Este relato lo hemos escrito entre Virgen jarocha y yo. La coautora ha decidido premiaros con otra foto suya. El resto de las imágenes del relato son de una modelo.







Este relato lo hemos escrito entre Virgen jarocha y yo. La coautora ha decidido premiaros con otra foto suya. El resto de las imágenes del relato son de una modelo.
Capítulo 16: Un nuevo hogar.
Mientras era transportado en el ambulancia Hércules estaba totalmente confundido. Ya se había hecho a la idea de que iba pasarse el resto de su vida intentado mantener su culo a salvo y ahora estaba en el interior de una ambulancia camino de no sabía dónde, en manos de no sabía quién.
Por un momento intentó razonar con el juez, aduciendo que estaba perfectamente cuerdo, pero el juez se había mostrado inflexible y había decidido que el mejor lugar para él era el psiquiátrico. Así que igual que habría aceptado la decisión de mandarle el resto de su vida a la trena, tendría que aceptar la decisión de recluirle en un psiquiátrico aunque sabía perfectamente que a su cerebro no le pasaba nada.
Y por otra parte estaba esa psicóloga que había intervenido en el último momento para salvarle de la cárcel. Todo muy sospechoso. Por un momento pensó que podrían haber sido sus madres, pero tras pensarlo más detenidamente llegó a la conclusión de que el único capaz de hacer una cosa así era su abuelo…
La furgoneta se detuvo bruscamente sacándole de sus pensamientos. Unos segundos después arrancó de nuevo y circuló un par de minutos por una pista de gravilla hasta detenerse definitivamente.
Las puertas traseras se abrieron y los dos hombres le sacaron aun atado a la camilla. Fuera, le esperaba Afrodita con una sonrisa provocadora y los ojos ligeramente achicados como si estuviese guardándose un as en la manga.
—Bienvenido a La Alameda. —dijo Afrodita haciendo señas a los hombres para que soltasen las correas que le ataban a la cama—Y vosotros quitaros esos estúpidos disfraces.
—¿Pero qué demonios? —preguntó Hércules— ¿Qué clase de institución es está?
Durante un segundo ignoró a la mujer y miró a su alrededor. Se encontraba en una especie de glorieta que daba acceso a un majestuoso edificio de piedra de finales del siglo dieciocho. Afrodita se adelantó y sin decir nada le guio hasta la entrada. La puerta dio paso a un gigantesco recibidor de mármol con una enorme escalinata en el fondo. Hércules siguió el vaivén de las caderas de la mujer y las hermosas piernas que asomaban por el escueto vestido, buscando por todos lados los pacientes y los empleados que se suponía debían pulular por todos los rincones del edificio.
Una vez en el primer piso, avanzaron por un pasillo cuyas paredes estaban cubiertas de tapices que representaban antiguas batallas hasta que finalmente abrió una puerta y le hizo pasar.
De repente se encontró en una acogedora sala cubierta de madera de caoba y espesas alfombras, con un alegre fuego chisporroteando en una chimenea.
Afrodita se acercó a un sillón orejero y se sentó frente a las llamas. El resplandor del fuego le daba un atractivo color dorado a la tez de la mujer.
Hércules se sentó en otro sofá frente a ella sin esperar a ser invitado y observó como afrodita cruzaba las piernas lentamente antes de empezar a hablar:
—Se que estás confundido y que no esperabas que los acontecimientos se desarrollasen de esta manera, pero tanto yo, como la organización a la que pertenezco, opinamos que pasar el resto de la vida en la cárcel no sería lo mejor para ti y tampoco redundaría en ningún beneficio para la sociedad.
—Debo pagar por lo que hice. —dijo Hércules.
—Lo sé perfectamente, pero nuestra organización te ha estado observando y opina que serías mucho más útil al país poniéndote a nuestro servicio.
—¿No temes que vuelva a “perder el control”, dejarme llevar por mi síndrome disociativo y os mate a todos? —preguntó Hércules con ironía.
—Sé perfectamente porque hiciste todo aquello y la mejor forma de purgar todos los delitos que has cometido es salvar todas las vidas de que seas capaz para compensar las que has destruido. —dijo la mujer— Nuestra organización se encarga de proteger a personas importantes para este país de una forma discreta, desde la sombra.
—No sé, quizás tengas razón o quizás deba volver ante el juez y suplicar que me encierre en la cárcel. Además ¿Qué es exactamente la Organización? ¿Una especie de ONG?
—Veamos, —respondió Afrodita juntando los dedos de las manos, unos dedos largos y finos rematados por unas uñas largas pintadas de negro— ¿Cómo puedo explicártelo para que lo entiendas? Nuestra organización, La Organización, es una empresa privada que hace ciertos trabajos para el gobierno, trabajos importantes, pero en los que el gobierno no se quiere ver implicado por ciertas razones.
—¿Porque son ilegales?
—Ilegales no, más bien alegales.
—Perdona pero no te entiendo —dijo Hércules insatisfecho por la respuesta.
—Imagina que alguien importante para el gobierno está amenazado, pero no hay ninguna prueba o hay pruebas vagas de ello o se necesita que cierto mensaje u objeto en poder de un ciudadano extranjero sea interceptado de forma que el gobierno pueda negar toda implicación.
—Parece un trabajo un poco abstracto…
—Y peligroso. —dijo ella— Por eso necesitamos a hombres como tú con talentos especiales.
—¿Qué tengo yo de especial? —preguntó Hércules tratando de hacerse el tonto.
—Vamos no me hagas ponerte el video de las duchas. Eres más rápido y fuerte que cualquier otro ser mortal que habita la faz de la tierra. Eres el hombre perfecto para este tipo de trabajos y te necesitamos. —respondió Afrodita con la típica mirada de “tú a mí no me la pegas”.
—Bien creo que es suficiente por hoy. Mañana empezarás tu entrenamiento. —dijo la mujer levantándose y precediéndole fuera de la estancia— Lucius te llevará a tus aposentos.
Le asignaron una enorme habitación de techos altos con una cama con dosel, un pesado escritorio de caoba y un armario empotrado donde descubrió una docena de trajes negros de Armani totalmente idénticos.
Tras curiosear un rato, alguien llamó suavemente a la puerta, era Lucius de nuevo informándole de que la cena estaba servida. Como no tenía otra cosa para vestirse se puso uno de los trajes y lo siguió a un enorme comedor dónde una docena de personas, con un anciano de larga barba blanca ocupaba la cabecera de la mesa.
—¿Quién es Dumbledore? —preguntó Hércules sentándose al lado de una Afrodita que había cambiado el espectacular conjunto con el que le había raptado del juzgado por una blusa blanca y una sencilla minifalda de seda negra.
—Es el director de La Organización. Hieronimus.
—Vaya, ¿Todos los miembros de la organización tienen nombres que riman?
—No seas idiota…
La velada transcurrió lenta y silenciosa. Según le dijo Afrodita, el director apenas hablaba y se limitaba a repartir las misiones. Ella misma se encargaría de su entrenamiento y le transmitiría las órdenes de Hieronimus.
Tras la cena todos los presentes se retiraron y Hércules quedó a solas con el anciano. Este fue escueto, solo le dijo que cumpliese con cabeza las misiones que le adjudicase y que recordase que representaba a La Organización en todo momento y por tanto debía de comportarse siempre honorablemente y nunca volver a tomarse la justicia por su mano.
Tras indicarle que debía tomarse el entrenamiento en serio le dio permiso para retirarse.
Subió la escalera en dirección a la habitación cuando la y luz el sonido de una voz tarareando una extraña melodía que se filtraban por una puerta entreabierta llamaron su atención.
La curiosidad pudo con él y se asomó por la estrecha rendija. Desde allí podía ver una enorme habitación decorada de una manera bastante extraña como si fuese una antigua casa griega o romana. Sentada en el borde del lecho y frente a un espejo de plata estaba Afrodita. Ignorante de que estaba siendo espiada se quitó las horquillas que mantenían el apretado moño en su sitio y dejó caer una cascada de pelo rubio y brillante que bajaba en suaves ondas hasta el final de su espalda.
Con un suspiro echó mano a su blusa y se soltó los tres botones superiores. Con un gesto descuidado metió una mano por la abertura y se acaricio distraídamente el hueco entre los pechos.
Hércules observó hipnotizado como la mujer apartaba las manos de su busto y se levantaba para ponerse frente al enorme espejo. Con lentitud siguió abriendo la blusa poco a poco hasta que estuvo totalmente desabotonada.
Sus pechos eran grandes y pesados y estaban aprisionados por un sujetador blanco semitransparente con algunos toques de pedrería. Afrodita se quitó la blusa y se cogió los pechos juntándolos, elevándolos y pellizcándose ligeramente los pezones a través del fino tejido del sostén. Hércules trago saliva mientras observaba como los pezones crecían hasta formar dos pequeñas protuberancias en la suave seda que los cubría.
Desplazó su vista hacia abajo y observó la minifalda con la que se había presentado en la cena, que perfilaba un culo no muy grande, pero redondo y firme como una roca. Del extremo de la falda asomaban unos muslos y unas piernas que solo eran superados en elegancia y esbeltez por los de Akanke.
El recuerdo de su amante le hizo sentirse a Hércules un mirón y un gilipollas, pero la belleza y la sensualidad de aquella mujer hacían que no pudiese despegar los ojos de ella.
Afrodita agarró la falda y se inclinó para bajársela poco a poco y mostrarle involuntariamente a Hércules que el sujetador iba en conjunto con una braguita del mismo color y un liguero salpicado de bisutería que estaba unido unas medias blancas con una costura negra que recorría la parte posterior de las piernas.
La psicóloga acompaño el descenso de la falda hasta que esta cayó al suelo. Su piel, tersa y brillante, resplandecía a la luz de la luna como nada que hubiese visto en su vida. Hércules se dio cuenta de que había dejado de respirar y se obligó a controlarse aunque no fue capaz de apartar la mirada de aquella extraordinaria visión.
Afrodita se giró para mirarse la espalda y el apetitoso culo proporcionándole una perfecta panorámica de su cuerpo.
Tuvo que agarrar con fuerza el marco de la puerta para no lanzarse sobre ella cuando, tarareando el “More Than Words” de Extreme se quitó el sujetador. Los enormes pechos de la mujer se quedaron altos y tiesos, desafiando a la gravedad a pesar de su tamaño, con los pezones erectos y apetecibles como la fruta prohibida del paraíso.
Hércules se deleitó en aquellos dos jugosos y pálidos melones, recorrió las finas venas azules que destacaban en la pálida piel de la mujer y deseó ser las manos que los acariciaban. Sin dejar de canturrear la joven apoyó una de las piernas en un taburete y delicadamente fue soltando las presillas del liguero para a continuación arrastrar las medias hacia abajo y quitárselas, acariciándose las piernas con suavidad.
