez me tuvo atomizada, comenzó con el masaje, desde mi cuello, y fue bajando lentamente, hasta llegar a mi trasero, donde se detuvo y de pronto exclamó:

-Qué es esto Jess!!!! Claro, había visto el hilito que salía de mi vagina, eran las bolitas chinas, y yo lo había olvidado por completo.

-Shhhhhhhhhhhhh, cállate, que te va a escuchar todo el mundo.

-Pero que eres puta Jess, dijo ella ya en voz muy baja.

-Sí, sí, pero ya, no te fijes más y sigue con lo que estabas Andre. Andrea sin embargo no me hizo caso, y tomó el hilito y lo empezó a jalar hasta lograr sacar una bolita de mi vagina. Eso hizo que mi sexo empezara a palpitar, yo no podía más que disfrutar el momento, y más bien levante mi culo un poco para que ella tuviera un mejor acceso a él. Ella se había sentado al lado de mi silla, por lo que los chicos de la limpieza no tenían una buena visión de lo que sucedía en ese momento, o al menos así calculé yo según su posición, mientras tanto, Andrea siguió tirando del cordón y saco la segunda bolita, a lo que volvió a exclamar.

-Pero de cuantas es Jess???

-Queda una más, le dije yo con una voz jadeante.

-Por lo menos hoy no traes nada en tu culo cabrona. Esto lo dijo con un tono que para mi criterio los chicos sin duda tuvieron que escucharlo, y pues, no estaba equivocada, Roberto lo vi que se empezó a aproximar con la red de limpieza hacia nosotras, bordeando la piscina desde el costado donde estaba Andrea sentada en mi silla. Esa situación me hizo calentarme aún más, ya que Andrea de eso no se podía percatar, pues Roberto venía a sus espaldas, y de todas formas ella estaba muy concentrada en mi juguete. Justo cuando sentí que Roberto estaba atrás mío, con una visión inmejorable de mi trasero, sentí como Andrea volvía a dar un tirón de la cuerda sacando la última bolita de mi vagina, momento en el cual escuche un gran estruendo en la piscina, a lo que reaccionamos ambas a mirar y la sorpresa era que Roberto estaba en la alberca, cosa que no pudimos saber ninguna de las dos si fue por la impresión de ver a Andrea sacando las bolitas de mi vagina, o por estar viendo la situación se tropezó y cayó en la piscina. Nos levantamos las dos de nuestras sillas, y al mismo tiempo Pedro corrió desde el lado contrario de la piscina hasta nosotras, para ayudar a su compañero, el cual salió por sus medios de la piscina y comenzó a excusarse que se resbaló en la orilla de la piscina al intentar atraer unas hojas que estaban a la mitad del tanque. Andrea y yo regresamos a nuestro sitio, mirándonos una a la otra y riendo, Andrea había dejado las bolas chinas sobre mi silla, a plena vista, así que al llegar a mi sitio tome las bolitas y me acosté nuevamente en mi sitio, para que Andrea siguiera con lo que no había terminado. Yo empecé a lamer una a una las bolitas, ya con un poco de descaro, aunque mi cabeza estaba al lado contrario del sitio donde estaba Andrea y los chicos, al menos Andrea sabía lo que hacía.

-Que pretendes con esas bolitas Jess? Pregunto Andrea mientras me masajeaba las piernas.

-Pues que las coloques en su sitio nuevamente, le dije con mucha naturalidad.

-No, no, eso lo tendrás que hacer tu misma.

-Pero tú las has sacado, protesté yo, como en súplica.

-Mmm, bueno, dame acá eso entonces, me dijo ella de manera maliciosa. Andrea tomo las bolitas que ya yo había ensalivado bastante, y me dio una nalgada para que levantase el culo, yo lo hice y giré mi cabeza para intentar observar la situación. Los dos chicos no se habían ido, estaban como estatuas observando la acción, incluso me sorprendí un poco de ver que Andrea no se había cortado lo mas mínimo por eso, tomó las bolas y coloco la primera sobre mi vagina, apartó el hilito que estaba metido entre mis labios y ejerció presión sobre la bolita, la cual entró esta vez sin ninguna dificultad dado que el morbo de la situación me había excitado y ya mis jugos se hacían presentes en mi sexo. Sin perder tiempo, colocó la segunda bolita y la metió de igual forma, con esta yo solté un gemido leve, pero audible. Andrea tomó la tercera bolita, que colgaba entre mis piernas, pero esta vez no se apresuró, empezó un masaje con la bolita por mi sexo, y sobre todo en mi clítoris, calentándome sobre manera, entonces me preguntó:

-Quieres que la meta???

-Siii… contesté yo casi suplicando.

-Mmm… o prefieres que siga con esto, volvió a decir, mientras seguía con su masaje en mi clítoris.

-Métela por favor Andre, no seas malita que me estás haciendo sufrir… Le dije yo ya muy jadeante, y sin importarme si los chicos me escuchaban o no. Andrea siguió algunos segundos más con su juego y en seguida me metió la última bolita en mi clítoris, seguido por su dedo índice, el cual igual se fue hasta el fondo empujando las bolitas y todo el cordón también.

-Así no se te ve el cordón Jess, me dijo la cabrona como para que no replicara yo. Igual no lo haría. Ella saco su dedo, coloco el hilo de mi bikini nuevamente en su lugar y me dijo:

-Estas lista!!! Con una sonrisa como que acá no ha pasado nada. Andrea regreso a su sitio, y yo me quede tendida en la misma posición por al menos medio minuto mientras me recuperaba de la situación. Acto seguido la volví a ver y ella igual me miraba:

-Qué esperas? tienes que ponerme el bronceador, dijo ella. Reaccioné con lentitud, aún estaba un poco aturdida por lo sucedido, y no tanto por lo que me hizo, sino más bien por el morbo que me provocó el que Andrea hiciera lo que hizo y que no le importara el hecho que los dos tipos estaban observando detenidamente todo. Me incorporé lentamente, me senté sobre mi silla y luego me levanté, como buscando posicionarme para proceder a darle crema a André. Note que ya los dos tipos de la piscina habían retomado sus labores, claro, no dejaban de mirar hacia nosotras, por lo que me sentí nuevamente excitada y pensé por un instante mi siguiente movimiento. Me coloqué a cuatro patas sobre mi silla, inclinada hacia Andrea, que en ese momento miraba hacia el frente de ella sin ver lo que yo hacía, mucho menos lo que hacían nuestros observadores, de esta forma, mi trasero daba hacia la piscina y hacia ellos por ende. Tomé la botella de bronceador de Andrea, y me puse un poco de crema en las manos, comencé a esparcir la crema por su espalda, despacio y lo más sensualmente posible. Andrea llevaba su bikini completo, por lo que sin decirle nada tome las cintas que amarraban su bikini por atrás y las solté. Ella inmediatamente reaccionó y me miro sobre su hombro, pero no dijo nada, y con una sonrisa colocó su cabeza nuevamente en la posición que tenía. Yo seguí con el masaje, y fui bajando poco a poco hasta llegar a la parte baja de su espalda. En ese momento, eché mi vista atrás y vi que nuevamente los chicos estaban totalmente idos con nuestro accionar, y claro, también tenían una vista fenomenal de mi culo, y posiblemente de mi vagina que sentía como el hilo de mi bikini ya estaba totalmente hundido entre mis labios. No me importaba, y más bien traté de levantar más el culo si eso era posible, y abrí un poco más mis piernas para dar una mejor visión, al tiempo que empezaba a magrear el culo de Andrea. Ella empezó a notar que mis manos ya hacían más que simplemente poner bronceador en sus nalgas, ahora era mi turno de hacerla sufrir al menos un poco, por lo que empecé a adentrar mis dedos entre sus dos cachetes, hundiendo tolo lo que fuese posible su hilo entre las nalgas. En cuanto mis dedos llegaron a tocar su sexo por sobre la tela del bikini, ella dio un saltito como tratando de negarse, pero yo seguí un poco más, aunque entendí que Andrea estaba ya un tanto incomoda con la situación, por lo que no insistí mucho y baje mis manos hacia sus piernas para terminar con el bronceador. Andrea no dijo nada, pero su gesto fue de agradecimiento evidente cuando se dio cuenta que había terminado con el bronceador y yo regresaba a mi sitio.

Al poco rato escuche que llegaba mi novio, alcé la mirada y lo vi venir con Carlos, habían ido a correr juntos. Noté también que Roberto y Pedro ya se habían retirado, cosa que no me había dado cuenta. Mi novio y Carlos se acercaron a nosotras, momento en el que me incorporé para darle un beso a mi novio. Andrea no se había dado cuenta aun, y no fue hasta que Carlos estuvo a su lado que ella reacciono, inmediatamente hecho sus manos a las cintas de su sujetador y las amarró en la espalda, acto seguido se incorporó y saludo a su novio.

-Veo que estabas tomando el sol sin dejar marcas en tu espalda, le dijo Carlos a Andrea. Ella de momento no supo contestar así que fui yo quien tomó la palabra.

-Yo le coloque el bronceador, y le solté el nudo de su bikini para que no se le marcara en la espalda.

-Me parece muy bien, dijo Carlos, y agregó mirando a Andrea, mira a tu amiga, se ve que no le gustan las marcas de bronceado en su cuerpo, deberías ser igual!!! Andrea lo miró un tanto incrédula, y después de una pausa dijo.

-Carlos, pensé que no te gustaba que me exhibiera de esa manera.

-Pues no es que me gusta que te exhibas, pero me gustan los pechos bien bronceados, y las marcas de tanguita como los de Jessica. Andrea no daba crédito a lo que escuchaba, a lo que dijo:

-Cuando me puse por primera vez este bikini vi en tu cara un gesto como de desaprobación.

-Pues estas muy equivocada, me encantó que usaras bikini de hilo, más bien quizás lo que quería es que fuera más chico!!! Yo miraba a Andrea, quien parecía no entender la situación, aunque se le miraba algo entusiasmada con lo que estaba escuchando.

-Pues entonces estaba totalmente confundida, dijo Andrea, y en seguida tomó a Carlos y se fundió en un beso increíble. Yo me reía de la situación, momento en el que escuche un estruendo nuevamente en la piscina, era mi novio que se había tirado al agua, y nos invitaba a entrar. Yo no me hice de rogar, me quité los zapatos y me lance de un clavado al agua también. Atrás de mi vino Andrea y Carlos, y empezamos a chapotear en el agua. Mi novio propuso jugar a las luchas, cosa que todos aceptamos de buena gana, subí en los hombros de mi novio y Andrea en los hombros de Carlos, noté que Juan ya estaba pendiente desde la recepción a toda la situación, cosa que me agradó. En cuanto nos acercamos, yo fijé mi objetivo, que no era botar a Andrea precisamente, sino más bien dejarla en tetas. En el primer acercamiento no logré mucho, y más bien Andrea si logró su objetivo y yo fui a dar al fondo de la piscina, nos incorporamos rápidamente y pensé que sería más fácil dejar a Andre en tetas si iba por el objetivo de tirarla al agua, cosa que intente en el segundo acercamiento y tuve éxito completo, los chicos se acercaron mucho esta vez, y yo me agarre del cuerpo de Andrea firmemente, y gracias a mi mayor tamaño la empecé a desestabilizar hasta el punto donde vi que ya no tenía retorno, entonces la solté pero antes me asegure de tomar entre mis dedos su parte superior del bikini, el cual al ir cayendo Andre se soltó de su espalda, dejándola con los senos al aire. Andre se incorporó y al salir a medio cuerpo del agua se vio semidesnuda, intentó amarrar su bra pero Carlos lo evito.

-Déjalo Andre, igual Jessica esta sin nada. Ella me miró y entonces tomo su bra y lo arrojo fuera de la piscina, volvió a su sitio sobre los hombros de Carlos y fueron nuevamente por la acción hacia nosotros. Al acercarse vi en la cara de Andrea la malicia, y en seguida sabía que tenía algo en mente, y en efecto, al llegar a nosotros sentí como sus manos me tomaron por mi hilito y empezó a forcejear, tratando de arrancármelo de mi cuerpo, sentí como el hilo no iba a resistir mucho, por lo que me deje caer al agua momento en el cual Andrea sin soltar el hilo logró prácticamente bajármelo hasta las rodillas en mi caída. Al estar bajo el agua pensé que sería mejor quedar desnuda antes que dejar que Andrea rompiera mí ya maltratado hilito, por lo que al salir a flote nuevamente me termine de bajar el hilo.

-Andreeeee, me has dejado desnuda!!! Esta la pagas!!! Grité yo como si estuviera furiosa, claro, tenía una risa de malula que no me creían nada seguro. El que sí que reacciono fue Juan, quien salió de la recepción de manera disimulada, y aunque tuve la sensación que ni mi novio ni Andrea y Carlos lo habían notado a mí me dio un gran morbo el ver como observaba todo. Me subí nuevamente a los hombros de mi novio, ya estaba totalmente desnuda en ese momento, sabía que dejar a Andrea desnuda sería prácticamente imposible, su tanguita era por mucho más resistente que la que yo tenía, por lo que no se rasgaría nunca, y lograr quitárselo sería una hazaña muy difícil, aun así al acercarnos la tome por su hilo, y se lo empecé a tirar hacia todos lados, Andrea estaba totalmente mentalizada en tirarme al agua, cosa que estaba a punto de lograr, por lo que me aferré a ella, y si me caía al agua ella vendría con migo, cosa que sucedió, y las dos fuimos a dar hasta el fondo del agua, momento en que aproveché para seguir tirando de su hilito hasta dejárselo casi a las rodillas, ella lucho por no perderlo del todo y ya en ese momento no tenía aire para seguir en la faena, por lo que tuve que dejarla y salir a la superficie. Los chicos ya para ese momento iban hacia la orilla de la piscina, estábamos todos agotados, mire a mi alrededor y no veía mi hilito, traté de mirar bajo el agua pero igual, no lo localicé, entonces vi que mi novio al salir del agua lo tenía en sus manos. Supe que quería que saliera totalmente desnuda, pero no sería la única que saldría así. Ya Andrea había emprendido el viaje hacia la escalerilla, por lo que me apresuré a alcanzarla antes de que saliera, y justo cuando calcule alcanzarla me lance bajo el agua y la tome de su hilito bajándolo por completo, ella intentó resistirse un poco, pero en vano, ya había logrado mi objetivo y ella igual que yo, estaba desnuda. Salí a la superficie con su tanguita en la mano, y lo mostré como si de un trofeo se tratara, en seguida lo lance hacia las sillas y le dije a Andrea:

-Ese fue el desquite!!! Ahora estamos iguales.

-Esta me la vas a pagar cabrona, me dijo Andrea entre risas. Siguió adelante y llego a la escalerilla, subió por ella y dejó ver toda su desnudes, el sexo lo tenía totalmente depilado, no había un solo pelito ahí, a diferencia del mío. Yo la seguí y salí también de la alberca, Juan desde el otro costado no daba crédito a lo que sus ojos veían, dos chicas caminando por la piscina de su hotel totalmente desnudas. Andrea llegó hasta las sillas, y como era de esperar se colocó la parte de debajo de su bikini, yo hice lo mismo para no dejarla en mal con su novio. Nos colocamos nuevamente en las sillas y nuestros chicos al lado nuestro. Estuvimos un rato más ahí tomando el sol, ya ahora Andre al igual que yo, estaba con sus tetas al aire. En la cara de Carlos se notaba el agrado de ver a su chica en esa situación, y más bien parecía que quería que estuviera totalmente desnuda. Cada vez que le ponía el bronceador la magreaba bien, quizás hasta con más sensualidad de lo que hacía por su parte mi novio sobre mi cuerpo. Yo disfrutaba por mi lado el ver toda la situación, y como las cosas habían cambiado para mi amiga de un momento a otro, si bien ella no es tan exhibicionista ni atrevida como yo, en las playas cuando íbamos juntas siempre hacia topless, y como dije antes, en algunas ocasiones hicimos nudismo en algunas playas que estaban más desiertas.

Al ser cerca del mediodía, decidimos que iríamos a las habitaciones para alistarnos y buscar un lugar para almorzar. Nos dirigimos cada pareja a su sitio, y tuve la sensación de que mi amiga y su novio no perderían el tiempo en su cuarto, echarían un polvo de campeonato, por lo que estaba decidida a que en mi cuarto seria de la misma manera. Al llegar a nuestra habitación, no tuve que buscar a mi novio para el polvo, el mismo me agarró y empezó a besarme no más entrar en nuestro aposento. A como pude le baje la bermuda que traía, y empecé a mamar como una posesa su falo que ya estaba con un tamaño considerable. La desesperación de mi novio era más que evidente, pues de un momento a otro me tomo por las caderas, me levanto de la posición en que estaba y me dio vuelta, dejándome de espaldas a él con mis manos sobre el respaldo delantero de la cama. El colocó su pene en la entrada de mi vagina, momento en el cual recordé que aun tenia las bolas chinas dentro de mí. No pude reaccionar a tiempo, y ya el pene de mi novio se estaba introduciendo en mi vagina, llegando a tocar las bolitas, momento en el cual exclamó:

-Que traes ahí dentro perra?

-Las bolitas chinas amor…

Valla que las tenías bien adentro, ni el cordoncito dejaste fuera.

-En realidad no fui y quien las metió ahí…

-Ahhh no? Entonces quien fue?

-Andrea…

-Ahhh, pues entonces ahí se quedan. Dicho esto sacó su pene de mi vagina y lo apunto al agujero de mi culo.

-Espero este si esté vacío.

-Si amor, no hay nada ahí, pero si quieres saco las bolitas y me das por mi panochita.

-No, no, ahora te va tocar por el culo perra. No dio más tregua, y de inmediato empezó a hacer presión con su pene por mi ano, no le fue difícil entrar, más que su pene ya había entrado un poco en mi vagina y se había lubricado con mis jugos. Empezó el mete saca, yo por mi parte empecé a gritar como loca, sentía el pene de mi novio en mi culo, y las bolitas ahora no daban tregua en mi vagina, rápidamente llegue a mi orgasmo, y mi novio al sentirme terminar se corrió en mi culo también. Sacó su picha de mi ano y me la puso en mi cara, yo inmediatamente procedí a limpiar como es debido, saboreando mi propio culo y el placentero manjar de la lechita de mi novio.

Al momento, y sin decir nada, mi novio entró a la ducha, pensé en seguirle, pero al mismo tiempo me entró la curiosidad por espiar a mi amiga, estaba totalmente segura que estarían en las mismas que nosotros, por lo que sin pensármelo mucho salí de nuestra habitación, desnuda, y me fui a escondidas entre las matas por atrás de la habitación contigua a la nuestra, es decir la 12, para llegar al cuarto de mi amiga, el 11. Al llegar ahí, traté primero de escuchar, pero no había ningún tipo de ruido. Me acerqué a la ventana, sabiendo que eso sería bastante riesgoso, pues de día es fácil ver las sombras desde adentro, y bueno, también al estar yo desnuda más bien la sorprendida podría ser yo misma, pero más podía mi curiosidad, así que me asomé por una esquina de la ventana, la cortina estaba un poco desacomodada, por lo que había un pequeño espacio por donde mirar adentro, y para mi sorpresa, o más bien, no era sorpresa, Andrea estaba de rodillas frente a Carlos mamándole su miembro, estaban justo de lado con respecto a mi posición, así que no estaba en la línea de vista de ninguno de los dos a menos de que miraran a un costado, y por la situación dudaba que lo fueran a hacer, Andrea miraba hacia arriba, viéndole la cara a Carlos, mientras el pene de su chico entraba y salía de la boca de ella sin cesar. El pene de Carlos es más bien normalito, de unos 15 cm, pero Andrea se notaba disfrutaba de él, y Carlos ni se diga, estaba como desorbitado, abandonado totalmente disfrutando del placer seguramente. En esa posición estuvieron por al menos unos 3 minutos, hasta que escuche alguien que me llamaba:

-Jessicaaaa!!! Mierda pensé yo, mi novio, está en la puerta llamándome, me tuve que alejar de la ventana para no ser descubierta por mi chico, regrese sobre mis pasos, pero al llegar a la parte trasera de la 12 me quedé pensando que excusa le daría a mi novio para haber salido, y desnuda!!! Estaba totalmente mojada de la excitación de ver a mis amigos en plena acción, y si no me hubiera tenido que venir seguramente hubiese terminado masturbándome frente a esa ventana, pero bueno, era hora de salir de mi escondite.

-Aquí estoy amor! Le dije a mi novio que seguía en la puerta del cuarto. En cuanto me vio desnuda se echó una carcajada y me dijo:

-No te voy a preguntar nada cabrona, valla puta que estas hecha hoy!!! Yo preferí no decir nada tampoco, entré en la habitación y me dirigí al baño directamente. Al entrar a la ducha escuche a mi novio que desde la puerta me dijo:

-Regreso en seguida, voy a la recepción, espero estés lista.Escuche como cerró la puerta al salir. Comprendí que era el momento justo para terminar lo que había iniciado justo un par de minutos antes, así que me empecé a dar con los deditos placer en mi clítoris, estaba empapada, estaba claro que el asunto no tardaría prácticamente nada, así que con mi mano derecha me penetre por adelante mi vagina, primero con el dedo medio, seguido casi de inmediato por el índice, al tiempo que mi mano izquierda se abría campo desde atrás en mi ano, y el dedo medio se metía hasta el fondo del agujerito trasero. Con mi dedo pulgar de la mano derecha seguía masajeando mi clítoris, y la situación no tardó más de 30 segundos creo, exploté en un orgasmo que casi me tumbó en la ducha. Tarde unos 30 segundos más en recuperarme, momento en el que me levante y me duché rápidamente para intentar estar lista para cuando regresara mi novio. Salí del baño, me sequé pronto y ya estaba buscando mi ropa en la maleta cuando escuche la puerta abrirse. Mi novio estaba de regreso:

-Apúrate perrita, ya tus amigos están en la recepción!!! Me sorprendí por esa afirmación, pues a mi juicio hace apenas unos minutos estaban en plena acción. Al momento comprendí que el tiempo había transcurrido mucho más rápido de lo que yo pensaba, y que posiblemente el tiempo de mi masturbación fue mucho mayor.

-Ya voy amor, quieres que me ponga algo en especial?

-No zorrita, colócate lo que tu desees, es posible que vayamos a la playa en la tarde, después del almuerzo, así que lleva tu bikini mejor, vi que tu amiga lo llevaba puesto por abajo. Busque pues en mi maleta algo para ponerme. Saque un short de mezclilla que yo misma había recortado de un pantalón viejo, estaba algo maltratado y bueno, muy recortado, más parece un bikini que un short. Me volví a poner el bikini de la mañana, aunque en esta ocasión solo la parte de abajo, y me puse el short encima. Luego busqué una camiseta sin mangas, blanca, también recortada por mi misma, tiene el cuello muy amplio, mostrando un generoso escote, y de los pechos para abajo no existe, es decir, es como un top más bien, le hice un nudo en mi espalda para que se ciñera a mi cuerpo, resaltando mis pezones por la fina tela. Finalmente me volví a poner los zapatos de la mañana, y en menos de 5 minutos estaba lista para salir. Tomé mi bolsito con mis cosas y salimos de la habitación. Efectivamente, Andrea y Carlos estaban ya frente a la recepción, platicaban con Juan, al vernos exclamaron:

-Por fin vienen Jess!!!

-Sip, nos demoramos un poco, pero ya estamos.

-Nos demoramos? Dijo mi novio de manera sarcástica.

-Si Jessi, es cierto, tu novio estaba aquí hace rato. Me debí poner colorada nuevamente, preferí no decir nada. Nos pusimos en marcha, y yo la verdad no sabía ni hacia dónde íbamos, pero me dio la impresión que todos sabían hacia dónde íbamos, claro, yo era la que me había demorado, y prefería mantenerme en mi ignorancia que preguntar y nuevamente sacar a relucir mi llegada tardía. Salimos del hotel, y caminábamos en sentido contrario de la playa. Mi novio y mis amigos tenían una conversación a la cual no estaba yo poniendo cuidado, aunque si tuve la sensación que ellos querían como jugarme una broma, pues iban como conversando en código sobre el almuerzo, de manera que yo no entendía. En ese momento escuche:

-Jess, qué opinas tú? Me dijo Andrea.

-Ehhh, sobre que, disculpa, es que no he puesto mucho cuidado, dije yo como delatando mi total ignorancia.

-Pues lo que venimos hablando, que si prefieres mariscos o carnes? Replico Andrea.

-Mmm, yo la verdad prefiero las carnes, le dije inocente, a lo que los tres explotaron de risa. No logre entender para nada la situación, pero era evidente que me habían tomado del pelo. Una vez terminadas las carcajadas Andrea se acercó a mí y me dijo:

-Hay Jessi, discúlpame, pero es que vienes como un zombi, se nota que el atraso fue por algo serio. Me volví a poner colorada, y nuevamente mi silencio daba crédito a lo que ella decía, ahora no solo que no sabía para dónde íbamos, sino que parecía que todos sabían que yo me había masturbado en el baño!!! Seguimos caminando por un rato más, íbamos como subiendo por una calle, yo iba con mi novio adelante, tomados de la mano. Observé que adelante se miraba un restaurante, tenía un mirador desde donde se podría apreciar toda la playa, y efectivamente nos dirigíamos hacia ahí. Entramos y nos ubicamos en una de las mesas, era un sitio bastante amplio y había bastante gente. Traté de entrar sin fijarme mucho en las personas, igual, no me sentía tan provocativa en ese momento, si bien tenia los cachetes de mis nalgas al aire libre, en una zona como estas eso debía ser normal. El mesero llego y nos entregó las cartas. Estuvimos analizando lo que almorzaríamos, y decidimos por un plato mixto de carnes para los cuatro. Yo necesitaba ir al servicio, quería refrescarme la cara, así que me disculpé y me levante para ir al lavabo, Andrea se levantó y me siguió. Cuando entramos al servicio ella empezó a preguntar, cosa que me esperaba.

-Que te sucede Jess?

-No me pasa nada Andre.

-No me digas eso, sabes que te conozco.

-Nos es nada, ando un poco cansada, y bueno, ya sabes lo que paso en la habitación, de hecho me parece que todos lo saben.

-Ja ja ja, si, lo supusimos, de hecho, cuando tu novio llegó solo al lobby del hotel, yo lo interrogue, y como él no me decía nada me fui a tu habitación a espiar, aunque no hubo necesidad de mirar nada para enterarme. Al decirme eso me paralicé. No solo había durado más de lo que yo había pensado, pero por lo que me decía Andre aparte había hecho algo de ruido, por lo que le pregunte:

-Me escuchaste Andre???

-Que si te escuche Jess? Prácticamente pegabas alaridos, creo que te pude haber escuchado desde el lobby del hotel!! Nuevamente me puse como un tomate, y no es que me de vergüenza el que se enteren que me masturbo o tengo sexo, pero con Andre era algo distinto, es más como familia mía, por lo que la sensación es como si fuera mi hermana.

-Hay Andre, que vergüenza con tigo, no sé qué decirte.

-No tienes que decir nada, y más bien yo debería disculparme con tigo, ya que al escucharte me regrese con los chicos y les conté lo que había escuchado, fue entonces cuando tu novio regreso a la habitación para apresurarte. Esas palabras, sin ser una disculpa, me dieron como una cierta paz interior, y pude recobrar mi actitud normal.

-Bueno, lo hecho, hecho está, ahora disfrutemos el resto del día, le dije a mi amiga, mientras me acercaba al lavabo y me echaba agua en la cara.

-Está bien Jess, pero hagamos interesante la tarde entonces! Y mientras decía esto, se acercó al lavabo de la par, abrió el tubo y sin decirme nada sentí como me tiro con sus manos un par de palmos de agua en mis tetas, mojando la camiseta totalmente.

-Peeeeeeeeeeeeeeerooooooooooooo que haces Andreeeeeeeee!!!!! Grite yo sorprendida.

-Pues que hoy andas muy tapadita Jess, hay que darle algo que ver a los pobres camareros de este sitio, y a los comensales.

-Andre, pero mírame como me has dejado, como voy a salir así ahora, enseñar está bien, pero esto? Como lo justifico?

-No sé, dirás que el grifo está malo y te has mojado, eres tú la que esta empapada, no yo!!! Dijo Andrea al tiempo que soltaba una carcajada. Yo la miré, como con intención de desquitarme, pero si bien ella traía un vestidito blanco de tela finita, abajo traía su bikini completo, así que por más agua que le echara, no iba mostrar nada más, mientras que en mi caso, la camiseta con el agua estaba totalmente transparente, mis tetas estaban prácticamente desnudas.

-Uyyy Andre, estas me las cobro, que eres cabrona.

-Ja ja ja ja ja, bueno, pero vamos, que luego van a pensar que estamos teniendo sexo lésbico!!! Dicho esto, Andrea emprendió la salida, y pues, tenía que salir con ella, al menos junto a ella me sentía un poco más segura, ya que deberíamos atravesar todo el restaurante pues nuestra mesa estaba al otro lado, en el mirador. No hice más que salir del lavabo, y ya tenía los ojos de varios chicos sobre mí, específicamente en mis tetas. Andre noto lo mismo, por lo que se acercó y me dijo al oído mientras avanzábamos:

-Ya vez, ahora si te miran con deseo amiguita!

-Si, por tu culpa, no era mi idea que fuera así. Seguimos caminando, mientras prácticamente todos en el restaurante se fijaron en mis tetas. Al fin llegamos a nuestra mesa, donde mi novio y Carlos me miraron sorprendidos, a lo que mi novio me preguntó:

-Pero que te pasó Jess???

-El grifo est… empezó a decir Andrea, pero la interrumpí inmediatamente.

-El grifo estaba perfecto, pero Andrea me hecho dos palmos de agua en mis tetas, y bueno, ahora estoy así. Carlos me miraba fijamente las tetas, era quien tenía la mejor visual, pues estaba justo frente a mí, mientras tanto Andrea volvió a decir:

-Hay Jess, es una bromita, para ponerle el picante a la situación.

-Sí, claro, el picante es que todos en el restaurante me han visto ya las tetas, contesté.

-Hay Jessica, si las andas enseñando a todos cuantos te topas de frente., dijo Andre de nuevo.

-Bueno bueno, ya no hablemos más del asunto, que me hacen recordar lo fría que estaba el agua., les dije.

-Bueno, eso del agua fría es bastante evidente, me dijo mi novio, mirando los pezones de mis tetas, que estaban totalmente erguidos. En cierta forma, lo bueno era que esa situación disimulaba la realidad, que era mi excitación por estarme exhibiendo de esta manera frente a todos en el lugar. Tomé asiento en mi sitio, por estar en la terracita, el viento nos golpeaba constantemente, por lo que supe que mi camiseta no tardaría mucho tiempo en volver a secarse, y mi exhibición terminaría ahí mismo. Igual, antes de que eso sucediera, el mesero vino con nuestro pedido, así que estuvo contemplando mis pechos durante ese rato. Mientras comimos, conversábamos de varios temas, trabajo, cosas personales entre otros, yo intenté en la medida de lo posible no poner atención fuera de lo que pasaba en nuestra mesa, era suficiente con tener a Carlos viéndome constantemente los senos. Al terminar de almorzar, casi tenia seca la camiseta, y ya mis tetas estaban nuevamente ocultas, la brisa había hecho ya su trabajo. Mi novio y Carlos pagaron la cuenta y nos dispusimos a retirarnos del sitio. Cuando íbamos saliendo, me di cuenta que uno de los meseros entró al sitio donde estaba la caja saliendo enseguida con unos papeles, y se vino rápidamente hasta lograr alcanzarnos en la puerta, donde se dirigió directamente hacia mí:

-Disculpe muchacha, quisiera entregarle este volante e invitarla a que participe del evento, sería genial contar con su presencia, y también la suya señorita, esto último dirigiéndose a Andrea y entregándole un volante igual al que me había dado a mi unos segundos antes. Yo lo miré rápidamente y vi que se trataba de un concurso de camisetas mojadas, lo cual me dio algo de risa al tiempo que me dio un poquito de vergüenza, y con cierto aire de timidez le contesté:

-Creo que ya les he dado un espectáculo hoy! Le dije al mesero.

-Sí, así es, y por eso creo que no te costaría para nada repetirlo machita!

-Ya veremos, le dije como en tono de decir no. No tenía ningún interés en ese momento de participar en un concurso de esa clase, primero porque estaba con mi novio, y segundo, porque estaba con mis amigos también. Si bien es cierto, años atrás había participado un par de veces en eventos como ese, ahora no tenía ninguna intención de hacerlo. Salimos del restaurante, boté el volante en un basurero justo al frente del comercio, en un basurero, posiblemente hasta el mesero me vio hacerlo, poco me importaba, pero lo que yo creí que sería asunto enterrado, está lejos de serlo. No habíamos empezado a caminar de regreso cuando Andrea me preguntó:

-Jessica, entraras en el concurso cierto?

-Nooo, como se te ocurre Andrea, si quieres entras tú! Le contesté como con sorpresa.

-Ja ja ja ja, yo Jessica, si eres tú la que le gustan esos concursos, hoy diste un gran espectáculo, no sería más que eso!

-No, no y no, y listo, no hablo más del asunto, les dije muy seria y decidida. En ese momento terminó la discusión sobre el tema, y por otro lado empezó un lio en mi mente de pensamientos, que si lo hecho por Andrea en el lavabo había sido premeditado, posiblemente sabia lo del concurso, quizás hasta le había dicho al mesero que me diera el volante, en fin, mi mente se perdió en esos pensamientos y discusiones mentales hasta que nuevamente fue una voz la que me trajo a tierra:

-Estás de acuerdo Jessica? Me dijo mi novio, y yo otra vez no sabía que es lo que habían hablado.

-Ehhh, que paso? Dije!

-Otra vez Jessica, andas como fuera de este mundo! Hablamos sobre donde iremos en la tarde, quedamos de ir a la playa donde estuvimos ayer, te parece? Me repitió mi novio.

-Si si, perfecto, contesté. Seguimos andando hasta que llegamos a la playa. Una vez ahí, buscamos un sitio con una sombra, bajo una palmera en la playa, colocamos nuestras cosas, extendimos nuestras toallas y nos alistamos para la tarde de playa. Yo por mi parte me quité mi short primero, quedando con el hilito que tenía por la mañana, y luego, sin pensármelo mucho, me quité la camiseta, tumbándome en seguida boca abajo para tomar el sol. Le pedí a mi novio que me colocara bronceador en la espalda, cosa que hizo de muy buena gana y de manera extraña, se aplicó en ello muy bien, llegando hasta incluso hacer que me excitara un poco. Andrea por su parte, imitándome, se tumbó boca abajo en su toalla y Carlos le dio crema en su espalda, soltándole su bra y dejándola igual que yo, en topless. Así estuvimos un rato, hasta que decidí incorporarme para darme la vuelta, nuevamente mi novio me dio crema por todo el cuerpo, primero dándose gusto en mis tetas, y finalmente llegando a mi sexo y tocándome al punto que tuve que soltar un par de gemidos que seguro no pasaron desapercibidos a los oídos de mis amigos.

-Te gusta eso perrita? Me pregunto mi novio al oído. Yo no pude contestar nada, estaba tan excitada que las palabras no me salían, pero igual él sabía que la respuesta era afirmativa. Me dejo ya para tomar el sol, y no me di cuenta cuanto tiempo había transcurrido ni lo que estaba pasando hasta que mi novio me volvió a hablar:

-Vamos Jess, vamos al agua un rato. Al abrir los ojos, ya Andrea y Carlos se dirigían al mar, yo me levanté con ayuda de mi novio y corrimos al agua. Estaba deliciosa, entramos bastante profundo, atrás de la zona donde revientan las olas, por ratos nuestro pies no tocaban fondo, ahí empezamos a nadar un rato, luego nos fuimos saliendo poco a poco hasta llegar a una zona donde ya podíamos estar de pie, aunque había que tener cuidado con las olas que eran bastante fuertes. Hasta ese momento fue que miré hacia la playa, a la zona donde estaban nuestras cosas y vi que prácticamente estábamos solos en el lugar, fuera de nosotros, había solamente una pareja más y bastante alejada de nuestro sitio. Miré a Andrea, quien al igual que yo, estaba en topless, me agradó mirarla así y saber que estaba a gusto. Nos divertimos por un rato, luego salimos del mar y regresamos a tomar sol por un rato más. Así pasamos la tarde hasta que el sol empezó a desaparecer por el horizonte a eso de las 17:30. A esa hora, fuimos a echar un último baño al agua, para liberarnos de la arena de nuestros cuerpos, al regresar a nuestro sitio procedimos a vestirnos nuevamente, al menos nosotras, ya que los chicos no tenían nada más que ponerse. Yo me puse mi camiseta, la que inmediatamente se pegó a mi cuerpo por lo mojada que estaba, dejando mis pechos a la vista nuevamente, me coloqué los zapados limpiándome los pies con el paño para quitar la arena y tome el short y lo eché en el bolsito, no me lo pondría. Nos fuimos hacia el hotel, trayecto que no tuvo mayor incidente a parte de algunas miradas a mis tetas y culo. Ya en el hotel, como siempre, Juan estaba atento a nuestro paso, y aparte de él, noté como el hotel estaba bastante más lleno, y había mucha gente moviéndose por todos lados, y bueno, era jueves, día en el que los agentes vendedores parecía que frecuentaban más la zona. Cuando llegamos a la entradita de la habitación de Andrea ella nos dijo:

-Bueno chicos, aquí nos quedamos nosotros. Para la cena tengo planeado una reunión en nuestra habitación, si les parece, traeremos la comida acá para no salir y estar más tranquilos, podremos platicar un rato, quizás jugar un rato a las cartas!

-De acuerdo Andre, contestó mi novio. Yo no dije nada, simplemente sonreí y seguimos nuestro camino hacia la habitación. Una vez en nuestro cuarto, me tumbé en la cama, estaba tan cansada que me dormí en poco rato. Desperté al toque de unos labios en mi oreja, era mi novio, dándome un beso que me hizo erizar todo el cuerpo:

-Levántate perrita, ya tu amiga nos debe estar esperando en su habitación y tú ni te has bañado aun, me dijo mi novio. Miré el reloj, eran casi las 21 horas, había dormido mucho rato. Me fui directo al baño, me di una ducha rápida y salí casi de inmediato. Mi novio ya había sacado de mi maleta un vestido y un par de zapatos para que usara esa noche. El vestido era algo atrevido, el negro que ya había descrito en el primer relato, aquel que es muy ajustado en la parte de abajo, la espalda totalmente desnuda, y dos tiras de unos 8 cm de ancho que suben separadas desde más abajo del ombligo para amarrarlas tras el cuello, dejando ver prácticamente todo. Me lo puse sin decir más, pero en lugar de los zapatos le dije a mi novio:

-Puedo cambiar los zapatos por las botas negras? Creo me lucen más para hoy.

-Está bien perrita, me dijo él. Dicho esto, busqué mis botas y me las puse. Mi novio extendió hacia mí su mano derecha, tenía mis bolitas chinas en ella:

-Colócatelas… y haciendo una pausa mientras me las daba continuó diciendo… en el culo! Lo miré a los ojos y vi ese fuego de deseo que me encanta en él, lo que inmediatamente me hizo excitar y no dudar un momento. Eché algo de saliva en mis dedos, y acercando las bolitas a mi culo me empecé a introducir una a una las tres bolitas, la última la introduje bien adentro para que no se fuera a salir, y el cordón atrás de ella, de manera que no sobresalía nada de mi culo. Sentía un placer enorme en ese momento, no tanto por las bolitas, sino más bien por el morbo de la situación. Hecho esto, estaba lista para salir.

-Estoy lista amor.

-Bien, vamos perrita. Salimos sin más demora de nuestra habitación, y nos fuimos directamente al cuarto de Andrea. Golpeamos la puerta y nos abrió Carlos, se quedó mirándome por un instante y en seguida nos invitó a pasar, no sin antes decirme:

-Luces increíble como siempre Jessica.

-Gracias Carlos, el vestido lo escogió mi novio, agregué. Pasamos adentro y nos sentamos en las sillas que había alrededor de una mesa pequeña. Andrea estaba sentada en la cama, llevaba una enagua corta de mezclilla y una blusita tipo polo, muy de estar en la habitación, no como yo que más parecía iba para una disco!

-Hemos pedido una pizza chicos, dijo Carlos en seguida. Debe llegar en cualquier momento ya que la solicitamos hace ya algo de rato. No terminaba de decir eso cuando tocaban a la puerta, Era la pizza supuse. Carlos se levantó para abrir pero mi novio le detuvo.

No Carlos, que la reciba Jess, para que el mensajero se dé gusto de mirarla! Anda Jess, ábrele! Me dijo mi novio con una risita en sus labios. Yo accedí de buena gana, y fui de inmediato a la puerta, al abrirla, efectivamente había un chico con una caja enorme de pizza, quien al verme se le pusieron los ojos como platos:

-Hola! Saludé.

-Ho… hola, acá pi… pidieron una pizza?

-Sí, te estábamos esperando, le dije.

-Aquí tienes, ahí está la factura. Tome la caja de pizza, y arriba de ella estaba la factura, pero no podía agarrarla ya que mis manos estaban en la caja.

-Me ayudas, le dije al pizzero.

-Claro, respondió, y tomó el papel, en seguida salió Carlos quien tomo la pizza y entregó el dinero al chico, quien se marchó con una sonrisa notable. Regresamos a la mesa y nos sentamos a cenar, ya había un refresco en la nevera para acompañar la pizza. Al terminar, empezamos a platicar por un rato, y en eso Andrea sugirió que jugáramos a las cartas. Me pareció buena idea, hasta que Andrea agregó:

-Pero para hacerlo interesante, jugaremos póker de prendas! Momento en el que dejó de ser interesante para mí.

-No es justo, protesté.

-Porque no Jessica? Pregunto Carlos como ingenuo.

-Porque… por un momento no supe cómo decir que aparte del vestido no había nada más sobre mi cuerpo, y opté por dar una razón diferente. Porque no se jugar al póker, dije, cosa que no era muy inteligente, pues a pesar de no ser del todo mentira, si sabía algo, y bueno, en realidad no hay que saber mucho para jugar.

-Naaa Jessi, dijo Carlos, es muy fácil, aprendes sobre la marcha, ya verás.

-Bueno, al menos hagamos una primera sin apuesta, para acordarme más menos. Dije

-Está bien, dijo Carlos. Ya tenía un mazo de cartas entre sus manos, las cuales barajaba como todo un profesional, cosa que no me daba un buen augurio de la situación. Repartieron la primera mano, dos cartas para cada quien, y tres boca arriba sobre la mesa, En ese momento Andrea hablo:

-Bueno, como es por prendas, no habrá apuestas, así que jugaremos rápido, el que pierde se debe quitar una prenda, simple.

-Nadie se puede retirar y los zapatos no valen por prendas, agregó mi novio. Esas palabras a mí me sonaron en lo más profundo, pues ya había pensado en retirarme en todas!!! En ese momento pensé en que pasaría si alguien se quedaba sin prendas, pues en mi caso sería a la primera que perdiera, por lo que pregunté:

-Y el que se queda sin prenda?

-Ja ja ja ja, rieron todos. Cosa que para mí no era nada gracioso.

-Bueno, el que se queda sin prenda deberá cumplir un castigo impuesto por el ganador cuando pierda y debiera quitarse una prenda. Dijo mi novio. Me puse a pensar un poco sobre ello, y sonaba muy interesante al tiempo que peligroso, pero para mí misma pensé “que puede pasar”, estamos entre amigos!

Sin dar más tiempo, las cartas cayeron sobre la mesa, era el juego sin apuesta.

-Muy bien, vamos sin apuesta esta vez, dijo Carlos, quien era el repartidor. Puso las tres cartas sobre la mesa boca arriba, y en seguida agregó dos más, no podría decir que cartas eran, ni las que tenía yo en mis manos, no las recuerdo ya, mentiría si las digo, pero en el momento que Carlos colocó la quinta carta todos empezamos a mostrar lo que teníamos, y al revisar yo era la ganadora de esa ronda. Me emocioné en ese momento y pensé que esto sería pan comido.

-Muy bien Jessi, ganaste la primera, Andrea, tú has perdido, pero bueno, esta era la de prueba, dijo Carlos. En seguida recogieron las cartas, las barajaron nuevamente y ya volvía Carlos a tirar las cartas a la mesa. Tome las mías, mientras Carlos colocaba las tres cartas boca arriba sobre la mesa.

-Empieza el juego, esta va en serio. Dijo Carlos. Coloco esta vez lentamente la cuarta carta, yo la verdad solo sabía que hacer parejas era bueno, y no tenía ninguna, el resto no sabía nada, mientras eso, observé a mis oponentes, Andrea llevaba falda y blusa, abajo brasier y supuse que un tanguita, por lo que tenía mínimo 4 prendas, tanto Carlos como mi novio iban en bermudas y camiseta, y obviamente calzoncillos, por lo que al menos cada uno tendría tres prendas, y yo, finalmente, vestido y, y nada más, una prenda. Mientras pensaba todo esto, Carlos colocaba la quinta carta sobre la mesa, y uno a uno todos iban mostrando su juego, mi turno fue el último, yo sabía que no tenía ningún par tan siquiera, pero no había analizado las cartas de los otros, simplemente mostré mi juego y después de un pequeño silencio Carlos sentenció:

-Jessica, tu pierdes, y tu novio es el ganador. Yo pierdo??? Cómo???, pero si es la primera apenas, no puede ser pensé. Miré a mi novio quien se le dibujaba una enorme sonrisa de maldad en su rostro. Sin más que decir, me levanté y llevé mis manos a mi nuca, desaté las tiras de mi vestido y deje caer la parte superior, mis tetas estaban al aire, por un momento pensé en que podría sugerir que esa era mi primera prenda, y que la falda sería la segunda, por lo que así lo dije:

-Listo, sigamos el juego, pronuncie confiada.

-No Jess, dijo mi novio, quiero la prenda que me he ganado. Lo miré y vi un brillo en sus ojos, como cuando dice las cosas con mucha lujuria. Grrrr, gruñí, y me volví a levantar de mi silla para terminar de quitarme el vestidito. En ese momento mi novio dijo:

-Hazlo despacio amor, bailando! Pufffff, tras de que me iba a desnudar quería que lo hiciera despacio y bailando… bueno me dije, que le voy a hacer, nadie me tiene aceptando este juego. Empecé a moverme, primero con un poco de vergüenza, pero al momento empecé a sentirme excitada por la situación, por lo que me solté y me fui bajando el vestido, enseñando poco a poco mi culo.

-Ya veo porque era injusto, dijo Andrea al verme que había quedado totalmente desnuda.

-Bueno, bueno, sigamos jugando, pronuncié una vez que me había quitado el vestido y se lo arrojé en la cara a mi novio. Nos sentamos de nuevo todos y Carlos volvió a tirar las cartas. Y bueno, increíblemente, volví a perder! Carlos había ganado esta vez, por lo que debía darme un castigo. Evidentemente era quien tenía menos confianza con migo, y seguramente se sentía un poco cortado, por lo que primero dudo en que pedir, y terminó diciendo:

-Quiero verte como lames tus propios pezones.

-Naaa, eso es muy fácil, dijo Andrea.

-El ya pidió, dije yo, e inmediatamente tome mis tetas y comencé a chuparme los pezones hasta sentir que mi excitación aumentaba y se me iban poniendo duros. Estaba listo, el castigo había sido cumplido y podíamos volver al juego. Tenía en claro que ese iba a ser mi último castigo sencillo, por lo que esperaba tener más suerte de ahí en adelante. Carlos volvió a repartir las cartas, esta vez perdió mi novio, quien se quitó su camiseta, luego le tocó perder a Carlos, quien le imitó, al siguiente volvió a perder Carlos, y ya estaba solo con unos bóxer, luego perdió Andrea por primera vez, se quitó su blusa, y volvió a perder ella misma, se tuvo que quitar la falda quedando en bra y tanga, ya empezaba a sentir que tendría mucha suerte, pero al siguiente turno perdí yo nuevamente, mi novio fue el ganador, y parecía que estaba deseando eso:

-Muy bien amor, me toca ponerte castigo.

-Si amor, contesté.

-Bien, quiero que nos enseñes a todos que traes oculto. Oculto? Pensé, por unos segundos no entendí a lo que se refería, pero de inmediato me acorde de las bolitas chinas. Grrrrrrrr, volví a gruñir. Ya me había levantado y me iba a meter las manos atrás de mi cuerpo para empezar a sacar cuando mi novio me interrumpió de nuevo:

-No amor, quiero que todos podamos ver bien, súbete a cuatro sobre la mesa, y dicho esto quitaron las cartas de la mesa para darme espacio. Los colores se me subieron al rostro, pero no había escapatoria, así que me subí a 4 patas sobre la mesa, abrí las piernas y comencé a hurgar en mi culo con un dedo, mostrando todo mi sexo a los presentes. Los gemidos no se hicieron esperar, y de mis labios salían chillidos cada vez que mi dedo se movía dentro de mi culo tratando de jalar el cordoncito. La tarea se me empezó a complicar, supe que si no metía dos dedos no podría asir el cordón, por lo que no me quedó otro remedio que meter un dedo más en mi culo. Grité al hacerlo, pero por fin logré tomar el cordón y empezar a tirar de él. Inmediatamente salió la primera bolita, momento en que mi novio dijo:

-Despacio amor, despacio. Hice caso, y la segunda bolita la deje un poco más en mi culo, tiraba del cordón pero más suave, y la bolita se resistía a salir, observé el rostro de Carlos, quien atrás mío estaba totalmente concentrado con la boca abierta en mi culo. Al fin salió la segunda bolita, quedando solo una más en mi ano. Seguí tirando del cordón y en ese momento mi novio me detuvo:

-Así está bien, sigamos jugando. Apuntó. El cabrón me iba dejar con las bolitas chinas así, dos fuera y una dentro, pero no tenía derecho de protestar, así que me bajé y tome asiento de nuevo. Las cartas corrieron nuevamente, y, para mi fortuna, perdió Andrea, cosa que celebré pues tendría que quitarse su bra y quedar en topless, al menos ya había alguien más mostrando algo. Pero mi alegría tardo muy poco, en la siguiente ronda perdía yo, y justamente Andrea era la ganadora, vi en su mirada la alegría del triunfo y de la venganza por celebrar su derrota anterior. En seguida se levantó, fue a la cama y de su bolso que ahí se encontraba sacó un papel. Era el volante que el mesero le había entregado en la hora del almuerzo, la propaganda del concurso de camisetas mojadas. Me lo entregó y me dijo.

-Quiero que vayas a la recepción, le preguntes al chico, que aún debe estar ahí pues sale a las diez, que si sabe dónde se realizará eso, que tú quieres participar pero no sabes donde es. Luego le vas a preguntar qué opina sobre ti, si tienes posibilidad en el concurso, tienes que extender la conversación por al menos cinco minutos. Tanto Carlos como mi novio se quedaron helados, el castigo era ya muy fuerte, pero yo la verdad no pensaba echar atrás, me levanté decidida con el volante en la mano, me dirigí a la puerta, abrí y salí de la habitación dejando la puerta abierta tras de mí. Efectivamente la recepción aún estaba abierta, desde lejos pude observar que no había nadie más aparte de Juan ahí, me alivió eso, también pude notar como Juan se percató al escuchar el sonido de los tacos de mis botas que me aproximaba, y claro, la sorpresa de él fue mayúscula cuando me vio entrar por la puerta totalmente desnuda. Con la mayor naturalidad posible me acerqué hasta el mostrador y le dije:

-Hola Juan, que tal tu día?

-Bien gracias Jessica, que sorpresa, en que te puedo ayudar?

-Es que quería preguntarte si sabes donde es esto, quiero participar pero no sé dónde queda, mientras le decía eso le entregaba el volante a Juan quien ponía los ojos como platos, bueno, si es que ya no los tenía así.

-Ah, es el restaurante que se encuentra acá cerca, subiendo por la calle de en frente, contestó el. Me sorprendió la confianza con que me hablaba, como que no estuviera una chica desnuda frente a él.

-Ah bueno. Y dime, crees que tengo con que para participar ahí? Pregunte con voz algo tímida, como de niña buena.

-Que si tienes Jessica? Creo que arrasas, dudo mucho que participe otra chica con tus atributos!

-Tú crees Juan? Dije de nuevo en el mismo tono de niña inocente.

-Por su puesto Jessica, hazte para atrás un poco y date una vuelta para admirarte mejor. Yo me fui hacia atrás, momento en que recordé que las bolitas chicas colgaban de mi culo, visible totalmente, pero bueno, qué más da, estaba desnuda frente a Juan exhibiéndome como la más puta del mundo, al diablo, que vea todo me dije! Sin más empecé a contornear mi cuerpo y fui dando vuelta lentamente, las bolitas golpeaban mis nalgas al ritmo de mis contorciones, y en el momento en que eso fue visible para Juan lo escuche decir en voz baja:

-Pero que puta! Yo seguí, como si no escuchara eso, y le pregunté:

-Qué opinas Juan, te gusta? Tardó algunos segundos en contestar.

-Estas hecha una diosa Jessica, arrasas, te lo digo. En ese momento pensé que ya el tiempo era suficiente, por lo que agradecí a Juan y salí de regreso al cuarto. Al llegar, los chicos estaban en la puerta, me estuvieron vigilando todo el rato, se rieron un poco y me felicitaron por la valentía. En ese momento Carlos dijo:

-Jugamos una más para terminar, alguien más debe quedar desnudo!!! Yo por mi parte estaba de acuerdo, quería terminar por ese día con el jueguito, que no me había ido nada bien. Nos sentamos en las sillas y Carlos volvió a tirar las cartas, y bueno, para cerrar con broche de oro, volví a perder, y Andrea nuevamente se alzaba con la victoria. Esta vez, me miró a los ojos y me dijo:

-Tu castigo es participar. Señaló. Estaba más que claro, los chicos sonrieron, ambos, como dando su aprobación al castigo, yo sabía que no había marcha atrás, igual no protesté, desde el castigo anterior para mi estaba claro que eso sucedería. En ese momento nos despedimos y nos retiramos a nuestra habitación. Nos acostamos en nuestra cama y mi novio me preguntó:

-Qué piensas amor, participarás en el concurso?

-Si amor, contesté yo, sabes bien que no tengo ningún inconveniente en ello, y me parece es lo que tu deseas también.

-Pues sí, efectivamente me gusta la idea de verte en acción de nuevo.

-Bueno, así será, verás de nuevo a tu novia dando de qué hablar. Dicho esto, empezamos un juego de besos y terminamos haciendo el amor como dos enamorados.

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA:
jessicaact@hotmail.com

Relato erótico: “De perra en celo a ser una cachorrita a mi servicio 2” (POR GOLFO Y ELENA)

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Este y todos los relatos de esta serie que están por venir consisten en las vivencias reales de Elena, una pelirroja con mucho morbo que me ha pedido ayuda para plasmarlas en relatos. Si quereís contactar con la co-autora podéis hacerlo a su email:  pelirroja.con.curvas@gmail.com.

También quiero aclararos que, aunque no son fotos de ella, lo creáis o no la modelo se parece mucho a Elena. Solo deciros que en persona sus tetas y su cuerpo son todavía más impresionantes.

Capítulo 3

Mi apartamento lejos de resultarme un remanso de paz donde olvidarme de lo que había sucedido, sus paredes me parecieron parte del problema. Nada más llegar, me quité la corbata y salí a tomarme unas copas que me sirvieran como anestesia para que el alcohol ocultara mi sonrojo.
Cómo perro apaleado, me dirigí al bar de siempre. La familiaridad del barman incrementó mi turbación al preguntarme porque llegaba tan acalorado. Incapaz de reconocer hasta donde había llegado mi degradación, me bebí mi copa de un trago y hui de ese lugar.
Sin rumbo fijo recorrí las calles de Madrid hasta que involuntariamente me vi a las puertas de una casa de putas a la que solía acudir con mis amigos. Sobreexcitado debido a la escena de la que había sido testigo, entré en ese lupanar con la esperanza que un polvo me hiciera olvidar lo ocurrido.
Como en otras ocasiones tras los saludos de rigor, la madame me preguntó qué era lo que estaba buscando. Todavía hoy sé que fue instintivo y hasta yo me sorprendí al escuchar mi respuesta:
―Una pelirroja tetona.
Me quedé helado al percatarme de lo que había dicho. Aunque la vergüenza que sentía me impelía a salir por patas, no lo hice y temblando como novicio en esas lides, esperé que desde el interior del putero saliera la puta con la que quería sustituir a la mujer que me tenía obsesionado. Dos whiskies mas tarde apareció por la puerta una preciosa joven, la cual a pesar de su belleza, desde el momento que la vi comprendí que nunca podría sustituir a Elena.
«Es una cría», sentencié molesto porque la que quería olvidar era una hembra hecha, una mujer madura con experiencia.
La fulana debió de advertir mi disgusto porque temiendo que diera por terminada la velada aun antes de empezar, me preguntó si no le gustaba. Me dio ternura su angustia y llevando sus labios a los míos, la besé dulcemente mientras le decía:
―Por nada del mundo me perdería una noche en tu compañía.
Mis palabras azuzaron a la mujer que no queriendo perder a su cliente me empezó a besar. Sus besos matizaron mis suspicacias y con ella entre los brazos, traspasé la puerta que daba acceso a los cuarto. Nada más entrar en su habitación se arrodilló a mis pies con la intención de hacerme una mamada pero como mis intenciones eran otras, me separé de ella y desde la cama, la ordené:
―Desnúdate.
Mi acompañante dejó caer su vestido sobre las sábanas. Aunque en un principio esa chavala no me decía nada, casi me desmayo al ver por primera vez su cuerpo desnudo porque la fortuna me había sonreído y sus pechos se asemejaban en gran medida a los de la mujer que me había llevado allí. Era preciosa, la durísima vida de alterne todavía no había conseguido aminorar ni un ápice su belleza. Sin dejar de mirarla, me quité la chaqueta. Actuando como una experta en su oficio, esa pelirroja suspiró como si realmente sintiera deseo al ver que empezaba a desabrochar los botones de mi camisa.
―Tócate para mí― exigí mientras me quitaba la camisa.
La zorrita no se hizo de rogar y abriendo sus piernas de par en par, se empezó a masturbar sin dejar de observar cómo me deshacía del cinturón. La sensación de saber que, aunque fuera solo durante una hora, era el dueño de los destinos de esa monada, me excitó en demasía y bajándome la bragueta, busqué incrementar la supuesta lujuria de la mujer.
Ella, obedeciendo mis órdenes, llevó una de sus manos a su pecho y lo pellizcó a la par que imprimía a su clítoris una tortura salvaje. Al dejar deslizarse mi pantalón por mi piernas, la mujer dio un paso más en su actuación y chillando hizo como que se corría.
Lo cierto es que me dio igual saber que todo era fingido y más excitado de lo normal, me uní a ella en la cama. La putita creyó que quería poseerla y cogiendo mi pene entre sus manos, intentó que la penetrara pero, separándola de mí, le dije:
―Me apetece otra cosa.
La mirada curiosa de la muchacha me confirmó que tras esa máscara de niña inexperta, se escondía una profesional que le daba igual lo que le hiciera siempre que le pagara pero obviando sus motivos, decidí fantasear yo con que esa mujer realmente me deseaba.
―Estás preciosa.
Mi piropo la confundió al no esperárselo y por eso no puso ningún inconveniente cuando mi boca buscó sus labios mientras con mi mano acariciaba uno de sus pechos. Traicionándola, sus pezones se contrajeron a pesar que era consciente que la excitación de la muchacha brillaba por su ausencia y que por mucho que hiciera iba a ser imposible que en su interior se calentara.
―Necesito ser suya― suspiró con la respiración entrecortada.
A pesar de su hipocresía, la belleza de su cuerpo y su dulce sonrisa, hicieron que mi pene se alzara presionando el interior su entrepierna. Mi erección incrementó su confianza y sabiendo que ya era casi un hecho que me la iba a tirar, me rogó que fuera bueno con ella. Su papel de niña indefensa me satisfizo y empecé a acariciar su cuerpo con dulzura. Durante largos minutos, fui tocando cada una de sus teclas, cada uno de sus puntos eróticos hasta que creí haber conseguido derretirla.
La puta se merecía un óscar o realmente estaba excitada porque tiritando de placer, parecía sumida en la pasión justamente cuando con un grito me imploró que la tomara. Creyéndome a medias sus chillidos, la obligué a ponerse a cuatro patas y me coloqué sobre ella. La pelirroja creyó que había llegado el momento de cumplir pero en vez de penetrarla, acaricié los duros cachetes que formaban su culo e incrementé su turbación a base de suaves besos.
Todo su cuerpo tembló al sentir mi lengua jugando con su trasero pero en vez de gemir presa del deseo, me informó que el sexo anal costaba el doble. Cabreado decidí dejarme de prolegómenos y forzando su ojete, hundí mi pene en su interior.
La zorra gritó al sentir la violencia de mi asalto y temiendo sufrir un desgarro me rogo con lágrimas en los ojos que la dejara acostumbrarse a tenerlo dentro. Por mi parte, no estaba dispuesto a esperar y sin darle tiempo a relajarse comencé a mover con rapidez mis caderas.
―¡Madre mía!― sollozó de dolor al experimentar en sus carnes mi furia. Si hasta entonces se había comportado como una profesional, todo cambio y llorando como una magdalena, me rogó que aminorara el ritmo.
Obviando sus deseos, incluso incrementé el vaivén con el que la estaba sodomizando al tiempo que castigaba con duros azotes las nalgas de la pobre mujer. Nada me podía parar y ya lanzado, apuñalé su interior con mi estoque una y otra vez. La zorra al verse zarandeada de esa manera, se olvidó que yo era un cliente y sintiendo que su cuerpo colapsaba, disfrutó de cada uno de los asaltos de mi pene dándose el lujo de pedirme que no parara.
Dominado por mi faceta dominante, lo que terminó de excitarme fue ver a esa fulana pellizcando sus pezones y sin dejar de machacar su culo, le pregunté:
―¡Te gusta que te folle! ¿Verdad, puta?
―Mientras pagues me encanta ser toda suya― respondió todavía en plan altanera.
Su mercantilismo bajo mi excitación y deseando culminar para que no se fuera de vacío, agarré sus pechos y acelerando el ritmo de mis caderas, forcé su cuerpo hasta límites insospechados.
―¡Eres un bestia pero me gusta!― berreó sin importarla que la estuviera usando sin contemplaciones.
La exclamación de la que consideraba mi propiedad provocó que olvidara cualquier precaución y convirtiendo mi cuerpo en una ametralladora, martilleé con fiereza el ojete de esa mujer. Ella al sentir mis huevos rebotando contra los pliegues de su sexo, me soltó:
―Córrete de una puta vez, mamón.
Curiosamente ese insulto fue el empujón que mi cuerpo necesitaba y agarrándome a sus hombros, regué con mi semen su interior mientras en mi mente era a Elena a la que estaba inseminando.
La puta ni siquiera esperó que descansara y saliendo de la cama, me exigió de malos modos que la pagara. Mientras lo hacía, en plan cabrón le pregunté si le había gustado el tratamiento.
Por vez primera se comportó como un ser humano y sonriendo, me reconoció que sí pero que la próxima vez, la avisara antes para tener su esfínter ya relajado….

Capítulo 4

La visita al putero lejos de calmar la desazón que me producía esa mujer la incrementó y como si fuera una venganza del destino, me pase toda la puñetera noche dando vueltas incapaz de dormir. El recuerdo de la pelirroja dando rienda a su lujuria y el brilló de sus ojos mientras el chaval se la follaba me tenía obsesionado.
«Mierda», maldije al levantar más cansado que al acostarme.
Las manchas de humedad en mis sábanas eran un recordatorio de la excitación que durante todas esas horas había nublado mi mente. Sabía que era un pelele en manos de esa zorra. Aun así después del desayuno y contrariando mi decisión de no acudir al gimnasio, resolví que nada perdía si me acercaba a ver que era con lo que la tal Elena me iba a recibir.
«Quizás desea un polvo», pensé ilusionado.
Por ello zanjando el tema, preparé una mochila con ropa de deporte y salí rumbo a la oficina. Mi sentimiento de humillación por ser incapaz de olvidarla se fue incrementando con el paso de las horas pero se volvió insoportable al recibir sobre las dos de la tarde, la visita del portero.
Como apenas había cruzado unas palabras con ese sujeto, me extrañó que viniera a verme y por ello le recibí con las debidas suspicacias. A pesar de ello, os juro que nunca pensé que me dijera:
―Doña Elena me ha pedido que le informe que bajará sobre y media.
La sensación que iba a ser vox populi mi atracción por esa mujer me hundió en la miseria pero aun así contesté que, allí, la vería.
«Estoy gilipollas», mentalmente mascullé cabreado conmigo mismo mientras el empleado de la finca desaparecía rumbo a su portería.
Una hora más tarde y actuando como un autómata, bajé al vestuario anejo al gim. La ausencia de otros usuarios me tranquilizó. Ya vestido de corto, entré al local y me puse a pedalear sobre una bicicleta estática mientras miraba la puerta con la esperanza y el miedo de verla entrar. Esa dicotomía en la que me había sumergido se rompió en cuanto la escuché caminar por el pasillo.
El taconeo característico que producía con cada paso me alertó de su llegada justo en el momento que dos ejecutivos hacían su aparición en la sala. No tuve que esforzarme para comprender que venían charlando de ella al escuchar que uno de ellos decía:
―¡Qué buena está la zorra!
Y es que obviando mi presencia, ese par se recrearon a gusto hablando de las enormes ubres con las que la naturaleza había dotado a esa pelirroja. Ninguna parte de su cuerpo quedó libre de su escrutinio porque una vez habían acabado con su delantera, fijaron su atención en las gloriosas nalgas de las que era dueña.
―¡Y cómo las mueve!― observó descojonado el más apocado de ellos.
Ese comentario me hizo rememorar el sensual meneo que me había impresionado la primera ocasión en que me topé con ella.
«Son impresionantes», ratifiqué mentalmente cuando como una diva, Elena entró en la sala.
Enfundada en unas mallas que no dejaba lugar a la imaginación y con un coqueto top blanco con tirantes, sonrió a los presentes para acto seguido comenzar a estirar mientras los tres presentes seguía atentos cada uno de sus movimientos. Nuevamente fui consciente de su belleza. A pesar de sus treinta y tantos, ese monumento de cuerpo atlético todo lo que uno puede desear de una mujer.
Guapa hasta decir basta, sus pechos de ensueño cautivaron mi atención y deseé hundir la cara en su canalillo. Al mirar a los otros dos tipos, comprendí que estaban tan embelesados como yo y que no perdían ojo
“¡Quién se la follara!”, exclamé mentalmente al verla agacharse y tocarse la punta de sus zapatillas.
Si su rostro era precioso que os puedo decir de ese culo que voluntariamente exhibía con descaro a nosotros tres. Para describirlo tendría que gastar todos los seudónimos de exuberante y aun así me quedaría corto. Era sencillamente espectacular y para colmo, los leggins que llevaba lejos de taparlo, lo hacían aún más atractivo.
Desde mi posición, me quedé absorto disfrutando de los estiramientos de esa mujer. Os parecerá una exageración pero aunque he visto a muchas y he disfrutado de buena cantidad de ellas, ese zorron era lo mejor que había visto. Parecía sacada de un concurso de fitness erótico. Sabedora del atractivo que producía a su paso, se movía cual pantera incrementando el morbo de todos los que la observaban.
«Esta mujer es un peligro», medité ya que al observarla uno solo podía pensar en cuidarla y protegerla.
Mis hormonas estaban ya disparadas cuando habiendo terminado de calentar, el putón que había visto follar en el vagón se puso a correr sobre la banda y al hacerlo sus pechos se balancearon en un movimiento casi hipnótico que estuvo a punto de producirme un desgarro de cuello.
Su modo de correr era tranquilo pero eso no me decepcionó porque todo en esa criatura era impresionante. A cada zancada sus pechos rebotaban suavemente bajo su top, dando a su carrera una sensualidad sin límites. Incapaz de decir nada, seguí mirándola durante diez minutos, manteniendo por mi parte un pedaleo constante.
«Como me gustaría calzármela», certifiqué molesto al llegar a mis papilas el dulce aroma que desprendía.
No sé cuál era el perfume que llevaba pero, para mí en esos instantes, era un cúmulo de feromonas que me traían como perro en celo.
«¿Qué se propone?» pensé al verla coger una botella de agua y sonreírme con una especie de reto en su gesto.
Su actitud me hizo incrementar mis precauciones y escondiéndome de su mirada, la seguí con los ojos mientras se acercaba a la pareja. Reconozco que para entonces, la curiosidad había hecho mella en mí por lo que sin ya disimular observé que se paraba frente a ellos y llevaba la botella a sus labios.
«No me lo puedo creer», mascullé interiormente cuando observé que en vez de beber, esa zorra lo que estaba haciendo era dejar mojar el top blanco.
Si yo estaba alucinado, más lo estaban los sujetos que ajenos a lo puta que podía llegar a ser esa mujer, admiraban embobados como la tela empapada comenzaba a transparentarse dejándoles disfrutar del rosado de sus areolas. Siendo ya el centro de las miradas, esa exhibicionista dio un paso más allá al quejarse de la temperatura que hacía mientras con descaro se acariciaba los pechos.
El impudor con el que esa pelirroja les estaba provocando azuzó a uno de los tipos a decir:
―Si tienes tanto calor, por nosotros no hay problema si te quitas la ropa.
Su respuesta me terminó de descolocar y es que soltando una carcajada, esa guarra dejó caer uno de sus tirantes mientras decía:
―Gracias por vuestra comprensión. No sé qué me ocurre pero estoy súper acalorada.
No contenta con quitarse el top con un sensual striptease, al dejarlo caer cogió sus enormes tetas entre las manos y como si fuera un trofeo, las mostró a la concurrencia.
«Lleva un piercing», murmuré al fijarme que su pezón derecho lucía un aro curvado que me hizo la boca agua.
Todavía no me había repuesto de la sorpresa cuando vi como el más joven de los dos se acercaba a Elena y atrayéndola hacia él, la empezaba a besar mientras con las manos se apoderaba de su culo.
―Me encanta― rugió la pelirroja al sentir que bajando por su cuello, el tipo se apoderaba de uno de sus botones y se lo empezaba a morder.
Os imaginareis mi estupefacción cuando el segundo se unió al banquete sin importarle mi presencia y mientras sus dos tetorras estaban siendo objeto de manoseos, la pelirroja me retaba con la mirada. Creyendo que me invitaba tambien a mí, me bajé de la bicicleta con intención de disfrutar de ella pero entonces esa puta me dejó claro que no lo deseaba al decir en voz alta:
―Me pone cachonda que alguien mire mientras me follan.
Por sus palabras había vetado mi participación pero no así mi presencia y sentándome en un banco a un metro escaso de los tres observé como le bajaban las mallas mientras esa guarra no paraba de gemir. No estoy muy orgulloso de mi actitud pero creo que disculpareis que me haya quedado allí, en cuanto os narre como la escena se fue calentando y es que mientras esos dos la desnudaban ella se agachó frente al menos osado y sin esperar su permiso, sacó el miembro erecto que escondía bajo el short.
«¡No me lo puede creer!», dije para mí al admirar la maestría con la que esa zorra lamía la extensión del ejecutivo mientras su compañera se hacía fuerte mordiéndole las nalgas.
Lo morboso de la escena, me dominó y solo la vergüenza que luego esos dos comentaran lo sucedido evitó que sacara mi propio miembro y me empezara a masturbar.
«¡Puta madre!», exclamé mentalmente cuando la pelirroja permitió con una sonrisa que el que tenía a su espalda la pusiera a cuatro patas y comenzara a jugar con su pene en su trasero, «¡la va a dar por culo!
Tal y como preví, el hombre uso su estoque para forzar el ojete y de un solo empujón se lo clavó hasta el fondo al tiempo que el otro agarraba la cabeza de la mujer y su falo hasta el fondo de su garganta. Los berridos de satisfacción con los que recibió tal tratamiento incrementó de sobremanera mi excitación y juro que de no estar paralizado por el miedo al rechazo, hubiera ido hasta ella y sacando ese invasor de su culo, lo hubiera sustituido por mi pene.
La pasión con la que esa pareja satisfacía su lujuria con Elena impulsó aún más si cabe su propia lujuria y sin importarle el ser oída por todo el edificio a berrear de placer mientras desde mi asiento, yo seguía dudando si sacar mi pene de su encierro.
―Pajéate para que yo lo vea― dijo la pelirroja con sus ojos fijos en mi entrepierna.
Estuve a un tris de hacerla caso pero la mirada de odio que me lanzó uno de los tipos, me sacó de las casillas y olvidando esa actitud sumisa, decidí pasar a la acción diciendo:
―A esta puta le gusta que la azoten.
Mis palabras no cayeron en saco roto y el mismo que me había taladrado con la mirada, agradeció la información y alzando su mano, soltó un sonoro azote sobre uno de los glúteos de la pelirroja. La reacción de Elena, aun siendo previsible, me sorprendió porque soltando un aullido aceleró la velocidad de sus caderas, al tiempo que profundizaba en la mamada que le daba al otro.
―Rómpele el culo sin miramientos― exhorté en plan hijo de puta.
El sonido de las manazas del ejecutivo cayendo sobre el culo de la mujer resonaron en el gimnasio siguiendo el ritmo con el que la sodomizaba. La pelirroja que hasta entonces había llevado la iniciativa se convirtió en una marioneta de sus amantes, los cuales descanso disfrutaron de su boca y de su culo hasta que uno descargó su simiente dentro de la garganta de la que ya estaba indefensa. Entonces y solo entonces, el otro sacando su verga del interior de los intestinos de ese zorrón, se la empezó a menear frente a ella y uniéndose a su compañero, eyaculó sobre sus mejillas mientras la mujer era presa de un brutal orgasmo.
Usando una autoridad que nadie me había dado, exigí a esa desdichada que no desperdiciara ni una gota de la lefa que la estaban regalando y ella al oírme, con una diligencia que me alucinó, me obedeció mientras su cuerpo era sacudido nuevamente por el placer.
Los sujetos debieron creer que yo era algo de ella porque se retiraron sin decir nada cuando cogiendo su melena, la arrastré hasta donde mi sitio y sentándome nuevamente, la ordené:
―Ya has jugado bastante, es hora que satisfagas a un verdadero hombre.
Una vez a mi lado, le ordené que me hiciera una mamada. Sumisamente, se agachó y liberando mi miembro de su encierro, abrió los labios para a continuación írselo introduciendo sin rechistar como había hecho antes con el otro tipo. Pero esta vez le exigí que usara solo su boca.
No sé si fue mi tono duro y dominante pero si antes me había dejado asombrado su maestría, en ese momento me alucinó aún más que su pericia, la sumisión que mostró mientras se embutía mi glande hasta el fondo de su garganta.
―Así me gusta, que seas todavía más puta conmigo― recalqué satisfecho al comprobar que dos lágrimas recorrían sus mejillas.
Mis palabras la hicieron reaccionar y sacando mi falo de su boca, me insultó mientras intentaba huir pero adelantándome a ella, me puse a su espalda y aprovechando que tenía mi pene erecto, de un solo empujón se lo metí hasta el fondo de su vagina.
―¡No!, ¡Por favor!― gimió al sentir su conducto violado.
Sin apiadarme de ella, forcé el único agujero que no había usado esa tarde a base de brutales embestidas mientras mis manos pellizcaban sus pezones con crueldad. Indefensa, Elena tuvo que soportar que al darse por vencida y dejarse de mover, mis manos azotaran su trasero diciéndole:
―¿No es esto lo que venías buscando?―
Llorando como una magdalena, me reconoció que así era. Su confesión me sirvió de acicate y mientras el dolor y la humillación de la muchacha iban mutando en placer, seguí machacando con furia su sexo. No tardé en asumir que estaba cerca su claudicación al sentir que una gran humedad anegaba su coño.
Con su vagina encharcada por el flujo, su placer se desbordó por sus piernas, dejando un charco bajo sus pies. Pero lo que realmente me reveló que esa mujer estaba a punto de correrse fue el movimiento de sus caderas. Olvidando que era yo quien la estaba violando, la pelirroja forzó su sexo hacia adelante y hacia atrás, empalándose en mi miembro mientras sollozaba su entrega .
―Tienes prohibido correrte― ordené mientras me afianzaba en sus hombros con mis manos y reiniciaba un galope endiablado.
Esa nueva postura hizo que mi pene chocara contra su útero y ella al notar esa presión, la descolocó y ya dominada por la lujuria y aullando como cerda en el matadero, me rogó que la dejara liberar la tensión de su sexo. Ni siquiera la contesté porque abducido por mi papel, en ese momento mi verga explotó en su interior regando con mi semen su fértil vientre. Completamente insatisfecha, Elena se quedó inmóvil consciente que un movimiento más le llevaría al orgasmo. Encantado con la sumisión que demostraba, eyaculé como poseso sobre sus tetas tras lo cual, sin decir nada, saqué mi miembro y la dejé sola tirada en el suelo.
Ya en la puerta, me giré diciendo:
―A partir de hoy, tú y yo jugaremos a diario.
Tras lo cual salí rumbo a mi oficina con una sonrisa en mis labios.