El zapato de tacón voló por la habitación y la joven terminó de quitarse la media. ¿Es que aquella mujer no tenía defectos? Hasta los pies eran pequeños, delicados y exquisitamente proporcionados.
Cuando terminó con la otra pierna y se hubo quitado el liguero, se incorporó de nuevo y volvió a observarse al espejo. La sonrisa de satisfacción y orgullo al observar su cuerpo en el espejo era inequívoca. Con un último tirón se saco el minúsculo tanga y lo dejó caer a sus pies, quedando totalmente desnuda.
Su pubis estaba totalmente rasurado, sin una sola mácula. Hércules observó la delicada raja que asomaba entre sus piernas. Tras inspeccionarse el cuerpo a conciencia, Afrodita se inclinó sobre un pequeño aparador, se sacó una crema hidratante y comenzó a aplicarse una generosa dosis por todo su cuerpo. Con una sonrisa de placer la mujer se aplicó detenidamente la crema, acariciando y amasando pechos, vientre, culo y pantorrillas, dejando el pubis para el final.
Con toda la piel brillando a la suave luz de la luna se sentó de nuevo sobre la cama con las piernas abiertas y comenzó a aplicarse la crema sobre sus partes íntimas soltando leves suspiros de placer.
Hércules se levantó empalmado como un duque, incapaz de tomar una decisión. Afortunadamente o no, un ruido de pasos se aproximó en ese momento por el pasillo y le obligó a huir precipitadamente.
Afrodita también escuchó el rumor de pasos y con un mohín oyó como Hércules dudaba un instante más y finalmente abandonaba la puerta desde la que le había estado espiando. Con un resoplido metió de nuevo sus dedos entre las piernas, no eran lo mismo que la polla de un hombre fuerte y atractivo, pero por ahora tendría que conformarse con masturbarse e imaginar que aquellos dedos eran los de su hermano haciéndole el amor.
NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/
PRÓXIMO CAPÍTULO: TEXTOS EDUCATIVOS
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR :
alexblame@gmx.es
Este y todos los relatos de esta serie que están por venir consisten en las vivencias reales de Elena, una pelirroja con mucho morbo que me ha pedido ayuda para plasmarlas en relatos. Si quereís contactar con la co-autora podéis hacerlo a su email: pelirroja.con.curvas@gmail.com.
También quiero aclararos que, aunque no son fotos de ella, lo creáis o no la modelo se parece mucho a Elena. Solo deciros que en persona sus tetas y su cuerpo son todavía más impresionantes.
Capítulo 3
Mi apartamento lejos de resultarme un remanso de paz donde olvidarme de lo que había sucedido, sus paredes me parecieron parte del problema. Nada más llegar, me quité la corbata y salí a tomarme unas copas que me sirvieran como anestesia para que el alcohol ocultara mi sonrojo.
Cómo perro apaleado, me dirigí al bar de siempre. La familiaridad del barman incrementó mi turbación al preguntarme porque llegaba tan acalorado. Incapaz de reconocer hasta donde había llegado mi degradación, me bebí mi copa de un trago y hui de ese lugar.
Sin rumbo fijo recorrí las calles de Madrid hasta que involuntariamente me vi a las puertas de una casa de putas a la que solía acudir con mis amigos. Sobreexcitado debido a la escena de la que había sido testigo, entré en ese lupanar con la esperanza que un polvo me hiciera olvidar lo ocurrido.
Como en otras ocasiones tras los saludos de rigor, la madame me preguntó qué era lo que estaba buscando. Todavía hoy sé que fue instintivo y hasta yo me sorprendí al escuchar mi respuesta:
―Una pelirroja tetona.
Me quedé helado al percatarme de lo que había dicho. Aunque la vergüenza que sentía me impelía a salir por patas, no lo hice y temblando como novicio en esas lides, esperé que desde el interior del putero saliera la puta con la que quería sustituir a la mujer que me tenía obsesionado. Dos whiskies mas tarde apareció por la puerta una preciosa joven, la cual a pesar de su belleza, desde el momento que la vi comprendí que nunca podría sustituir a Elena.
«Es una cría», sentencié molesto porque la que quería olvidar era una hembra hecha, una mujer madura con experiencia.
La fulana debió de advertir mi disgusto porque temiendo que diera por terminada la velada aun antes de empezar, me preguntó si no le gustaba. Me dio ternura su angustia y llevando sus labios a los míos, la besé dulcemente mientras le decía:
―Por nada del mundo me perdería una noche en tu compañía.
Mis palabras azuzaron a la mujer que no queriendo perder a su cliente me empezó a besar. Sus besos matizaron mis suspicacias y con ella entre los brazos, traspasé la puerta que daba acceso a los cuarto. Nada más entrar en su habitación se arrodilló a mis pies con la intención de hacerme una mamada pero como mis intenciones eran otras, me separé de ella y desde la cama, la ordené:
―Desnúdate.
Mi acompañante dejó caer su vestido sobre las sábanas. Aunque en un principio esa chavala no me decía nada, casi me desmayo al ver por primera vez su cuerpo desnudo porque la fortuna me había sonreído y sus pechos se asemejaban en gran medida a los de la mujer que me había llevado allí. Era preciosa, la durísima vida de alterne todavía no había conseguido aminorar ni un ápice su belleza. Sin dejar de mirarla, me quité la chaqueta. Actuando como una experta en su oficio, esa pelirroja suspiró como si realmente sintiera deseo al ver que empezaba a desabrochar los botones de mi camisa.
―Tócate para mí― exigí mientras me quitaba la camisa.
La zorrita no se hizo de rogar y abriendo sus piernas de par en par, se empezó a masturbar sin dejar de observar cómo me deshacía del cinturón. La sensación de saber que, aunque fuera solo durante una hora, era el dueño de los destinos de esa monada, me excitó en demasía y bajándome la bragueta, busqué incrementar la supuesta lujuria de la mujer.
Ella, obedeciendo mis órdenes, llevó una de sus manos a su pecho y lo pellizcó a la par que imprimía a su clítoris una tortura salvaje. Al dejar deslizarse mi pantalón por mi piernas, la mujer dio un paso más en su actuación y chillando hizo como que se corría.
Lo cierto es que me dio igual saber que todo era fingido y más excitado de lo normal, me uní a ella en la cama. La putita creyó que quería poseerla y cogiendo mi pene entre sus manos, intentó que la penetrara pero, separándola de mí, le dije:
―Me apetece otra cosa.
La mirada curiosa de la muchacha me confirmó que tras esa máscara de niña inexperta, se escondía una profesional que le daba igual lo que le hiciera siempre que le pagara pero obviando sus motivos, decidí fantasear yo con que esa mujer realmente me deseaba.
―Estás preciosa.
Mi piropo la confundió al no esperárselo y por eso no puso ningún inconveniente cuando mi boca buscó sus labios mientras con mi mano acariciaba uno de sus pechos. Traicionándola, sus pezones se contrajeron a pesar que era consciente que la excitación de la muchacha brillaba por su ausencia y que por mucho que hiciera iba a ser imposible que en su interior se calentara.
―Necesito ser suya― suspiró con la respiración entrecortada.
A pesar de su hipocresía, la belleza de su cuerpo y su dulce sonrisa, hicieron que mi pene se alzara presionando el interior su entrepierna. Mi erección incrementó su confianza y sabiendo que ya era casi un hecho que me la iba a tirar, me rogó que fuera bueno con ella. Su papel de niña indefensa me satisfizo y empecé a acariciar su cuerpo con dulzura. Durante largos minutos, fui tocando cada una de sus teclas, cada uno de sus puntos eróticos hasta que creí haber conseguido derretirla.
La puta se merecía un óscar o realmente estaba excitada porque tiritando de placer, parecía sumida en la pasión justamente cuando con un grito me imploró que la tomara. Creyéndome a medias sus chillidos, la obligué a ponerse a cuatro patas y me coloqué sobre ella. La pelirroja creyó que había llegado el momento de cumplir pero en vez de penetrarla, acaricié los duros cachetes que formaban su culo e incrementé su turbación a base de suaves besos.
Todo su cuerpo tembló al sentir mi lengua jugando con su trasero pero en vez de gemir presa del deseo, me informó que el sexo anal costaba el doble. Cabreado decidí dejarme de prolegómenos y forzando su ojete, hundí mi pene en su interior.
La zorra gritó al sentir la violencia de mi asalto y temiendo sufrir un desgarro me rogo con lágrimas en los ojos que la dejara acostumbrarse a tenerlo dentro. Por mi parte, no estaba dispuesto a esperar y sin darle tiempo a relajarse comencé a mover con rapidez mis caderas.
―¡Madre mía!― sollozó de dolor al experimentar en sus carnes mi furia. Si hasta entonces se había comportado como una profesional, todo cambio y llorando como una magdalena, me rogó que aminorara el ritmo.
Obviando sus deseos, incluso incrementé el vaivén con el que la estaba sodomizando al tiempo que castigaba con duros azotes las nalgas de la pobre mujer. Nada me podía parar y ya lanzado, apuñalé su interior con mi estoque una y otra vez. La zorra al verse zarandeada de esa manera, se olvidó que yo era un cliente y sintiendo que su cuerpo colapsaba, disfrutó de cada uno de los asaltos de mi pene dándose el lujo de pedirme que no parara.
Dominado por mi faceta dominante, lo que terminó de excitarme fue ver a esa fulana pellizcando sus pezones y sin dejar de machacar su culo, le pregunté:
―¡Te gusta que te folle! ¿Verdad, puta?
―Mientras pagues me encanta ser toda suya― respondió todavía en plan altanera.
Su mercantilismo bajo mi excitación y deseando culminar para que no se fuera de vacío, agarré sus pechos y acelerando el ritmo de mis caderas, forcé su cuerpo hasta límites insospechados.
―¡Eres un bestia pero me gusta!― berreó sin importarla que la estuviera usando sin contemplaciones.
La exclamación de la que consideraba mi propiedad provocó que olvidara cualquier precaución y convirtiendo mi cuerpo en una ametralladora, martilleé con fiereza el ojete de esa mujer. Ella al sentir mis huevos rebotando contra los pliegues de su sexo, me soltó:
―Córrete de una puta vez, mamón.
Curiosamente ese insulto fue el empujón que mi cuerpo necesitaba y agarrándome a sus hombros, regué con mi semen su interior mientras en mi mente era a Elena a la que estaba inseminando.
La puta ni siquiera esperó que descansara y saliendo de la cama, me exigió de malos modos que la pagara. Mientras lo hacía, en plan cabrón le pregunté si le había gustado el tratamiento.
Por vez primera se comportó como un ser humano y sonriendo, me reconoció que sí pero que la próxima vez, la avisara antes para tener su esfínter ya relajado….
Capítulo 4
La visita al putero lejos de calmar la desazón que me producía esa mujer la incrementó y como si fuera una venganza del destino, me pase toda la puñetera noche dando vueltas incapaz de dormir. El recuerdo de la pelirroja dando rienda a su lujuria y el brilló de sus ojos mientras el chaval se la follaba me tenía obsesionado.