Para contactar con la coautora: pelirroja.con.curvas@gmail.com

Relato erótico: “De perra en celo a ser una cachorrita a mi servicio 3” (POR GOLFO Y ELENA)

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Este y todos los relatos de esta serie que están por venir consisten en las vivencias reales de Elena, una pelirroja con mucho morbo que me ha pedido ayuda para plasmarlas en relatos. Si quereís contactar con la co-autora podéis hacerlo a su email:  pelirroja.con.curvas@gmail.com.

También quiero aclararos que, aunque no son fotos de ella, lo creáis o no la modelo se parece mucho a Elena. Solo deciros que en persona sus tetas y su cuerpo son todavía más impresionantes.

Capítulo 5

Ese polvo rápido cambió la historia. Si antes era un desgraciado suspirando unas migajas, eso había terminado porque desde el momento que había pasado a la acción, esa pelirroja no había podido o querido oponerse a que la tratara como la zorra que era. No solo la había usado oralmente sino que había coronado mi cambio de actitud con una cogida en toda regla donde ella solo fue un instrumento de mi lujuria.
Asumiendo mi nuevo papel, esa tarde ni siquiera la esperé a la salida del trabajo puesto que tenía que organizar un par de cosas para llevar a cabo la meta que me había propuesto y que no era otra que emputecer a Elena hasta que ni siquiera ella se reconociera.
Por ello directamente me fui a un sexshop que conocía. Allí me agencié un surtido de juguetes, los cuales pensaba usar para disfrutar de los encantos de esa mujer. No me importó pagar una cifra descomunal por ellos, ya que me servirían para saciar mi apetito sexual mientras pervertía y envilecía a esa guarra. Con ellos bajo el brazo llegué a casa y al contrario que la noche anterior dormí como un bendito, sin que nada ni nadie perturbaran mi descanso.
Me desperté de buen humor ya que ese día marcaría el comienzo de la reeducación de Elena. Conociendo de primera mano que estaba obsesionada por el sexo, debía canalizar su furor uterino para convertirla en mi esclava particular con la que experimentar mis sucias pasiones.
Ya en mi oficina usé el mismo conducto que ella había utilizado para contactar y llamando al portero de la finca, le pedí que la informara que la esperaba a comer en un restaurante cercano. La elección del local no fue al azar sino que gracias a que conocía al dueño sabía que podía confiar que de ser necesario, podría usar uno de sus salones privados para desahogarme con ella.
A las dos y cinco, estaba sentado a la mesa de un rincón y con una tranquilidad que era difícil de entender, esperé su llegada con una cerveza. Quince minutos más tarde, hizo su aparición. Al verla entrar, reconocí el nerviosismo de sus ojos verdes y divertido con la situación, me levanté a separarle la silla para que se sentara.
―Gracias― dijo coquetamente mientras tomaba asiento.
No me pasó inadvertido viendo su escote que se había desabrochado un botón de más para que me viera obligado a admirar el profundo canalillo que lucía entre sus dos tetas.
«Esta zorra creé que todavía puede manipularme», pensé sin hacer mención a ello. Reservándome, llamé al camarero y le pedí que nos trajera la carta de vinos.
El empleado no tardó en extendérmela y tras una breve revisión, elegí un Rivera reserva de mis favoritos. Elena permaneció callada todo el rato como evaluando sus opciones y sin saber a ciencia cierta, la razón de esa invitación. Dejé que su tensión se incrementara hasta que ya con nuestras copas llenas, sonriendo le pedí que me diera sus bragas.
―¿Qué has dicho?― preguntó sorprendida.
Con la naturalidad que da el saber que uno está al mando, respondí:
―¿Qué esperas a entregarme tu tanga?
Al oírme lo primero que hizo fue mirar a nuestro alrededor para comprobar si alguien de nuestro entorno se había dado cuenta de mi petición y al ver que parecía que nadie se había percatado, en voz baja contestó mientras intentaba levantarse:
―Deja que vaya al baño.
Soltando una carcajada, insistí:
―Quítatela aquí… enfrente de toda esta gente.
Me miró sabiendo que la estaba poniendo a prueba y decidida a no dejarse vencer tan fácilmente, se volvió a sentar en la silla y disimulando poco a poco fue levantando su falda. A pesar del exhibicionismo que me había demostrado, no era lo mismo hacerlo en un sitio donde nadie la conocía que allí y por eso sus mejillas estaban totalmente coloradas cuando con las dos manos se bajó esa prenda. Viendo que tampoco nadie había advertido esa maniobra, con una sonrisa, me la dio en la mano diciendo:
―Eres un cerdo.
―¡No lo sabes tú bien!― respondí mientras observaba ese coqueto tanga de encaje rojo.
Acojonada al comprobar que lo mantenía extendido entre mis manos y que todos los comensales podían adivinar que era de ella, me dediqué a disfrutar de su textura y de su olor.
―Huele a hembra― dije satisfecho― ¿Te has masturbado antes de venir?
Mi pregunta la cogió desprevenida y asumiendo que lo había descubierto por lo húmedo que estaba, no pudo negarlo y bajando su mirada, contestó afirmativamente. Su respuesta ratificó la opinión que tenia de ella y forzando su entrega, le ordené:
―Abre las piernas.
Elena se quedó perpleja al oírme pero venciendo la vergüenza, fue separando sus rodillas sin ser capaz de levantar su mirada del plato. Cubriendo otra etapa de mi plan, esperé que el aire acondicionado del salón recorriese su entrepierna mientras la miraba sonriendo. Que la observase tan fijamente además de incomodarla, la estaba excitando. Sus pezones ya habían hecho su aparición por debajo de su vestido cuando viendo que que se mordía los labios en un vano intento de no demostrar su excitación, busqué sus límites diciendo:
―Tócate para mí.
La pelirroja me fulminó con la mirada pero al comprobar que iba en serio, se puso nerviosa. No tardé en comprobar que la lujuria había vencido a su razón porque con lágrimas en los ojos, metió una de sus manos bajo el mantel y empezó a masturbarse. Aunque su sometimiento me era suficiente, la azucé a darse prisa y mientras liberara su tensión entre tanto comensal, no paré de decirle lo puta que era. Mis insultos lejos de cortar de plano su desazón, la incrementaron y en pocos minutos, fui testigo del modo silencioso en que esa pelirroja se corría.
Todavía estaba sintiendo los últimos estertores de su orgasmo cuando una camarera nos trajo la comida y su presencia evitó que me descojonara de ella nuevamente. La dejé descansar unos minutos, tras los cuales, directamente le comenté que sabía que estaba casada y que tenía una hija pero que en vez de ser un problema, me parecía un aliciente.
―¿Y eso por qué?― preguntó un tanto más tranquila.
Descojonado, contesté:
―Cuando te folle, lo haré pensando en el cornudo de tu marido.
Mi burrada le hizo gracia y en un ambiente ya relajado quiso saber si le tenía algo preparado. Riendo señalé bajo la mesa mientras le decía:
―Solo tu postre.
Increíblemente no le molestó que le insinuara que quería una mamada sino que incluso percibí en su mirada una especie de satisfacción antes de verla desaparecer debajo de la mesa. Lo hizo de una forma tan natural que pasó desapercibida y solo cuando sus manos me bajaron la bragueta, comprendí que esa guarra estaba convencida que había encontrado en mí el complemento ideal a su lujuria y que a partir de ese momento, podía confiar en que nunca se iba a echar atrás por muy pervertidas que fueran mis órdenes.
Confirmando que cumpliría todos mis caprichos, se lo tomó con tranquilidad. Lo primero hizo fue liberar mi miembro de su prisión, para acto seguido explorar todos los recovecos de mi glande. Cuando la tenía ya bien embadurnada con su saliva, ansiosamente, su boca se apoderó de mi extensión mientras sus manos jugueteaban con mis testículos.
Su pericia dificultó de sobremanera que pudiera seguir disimulando y es que a pesar de poner cara de póker, poco a poco la excitación me fue dominando gracias a la húmeda calidez de su boca y al estímulo que sus manos ejercían con la rítmica paja a la que tenía sometida a mi extensión. Si a eso le sumamos que a nuestro alrededor compartían local al menos una veintena de personas, el morbo de poder ser descubierto me terminó de calentar.
«Se ha ganado que le eche un polvo», pensé mientras imaginaba las formas con la que podía hacer uso de ese bello cuerpo, en las posturas y experiencias que podía disfrutar con ella.
Elena aceleró sus maniobras al sentir como mis piernas se tensaban presagiando mi explosión, succionando y mordiéndome el capullo, mientras con sus dedos pellizcaban suavemente mis huevos. Su pericia y dedicación hizo que todo mi cuerpo entrara en ebullición y sin poder aguantar el tipo, derramé mi placer en su boca. La pelirroja al notar las blancas y dulzonas andanadas contra su paladar, usó su lengua como si fuera una cuchara, para recolectar mi semen y no queriendo que nadie notara nada al terminar, con largos lametazos dejó mi verga inmaculada. Tras lo cual, me subió la bragueta y saliendo de debajo de la mesa, se sentó en su silla.
Al mirarla, tenía sus mejillas coloradas y su mirada brillaba excitada, producto quizás de la travesura que había cometido. Comprendí los límites de su calentura cuando relamiéndose me preguntó:
―¿Te ha gustado?―, me preguntó mi opinión.
―Mucho― respondí mientras pedía la cuenta.
Ya salíamos del restaurant cuando desde la caja, la camarera que nos había servido llamó mi atención con un gesto. Al acercarme a ver que quería, discretamente me entregó un papel al tiempo que me susurraba al oído que si quería que una tercera persona participara en nuestros juegos, la llamara.
―Pensaré en ello― respondí mientras certificaba que no habíamos conseguido pasar desapercibidos y que por lo menos una persona nos había descubierto.
Al comentárselo a mi pareja, lejos de cohibirla, saber que alguien había sido testigo de todo azuzó su libido y notando que una de mis manos le estaba acariciando el pecho, sin disimulo me rogó que le regalara con un pellizco en sus pezones.
―Eres la más cerda que conozco― respondí cumpliendo sus deseos.
El gemido que salió de su garganta fue tan evidente que pudimos oír los cuchicheos de los presentes y no queriendo que la situación se me fuera de las manos, tomé rumbo a la salida.
―¿Dónde tienes tu coche?― la pelirroja preguntó susurrando en mi oído.
Al explicarle que en el parking del edificio, Elene, comportándose como una perra en celo, me pidió que la llevara a un hotel. Dudé de la conveniencia de hacerlo por todo el trabajo que tenía acumulado, pero para entonces mi calentura había vuelto con renovadas fuerzas y casi corriendo llegamos a ascensor que llevaba al sótano. La pelirroja aprovechó los pocos segundos que estuvimos en su interior para magrearme y sabiendo que era incapaz de esperar para tirármela, busqué un lugar discreto de la primera planta donde poder desahogar mis ganas.
Una vez allí, la obligué a darse la vuelta y a apoyar las manos contra un bmw oscuro.
―¿Qué vas a hacer?― preguntó claramente excitada al comprobar que estábamos frente a la puerta por donde salían todos.
Sin darle tiempo a reaccionar, levanté su falda y aprovechando la ausencia de ropa interior, recorrí sus pliegues con mis dedos. No fue ninguna sorpresa encontrar su coño ya encharcado.
―¿Te pone bruta esto? ― susurré al apoderarme del erecto botón de su entrepierna.
Revelando su ninfomanía, me rogó que la tomara casi llorando. Pero en vez de complacer sus instintos, me dediqué a torturar su clítoris buscando ponerla todavía más cachonda. La zorra, sin contener el volumen de su voz, chilló de placer al sentir que su cuerpo convulsionaba producto de mis caricias y ya dominada por su naturaleza, me imploró que rompiera su culo.
―¿Eres adicta a las vergas en tu culo? ¿Verdad? ¡Zorra!― pregunté mientras mojaba un dedo en su coño y se lo incrustaba por el ano.
―¡Sí!― aulló sin saber que con ello llamaba la atención de dos muchachos que pasaban frente a nosotros.
Solo meneando esa yema en su interior, provoqué que Elena gimiera como si la estuviera matando mientras esos críos se acercaban a ver qué pasaba, creyendo quizás que esa mujer estaba en dificultades. Sus agresivos modos se transformaron en diversión al darse cuenta que estábamos follando y sin importarles que pensáramos, se quedaron mirando desde un coche aparcado a escasos metros de nosotros.
La presencia de los chavales exacerbó más si cabe la temperatura de la pelirroja y gritando como una loca, me rogó que la tomara. Acababa de subirle el vestido hasta la cintura cuando al girarme, descubrí que uno de ellos había sacado el móvil e inmortalizaba la secuencia.
No me importó la actitud del muchacho y aprovechando el relajado ano que el destino había puesto a mi alcance, de un solo empujón incrusté mi falo hasta el fondo. La satisfacción que demostró con sus berridos de placer al experimentar esa invasión en el ojete, me permitió iniciar un rápido galope sobre ella mientras mordía su cuello y le decía guarrerías.
―Dale duro― los críos me ordenaron al ver que bajaban el ritmo.
Azuzado por sus palabras, incrementé la velocidad con la que la estaba sodomizando de tal modo que con cada penetración, la cara de la mujer chocara contra la ventanilla del automóvil. Pensé que estaba siendo demasiado salvaje pero al percatarme de la felicidad del rostro de mi contrincante, comprendí que estaba disfrutando.
Sin dejar de filmar la escena, los muchachos me espolearon para que machacaran sin pausa ese trasero, de forma que haciendo caso al respetable, sometí a Elena a un cruel castigo que demolió las pocas defensas que aún mantenía.
―¡Qué gozada!― escuché que decía mientras se corría al no poder aguantar el ataque al que estaba sometiendo a su entrada trasera.
«Está desbocada», sentencié al observar sus piernas completamente mojada por el flujo que brotaba de su coño y muerto de risa, les pedí a los chavales que enfocaran su entrepierna para que pasara a la posteridad el geiser en que se había convertido.
Gozando como nunca, Elena usó los movimientos de su culo para exprimir mi verga con una eficacia tal que despertó los aplausos de los mirones. Espoleado por las ovaciones, convertí su trasero en un frontón donde golpeaba rítmicamente mi pene y ella sintiéndose desbordada nuevamente con un aullido, se vio presa de un espeluznante orgasmo. Su clímax me estimuló a seguir machacando su esfínter hasta que totalmente domada y cual potrilla, se desplomó contra la carrocería del coche.
«Ahora me toca a mí», sentencié mientras me agarraba a sus pechos para seguir forzando su adolorido ojete.
Era tanto el placer que la dominaba que sin poderlo evitar, pude contemplar como de la boca, se le caía la baba.
―Cabrón, me estás matando― chilló al sentir que con las manos agarraba su melena y usándola como riendas tiraba de ella hacia atrás.
Las quejas de la pelirroja no afectaron a mi ritmo, sino que incluso fueron el aliciente que necesitaba para seguir aporreando brutalmente a mi montura. Afortunadamente para mi víctima, la acumulación de sensaciones hicieron imposible que siguiera reteniendo mi eyaculación y mientras obligaba a la mujer a seguir exprimiendo mi miembro con sonoras nalgadas, me corrí como pocas veces. La rudeza de esas caricias y un postrer orgasmo la hicieron flaquear y lentamente fue cayendo al suelo mientras rellenaba con mi semen su trasero.
Elena seguía tirada sobre el asfalto cuando descojonado me acerqué al chaval que había grabado la escena y con una sonrisa en los labios le pedí que como pago al espectáculo, quería una copia de la película. Muerto de risa me pidió mi número y sin poner ninguna objeción, me la mandó por whatsapp. La pelirroja todavía no se había recuperado del esfuerzo y por ello, tuve que ayudarla a levantarse mientras los chavales educadamente se despedían.
Ya solos y mientras se acomodaba la ropa, le enseñé el tesoro que guardaba en la memoria de mi teléfono.
―¡Qué vas a hacer con eso!― murmuró todavía impresionada porque no se había dado cuenta mientras follábamos que los críos estaban inmortalizando el momento. Si creéis que estaba enfadada, os equivocáis. Por su tono comprendí que saberse grabada la había excitado y a modo de gratificación, solté un azote en su mojado trasero mientras le decía:
―Chantajearte, si no quieres que llegue a las manos de tu marido, serás mi puta durante un año.
Juro que jamás creí que lejos de aterrorizarse, respondiera a mi vil extorsión diciendo:
―No te hará falta porque lo creas o no, me has hecho descubrir sensaciones desconocidas y sé que a tu lado, conoceré facetas del sexo con las que ni siquiera he soñado.
―¿A qué te refieres?― complacido susurré en su oído.
Radiante me miró a los ojos mientras respondía:
―No te rías pero no puedo dejar de pensar en lo siguiente que me vas a ordenar hacer.
―¿Y eso te excita?
El brillo de sus ojos anticipó su respuesta:
―¡No sabes cuánto!― y ratificando con hechos sus palabras, cogió una de mis manos y la llevó hasta su encharcado coño para que comprobara que no estaba mintiendo. Habiéndomelo dejado, me soltó: ―Solo pensar en complacerte, me pone bruta.
―¿Me estás diciendo qué te excita obedecerme?
―Aunque no me comprendas, sí― contestó mientras su almeja volvía a babear: ―Siempre he sido muy lanzada pero ahora me vuelve loca saber que tú estás al mando.
Sorpresivamente, esa guarra sin remedio se estaba auto nombrando mi sumisa y buscando el confirmar ese extremo, le pregunté:
―¿Te apetece que sea tu dueño?
Con felicidad casi enfermiza, respondió:
―Ya lo eres.
Su respuesta despejó mis dudas y recreándome en mi nuevo poder, me dediqué a masturbarla mientras esperábamos el ascensor que nos llevara a nuestros trabajos. Ni siquiera se habían abierto las puertas, cuando con una sonrisa de oreja a oreja, me preguntó:
―¿Esta noche mi amo me usará o me dejará esperando?
Soltando una carcajada, respondí:
―Vete a casa y folla con tu marido porque a partir de mañana, tendrás el coño tan rozado que no permitirás que se te acerque.
Eufórica respondió:
―Por eso no se preocupe, no sé qué le pasa pero ya no me toca.
―Yo sí sé que le pasa…¡es un imbécil!

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Relato erótico: “Exhibiendome en la playa 4” (POR JESSICA97)

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Exhibiéndome en la playa

Viernes

Al despertar, viernes por la mañana, me sentía muy diferente de los días anteriores. Era relativamente temprano, mi novio estaba aún acostado a mi lado, pero sentía que las cosas habían cambiado totalmente. Me levanté de la cama, fui al servicio para asearme. Vi en mi cel. que era mucho más temprano que de lo que me estaba levantando en días anteriores, apenas eran las seis de la mañana, pero ya no tenía sueño, contrario de los otros días cuando me despertaba a las nueve o diez de la mañana. Al salir del aseo vi que mi novio se había despertado, y me miraba fijamente mientras me acercaba a él. Al llegar a la cama, me recosté, pero prácticamente sobre él, le di un beso en su boca y sin decir nada empecé a acariciarle su pene con mi mano derecha. No pasaron más de algunos segundos y empecé a sentir como se endurecía ese miembro y mis ganas por sexo se incrementaban, mi novio empezó también a tocarme el cuerpo, principalmente mis tetas que colgaban sobre él, y luego bajo una mano hasta mi sexo y empezó a hacerme gozar con sus dedos. Mi sexo chorreaba jugos, y estaba desesperada por recibir una penetración de aquel aparato sexual de mi novio, por lo que me coloqué en posición para metérmela toda, y justo cuando estaba metiendo la punta de la picha de mi novio, este me tomó por la cintura y me arrojó violentamente a un lado de la cama, que por poco me tira fuera de ella.

-Quieres que te coja perra!!! Exclamó el. Yo por mi parte estaba algo confundida, ya que su tono de voz era como autoritario, como si estuviera enojado.

-Si amor, pasa algo? Pregunté yo muy sumisa.

-Si perra!!! Que no vas a tener sexo ni hoy ni mañana, vas a estar en abstinencia total hasta después del evento!

-Porque amor? Pregunte yo.

-Porque yo mando perra!

La respuesta fue clara y concisa, y no me dejo lugar a dudas ni me atreví a decir nada más. Estaba algo confundida, no sabía si mi novio estaba enojado con migo o si había ocurrido algo que yo no notara, pero lo que si tenía claro es que sería de ahí en adelante más sumisa aun de lo que había sido hasta ese momento. Mi novio se levantó, se fue al aseo de donde regresó pronto. Se colocó su ropa deportiva para salir a correr y en ese momento se dirigió a mí:

-Vístete perra, vamos a salir a correr un poco, aprovechando que estas despierta temprano. Yo me quedé paralizada un momento, pero antes de que me dijera algo más, me levanté y me fui hacia mis cosas. Me puse a pensar que en realidad yo no traía nada apropiado para ir a correr, aunque no sabía cómo decirle. Abrí mi maleta, y empecé a buscar sin sentido, saqué la camiseta y el short con los que había hecho el viaje el día que veníamos, y ahí me detuve, sabía que no tenía calzado deportivo y era evidente que no podría ir a correr en tacos. Me puse el short, en seguida me coloqué la camiseta, miré a mi novio y le dije:

-Por dónde iremos?

-Pues creo que tendremos que ir por la playa, ya que no tienes zapatos para correr por la calzada! Escuchar eso fue un alivio para mí, con lo que le dije:

-Entonces estoy lista amor.

-Bien perra, entonces salgamos. Dicho esto, salimos inmediatamente, yo iba descalza, aunque en realidad no tengo ningún problema con eso, mis pies están muy acostumbrados a caminar en cualquier terreno sin calzado. El short que tenía puesto, de mezclilla, era bastante chico, prácticamente tenia medio culo al aire, y la camiseta ni que decir, como había dicho en mi primer relato, era algo ajustada, pero tampoco era que me apretara y apenas si llegaba a tapar mis tetas en lo largo. Justo al salir del hotel empezamos a correr hacia la playa, mi novio llevaba un paso bastante fuerte, y si bien tengo muy buena condición física, mis tetas son un problema cuando intento correr, y debo hacerlo a un paso bastante lento o tener una mano sobre mis pechos para evitar los brincos excesivos que dan estos. Tuve que hacer lo segundo para intentar mantener el paso que llevaba mi novio, y correr con una mano sobre mis tetas para intentar sostenerlas un poco. Sabía que de esta manera me cansaría muy pronto, y que si mi novio no bajaba el ritmo no podría estar a su altura por mucho tiempo. Igual por el momento no me atrevía a decir nada, así que hice mi mejor esfuerzo por mantener el ritmo, que para mí era muy fuerte. Al cabo de unos 15 o 20 minutos de correr a ese ritmo, sentía que ya mis fuerzas no me darían para mucho más. Corríamos por la playa, la cual estaba prácticamente desierta a esas horas de la mañana, yo iba unos 10 a 15 metros atrás de mi novio, y en ese momento decidí decirle que tendría que bajar el ritmo, así que aumente la velocidad para alcanzarle, y al estar a su lado le hablé:

-Amor, no podré mantener el ritmo, vayamos un poco más lento por favor.

-Más lento!!! Exclamo él, pero si vamos despacio.

-Amor, por favor, sabes que no puedo correr mucho con estas tetas, llevo una mano sobre ellas todo el rato, de lo contrario me rompo el cuello.

-Lo se perra… Hagamos algo, baja el ritmo un poco, yo seguiré así y te esperaré al final de la playa. Dicho eso, aumento la velocidad, al ritmo que supuse corre normalmente, yo por mi parte tuve que bajar la velocidad, momento en el cual alce la mirada y vi que la playa aún se extendía por al menos 2 kilómetros más. Seguí corriendo, ya a mi ritmo, sin tener que llevar las manos sobre mis tetas, las cuales ahora se movían a gusto, constantemente sentía como la camiseta se me iba subiendo y me dejaba las tetas al aire, pero yo intentaba mantenerlas tapadas lo más posible, sentía que no era el momento para andarme exhibiendo por la playa. Corrí por unos diez o quince minutos más, hasta alcanzar el final de la playa. Al llegar ahí, había una montaña que no permitía el paso, más que por las piedras grandes que iban bordeando el acantilado que había a la orilla del mar, observé un poco hasta que logré ver a mi novio sentado en una roca a unos cien metros de donde yo estaba, adentrándose por las piedras, así que me dirigí hacia él. La ruta era difícil, sobre piedras enormes, y en algunas partes debía saltar de una piedra a otra pues habían huecos grandes y hasta llenos con el agua del mar que con las olas subía por entre las piedras, las cuales, al estar expuestas al agua del mar, tenían adheridas conchas y cosas similares que las hacían muy ásperas, cosa que me incomodaba un poco y hasta me dolía cuando debía saltar de una piedra a otra. Finalmente logré alcanzar el sitio donde se encontraba mi novio. Él estaba sentado en una roca muy grande, donde cada ola que reventaba lo salpicaba un poco de agua, me acerque a él y fue entonces cuando levanté mi mirada y pude observar la panorámica que había desde aquel punto. Se podía observar toda la playa, estábamos como en frente de todo, y había una vista espectacular. Me senté al lado de mi pareja, lo abrace y le di un besito en su oreja, a lo que reaccionó y me dio un tremendo beso en mi boca, el cual se extendió por varios segundos hasta que escuchamos el rugir de una ola la cual nos bañó casi por completo. Nos separamos inmediatamente y nos levantamos entre risas, la marea estaba subiendo, y sin nos quedábamos ahí terminaríamos buceando entre las piedras en el mejor de los casos. Al levantarme, me di cuenta que mi ropa había quedado totalmente mojada, mi camiseta estaba totalmente transparente dejando a la vista el par de tetas, mi novio se dio cuenta al mismo tiempo de la situación y me dijo:

-Como que ya estás practicando para mañana!!!

-Así pareciera, le contesté, y continué, pero es que no tenía nada más que ponerme para acompañarte a correr amor.

-Lo se Jessi, me dijo, en un tono muy diferente al que me había hablado en las últimas horas. Y aunque no me disgusta para nada que me trate como su perra, hay veces es bueno sentir que no es por disgusto que lo hace, y parece que ese era el momento en que me lo haría saber de una manera que ni yo misma me lo esperaba. El continuó hablando:

-Sabes Jessi, no quiero ser grosero con tigo, es solo que me gusta sentirme autoritario con tigo, pero no quiero hacerte sentir mal ni que pienses mal por alg…

-Amor, le interrumpí yo, -no te preocupes, sabes que me encanta ser tu sumisa, tu perrita, y me encanta que me trates así, que me des órdenes y hacer las cosas tal cual me dices, quiero que mantengamos ese juguito el resto de la semana, que me trates como a tu puta, haré lo que desees. Dicho esto, me quedé pensando en lo que le dije, no estaba segura de lo que pasaría de aquí en adelante, si fue o no inteligente eso, más aun sabiendo los acontecimientos que se habían dado en los días anteriores y lo que estaba por venir, pero lo dicho, dicho estaba, así que no iba echar para atrás. Las propias palabras de él fueron las que me sacaron de mis pensamientos.

-Bueno Jessi, creo que más tarde iremos de compras para que puedas salir a correr con migo por las mañanas en algo más decente que eso que tienes puesto, que en realidad es ahora como si estuvieras desnuda!!!

-Bueno, eso no era así cuando salí, fue por culpa de esa ola que nos ha bañado y ha dejado mi camiseta transparente, pero yo no venía enseñando mis tetas amor.

-A qué no? Te vi cuando venias corriendo que tu camiseta constantemente dejaba tus tetas al aire, cosa que no es novedad en ti, pero no me vengas a decir que venias bien tapadita!!!

-Está bien, tienes razón, pero igual, no tenía nada más que ponerme para correr!!!

-Te pudiste haber colocado un traje de baño por debajo de esa ropa, y no venir con tus tetas al aire, y casi que tu culo de igual manera, ya que ese short que traes puesto tampoco te cubre mucho que digamos!!!

-No pensé en eso amor, te soy sincera, tendré más cuidado la próxima vez, y con un gesto sumiso agregue, discúlpame amor. Con eso, el pareció entender que el juguito continuaba, y que era yo quien le pedía que por favor me tratara como a su perra, lo cual hizo de inmediato.

-Bueno perra, es hora de regresar, te espero en la habitación, no voy a correr a tu ritmo de novata. Dicho eso, empezó a avanzar por sobre las piedras con agilidad felina, y claro, él tenía su calzado deportivo lo cual le daba mayor comodidad en comparación con mis pies descalzos. En lo que yo logré avanzar por sobre dos rocas él ya estaba sobre la arena de la playa corriendo a un ritmo muy fuerte. Para cuando logre alcanzar la playa, mi novio era ya un pequeño punto en el horizonte, sabía que era imposible lograr alcanzarle, aun así, eche a correr tras el para no quedarme excesivamente rezagada. La camiseta mojada me daba la ventaja de que se pegaba a mis tetas, y aunque era transparente de esa manera, al menos no se me andaba subiendo, y aparte de eso, me daba cierta sujeción en los pechos, lo que me permitió correr a un paso más fuerte. La playa ya no estaba tan desierta como cuando iba hacia la montaña, ya serian cerca de las siete de la mañana, y ya se empezaban a mirar los empleados de los diferentes hoteles que hay a orillas de la playa haciendo sus labores, así como uno que otro turista y surfeadores que suelen salir a esas horas en busca del mar. Si bien no fueron muchos los que me encontré durante el trayecto, y muchos menos de los que pasé muy cerca, si me di cuenta de que algunos se quedaron embobados a mi paso al ver mis tetas saltando de un lado a otro con el ritmo de mi trote. Así llegué hasta la entrada de la calle del hotel, por donde seguí mi ritmo de trote sin prestar mucha atención en quien o quienes me miraban, ya para ese punto, mi camiseta estaba bastante seca, y ya no se transparentaba mis tetas, pero al mismo tiempo, ya no se pegaba a ellas por lo que sentía que se iba subiendo poco a poco dejando mis tetas al aire nuevamente. Si bien la camiseta se mantenía algo húmeda, tanto por el agua del mas como mi sudor, no era lo suficiente como para mantenerla adherida a mi cuerpo. Justo al llegar a la entrada del hotel sentí como mis tetas ya estaban totalmente desnudas, pero me abstuve de acomodarme la camiseta pensando en que le podría dar un buen espectáculo de tetas a Juan, pero para mi sorpresa, justo cuando llegué a la entrada del hotel al que me encontré de frente no fue precisamente a Juan, si no a uno de los chicos que se hospedaban en una de las habitaciones que salen a trabajar todas las mañanas. Había olvidado por completo que era viernes, día de trabajo normal para la mayoría, y que, obviamente a esas horas de la mañana es cuando todos salen a su jornada laboral. Claro, la sorpresa del chico fue mayúscula cuando me vio venir hacia el corriendo con las tetas al aire, y la sorpresa mía fue mayor al ver a alguien que no me esperaba de frente, a menos de dos metros de mí. Reaccioné de inmediato, y me puse las manos en mis tetas, supongo que mi rostro se puso rojo totalmente ya que el chico me habló inmediatamente:

-Un ángel cayó del cielo!!! Dijo el, con un tono un poco gracioso, y continuó. No se preocupe muchacha, una hermosura como Ud. no debe sentir vergüenza, más bien, debería ser yo quien sienta pena de interrumpir su paso. Sus palabras hicieron evidente mi vergüenza que se notaba en los colores de mi rostro, pero al mismo tiempo hizo que me diera un cierto aire de confianza.

-Disculpa, no esperaba encontrarme a nadie. No quise ofenderte! Le dije con voz de niña.

-Ofenderme!!! Exclamo él. Para nada preciosa, daría lo que sea porque esa imagen no se borre de mi mente nunca más. Es más, pagaría por eso!!!

-Ja ja ja, reí yo con un poco de ironía. Por dentro pensaba que él podría ver mis tetas cuando quisiera, mientras tomo el sol en la piscina, y quizás, hasta más que eso.

-Por cierto, no irás al concurso de camisetas mojas? Deberías ir, fijo que ganas! Dijo él. Eso me dejó paralizada por un momento, pero le contesté:

-Seguro estaré ahí, tú crees que tengo posibilidades? Pregunté yo nuevamente con inocencia.

-Posibilidades??? Si haces un espectáculo como el que acabo de ver fijo ganas preciosa! Él decía eso con mucho morbo, pero al mismo tiempo con respeto. Su mirada se centraba en mi rostro, y no en mis tetas, que seguían cubiertas únicamente por mis manos. En ese momento, solté mis tetas para acomodar nuevamente mi camiseta, momento en el cual deje que por unos instantes el viera mi pecho nuevamente mientras me acomodaba la ropa, cosa que hizo de gusto, y con una sonrisa en su rostro dijo:

-Uy mamita, es que estas como Dios manda!

-Gracias, le dije yo. -Entonces espero verte mañana! Agregue.

-Si tu estas y prometes dar un espectáculo como el de ahora, fijo que estoy. Ahí me entró el morbo y le dije:

-Si te veo mañana, haré algo dedicado para ti para que no lo olvides, algo mejor que esto, y dicho esto, me levante la camiseta nuevamente para enseñarle ahora sí, con toda calma mis tetas de manera directa, le hice un gesto de viciosa y en seguida proseguí mi camino, dejándolo atrás. Mientras me alejaba me acomodé mi camiseta de nuevo y escuche que el chico me decía:

-Fijo ahí estaré mañana esperando que cumplas la promesa!!!

-La cumpliré! Le dije yo sin detener mi paso hacia mi habitación.

Entré en nuestra habitación, no estaba mi novio, lo cual me sorprendió por un momento, pero luego, al mirar el reloj supe que de seguro estaría corriendo aun, pues apenas si había pasado una hora de que habíamos salido, y por lo general se tarda al menos dos horas en su rutina, era evidente que el trayecto con migo no cumplía ni con la mitad de lo que suele hacer diariamente. Me dirigí a la ducha, donde me bañe muy bien, y aunque tuve deseos de masturbarme por todos los acontecimientos ocurridos, no lo hice pensando en el mandato de mi novio de nada de sexo, y quería ser la sumisa obediente que suelo ser. Salí del baño, busque un traje de baño. Ya en los días anteriores había utilizado los tres que había traído con parte superior, y la verdad, ese día no pensaba usar nada arriba, pues al día siguiente sería el concurso, y no quería ni rastros de marcas en mis tetas, así que, tome una de las dos tanguitas que había traído que no tienen parte superior, que en síntesis son muy similares a las de los otros bikinis, minúsculos triangulitos que a duras penas tapan algo, y todo el resto sin finas tiritas que unen todo. Este que saqué es de color rosa, me lo coloqué y me lo jalé bien hacia arriba, provocando esto que se incruste hasta dentro entre mis labios y mi culo, una sensación que me encanta. Hecho esto, me puse unos los tacones blancos que había usado la segunda noche con el vestidito rosa. Salí de la habitación, con la toalla en la mano y el bolsito de mis cosas personales, y las tetas al aire, sin importarme más, me dirigí a la silla que ya era mía! Coloqué mi toalla y me tumbé de inmediato boca abajo, me puse el bronceador a como pude, pues no había nadie a quien solicitarle ayuda y me relajé. Al poco rato llego mi novio, quien al verme en la toalla me dijo:

-Quien te ha dado permiso de estar acá perra? Era evidente que se estaba tomando en serio su rol de dominante.

-Disculpa amor, no quise molestarte, pensé que… Me interrumpió el de inmediato.