«Mierda», maldije al levantar más cansado que al acostarme.
Las manchas de humedad en mis sábanas eran un recordatorio de la excitación que durante todas esas horas había nublado mi mente. Sabía que era un pelele en manos de esa zorra. Aun así después del desayuno y contrariando mi decisión de no acudir al gimnasio, resolví que nada perdía si me acercaba a ver que era con lo que la tal Elena me iba a recibir.
«Quizás desea un polvo», pensé ilusionado.
Por ello zanjando el tema, preparé una mochila con ropa de deporte y salí rumbo a la oficina. Mi sentimiento de humillación por ser incapaz de olvidarla se fue incrementando con el paso de las horas pero se volvió insoportable al recibir sobre las dos de la tarde, la visita del portero.
Como apenas había cruzado unas palabras con ese sujeto, me extrañó que viniera a verme y por ello le recibí con las debidas suspicacias. A pesar de ello, os juro que nunca pensé que me dijera:
―Doña Elena me ha pedido que le informe que bajará sobre y media.
La sensación que iba a ser vox populi mi atracción por esa mujer me hundió en la miseria pero aun así contesté que, allí, la vería.
«Estoy gilipollas», mentalmente mascullé cabreado conmigo mismo mientras el empleado de la finca desaparecía rumbo a su portería.
Una hora más tarde y actuando como un autómata, bajé al vestuario anejo al gim. La ausencia de otros usuarios me tranquilizó. Ya vestido de corto, entré al local y me puse a pedalear sobre una bicicleta estática mientras miraba la puerta con la esperanza y el miedo de verla entrar. Esa dicotomía en la que me había sumergido se rompió en cuanto la escuché caminar por el pasillo.
El taconeo característico que producía con cada paso me alertó de su llegada justo en el momento que dos ejecutivos hacían su aparición en la sala. No tuve que esforzarme para comprender que venían charlando de ella al escuchar que uno de ellos decía:
―¡Qué buena está la zorra!
Y es que obviando mi presencia, ese par se recrearon a gusto hablando de las enormes ubres con las que la naturaleza había dotado a esa pelirroja. Ninguna parte de su cuerpo quedó libre de su escrutinio porque una vez habían acabado con su delantera, fijaron su atención en las gloriosas nalgas de las que era dueña.
―¡Y cómo las mueve!― observó descojonado el más apocado de ellos.
Ese comentario me hizo rememorar el sensual meneo que me había impresionado la primera ocasión en que me topé con ella.
«Son impresionantes», ratifiqué mentalmente cuando como una diva, Elena entró en la sala.
Enfundada en unas mallas que no dejaba lugar a la imaginación y con un coqueto top blanco con tirantes, sonrió a los presentes para acto seguido comenzar a estirar mientras los tres presentes seguía atentos cada uno de sus movimientos. Nuevamente fui consciente de su belleza. A pesar de sus treinta y tantos, ese monumento de cuerpo atlético todo lo que uno puede desear de una mujer.
Guapa hasta decir basta, sus pechos de ensueño cautivaron mi atención y deseé hundir la cara en su canalillo. Al mirar a los otros dos tipos, comprendí que estaban tan embelesados como yo y que no perdían ojo
“¡Quién se la follara!”, exclamé mentalmente al verla agacharse y tocarse la punta de sus zapatillas.
Si su rostro era precioso que os puedo decir de ese culo que voluntariamente exhibía con descaro a nosotros tres. Para describirlo tendría que gastar todos los seudónimos de exuberante y aun así me quedaría corto. Era sencillamente espectacular y para colmo, los leggins que llevaba lejos de taparlo, lo hacían aún más atractivo.
Desde mi posición, me quedé absorto disfrutando de los estiramientos de esa mujer. Os parecerá una exageración pero aunque he visto a muchas y he disfrutado de buena cantidad de ellas, ese zorron era lo mejor que había visto. Parecía sacada de un concurso de fitness erótico. Sabedora del atractivo que producía a su paso, se movía cual pantera incrementando el morbo de todos los que la observaban.
«Esta mujer es un peligro», medité ya que al observarla uno solo podía pensar en cuidarla y protegerla.
Mis hormonas estaban ya disparadas cuando habiendo terminado de calentar, el putón que había visto follar en el vagón se puso a correr sobre la banda y al hacerlo sus pechos se balancearon en un movimiento casi hipnótico que estuvo a punto de producirme un desgarro de cuello.
Su modo de correr era tranquilo pero eso no me decepcionó porque todo en esa criatura era impresionante. A cada zancada sus pechos rebotaban suavemente bajo su top, dando a su carrera una sensualidad sin límites. Incapaz de decir nada, seguí mirándola durante diez minutos, manteniendo por mi parte un pedaleo constante.
«Como me gustaría calzármela», certifiqué molesto al llegar a mis papilas el dulce aroma que desprendía.
No sé cuál era el perfume que llevaba pero, para mí en esos instantes, era un cúmulo de feromonas que me traían como perro en celo.
«¿Qué se propone?» pensé al verla coger una botella de agua y sonreírme con una especie de reto en su gesto.
Su actitud me hizo incrementar mis precauciones y escondiéndome de su mirada, la seguí con los ojos mientras se acercaba a la pareja. Reconozco que para entonces, la curiosidad había hecho mella en mí por lo que sin ya disimular observé que se paraba frente a ellos y llevaba la botella a sus labios.
«No me lo puedo creer», mascullé interiormente cuando observé que en vez de beber, esa zorra lo que estaba haciendo era dejar mojar el top blanco.
Si yo estaba alucinado, más lo estaban los sujetos que ajenos a lo puta que podía llegar a ser esa mujer, admiraban embobados como la tela empapada comenzaba a transparentarse dejándoles disfrutar del rosado de sus areolas. Siendo ya el centro de las miradas, esa exhibicionista dio un paso más allá al quejarse de la temperatura que hacía mientras con descaro se acariciaba los pechos.
El impudor con el que esa pelirroja les estaba provocando azuzó a uno de los tipos a decir:
―Si tienes tanto calor, por nosotros no hay problema si te quitas la ropa.
Su respuesta me terminó de descolocar y es que soltando una carcajada, esa guarra dejó caer uno de sus tirantes mientras decía:
―Gracias por vuestra comprensión. No sé qué me ocurre pero estoy súper acalorada.
No contenta con quitarse el top con un sensual striptease, al dejarlo caer cogió sus enormes tetas entre las manos y como si fuera un trofeo, las mostró a la concurrencia.
«Lleva un piercing», murmuré al fijarme que su pezón derecho lucía un aro curvado que me hizo la boca agua.
Todavía no me había repuesto de la sorpresa cuando vi como el más joven de los dos se acercaba a Elena y atrayéndola hacia él, la empezaba a besar mientras con las manos se apoderaba de su culo.
―Me encanta― rugió la pelirroja al sentir que bajando por su cuello, el tipo se apoderaba de uno de sus botones y se lo empezaba a morder.
Os imaginareis mi estupefacción cuando el segundo se unió al banquete sin importarle mi presencia y mientras sus dos tetorras estaban siendo objeto de manoseos, la pelirroja me retaba con la mirada. Creyendo que me invitaba tambien a mí, me bajé de la bicicleta con intención de disfrutar de ella pero entonces esa puta me dejó claro que no lo deseaba al decir en voz alta:
―Me pone cachonda que alguien mire mientras me follan.
Por sus palabras había vetado mi participación pero no así mi presencia y sentándome en un banco a un metro escaso de los tres observé como le bajaban las mallas mientras esa guarra no paraba de gemir. No estoy muy orgulloso de mi actitud pero creo que disculpareis que me haya quedado allí, en cuanto os narre como la escena se fue calentando y es que mientras esos dos la desnudaban ella se agachó frente al menos osado y sin esperar su permiso, sacó el miembro erecto que escondía bajo el short.
«¡No me lo puede creer!», dije para mí al admirar la maestría con la que esa zorra lamía la extensión del ejecutivo mientras su compañera se hacía fuerte mordiéndole las nalgas.
Lo morboso de la escena, me dominó y solo la vergüenza que luego esos dos comentaran lo sucedido evitó que sacara mi propio miembro y me empezara a masturbar.
«¡Puta madre!», exclamé mentalmente cuando la pelirroja permitió con una sonrisa que el que tenía a su espalda la pusiera a cuatro patas y comenzara a jugar con su pene en su trasero, «¡la va a dar por culo!
Tal y como preví, el hombre uso su estoque para forzar el ojete y de un solo empujón se lo clavó hasta el fondo al tiempo que el otro agarraba la cabeza de la mujer y su falo hasta el fondo de su garganta. Los berridos de satisfacción con los que recibió tal tratamiento incrementó de sobremanera mi excitación y juro que de no estar paralizado por el miedo al rechazo, hubiera ido hasta ella y sacando ese invasor de su culo, lo hubiera sustituido por mi pene.
La pasión con la que esa pareja satisfacía su lujuria con Elena impulsó aún más si cabe su propia lujuria y sin importarle el ser oída por todo el edificio a berrear de placer mientras desde mi asiento, yo seguía dudando si sacar mi pene de su encierro.
―Pajéate para que yo lo vea― dijo la pelirroja con sus ojos fijos en mi entrepierna.
Estuve a un tris de hacerla caso pero la mirada de odio que me lanzó uno de los tipos, me sacó de las casillas y olvidando esa actitud sumisa, decidí pasar a la acción diciendo:
―A esta puta le gusta que la azoten.
Mis palabras no cayeron en saco roto y el mismo que me había taladrado con la mirada, agradeció la información y alzando su mano, soltó un sonoro azote sobre uno de los glúteos de la pelirroja. La reacción de Elena, aun siendo previsible, me sorprendió porque soltando un aullido aceleró la velocidad de sus caderas, al tiempo que profundizaba en la mamada que le daba al otro.
―Rómpele el culo sin miramientos― exhorté en plan hijo de puta.
El sonido de las manazas del ejecutivo cayendo sobre el culo de la mujer resonaron en el gimnasio siguiendo el ritmo con el que la sodomizaba. La pelirroja que hasta entonces había llevado la iniciativa se convirtió en una marioneta de sus amantes, los cuales descanso disfrutaron de su boca y de su culo hasta que uno descargó su simiente dentro de la garganta de la que ya estaba indefensa. Entonces y solo entonces, el otro sacando su verga del interior de los intestinos de ese zorrón, se la empezó a menear frente a ella y uniéndose a su compañero, eyaculó sobre sus mejillas mientras la mujer era presa de un brutal orgasmo.
Usando una autoridad que nadie me había dado, exigí a esa desdichada que no desperdiciara ni una gota de la lefa que la estaban regalando y ella al oírme, con una diligencia que me alucinó, me obedeció mientras su cuerpo era sacudido nuevamente por el placer.
Los sujetos debieron creer que yo era algo de ella porque se retiraron sin decir nada cuando cogiendo su melena, la arrastré hasta donde mi sitio y sentándome nuevamente, la ordené:
―Ya has jugado bastante, es hora que satisfagas a un verdadero hombre.
Una vez a mi lado, le ordené que me hiciera una mamada. Sumisamente, se agachó y liberando mi miembro de su encierro, abrió los labios para a continuación írselo introduciendo sin rechistar como había hecho antes con el otro tipo. Pero esta vez le exigí que usara solo su boca.
No sé si fue mi tono duro y dominante pero si antes me había dejado asombrado su maestría, en ese momento me alucinó aún más que su pericia, la sumisión que mostró mientras se embutía mi glande hasta el fondo de su garganta.
―Así me gusta, que seas todavía más puta conmigo― recalqué satisfecho al comprobar que dos lágrimas recorrían sus mejillas.
Mis palabras la hicieron reaccionar y sacando mi falo de su boca, me insultó mientras intentaba huir pero adelantándome a ella, me puse a su espalda y aprovechando que tenía mi pene erecto, de un solo empujón se lo metí hasta el fondo de su vagina.
―¡No!, ¡Por favor!― gimió al sentir su conducto violado.
Sin apiadarme de ella, forcé el único agujero que no había usado esa tarde a base de brutales embestidas mientras mis manos pellizcaban sus pezones con crueldad. Indefensa, Elena tuvo que soportar que al darse por vencida y dejarse de mover, mis manos azotaran su trasero diciéndole:
―¿No es esto lo que venías buscando?―
Llorando como una magdalena, me reconoció que así era. Su confesión me sirvió de acicate y mientras el dolor y la humillación de la muchacha iban mutando en placer, seguí machacando con furia su sexo. No tardé en asumir que estaba cerca su claudicación al sentir que una gran humedad anegaba su coño.
Con su vagina encharcada por el flujo, su placer se desbordó por sus piernas, dejando un charco bajo sus pies. Pero lo que realmente me reveló que esa mujer estaba a punto de correrse fue el movimiento de sus caderas. Olvidando que era yo quien la estaba violando, la pelirroja forzó su sexo hacia adelante y hacia atrás, empalándose en mi miembro mientras sollozaba su entrega .
―Tienes prohibido correrte― ordené mientras me afianzaba en sus hombros con mis manos y reiniciaba un galope endiablado.
Esa nueva postura hizo que mi pene chocara contra su útero y ella al notar esa presión, la descolocó y ya dominada por la lujuria y aullando como cerda en el matadero, me rogó que la dejara liberar la tensión de su sexo. Ni siquiera la contesté porque abducido por mi papel, en ese momento mi verga explotó en su interior regando con mi semen su fértil vientre. Completamente insatisfecha, Elena se quedó inmóvil consciente que un movimiento más le llevaría al orgasmo. Encantado con la sumisión que demostraba, eyaculé como poseso sobre sus tetas tras lo cual, sin decir nada, saqué mi miembro y la dejé sola tirada en el suelo.
Ya en la puerta, me giré diciendo:
―A partir de hoy, tú y yo jugaremos a diario.
Tras lo cual salí rumbo a mi oficina con una sonrisa en mis labios.
Para contactar con la coautora: pelirroja.con.curvas@gmail.com
Este y todos los relatos de esta serie que están por venir consisten en las vivencias reales de Elena, una pelirroja con mucho morbo que me ha pedido ayuda para plasmarlas en relatos. Si quereís contactar con la co-autora podéis hacerlo a su email: pelirroja.con.curvas@gmail.com.
También quiero aclararos que, aunque no son fotos de ella, lo creáis o no la modelo se parece mucho a Elena. Solo deciros que en persona sus tetas y su cuerpo son todavía más impresionantes.
Capítulo 5
Ese polvo rápido cambió la historia. Si antes era un desgraciado suspirando unas migajas, eso había terminado porque desde el momento que había pasado a la acción, esa pelirroja no había podido o querido oponerse a que la tratara como la zorra que era. No solo la había usado oralmente sino que había coronado mi cambio de actitud con una cogida en toda regla donde ella solo fue un instrumento de mi lujuria.
Asumiendo mi nuevo papel, esa tarde ni siquiera la esperé a la salida del trabajo puesto que tenía que organizar un par de cosas para llevar a cabo la meta que me había propuesto y que no era otra que emputecer a Elena hasta que ni siquiera ella se reconociera.
Por ello directamente me fui a un sexshop que conocía. Allí me agencié un surtido de juguetes, los cuales pensaba usar para disfrutar de los encantos de esa mujer. No me importó pagar una cifra descomunal por ellos, ya que me servirían para saciar mi apetito sexual mientras pervertía y envilecía a esa guarra. Con ellos bajo el brazo llegué a casa y al contrario que la noche anterior dormí como un bendito, sin que nada ni nadie perturbaran mi descanso.
Me desperté de buen humor ya que ese día marcaría el comienzo de la reeducación de Elena. Conociendo de primera mano que estaba obsesionada por el sexo, debía canalizar su furor uterino para convertirla en mi esclava particular con la que experimentar mis sucias pasiones.
Ya en mi oficina usé el mismo conducto que ella había utilizado para contactar y llamando al portero de la finca, le pedí que la informara que la esperaba a comer en un restaurante cercano. La elección del local no fue al azar sino que gracias a que conocía al dueño sabía que podía confiar que de ser necesario, podría usar uno de sus salones privados para desahogarme con ella.
A las dos y cinco, estaba sentado a la mesa de un rincón y con una tranquilidad que era difícil de entender, esperé su llegada con una cerveza. Quince minutos más tarde, hizo su aparición. Al verla entrar, reconocí el nerviosismo de sus ojos verdes y divertido con la situación, me levanté a separarle la silla para que se sentara.
―Gracias― dijo coquetamente mientras tomaba asiento.
No me pasó inadvertido viendo su escote que se había desabrochado un botón de más para que me viera obligado a admirar el profundo canalillo que lucía entre sus dos tetas.
«Esta zorra creé que todavía puede manipularme», pensé sin hacer mención a ello. Reservándome, llamé al camarero y le pedí que nos trajera la carta de vinos.
El empleado no tardó en extendérmela y tras una breve revisión, elegí un Rivera reserva de mis favoritos. Elena permaneció callada todo el rato como evaluando sus opciones y sin saber a ciencia cierta, la razón de esa invitación. Dejé que su tensión se incrementara hasta que ya con nuestras copas llenas, sonriendo le pedí que me diera sus bragas.
―¿Qué has dicho?― preguntó sorprendida.
Con la naturalidad que da el saber que uno está al mando, respondí:
―¿Qué esperas a entregarme tu tanga?
Al oírme lo primero que hizo fue mirar a nuestro alrededor para comprobar si alguien de nuestro entorno se había dado cuenta de mi petición y al ver que parecía que nadie se había percatado, en voz baja contestó mientras intentaba levantarse:
―Deja que vaya al baño.
Soltando una carcajada, insistí:
―Quítatela aquí… enfrente de toda esta gente.
Me miró sabiendo que la estaba poniendo a prueba y decidida a no dejarse vencer tan fácilmente, se volvió a sentar en la silla y disimulando poco a poco fue levantando su falda. A pesar del exhibicionismo que me había demostrado, no era lo mismo hacerlo en un sitio donde nadie la conocía que allí y por eso sus mejillas estaban totalmente coloradas cuando con las dos manos se bajó esa prenda. Viendo que tampoco nadie había advertido esa maniobra, con una sonrisa, me la dio en la mano diciendo:
―Eres un cerdo.
―¡No lo sabes tú bien!― respondí mientras observaba ese coqueto tanga de encaje rojo.
Acojonada al comprobar que lo mantenía extendido entre mis manos y que todos los comensales podían adivinar que era de ella, me dediqué a disfrutar de su textura y de su olor.
―Huele a hembra― dije satisfecho― ¿Te has masturbado antes de venir?
Mi pregunta la cogió desprevenida y asumiendo que lo había descubierto por lo húmedo que estaba, no pudo negarlo y bajando su mirada, contestó afirmativamente. Su respuesta ratificó la opinión que tenia de ella y forzando su entrega, le ordené:
―Abre las piernas.
Elena se quedó perpleja al oírme pero venciendo la vergüenza, fue separando sus rodillas sin ser capaz de levantar su mirada del plato. Cubriendo otra etapa de mi plan, esperé que el aire acondicionado del salón recorriese su entrepierna mientras la miraba sonriendo. Que la observase tan fijamente además de incomodarla, la estaba excitando. Sus pezones ya habían hecho su aparición por debajo de su vestido cuando viendo que que se mordía los labios en un vano intento de no demostrar su excitación, busqué sus límites diciendo:
―Tócate para mí.
La pelirroja me fulminó con la mirada pero al comprobar que iba en serio, se puso nerviosa. No tardé en comprobar que la lujuria había vencido a su razón porque con lágrimas en los ojos, metió una de sus manos bajo el mantel y empezó a masturbarse. Aunque su sometimiento me era suficiente, la azucé a darse prisa y mientras liberara su tensión entre tanto comensal, no paré de decirle lo puta que era. Mis insultos lejos de cortar de plano su desazón, la incrementaron y en pocos minutos, fui testigo del modo silencioso en que esa pelirroja se corría.
Todavía estaba sintiendo los últimos estertores de su orgasmo cuando una camarera nos trajo la comida y su presencia evitó que me descojonara de ella nuevamente. La dejé descansar unos minutos, tras los cuales, directamente le comenté que sabía que estaba casada y que tenía una hija pero que en vez de ser un problema, me parecía un aliciente.
―¿Y eso por qué?― preguntó un tanto más tranquila.
Descojonado, contesté:
―Cuando te folle, lo haré pensando en el cornudo de tu marido.
Mi burrada le hizo gracia y en un ambiente ya relajado quiso saber si le tenía algo preparado. Riendo señalé bajo la mesa mientras le decía:
―Solo tu postre.
Increíblemente no le molestó que le insinuara que quería una mamada sino que incluso percibí en su mirada una especie de satisfacción antes de verla desaparecer debajo de la mesa. Lo hizo de una forma tan natural que pasó desapercibida y solo cuando sus manos me bajaron la bragueta, comprendí que esa guarra estaba convencida que había encontrado en mí el complemento ideal a su lujuria y que a partir de ese momento, podía confiar en que nunca se iba a echar atrás por muy pervertidas que fueran mis órdenes.
Confirmando que cumpliría todos mis caprichos, se lo tomó con tranquilidad. Lo primero hizo fue liberar mi miembro de su prisión, para acto seguido explorar todos los recovecos de mi glande. Cuando la tenía ya bien embadurnada con su saliva, ansiosamente, su boca se apoderó de mi extensión mientras sus manos jugueteaban con mis testículos.