-No tienes derecho de pensar perra, solo de obedecer.

-Discúlpame amor, por favor, no ocurrirá de nuevo. Le dije yo muy sumisa, e inmediatamente hice un movimiento como para levantarme e irme para la habitación, cosa que nuevamente tuvo una reprimenda.

-Y ahora que pretendes hacer perra?

-Irme para la habitación amor.

-Y quien te ha dicho que hagas eso perra?

-Eh… nadie amor, pensé…

-Nuevamente pensando perra! Interrumpió nuevamente.

-Discúlpame amor, que deseas que haga?

-Pues, ya estás aquí perra, ahora quédate a tomar el sol. Igual debes estar perfecta para mañana. Dicho esto se inclinó sobre mí, y me empezó a tocar el culo y la vagina, como buscando algo.

-Veo que has hecho caso al menos en tu abstinencia y no traes nada en tus agujeros.

-No amor, no tengo nada tal cual me lo has ordenado.

-Bien, eso está bien, y ni se te ocurra hacer algo contrario a mis órdenes perra.

-No amor. Me podrías ayudar a ponerme crema en la espalda, es que no lo he podido hacer bien yo sola, le pedí.

-Está bien perra. Dicho esto, tomó el frasco del bronceador y empezó a colocarme por todo el cuerpo, entreteniéndose sobre manera en mi culo nuevamente, metiendo mano y dedos por todos mis agujeros logrando una tremenda excitación en mí, al punto que estaba a punto de correrme, momento en el que él se detuvo, y sin decir nada se levantó y se retiró hacia la habitación diciendo:

-Nada de eso perra, tendrás que aguantar, regreso en un rato. Él sabía lo que me hacía, y sabía muy bien el momento exacto en el cual se podía detener y dejarme con el orgasmo a punto, y disfrutaba de hacerme sufrir de esa forma, y por alguna razón, yo disfrutaba de ese martirio al cual me sometía.

Me quedé ahí, tumbada boca abajo por un rato, luego me di vuelta y procedí a colocarme bronceador por el frente, lo disfruté al máximo, me entretuve masajeando mis tetas, y luego por mi vagina, al punto que nuevamente sentí como mi orgasmo se acercaba, así que me detuve, terminé de colocarme el bronceador y me relajé nuevamente. En ese instante escuche la voz de mi novio, a quien no había escuchado llegar, que estaba justo sobre mí:

-Eres obediente perra, me gusta eso. Era evidente que estuvo suficiente tiempo como para darse cuenta lo que había hecho, y me alivió que no hice nada.

-Iré a traer algo para desayunar perra, espérame aquí, no te muevas! Dicho esto, se retiró, yo me quedé tomando el sol a mi gusto. A los quince minutos, mi novio estaba de regreso con unas bolsas, en las cuales traía nuestro desayuno.

-Sigues aquí perrita, me gusta tu obediencia, te has ganado un desayuno. Siéntate. Yo me incorporé sonriente, lo miré a los ojos y dije:

-Gracias amor, soy tuya y haré lo que me digas.

-Bien bien, vamos a desayunar algo. Ponte la parte de arriba de tu bikini.

-Eh… no traje amor, no tengo parte superior para este bikini. Contesté yo, esta vez con cierta desconfianza de que esta respuesta no le gustaría a él.

-Ahhh, entonces vienes con las tetas al aire desde la habitación!

-Eh, sip amor.

-Mmmm, bueno, que le vamos a hacer, eres una puta legitima. Igual, desayunemos! Su respuesta no era justamente lo que me esperaba, pero al menos fue relajante no recibir otro regaño. Me entregó una bolsa, la cual contenía una cajita con frutas, las cuales me comí de gusto, igual había un sándwich y una cajita con leche fresca, me lo comí todo, los ejercicios de la mañana habían abierto mi apetito. Una vez terminado, me quedé esperando las órdenes de mi novio, el cual, al verme esperando me dijo:

-Quieres seguir tomando el sol?

-Lo que tú ordenes amor.

-Bien, entonces recuéstate nuevamente, que te doy más cremita en la espalda!

Mi novio me puso crema en la espalda, esta vez no me martirizó tanto como anteriormente, y me pude relajar pronto. Estuvimos así por un buen rato, el en ocasiones se metía a la piscina y nadaba un rato, luego salía y se tumbaba a mi lado, me daba crema por uno y otro lado y volvía a nadar. Como a las diez de la mañana, salió Andrea de su habitación, tenía cara de que había pasado una noche tremenda, se acercó a mí, justo mi novio estaba en la piscina:

-Hola Jess.

-Hola Andre, que tal tu noche?

-Ufff Jess, ni te imaginas, tremenda!!!

-Se te nota!!! Le dije con una mirada picara.

-Tanto así amiga?

-Tanto así! Repliqué! Se quedó en silencia, y al cabo de unos segundos nos reímos las dos al unísono.

-Ja ja ja…

-Hace mucho estas aquí? Preguntó Andrea.

-Sip, mas menos, temprano salí a correr con mi novio.

-Ahhh, madrugaron entonces!!!

-Se puede decir!!!

-Bueno, regreso a mi cuarto para alistarme y vengo para estar con tigo Jess.

-Está bien Andre, aquí estaré. Dicho esto, se retiró Andrea a su cuarto y yo seguí tomando el sol. Al poco rato, ella volvió a salir con su bikini de hilito que había usado el día anterior, y vino hasta la silla que igual había usado ella. Se tumbó boca arriba y se empezó a dar bronceador por el cuerpo. En ese momento justo mi novio salía de la piscina y se acercó a nosotras.

-Hola Andre, dijo él.

-Hola, contestó ella.

-Si ocupas ayuda me dices, le dijo mi novio a ella, a lo que yo inmediatamente levante la mirada viéndolo seriamente pero sin decir nada. Si bien teníamos un juguito, era entre nosotros, yo no quería incluir a nadie más. Claro, no tendría derecho de reclamar pues a mí también me habían dado crema ya otros chicos días atrás, y de maneras muy provocativas!

-No te preocupes, ya viene Carlos para ayudarme, contestó Andre sin ninguna malicia. Efectivamente, Carlos salía justamente de su habitación, y se dirigió a nosotros, saludando a todos y mirando mis tetas fijamente.

-Hola!!! Dijo el de manera general. Me agradaba esa mirada que me hacía, me gustaba saber que mis tetas le llamaban la atención, igual, por cierto respeto en ese momento me di vuelta y le solicité a mi novio me diera crema en la espalda, cosa que hizo de gusto, y esta vez, nuevamente se dio gusto tocando mi culo, y yo intenté hacer que la cosa fuera más sexual, levantando lo más posible mi culo y hasta abriendo un poco las piernas para que mi novio tuviera un mejor acceso a mis partes, cosa que no dudo en meter mano. Yo por mi parte, no quería tener un orgasmo frente a mis amigos, por lo que intentaba pensar en algo más, y parece que mi novio era consciente de ello, ya que no paraba de meter sus dedos por mi vagina y mi culo, y de haber estado solos ya hacía rato hubiera tenido mi orgasmo, pero dadas las circunstancias lo estaba tratando de evitar. Fue Andrea la que intervino en la situación y prácticamente me salvo de una situación que ya se me estaba saliendo de las manos:

-Chicos, mejor vayan al cuarto, que aquí están muy incomodos así!!! Se hizo un silencio sepulcral, mi novio se detuvo de inmediato y a los pocos segundos los cuatro estallamos en carcajadas, aunque yo por dentro estaba deseando seguir los consejos de mi amiga, sabía que eso no sería así. Nos relajamos nuevamente y la rutina normal siguió por el resto de la mañana.

Cerca del mediodía, nos retiramos hacia las habitaciones para luego ir a almorzar los cuatro juntos nuevamente. Yo tenía el presentimiento que ese almuerzo en grupo nuevamente serviría para que tanto mi novio como mis amigos se aprovecharan para seguirme exhibiendo donde fuéramos, pero la verdad sentía que quería eso, y no intentaría por ningún motivo detenerlos. Ya en la habitación le pregunté a mi novio:

-Quieres que me ponga algo en especial para ir a almorzar?

-Mmmm, pues, luces fantástica así, igual que siempre, cúbrete las tetas con algo a tu gusto, y estarás bien me parece.

-Como tú gustes amor. No quieres que me ponga nada más en la parte de abajo?

-Si tú lo deseas perra, o si quieres ir en el hilito lo puedes hacer.

-Me pondré un pareo si te parece.

-Está bien, como tú gustes. Quería tener algo más que solo el micro hilito en la parte de abajo, pues sabía que posiblemente jugarían con migo este trio. Busque el vestidito rosa que usé la segunda noche, que en realidad era un pareo en la parte baja y un tira de tela en la parte superior amarrada sobre mis tetas. Esta vez, a diferencia de la vez anterior, la amarre cruzada para que mis tetas no se salieran tan fácilmente, y dado que traía el hilito abajo, podía amarrar el pareo por un costado.

-Qué te parece así amor? Pregunté a mi novio.

-Me parece que lucias mejor antes de colocártelo, pero te ves muy bien así también.

-Si quieres me lo quito amor.

-No no, mejor así, creo que es más prudente. Le sonreí, él también estaba listo así que salimos de nuestra habitación, nuestros acompañantes también justo están saliendo, y una vez con ellos nos dirigimos hacia el restaurant del hotel. Había bastante gente adentro, no me lo esperaba, pues todo el rato que estuvimos en la piscina no vimos a nadie, ni tan siquiera a los del aseo de la alberca, pero cosa contraria, el restaurante estaba bastante abarrotado. Por un lado, me alivio venir vestida como estaba, ya que si mi novio hubiese tomado la oferta de quitarme lo que me había puesto con suerte hubiera entrado al sitio con únicamente un micro hilito sobre mi cuerpo, y eso hubiera sido muy vergonzoso dado la cantidad de gente. Igual, mi cuerpo era el centro de atracción y el punto al que se dirigían todas las miradas del local, y aunque no tenía nada a la vista directamente, el pareo no me tapaba ni todo el culo ni la parte delantera del micho hilito, dejando ver una de mis nalgas casi por entero y la mitad de la otra por atrás, con el hilito totalmente invisible entre mis nalgas, y por adelante se entreveía el pequeño triangulito que luchaba por sostener tras de sí la línea de vellos sobre mi vagina. Al echar un vistazo por el lugar, logré divisar al chico que me sorprendió con las tetas al aire por la mañana, estaba sentado en una mesa junto a 3 chicos más, debían ser sus compañeros. De momento él no me había visto, pues justamente él era quien estaba de espaldas a nosotros, pero dos de sus amigos ya habían notado nuestra presencia, especialmente la mía, y no tardaron en alertar a sus compañeros. El chico que me había visto, al verme de nuevo empezó a hablar con sus amigos, supuse que les había contado de su encuentro de la mañana y ahora les diría que yo era la chica, aunque yo no podía estar segura de eso y era solamente mi idea, pero por el tipo de gestos pensé que seguro que era eso. Nos sentamos alrededor de una mesa, bastante cerca de donde los chicos en mención estaban, esta vez, mi el chico en mención estaba justo frente a nosotros, aunque yo le daba la espalda, pero era lo primero que su mirada podía ver cuando veía hacia nuestra mesa. En seguida ordenamos y el camarero se retiró. Frente a mi estaba Andrea, quien empezó a notar las miradas de los chicos de la mesa en cuestión, si bien la mayoría de hombres me miraban, ellos lo hacía con mayor frecuencia y se notaba que hablaban de mí.

-Jess, así es como debiste usar ese vestidito la otra noche cuando nos encontramos, cruzado, y con ese hilito por abajo, no como ibas ese día, me dijo Andre como para romper el silencio de la mesa.

-Bueno, es que ahora sé que estamos en compañía de ustedes, además, ese día habíamos salido tarde en la noche, no a medio día, era una ocasión diferente, me defendí.

-Igual fui yo quien le dijo a Jess como quería que usara el vestidito ese día, agrego mi novio.

-Sí, está bien, pero no creo que le dijeras a ella que fuese sin nada por abajo. Volvió al ataque Andrea!!!

-Bueno, eso si no se lo dije, pero ella siempre anda así, no era algo de extrañar, trató de defenderme de nuevo mi novio.

-Igual, soy yo la que se viste o desviste, y si a alguien le ven sus partes es a mí, a nadie más, dije yo de manera tranquila y en la voz más baja posible para que nadie más me escuchara fuera de la mesa. En ese momento, me levanté de la mesa y tomé rumbo al lavatorio.

-Iré a lavarme las manos, dije. Me fui directo a los servicios, los cuales estaban atrás de una puerta, al entrar, vi un pasillo largo y al fondo dos puertas, una era los servicios de varones y la otra la de las chicas. Entré al que me correspondía y me lave las manos. Al salir, mi sorpresa fue ver al chico de la mañana, parecía me había seguido hasta ahí y me estaba esperando.

-Hola preciosa, me dijo.

-Hola!

-Disculpa mi atrevimiento, Jessica, es tu nombre cierto?

-Como lo sabes?

-Te seguí con la vista en la mañana y vi a cual habitación entraste, luego fui a la recepción y logré mirar en el libro del hotel tu nombre, y el de un hombre que está en tu habitación, supongo tu esposo.

-Ahhh, eres curioso entonces!!! Y bueno, sí, mi nombre es Jessica, cual es el tuyo?

-Soy Fabián.

-Pues mucho gusto Fabián.

-El gusto es todo mío Jessica. Y dime, en serio estarás en el concurso mañana?

-Sip, ahí estaré, participando.

-Y lo de la promesa fue en serio?

-Solo tendrás que estar ahí para averiguarlo.

Mmmm… usaras un short como el que traías por la mañana? Se te miraba el culo muy rico Jessica…

-Ja ja ja ja ja… no, no usaré un short así.

-Ahhh, que pena, con ese short te mirabas de infarto.

-Siento desilusionarte, pero en realidad usaré un hilito como este que traigo puesto. Dicho esto, solté el nudo de mi pareo y me lo quité, mostrándole el hilito que tenía puesto. El chico se quedó paralizado por un instante, y tuve que hablarle de nuevo para que saliera de su trance.

-Te parece que mejor debería usar el short?

-Bue- bue-bueno… de ser así, creo que ese hilo será la mejor elección…

-A mí me pareció igual, pero bueno, una segunda opinión nunca está de más. Bueno, me tengo que ir, un gusto Fabián. Dicho esto, me di vuelta y me coloque el pareo para regresar a la mesa como si nada pasara. Al llegar a la mesa, los platos ya estaban servidos. Nos dedicamos a comer de inmediato. Mientras comía a mis espaldas escuchaba el cuchicheo de Fabián con sus amigos, evidentemente hablando sobre mí, aunque no sabía exactamente qué. Al terminar de comer, los chicos nuevamente se levantaron como es su costumbre para ir a cancelar la cuenta, dejándonos a Andre y a mi solas en la mesa.

-Jessica, esos chicos no paran de hablar de ti. Se ve que les has provocado!!!

-Tú crees? No tengo idea de quienes son, los has visto tú antes? Le dije a Andre aludiendo inocencia.

-La verdad no estoy segura, pero me parece ya los había visto en el Hotel.

-Pues será que están hospedados aquí, le dije yo con frialdad.

-Pues sí, pero igual, no te quitan ojo de encima!

-Han de ser unos mirones!!! Ja ja ja.

-Seguro que sí, vamos, los chicos están listos, dijo Andre. Nos levantamos en seguida, yo salí tras mi amiga, lo que me dejo con libertad de mirar a Fabián y al pasar cerca de él le cerré un ojo y le lance un besito para que sus amigos vieran que lo que él decía debía ser verdad, eso en realidad sin saber que les habrá dicho!!!

Salimos del restaurante y nos dirigimos de regreso al hotel, llegamos a las sillas donde aún estaban las toallas que habíamos dejado en la mañana ahí. Yo procedí a quitarme el pareo, y en seguida me quité la tira que me cubría las tetas, dejando estas al aire libre de una vez, me senté en mi silla y le dije a mi novio:

-Me pasarías crema en la espalda por favor amor?

-Con mucho gusto, dijo el, y sin perder el tiempo tomo el bronceador y me lo empezó a pasar por la espalda.

-Recuéstate boca abajo Jess, me dijo, para terminar de pasarte bien el bronceador! Hice caso inmediatamente, y me acosté boca abajo como me dijo él. Nuevamente empezó el jugueteo en mi culo, mientras observaba como Carlos le daba crema en la misma posición a Andrea. Ella al igual que yo, había decidido sacarse las tetas y tumbarse boca abajo. Pronto mi novio termino de hacer lo suyo, y se recostó sobre su silla para descansar. Al cabo de un rato, cuando ya la comida se nos había bajado un poco, mi novio y Carlos se fueron hacia la piscina, y no tardaron mucho en invitarnos a unirnos a ellos. Andrea no titubeo mucho, se levantó de la silla, se colocó la parte superior del bikini y se lanzó a la piscina. Yo me sentía aperezada, pero igual, después de algunas insistencias de mi novio y Carlos me levante y me fui hacia la piscina. Empecé metiendo un pie en el agua, no quería lanzarme, pero en eso Andrea empezó a arrojarme agua desde la piscina, lo que me obligo a tirarme de clavado a la piscina. Empezamos a jugar en la piscina, lanzándonos agua y esas cosas, hasta que Carlos pensó en jugar un partido de vóley acuático.

-Debemos conseguir un balón, dijo Carlos.

-En el hotel deben tener, dijo mi novio.

-Hay que pedirle una bola al recepcionista, les dije.

-Anda Jess, ve tú, que ya le tienes bastante confiancita a Juan, exclamó Andrea.

-Nooo, yo no quiero, les dije.

Jessi, no te hagas de rogar, ya sabes que le tienes mucha confianza, de seguro él te da el balón.

-Bueno, bueno, les dije, yo iré. Nadé hasta las graditas de la piscina, salí por ellas y me fui hacia la recepción. Mis tetas botaban al ritmo de mis pasos, entré a la recepción, me di cuenta que aún estaba tan mojada que iba mojando todo tras de mí, así que me detuve en la entrada y desde ahí llamé a Juan:

-Juan!!! Discúlpame, tienes un balón de vóley que nos puedas prestar? Juan estaba de espaldas a la entrada, y al darse vuelta a mi llamado quedó perplejo al verme prácticamente desnuda.

-Disculpa???

-Hay juan, no te hagas, que ya me has visto con menos, préstame un balón, insistí.

-Ehhh, bueno, dame un minuto y te lo llevo.

Te espero aquí o me lo traes tú?

-Como gustes Jessica

-Bien, entonces esperaremos en la piscina, que me muero de frio acá!!! Dicho esto me di media vuelta y me fui directo a la piscina, al llegar nuevamente me lance de clavado en el agua y nade por debajo del agua hasta llegar donde mi novio. Al salir del agua me preguntó:

-Que te han dicho?

-Ya me la van a traer, y no había terminado de decirlo cuando vi que Juan salía de la recepción con un balón en sus manos.

-Aquí está el balón que me pediste Jessica! Dijo Juan.

-Lánzala acá, le conteste. El la tiro hacia mí de inmediato. Atrapé el balón y le dije:

-Muchas gracias Juan, eres un sol! Empezamos a jugar, hicimos equipos por pareja, yo con mi novio y Carlos con Andrea. Noté que Juan se había quedado a la orilla de la piscina observando “el juego”, aunque más me daba la impresión que observaría solo el juego mío más que el partido de vóley. Yo quedaba justo del lado que estaba el, aunque estaba de espaldas a él, aun así, tendría un bonito espectáculo con migo, y yo me aseguraría que así fuera. Como ninguno de nosotros era profesional en el asunto, pasábamos más tiempo recogiendo el balón de lo que este pasaba en el aire, y más de una vez tirábamos el balón fuera de la alberca, por lo que alguno debía salir de la piscina para traerla, exceptuándome a mí, pues Juan estaba de mi lado, y si la bola se iba por ese lado el me la pasaba. Pronto Juan se dio cuenta que esa situación no le estaba favoreciendo, pues si yo salía de la piscina el espectáculo seria mayor, así que, se fue como a hacer otras labores, aunque se quedó bastante cercano a la piscina, de modo que estaba atento a lo que sucedía. No pasó mucho tiempo para que el balón saliera de la alberca por el lado que estaba yo, así que me tocaba ir a traerla, me aproximé a la gradilla y al empezar a salir noté como Juan no perdía detalle de mis movimientos. Sentí como la parte delantera de mi trajecito de baño estaba totalmente hundida entre mi vagina, al punto que prácticamente era un hilito, dejando ver absolutamente todo, incluso la línea de vellos de mi pubis, no me acomodé nada y salí como la más tranquila a traer el balón. Cuando tuve el balón en mis manos lo lancé a la piscina, y en ese momento traté de recomponer un poco mi tanguita, al menos para intentar tapar mis vellitos, regresé y me clavé nuevamente en el agua para continuar el juego. Jugamos por un rato más, luego salimos y tomamos nuevamente el sol, y así se fueron pasando los minutos y las horas de la tarde. Al ser más menos las cuatro de la tarde, mi novio dijo a nuestros acompañantes que debíamos retirarnos, pues teníamos algunos asuntos pendientes, yo no estaba segura a lo que se refería, pero igual hice caso de lo que decía el, me levanté, y me dispuse retirarme hacia la habitación, momento en el que mi novio dijo:

-Espérame aquí Jessi, regreso en seguida para irnos.

-Está bien amor, contesté yo sin estar segura de lo que se trataba. Lo que si estaba claro era que yo no iría a la habitación, por lo que decidí colocarme los trapos que tenía ahí con migo, pues evidentemente mi novio no quería que fuera semidesnuda a donde quiera que fuéramos. Justo me estaba terminando de colocar los zapatos cuando mi novio salió de la habitación y se dirigió hacia mí.

-Estas lista Jessi?

-Sí, dame un segundo que termino de ponerme este zapato.

-Bien, date prisa!

-Voy voy… Dicho esto, me termine de colocar mi zapato y estaba lista para marcharme. Nos despedimos de nuestros amigos y nos retiramos. Al salir por el portón del hotel le dije a mi novio:

-Para donde vamos amor?

-Iremos a comprar algunas cosas perrita. Recuerda que mañana debes salir a correr nuevamente con migo temprano, pero esta vez deberás ponerte a mi ritmo, así que tendrás que ir mejor preparada que hoy. En ese momento recordé lo que había sucedido por la mañana, y sabía que como mínimo debería comprar unos zapatos adecuados para correr. Nos dirigimos a un centro comercial que estaba relativamente cerca del hotel, quizás a unas 3 o 4 cuadras de distancia. Al llegar nos dirigimos directo a una tienda de artículos deportivos. Entramos y noté que la vendedora era una chica hermosa, con un bronceado precioso y un cuerpo de infarto, se notaba que era una chica de gym, llevaba ropa deportiva, muy ceñida, sin llegar a ser vulgar, pero si se le miraba muy sexy.

-Buenas tardes, en que puedo ayudarles? Nos dijo la chica. Por un momento se hizo un silencio, situación que me dió a entender que mi novio esperaba que fuera yo quien hablara.

-Hola, quisiera comprar un conjunto algo similar a lo que traes puesto, le dije.

-Claro que sí, tenemos varios estilos y colores para que puedas escoger, me contestó ella. Nos fuimos hasta unos estantes donde tenía muchos conjuntos de esa clase, el que ella traía puesto era un pantalón negro, semi largo, que le llegaba un poco por encima de la espinilla, y un top negro también, sin mangas, ambos tenían líneas rosadas a los costados, llevaba unas medias gruesas blancas y unas tenis negras con rosado también.

-Qué tipo buscas? Largo, corto, una pieza, dos?

-Dos piezas, corto contesté yo!

-Bien, creo que tengo varios que te podrían gustar. Empezó a sacar varios conjuntos del tipo que le dije, y de verdad que estaban todos muy bonitos, en diversos colores, pero me llamó la atención uno sobre todo. Era blanco y naranja, pero lo que me llamó la atención no era tanto el color sino más bien el tamaño del pantaloncillo, que más bien parecía una mini. Lo tomé y al mirarlo mejor me di cuenta que en efecto era una mini, no pantaloncillo.

-Ese conjunto es de tres piezas, me dijo la chica… pero no veo el short. Déjame ver, debería estar por acá. Empezó a revolver todas las cosas en busca del short que debía llevar el conjunto, aunque yo por dentro empecé a pensar que quería ese conjunto, y que en realidad no me interesaba el short, lo utilizaría de todos modos sin él, ya me estaba gustando la idea de correr solo en la mini. La chica por su parte, seguía buscando el short sin éxito.

-Creo que no está, dijo finalmente.

-Me parece precioso este, es del color que me gusta, le dije yo refiriéndome al conjunto que quería.

-No creo poder vendértelo, no está completo.

-Y si decidimos comprarlo de todas maneras, así incompleto? Insistí.

-Pues… no sé, quizás pueda buscarte algo para que puedas usar por debajo de la mini en algún color similar, dijo ella, sin saber que justamente mi idea era usarlo sin nada.

-Quizás me puedas hacer un descuento, propuse.

-Está bien, llamaré a mi jefe para preguntarle, me dijo ella. Inmediatamente se fue para el mostrador y llamó a alguien.

-Eres una puta Jess, me dijo mi novio.

-Porque amor? Le dije de manera inocente!!

-Todavía preguntas, está claro lo que pretendes.

-Ja ja ja, hay amor, lo que quiero es poder correr con tigo!

-Si claro, y lo harás en una mini, me imagino que sin nada más!

-Pues no es mala idea ahora que lo mencionas, le dije.

-Ja ja ja, como si no fuera lo que tienes en mente… perra! Me sonreí y le guiñe un ojo a mi novio, momento en el que se acercaba la dependienta nuevamente hacia nosotros.

-Dice mi jefe que dada la situación, les puede hacer un 30% de descuento en el conjunto.

-Está bien, lo acepto entonces.

-Si gustas te lo pruebas para que estés totalmente segura, me dijo la chica.

-Está bien, igual voy a necesitar un par de zapatos “tenis” y unas medias.

-Los zapatos están por allá, y las medias también. Nos dirigimos hacia el lugar, y desde lejos vi las tenis que quería, Llegué hasta ellas y le pregunté directamente sobre esas tenis en mi número:

-Tienes estas en mi talla?

-Sí, claro, ya te las traigo.

-Iré al probador, le dije.

-De acuerdo, ahí te paso los zapatos.

-Y unas medias, por favor, le dije a la chica mientras me dirigía al probador con el conjunto. Mi novio venía atrás mío, y al llegar a la puerta del probador me dijo:

-Eres una perra y lo sabes.

-Lo se amor, y también sé que te gusta que lo sea. Dicho eso, di media vuelta y entre en el probador. Cerré la puertilla con la tranque y me quite lo que traía puesto, incluso el hilito del traje de baño. Me coloqué el top primero, el cual me quedo súper ajustado, pero perfecto, y al colocarme la mini, me di cuenta que era más corto de lo que pensaba, y que era muy ajustado, prácticamente imposible que me tapara bien mi culito. En el momento que terminé de hacer esto escuche a la chica que afuera me decía:

-Aquí tengo los zapatos, si gustas te los paso de una vez.

-Tranquila, salgo enseguida. Dicho esto abrí la puerta y salí. La chica se quedó mirándome de arriba abajo, se le notaban los pensamientos en sus ojos, evidentemente pensando lo puta que me miraba.

-Te queda muy bien, dijo ella, y agrego, tienes un cuerpazo digno de lucir de esa manera.

-Gracias, tu igual, le dije. Ella sonrió a mi respuesta, e inmediatamente eso hizo que cambiara su forma de mirarme, aunque sabía que mi próximo movimiento haría que nuevamente me mirase con la cara que puso al inicio. Tomé los zapatos de sus manos y me dirigí a una banquita que había en el salón, ella vino con migo y me entregó una medias que también tenía en sus manos. Al sentarme en la banquita, mi sexo desnudo quedó totalmente desnudo, a la vista de la chica, quien hasta ese momento quizás pensó que yo al menos traía el hilito del traje de baño rosadito que ya me había visto posiblemente. Tal cual pensé, su mirada volvió a ser la anterior. Yo tranquilamente me coloqué las medias, y luego los zapatos, me levanté y me recompuse la mini, intentando tapar hasta donde fuera posible mi trasero.

-Me gusta, le dije a mi novio.

-Se te ve espectacular, me contesto él.

-Sí, te ves muy bien, aunque si está un poco corta la mini, y sin el short! Dijo la chica.

-A mí me gusta, y me gusta más así sin el short, me siento más cómoda, les dije. La mirada de la chica se volvió más penetrante aun, y yo miraba a mi novio el cual hacia una cara de incredulidad, al mismo tiempo que se sonreía, indicativo de que le estaba gustando mi actuación, o al menos, así lo sentía yo.

-Bien, nos llevamos todo, si gustas nos preparas la factura, le dijo mi novio a la chica. Yo por mi parte, regresé al vestidor, donde me quite las prendas, y al ponerme las que traía decidí no ponerme el hilito, usaría solamente el pareo en la parte de abajo, igual a como lo había usado la segunda noche de la semana, con el nudo al frente para tapar mis vellitos.

Salí del cambiador y me fui directo al mostrador, ahí estaba ya mi novio con la chica.

-Desean algo más? Pregunto ella.

-No, creo que tenemos todo, le contestó mi novio.

-Bien, entonces estamos listos.

-Muchas gracias por todo, le dije a la chica.

-Gracias por su compra, les esperamos pronto, contestó ella. Salimos del local y nos pusimos a caminar en dirección a la salida, de pronto mi novio me dijo:

-Te has quitado el hilo, verdad perra?

-Si amor, es que estaba mojado aun, me excusé yo.

-Eres una puta Jessica, vete para la habitación de inmediato, y me esperas ahí hasta que yo regrese, perra! Me dijo mi novio con un tono de dominante, aunque también sentí el juego en sus palabras. Tomé dirección hacia el hotel, tal como me lo había ordenado mi novio. En una mano llevaba la bolsa con la ropa y en la otra llevaba la caja de los zapatos. De pronto sentí como el nudo de la pañoleta que tapaba mi parte inferior empezó a soltarse poco a poco, ayudado por el viento que soplaba bastante fuerte y me levantaba la pañoleta constantemente, y que yo no podía controlar debido a los paquetes que traía en mis manos. Llegué hasta un muro, donde pude por fin colocar las cosas que llevaba en mis manos, momento en el que sentí como la pañoleta se me deslizaba hacia las piernas dejando mi culo totalmente desnudo. Había mucha gente en la calle, pues era la calle principal de la ciudad y a una hora de alto tránsito, así que no habrán sido pocos los que vieron el tremendo espectáculo, y aunque duro unos pocos segundos, quizás menos, no se hicieron esperar los chiflidos y piropos pasados de todo por parte de varios chicos. Rápidamente me acomodé el pareo, me hice el nudo fuerte a la altura de mi vientre y seguí mi camino en cuanto pude. Las miradas de varios caballeros que me encontré de camino se perdían entre mis tetas y mi vientre, buscando en cuál de los dos sitios podrían ver algo mejor, y si bien es cierto llevaba bien acomodadas mis tetas atrás de la tela, la cual llevaba cruzada, el movimiento de mis tetas libres se hacía muy evidente, y claro, sin dejar de lado la parte baja, en la cual el nudo frente a mi pubis evidenciaba bastante claramente la ausencia de cualquier otra prenda bajo la pañoleta.

Al llegar al hotel, en una de las sillitas de la piscina se encontraba Fabián, el chico de la mañana, quien posiblemente recién habría salido de sus labores. A su lado se encontraba uno de los chicos amigos de él. También note que ya Carlos y Andrea se habían retirado de la zona, por lo que solo los dos chicos estaban ahí. Fabián me saludó justo cuando iba pasando por su sitio.

-Hola Jessica, que agradable verte de nuevo.

-Hola Fabián, lo mismo digo! Me detuve para no ser irrespetuosa, aunque sentía que con eso estaba desobedeciendo a mi novio, aunque pensé que no podría darse cuenta!

-Sabes Jessica, le dije aquí a mi amigo Roger que participarías mañana en el concurso de camisetas mojadas, pero él no me cree.

-Y porque no le crees Roger? Dije como para seguirle el juego a Fabián.

-Pues, es que Fabián no suele ser muy sincero que digamos, y bueno, una chica como tú no suele participar en esos concursos.

-Ah no, porque piensas que una chica como yo no suele participar en concursos de esos? Acaso te parece que no tengo lo necesario para ese concurso?

-No, no Jessica, discúlpame si me malinterpreté, es solo que me pareces que eres una chica de mucha clase como para participar en un concurso de ese tipo, me refiero, un concurso de pueblo, tu eres más como de concursos del tipo profesional, no sé si me explico.

-Entiendo a lo que te refieres, pero bueno, creo que deberás creerle a tu amigo Fabián, ya que si voy a participar en el concurso, quizás no soy una chica de alta clase como tu pensabas!

-Pues, continuó Roger, si participas, y lo haces en el traje de baño que me ha dicho Fabián fijo que ganas.

-Ah, y que te ha dicho Fabián que pienso utilizar para el concurso?

-Pues, él dijo que le modelaste un pequeñísimo hilo dental hoy en el restaurante, y bueno, nosotros igual pudimos ver algo de esa fantástica prenda bajo ese pareo que traes.

-Modélala de nuevo Jessica, si no es molestia para ti por supuesto, pidió Fabián! Al escuchar esas palabras recordé que el hilito dental estaba en mi bolsito, no sobre mi cuerpo, por lo que, me entro la diablita dentro. Metí la mano dentro del bolso al tiempo que les decía:

-Lo siento chicos, no lo traigo puesto ya, momento en el que sacaba del bolso la pequeñísima prenda aun húmeda. Los chicos se quedaron con la boca abierta, hasta que Fabián tomo acción:

-Bueno, entonces modélanos el que traes ahora, ya que imagino que debe ser igual de diminuto, dijo inteligentemente. Yo Me sonreí, al tiempo que coloque las cosas que había en mis manos sobre una de las sillas, y me llevé las manos al nudo del pareo.

-En realidad te equivocas Fabián, ya que no traigo ningún hilito abajo del pareo, dicho esto, me solté el nudo del pareo y les deje ver a los dos mi vagina totalmente desnuda y palpitante, pues toda la situación me había provocado una excitación tremenda. Me di una vuelta completa para que miraran bien todo lo que había, y luego me volví a amarrar el pareo en su lugar, sin decir nada más, tomé mis cosas y me marche hacia la habitación dejando a los dos chicos con una tremenda erección más que evidente entre sus piernas.

Al entrar al cuarto, lo primero que pensé fue en buscar alguno de mis consoladores y enterrármelo hasta lo más profundo de mi ser, pero reaccioné al recordar la prohibición que me había hecho mi novio. Debatí mentalmente por un rato, ya que de todas formas no había obedecido al pie de la letra el mandato de mi novio de venirme directo hacia la habitación, aunque también pensaba que no me había dicho que no me detuviera a hablar con nadie, así que técnicamente no había faltado a su palabra, mientras que el masturbarme si sería una falta directa a su mandato de abstinencia, además, con lo que suelo tardarme en eso y con lo rápido que me vuela el tiempo cuando me masturbo pensé que de seguro me encontraría con el consolador en uno de mis agujeros. Decidí que mejor no haría nada, igual mi novio posiblemente no tardaría mucho en llegar. Me senté en la cama y me puse a mirar televisión. Pronto oscureció y aun mi novio no llegaba. No fue sino hasta pasadas las ocho cuando mi novio por fin llego a la habitación, entro con un par de bolsas más, se notaba que había ido de compras.

-Veo que estás aquí tal cual te dije.

-Si amor, aquí te estaba esperando.

-No te desviaste en tu regreso a la habitación?

-No amor, como me dijiste, me vine directo hacia acá.

-Hummm, entonces, porque hay unos chicos comentando ahí afuera sobre ti, y lo tremenda puta que eres. Era evidente que mi novio se había dado cuenta que me detuve a hablar con Fabián y Roger. Era momento de pensar algo rápido.

-Me detuve a saludarles amor, no me desvié de mi camino.

-Ahhh, te detuviste a saludarles, y de paso enseñarles tu cuerpo desnudo! Mi novio se escuchaba dominante, y evidentemente estaba disfrutando su papel, y más aún disfrutaba ya que tenía mucha información, cosa que no esperaba en ese momento. No tenía escapatoria en ese momento, mi mente no podía pensar en alguna salida de esa situación, por lo que mi silencio se hizo mayor hasta que mi novio volvió a hablar:

-Te exhibiste para ellos como una perra verdad?

-Si amor, lo hice.

-Pues eso merece un castigo perra. Levántate! Me levanté de un brinco de la cama, y me coloqué frente a mi novio.

-Desnúdate perra! Mandó el. Yo inmediatamente me quite los dos trapos que cubrían mi cuerpo y me iba a agachar para quitarme los zapatos, momento en el que mi novio me tomó del pelo y me impidió seguir.

-Los zapatos no perra. Acércate a esa silla perra. Me acerqué a la silla, donde él me tomó y me colocó a su gusto. Me puso de frente a la silla, pero por la parte trasera de esta, es decir, frente al respaldo, tomo mi cuerpo y me obligó a inclinarme por sobre el respaldo, incrustándome la parte superior del respaldo en mi estómago y bajando el torso de mi cuerpo hasta tomar con mis manos las patas delanteras de la silla, estaba totalmente expuesta en esa posición, mi culo era la parte más alta de mi cuerpo en ese momento. En ese momento, sin decir nada, mi novio buscó una de las bolsas que traía y de ella saco varias cintas negras de tela, que resultaron ser fajas cuando las pude ver mejor. Con ellas amarró mis piernas y mis manos a las cuatro patas de la silla dejándome totalmente inmóvil y vulnerable a cualquier cosa que él quisiera hacer con migo. Entonces dijo:

-Has sido desobediente perra, y mereces ser castigada como la puta que eres.

-Lo que tú digas amor, castígame como tú quieras. Yo trataba de ser la más sumisa aunque por dentro estaba esperando ser embestida por la picha de mi novio, mi posición y situación me daba a entender que me reventaría mi culo a más no dar. Mis pensamientos empezaban a ver la luz, pues mi novio procedió a desnudarse, dejando aquel hermoso tronco a la vista de mis ojos, mi vagina estaba inundada, y palpitaba esperando ser penetrada lo antes posible. Mi novio se acercó por adelante hasta donde yo estaba, y sin decir nada me tomó del cabello y tiro mi cabeza hacia arriba, lo más alto que pudo, inmediatamente colocó su picha en mi boca a lo que reaccioné abriendo lo más posible para intentar tragar su aparato. Estaba totalmente inmóvil, mi novio estaba en una posición bastante incomoda evidentemente, pues por mi postura mi cabeza estaba muy abajo y tras de eso no era capaz de levantar mucho mi cabeza, mi novio prácticamente estaba de rodillas cogiéndose literalmente mi boca con su pene. Yo intentaba producir la mayor cantidad de saliva posible para que su sensación fuera máxima, aun cuando no soy una ferviente adicta a dar sexo oral, la situación en la que estaba me tenía al borde del éxtasis.

-Que perra que eres Jessica. Te gusta que te den verga verdad. Yo quería contestar pero me era imposible, tenía aquel tremendo aparato totalmente metido hasta mi garganta, al punto que incluso se me hacía difícil respirar, ni que se diga intentar pronunciar palabra alguna. Pasaron unos diez minutos a mi juicio, puede que fueran solo dos, o puede que fuera media hora, no estoy segura, de esa situación en la que mi novio se follaba mi boca, hasta que finalmente se empezó a descargar todo su semen, empezó en mi boca pero terminó sacando su picha de ahí y dejando toda mi cara y pelo totalmente bañados de semen. Fue una descarga tremenda, sentía que no podía abrir uno de mis ojos por un pringuete de semen que tenía justo ahí. Mi sexo estaba inundado de fluidos, palpitante, y pidiendo a gritos ser penetrado, pero tenía la sensación de que eso no iba a ocurrir, incluso, sabía que debería guardar silencio pues cualquier palabra que dijera en ese momento podría servir para aumentar mi castigo. Efectivamente, mi novio se retiró al lavabo sin decir nada, dejándome atada a la silla. Yo por mi parte no podía mover más que la cabeza, y eso tampoco con mucha libertad. Al regresar, mi novio me miró y dijo:

-Esto es lo que sucede cuando no eres obediente, no me había percatado de que tenía en su mano una paleta algo similar a las que usan para jugar ping-pong, con la que azotó mi culo de manera sonora, sacándome un chillido que debió escucharse hasta China. El muy cabrón, evidentemente había ido a un sex shop, y se había armado con varios utensilios para jugar con su “esclava”. Me volvió a golpear en el culo, sacándome otro aullido, al tiempo que me decía:

-Eres una perra desobediente verdad?

-Si amor, soy desobediente y merezco ser castigada, le dije yo como para intentar aliviar el castigo y demostrarle que era su sumisa esclava, pero mi intención lejos de disminuir el castigo provocó otro azote en mi culo.

-Pafff… sonó el golpe, seguido por mi alarido.

-Hoy te voy a castigar para ver si aprendes a no ser tan perra! Escuché que se alejó de mi un poco, buscaba algo en las bolsas que traía, pero yo no me atrevía a mirar, no sé si por miedo o para que el no mi viera mirando. Regresó hasta mi posición, por atrás mío, y tomó mi clítoris con dos de sus dedos, me lo jaló fuerte provocándome una sensación de éxtasis que casi trae consigo un orgasmo, hasta que sentí como me apretaba mi clítoris con algún utensilio frio. Era una prensa que había colocado, era metálica, y en su extremo tenía un gancho del cual colgó un peso adicional. Lo puso en el aire, como suspendido a la altura de mi clítoris y lo dejo caer. Al llegar al punto de tensión, todo el peso del instrumento debía ser soportado por la prensa que estaba sujetando mi clítoris, y aunque la prensa era bastante fuerte y me hacía bastante daño, el peso del aparatito fue mucho y la prensa se soltó de un tirón, volviendo a provocar en mi un aullido que apagó el sonido del aparato al caer al suelo. Mi novio entonces, tomo el aparatero del suelo nuevamente y lo volvió a colocar en su lugar, es decir, con la prensa en mi clítoris, pero esta vez, no lo dejo caer, sino que lo suspendió en su posición de reposo con cuidado, y observo que de esa manera se sostenía gracias a la prensa.

-Saldré a cenar, espero que cuando regrese la prensa esté en su lugar perra. Eso no me lo esperaba. Quería decir que me dejaría atada a esta silla el resto de la noche, con una prensa lastimando mi clítoris mientras él se iba cómodamente a cenar. Quería protestar, pero dadas las condiciones sentí que cualquier protesta en vez de ayudar posiblemente empeoraría mi situación, claro, peor que eso me pareció que sería imposible, pero conociendo a mí novio preferí mantener silencio. Mi chico se puso su ropa, y antes de salir dijo:

-Pórtate bien perrita, y tu suerte podría cambiar, por ahora le diré a tus amigos que estas con jaqueca y te has quedado descansando en la habitación.

-Si amor, que disfrutes, le dije, momento en el que cerró la puerta dejándome atada a la silla y con una tremenda prensa tirando de mi clítoris. No sabía en qué pensar, que hacer, mi estómago me dolía por la silla que se incrustaba ahí, estaba atada de manera muy ajustada, pensé que hasta podría ser peligroso, que haría si había un temblor, mil cosas pasaban por mi mente. El tiempo transcurría como en cámara lenta, de hecho, no tenía noción de tiempo. Escuche mi celular sonar un par de veces sin poder hacer nada. Al rato de estar en aquella posición, empecé a sentir como la prensa se empezaba a resbalar del clítoris, comprendí que pese a la incomodidad de la situación, a lo mal que me sentía mi excitación no había disminuido, y por alguna razón mi sexo seguía totalmente inundado y provocaba que la prensa resbalara del clítoris. Mis piernas estaban ligeramente abiertas, ya que estaban amarradas una en cada pata de la silla, por lo que no podía intentar con mis piernas sostener el peso del aparato. Intenté entonces mantenerme lo más quieta posible, situación que pareció funcionar pues deje de sentir que la prensa se deslizara. El tiempo pasó y se me hizo eterno, hasta que por fin escuche el sonido de la llave en la cerradura de la habitación. Al abrirse la puerta, no fue precisamente mi novio el que entró por ella, más bien era Andrea, quien al verme en mi situación se quedó paralizada.

-Que haces ahí Jess? De momento no supe que decir, así que contesté con otra pregunta:

-Que haces tú aquí Andre?

-Pues vine a ver como estabas, tu novio nos ha dicho que te dolía la cabeza, pero creo que no es del todo cierto, a menos de que esto sea una nueva receta para las jaquecas.

-Y es que no acostumbras a tocar la puerta? Pregunté yo nuevamente.

-Sí que acostumbro, pero como pensé que estabas mal no quería hacerte levantar de la cama, así que le pedí la llave a Juan para entrar. Pero veo que la situación es otra!!!

-Pues sí, en ese momento escuche un estruendo en el suelo, que fue el aparato cayéndose al soltarse de mi clítoris, la conversación había provocado mucho movimiento hasta que este se soltara. Tenemos un jueguito montado con mi novio, y hoy perdí yo así que este es mi castigo, y ahora estoy a punto de recibir otro castigo más si mi novio regresa y me encuentra sin la prensa en mi clítoris. Yo intentaba acomodar la situación para que Andrea no hiciera muchas preguntas y se retirara lo antes posible.

-Estás loca tu Jess, ya este juego me parece muy “hardcore”, pero bueno, cada quien con sus gustos. Mejor me voy antes de que tu novio venga.

-Nooo… espera Andre, me tienes que ayudar, que si mi novio regresa y ve eso en el suelo me pondrá más castigos, ayúdame por favor.

-Hummm, bueno. Andrea se acercó y tomó el aparato del suelo, observó mi clítoris y me dijo:

-Jess, tienes el clítoris totalmente rojo!

-Tu solo coloca la prensa ahí, por fa, no preguntes más. Dicho esto, ella jalo mi clítoris y me puso la prensa de regreso al clítoris, produciéndome un dolor terrible que a como pude ahogué el grito en mis labios.

-Listo.

-Gracias Andre, ahora vete antes de que llegue mi novio, y ni una palabra de esto.

-De acuerdo Jess. Salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí, dejando en mi mente el pensamiento de si mi novio se iría a dar cuenta que ella estuvo en la habitación. Duda que se resolvió casi de inmediato, pues no pasaron más de unos minutos cuando la puerta se abrió de nuevo, esta vez sí era mi novio, quien no más entrar preguntó:

-Que hacia Andrea aquí?

-Vino a ver como estaba yo con mi jaqueca!

-Y que le has dicho?

-Pues que había perdido una apuesta con tigo y estaba cumpliendo mi castigo.

-Hummm, te lo ha creído?

-Creo que sí.

-Hummm, bien, eres buena chica. Eso merece un reconocimiento. Se acercó a mí y continúo. Veo que la prensa sigue en su lugar, aunque no en la posición que la dejé yo, y tu solita no pudiste cambiarla.

-No amor, discúlpame, es que cuando entró Andrea en la habitación me asusté y me moví causando la caída de la prensa. Pero le pedí a Andrea que la colocara nuevamente en su lugar.

-Hummm, ya veo, está bien, mejor de lo que pensé que harías. Dicho esto tomó la prensa y de un tirón lo arranco de mi clítoris, provocando un nuevo chillido en mí. En seguida, sin ninguna contemplación, y sin que yo me diera cuenta, metió su pene en mi culo, hasta el fondo, provocando un orgasmo inmediato en mí, enorme, mi novio empezó a follar mi culo sin contemplación, y mi orgasmo seguía y seguía, increíblemente. El simplemente seguía taladrando mi culo, sacaba todo su rabo y lo volvía a meter hasta el fondo, luego, cambió de estrategia, y lo sacaba de mi ano y lo introducía en mi vagina, cosa que normalmente no solemos hacer, pero en ese momento se sentía como estar en la gloria, sin importarme las implicaciones que eso tenía, situación que volvió a producir otro orgasmo en mí, aunque no estaba segura si el anterior ya había terminado o era en realidad una continuación del primero. Mi novio seguía destrozándome por atrás, me daba verga con una fuerza extrema, al punto que oí crujir la silla y luego sentí como esta se destrozaba bajo mi cuerpo, en ese momento, sin sacarme la verga del culo, que era donde la tenía mi novio, me levanto en el aire y me llevo para la cama, los pedazos de la silla, las patas y el respaldar estaban destrozados, y se iban cayendo con forme mi novio me llevaba hacia la cama, donde me coloco a cuatro patas, terminó de quitar los restos de la silla y volvió a la faena de destrozarme el culo a placer. Yo pegaba gritos como loca, estaba segura que Andrea podía escuchar sin mayor dificultad mis gritos, y claro, todo aquel que quisiera escuchar. Finalmente sentí como mi novio estaba a punto de correrse, momento en el cual sacó su verga de mi culo y se apresuró a llegar hasta mi cara, donde nuevamente me hizo tragar su picha, esta vez con el sabor de mi culo, la excitación era tremenda, cosa que me hizo sentir el sabor de mi trasero como un manjar, más aun cuando empecé a sentir como la corrida de mi novio inundaba mi garganta. Saboree ese manjar como si del alimento más nutritivo se tratara, aun cuando no soy como he dicho antes, aficionada a eso. Estaba destrozada físicamente, el desgaste del día había sido tremendo, y pronto me quedé dormida.
PARA CONTACTAR CON LA AUTORA:
jessicaact@hotmail.com


Relato erótico: “Exhibiendome en la playa 5 y final” (POR JESSICA97)

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Exhibiéndome en la playa 5

Sábado

Me desperté de pronto, tenía un sueño y en él justo me estaban haciendo el amor, pero al despertarme y volver en mi me di cuenta que la situación no era del todo un sueño, pues mi novio estaba justamente empezando a introducir su tranca en mi panochita. Sin decir nada, simplemente me acomodé para facilitarle la faena, pues él se encontraba atrás mío, yo recostada de costado y simplemente tuve que acomodar de una mejor manera mis piernas. Mi sueño, al menos eso pensé en ese momento, me tenía totalmente mojada, aunque luego me enteré que mi novio ya tenía un buen rato de estar sobando y tocando mis partes, y más bien fue eso lo que provocó posiblemente mi sueño. El asunto es que la razón era lo que menos me importaba en ese momento, el pene de mi novio estaba llegando hasta lo más profundo de mi ser, sentí como sus bolas chocaron contra de ser, señal inequívoca de que aquel tremendo aparato había logrado entrar por completo en mi ajustada vagina, y ahora empezaba un mete-saca, primero con suavidad, pero con el pasar de los segundos se fue incrementando hasta convertirse en unas embestidas tremendas, donde prácticamente mi novio sacaba su picha casi por completo de mi vagina y luego la volvía a introducir hasta el fondo, sacando de mí en cada movimiento un quejido de placer, y claro está, por más acostumbrada que yo pueda estar a él, sus dimensiones son algo fuera de lo normal, cosa que cada vez que me hace el amor me hace sentir como la primera vez. De pronto, en una de esas embestidas, mi novio saco por completo su pene de mi vagina, y sin previo aviso lo colocó en la entrada de mi ano y lo introdujo sin mucho miramiento, si bien mi ano no estaba dilatado ni lubricado, la lubricación que tenía el pene de mi novio ayudado por la tremenda excitación que el tenia ayudo a facilitarle el ingreso por aquella cavidad, mis gritos no se hicieron esperar, pues en esa posición no tenía mucho acomodo, y sentí como esa verga me iba destrozando mi interior hasta llegar hasta el fondo, sin dar tiempo alguno para que mi culo se acostumbrara, mi novio empezó esta vez en mi ano su mete-saca, con un ritmo que sentí más fuerte que el que tenía en mi chochito, provocando un tremendo orgasmo en mí, que ayudé con una de mis manos en mi clítoris. Mi novio continuó destrozándome el interior de mi ano por algunos minutos más, hasta que de pronto sentí como sacaba su miembro, se levantaba muy a prisa y me obligo a tragar su pene, o lo que entrara en mi boca al menos, donde inmediatamente empezó a correrse de nuevo. Yo por mi parte trataba de tragar todo el semen que me fuera posible, pero la cantidad era tal que algo se me escapaba por las comisuras de mis labios.

-Te ha gustado despertar así Jessi? Dijo mi novio.

-Me encanta, no hay mejor manera de empezar el día.

-Te molesta que me haya corrido en tu boca? Preguntó el, y claro, es que normalmente no hacemos eso, él sabe que no me agrada mucho dar sexo oral, y mucho menos recibir el semen en mi boca, pero no entendía porque, en ese momento no me disgustó para nada. Otra cosa extraña en él era la manera en que me estaba tratando, pues había sido mucho más humillante con migo estos días. Cosa que se aclaró inmediatamente, y aunque ya me lo había dicho días atrás, nuevamente me dijo:

-Jessi, no quiero que te sientas mal ni que pienses mal de mí actuar. Quiero que sepas que en cualquier momento cuando sientas que algo no te gusta me lo digas, si no quieres hacer algo me lo dices y te lo voy a respetar.

-Lo se amor, y como ya te había dicho, te lo repito, estoy disfrutando mucho todas las situaciones, quiero que sigamos como hasta ahora, me gusta tu juego, me excitó sobre manera que me dejaras atada ayer y que luego vinieras y me hicieras tuya, sabes que me gusta ser tu sumisa, tu obediente perrita, y quiero que terminemos estas vacaciones de esa manera, juega con migo, úsame, que quiero sentirme tuya. Esas palabras fueron como un alivio en su rostro. Inmediatamente nos fundimos en un beso apasionado, de esos que das con mucho amor, en los que se siente la pasión desbordando, beso que poco a poco se fue transformando en toqueteos, su boca empezó a lamer la mía, y paso a ser ya un beso más sexual, mi calentura empezó a subir nuevamente, y ya mi panochita estaba nuevamente inundada, esperando ser penetrada nuevamente. Baje mi mano hasta su pene, estaba totalmente empalmado, así que empecé a darme vuelta para ofrecerle mi culo de nuevo, momento en que me hizo regresar a la realidad:

-Que haces perra, ya estas mojada de nuevo. Eres una puta legítima, deberías estar satisfecha después de la culiada que te he dado ya. No había duda, la conversación anterior le volvió a dar la confianza necesaria a mi novio y ya era nuevamente su perra sumisa. El continuó:

-Ve a limpiarte perra, que salimos pronto a correr. Me incorporé inmediatamente, me fui derecho a la ducha donde me di un baño rápido. Al salir ya mi novio se había alistado, y sobre la cama estaba la ropa que habíamos comprado el día anterior. Noté que mi novio no había colocado ningún hilito en la cama, por lo que deduje que quería que fuera sin nada abajo, y claro, era mi intención de todas formas, por lo que procedí a ponerme la ropa, la mini y el top en síntesis, luego me senté en la cama para ponerme las medias y los zapatos, momento en el que mi novio me dijo:

-Eres una legítima perra, con esa mini sin nada abajo.

-Me puse lo que has colocado en la cama amor.

-Yo solamente saque las cosas de la bolsa, pero bueno, era de suponer que no ibas a usar nada por abajo.

-Si tu prefieres me pongo un hilito amor, propuse.

-No, déjalo, igual ya todos en la playa conocen tu cuerpo casi por completo! Apresúrate más bien.

-Voy, solo me falta un zapato. Dicho esto terminé de colocarme el zapato y seguí a mi novio quien ya estaba saliendo de la habitación. No había terminado de cerrar la puerta cuando ya él iba corriendo, así que me apresure a cerrar y ponerme en marcha tras él. Hoy no tenía ninguna excusa para no correr, tenía calzado, y si bien el top era muy provocativo por lo ajustado que era, me sostenía muy bien las tetas, permitiéndome correr a gusto, claro, siempre estarían bailando de un lado a otro, pero al menos no de una manera molesta. Prácticamente tuve que correr a lo máximo que me daban las piernas para poder sostener el ritmo de mi novio, y esta vez, contrario al día anterior, íbamos hacia la montaña, no hacia la playa, por lo que íbamos de subida, y el desgaste era mucho mayor. Yo iba unos diez metros atrás de mi novio, y cada que pasaba un auto sus ocupantes, si eran varones, mi gritaban algún piropo, y aunque la mini se había sostenido muy bien en su lugar, tapando todo lo que debía tapar, aun así la visión de mi cuerpo, mis piernas, mi vientre desnudo y los pechos botando bajo el top eran algo digno de elogiar. Al cabo de unos quince minutos sentí que no podría mantener el ritmo por mucho tiempo más, mi novio parecía incansable, me había echado un polvo unos veinte minutos atrás, y estaba como nada, yo por mi lado sentía temblar ya todo mi cuerpo, el polvo de la mañana me había dejado interiormente destrozada, y no me había dado tiempo a recuperar fuerzas cuando ya habíamos salido a correr. Forcé un poco el paso y alcance a mi novio.

-Amor, bájale un poco el ritmo por favor, no voy a aguantar más así.

-Ahora que es el problema, ya tienes zapatos y ropa adecuada!

-Si amor, lo sé, discúlpame, pero no tengo la condición que tú tienes, y el polvo de la mañana me ha dejado muerta.

-Pues yo eche el polvo con tigo, y voy muy bien aún, así que esa no es excusa.

-Amor, no voy a poder mantener el paso.

-Grrrrr… eres un atraso perra… nos detendremos a descansar un poco ahí adelante. Me señalo un aparcadero que había a unos seiscientos metros de distancia, en una curva más adelante. Él se adelantó, mi cuerpo no daba más, y aunque no deje de trotar si baje totalmente el ritmo. Al llegar, ya mi novio estaba sentado en una banca que había a la orilla del precipicio, era un sitio como un mirador, pues había una vista preciosa de toda la playa. Me senté a su lado y le abrace cariñosamente. El me devolvió el gesto, acariciando mis piernas por un rato.

-No andas muy bien de condición Jessi, me dijo mi novio.

-No estoy tan mal amor, pero es que tu estas muy acostumbrado a correr mucho, y muy rápido, yo no puedo tanto, me defendí.

-Pues yo creo que ya no tienes más aire, me desafió.

-Pues quizás no tengo tanto aire como tú, pero sí que tengo condición. Esas palabras mías fueron como retadoras, y yo estaba segura de que tenía suficiente aire. Mi novio no se quedó atrás, y entonces propuso.

-Bueno, entonces hagamos una carrera.

-Pues, no puedo competir en igualdad de condiciones con tigo, es evidente, como dije antes, que tu estas mucho más acostumbrado que yo a esto. Mi novio se quedó pensativo por unos instantes, hecho un vistazo y entonces dijo:

-Bueno, hagámoslo justo entonces. Mira, de aquí al hotel por donde veníamos habrán unos tres kilómetros, si seguimos por este camino hacia adelante, se puede llegar también al hotel, pero rodeando esta montaña, calculo que deben haber unos cinco kilómetros por este otro lado. Ve tú por el lado corto, yo por el largo, y quien gane se llevará un premio. La idea me sonó bien, pero cuál sería el premio? Se lo pregunté de una:

-Y el premio, cuál es?

-Si tú ganas, tendrás libertad para hacer las cosas como tú quieras, vestirte a tu gusto, sexo en el momento que quieras, y todo lo que desees. Eso me gustó, pero quería saber cuál era la otra parte.

-Y si tu ganas?

-Pues, si yo gano seguirás siendo mi esclava! Me pareció que no tenía nada que perder, ya de todas formas era su esclava, y si ganaba podría tener sexo a mi gusto. Acepté de inmediato, y no había terminado de decir que si cuando mi novio ya iba corriendo en dirección de su objetivo. Yo me levante a como pude, y empecé a correr lo más rápido que podía, quería ganar a toda costa esa carrera. Esta vez iba de bajada, así que pensé que sería más fácil, los autos pasaban a mi lado, y los chicos me gritaban cosas, más ahora que seguro me miraban totalmente sola. Iba a toda marcha, más rápido de lo que había ido en el trayecto inicial, empecé a sentir como la mini ahora ya se me empezaba a subir de a poco, dejando mi culo a la vista, y posiblemente mi pubis. En ese momento no tenía tiempo para pensar en eso, y mi concentración estaba enfocada totalmente a dar el máximo rendimiento en aquella carrera. El camino se me hizo mucho más corto, y pronto pase frente al restaurante donde en la noche debería ir al concurso de camisetas mojadas, a los pocos minutos ya estaba en la entrada al hotel, estaba segura que había ganado, era imposible que mi novio rodeara la montaña más rápido que yo, pero al entrar por el portón lo divisé sentado en una de las sillitas de la piscina. Estaba ahí, me había derrotado, y mi sumisión seguiría de ahí en adelante. Avancé hasta donde se encontraba mi novio, quien con una gran sonrisa me estaba esperando, incluso daba la impresión de estar hace rato ahí sentado, pues no se le miraba para nada agitado, me empecé a sospechar que había gato encerrado, pero no tenía pruebas, y en realidad no me molestaba seguir con el juego que me había ya montado.

-Te has tardado demasiado perrita. Me dijo mi novio.

-Y yo que juraba que te ganaría, pero bueno, creo que ya estoy más que acostumbrada a perder en estas cosas, sigo siendo tu esclava.

-No, ahora eres mi esclava, antes estábamos jugando! Las palabras de mi novio me pusieron a pensar por un instante, pero al final de cuentas concluí que sería lo mismo, no le di mayor importancia. Mientras pensaba, mi novio se levantó de su sitio y se dirigió a la habitación, yo le seguí. Entramos en la habitación, inmediatamente me dijo:

-De rodillas perra! Me arrodille inmediatamente, él se acercó a mí, se sacó la picha de sus pantaloncillos y me la metió en la boca directamente. No la tenia del toda dura, pero empezaba a ponerse en forma. Empezó a follarme literalmente por la boca, yo hacía lo posible por no ahogarme, con forme su pene iba creciendo en tamaño, cuando sentí que ya estaba en su máxima dimensión, su semen empezó a salir, se había corrido en menos de dos minutos de acción. Yo me trague su corrida, tenía una calentura tremenda, aunque suponía que no habría penetración por ninguno de mis orificios. Cosa que mi novio me confirmó, y me hizo saber que la situación era más crítica de lo que yo esperaba:

-Si quieres satisfacción, tendrás que ganar el concurso de camisetas mojadas hoy en la noche, de lo contrario, no habrá más para ti durante el resto del paseo!

-Pero… intenté protestar, pero una bofetada en mi rostro fue lo que obtuve.

-Calla perra, de ahora en adelante, como mi esclava tendrás que mantenerte en silencio, no tienes derecho a decir ni reclamar nada puta, haces exactamente lo que yo diga. Entendido?

-Si amor.

-Nada de amor, AMO, entendiste?

-Si… amo, dije yo muy sumisa.

-Muy bien, otra cosa, en la noche elegirás los trapos que te pondrás para el concurso, pero mi condición es que con lo que vas a concursar es con lo que sales de aquí, y no tienes derecho de llevar nada más. Si en el concurso te quitas la camiseta y la vientas, pues reza a encontrar luego tu camiseta, no puedes pedir más nada prestado, y deberás regresar con lo que te queda después del concurso, entendido?

-Si amor, momento en que me dio otro bofetón en el rostro, se me había ido, tenía que decirle amo, pero no dije nada más, pensé que el bofetón pagaba la omisión, pero no pasaron 10 segundos y me dio otro, más fuerte, momento en el que comprendí que debía corregirme:

-Disculpa amo, si amo.

-Bien. Él se levantó y se fue a la ducha, yo estaba de rodillas en el suelo, y pensé que sería prudente quedarme ahí en esa posición. Empecé a pensar en lo que me dijo mi novio, debía ganar el concurso, y aunque la mayoría de los chicos me había dicho que fijo ganaba, me preocupaba la situación. No veía ningún problema en salir de la habitación con lo que participaría, iría en un hilito dental y una camiseta, incluso me podría colocar un pareo para salir. Me preocupaba un poco más el regreso, ya que estaba claro que la camiseta me la quitaría, y posiblemente en el calor del momento la arrojaría al público, lo que me obligaría a regresar con las tetas al aire, aunque igual, pensé que eso no sería problema para mí. En eso mi novio salió de la ducha, se puso su ropa y salió de la habitación sin decir nada. Al menos no había visto ningún problema en mi quietud, y no me había dejado amarrada como el día anterior. Pocos minutos después regresó, traía algo para desayunar.

-Levántate puta, vete a duchar.

-Si amo. Me incorporé y me fui directo a la ducha, me desnude y entré a bañarme. Tardé un par de minutos lavándome, al salir, tome una toalla y me seque el cuerpo, regresé a la habitación, vi en la cama un hilito dental, el blanco de uno de mis trajes de baño, y frente a la cama unos tacones, blancos también. Me quede parada frente a la cama, y pensé en preguntar a mi novio:

-Que ordenas amo?

-Mmmm, ponte lo que he preparado para ti. Inmediatamente me coloqué el hilito, y me senté en la cama para ponerme los tacones. Una vez estuve lista, me levante y me coloqué frente a mi novio de nuevo.

-Algo más amo? Pregunté yo. Esperaba que me diera algo para desayunar, el polvo de la mañana más los ejercicios me tenían con mucho apetito.

-Ve al restaurante y solicitas tu desayuno, te vienes de regreso para acá sin detenerte a platicar con nadie más, te estaré vigilando.

-Si amo, contesté yo con algo de duda. Por un instante eché un ojo a la cama, pues no tenía nada en mis tetas, y el bikini que me había puesto si tenía la parte superior, pensé que yo no lo había visto, pues mi novio pretendía que fuera al restaurante, pero al mirar la cama no vi nada, así que no lo pensé más, pues si me tardaba mi amo se enfadaría, empecé a caminar, momento en el que mi novio me detuvo diciendo:

-Espera perra, pensé que me buscaría el bra del bikini. Sin embargo él se levantó de su sitio, fue a mis cosas y sacó de ahí mi cadenita de cintura, me lo entregó y me dijo:

-Colócate esto.

-Si amo. Me coloque la cadenilla en mi cintura, y sin decir más salí de la habitación. Serian cerca de las ocho de la mañana, al salir noté que los chicos de la limpieza de la piscina estaban nuevamente ahí, y claro, se quedaron mirándome al pasar por la orilla de la alberca con las tetas al aire, yo iba caminando bastante a prisa, así que el baile de mis tetas libres era tremendo, así como el sonido que producían mis tacones en el piso. Pasé frente a la recepción, buscando la salida del hotel, pues el restaurante estaba al frente de este, cruzando la calle, Juan estaba en la recepción, y también se quedó mirándome al verme pasar. Salí por el portón, no había mucha gente afuera, pero si algunos afortunados chicos que me vieron cruzar la calle con las tetas desnudas, entré en el restaurante, habían algunas personas tomando el desayuno, todos, hombres y mujeres se me quedaron viendo, no era de extrañarse, una rubia entrando prácticamente desnuda al restaurante, no era algo que pasaba todos los días, y mucho menos como para no mirar. Me dirigí directo al mostrador, donde uno de los chicos me atendió:

-Supongo vienes por el desayuno que dejo pagado tu marido?

-Sí.

-En seguida te lo traigo, dijo el muchacho, quien no había apartado sus ojos de mis tetas en todo momento, y claro, no lo podía culpar. Parece que mi novio ya había dejado sobre aviso que vendría yo, y todo estaba ordenado.

-Aquí tienes Jessica.

-Muchas gracias, le dije al chico, quien me entregó una bolsa cerrada, no la revisé, me di media vuelta, ya a como entré salí del lugar, causando la misma impresión en mi salida. Crucé la calle a prisa y regrese al hotel. Juan ahora estaba fuera de la recepción, al verme me dijo:

-Bueno días Jessica.

-Buenos días Juan.

-Luces hermosa, veo que te estas alistando para la noche.

-Gracias Juan, espero no defraudarte, le dije yo sin detenerme. En eso los chicos de la piscina nuevamente se me quedaron mirando muy fijamente a mis movimientos, pero yo seguí mi camino hasta la habitación. Al llegar a la puerta esta estaba cerrada, así que toqué la puerta. Mi novio no me abría, en eso Juan, que se había venido tras de mí, me dijo:

-Tu novio salió, pensé que estaría con tigo.

-No Juan, yo estaba en el restaurante. Me podrías abrir tú la puerta por favor?

-Claro que sí, dame un momento, que voy por la llave. Juan se alejó a prisa, mientras yo me quede parada frente a la puerta, los chicos de la limpieza de la piscina no perdían detalle, me miraban sin hacer nada más, con pleno descaro, aunque tenía que aceptar que la descarada parecía más bien yo. A los pocos minutos regresó Juan, con la llave, me abrió de inmediato la puerta y me permitió pasar adentro.

-Muchas gracias Juan, eres un sol.

-Con gusto Jessica. Cerré la puerta y coloque mi desayuno en la mesita. Pensé por un momento la situación y entonces me di cuenta que mi novio me había autorizado para desayunar. Por lo que me senté en la única silla que había aun, pues la otra la habíamos roto el día anterior, abrí la bolsa y saque la comida. Había una taza con frutas en cuadritos, un emparedado y una taza de café. Devoré prácticamente todo, tenía mucha hambre. Terminados los alimentos, me quede esperando, al cabo de unos quince minutos sonó mi celular, era mi novio quien me llamaba. Conteste de inmediato, y me dijo que había salido un rato, regresaría más tarde, que me fuera para la piscina a broncear, pero no tenía permitido pedir ayuda a ningún chico para colocarme el bronceador, únicamente Andrea podía hacerlo si estaba. Me colgó sin darme tiempo a decir nada. Seguí sus instrucciones, tome mi bolsito de objetos personales, mi toalla grande y salí de la habitación. Me fui directo a mi silla habitual, nuevamente era el centro de atención de los chicos. Coloqué el paño sobre la silla, inclinándome para hacer esto de la manera normal, es decir, sin flexionar mis rodillas, dando en cada caso una inmejorable vista de mi culo a los chicos. Luego me tumbé en la silla, boca arriba, y empecé a untarme el cuerpo con la crema bronceadora. Me deleite sobre manera en mis tetas, y luego en la zona del bikini, metiendo mano por mis intimidades, pero sin tocarme mi sexo. Me puse las gafas de sol y me relajé. No había pasado mucho tiempo cuando escuche que Andrea salía de su habitación y se aproximaba hacia mí, al mirarla, vi que venía ya con su bikini lista para tomar el sol. Preparó su silla y se acostó, saludándome:

-Buenos días Jessi, que tal la noche? Me sonó que su voz tenía algo de malicia, y claro, de seguro había escuchado la situación que se dio la noche anterior, y lo que no sabía, pues lo debía suponer.

-Buenos días Andre, muy bien, todo excelente!!!

-Se te nota en el rostro!!! No contesté nada a eso. A los pocos segundos me dijo:

-Me ayudas con el bronceador? Ella ya se había acostado sobre su toalla, boca abajo, por lo que me levante de mi sitio y procedí a darle cremita en toda su espalda, despojándola de la parte superior del bikini, y luego continúe dando crema en sus piernas y culo. Termine la labor, regresé a mi silla, acostándome boca abajo igual que ella, entonces le solicite que me diera el mismo tratamiento. Ella accedió de inmediato, se levantó de su silla, y pese a tener el par de mirones a su espalda no se cortó para mostrar sus tetas, empezó con sus masajes, los cuales igual que siempre, se prolongaron en la zona de mi culo. Entonces me dijo:

-Y este milagro que no traes nada en tus orificios!

-Ja ja ja, no seas cabrona Andrea! Pero pese a eso, ella empezó a hurgar entre mis piernas, metió un dedo por mi vagina, como revisando si no era que tenía algo metido más adentro, esa situación hizo que me sacara un gemido, e instintivamente alce mi culo para darle un mejor acceso, inmediatamente metió un dedo en mi ano, como comprobando su interior, y al sacar sus dedos me dijo:

-De verdad que no llevas nada, no me lo puedo creer!

-No seas cabrona Andrea, regresa a tu sitio mejor! Ella regresó a su lugar, nos relajamos las dos y al rato le pregunté:

-Cómo crees que sea ese concurso de camisetas mojadas?

-No tengo ni idea Jessi, tú eres la experta en eso.

-Bueno, como que experta no, participé un par de veces, eso no quiere decir que sea experta en el tema.

-Bueno, que importa, disfrútalo nada más. No quería decirle a Andrea que debía ganar ese concurso a cualquier precio. A los pocos minutos, tuve la idea de consultarle a Juan, quizás él tendría algo de información sobre el concurso y de esa manera me podría preparar mejor. Me levante de mi sitio y me fui hacia la recepción, los chicos del ase de la piscina seguían ahí, y cada movimiento que yo hacía lo seguían con detenimiento. Al llegar a la recepción, noté que había alguien dentro, pero debido al sol, estaba encandilada, y no podía distinguir quien era dentro de la habitación. Al entrar, mi vista pronto se acostumbró a la luz, y entonces vi que había un hombre de unos 30 años frente al mostrador, que no me quitaba los ojos de encima, de mis tetas para ser exactos, además de que igual bajaba su mirada a mi entrepierna. Juan estaba del otro lado del mostrador. El nuevo chico se me hacía conocido de algún sitio, pero no lograba relacionarle.

-Hola, buenos días, saludé yo.

-Buenos días Jessi, me saludó Juan.

-Buenos días, dijo el otro chico, casi al tiempo que Juan.

-En que te puedo ayudar Jessi, preguntó Juan.

-Quería hacerte una pregunta, pero veo que estás ocupado, mejor regreso luego.

-No Jessica, para nada, no estamos ocupados, él es Gerardo, un amigo, trabaja en un restaurante aquí cerca, estábamos hablando de cosas sin importancia. Pregúntame lo que gustes. La situación me incomodó un poco, pues no sabía quién era el chico, pero ya estaba ahí, y bueno, no me iba a ir ahora.

-Bueno, es que quería preguntarte si tú sabes algo sobre el concurso de hoy de las camisetas mojadas, me refiero a la mecánica y eso, como para saber a lo que voy. Al momento de decir esto, vi que Gerardo se alertó, y entonces me miró aún mejor, Juan al mismo tiempo se hecho una risita y dijo:

-Pues mira qué casualidad, has llegado en el mejor de los momentos para hacer las preguntas, Gerardo es el organizador del evento!

-En serio!!! Dije yo con asombro.

-Así es, dijo el propio Gerardo, y continuó: que es lo que quieres saber?

-Pues no sé, como es el asunto, que esperan de las chicas? Como hacen la elección, en fin, para saber a qué voy. Gerardo se me quedó viendo, y después de algunos segundos de repaso dijo:

-Yo al menos esperaría justo lo que veo ahora. Si te inscribes y participas así veo amplias posibilidades de que seas elegida.

-Mmmm, en base a que hacen la elección entonces? ¿La que enseña más gana?