Su pericia dificultó de sobremanera que pudiera seguir disimulando y es que a pesar de poner cara de póker, poco a poco la excitación me fue dominando gracias a la húmeda calidez de su boca y al estímulo que sus manos ejercían con la rítmica paja a la que tenía sometida a mi extensión. Si a eso le sumamos que a nuestro alrededor compartían local al menos una veintena de personas, el morbo de poder ser descubierto me terminó de calentar.
«Se ha ganado que le eche un polvo», pensé mientras imaginaba las formas con la que podía hacer uso de ese bello cuerpo, en las posturas y experiencias que podía disfrutar con ella.
Elena aceleró sus maniobras al sentir como mis piernas se tensaban presagiando mi explosión, succionando y mordiéndome el capullo, mientras con sus dedos pellizcaban suavemente mis huevos. Su pericia y dedicación hizo que todo mi cuerpo entrara en ebullición y sin poder aguantar el tipo, derramé mi placer en su boca. La pelirroja al notar las blancas y dulzonas andanadas contra su paladar, usó su lengua como si fuera una cuchara, para recolectar mi semen y no queriendo que nadie notara nada al terminar, con largos lametazos dejó mi verga inmaculada. Tras lo cual, me subió la bragueta y saliendo de debajo de la mesa, se sentó en su silla.
Al mirarla, tenía sus mejillas coloradas y su mirada brillaba excitada, producto quizás de la travesura que había cometido. Comprendí los límites de su calentura cuando relamiéndose me preguntó:
―¿Te ha gustado?―, me preguntó mi opinión.
―Mucho― respondí mientras pedía la cuenta.
Ya salíamos del restaurant cuando desde la caja, la camarera que nos había servido llamó mi atención con un gesto. Al acercarme a ver que quería, discretamente me entregó un papel al tiempo que me susurraba al oído que si quería que una tercera persona participara en nuestros juegos, la llamara.
―Pensaré en ello― respondí mientras certificaba que no habíamos conseguido pasar desapercibidos y que por lo menos una persona nos había descubierto.
Al comentárselo a mi pareja, lejos de cohibirla, saber que alguien había sido testigo de todo azuzó su libido y notando que una de mis manos le estaba acariciando el pecho, sin disimulo me rogó que le regalara con un pellizco en sus pezones.
―Eres la más cerda que conozco― respondí cumpliendo sus deseos.
El gemido que salió de su garganta fue tan evidente que pudimos oír los cuchicheos de los presentes y no queriendo que la situación se me fuera de las manos, tomé rumbo a la salida.
―¿Dónde tienes tu coche?― la pelirroja preguntó susurrando en mi oído.
Al explicarle que en el parking del edificio, Elene, comportándose como una perra en celo, me pidió que la llevara a un hotel. Dudé de la conveniencia de hacerlo por todo el trabajo que tenía acumulado, pero para entonces mi calentura había vuelto con renovadas fuerzas y casi corriendo llegamos a ascensor que llevaba al sótano. La pelirroja aprovechó los pocos segundos que estuvimos en su interior para magrearme y sabiendo que era incapaz de esperar para tirármela, busqué un lugar discreto de la primera planta donde poder desahogar mis ganas.
Una vez allí, la obligué a darse la vuelta y a apoyar las manos contra un bmw oscuro.
―¿Qué vas a hacer?― preguntó claramente excitada al comprobar que estábamos frente a la puerta por donde salían todos.
Sin darle tiempo a reaccionar, levanté su falda y aprovechando la ausencia de ropa interior, recorrí sus pliegues con mis dedos. No fue ninguna sorpresa encontrar su coño ya encharcado.
―¿Te pone bruta esto? ― susurré al apoderarme del erecto botón de su entrepierna.
Revelando su ninfomanía, me rogó que la tomara casi llorando. Pero en vez de complacer sus instintos, me dediqué a torturar su clítoris buscando ponerla todavía más cachonda. La zorra, sin contener el volumen de su voz, chilló de placer al sentir que su cuerpo convulsionaba producto de mis caricias y ya dominada por su naturaleza, me imploró que rompiera su culo.
―¿Eres adicta a las vergas en tu culo? ¿Verdad? ¡Zorra!― pregunté mientras mojaba un dedo en su coño y se lo incrustaba por el ano.
―¡Sí!― aulló sin saber que con ello llamaba la atención de dos muchachos que pasaban frente a nosotros.
Solo meneando esa yema en su interior, provoqué que Elena gimiera como si la estuviera matando mientras esos críos se acercaban a ver qué pasaba, creyendo quizás que esa mujer estaba en dificultades. Sus agresivos modos se transformaron en diversión al darse cuenta que estábamos follando y sin importarles que pensáramos, se quedaron mirando desde un coche aparcado a escasos metros de nosotros.
La presencia de los chavales exacerbó más si cabe la temperatura de la pelirroja y gritando como una loca, me rogó que la tomara. Acababa de subirle el vestido hasta la cintura cuando al girarme, descubrí que uno de ellos había sacado el móvil e inmortalizaba la secuencia.
No me importó la actitud del muchacho y aprovechando el relajado ano que el destino había puesto a mi alcance, de un solo empujón incrusté mi falo hasta el fondo. La satisfacción que demostró con sus berridos de placer al experimentar esa invasión en el ojete, me permitió iniciar un rápido galope sobre ella mientras mordía su cuello y le decía guarrerías.
―Dale duro― los críos me ordenaron al ver que bajaban el ritmo.
Azuzado por sus palabras, incrementé la velocidad con la que la estaba sodomizando de tal modo que con cada penetración, la cara de la mujer chocara contra la ventanilla del automóvil. Pensé que estaba siendo demasiado salvaje pero al percatarme de la felicidad del rostro de mi contrincante, comprendí que estaba disfrutando.
Sin dejar de filmar la escena, los muchachos me espolearon para que machacaran sin pausa ese trasero, de forma que haciendo caso al respetable, sometí a Elena a un cruel castigo que demolió las pocas defensas que aún mantenía.
―¡Qué gozada!― escuché que decía mientras se corría al no poder aguantar el ataque al que estaba sometiendo a su entrada trasera.
«Está desbocada», sentencié al observar sus piernas completamente mojada por el flujo que brotaba de su coño y muerto de risa, les pedí a los chavales que enfocaran su entrepierna para que pasara a la posteridad el geiser en que se había convertido.
Gozando como nunca, Elena usó los movimientos de su culo para exprimir mi verga con una eficacia tal que despertó los aplausos de los mirones. Espoleado por las ovaciones, convertí su trasero en un frontón donde golpeaba rítmicamente mi pene y ella sintiéndose desbordada nuevamente con un aullido, se vio presa de un espeluznante orgasmo. Su clímax me estimuló a seguir machacando su esfínter hasta que totalmente domada y cual potrilla, se desplomó contra la carrocería del coche.
«Ahora me toca a mí», sentencié mientras me agarraba a sus pechos para seguir forzando su adolorido ojete.
Era tanto el placer que la dominaba que sin poderlo evitar, pude contemplar como de la boca, se le caía la baba.
―Cabrón, me estás matando― chilló al sentir que con las manos agarraba su melena y usándola como riendas tiraba de ella hacia atrás.
Las quejas de la pelirroja no afectaron a mi ritmo, sino que incluso fueron el aliciente que necesitaba para seguir aporreando brutalmente a mi montura. Afortunadamente para mi víctima, la acumulación de sensaciones hicieron imposible que siguiera reteniendo mi eyaculación y mientras obligaba a la mujer a seguir exprimiendo mi miembro con sonoras nalgadas, me corrí como pocas veces. La rudeza de esas caricias y un postrer orgasmo la hicieron flaquear y lentamente fue cayendo al suelo mientras rellenaba con mi semen su trasero.
Elena seguía tirada sobre el asfalto cuando descojonado me acerqué al chaval que había grabado la escena y con una sonrisa en los labios le pedí que como pago al espectáculo, quería una copia de la película. Muerto de risa me pidió mi número y sin poner ninguna objeción, me la mandó por whatsapp. La pelirroja todavía no se había recuperado del esfuerzo y por ello, tuve que ayudarla a levantarse mientras los chavales educadamente se despedían.
Ya solos y mientras se acomodaba la ropa, le enseñé el tesoro que guardaba en la memoria de mi teléfono.
―¡Qué vas a hacer con eso!― murmuró todavía impresionada porque no se había dado cuenta mientras follábamos que los críos estaban inmortalizando el momento. Si creéis que estaba enfadada, os equivocáis. Por su tono comprendí que saberse grabada la había excitado y a modo de gratificación, solté un azote en su mojado trasero mientras le decía:
―Chantajearte, si no quieres que llegue a las manos de tu marido, serás mi puta durante un año.
Juro que jamás creí que lejos de aterrorizarse, respondiera a mi vil extorsión diciendo:
―No te hará falta porque lo creas o no, me has hecho descubrir sensaciones desconocidas y sé que a tu lado, conoceré facetas del sexo con las que ni siquiera he soñado.
―¿A qué te refieres?― complacido susurré en su oído.
Radiante me miró a los ojos mientras respondía:
―No te rías pero no puedo dejar de pensar en lo siguiente que me vas a ordenar hacer.
―¿Y eso te excita?
El brillo de sus ojos anticipó su respuesta:
―¡No sabes cuánto!― y ratificando con hechos sus palabras, cogió una de mis manos y la llevó hasta su encharcado coño para que comprobara que no estaba mintiendo. Habiéndomelo dejado, me soltó: ―Solo pensar en complacerte, me pone bruta.
―¿Me estás diciendo qué te excita obedecerme?
―Aunque no me comprendas, sí― contestó mientras su almeja volvía a babear: ―Siempre he sido muy lanzada pero ahora me vuelve loca saber que tú estás al mando.
Sorpresivamente, esa guarra sin remedio se estaba auto nombrando mi sumisa y buscando el confirmar ese extremo, le pregunté:
―¿Te apetece que sea tu dueño?
Con felicidad casi enfermiza, respondió:
―Ya lo eres.
Su respuesta despejó mis dudas y recreándome en mi nuevo poder, me dediqué a masturbarla mientras esperábamos el ascensor que nos llevara a nuestros trabajos. Ni siquiera se habían abierto las puertas, cuando con una sonrisa de oreja a oreja, me preguntó:
―¿Esta noche mi amo me usará o me dejará esperando?
Soltando una carcajada, respondí:
―Vete a casa y folla con tu marido porque a partir de mañana, tendrás el coño tan rozado que no permitirás que se te acerque.
Eufórica respondió:
―Por eso no se preocupe, no sé qué le pasa pero ya no me toca.
―Yo sí sé que le pasa…¡es un imbécil!
PARA CONTACTAR CON LA COAUTORA: pelirroja.con.curvas@gmail.com
CAPÍTULO 24: EL NUEVO PLAN DE ALICIA:
– Sí, ahí… así me gusta… sigue por ahí – gemía Alicia.
Yo obedecía sus instrucciones sin dudar, aunque, después de haberle comido el coño al menos 50 veces, sabía perfectamente qué botones pulsar para que mi amante disfrutara al máximo. Sin embargo ella siempre me decía cómo debía hacerlo; le encantaba dar órdenes.
Esa tarde estábamos en su casa, concretamente en el salón. Ella ni siquiera se había desnudado, limitándose simplemente a subirse la falda hasta la cintura, quitarse las bragas y despatarrarse en el sofá.
– Cómemelo – me dijo simplemente.
Y yo obedecí al instante.
Como siempre, me esforzaba al máximo en darle placer a aquella mujer, en ese momento, su coño era todo mi mundo, ardiente, jugoso, delicioso… mi lengua serpenteaba entre sus labios, recorriendo y lamiendo la trémula carne, haciéndola gimotear de placer.
Sin embargo, mi mente estaba en otra parte.
No sabía qué pasaba conmigo; cuando por fin tenía lo que más había ansiado, tampoco me sentía satisfecho. Me faltaba algo. Y no estaba seguro de qué era.
Tenía en mi vida a dos bellas mujeres, ambas me querían, a su manera y yo las quería a ellas. Vale que una de ellas vivía engañada… y quizás fuera eso lo que me molestaba.
Lo cierto es que estaba cansado de esa situación. En el fondo, sabía que había llegado el momento de tomar una decisión, coger el toro por los cuernos y…
– Joder, qué puta está hecha Tatiana – dijo en ese momento Alicia – Fíjate, sin tener que decirle nada…
Durante un segundo, saqué la cara de entre los muslos abiertos de mi amante y eché un vistazo a la tele, comprendiendo enseguida a qué se refería Ali.
Alicia estaba visionando el montaje en dvd que yo había realizado de nuestra última aventurilla exhibicionista. Ese era uno de los motivos de nuestro encuentro de esa tarde; que ella pudiera ver por fin el vídeo editado de nuestra última excursión.
Bastó una simple ojeada para comprender el motivo del comentario de Ali, no en vano había visto esas mismas imágenes decenas de veces mientras las manipulaba en mi ordenador. Como no necesitaba verlas para saber qué acontecía en la pantalla de la tele, volví a hundir el rostro entre los acogedores muslos de Alicia, mientras ella, por su parte, me dejaba bien claro quién mandaba allí simplemente presionando mi cabeza con la mano, apretando mi cara contra su coño.
– Tú a lo tuyo – dijo simplemente.
Y como siempre había hecho desde que la conocía… obedecí.
La verdad es que no me importaba demasiado no poder ver el vídeo. Lo tenía muy visto. Y no sólo eso, también sucedía que no me excitaba demasiado, pues no podía quitarme de la cabeza la impresión de que Tatiana disfrutaba cada vez menos con nuestros juegos y no me gustaba demasiado ver su expresión en la pantalla.
Aunque yo me decía que era únicamente una impresión, pues, de no ser así, el comportamiento de Tati esa tarde hubiera sido más que extraño.
Sin poder evitarlo, me puse a recordar la tarde en que grabamos esas imágenes, unos días atrás en el parque. Nuevamente el plan era idea de Ali y, como casi siempre, la prota de la peli iba a ser Tatiana.
Ella no protestó; se limitó a escuchar lo que Ali proponía (¿ordenaba?) y a mostrarse dispuesta a ello. No sé por qué, pero en ese instante recordé la conversación que había quedado pendiente entre ambos la tarde del asalto a Claudia, pero claro, no era el momento para preguntarle por ello, así que tomé nota mental de hacerlo más tarde (olvidándome por supuesto de hacerlo).
En esa ocasión, el plan no era demasiado elaborado. Se trataba únicamente de alegrarle la tarde a algún afortunado chaval.
Lo preparamos todo conforma a las instrucciones de Ali. Ocultamos un par de cámaras en unos lavabos públicos que había en un lugar discreto del parque, concretamente en uno de los retretes, mientras yo me escondía con el portátil en el de al lado, para poder recibir bien la señal de las cámaras, sirviendo además como eventual guardaespaldas por si la cosa se desmadraba.
Alicia, por su parte, se encargaría de filmar unas cuantas tomas en el exterior, usando una pequeña videocámara que yo le había prestado.
La cosa fue sencillísima. Tati, tal y como habíamos acordado, se vistió bastante sexy, con un vestido estampado de generoso escote, con falda por encima de la rodilla, medias negras (bragas no, gracias) y una gabardina, llevando puestas por supuesto unas gafas espía.
En ese parque y a esas horas de la tarde (sí, sí, horas en las que yo debería haber estado trabajando, lo sé) se juntaban por allí muchos grupos de chavales para charlar un rato con los amigos. Ya sabes a los que me refiero, a esos que se sientan directamente en el respaldo de los bancos y ponen los pies sobre el asiento, supongo que porque no saben muy bien cómo se usa una silla…
Pues bien, tras un rato de observarlos con disimulo, Alicia (obviamente no iba a ser Tatiana) escogió a uno de los grupos de chavales. Según me dijo luego, los eligió porque no tenían mala pinta y, sobre todo, porque no había ninguna chica en el grupo.
Tras recibir la indicación de Alicia, Tati se acercó a los chicos, quienes, según se puede ver en las imágenes, se quedaron mirándola sorprendidos. Aunque esa sorpresa no fue nada comparada con la que recibieron a continuación.
– Si alguno tiene cinco euros, estoy dispuesta a enseñarle el coño – les dijo sin tapujos mi novia.
No, no hay audio de la conversación, pero basta con ver las caras de asombro de los jóvenes para entender que Tatiana siguió las instrucciones de Ali a pies juntillas.
Tras soltar la bomba, Tati se limitó a darse la vuelta y a caminar sin prisa pero sin pausa hacia los servicios donde yo esperaba escondido. Los chicos, tras unos instantes de duda, se pusieron de repente a cotorrear entre ellos, hablando con visible nerviosismo.
Por fin, uno de ellos se armó de valor y, dando un salto, se bajó del banco y caminó en pos de mi novia. Segundos después le siguieron todos los demás, mientras Ali lo grababa todo a escondidas.
Finalmente llegaron a su destino, los servicios públicos. Habíamos escogido ese lugar porque estaban un tanto apartados y no venía mucha gente. De hecho, en el rato que llevaba yo allí escondido no había entrado ni una sola persona.
Mientras se acercaba, Tati me avisó usando uno de los micros de que ya estaba la cosa en marcha, respondiéndole yo que podía entrar sin problemas, pues no había nadie.
Tatiana, al llegar a la puerta, se detuvo un segundo para mirar atrás, no sólo para asegurarse de que los chicos la seguían (como si hubiera alguna duda sobre eso) sino también para que vieran que entraba en el baño de caballeros, no en el de señoras.
Escuché desde mi escondite cómo se abría la puerta del baño y enseguida se escuchó la voz de Tatiana pronunciando mi nombre, confirmándome que era ella quien acababa de entrar. Segundos después percibí como los chicos entraban también en la sala, aunque en ese momento no pude precisar cuántos eran los acompañantes de mi novia.
Puse las cámaras a grabar y me quedé esperando, en tensión. Pero, cosa rara, más que excitado sexualmente me sentía nervioso, preocupado por si alguno de aquellos niñatos perdía el control e intentaba propasarse.
– Bien. ¿Quién quiere ser el primero? – escuché que decía Tatiana.
El chico en cuestión debió levantar la mano o algo así, en silencio, pues no escuché respuesta alguna.
Se oyeron unos pasos y, de repente, se abrió la puerta del retrete de al lado, por lo que por fin tuve imágenes en pantalla.
Tati, muy seria, entró la primera y, con un gesto de la mano, invitó al primer adolescente a reunirse con ella. Sin embargo, justo cuando el visiblemente nervioso chico iba a entrar, Tati le puso la mano en el pecho deteniéndole en seco.
– ¿Y los 5 euros?
Me sorprendió su tono, tan tranquilo y sosegado que no parecía ella. Al parecer, a medida que se sucedían nuestras aventurillas, Tatiana iba ganado en aplomo y confianza.
El joven, todo aturrullado, rebuscó en sus pantalones hasta encontrar un billete arrugado, que entregó a la chica, que dio un paso atrás, permitiéndole reunirse con ella en el estrecho habitáculo, cerrando la puerta tras de sí.
Me costó ahogar una carcajada cuando la cara de acojone del chaval apareció en la pantalla del portátil. Se veía bien a las claras que esa era la primera vez que iba a ver el tesoro que una chica oculta entre las piernas. Y uno de calidad suprema, por cierto.
Escuché cómo Tatiana le decía que estuviera tranquilo, que no iba a pasar nada, mientras yo me reía en silencio pensando que lo que el chico querría era que en realidad pasara algo.
Tatiana, no sé si inspirada por la postura de los chicos en el banco, bajó la tapa del water (que por cierto olía a gloria bendita) y, sacando un paquete de pañuelos del bolsillo de la gabardina, colocó varios encima de la cisterna, para poder usarla de asiento.
Cuando lo tuvo listo, se subió de pie en la tapa del water y, dándose la vuelta con cierta dificultad, se las ingenió para quedar sentada encima de la cisterna, con los pies apoyados en la tapa.
El chico, todo cortado, no se había atrevido a decir ni mú, limitándose a permanecer con la espalda apoyada contra la puerta del retrete, dejando que Tati se encargara de todo. Por si quedaba alguna duda, el ver cómo el chico se echaba todavía más para atrás cuando Tati se subió en el water (poniéndole el culo en pompa frente a la cara) en vez de hacia delante, me confirmó todavía más que el chaval no tenía experiencia alguna en aquellas lides.
– ¿Estás listo? – escuché que preguntaba Tatiana desde mi escondite, mientras veía como el chico asentía vigorosamente.
Y Tati no se hizo de rogar. Agarrando la falda de su vestido, tiró de ella hacia arriba, revelando ante los ojos del afortunado chaval el impresionante espectáculo que la ropa ocultaba.
Tati se había puesto un sexy liguero negro, con las medias a juego, pero había prescindido obviamente de las bragas, con lo que enseguida el alucinado chico se encontró de bruces con aquello que había venido a ver.
Nuevamente me reí en silencio al ver cómo el chaval se quedaba mirando boquiabierto entre las piernas bien separadas de la chica, que por primera vez desde que había empezado la aventurilla parecía estar ligeramente avergonzada, lo que acentuaba todavía más el morbo de la situación.
El muchacho, completamente sin habla, se quedó mirando extasiado el chochito de mi novia, sin atreverse a respirar siquiera, los ojos como platos, literalmente llorando a fuerza de obligarse a no parpadear.
Tati le dejó recrearse con el espectáculo cuanto quiso, no le metió prisa ni nada, consiguiendo que los cinco euros del muchacho fueran los mejor gastados de toda su vida.
En la toma que filmaban las gafas de Tati podía ver perfectamente adonde apuntaba la mirada de mi chica, lo que me permitió comprobar que el muchacho tenía a esas alturas una empalmada de campeonato.