-No, en realidad la elección la hace el público, tienes que gustarle a los asistentes, y a la chica que le hacen más bulla será la ganadora. Te digo algo más, hasta ahora hemos realizado el concurso dos veces, y las dos veces lo ha ganado la misma chica, una chica de aquí mismo, del pueblo, aunque para ser sincero, estas mucho más guapa tu que ella, y bueno, muchísimo más atrevida! En ese momento me puse a pensar, y la curiosidad me pico:

-Y participara esa chica de nuevo hoy?

-Sí, fue la primera en inscribirse, ella trabaja en una tienda deportiva acá cerca. En ese momento mi mente amarro todos los cabos sueltos, y no podía ser otra, la chica del día anterior que me había vendido la ropa deportiva, claro, es una belleza, joven, de unos 20 o 22 años, piel bronceada, cabello negro largo y rizado, aunque algo más bajita que yo, pues debía medir más menos 1.60 a 1.65, pero debía tener medidas perfectas, o muy cercanas a eso. Entonces dije:

-Creo que se quién es la chica, ya la he visto en ese negocio.

-Bueno, entonces ya sabes a quien te enfrentas, de hecho, ella ha sido hasta el momento la única que ha dejado ver sus tetas en el concurso, siempre se apuntan chicas tímidas, que no se quitan ni el bra de sus bikinis, y entonces, obvio, la camiseta mojada no sirve de nada. Claro, me parece que tú no vas a tener problemas con eso, según veo.

-Ja ja ja, reí yo, y pues, era evidente que dentro de mis intenciones estaba quitarme la camiseta, lo cual aparentemente me daba cierta ventaja. Entonces, continuó Gerardo hablando, y bajó su mirada directo a mi panochita:

Y bueno, parece que si usas ese bikini se verá algo que nunca se ha visto!!! No me había dado cuenta, pero la línea de vellitos de mi pubis asomaba por encima del triangulito, el cual se me había bajado e incrustado entre los labios de mi vagina, dejando ver incluso parte de los labios fuera del bikini. Ya no era momento para sonrojarme por la situación, por lo que decidida dije:

-Bueno, quizás entonces pueda quitarme algo más que solo la camiseta! Mis palabras causaron el efecto que esperaba, pues tanto Gerardo como Juan se quedaron mudos por un momento, para ser Gerardo luego el que volvió a hablar.

-Nosotros no vamos a impedir que muestres lo que tú quieras mostrar, para ganar todo se vale. Esas palabras me las iba a tomar muy en serio, pues para mí era una necesidad ganar ese concurso.

-Dime una cosa Gerardo, que debo hacer para inscribirme? Pregunté yo.

-Nada, solo me dices y estas inscrita, pero mira, te voy a dar un consejo, no te inscribas aun, hazlo hasta el último momento, justo antes de comenzar, para que tengas el último puesto, eso te dará ventaja sobre las otras participantes pues podrás ver lo que hacen y lo que debes superar. Igual, la chica a vencer es la primera, pero bueno, nunca se sabe quién más podría inscribirse.

-No tienen cupos limitados? Pregunté de nuevo.

-No, para nada, se inscriben tantas como quieran, igual, la primera vez solo habían cuatro chicas, y la vez anterior cinco, ahora si bien ya hay más, llevamos ocho, pero por mí que se inscriban cien!!!

-Hay que pagar algo por la inscripción? Pregunté de nuevo.

-No Jessica, si cobráramos algo no se inscribe ninguna chica, más bien debemos tratar de mejorar los premios para atraer más concursantes, quizás por eso ya hay ocho, por mejorar los premios. La verdad no me interesaba el premio que me pudieran dar ellos, yo ya tenía una premiación si era la ganadora, y era todo lo que necesitaba en aquel momento.

-Bueno, entonces en la noche al llegar me inscribo. Señalé

-Date por inscrita, pero igual, cuando escuches que vamos a comenzar te acercas a la mesa para inscribirte, igual estaremos toda la noche llamando a más chicas para animar el ambiente.

-De acuerdo. Bueno chicos, regreso a tomar sol. Me despedí de ambos regalándole un besito a cada uno en sus mejillas. Salí de la recepción, los chicos de la limpieza, Pedro y Roberto seguían ahí, y nuevamente estaban pendientes de mi paso, en ese justo momento pensé en que sería bueno conseguir apoyo para el concurso, y ellos dos serian buenos candidatos. Al llegar a mi silla, Pedro quedaba de mí como a unos 5 metros, me miraba como bobo, totalmente ido en mis tetas, por lo que aproveche para llamarlo:

-Pedro, como estas, ven aquí un momento porfa. El pobre estaba tan embobado que no reaccionó, y fue Roberto quien de un golpe en su cabeza lo espabiló.

-Pedro, cabrón, no hagas esperar a la señorita! Al escuchar a Roberto, tan atento, le llamé también.

-Roberto, tú también puedes venir por favor. En ese momento Andrea, que estaba media dormida reacciono, y me dijo:

-Que haces, porque los llamas, no ves que estoy con las tetas al aire!

-Estas boca abajo, y solo los llamo un momento. En ese momento ya los dos estaban llegando a mi sitio, por lo que me levante, y los salude debidamente:

-Como están chicos, les dije, dándoles un beso a cada uno, continué, quería pedirles un favor a ambos:

-Con mucho gusto si está a nuestro alcance te ayudaremos preciosa, dijo Roberto.

-Gracias Roberto, mi nombre es Jessica, el asunto es que hoy por la noche hay un concurso de camisetas mojadas en… me quede pensativa, y es que no sabía cómo se llamaba el lugar, pero Roberto, que estaba muy atento dijo:

-Sí, el del restaurante aquí cerca, estamos enterados, de hecho, iremos ahí en la noche!

-Ah, grandioso, entonces no debo solicitarles que vallan, solo quiero pedirles que me den su apoyo!

-PARTICIPARAS? Dijeron ambos en coro.

-Sí, les dije.

-Uyyyyyyyyyyy madre mía, entonces no me lo pierdo por nada, esta vez sí que va estar bueno!!! Dijo Roberto de nuevo.

-Bueno, pero deben apoyarme, si?

-Cerraré los ojos cuando salgan las otras chicas para solo mirarte a ti, dijo Roberto para confirmarme su apoyo, mientras el pobre de Pedro no sabía ni que decir.

-Gracias chicos, estaré agradecida con ambos! Me di media vuelta, dándoles la espalda, e hice como que reacomodaba la toalla sobre la silla, inclinando mi cuerpo y dándoles una vista inmejorable de mi culo a ambos, que estarían a centímetros de mi culo en ese momento, luego me recosté de nuevo, boca abajo y me relaje, no me atreví a solicitarle crema a ninguno de los dos, aunque gustosa lo hubiese hecho, pero las ordenes de mi novio eran claras. Al escuchar que los chicos se alejaban, pude distinguir que Roberto le decía a Pedro:

-Vio Pedrito, esa perra llevaba hasta los pelitos del panochito fuera del hilo, es una verdadera puta esa! La respuesta del “pedrito” no era ya audible para mis oídos, pero la nueva frase de Roberto, quien hablaba un poco más fuerte si la volví a escuchar, y era deducible lo que le dijo Pedro:

Coooomo que no se fijó en los pelitos, si se le veían… Ya ahí mis oídos no lograban distinguir palabra alguna, por lo que supe que ya estaba lejos de nosotras.

-Andre, me pones crema de nuevo en la espalda porfa?

-Porque no se lo pediste a ese par, seguro lo hacían con gusto, contesto ella un poco cabreada.

-Andre, no seas malita porfa, que me voy a quemar si no. Andre, mirando que ya los chicos se habían retirado se incorporó y tomando el bronceador me empezó a sobar la espalda con la crema entre sus manos. Al tiempo que empezó a decirme:

-Te has tomado muy en serio el asunto del concurso eh, como que estás muy interesada en ganarlo!

-Algo, cuando me meto en algo me gusta dar lo mejor, lo sabes, como si no me conocieras.

-Es cierto, pero creo que esto es más de lo normal en ti, llamar a esos chicos, ir a hablar con Juan, en fin, y como si fuera poco, andas por todo el hotel con las tetas al aire y prácticamente tu panocha igual.

-No, mi cosito no, tengo siempre mi hilito puesto.

-Bueno, si lo andas, ahí, pero es como si no, mírate no más, se te ve todo, lo traes todo metido entre tu vagina, como si tapara tanto, y lo desapareces!!!

-Hay Andre, me vas a poner bronceador o me vas a criticar el resto de la mañana!

-Jessica, es que mira, si andas desnuda! Diciéndome eso metió su mano entre mis piernas y dos de sus dedos se metieron en mi chochito, llevando consigo el hilito de mi bikini más adentro de mi cavidad sexual. Yo di un gemido de placer al sentir sus dedos entrando en mi vagina, y como de costumbre, en un acto casi reflejo levante un poco mi culo dejándole más a su disposición mis partes.

-Que eres una perra Jessi, en lugar de protestar gimes y levantas más tu culo para que te meta más.

-Es que me haces muy rico Andre. En ese momento me percaté que justo estaba llegando a espaldas de Andrea Gerardo, que había notado la situación y estaba con la boca abierta. Yo como la más tranquila le dije:

-Hola Gerardo, que gusto verte de nuevo. En ese momento, Andrea brinco del susto, pues no había notado la presencia del observador, acto seguido, instintivo por cierto, se puso sus manos sobre las tetas para cubrirse, y su rostro se enrojeció de la vergüenza, pues sabía que la habían visto hurgando entre mis partes. Gerardo dijo en seguida:

-Había olvidado decirte que el concurso empezara a eso de las once, no valla ser que llegues tarde Jessica.

-Ahí estaré, no te preocupes.

-También debes ir pensando en alguna canción para tu presentación.

-Ah, pondrán una canción para cada concursante?

-Pues sí, claro, es la idea, que bailes al ritmo de alguna canción, de tu preferencia.

-Está bien, no sabía eso, pero pensaré en algo.

-Excelente, y tu amiga no quisiera participar?

-No, yo no, paso de esas cosas, dijo Andrea cortante.

-Bueno, al menos esperamos verte para que le des tu apoyo a Jessica.

-Ella estará ahí, apunte yo antes de que Andrea dijera otra conchada. Gerardo se retiró nuevamente sobre sus pasos, y para mí era evidente que lo de la hora fue solo una excusa para venir a verme nuevamente, y valla si me vio, totalmente penetrada por los dedos de Andrea!

-Andre, termina de ponerme el bronceador! Le insistí a mi amiga, quien nuevamente de mala gana se levantó y me puso el bronceador, esta vez de manera rápida, parecía haber aprendido la lección de no estar metiendo mano donde no quiere que la miren! Durante la mañana, no hice más que tomar el sol, al rato salió Carlos, quien nos acompañó por un rato, y luego se retiró con Andrea dejándome nuevamente sola. Mi novio aún no había llegado. Durante todo este tiempo estuve pensando en el concurso, cual canción seria apropiada para el numerito que montaría. La chica de la tienda deportiva, era mi rival de turno, ella tenía la ventaja de ser de la zona, por su atractivo debía ser muy popular, evidentemente era una chica de gym, por lo que tendría muchas amistades, y por ende, mucho apoyo, mucho más joven que yo, en fin, desde ese punto de vista tenia las de ganar. Aunque yo también tenía lo mío a favor, si bien la chica de la tienda es una belleza, yo me considero a mí misma de muy buen ver, claro está, mi estatura me hace ver más elegante, y bueno, mis pechos son bastante más grandes que los de ella, y dado que el concurso es de camisetas mojadas, evidentemente es lo que más va a llamar la atención, y bueno, lo que sentía más a favor mío era mi experiencia como stripper, cosa que a menos que la chica trabajase en las noches también, no tendría esa ventaja. Mis pensamientos iban y venían, que si una canción, que si otra, recordaba los numeritos cuando trabaja, las canciones que solía usar, ya que la mayoría de las chicas que trabajamos de stripper tenemos algunos numeritos ya montados con ciertas canciones, y claro, al haber trabajado por cinco años, y repetido cientos de veces posiblemente los diferentes números, pues, tenía todos muy bien grabados aun en mi mente. Si bien, cuando trabajaba de stripper me gustaba mucho usar música reggae, Bob Marley, Inner Circle, UB40, me encantaba bailar con Romie, de Beenie Man, esas canciones, mas latinas, tenían mucho “pegue” en Canadá, donde trabajaba y era únicamente yo latina, pero en mi ambiente, donde el ser latina no hacia diferencia, esas canciones no tendrían mucha influencia, igual, supuse que la mayoría de participantes serian chicas jóvenes en comparación a mí, así que empecé a pensar en canciones más viejas, de rock o pop, decidiéndome finalmente por una de Roxette, How do you do, que usaba también frecuentemente cuando trabajaba de stripper y tenía una coreografía montada ya. Mientras todos estos pensamientos corrían por mi mente, no me había percatado de que mi novio estaba parado a mi lado:

-Levántate perra! Ordenó el. Yo en seguida reaccioné, y volví a mi realidad, la realidad de que era su esclava por derecho. Inmediatamente me levante sin chistar ni decir una palabra.

-Bien, bien, luces muy bien, como la perra que eres. Recoge tus cosas puta, y vienes para la habitación. Él se fue adelante, yo tome las cosas lo más rápido que pude y me fui tras él. Entré en la habitación, él estaba sentado en la cama y mirándome me dijo:

-No dejas oportunidad para lucirte verdad perra!

-Si amo, lo que digas. Una sonrisa se dibujó en la cara de mi novio dada mi respuesta.

-Andas prácticamente desnuda puta, se te ven hasta los pelitos. No supe si debía o no contestar, preferí mantener silencio. Pareció ser la decisión acertada, pues mi novio volvió a sonreírse, como satisfecho de mi silencio.

-Sabes guardar silencio, dijo el, confirmando lo que había deducido. Continuó: quiero que en la tarde regreses a tomar el sol, esta vez sin dejar ver tus pelitos, con el mismo hilito, quiero que se marque bien la forma de ese tanguita en tu cuerpo. De acuerdo perra?

-Está bien amo, haré lo posible por cumplir lo que pides. Nuevamente la sonrisa de satisfacción se hacía presente en mi novio, y yo estaba aliviada de no recibir otra bofetada.

-Iré a traer el almuerzo, hoy nos quedamos en la habitación, no quiero que te andes exhibiendo durante el día, pórtate bien y serás recompensada.

-Está bien amo, lo que tú digas. Mi novio salió de la habitación, iba muy satisfecho de la situación, me alegré por eso. Yo por mi parte me quedé sentada en la cama, esperando su regreso, mientras seguía pensando en lo que pasaría esa noche. Al poco rato regresó mi novio, con dos platos de comida, yo estaba bastante hambrienta, por lo que comí de buena gana todo lo que había traído. Terminado el almuerzo, mi novio volvió al ataque:

-Desnúdate perra. La tarea no resultaría muy compleja, solo llevaba el minúsculo hilo dental entre mi culo, creo que tardó más el en ordenarlo que yo en realizarlo. Una vez estuve desnuda, me tomó de la cintura y me jalo hacia él, me hizo colocar de espadas a él, y me tomó de las nalgas, abriéndomelas por completo. Mi panochita se mojó de inmediato, pensé que sería recompensada por mi buen comportamiento, pero estaba muy equivocada.

-Debes depilarte bien tu culo perra, ya empiezan a verse algunos vellitos. Me estaba examinando!!! Y bueno, no dejaba de ser verdad lo que me decía, pues si bien me había depilado antes de venir a la playa, para depilarme bien la zona de mi ano debo ir a una cosmética, pues la incomodidad y lo difícil de la zona del ano hacen muy difícil el trabajo y más aún garantizar que quede bien.

-Amo, tu sabes que es difícil hacerme eso sola, puedo buscar ayuda, quizás tú? O Alguien más. Mi novio se quedó pensativo por un rato, en seguida vi en sus ojos la chispa de que tenía una idea, entonces dijo:

-Pídele ayuda a tu amiga, que ella lo haga. El muy cabrón me haría pedirle a Andrea que me depile el culo. Era una movida muy buena de parte de él para humillarme.

-Si amo, quieres que valla a buscarla de una vez?

-Si perra, ya mismo. Yo me levanté dispuesta a salir cuando mi novio me detuvo:

-Donde crees que vas perra?

-Voy a buscar a Andrea como me lo has ordenado amo.

-Desnuda?

-No me has dicho que me vistiera amo. Sentí que al menos en esta no podría atacarme de ninguna manera.

-Ponte el bikini, COMPLETO, perra, luego vas a llamarla y regresas aquí en seguida.

-Si amo. Inmediatamente me volví a colocar el hilito y busque entre mis cosas el pequeñísimo bra que venía con ese hilo, me lo coloque y en seguida salí de la habitación. Caminé hasta la habitación de Andrea, toque la puerta y me abrió Carlos.

-Hola Jessica, que gusto verte.

-Hola Carlos, está por ahí Andrea?

-Sí, te la llamo en seguida, ¡Andre, Jessica te busca!

-Voy, Contestó Andre desde dentro, en seguida salió y me dijo:

-Dime Jess.

-Andre, ocupo que me hagas un favor.

-Con gusto Jess, dime.

-Necesito que me ayudes a depilarme. Andrea me miro con cara de extraña, y obvio, normalmente no ocupamos ayuda para esas cosas, ella dijo:

-Para que ocupas ayuda en eso Jess?

-El culo Andre, le dije ya susurrando.

-¡Te vas a depilar el culo Jessi! Dijo la cabrona casi a grito pelado.

-Shhh… publícalo en el diario mejor, le dije en tono de enfado.

-Discúlpame Jess, fue la impresión, no me lo esperaba. Y porque quieres depilarte el culo. Pensé en el asunto un poco, y no le quería decir que mi novio, mi amo, me mandaba hacer eso, así que pensé que sería mejor decir una razón personal.

-Hay Andre, no pidas tantas explicaciones, quiero depilarme ahí, listo, ayúdame porfa.

-Estás pensando en desnudarte del todo verdad?

-No preguntes tanto, vamos, ayúdame.

-Ja ja ja ja… está bien, vamos, te ayudo. Andrea me iba a sacar canas verdes, y el cabrón de mi novio sabia como humillarme. Regresamos a la habitación, mi novio se mostraba complacido por verme entrar con Andrea. Nos fuimos directo al baño, yo sin hacer mucho papel me desnude completamente y le pase a Andrea una afeitadora, me puse a cuatro patas, bien abierta y ella se acercó a mí.

-Pero Jessi, prácticamente no tienes nada de vello, déjame ver, empezó a depilarme los poquísimos vellos que tenía, luego me di vuelta, colocándome de frente a ella, y de igual manera me abrí las piernas a mas no poder, ella continuo con su labor, pero ya no estaba del todo en el ano, ahora se dedicó a retocar mi zona frontal.

-Ya que estoy aquí voy a dejarte un poco más arreglado esto, comentaba ella mientras delineaba nuevamente mi fina línea de vellos sobre mi sexo. Al cabo de menos de quince minutos estaba terminada la labor.

-Estas lista Jess, ya puedes ir a desnudarte.

-Gracias Andre, de debo una. Andrea se levantó y se retiró de la habitación.

-Ven acá perra. Me dijo mi novio apenas salió Andrea por la puerta. Yo me acerqué a él, y sin que me lo pidiera me coloque en posición para que apreciara todo mi culo. Lo miró por un momento y luego me propinó un cachete en mi nalga izquierda que me hizo gritar.

-Está bien perra, luces perfecta. Descansa un poco, dejaremos que baje un poco el sol y luego regresas a tostar tu piel un poco más.

-Si amo. Me recosté en la cama y me relajé por un rato. A eso de las dos y media de la tarde, mi novio me alertó:

-Ya es hora putita, colócate tu hilito y regresa a tu baño de sol. Me levanté de inmediato, me volví a poner el hilo blanco y recogí mis cosas para ir afuera. Al abrir la puerta, mi novio me dijo:

-Las reglas de la mañana se mantienen, solo Andrea te puede ayudar con la crema, si no, lo debes hacer tu solita. Entendido?

-Si amo, me gustaría que seas tú quien me ponga la crema, agregue yo.

-Calla puta, no te he pedido opinión. En ese momento comprendí que me salvé de otro azote por el simple hecho de no estar al alcance de mi novio, de lo contrario me hubiese dado una buena bofetada. Salí de la habitación y regresé a mi sitio habitual, pero a diferencia de la mañana, ya había otras personas en las orillas y dentro de la piscina. Miré para todos lados, y al menos me alivio no ver niños en el lugar, de lo contrario me hubiera tenido que retirar por respeto. Esta vez coloque mi toalla con cuidado de no enseñar más de lo necesario, si bien no había niños, si noté la presencia de al menos dos parejas, cosa que confirmé luego al tomar mi lugar en la silla. Mientras me ponía el bronceador en mi cuerpo, vi que habían en efecto dos parejas, ambas eran compuestas por personas mayores, de unos cincuenta años, más dos chicos un poco más jóvenes que yo que estaban en la piscina, quienes no apartaron su mirada de mi cuerpo. Me di cuenta que la tranquilidad que me había dado la casi soledad todos estos días atrás en ese lugar se había perdido, y ya no podría hacer de las mías con tanta naturalidad. Intentaba por todos los medios mantener mis vellitos abajo del pequeño triangulito de tela del bikini, y al mismo tiempo mantener tapado también mis labios vaginales, aunque era prácticamente imposible. Al poco rato apareció mi novio, cosa que agradecí dentro de mí. Se sentó a mi lado, y dado la presencia de personas, no se atrevió a jugar de dominante.

-Ya vine amor, me dijo él.

-Qué bueno, me ayudarías con la crema en la espalda? Le dije aprovechándome de la situación, aunque sabía que eso podría significar un castigo luego, ya la verdad poco me importaba. Me di vuelta de inmediato, y le pasé el bronceador a mi novio. El muy gentilmente me empezó a esparcir el líquido por toda mi espalda, luego por mis piernas y terminando finalmente en mi trasero, cosa que los dos chicos que teníamos de mirones disfrutaron sin perder detalle. Aun así mi novio no se esmeró demasiado, y me dio crema solo lo necesario, claro está, era necesario hasta en mi rajita, y ya eso debía ser algo digno de ver.

Al rato de estar ahí llegó Juan, quien me dijo:

-Jessica, me llamó Gerardo y me ha dicho que ya van 12 chicas inscritas, que es posible que hagan una ronda de finalistas, las cuales serán elegidas por un jurado. No me preguntes como o quienes porque no sé, te digo lo que me ha dicho Gerardo nada más.

-Gracias Juan. Este se retiró y mi novio me miro extrañado:

-Que fue todo eso? Pregunto mi novio. Yo me quede pensativa y decidí decirle las cosas como eran.

-En la mañana mientras tomaba el sol fui a preguntarle a Juan si sabía algo de cómo iba el concurso ese, da la casualidad que estaba ahí otro chico, quien resulto ser este Gerardo, justamente el organizador del concursito este. Él me explicó los detalles como iba estar la cosa, pero me había dicho que solo había ocho chicas inscritas, y ahora ya oíste.

-Y eso es algún problema?

-No ninguno, el me garantizo el cupo, pero me dijo que me inscribiera de ultima, justo antes de empezar el concurso, para tener el último puesto y así tener la ventaja de saber que hacen las otras.

-Se ve que estas muy interesada en ganar.

-No estoy interesada en ganar, DEBO GANAR, así de simple. Mi novio se sonrió, no me dijo nada más y se relajó en su silla. La tarde siguió su marcha, y a eso de las cinco ya el sol había bajado mucho. Mi novio se levantó de la silla y dijo:

-Vámonos, regresemos a la habitación. Alzamos nuestras pertenencias y nos retiramos al cuarto. Una vez dentro, mi novio se acercó a mí, me abrazo desde atrás y me dijo:

-Jessica, TE AMO, eres el tesoro de mi vida, la luz de mi camino. Esas palabras me hicieron sentirme en las nubes, la forma en que me las dijo me hizo sentir amada, sentí un hormigueo en todo mi cuerpo, al momento, me giró hacia él y sin mediar palabra nos fundimos en un beso apasionado, beso que poco a poco se fue convirtiendo en caricias cada vez más eróticas hasta que me bajo mi hilito, me volvió a dar la vuelta y sin más me metió su pene en mi vagina, sacándome un grito de placer. Me empezó a hacer el amor, de una manera deliciosa, no habrían pasado treinta segundos cuando alcance mi primer orgasmo, las sensaciones eran enromes, me sentía como una reina, y es que simplemente era eso para mi novio, y simplemente me hacia el amor. Terminamos tendidos sobre la cama, abrazados uno al otro, dándonos besos constantemente. Serían las siete de la noche cuando decidimos levantarnos de la cama, entonces mi novio me dijo:

-Jessica, quieres participar siempre?

-Tú quieres que lo haga, Le respondí con otra pregunta.

-Quiero que ganes.

-Entonces, voy a ganar para ti. La situación había dejado de ser un juego de sumisión para mí, y se convertía en un reto personal, en un regalo para mi novio. Si bien el sabia de todas mis experiencias, de mi trabajo anterior, y que, incluso había participado en dos ocasiones anteriormente en concursos de este tipo, nunca lo había hecho desde que estaba de novia con él, él nunca me había visto desenvolverme de esa manera públicamente, me refiero a desnudarme frente a un tumulto de personas, pues si más de una vez había hecho un striptease para él, en privado. Estaba segura que la situación actual era mucho más motivante y me haría llevar las cosas más al límite de lo que había pensado anteriormente. En ese momento me pareció prudente preguntar a mi novio:

-Hasta dónde quieres que llegue?

-Quiero que seas la ganadora Jessi.

-Eso significa que yo pondré los límites?

-Tú haces lo que quieras, y lo que sientas que puedas, y no te voy a recriminar por nada que decidas hacer ahí. En cierta forma eso es justamente lo que deseaba escuchar.

-Está bien, contesté yo, lo volví a abrazar y nos fundimos en un nuevo beso. Yo me levante de la cama, y me fui a alistar, sabía que tardaría mi rato, pues tenía que “producirme” por completo. Tarde cerca de hora y media arreglándome, pues me tenía que bañar, lavarme el cabello, cosa que no hacía de manera consiente desde hace días, me arregle las uñas, en fin, todo lo que una chica debe hacer para estar impecable. Al salir del baño, mi novio quien se encontraba viendo la tele simplemente pronuncio un wow, señal inequívoca de que lo que miraba estaba bien. El me ayudo a ponerme unas cremas de cuerpo, hidratantes y al mismo tiempo le daban un cierto brillo a mi piel, no quería usar aceites pues esa noche me tenía que mojar bastante. Saque de entre mis cosas una camiseta blanca, me la puse junto con el hilito que había usado ese día, que era el más chico de todos los que había traído. Me puse unas calcetas y en seguida un par de botas negras, que me llegaban un poco más debajo de mis rodillas. Mi novio no le pareció la camiseta, diciendo que tenía varias que eran más cortas que esa, cosa que no dejaba de ser verdad, pues esta me llegaba casi hasta el ombligo en su largo, pero lo que mi novio no sabía era que no la había escogido por su largo, sino más bien por el tipo de tela, que era muy finita, y se transparentaría totalmente al momento de estar húmeda.

-Es muy larga esa camiseta amor. Dijo mi novio.

-No te preocupes, toma, le dije, sacando unas tijeritas de entre mis cosas. Ahora recórtala a tu gusto. Aun sobre mi cuerpo, tomó las tijeras y empezó a cortar justo bajo el límite de mis tetas, sacando así la parte baja de toda la camiseta.

-Listo, me dijo él.

-No, le dije, quiero que cortes también el cuello, para poder romper la camiseta con facilidad, si dejas las costuras se me haría imposible. Así procedió y cortó el cuello, y también cortó la costura de las mangas, y un poco más, dejando un hueco más que grande a los costados por donde prácticamente se me salían las tetas también.

-Ahora si estoy lista amor. Serian cerca de las nueve de la noche ya, y debíamos ir saliendo ya.

-Amor, ponte un pareo al menos, no quiero que vallas toda la noche sin nada sobre tu hilito, debes dejar algo para el concurso. Me pareció correcta la apreciación, a pesar de que yo había pensado cumplir las órdenes que me había dado temprano, fui a mi maleta y busqué un pareo. Mientras buscaba mi pareo, vi en mi maleta las bolitas chinas, las tomé en mis manos, seguí buscando el pareo, y así que lo encontré le dije a mi novio.

-Si quieres te adelantas, yo tengo que hacer una necesidad aun, anda a buscar a Andrea y Carlos.

-Está bien, apresúrate. Mi novio salió de la habitación, y yo me fui directo al servicio, me puse de frente al inodoro, y con una mano sobre el tanque, coloque la primera bolita de aquel juguete sexual en la entrada de mi culo, empuje con cierta dificultad ya que no estaba nada lubricada pero no tuve éxito, así que llevé la bolita hasta mi boca, la ensalive bien y regrese a mi ano, volví a hacer presión hasta que se metió, inmediatamente procedí a meter la segunda bolita, esta entro ya más fácil, y la tercera igual, procedí a terminar de meter todo el cordón, no quería que se notara que llevaba las bolitas en el culo. Me acomode la poquísima ropa nuevamente y me dispuse a salir. Ya mi novio estaba frente a la recepción con Andrea y Carlos, pero a parte de ellos tres también estaba Juan, Fabián, Roger y los otros dos chicos compañeros de estos dos últimos los cuales aún no conocía en persona. Caminé lentamente hasta ellos, las miradas de todos estaban sobre mí, y me recorrían de abajo a arriba, examinándome completamente.

-Bueno, vamos, llego la que esperábamos! Dijo Juan, sin darme tiempo a saludar empezamos a caminar saliendo del hotel. Pero afuera, Fabián tenía un microbús estacionado, en la que nos invitó a subir, parecía que yo era la única que no estaba enterada del transporte, pero sería la más agradecida por ello, ya que era la única que se disponía a caminar en botas con tacones de aguja de 10 cm. Me senté al lado de mi novio, quien me abrazo y volvió a pegarme su boca en la mía, dándome un largo beso que tardó prácticamente todo el trayecto hasta el restaurante donde sería el concurso. Mientras íbamos de camino, logré enterarme que los amigos de Fabián y Roger eran Michael y Sebastián. Al llegar al destino, mi novio seguía besándome, hasta que alguien nos gritó:

-Suéltala ya, que no vas a dejar nada para el concurso! Nosotros nos detuvimos y todos estallamos en carcajadas. El bajarme de la micro fue una calamidad, me sentí observada desde todos los ángulos, me di cuenta que había muchísima gente, tanto dentro como fuera del establecimiento, por lo que supe que el asunto era grande. Vamos, tampoco voy a exagerar o hacerles una idea de un concierto de rock, pero para un restaurante era mucha gente. Mi novio me abrazo, y entramos así al establecimiento, atrás nuestro venia Carlos con Andrea y le seguían los otros chicos. Al entrar, inmediatamente nos llamaron de una mesa, eran Roberto y Pedro, los de la limpieza de la piscina, que nos estaban llamando. Juan se adelantó a nosotros y nos hizo un gesto para que le siguiéramos. Fue directo a la mesa de los chicos y me invitaron a sentarme. Si bien, la mesa era bastante amplia, no habría espacio para todos, pues en la mesa había campo solo para ocho personas. Yo ocupé un lugar, junto a mi novio, y Andrea otro junto a Carlos, en ese momento vi que los otros chicos se apresuraron a traer más sillas y ya todos estábamos acomodados. Pidieron de tomar todos, pero la sorpresa fue mayúscula cuando yo solicite una 7UP.

-Jessica!!!! No vas a tomar nada más fuerte? Dijo con sorpresa Juan.

-No Juan, no tomo, contesté yo, y es que en serio no me gusta nada que contenga alcohol.

-Pero cooomo? Y te vas a animar a subir ahí sin tomarte nada? Replico Juan.

-Prefiero subir así que ir tomada, vaya ser que hago el ridículo o me caigo! Y es que hasta ese momento alcé la mirada y vi una tarima, grande, de unos 6 metros de ancho por 12 de largo, y una iluminación muy buena, era evidente que los organizadores se habían preocupado por poder “ver” muy bien lo que pasaba sobre la tarima. En una orilla de la tarima había una pequeña piscina inflable, de esas que se ponen en el jardín de la casa para que los niños jueguen, evidentemente en este sitio no sería ese el fin. Nos trajeron en ese momento las bebidas, yo seguía observando el entorno, tratando de pensar en lo que iba a pasar más adelante. Había música, del momento, tipo reggaetón, estaba bastante alto el volumen, y aparte, había mucho bullicio de la gente presente, era difícil comunicarse incluso con la persona que estaba a tu lado, en mi caso, con mi novio. De pronto, por los altoparlantes sé dónde sonaba la música se escuchó un anuncio: “en quince minutos comienza el tan esperado evento por todos, les recomendamos ir buscando los mejores sitios” y en seguida volvieron a decir: “a las chicas interesadas en participar las inscripciones siguen abiertas, solamente deben acercarse a la mesa del DJ y apuntarse, no se debe pagar nada” ese me pareció debía ser el llamado del que me había hablado Gerardo temprano, y pensé que ya era el momento de acercarme. Tomé a mi novio por la cabeza y le dije al oído:

-Amor, te parece que vaya a inscribirme de una vez?

-Podrías hacerlo, pero yo diría que esperes al último momento.

-De acuerdo, esperaré entonces. Siguiendo el consejo de mi novio, me quedé sentada disfrutando de mi refresco y escuchando la música, al tiempo que trataba de observar el entorno. El salón del restaurante estaba bastante opaco, por no decir oscuro, la luz principalmente estaba enfocada hacia la tarima, por lo que en nuestro sitio no éramos muy visibles, y bueno, en general la gran parte del restaurante estaba en esas condiciones. Aparte, estábamos en una mesa bastante a la orilla, junto a una pared, que si bien estábamos frente a la tarima, no estábamos al centro. Mientras analizaba todo esto, vi que una chica se acercó a la mesa del DJ, era una rubia hermosa, bastante alta y con un cuerpo que a grandes rasgos se miraba bien, llevaba un pantalón de mezclilla, una camisa a cuadros anudada a la altura de sus pechos y una camiseta blanca debajo de esta, botas negras similares a las mías y sombrero en su cabeza, muy al estilo vaquero. Supuse que se estaba inscribiendo en el concurso, y en ese momento pensé que mi novio había acertado en lo de esperarme, pues quizás hubiese comprometido a Gerardo si quería dejarme después de esa chica, y bueno, me pareció que sería bueno porque se le miraba muy bien y sería una ruda competencia con ella. En el momento que la chica se retiró de la mesa, la música se vio interrumpida de nuevo, y se escuchó: “Bueno, estamos a punto de comenzar el concurso tan esperado de la noche, solicitamos a todas las participantes acercarse a la zona de los servicios por favor”. Observé como se levantaron varias chicas por todas las mesas, y de pronto se escuchó un gran alboroto:

-Cata, Cata, Cata, Cata!!! Dirigí mi mirada hacia ese sonido y logré ver a la chica de la tienda deportiva, quien al levantarse de su mesa recibió las ovaciones de apoyo de sus muchos amigos y amigas, era evidente que esta chica era la llamada a vencer, pues para ganarle debería simpatizarle hasta a sus amigos. Logré contar entre 10 y 12 chicas que se dirigían a la zona de los servicios, por lo que intuí que el asunto estaba mejor de lo que en años anteriores había sido según los relatos de Gerardo y Juan. En ese momento sentí la voz de mi novio en mi oído:

-Jessi, ahora sí, ya debes ir si quieres participar!!!

-Si amor, ahí voy. Dicho esto, me levanté de mi lugar y dije:

-Chicos, deséenme suerte!!! En ese momento todos mis acompañantes empezaron a decir cosas, tantas que era imposible escucharles a todos, igual les di las gracias y me retiré de la mesa hacia el DJ. Al llegar ahí, estaba Gerardo con otro chico, el DJ. En cuanto Gerardo me vio se levantó de su silla y dijo:

-Que gusto Jessica, pensé que no venias ya!

-Tú me has dicho que esperara hasta el último momento!

-Bueno, eso sí, que te lo has tomado a pecho.

-Es que ya no me puedes inscribir? Le dije con voz de niña.

-Cómo crees, tal como te dije, tu cupo está garantizado, inmediatamente te apunto. Mientras dile a Jorge, el DJ, con cual canción quieres bailar. Me acerqué al DJ, y empecé a mirar en su monitor los grupos que tenía, se fue directo al reggaetón, entonces le pregunté:

-Con que van a bailar las demás chicas?

-Con reggaetón, y algunas con dancehal, tu dime que prefieres?

-Veamos, salte de esas carpetas, búscame Roxette, le dije.

-Roxette? Dijo el con asombro!

-Sí, no me digas que no tienes?

-Claro que tengo, es solo que no esperaba que alguien bailara con eso, me encanta Roxette!

-Bien, le dije, y mirando su lista le dije:

-Quiero la 4, How do you do!

-Listo, la cuatro tendrás Jessica, suerte!

-Gracias, Gerardo, ya me inscribiste?

-Sí, estas dentro tienes como te prometí la última carta, el número 17, ahora ve a los servicios a prepararte.