Lo curioso fue que, el chico, al darse cuenta de su estado, no intentó sacar provecho alguno de la situación. Cuando se dio cuenta de que Tati le estaba mirando con todo el descaro el bulto del pantalón, el pobre se puso coloradísimo, balbuceó unas palabras que no entendí y salió del retrete, poniendo punto y final al show.
Por los ruidos y bromas que le dirigieron sus amigos, comprendí que había abandonado el lugar como alma que lleva el diablo, sin duda en busca de un sitio más solitario donde poder dar alivio a sus ardores.
Mientras tanto, Tati, que se había puesto bien el vestido un segundo antes de que su invitado abandonara el habitáculo, indicó a los que quedaban que el siguiente podía pasar.
Ali, mientras tanto, esperaba en el exterior, según me dijo luego excitadísima por la situación, además de bastante frustrada por estar perdiéndose el espectáculo en directo. Pero claro, su presencia fuera era imprescindible, vigilando por si alguien se acercaba a los servicios, para poder avisarnos y abortar la misión.
El siguiente chaval penetró en el retrete, cerrando tras de sí. Estaba tan acojonado como el otro.
La situación se repitió casi punto por punto, quedándose el chico alucinado admirando el tierno coñito de mi novia, que se sujetaba la falda en alto como si fuera una tímida quinceañera enseñándole el conejito a un chico por primera vez. No sé si ese aire de inocencia era real o fingido, pero lo cierto es que resultaba tremendamente erótico.
Y aún así, yo tenía mis dudas sobre si estaría allí obligada o no.
Sin embargo, esta vez Tati introdujo cambios en el guión. No sé si excitada por las libidinosas miradas de los jóvenes, o quizás compadeciéndose de su evidente falta de experiencia, la muy guarrilla aumentó el premio a recibir a cambio de los 5 euros.
– Si quieres masturbarte, puedes hacerlo – escuché boquiabierto desde mi escondite.
Esta vez el alucinado fui yo. Me quedé atónito mirando la pantalla donde, tras un par de segundos de duda, pude ver cómo el afortunado chico se sacaba la polla del pantalón en menos de un segundo, comenzando a pajearse con entusiasmo, sin dejar ni un instante de recrearse la vista con el coñito de Tatiana.
Ella, por su parte, le dedicó una deliciosa sonrisa al joven y, sin decir nada, se abrió todavía más de piernas, llevando una mano a su coñito, separándose bien los labios con los dedos, mientras sus lindos ojos miraban con atención la juvenil polla que era masturbada con frenesí.
Al ver aquello, el chaval no pudo más, alcanzando un rápido y devastador orgasmo. Tati, que le vio venir desde lejos, se mostró sumamente habilidosa, pues quitó con rapidez los pies de la tapa del water y la alzó, permitiendo al pobre zagal descargar sus pelotas directamente en la taza.
– Buen chico – le dijo Tati cuando su polla dejó de vomitar semen, supongo que agradeciéndole que no hubiera tomado la iniciativa de dirigirle un par de buenos disparos.
Pero claro, si yo había escuchado perfectamente a Tatiana ofreciéndole al chico la posibilidad de hacerse una paja a su salud, lo mismo habían hecho los que esperaban fuera, por lo que el siguiente visitante entró en el retrete con 5 euros en una mano… y una tremenda erección en la otra.
Pero Tati no se inmutó, limitándose a esperar que la puerta se cerrara para enseñarle el coño al chaval. Éste duró todavía menos, corriéndose como un animal en menos de un minuto.
Como ves, no le faltaba razón a Ali al decir que Tatiana estaba hecha una puta mientras veía el vídeo en su salón. Un poco golfa sí que era. Y yo, la verdad, estaba más cabreado que caliente a esas alturas. Casi estaba deseando que alguno intentara propasarse para hacerle pagar el pato.
El siguiente fue un visto y no visto. Pagó, entró, le echó un vistazo entre las piernas a mi novia y salió escopetado de allí. Ni un minuto. Tati miró directamente a la cámara, sabiendo que yo la estaba viendo y se encogió de hombros haciendo un delicioso mohín que me hizo sonreír. Me sentí un poco mejor.
Aunque no lo supe hasta después, el siguiente era el último de la pandilla. Escuché como los chicos hablaron algo entre ellos, pero no alcancé a entenderles. Lo que sí quedó claro es que, poco después, todos abandonaron el lugar.
Todos menos el último.
En cuanto se reunió con Tati, pude percibir perfectamente que aquel sí que tenía experiencia con mujeres. Y no era de extrañar, pues he de reconocer que era un tipo atractivo.
El aplomo con que se comportaba mostraba a las claras que no iba a alucinar como sus amigos únicamente por ver un coño, así que inmediatamente me puse en tensión, pues, de todos ellos, si alguno iba a dar problemas iba a ser sin duda aquel chico.
Sin embargo, no fue exactamente así.
El chico, como todos, pagó religiosamente los 5 euros a Tatiana, con lo que ella inmediatamente volvió a subirse la falda y a enseñar el coño.
Sin embargo, tras un rápido vistazo, el joven volvió a clavar sus ojos directamente en los de Tati, mirándola con fijeza. En la pantalla aparecía un primer plano de su rostro, con lo que parecía que en realidad estaba mirándome a mí.
– Ay, ay, ay… – pensé en silencio, dispuesto a ponerme en marcha a la menor indicación por parte de Tati.
Pero no pasó nada, pues se limitó a mirarla simplemente, en silencio, hasta que noté que ella empezaba a ponerse un poquito nerviosa.
– Eres guapísima – escuché como le decía el chaval a mi novia.
– Gracias – respondió ella tratando de mantener la compostura.
– No entiendo como una chica tan guapa como tú se dedica a estas cosas.
– No soy puta, si es a eso a lo que te refieres – dijo Tati con un ligero brillo de furia en la mirada – Esto no es más que un juego. Lo hago porque me excita.
– ¿Te excita enseñarle el coño a la gente?
Tatiana tardó unos instantes en contestar.
– Sí. ¿Y qué pasa? – dijo poniéndose a la defensiva.
– Nada. Me parece perfecto. Pero entonces deduzco que ahora mismo estás muy excitada, pues se lo has enseñado a cinco tíos.
Nuevo silencio de mi novia. Yo estaba en tensión, dispuesto a saltar como una víbora sobre el inquietante chaval.
– Sí. Estoy excitada – reconoció ella alzando la cabeza, orgullosa.
– Me alegro.
Y entonces lo hizo. Con un elegante gesto, el chico llevó la mano hacia delante, metiéndola entre los muslos abiertos de mi novia.
Ella dio un respingo por la sorpresa, mirando anonadada al tío que acababa de meterle mano en el coño y le acariciaba entre las piernas con toda la parsimonia del mundo, como si aquello fuera algo de lo más corriente y moliente.
Yo ya me disponía a salir de mi escondite y a meter la cabeza del cabrito aquel directamente en el desagüe, cuando escuché la voz de Tatiana con tono sorprendentemente firme.
– Vaya, no se te da nada mal. Se ve que no es el primer coño que tocas. Me gustan los hombres con experiencia.
Lo supe. Aquellas palabras estaban dirigidas a mí. Me estaba diciendo que me estuviera quieto. Que dejara que aquel mamón le tocara el coño.
Y lo hice. Sabía que a Alicia aquello iba a encantarle.
Así, durante los siguientes minutos, tuve que tragarme la rabia mientras veía en la pantalla del portátil cómo un chico de 17 o 18 años le hacía una paja a mi novia encerrados en un sórdido retrete, mientras la ira y los remordimientos hacían presa en mi alma.
Por fortuna, el chico se conformó con masturbarla. Cuando Tati se corrió por fin, hizo un ligero intento de acercamiento, pero ella le dejó bien a las claras que el show había terminado y él, muy educadamente, le dio las gracias y se marchó.
Alicia estaba que se moría por saber los detalles y ver el vídeo, pero, argumentando que me dolía la cabeza (lo que era verdad) logré que nos dejara irnos a casa, prometiéndole que en un par de días podría verlo ya montado.
El trayecto a casa fue bastante silencioso. No fue hasta que llegamos a nuestra calle que me animé a dirigirle por fin la palabra a mi novia.
– Te lo has pasado bien, ¿eh? – le dije en tono apagado.
– ¿Tú no? – respondió ella si hacerme mucho caso.
– Parecías una puta, dejando que el tío ese te sobara el coño – le espeté tratando de herirla.
– Y tanto. Mira, si hasta he cobrado y todo.
Mientras decía eso, Tati se metió la mano en el sostén y sacó de allí un puñado de billetes arrugados, devolviéndolos enseguida a su sitio tras enseñármelos.
Aquel gesto, unido al frío tono de sus palabras me dolieron mucho más que lo que había pasado en el retrete.
Por eso no disfruté mucho mientras montaba el vídeo. Por eso mi cabeza estaba en otro sitio mientras le comía el coño a Alicia.
……………………..
A pesar de todo, logré que Alicia se corriera. Se lo pasó de lujo aquella tarde, disfrutando del sexo oral mientras se calentaba viendo el vídeo de su última ocurrencia.
Después follamos; era inevitable, pues si no, las pelotas me hubieran estallado sin duda, pues una cosa era estar pensando en otra cosa y otra muy distinta no excitarse mientras se explora entre los muslos de una diosa terrenal.
– Ali, tenemos que hablar.
Decidí echarle huevos al asunto. Teníamos que aclarar las cosas de una vez. Así que, una vez estuvimos tumbados desnudos en su cama, todavía recuperándonos de la tórrida sesión de que habíamos disfrutado, reuní los suficientes arrestos para ponerle fin a aquella historia.
– Claro, Víctor. ¿De qué quieres hablar? – me dijo incorporándose.
Respiré hondo y se lo solté. Mis dudas, mis frustraciones, se lo dije todo. Que no me parecía bien lo que estábamos haciendo con Tatiana, que no me parecía que aquella relación nos estuviese llevando a ninguna parte, que a veces me sentía más como su esclavo que como su amante…
Y una vez más, mis palabras no parecieron pillar por sorpresa a Ali, que, como había hecho anteriormente, se apresuró a reconocer su culpa, desarmándome.
– Lo sé – dijo sentándose en la cama – Tienes razón. Me descontrolo con todo este asunto y al final, la que siempre acaba pagando los platos rotos es Tatiana. Te juro que no me doy cuenta, me propongo cortarme un poco con ella… pero poco a poco voy pidiéndole cada vez más…
– No. En realidad lo que haces es pedírmelo a mí, sabiendo que Tati no va a decirme que no a nada.
Un ligero brillo de furia refulgió en su mirada, pero desapareció inmediatamente, por lo que no le di importancia.