-Gracias! Dicho esto, me dirigí a la zona de servicios, que según vi, se había convertido en la zona de camerinos, aunque se había hecho chica, pues si la lógica era correcta, habíamos 17 chicas inscritas en el concurso. Yo en realidad no tenía mucho que preparar, ya venía lista para subir a la tarima y bailar, así que me quedé al margen, aunque igual vi que habían varias chicas muy tranquilas, que no se estaban alistando para nada, entre ellas la última que se inscribió antes de mí, la cual parecía no se quitaría su pantalón vaquero. También estaba muy cerca de mí la Cata, quien venía en un short de mezclilla y una camiseta blanca, muy similar a la mía, y más menos con el mismo corte, muy sexy, llevaba puestos tacones, que me pareció que fuera de nosotras tres, es decir, la cata, la vaquera y yo, no había ninguna otra al menos que yo pudiera ver en tacones. La Cata al mismo tiempo que yo le observaba, noté como me miraba, posiblemente analizándome, nos cruzábamos miradas, hasta que de pronto salió Gerardo y dijo:

-Bueno chicas, ya vamos a comenzar, debido a que son tantas chicas, haremos dos rondas, la primera será para elegir 5 finalistas, esta elección la haremos mediante un jurado, pues queremos evitar un gran alboroto, y bueno, es evidente que con tantas chicas sería difícil hacerlo de otra manera, luego, vendrá la elección del público para elegir a la ganadora. Suerte a Todas. Voy a nombrar a cada una de ustedes, y van a salir en ese orden al escenario, se colocarán todas a lo largo del escenario en la parte trasera, para que luego cada una pueda realizar su baile en el centro de la tarima. En ese momento empezó a llamar a cada una de nosotras, tal como me lo había dicho, el primer nombre en mencionar fue Catalina, quien inmediatamente salió hacia el escenario, seguida por la segunda y así sucesivamente, no recuerdo el nombre de ninguna otra de las chicas a excepción de la vaquera, Roció, aunque al ir saliendo una a una si noté que me había equivocado, y que la gran mayoría de las chicas iban en zapatos de tacón alto, aunque solo habíamos dos en botas. Finalmente, decía Gerardo:

-Roció… y Jessica. Momento en el que, siguiendo a Roció salí al escenario, apenas había espacio, estaba justo al borde, donde terminaba el escenario, junto a la mesa donde estaban mis acompañantes, quienes al verme vitorearon mi nombre:

-Jeka, Jeka, Jeka!!! Si bien eran pocos comparados con la multitud, se hicieron sentir en el gran tumulto, y me hicieron sentir acompañada!

-Buenas noches señoras y señores, jóvenes y no tan jóvenes, ahora sí, vamos a comenzar el concurso por el que han estado esperando toda la noche, y sin hacer más preámbulo del asunto, ya que son muchas las chicas, vamos a comenzar de inmediato con la primera concursante, ella es la ganadora anterior que viene a demostrar porque es la numero uno, recibamos con un gran aplauso a Catalina!!!

La música empezó a sonar, y Catalina se fue directo al centro de la tarima, donde saludo rápidamente y luego fue directo a la piscinita donde había dos chicos con una jarra enorme de agua cada uno, a su lado, había un estañón, el cual deduje, estaría cargado de agua. Con las jarras mojaron totalmente a Catalina, especialmente en sus pechos, los cuales inmediatamente quedaron visibles por completo con la transparencia de su camiseta. Ella empezó a bailar muy sutilmente, se le notaba que no era experta en el asunto, pero a pesar de ello, lo hacía muy bien, bailaba lento, tocándose su cuerpo, jugando un poco con el short, bajándolo un poco y dejando ver su hilo dental debajo de este, que si bien no era un micro tanga como el mío, si era bastante chico. Ella bailaba al ritmo de Bob Marley, “One Love”, que al escucharla pensé que era una excelente elección, y que incluso yo pude haber elegido esa canción. Ella seguía moviéndose, jugando con su cuerpo, y ya cercana a finalizar su presentación se levantó la camiseta dejando sus tetas al aire para el disfrute del público, el cual estalló en júbilo y ovación. Catalina había marcado la pauta, y estaba claro que para las que querían llegar a las finales debíamos mostrar los senos al menos. Al terminar Catalina, le toco situarse a mi lado, de ultima, pues íbamos avanzando como en fila, una a una, y la que bailaba se colocaría de ultima en la cola. La siguiente chica no tenía futuro, si bien iba en su bikini, el cual no llegaba en la parte baja a ser muy provocativo, llevaba su camiseta poco traslucida y la parte superior del bikini por abajo. No dejo ver nada, y hasta el baile que hizo no era muy vistoso que digamos, aparte que se notaba que la chica iba bastante pasada de tragos, y aun así no se animó a mucho. En ese momento, Catalina que estaba a mi lado me dijo:

-Esta chica no debería estar aquí, no sabe ni a lo que vino!

-Ja ja ja, es cierto, se ve que está borracha, le contesté a Cata, quien de manera amable volvió a decir:

-Oye, te he visto antes, tú fuiste hace un par de días a la tienda donde trabajo!

-Sí, ahí estuve, contesté!

-Qué bueno que te decidieras entrar al concurso, tienes un cuerpo espectacular.

-Gracias, le dije. Se notaba que la chica era simpática, y no se tomaba la competencia a pecho. Las participantes siguieron pasando, una a una, sin mayor noticia. La novena o decima chica, era una chica muy bonita, que se notaba muy atrevida pues llevaba al igual que yo un pareo en su cintura, y una camiseta bastante recortada que dejaba ver gran parte de sus senos que evidentemente estaban desnudos abajo. Efectivamente, al recibir el agua en su cuerpo, sus pechos quedaron totalmente visibles por su camiseta, e inmediatamente se quitó el pareo dejando ver un tanga de hilo, muy similar al que llevaba puesto la Catalina. La chica empezó a moverse, no tan sutilmente como la Cata, más bien de forma un poco descoordinada, pero no del todo mal, y constantemente se tocaba sus pechos, jugando con sus tetas. Se le notaba que estaba algo tomada, y era evidente que eso le daba mucho valor, pues en un momento decidió quitarse la camiseta y lanzarla al público, quedando únicamente en su tanguita. Si bien, físicamente Cata era mucho mejor, la chica no era para nada despreciable, y sus tetas eran bastante más grandes que las de Cata, aunque no tanto como las mías. El lanzar su camiseta al público le valió ganarse a los asistentes, quienes nuevamente vitorearon su nombre. De ahí en adelante el asunto se complicó, pues habían cuatro chicas más, sin contar a esta última, a Cata, a Rocío y a mí que lucían espectaculares físicamente, y todas llevábamos pocas prendas a excepción de Rocío. Las cuatro participantes igual a la anterior, al mojarse la camiseta dejaban ver sus tetas, aunque solo dos más se quitaron la camiseta del todo y la lanzaron a la muchedumbre, todas iban con short muy ajustados y tanguita de hilo por abajo. Aun así, solo una de ellas se quitó también el short, de hecho, fue una de las que lanzó su camiseta al público. Finalmente, llegó el turno de Rocío, ella se dirigía a la piscina, y antes de recibir su baño de agua se quitó su sombrero y abrió su camisa de cuadros, dejando ver un par de tetas muy grandes, similares a las mías en tamaño y forma, se notaba a simple vista que al igual que las mías, eran pechos de silicona. Al recibir el agua en sus tetas, la camiseta quedó transparente totalmente, dejando ver sus tetas y unas aureolas muy amplias coronadas con sus pezones no muy grandes. Ella, inmediatamente empezó a moverse, lo hacía muy bien, no como una stripper, pero definitivamente no era novata tampoco, se sacó la faja de su pantalón y empezó a jugar con este, se lo bajaba un poco, dejando ver un micro tanga muy similar al que yo traía pero no de baño, más bien era ropa íntima, de encaje según se lograba ver cuando se bajaba el pantalón más de la cuenta por delante. Bailaba muy bien, se dejaba el pantalón abierto, dejando ver siempre su vientre, perfecto, y al ir terminando su canción también se quitó la camiseta para lanzarla al público. Rocío regresó a la cola, era mi turno.

-Muy bien, y para cerrar la ronda eliminatoria, demos un fuerte aplauso a nuestra última pero no menos importante concursante, Jessica!!! Me encaminé hacia la piscina, momento en el que mi canción empezó a sonar. Al llegar a la piscinita, me coloqué dentro de ella y uno de los chicos que tenía la jarra me dijo:

-Prepárate, porque el agua está helada. No me había terminado de decir cuando empezó a soltar el chorro de agua sobre mis tetas. Parecía que tenían hielo en el agua, estaba súper fría, lo que hizo que inmediatamente mis pezones se erizaran. Mi camiseta se volvió parte de mi piel, el pareo se pegó a mi culo dejando ver mis nalgas también, los chicos se deleitaron echándome agua como si de bañarme se tratara el asunto, sentí que hasta dentro de mis botas, las cuales eran bastante ajustadas en mis piernas, entró agua al punto de que las calcetas estaban empapadas. Me salí de la piscina, me moví hacia el centro de la tarima y empecé mi baile, suave, al ritmo de mi canción, “How do you do” de Roxette, prácticamente de inmediato me quité el pareo, colocándolo a un lado sobre la tarima, para no perderlo. En ese momento el público presente empezó a gritar miles de cosas, no se lograba distinguir bien, pero era evidente que el micro tanguita estaba haciendo efecto, y claro, con lo poquísimo que me lograba tapar y totalmente mojado dejaba ver mi línea de vellos claramente. La canción me ayudaba en el baile lento, por lo que me dejaba hacer muchos movimientos sensuales, tocándome constantemente las tetas y ajustándome el hilito cada vez. Igual, la canción tienes algunos pases que son un poco más rápidos, con los que cambiaba el tipo de movimientos, pero en general me gustan los bailes sensuales, para dejar observar. La camiseta la fui rasgando poco a poco, por el centro, dejando ver cada vez más de mi pecho, que ya de todas formas se miraba todo a través de la camiseta que no me tapaba nada. Aun así, la sensación de ir destapando de a poco siento que tiene un morbo mayor que el enseñar de una todo. Terminé de romper la camiseta por en medio, pero al estar tan mojada se quedaba adherida a mi piel, por lo que seguía bailando y esta no se separaba de mis tetas. Finalmente decidí que era momento de dejar mis tetas al aire, por lo que terminé de quitarme la camiseta, y entonces empecé el juego de donde lanzarla, iba de un lado a otro de la tarima, y desde todos los sitios me hacían señas para lanzar la prenda, o lo que de ella quedaba, finalmente me fui hacia donde estaban mis acompañantes y lance la camiseta hacia mi novio, quien con algo de dificultad logró atraparla. Así, yo estaba sobre la tarima, prácticamente desnuda, con un pequeñísimo hilito que apenas si tapaba lo mínimo, seguí moviéndome, esta vez con los laterales de mi hilito entre mis dedos, jugando a bajarlos un poco, y escuchando a los chicos del publico gritar “pelos pelos” en referencia a que querían que me quitara la última prenda, aunque no estaba dentro de mis planes, al menos no por ahora. La canción llegó a su fin, y con el agradecimiento del conductor y del público me retiré nuevamente al último sitio de la cola de chicas. Al llegar ahí, noté que Rocío se había colocado de nuevo su camisa de cuadros, por lo que estaba vestida nuevamente. De las otras chicas, había dos que continuaban con los pechos al aire, la otra que había lanzado su camiseta al público había logrado conseguir otra camiseta y se la había puesto, por lo que incluyéndome, solo habíamos tres chicas con los pechos descubiertos en la fila, y una de ellas se tapaba los pechos con su mano. Yo hacía intento constantemente de acomodarme el hilito para que al menos estuviera sobre mis vellos y no mostrarlos aun del todo, aunque el mínimo movimiento hacia que se metiera el tanguita más adentro. En ese momento se escuchó:

-El jurado ya ha tomado una decisión, y tenemos las cinco señoritas que irán por el gran premio. La primera finalista será con el número 1, Catalina! Pasa Catalina al frente por favor! Catalina se movió y fue al frente, al tiempo que los asistentes aplaudían y vitoreaban su nombre.

-La segunda finalista es la participante número 16, Rocío! Rocío brincó de alegría y se movió también al centro de la tarima, en seguida llamaron a la siguiente, que era la numero 9, de la cual no recuerdo el nombre, era una de las chicas que estaba con las tetas al aire y en hilito. Quedaban dos lugares, y 14 chicas aun, de cuarta llamaron a la número 13, que era la otra chica de tetas al aire, en hilito también, lo que me hizo evidente que íbamos a pasar las que más habíamos mostrado, aun cuando Cata no se había despojado de su camiseta, las había mostrado. No tenía duda que me llamarían a mí a la última, solo tenía que escucharlo:

-La ultima finalista, con el número 17, Jessica! Brinqué contenta, levanté mis brazos y saludé a los asistentes, se escuchó bastante ruido y vitorearon también mi nombre igual que a las otras chicas. Estábamos las cinco frente al público, el anunciador volvió a tomar la palabra:

-A continuación, las cinco chicas harán un baile nuevamente cada una de ellas para el deleite del respetable publico quienes se encargarán de elegir a la mejor al final mediante elección popular! Dicho esto, las cinco nos retiramos hacia atrás, de donde ya se habían marchado el resto de las muchachas, ahora solo estábamos nosotras cinco en la tarima. Seguidamente, llamaron primero a Catalina, para que hiciera su baile. Ella, antes se acercó al DJ y le solicitó una canción, no quería la misma con la que había ya había bailado, cosa que yo ya tenía en mente hacer también. Seguidamente se fue hacia la piscina, donde la empezaron a mojar nuevamente, e inmediatamente se empezó a sacar su camiseta. Al comenzar la música, ya Cata estaba con sus tetas al aire, tratando de cubrírselas con una sola mano, mientras bailaba muy lentamente. Luego, ya se soltó, y sus pechos botaban ya libremente mientras seguía su baile. Nuevamente empezó a jugar con su short, se lo abrió y se lo bajó hasta las rodillas, moviendo su culo, luego terminó de bajarse su short y el público empezó a ovacionarla. Ella se notaba muy confiada, bailando muy sensualmente, sabía que las demás íbamos a ir por todo, así que tenía que mostrar más. Empezó a jugar con su tanguita, se daba vuelta y mostrando su culo al público se bajaba hasta el límite el hilito, dejando ver su raja desnuda, pero sin llegar a mostrar el sexo. Al terminar su presentación, nuevamente el apoyo del público era masivo, todos gritaban su nombre, era evidente que la chica era muy querida al menos por los chicos del lugar. En seguida, llamaron a la chica con el número 9, ella ya estaba sin la camiseta, así que el agua fue a dar a su culito y sus pechos directamente. En esta ocasión, se miraba como fuera de lugar, como que el efecto de lo que se había tomado antes del concurso se le había pasado, porque constantemente se intentaba tapar los pechos con sus manos, y no se atrevió tanto como la primera vez. Nuevamente Cata comentó justamente eso con migo y con Rocío esta vez:

-Como que ya se le pasó el efecto a esta, dijo Cata.

-Sí, no ha tomado más durante todo el concurso, ya no tiene la misma energía, Agregó Rocío. El baile de esta chica terminó incluso antes de finalizar su canción, y regresó a la cola sin mucho tumulto. A continuación, llamaron a la chica con el número 13, ella se veía más centrada en el asunto, y aunque tenía un cuerpazo, su rostro no era muy agraciado, y se notaba que el público le iba a cobrar eso. Ella bailaba bastante bien, y la sorpresa nos la llevamos todas cuando de pronto se bajó por completo su hilito dejando su cuerpo totalmente desnudo, ella estaba decidida, y bailaba sin ningún temor, desnuda frente al público que había estallado en júbilo para con ella. Estaba totalmente depilada, no había un solo vello en su cuerpo, el cual brillaba bajo los faros incandescentes, su tono de piel más bien oscuro la hacía brillar aún más. Tanto Caro como Rocío estaban en silencio, sin moverse, me dio la impresión que Caro tenía algo de rabia, al ver que esta chica se había atrevido a desnudarse por completo, por otro lado, Rocío se le notaba un aire de impotencia, como pensando que ella, aparte de llevar puesto un pantalón imposible de quitar con las botas, no se atrevería a tanto. La chica terminó su presentación, y regresó a nuestro lado. Ahora sería el turno de Rocío, de ver hasta donde llegaría, ella se fue hacia la piscina, se quitó su sombrero de nuevo, y pidió la empezaran a bañar, al tiempo que se iba sacando la camisa de cuadros dejando sus tetas al aire. Empezó a bailar, de la misma manera que la primera vez, ella se miraba muy sensual, se abrió el pantalón y se lo bajo un poco, dejando ver la tanguita negra que tenía abajo, jugaba con los laterales de esta, los tiraba hacia arriba, metiendo el hilito en su entrepierna hasta lo más profundo, o al menos eso era lo que todos suponíamos, seguía su baile, se tocaba las tetas, y regresaba a su tanguita, hasta que terminó por bajarse los pantalones hasta donde las botas se lo permitieron, e inclinándose con el culo hacia el público, se bajó también el tanga, dejando ver según pienso, ya que nosotras estábamos del lado contrario, todo el sexo al público, el cual reventó en ovación, se escuchaban los gritos y piropos de no muy buen gusto para con Rocío, quien se incorporó dejando sus prendas a la altura de las rodillas, bailando y mostrando todo los que la posición le dejaba mostrar, se metía las manos por su sexo, igual a la anterior, estaba totalmente depilada, sin un solo vello en su cuerpo, y se empezó a tocar su vagina para el deleite del público. En ese momento, Cata me dijo:

-Será que esta drogada para llegar a tanto?

-No lo creo, le contesté yo.

-Pues entonces debe estar loca!!!

-Que iras a pensar de mi cuando me veas bailar entonces! Contesté yo con algo de sarcasmo al tiempo que Rocío terminaba su presentación.

-A continuación, para cerrar la ronda final, veremos a Jessica! Era mi llamado, por lo que me apresuré primero hacia el DJ:

-Hey, DJ, colócame la pista ocho.

-The Look? Preguntó el.

-Sip, esa misma, y en el espacio de silencio casi al final ocupo que le des pausa, le dije.

-Cómo? Me contestó el DJ sin entender mi pedido.

-Al ir terminando, la canción tiene un momento de silencio cierto? Le dije yo.

-Ah sí, sí.

-Bueno, quiero que le pongas pausa en ese silencio, cuentas a la tercera y luego la sueltas de nuevo.

-La tercera qué? Me dijo el DJ

-Tú sabrás, confía en mí, no me falles. Dicho esto, me fui hacia la piscina, donde me empezaron a echar el agua por todo el cuerpo. La canción empezó a sonar, y mi baile había comenzado. Los chicos se habían entretenido en llenar de agua la única prenda, si se le podía llamar así, a mi micro tanguita, la cual prácticamente había desaparecido por completo, mi vellos se salían por arriba de ella, y mi vagina ya se había devorado el hilito que había en medio, dejando ver prácticamente todo, yo jugaba especialmente con mis tetas, me mordía los pezones, lo que hacía que los chicos gritaran de encanto. El ritmo de la canción, al inicio algo lento, pero golpeado, me ayudaba a realizar los movimientos sensuales, y luego las partes rápidas también las aprovechaba para mover caderas y movimientos bruscos. Empecé a jugar con mi hilito, me lo subía más de la cuenta, estirándolo casi a romperlo, para luego bajarlo, hasta tener prácticamente el culo desnudo. En una parte de la canción donde se escucha como una aceleración de una moto, me terminé de bajar totalmente el hilo, momento en el que todos gritaban vulgaridades, principalmente “perra” me empecé a tocar el clítoris, sensualmente, ya fuera de mí, y hasta llegaba a introducir parte de mi dedo grande en mi interior. Había llegado el momento del clímax de mi espectáculo travieso, sabía que faltaban unos 15 segundos, así que me fui al extremo de la tarima donde estaban mis acompañantes, obvio, no solo ellos estaban ahí, basta decir que todas las sillas del recinto estaban ocupadas, y había mucha gente de pie, principalmente en los costados del local, así que cerca de mis acompañantes había mucha más gente de pie, al estar frente a la mesa de mis amigos, me acomode a cuatro patas, con mi culo justo en dirección a Fabián, aunque era totalmente visible para todos, pagaría mi promesa, empecé a tocar mi sexo, con mi mano derecha, la cual tenía por sobre la espalda, subía mis dedos a mi ano, cosa que hacía que toda la audiencia gritara, y en ese momento introduje mi dedo mayor en mi culo, justo al momento que la música se detuvo, como lo había solicitado, el DJ puso la pausa, mi dedo tomó el cordón de las bolas chinas que hasta ese momento habían estado ocultas a la vista de todos, y al sacar el cordón el silencio se hizo presente, o al menos para mí no se escuchaba nada. Saqué los 6 u 8 centímetros de cordón, momento en el que este se tensó, y de un tirón suave salió la primera bola, logre escuchar un grito del público, que al unísono dijeron “ohhhhhhhh”, pero aun habían dos bolitas, seguí tirando del cordel, nuevamente estaba tenso, y la segunda bolita empezó a salir, más lento que la anterior, y nuevamente un “ohhhhhhhh” se escuchó en la sala, faltaba ya solo una bola, la cual empecé a dar tironcitos, como quien no quiere sacarla, en ese momento mi mirada se centró en Fabián, el cual me miraba a los ojos alternando con el espectáculo en mi culo, al cruzar las miradas, le cerré un ojo, con un gesto provocativo y comencé a tirar en serio del juguetito, hasta dejar la bolita a medias, abriendo mi culito, para finalmente de un tirón sentir como se liberaba la tensión del cordón, esperé que la música corriera de nuevo, pero el DJ parecía que no había logrado contar hasta tres, por lo que lo miré, momento en el cual reaccionó y la música empezó a correr, me levanté y las bolas fueron una a una a mi boca, chupándolas con esmero, la música se fue acabando, al tiempo que empezaban a gritar mi nombre:

-Jessica! Jessica! Jessica! Tenía la sensación que el público estaría con migo, en ese momento, antes de terminar mi función, me di vuelta justo en el centro de la tarima, dando la espalda a la gente, e inclinando un poco mi cuerpo, como sacando culo, con las piernas juntas, tomé las bolitas y me introduje de nuevo en mi ano la primera bolita, dejando las otras dos fuera de mi culo, guindando por el cordoncillo y golpeando mi trasero, me moví como demostrando el golpeteo, y me retiré hacia mi sitio. Cata y Rocío me miraban con odio, y bueno, para mí era lógico, mi atrevimiento había llegado mucho más allá, por mucho, mas allá de lo que quizás debía, pero la situación se prestaba, e incluso estaba totalmente excitada por todo lo hecho. Ya al lado de Rocío, esta me dijo:

-La has sacado! Yo solamente me sonreí, en realidad el momento no me permitía decir palabra alguna, aún estaba agitada.

-Bueno, el espectáculo ha llegado a su fin, y ahora toca elegir a la ganadora. Vamos a hacerlo en orden, y solicitaremos que únicamente aplaudan a la chica de su elección. Aplausos para Catalina!!!! La bulla no se hizo esperar, no solo aplausos, como era de esperar, la Cata tenía mucho apoyo con la gente. Luego pidieron aplausos para la numero 9, a la cual el bullicio no fue tan fuerte, luego la 13, que si bien era mejor que la 9, no llegó a ser tan fuerte la bulla como Cata. Los aplausos para Roció eran prácticamente un empate con Cata, más aún porque Rocío aprovecho el momento de sus aplausos para bajarse nuevamente el pantalón y el hilo y mostrar su culo. Había llegado el turno mío, y al escuchar el bullicio para mí era evidente que tenía la mayoría a mi favor, o al menos los más ruidosos, pero el conductor del evento le parecía un empate entre Cata, Rocío y yo, o al menos eso dijo, posiblemente para mantenernos más rato en la tarima. Despidió en ese momento a las otras dos chicas, dejándonos a nosotras tres en la tarima. El anunciador entonces dijo:

-Bueno, quienes quieren ver los movimientos de Cata de nuevooooooo???? El público empezó a gritar, al tiempo que la música de cata sonaba de nuevo, e inmediatamente Cata se empezó a mover, esta vez, sin mucho preámbulo, se bajó el hilito, hasta casi las rodillas, y se inclinaba un poco de espaldas al público dejando ver todo su culo, ella al igual que yo tenía las marcas de su bikini en el cuerpo, y también llevaba una fina línea de vellos sobre su sexo, el público estalló nuevamente con los movimientos de Cata, que esta vez ya estaba mostrando todo. Evidentemente, no era un baile, así que la situación tardó unos 30 segundos y regresó a su sitio, en seguida el conductor dijo:

-Ahora veamos a Rociiiiiiiiiiiiiiiooooooooooooo!!! Rocío se apresuró al centro de la tarima, mientras sonaba su música, nuevamente se bajó el pantalón y el hilo hasta las rodillas, no podía bajarlos más, y empezó a tocarse muy generosamente su sexo, aun cuando no mostraba mucho pues sus manos tapaban la mayor parte, ella se movía muy bien. El público también fue generoso con ella, y la ovacionó fuertemente. Rocío regresó a su sitio, era mi momento.

-Finalmente, veamos a Jeeesicaaaaa!!!! Me moví hacia el centro de la tarima, las bolitas chinas seguían colgando de mi culo tal cual las había dejado, me di vuelta para mostrar mi culo al público, y empecé a mover mi culo en forma circular, luego lo sacudía con fuerza, haciendo botar las bolitas de un lado a otro, y en eso lograba escuchar del público que me gritaban: “mételas, mételas” yo entendí perfectamente lo que quería la gente, así que detuve mis movimientos, y tomé la segunda bolita entre mis dedos, la coloqué en la entrada de mi ano y empujé hacia adentro, la situación me tenía muy húmeda, sudando, lo que me ayudó mucho a que la bolita se fuera resbalada fácilmente, en cuanto entro, un “uhhhhhhhh” sonó en el público, inmediatamente tomé la tercera bola y repetí la acción, y el público repitió también su expresión, pero yo, sin dejar pasar el momento, tomé el cordón y de un tirón fuerte saque las tres bolitas de golpe, sacándome un quejido que posiblemente lograron escuchar todos los asistentes a pesar de que no había mucho silencio en la sala, acción que provoco la reacción de público y los gritos de “perra, perra”, yo miré hacia la audiencia, y con carita de niña buena, me llevé las bolitas a la boca para chuparlas como si de un dulce se tratara para la niña, mientras regresaba a mi sitio. La cara de mis otras compañeras era más que evidente, sobra describirlas. El locutor, tardo unos cinco segundos en recobrar el aliento, y sin pensar mucho dijo:

-Aplausos para Catalinaaaa! El bullicio se sonó, aunque a mi juicio, menor de lo que recibió la primera vez.

-Aplausos para Rociiiiiooo! También ella recibió sus aplausos, pero nuevamente sentí que en menor cantidad, ahora incluso, me pareció que Cata había sido más fuerte.

-Y aplausos para Jessicaaaaaa! Ese Jessica me pareció más fuerte, como influenciando a la gente a hacer más ruido, aunque la verdad no era necesario, lo que había mermado el ruido hacia las otras dos chicas lo había ganado a mi favor, para mí, era muy claro el asunto, y así lo dijo el presentador:

-La ganadora sin discusión alguna… Jessicaaaaaaaaaa! El público estalló en ovaciones, yo supongo tenía una cara de alegría inmejorable, me acerqué al centro de la tarima, donde, aun con las bolitas chinas en mis manos empecé a saludar a la gente en modo de gratitud, los gritos no dejaban de parar, toda clase de piropos, desde los más comunes hasta los más vulgares, no podía ser de otra manera, yo solamente sonreía y saludaba con mis manos, de pronto tomaba las bolitas y las chupaba un poco con cara de deseo, hasta que el conductor trajo una coronita y con ayuda de otro tipo me la colocaron en la cabeza, me dieron un ramo de rosas rojas y un sobre, con el premio, que era dinero en efectivo, no era una gran cantidad, pero lo suficiente como para pagar los recibos de servicios públicos de un mes en mi depa. Según me dijo mi novio luego, parecía la reina puta, desnuda por completo a excepción de mis pies que tenían las botas, y con una corona en mi cabeza, y bueno, a decir verdad, no dejaba de ser cierto. En ese momento, el conductor dijo:

-Agradecemos a todos los asistentes, a todas las chicas por estar acá, y esperamos que fuera de su agrado la velada, y que la fiesta siga, buenas noches! La música empezó de nuevo, claro estaba, Roxette, con lo cual el público empezó a vitorear mi nombre de nuevo, aunque ya yo quería ir buscando la salida de esa tarima, todavía moví un poco las caderas y coloqué mi culo en pompa para el deleite final de los asistentes, moviéndome hacia las gradillas, donde mi novio ya me estaba esperando, con mi pareo en sus manos, lo había logrado recuperar, y además tenía mi camiseta, o al menos, lo que de ella quedaba. Me ayudó a bajar, tomo el ramo de flores y me entregó el pareo, el cual me puse para intentar tapar algo de mi desnudez, luego mi novio me dio lo que había quedado de la camiseta, que si bien la había roto, aun podría colocármela y hacer un nudo por el frente. Así lo hice, y aunque estaba mojada aun y totalmente transparente, al menos no iba desnuda del todo de regreso al hotel. En ese momento, mi novio me dijo:

-Quieres regresar al hotel de una vez amor?

-Como tú gustes, contesté yo.

-Creo que será lo mejor, es ya bastante tarde, y debes estar un poco cansada con ese espectáculo, has estado cerca de dos horas y media de pie ahí en la tarima. Yo no me había dado cuenta del tiempo, pero mi novio tenía razón, y en ese momento me sentí cansada.

-Tienes razón amor, no me había dado cuenta de la hora, vamos a despedirnos para regresar al hotel. Dije yo. Nos fuimos hacia nuestra mesa, donde empezamos a despedirnos de todos, Andrea y Carlos también decidieron regresar, los demás si se querían quedar a tomar más, a pesar de que ya estaban bastante borrachos. Me felicitaron, uno a uno, dándome un beso y un abrazo, abrazo que algunos aprovecharon para tocar más de la cuenta, pero bueno, en esas condiciones era de esperarse, igual tampoco se sobrepasaron demasiado. Ya por fin nos despedimos y nos fuimos caminando hacia el hotel. Tanto Andrea como Carlos también iban algo tomados, Andrea podía decirse que estaba borracha, e iba comentando en voz bastante alta lo perra que había sido yo, aunque de una manera bastante incoherente. Llegados al hotel, nos despedimos y nos fuimos cada cuales a su habitación, yo sabía que la hora de dormir aún no había llegado, por más cansada que me sentía, no quería dormir, y sabía que sería muy bien premiada. Mi novio me entregó la llave de la puerta, pero no me dio tiempo a abrirla, me arrancó el pareo de mi culo y empezó a tocarme, a chuparme por todo el sexo, desde atrás, forzándome a apoyarme en la puerta, inclinando mi cuerpo hacia adelante y abriendo mis piernas para darle un mejor acceso a mis partes. Yo en un intento por facilitarle el acceso a mi sexo, tomé mi pierna izquierda y la levante hasta casi la altura de mi cabeza, sosteniendo esa pierna con mis manos, ahora mi cabeza se apoyaba contra la puerta, momento en el que mi novio se incorporó y sin mucho miramiento se sacó su tranca y me la metió de golpe en la vagina. Empezó sus movimientos, me taladraba como si de ello dependiera su vida, yo por mi parte gritaba cual me estuvieran matando, y poco me importaba quien pudiera estar escuchando o hasta viendo. Mis tetas aún estaban detrás de los restos de la camiseta anudada, pero se movían como si no tuviera nada, mi novio iba aumentando el ritmo cada vez más, y yo sentía que su tranca me destrozaba todo mi coñito por dentro, mis gritos se debían escuchar a kilómetros de distancia. Luego de unos cuatro o cinco minutos de mete y saca, le empecé a decir:

-Cógeme por el culo, destrózame el culo amor, quiero que te corras en mi culo para luego chuparte esa picha, mi amor rico… métemela por el culo porfa, la necesito ahí!!! Yo sabía muy bien que esas palabras lo pondrían más excitado si era posible eso, y no dudó en hacerme caso, me sacó su miembro de la vagina y sin mayor contemplación empezó a taladrar mi ano, el cual no puso mayor resistencia y en corto tiempo ya estaba alojando esa tranca completa dentro de mi retaguardia. El mete saca empezó nuevamente, y mis chillidos con él, gritaba como la perra que era, pedía más, le exigía que me diera más duro, que me destrozara, y él ni lerdo ni perezoso me daba cada vez más duro, sacándome cada vez gritos más fuertes, hasta que al cabo de unos minutos se empezó a correr dentro de mi ano, inundando todo mi interior de su leche. El saco entonces su picha de mi culo y me obligó a mamársela, cosa que hice de gusto, sentía el sabor de su leche, mezclada con mis jugos y hasta el sabor de mi culo, me tomé muy en serio mi faena de limpiarle la picha y dejársela reluciente, y así lo hice, mirándole cada que podía a los ojos, con cara de perra. Él se le notaba la cara de satisfacción, de ver a su novia hecha una sumisa, haciendo las cosas como él quería, y más aún, ofreciéndome a él para su disfrute. Finalmente, empecé a buscar las llaves de la habitación, pues en el trajín de lo ocurrido las perdí, estaban en el suelo, cerca de mis bolitas chinas que también había tirado. Abrí la puerta como pude, mi cuerpo estaba adolorido, entré y mi novio atrás, cerrando él la puerta, me fui directo a la cama donde me acosté, según yo para dormir, pero en ese momento sentí como mi novio, al acostarse atrás mío, (yo estaba de lado) me empezó a meter de nuevo su picha por mi vagina, increíblemente la tenía dura de nuevo, y sin

mucho esfuerzo me tenía nuevamente penetrada hasta el fondo, yo en realidad no opuse ninguna resistencia, y estaba nuevamente loca por recibir sus embestidas, aunque esta vez él fue mucho más amable con migo, se puede decir que me hizo el amor, con muchos besos en mi nuca, acariciándome el cuerpo, y tratándome con delicadeza, y era yo la que movía mi culo para recibir las embestidas con mayor fuerza. Al cabo de algunos minutos, él se corrió dentro de mi chochita, provocando eso un orgasmo inigualable en mí, un orgasmo de placer inmenso, luego del cual quedé rendida al sueño, y pronto me dormí, aun con el pene de mi novio adentro…

FIN

Quisiera usar este espacio para agradecer a todos los que han seguido este relato, a los que de una u otra manera me han solicitado a seguir escribiendo las continuaciones de esta historia, que aunque pensé por momentos que no terminaría, los mensajes, correos y otros de muchas personas me han animado a terminar esta historia. Para quienes se preguntan, la historia es casi al 100% real, cada quien tendrá su derecho de juzgar a su manera, igual no voy a decir que no he cambiado algunas cosas para que la historia sea más “sexualmente atractiva” pero en síntesis, los hechos relatados son tal cual ocurrieron, quizás no así todos los detalles. Quisiera agradecer sobre manera a una amiga que me motivó mucho a terminar estos relatos, Andrea R., así como a varias personas que me estuvieron escribiendo frecuentemente preguntando siempre por las continuaciones y felicitando por cada nueva edición, no los voy a mencionar por temor a dejar a alguien por fuera y porque si no, no voy a terminar el relato jamás, pero a todos, MUCHAS GRACIAS.
PARA CONTACTAR CON LA AUTORA:
jessicaact@hotmail.com

Relato erótico: “Conociendo a Pamela “(POR KAISER)

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Conociendo a la Prima
Sebastián no esta muy animado con la idea, sus padres van a salir por motivos de trabajo y él va a quedarse en la casa de unos tíos por unos días. La idea no le agrada mucho, estará lejos de sus amigos y conocidos, lo único positivo es que no tendrá que ir a clases.
Sus padres lo dejan con sus tíos, él conversa con ellos y les cuenta acerca del colegio y como le ha ido, “¡Pamela va estar feliz de verte por aquí!” le dice su tía. Sebastián se acuerda de su prima, Pamela a quien no ve desde hace años.
Cuando ambos eran solo unos niños chicos siempre andaban juntos y salían a jugar y compartían todo. Hacían una pareja bien especial aunque Pamela era dos años mayor que él. Sebastián aun la recuerda, de largo cabello tomado en trenzas, ojos cafés aunque debía usar lentes bien gruesos y bastante delgada, flaca en realidad con unas piernas que más bien parecían palillos, Sebastián aun conserva una foto de ella aunque de esto ya han pasado casi 7 años, ahora él tiene 14 y ella 16 pero jamás la volvió a ver de nuevo luego que sus padres se mudaran a otro lugar.
Él se esta instalando en la habitación que va a ocupar, justo al lado de la de su prima, esta sacando su ropa del bolso cuando siente una voz familiar, “¡¿en serio que esta aquí!?” oye con claridad, después siente unos pasos en la escalera, “¡hola como estas tanto tiempo!” le dice ella que casi le brinca encima, Pamela lo abraza de forma efusiva, Sebastián esta desconcertado, “no puede ser ella” piensa él, “¡pero habla acaso no estas feliz de verme!” le dice ella, Sebastián la mira y casi no la reconoce, le cuesta creer que ella.
En su habitación ambos conversan, Sebastián se excusa por su actitud, “es que no te había reconocido, en serio” le dice y le muestra una foto que tiene de ella cuando eran niños, “¡vaya en realidad era horrible a esa edad!” comenta Pamela, “¿pero como me veo ahora?” le pregunta ella poniéndose de pie y dándose una vuelta, “vaya que ha cambiado” se dice Sebastián a si mismo.
Pamela aun conserva su largo cabello castaño tomado en una sola trenza en lugar de dos, aun usa lentes pero mucho más pequeños que los de antes. De flaca ya no tiene nada, si antes además de flaca era plana ahora la historia es totalmente distinta. Su cuerpo es más rellenito, más proporcionado y con unas curvas impresionantes. Pamela venia llegando del colegio y aun esta con su uniforme, una blusa blanca que a pesar de su holgura recorta la silueta de sus pechos y una falda bien corta que luce unas piernas increíbles y un culo bien parado, Sebastián observa a su prima casi con la boca abierta, ella se ríe al ver su cara, “vez, he crecido y me ha crecido todo” le dice con soltura mientras se pone las manos sobre sus pechos.
“Me voy a cambiar de ropa y esta tarde salimos los dos” Sebastián le asiente con la cabeza, “¡que rico que estés por aquí!” le vuelve a decir ella que de improviso le da un beso en la boca, tal como lo hacia antes, dejando a su primo totalmente desconcertado.
Mientras Pamela se cambia de ropa Sebastián trata de convencerse que esta belleza es su prima, casi no lo puede creer, mira la foto y simplemente le parece increíble, pero en todo caso esta nueva Pamela ya lo tiene loco. Sebastián sale de su habitación y se dirige hacia el living pero pasa frente a la habitación de Pamela que esta con la puerta entreabierta, la tentación puede más y trata de espiarla, se esta acercando cuando la puerta se abre de improviso, “¡aha, te pille tratando de espiarme, debería darte vergüenza!” le dice Pamela, con el susto Sebastián tropezó y cayo de espaldas, ella se ríe al verlo así, después le tiende una mano y ambos salen al centro a recordar viejos tiempos.
Ambos se pasean por el centro comercial, Pamela habla y habla, le cuenta todo. Ella lo lleva bien tomado del brazo lo que provoca la envidia de muchos y el nerviosismo de Sebastián que se percata que todos los tipos con los que se cruzan los quedan mirando. Para Pamela esto no es problema, ya esta habituada a esto, sin embargo ahora con el escotado peto con tirantes y esos pantalones cortos bien ajustados ella se ve simplemente increíble, “la suerte de algunos” le dice un tipo de forma discreta a Sebastián cuya sonrisa no le cabe en el rostro.
Se pasearon toda la tarde, él invita a su prima a comer y después al cine, ambos planeaban seguir dando la hora hasta que la mama de Pamela la llamo para ordenarles que regresaran a la casa, “¡que no se te olvide que tú aun debes ir a clases!”, sin otra opción ellos regresan.
Por la noche ambos conversan en la habitación de Pamela, ella le cuenta que ha tenido varios novios e incluso le dice, sin tapujos, que perdió la virginidad a los 13 con un chico de 20, “¡fue increíble, me dio bien duro lo hicimos con todo!” le relata ella haciendo que su primo se sonroje visiblemente y se ponga más que nervioso, “¿y tu oye, a cuantas chicas ya te has tirado?”, Sebastián casi se atraganta con una galleta en al escucharla, apenas le sale el habla y ciertamente le avergüenza decir que es virgen, “a varias” responde él a duras penas, “¿pero cuenta como fue tu primera vez?”, Sebastián no haya que decirle o que inventar, pero en ese momento aparece la mama de Pamela para decirle que se vaya a dormir, “¡o de lo contrario mañana te levantas tarde y llegas atrasada!”, Sebastián respira aliviado, “mañana seguimos” le dice ella.
Al día siguiente él se despierta temprano, por la ventana de su habitación ve a Pamela salir corriendo detrás del bus, “ya va a llegar tarde de nuevo” comenta. Baja a la cocina donde su tía le tiene listo el desayuno, “¿espero que no te moleste quedarte solo en la casa?” le dice ella que debe trabajar junto a su marido, pero Sebastián no se hace problema alguno.
Tras desayunar hace su cama y ordena su habitación, después se instala en el living a ver televisión, pero no dan nada bueno y se aburre bastante rápido, entonces se acuerda que Pamela le dijo que tenia un computador en su habitación y que podía usarlo si quería. Tímidamente él abre la puerta de la pieza de su prima, a pesar de todo él no había ingresado antes.
Las paredes tapizadas con postres de famosos cantantes y estrellas de cine, incluso en el techo. Tal como él esperaba el desorden es evidente, la cama a medio hacer, ropa tirada por todos lados al igual que los cuadernos. Sebastián despeja el escritorio y enciende el computador, recoge algunos papeles y busca un basurero. Al mirar debajo de la cama encuentra un sostén de Pamela, él se sorprende por la talla, bastante grande a pesar de la edad, de inmediato se pone caliente con el solo imaginar esos bellos pechos. Curioso comienza a revisar los cajones en busca de algo más, encuentra la ropa interior de su prima, calzones todos ellos bien sexys, sobre todo los de color rojo. Al mirar nuevamente encuentra una caja escondida en el fondo del cajón, la sacude un poco y siente que algo se mueve, al abrirla se queda espantado, consoladores de todo tipo y tamaño, él esta incrédulo, “¿Pamela lesbiana?”, le cuesta creerlo, pero la sola idea de su prima usando estos para pajearse o follarse a otras chicas lo pone más caliente que nunca. Finalmente se hace una paja ahí mismo y se corre sobre uno de los sostenes de Pamela.
Ella llega más tarde de lo habitual ese día y bastante apurada. Saluda a Sebastián con un beso y después se va a su habitación, él esta muy nervioso temiendo que ella se de cuenta de algo. Pamela se cambia de ropa y luego habla con su mama y con él, “esta tarde no vamos a poder salir, debo ir a la casa de una amiga a hacer un trabajo urgente y no volveré hasta la noche, lo siento”, él se ve algo decepcionado, “si quieres te puedo ayudar”, “gracias, pero no”. Pamela se despide de su primo con un beso y luego se va dejándolo con los crespos hechos.
Cerca de las 8 de la tarde Pamela llama a su mama y le dice que un hermano de su amiga la ira a dejar más tarde, ella pregunta por Sebastián y su mama le dice que se quedo en la casa todo el día, Pamela se lamenta por haberlo dejado solo hoy, en todo caso le vuelve a decir que cerca de las once estará de regreso. La mama de Pamela luego le dice a Sebastián.
Sebastián esta en su habitación, son casi las once de la noche y sus tíos duermen. Él ve televisión cuando el ruido de un auto lo alerta, se asoma discretamente por la ventana y ve un auto frente a la casa. Suponiendo que se trata de Pamela baja al living a abrirle, mira por una ventana y en efecto es ella, pero aun sigue dentro del auto. Él esta algo extrañado y más aun cuando este, con sus luces apagadas, se pone en marcha y da la vuelta hacia un callejón aledaño a la casa. Sebastián se pone sus zapatillas y un poleron y sale en silencio a ver que ocurre.
Como puede se trepa al cerco para tratar de ver, el auto esta ahí, pero no consigue ver mucho. Luego cambia de lugar y entonces ve lo que realmente sucede en el auto, Pamela esta besándose y siendo manoseada por aquel sujeto. Sebastián se queda impactado, con una mezcla entre excitación y envidia. Desde su escondite él sigue observando.
A Pamela le suben su polera y sus pechos se asoman, Sebastián se impresiona por el tamaño de los mismos, grandes y firmes. Aquel sujeto, que debe tener unos 20 y tantos años, se los masajea con fuerza, a tirones le sube la polera y le aparta el sostén. Aquel tipo se le encima y le chupa y lame sus pezones, Pamela lo carga contra sus pechos para que se los devore con ganas. Sebastián se percata como le soba el culo a su prima, desesperadamente busca abrirle los jeans y le mete una mano entre las piernas.
Sebastián ya no da más y saca su miembro que esta más duro que nunca y ahí, escondido en medio de la noche, se empieza a hacer una paja mientras en un auto se follan a su prima.
Pamela yace acostada sobre el, ella le ha abierto los pantalones y Sebastián la observa deleitarse con su verga. Ella la tiene entre sus manos, la frota y la acaricia para después pasarle su lengua, Sebastián ya se imagina a su miembro pasándose entre los labios de Pamela. Ella demuestra lo mucho que sabe de esto, le pasa su lengua como si se tratara de un helado, el mientras le tiene metida su mano en el culo, se lo soba y con sus dedos le aparta el calzón para jugar con su ano, a Pamela le encanta.
Sebastián se acomoda un poco para ver mejor, lo hace justo a tiempo para ver el culo de su prima, le han bajado los jeans y se aprecian unas nalgas perfectas y como le meten mano entre ellas y también para ver a Pamela recibiendo aquel miembro entre sus carnosos labios. Ella se la empieza a chupar, su cabeza se mueve hacia arriba y hacia abajo recorriendo aquel pedazo de carne, Pamela se saborea y se nota que tiene mucha experiencia en ello. Sebastián esta incrédulo y muy caliente mientras observa a su prima hacer una tremenda mamada, la chupa con ganas y se traga todo ese miembro en su boca.
A Pamela la hacen cambiar de posición, se pone en cuatro dentro del auto con su culo bien expuesto. Le lamen el culo y su coño, se ve como le pasa la lengua y el rostro de Pamela delata lo mucho que disfruta de estas ardientes caricias, le meten los dedos por ambos agujeros a la vez, Pamela se retuerce y sus pechos se mueven delatando la fuerza de semejantes caricias. Sebastián no oye nada, pero se da cuenta que Pamela gime como loca.
Algo le dice ella y pronto su pareja se pone tras ella con su miembro totalmente erecto, Sebastián no pierde detalle de cómo su ardiente prima es duramente penetrada, la tiene sujeta de las caderas y el observa aquel miembro entrar y salir del coño de Pamela, ella se mueve y sus grandes pechos se agitan, ella se los acaricia y se toca su clítoris mientras la cogen. Sebastián se pajea con todo esta más caliente que nunca y lleno de envidia, como le encantaría estar ahí dándole a su prima.
En el auto aquel sujeto se sienta a un lado, Pamela se la aprovecha de chupar nuevamente para luego sacarse los jeans y montársele encima poniéndole sus pechos en la cara. Pamela se le monta salvajemente, ella hace que le chupen sus tetas y Sebastián observa como es penetrada hasta el fondo, incluso ve como le meten un dedo incesantemente en el culo, como le gustar ahí dándole por detrás, pero por ahora se conforma solo con pajearse.
El auto se mueve delatando como follan ahí dentro, Pamela se lo monta ansiosamente, Sebastián jamás había pensado que ella pudiera ser tan fogosa como ahora se muestra. Pamela esta de espaldas en un asiento con el tipo encima dándole bien duro, ella lo abraza para hacer que la penetre con más fuerza. Sebastián de pronto observa como le dan a pamela una serie de fuertes acometidas y después el sujeto de mueve sobre ella, luego la ve cubierta en semen. Sebastián se corre de forma abundante manchando su pijama, nunca se había corrido así. Pamela chupa aquella verga hasta sacarle la ultima gota de semen que ella saborea.
Viendo que Pamela se esta arreglando Sebastián se regresa a la casa de inmediato. Casi se cae al entrar y eso lo demora un poco. Sebastián llega a su habitación y se tira en la cama haciéndose el tonto y que estaba viendo tele, al cabo de un instante aparece ella.
“¿Aun despierto?” le pregunta ella que se sienta en su cama, “si, es que estaba viendo tele, ¿terminaste tu trabajo?”, “si, fue difícil pero terminamos”, “¿te vinieron a dejar?”, Pamela sonríe, “el hermano de una amiga, fue super amable” dice ella. “Estoy cansada, me voy a dormir mañana nos vemos”. Pamela se despide de él y se va a su habitación, Sebastián se queda pensativo pero pronto comienza a matarse a pajas por causa de su prima a quien recién empieza a conocer.
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Conociendo a Pamela 2 (POR KAISER)

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Conociendo a Pamela
 
 

Tras llegar a la casa y saludar a su primo Pamela va a darse una ducha antes de irse a dormir, en su habitación Sebastián aun se mata a pajas, nunca pensó que ella podía llegar a ser así de ardiente.

Por la mañana Pamela actúa de lo más normal, como si nada hubiera sucedido. Sebastián se levanta temprano y ella le pide que la acompañe hasta el colegio hoy, él acepta de buen agrado y ambos toman el bus, que para variar esta atestado.
“Quédate cerca mió” le dice ella y Sebastián esta a su lado, sin embargo pronto el bus se llena aun más y él se percata de cómo unos tipos tratan de pasarse de listos con su prima. Él observa con atención como le soban el culo entre ambos y le suben un poco su ya corta falda de colegio, Sebastián se excita un poco al ver como manosean a su prima y ella no hace nada por evitarlo, al parecer le gusta al ver la expresión en su rostro. De pronto Pamela se mueve hacia él y se pone delante de Sebastián. “Espero que no te moleste, pero estoy harta que me agarren el culo todos los días” le dice ella.
Sebastián se siente algo incomodo al tenerla ahí, por más que trata no puede evitar quedar encima de ella a causa de los empujones y de pronto le pasa a dar una fuerte punteada en el culo, Sebastián tiene su miembro totalmente erecto y Pamela lo siente con claridad, “solo por ser a ti te lo permito” le dice al oído con una coqueta sonrisa, incluso Pamela se carga un poco hacia él poniendo a su primo aun más nervioso y excitado.
Él la acompaña hasta la entrada del colegio, Sebastián se sorprende por la cantidad de chicos que la saludan, sin duda ella es muy popular. Pamela lo lleva tomado del brazo y las miradas de envidia no se hacen esperar. “¿Pensé que te gustaban más crecidos?” le dice en ese instante una chica a Pamela, es una de sus compañeras de curso y amiga. “¿Y este quien es?” pregunta otra, Pamela les presenta a su primo a sus amigas las cuales lo molestan al ver su aspecto de cabro chico, pero ella lo defiende.
“¿Y dime ustedes ya han tenido sexo?” le pregunta otra, Sebastián se sonroja, como le gustaría que eso fuese verdad. Finalmente ellas lo dejan en paz cuando Pamela se despide de él. “Nos vemos en la tarde” le dice ella y lo despide con un beso.
Sebastián regresa a la casa y se dedica a su rutina, la de ordenar y ayudar en algo mientras los demás están fuera. Tras desocuparse él vuelve a la habitación de Pamela donde, tras revisar su velador, encuentra su diario de vida el cual esta cerrado con un pequeño candado. Sebastián se imagina la clase de secretos que ese diario puede contener y de inmediato se pone manos a la obra para tratar de abrirlo de alguna forma.
Le toma más de una hora poder abrir el dichoso diario, finalmente escondida entre unos libros, encuentra la llave del candado y lo abre. De inmediato deja la llave donde estaba para no ser descubierto, luego se tira encima de la cama de Pamela y comienza a leer los secretos que su prima a escrito ahí.
12 de Enero.
 

Fuimos a la playa con mis viejos, estaba ansiosa por ir pues hacia años que no iba, además quería estrenar el nuevo bikini que me había comprado, mi mama se escandalizo un poco al verlo pero finalmente acepto que lo usara.

Sebastián se adelanta unas páginas buscando algo más interesante.
Nos conocimos a la pasada, él era un estudiante universitario bastante guapo, tendría unos 19 o 20 años, en todo caso era menor que el tipo que me desvirgo, el nombre de este tipo era Diego. En cuanto me miro se me acerco y me invito a salir, quería que lo acompañara a beber con sus amigos pero le dije que no podía, que estaba con mis padres y que no me darían permiso. Ocasionalmente conversábamos a escondidas detrás de las cabañas o cuando yo iba a comprar, pero en cuanto me demoraba un poco mi viejo salía a buscarme o me llamaba por celular.
Finalmente una noche pude salir con él, mis viejos habían ido a una fiesta y volvieron bastante bebidos a la cabaña, así que aproveche mi oportunidad. Me puse una minifalda y peto, me escabullí por la ventana del baño y baje a la playa donde nos encontramos cerca de un kiosco.
Nos tomamos unas cervezas y después caminamos un rato por la playa, me tomaba de las caderas y en ocasiones bajaba sus manos buscando agarrarme el culo. Yo lo dejaba actuar.
Sebastián lee atentamente.
Llegamos cerca de la cabaña que él y sus amigos ocupaban, entonces me abrazo y comenzó a besarme apasionadamente, yo no me resistí ni nada, lo deje hacer lo que quisiera conmigo. Me subió la falda y me agarraba el culo mientras me besaba, metía su lengua en mi boca y yo sentía sus dedos deslizándose entre mis nalgas. Su miembro lo sentía duro y palpitante bajo sus shorts.
Me puso contra la pared de la cabaña, me subió el peto y comenzó a sobar mis tetas, se impresionaba que una chica de mi edad las tuviera así de grandes. Me las chupaba y lamía mis erectos pezones, yo le sobaba su paquete por encima de sus shorts, lo tenía tan duro, me moría de ganas por comenzar a chupársela, pero él estaba en control de la situación.
Rápidamente me subió la falda metió su mano entre mis piernas y me frotaba mi coño, me aparto mi calzón y hundió su rostro entre mis muslos, era increíble sentir su lengua moviéndose en mi sexo, me follaba con sus dedos mientras yo me acariciaba mis tetas, realmente sabia lo que hacia este tipo.
Sebastián esta verga en mano haciéndose una paja mientras lee el diario de vida de su prima.
Me ordeno que me hincara y saco su miembro de sus shorts, lo atrape entre mis manos y él de improviso me la metió en la boca. Casi me atraganta con su verga mientras la mete y la saca de mi boca, pero me las arreglo para atraparla entre mis labios y se la froto con ellos, sabe increíble y siento como derrama un poco de semen dentro.
Me puse encima de una banca y separe mis piernas, Diego se puso encima mió y apunto su verga directo a mi coño, cuando me la comenzó a meter casi me corrí ahí mismo, grande y dura tal como me gustan. Me bombea con todo, siento su miembro moverse dentro de mi, nos besamos y cruzamos nuestras lenguas en cada beso mientras él me penetra, cada acometida que me da me hace delirar, no haber follado antes con él.
 
Me monte sobre él, me empale bien firme en su verga y le comencé a cabalgar encima, le restregaba mis tetas en la cara mientras me dejaba caer una y otra vez sobre su verga. Mientras follabamos sentí que hurgaba mi culo con sus dedos, me besaba o chupaba mis pezones y sentía sus dedos meterse entre mis nalgas, hasta ese momento yo aun era virgen por el culo.
Sebastián esta más interesado que nunca, seguía leyendo y seguía masturbándose.
Quede en cuatro sobre la banca, me sujetaba de las caderas y me daba con todo, bien duro como a mi me gusta, mis pechos no dejaban de moverse al ritmo de cada embestida y al mismo tiempo sentía como me metía un dedo en culo, “te lo voy a partir” me dijo, yo estaba de lo más extasiada. “Prepárate” me dijo al oído, entonces sentí su lengua sobre mi ano, me metía la punta de ella y después sus dedos para abrirme el culo. Yo estaba algo temerosa acerca de esto, pero la sola idea de ser follada por el culo me calentaba de sobre manera.
“Solo relájate” me dice él, entonces me la empezó a meter, la sentía deslizarse entre mis nalgas y como se cargaba sobre mi estrecho ano. Diego me empujaba con más fuerza cada vez, me dolía, pero me gustaba la idea. Él seguía empujando hasta que poco a poco se fue abriendo paso en mi culo, me dolía bastante ahora y yo no dejaba de quejarme, pero él no me dejaba, “solo un poco más, tu culo es muy estrecho” me decía él mientras seguía bombeándome.
Luego de unas cuantas acometidas ya la tenia toda dentro, la sentía palpitar en mi trasero y Diego me daba cada vez con más fuerza, sentía que me iba a partir en dos, pero lo disfrutaba tanto que me aguantaba el dolor. Al cabo de un rato su miembro se deslizaba con toda comodidad, yo deliraba con su miembro bien metido en mi culo y me movía cargándome hacia él para recibirla mejor. “¡Córrete en mi culo, córrete dentro!” le decía yo en medio de mis quejidos mientras me follaba, yo ya no daba más y ambos estábamos por corrernos.
Sebastián ya no da más y siente que también esta por correrse.
De pronto sentí como mi culo se lleno de un espeso y calido semen, nos corrimos juntos y fue increíble y jamás pensé que el sexo anal fuese tan excitante. Tras sacar su verga de mi culo me la puso en la cara para descargar el resto, se la chupe hasta sacarle todo el semen que se escurre por mi boca y mis tetas.
En ese instante el miembro de Sebastián prácticamente explota esparciendo su semen por encima de sus ropas y la cama de Pamela.
Diego quería que me fuera a su cabaña con él y hacer una “fiesta” con otras chicas y chicos, la idea me gustaba pero le dije que no podía, así que me despedí de él y volví a la cabaña antes que mis viejos se dieran cuenta, al día siguiente nos vinimos y no lo volví a ver, pero ocasionalmente me masturbo cuando recuerdo esto.
Sebastián se limpia como puede, se ha corrido como nunca y el desastre que dejo es enorme. Del baño saca una toalla con la cual limpia lo que puede. En ese momento escucha que los sus tíos viene llegando, Sebastián deja el diario escondido bajo la cama dispuesto a seguir leyendo una vez que este solo de nuevo.
 

Relato erótico: Conociendo a Pamela 3 (POR KAISER)

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Conociendo a Pamela
Sebastián almuerza con sus tíos, conversan un rato y los acompaña después de comer, sin embargo no haya el momento para que se vayan, solo quiere volver a la habitación de su prima y seguir leyendo su diario de vida para saber que otra aventura ella ha tenido.
Ese día ellos se van a trabajar más tarde de lo previsto, Sebastián se encarga de lavar la loza y ordenar, no quiere ser molestado por detalles. Después se va al living y espera con unas ansias cada vez más crecientes que ellos se vayan. Apenas lo hacen sale disparado hacia la habitación de Pamela.
De inmediato busca el diario de vida y salta sobre la cama para seguir leyendo y pajeandose. Pronto encuentra algo interesante.
19 de junio.
Había prueba de ciencias y yo no había estudiado nada, nada en absoluto, pero si me ausentaba seria peor, así que decidí lanzarme así no más a ver como iba.
Para variar la prueba estaba muy difícil, respondí lo que podía, que no fue mucho, y después me quede haciéndome la tonta tratando de ver si le podía copiar a alguien. En ese momento cayo un papel en mi mesa y después otro. Discretamente los tome y los abrí, eran parte de las respuestas de la prueba. Mire en todas direcciones pero no puede ver quien me los había lanzado, lo importante es que contenían parte de las respuestas.
Ya llevaba casi la mitad de la prueba cuando me di cuenta de donde venían los papeles. Eran dos chicos que estaban sentados tras de mi, Braulio y Miguel, chicos a los cuales yo no les hablaba en absoluto pues son unos nerds, por ello me sorprendió que me ayudaran. No son especialmente guapos, Braulio usa lentes y Miguel parece que no se peinara nunca, en realidad yo los evitaba antes, así que me sorprendió que salieran en mi ayuda ahora en especial considerando las bromas pesadas que les hice antes.
Sebastián sigue con interés el relato de Pamela.
Tenia casi toda la prueba respondida cuando de pronto el profesor noto algo, yo juraba que me había sorprendido y avanzaba hacia mí, pero paso a mi lado y se detuvo, les pregunto a Braulio y Miguel acerca de los papeles que tenían escritos y para quien eran. Ellos no dijeron nada y el profesor les quito las pruebas a ambos, “nota máxima un 3” les dijo, ellos tomaron sus cosas y se fueron, yo me sentí miserable por lo sucedido, mal que mal fue por mi culpa, por querer ayudarme les fue peor.
26 de junio.
A la semana siguiente me entregaron la prueba, el profesor estaba sorprendido al ver mi nota, yo también pero me quede callada. Me di media vuelta y ambos me miraban, yo les sonreí de vuelta y se sorprendieron, quise acercarme a ellos para darles las gracias pero unos chicos se me acercaron antes y no pude pasar, en realidad quería darles las gracias por su ayuda desinteresada no como la mayoría que solo me pedía algo a cambio de cualquier cosa.
Sebastián se sorprende al ver esta faceta de su prima, él creía que por su popularidad era más selectiva con sus amigos.
Durante el recreo fui al patio trasero donde suelen estar, los vi leyendo una revista y les hable, “¡gracias se pasaron!” les dije, al principio ellos no sabían que decir pues normalmente yo nunca los saludaba, les pregunte por que me ayudaron y Miguel me respondió, “te vimos en problemas”, lo dijo con mucha franqueza y honestidad, algo que me agrado en ellos. Me senté entre ambos, claramente los ponía nerviosos con mi presencia, de reojo me miraban las piernas pues mi falda es bastante corta o mis pechos dado el escote de mi blusa, a mi me divertía ponerlos así, nerviosos y cachondos. Ambos resultaron ser bastante simpáticos y bien educados pues en ningún momento trataron de pasarse de listos.
Tras calentarlos por un rato una amiga apareció y me llamo, me puse de pie asegurándome que vieran bien mis piernas luego me di vuelta y les dije, “espérenme después de clases” ellos mi miraron sorprendidos y yo les hice un guiño, después me fui. Decidí darles un premio a los dos.
Sebastián esta más expectante que nunca y sigue leyendo con atención.
Llegado el momento al terminar las clases me separe de mi grupo y fui hacia el patio trasero, ahí estaban ambos con cara de no entender nada, que ingenuos, pensé en ese momento. Antes que me vieran me arregle un poco, solté mi cabello y me abrí un par de botones de la blusa para que mis grandes pechos se vean mejor. Luego me acerque y les hable, los tome por sorpresa y casi los mate del susto. La expresión de sus rostros me hizo reír, ya me imaginaba como estos se deben matar a pajas pensando en mí.
Les dije que me acompañaran a un rincón del patio donde habían unos viejos escritorios botados, durante los recreos los chicos se vienen a fumar aquí pero a esta hora ya no hay nadie cerca. Braulio iba a hablar pero yo lo tome por sorpresa y le di un tremendo beso en la boca, lo deje helado y sin reacción. Miguel nos mira con cara de no creerlo, luego lo tomo a él y también le doy su beso, busco cruzar mi lengua con la suya y le tomo sus manos y las pongo sobre mi cuerpo. Hasta ese momento mi intención era excitarlos, dejarlos que me toquen y hacerles una buena mamada, pero nada más.
Los jale a ambos para quedar atrapada entre ellos, les comencé a sobar sus bultos que ya estaban más duros que nunca, al principio ellos estaban incrédulos, no creían lo que sucedía, que yo estuviera ahí, pero poco a poco fueron ganando confianza y comencé a sentir sus manos en mi cuerpo. Me empezaron a sobar el culo y a levantarme la falda y a acariciarme mis pechos. Me empezó a llamar la atención la forma en que me metían mano, no era de una manera torpe y brusca, lo hacían con suavidad usando bien sus manos y sus dedos al punto que comencé a gemir con bastante intensidad cuando los dedos de Braulio se deslizaron entre mis muslos.
Sebastián ya esta verga en mano, el solo imaginarse a su prima entre dos tipos lo hace hervir.
Rápidamente Miguel me desabrocho la blusa, se lanzo como loco sobre mis pechos, me quito el sostén y comenzó a devorarlos, a lamer mis pezones y a chuparlos de una forma increíble, me sobresalte cuando sentí como se metía una lengua entre mis nalgas, Braulio se agacho detrás de mi, me subió mi falda y deslizaba su lengua entre mis nalgas mientras sus dedos hurgaban en mi coño, a estas alturas estaba más que claro que mi idea de solo hacerles con mucho una simple mamada se había ido al trasto.
Sobre unos escritorios abandonados ahí Braulio se recostó y me hizo ponerse encima de su rostro, así puede sentir mejor su lengua paseándose por mi ardiente sexo, ¡rayos realmente sabia usar su lengua! Miguel se abrió sus pantalones y saco su miembro, de dimensiones nada despreciables, de inmediato empecé a degustarlo con mis labios, se lo chupaba y le pasaba mi lengua por su deliciosa y roja cabeza, después lo puse entre mis tetas y lo empecé a pajear con ellas. Su verga se perdía entre mis pechos y se lo hacia con más cada vez, todo esto mientras mi coño no dejaba de ser lamido por Braulio, pero esto apenas comenzaba.
Ellos se pusieron de pie y le dije a Braulio que era su turno, le abrí los pantalones y saque su miembro para empezar a atenderlo como se lo merecía, me incline frente a él y le hice la mejor mamada de su vida, Miguel no se quedo de ocioso y tras hacerme delirar haciéndome sexo oral decidió usar su verga la cual sentí poco a poco como me la fue metiendo hasta recibirla toda. Me sujeta de mis caderas y me folla con fuerza, como a mi me gusta, siento su verga moverse dentro de mi sexo, lo hace tan bien, además me gusta esta situación, recibir un miembro en mi boca y otro en mi coño a la vez, si bien antes me había besado con dos chicos al mismo tiempo esta es la primera vez que tengo sexo con dos.
El miembro de Sebastián esta que explota, con una mano sujeta el diario de vida y con la otra se masturba.
Entre ambos me pusieron de espaldas sobre aquel escritorio, Braulio no tardo en empalarme con su miembro, puse mis piernas sobre sus hombros y comenzó a darme bien duro, mis gemidos se escuchaban por todo el lugar, si alguien nos descubría me importaba un cuerno, hombre o mujer me lo follaba igual. A Miguel no tuve que decirle nada, de inmediato me la metió en la boca hasta el fondo, casi no me deja respirar al principio pero pronto le tome el ritmo, ¡me daba rabia conmigo misma, tanto tiempo despreciando estas dos vergas solo por que ellos se veían raros!, que idiota de mi parte.
Mis pechos no dejan de agitarse mientras entre los dos me cogen, se turnaban para follarme, yo pasaba de verga en verga y eso me encantaba. No dejaban de follarme y yo de mamar sus vergas, follamos como animales, sin parar. Braulio me dijo que se quería correr en mi boca y Miguel en mis tetas, decidí concederles a ambos lo que quieren. Me acosté en el suelo para hacerlo más fácil, Miguel se puso encima mió y su verga entre mis pechos de inmediato comenzó a hacerse una paja con ellos aprentadolos con firmeza contra su miembro, Braulio se hinco a mi lado y recibí su miembro en mi boca, y con mis manos le estimulaba sus testículos.
Me excitaba de manera increíble no solo lo que hacia y lo que ya habíamos hecho, la expresión de placer en sus rostros me calentaba aun más, estaba decidida a sacarles hasta la ultima gota de semen. A Braulio se la chupaba con todo, recorría su verga con mis labios y de pronto sentí que palpitaba, que se convulsionaba, entonces un torrente de semen inundo mi boca hasta rebosarla, sabia delicioso, casi al mismo tiempo Miguel cubrió mis senos con su semen el cual chorreaba sobre ellos.
En ese momento Sebastián se corre sobre la cama de Pamela, la descarga fue tal que salpica sus sabanas y este se escurre en su mano.
Tras recuperar el aliento y limpiarme un poco me ayudaron a ponerme de pie, jamás me habían follado, así fue algo increíble y digno de repetir en otra ocasión. Pasamos al baño y aproveche de lavarme y ordenarme la ropa. Los tres salimos del colegio y ellos me dejaron en el paradero, les di las gracias por tan excitante momento y me despedí dándoles unos ardientes besos, desde entonces ya no los considero unos nerds y en realidad somos ahora íntimos amigos.
Sebastián respira profundo, entre extasiado y cansado después de pajearse de esa forma. “¡Sebastián, Sebastián ya llegue!” escucha en ese momento. Él abre sus ojos espantado al ver el desorden, “Pamela, ¿a esta hora? No puede ser” se dice a si mismo, además escucha otras voces, las amigas de Pamela también están aquí, si no hace algo pronto se meterá en un tremendo lió.
 

Relato erótico: Conociendo a pamela 4 (POR KAISER)

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Conociendo a Pamela
 

Las voces se hacen cada vez más fuertes, de inmediato Sebastián ordena la cama y esconde el diario arrojándolo bajo la cama. Pamela sigue acercándose, si ella lo sorprende saliendo de su habitación le hará muchas preguntas sin mencionar que será el objeto de burla de las amigas de ella. Rápidamente se esconde en su armario y guarda absoluto silencio.

“¡Sebastián, Sebastián estas aquí!” le llama ella a gritos, él mantiene silencio en su escondite, “se te perdió tu primo parece” le dice una de sus amigas, “donde se metió este, ya se lo voy a llamar a su celular”, al oír esto Sebastián desesperadamente se busca su celular, sin embargo en el armario esta bastante apretado y no lo encuentra. “¡Malditos pantalones!” dice él al no poder sacarlo de su bolsillo, alcanza a quitarle el sonido justo en el momento en que Pamela marcaba su número. “Que raro no contesta, debió ir a los videojuegos seguramente” dice ella.
Sebastián consigue observarla a través de una rendija en el armario, ella conversa con sus amigas y acuerda ir a la casa de una de ellas mañana por la tarde después de clases para terminar un trabajo bastante urgente. Pamela sale de la habitación un instante, Sebastián piensa en salir pero antes que pueda hacerlo ella vuelve a entrar y deja una botella de agua mineral en su velador y luego se tira en su cama.
Desde su escondite Sebastián observa como la corta falda de colegio de su prima se levanto bastante, sus piernas y esos muslos tan bien formados se aprecian en gloria y majestad. Ella suspira profundamente, el día esta bastante caluroso y ella se agita su blusa para ventilarse un poco, “en ocasiones ustedes son un verdadero problema” dice ella refiriéndose a su busto de notable tamaño para su edad. Sebastián esta boquiabierto cuando ella se desabrocha su blusa dejando sus pechos cubiertos solo por el sostén que da la impresión de contenerlos apenas. Los pezones se marcan en el sostén que usa y el sudor se escurre por su cuerpo.
Sebastián trata de no moverse pero esta muy incomodo, al tratar de ubicarse mejor pasa a golpear la pared lo que de inmediato hace reaccionar a Pamela que mira directamente hacia el armario. Sebastián se queda quieto, “malditos ratones” dice ella que toma una pequeña botella de agua mineral y comienza a beber. Desde su escondite Sebastián no le pierde la vista a su prima, bebe lentamente y cada vez que la botella llega a sus carnosos labios él ya se imagina su verga deslizándose entre ellos.

Pamela sigue bebiendo, el agua esta bien fría y ella se pasa la botella por su rostro, de pronto derrama parte del agua sobre sus pechos por accidente. Ella se sobresalta un poco pero después intencionalmente lo hace con la idea de refrescarse. Sebastián no pierde detalle alguno de lo que sucede. Para su asombro Pamela se abre su sostén y descubre totalmente sus pechos con sus pezones erectos y firmes. Ella se los vuelve a moja y después se pasa la fría botella de agua entre los mismos y sobre sus pezones. Pamela suspira delicadamente, “esto se siente super rico” dice en voz alta.

Ella se sube su falda descubriendo su ropa interior, desliza la fría botella por entre sus pechos y después la hace descender por su vientre hasta llegar a su entrepierna donde la pasa por encima de su coño cada vez con más fuerza. Pamela comienza a gemir mientras Sebastián atónito la observa. Con una mano ella presiona la botella sobre su coño y con la otra se masajea sus pechos, sus gemidos y suspiros inundan la habitación mientras su primo trata desesperadamente de abrirse sus pantalones, su verga ya no da más de dura y tiesa.
Con sus dedos Pamela se aparta su ropa interior, Sebastián ve su sexo por primera vez, esta cubierto con un poco vello algo oscuro. Pamela se acaricia su sexo y separa los labios de su vagina buscando su clítoris, cada vez que se lo toca ella se retuerce en la cama. Sebastián esta más caliente que nunca y siente una tremenda envidia de aquellos que ya han disfrutado de su prima. Nuevamente ella usa la botella para masturbarse, se frota con fuerza su sexo y ella se agita y retuerce descontrolada sobre la cama. La botella se la pasa sin cesar sobre su sexo y la carga usando ambas manos.
Pamela se saca su calzón y lo tira al suelo, ella coge la botella y comienza a chuparla y a lamerla como si de una verga se tratara. La lubrica bien con saliva y después ella se pone en cuatro sobre la cama dándole a Sebastián la mejor vista posible. Tomándola con fuerza Pamela guía la botella hasta su coño y comienza a metérsela lentamente. Con la boca abierta Sebastián la observa, su verga esta que explota mientras la botella se va perdiendo en el ardiente y húmedo sexo de Pamela.

“¡Oh siii!” exclama ella terriblemente excitada mientras se va metiendo la botella rítmicamente. Sus pechos se agitan cada vez que ella la empuja dentro de su cuerpo, no conforme con ello se chupa sus dedos y después busca ansiosamente su culo, ella se masturba de forma fanática gimiendo como loca. Sebastián esta atónito observándola mientras se masturba por ambos agujeros hasta que ella se corre varias veces sobre su cama, Sebastián le salpica parte de la ropa en el armario al correrse.

Pamela coge la botella y la lame lentamente, ella saborea los jugos de su sexo y suspira profundamente. Luego se pone de pie y se desnuda por completo y su primo admira con detenimiento cada una de las curvas de su magnifico cuerpo, “es perfecta” se dice Sebastián a si mismo, ella saca una toalla de un mueble y sale de la habitación. Sebastián escucha el sonido de la ducha en el baño y luego como se cierra una puerta. Él espera unos minutos y finalmente sale del armario, sobre la cama ve la botella y la olfatea, “esta impregnada con tu olor” dice en alusión a Pamela.
Como puede se arregla los pantalones y sale lentamente por el pasillo, va a comenzar a bajar por la escalera cuando Pamela lo ve, “¿vaya estabas aquí, no te sentí?”, “eh, vengo llegando, como me di cuenta que te estabas duchando decidí ir a preparar algo de comer” responde con algo de nerviosismo. Pamela esta envuelta en la toalla y se seca su cabello mientras le habla, “¡que rico, prepárate una pizza, mi vieja dejo una lista en refrigerador!”, “hecho”, “yo bajo enseguida me voy a arreglar y voy, necesitaba darme una ducha, quede exhausta con tanto… ejercicio” le dice ella sonriendo, Pamela entra en su habitación y cierra la puerta. “Ya creo que hiciste mucho ejercicio” dice Sebastián en voz baja.
 
 
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