– Sí. Es verdad – concedió – Pero yo… no te creas que no en pensado en todo esto…
– Lo sé, Ali – asentí – Pero no creo que pueda seguir así mucho más. Me siento mal por lo que estoy haciéndole a Tati, me siento mal por lo que le hacemos cuando estamos los tres juntos… y me siento mal porque comprendo que esta relación no lleva a ninguna parte…
Joder. No estaba mintiendo. Me sentía como una mierda. Estaba a punto de cortar con ella. Pero bastaba con alzar un poco la mirada y verla, allí desnuda y sudorosa, sentada en su cama, mostrándose ante mí sin el menor asomo de rubor o vergüenza, para que todas mis convicciones se tambalearan.
Entonces llegó su inesperada respuesta.
– En eso te equivocas – dijo simplemente.
– ¿A qué te refieres? – pregunté sin entender.
– A lo de que esta relación no lleva a ninguna parte. Eso no es verdad.
El corazón me dio un salto en el pecho. No acababa de creerme lo que Ali había dicho. O quizás era que se refería a otra cosa.
– Lo he pensado mucho, Víctor – dijo tomando mis manos con las suyas – Y me he dado cuenta de que es contigo con quien quiero estar. Voy a romper mi compromiso.
No podía creerlo. Allí estaba. Lo que había deseado tanto. Pero entonces, ¿por qué me sentía tan inquieto?
– Me da igual el dinero. Sé que contigo seré feliz. Si tú estás dispuesto, podemos estar juntos.
– ¡Alicia! – exclamé abrazándola con fuerza.
Y follamos otra vez.
……………………………………….
– Estás muy serio – me dijo Ali un par de horas más tarde, después de una ducha reparadora.
– Que va – mentí – Te aseguro que me siento muy feliz.
– No me mientas. Estás pensando en Tatiana.
Miré a Ali fijamente. Tenía razón, estaba pensando en ella.
– Lo siento. No puedo evitarlo – concedí – Estoy imaginándome cómo decírselo. Todavía me acuerdo de la otra vez. Lo pasó fatal. Y esta vez es definitivo. No quiero hacerle daño.
– Lo comprendo. Aunque, creo que esta vez no la vas a pillar tan de sorpresa.
– ¿Cómo? ¡Bah! No creo que Tati sospeche nada de lo nuestro. Piensa en todo lo que ha luchado por mantener nuestra relación a flote. Te considera algo así como una amiga con ciertos “derechos” pero…
– Ja, ja, ja – se rió Ali – Madre mía Víctor, no puedo creer que seas tan inocentón.
– No te sigo – contesté un poco molesto.
– A ver, hijo. Creo que hay un par de cosas que aclararte.
– Dime – dije con seriedad.
– Primero, tienes que comprender que Tati no es ni mucho menos tan tonta como tú te crees.
– Yo no creo que… – dije indignado.
– No, no, no lo niegues – dijo ella interrumpiéndome – Te aseguro que, por muy discretos que te creas que hemos sido…
– Te digo que Tatiana no sospecha nada…
– Y yo no te estoy diciendo que sospeche – dijo Ali con una sonrisa enigmática en los labios – Te digo que ella SABE perfectamente lo nuestro.
Me quedé callado. Mirándola. No podía creerlo, pero pensándolo bien… la frialdad, el distanciamiento de Tati… ¿Sería verdad? ¿Sabría que, a pesar de lo mucho que había hecho por seguir a mi lado yo había terminado traicionándola? Aquello explicaría muchas cosas…
– ¿Y cómo estás tan segura? – pregunté.
– Porque lo sabe… gracias a mí.
Me quedé atónito, sin habla. No podía creer lo que acababa de escuchar.
– ¿Cómo? Se… ¿Se lo has contado?
– No exactamente – dijo ella con tranquilidad – Decirle… no le he dicho nada. Pero lo sabe desde el primer día, de eso no me cabe ninguna duda…
– ¿Qué? ¿Cómo?
– Ay, hijo, no seas tonto. ¿Recuerdas nuestra primera vez, en el sex-shop?
Asentí muy lentamente, sin ser capaz de articular palabra.
– Esa noche… Yo llevaba el micro. Y ella uno de los auriculares.
La comprensión se abatió sobre mí de forma devastadora. Todo lo que había pasado en las últimas semanas, todas las mentiras, todas las precauciones… para nada. Lo único que había logrado era hacerle cada vez más daño a Tatiana…
– Pero, ¿cómo has podido…? ¿Por qué…?
– Venga, Víctor. No te hagas el ofendido. No dirás que no lo has pasado bien últimamente. Estabas deseando meterte en mi cama y yo simplemente…
– Entonces, ¿a qué vino todo el cuento de que mantuviéramos el secreto? ¿De que no le dijera nada a Tati?
– Pues, si te soy sincera… No quería que ella dejara de participar en nuestros juegos. Disfruto mucho con ella y, digas lo que digas, a ti te pasa lo mismo. Y te aseguro que ella también lo pasa muy bien y si no…
– No. Ella participaba en esto porque pensaba que así me quedaría a su lado. Ella…
– Ella se metió en un retrete con un chaval y dejó que le metiera mano en el coño. Y te aseguro que yo no le dije que lo hiciera. Ella ha participado en todos nuestros juegos y se ha puesto cachonda como una perra. Ella no terminó follándose al chico del probador simplemente porque no se lo pedí. No te equivoques, Víctor. Tatiana es una mujer hecha y derecha a la que le gusta mucho el sexo. No es la pastorcilla inocente que tú te crees que es. Esa es la imagen que ella da cuando está contigo, porque sabe que eso es lo que esperas. Lo que a ti te gusta.
– Yo no…
– Y por eso a veces tienes dudas cuando estás conmigo. Yo no soy fácil, me gusta dominar y ser la que lleve la voz cantante, no voy a comportarme jamás distinta de como soy. Y piénsatelo bien, amiguito, si quieres estar conmigo es lo que va a tocar a partir de ahora. Después podrás decir de mí que soy muy puta, te lo concedo, pero no que te pillara por sorpresa cómo soy.
No sabía qué decir ni cómo responder. No me importaba que Ali pretendiera estar al mando de la relación, ya la conocía lo suficiente para saber cómo era. Pero, que me hubiera engañado y, sobre todo, que le hubiera hecho daño a Tatiana…
– No tengo dudas – sentencié – De verdad deseo estar contigo. Nunca he querido una pareja que se muestre sumisa, ya sabes que, precisamente eso es lo que menos me gusta de Tati. Pero creo que has hecho mal en engañarme y lo único que has logrado es hacerla sufrir.
– ¡No digas más tonterías! – me soltó un poco enfadada – Te repito que ella no es como crees. Ya me has oído decir mil veces que es una golfa de cuidado. ¡Y puedo demostrártelo!
– ¿Cómo? Te has vuelto loca.
– En absoluto. Me he acordado de algo que me dijo Iván.
– ¿Iván? ¿El del sex-shop?
– No. El Terrible – dijo Ali haciendo gala de su exquisita paciencia – Pues claro que el del sex-shop.
– ¿Qué te dijo?
– Que si nos apetecía participar en un gangbang amateur.
– ¿En un qué? – el término me sonaba, pero no estaba muy seguro.
– Un gangbang. Una especie de orgía, sólo que hay una sola mujer y un montón de hombres. Unos miran y los otros… follan.
– ¿Quieres que Tatiana…? – exclamé atónito.
– ¿Por qué no? Te apuesto lo que quieras a que, una vez en situación, participará encantada. Mira, si tú te encargas de llevarla al local el próximo sábado, yo lo organizo todo con Iván.
– ¿Estás hablando en serio?
– Pues claro. Tú no le digas nada de que vas a romper con ella todavía. Simplemente dile que vamos a hacer alguna cosa en el sex-shop el sábado por la noche. Verás como, en cuanto esté en faena, no podrá resistirse y follará como una loca. Así te darás cuenta por fin de qué clase de chica es.
– Alicia, no creo que…
– Además, Iván me dijo que, si participábamos, nos llevaríamos una buena comisión. Los tíos que participan en estas cosas pagan una pasta y luego Iván se encargará de vender el vídeo. Por lo visto se pagan auténticas burradas por estas cosas si son auténticas. Y piensa en lo que disfrutaremos después, viéndolo nosotros…
– Pero todo esto es una locura. ¿Y si ella no quiere? Sería prácticamente una violación. Hacer que un montón de tíos se la follen…
– No seas estúpido. Ya verás como participa con gusto. Y además, si por algún asomo la cosa se complicara, piensa que tenemos un montón de vídeos comprometedores de ella. ¿Qué va a hacer?
No me salían las palabras.
– Vamos, Víctor. Cuando veas cómo es en realidad no dudarás tanto en cortar con ella. Y luego podremos estar juntos…
– Sí. Supongo que tienes razón – asentí.
– Una última vez. Te prometo que, después de esto, seremos una pareja normal. Bueno, normal no, una pareja de exhibicionistas… pero solos… tú y yo.
Alicia me besó y yo le devolví el beso, con furia, con pasión. Ella tenía razón, teníamos que hacerlo una vez más y luego podría por fin disfrutar de la vida en pareja. Sin más mentiras, sin más manipulaciones.
Ya tenía claro lo que tenía que hacer…
Y me decidí.
…………………………
Los siguientes días fueron frenéticos. Me dediqué en cuerpo y alma a cumplir las instrucciones de Alicia casi al pie de la letra. Sólo hice unos pequeños cambios para mejorar el conjunto.
Tal y como me sugirió, no le dije ni pío a Tatiana, tratando de comportarme como siempre para que no sospechara nada. Ella seguía mostrándose un poco fría conmigo, pero ahora ya no me preocupaba pues conocía el motivo.
Lo único que le comenté fue que íbamos a quedar el sábado por la noche con Alicia, que tenía una nueva idea en mente que le iba a encantar. Ella asintió sin mucho entusiasmo, pero no me importó en absoluto.
La verdad es que la idea del gangbang me atraía. Podía comprobar por fin si la chica era tan puta como había ido descubriendo poco a poco o si todo serían imaginaciones mías. Sería muy excitante verla follando con otros tíos, mientras otros muchos (yo incluido) miraban. Me parecía super morboso.
Estaba más que decidido. Lo tenía todo clarísimo.
Me pasé un par de veces por el sex-shop, para ultimar detalles con Iván. Allí descubrí (cosa que no me sorprendió lo más mínimo) que Ali venía maquinando todo aquello desde algún tiempo atrás; no fue para nada fruto de la improvisación de la otra tarde.
Iván me tranquilizó bastante, diluyendo las pocas dudas que yo aún pudiera tener. Me aseguró que era requisito imprescindible que todos los hombres que iban a participar en aquello presentaran un informe médico impoluto, en cuanto a que no padecían ningún tipo de enfermedad infecto contagiosa ni ETS, lo que me serenó muchísimo.
Yo, por mi parte, le expuse mis ideas, introduciendo un par de cambios que esperaba fueran una sorpresa para Alicia, para que disfrutáramos todavía más.
Algo de dinero cambió de manos, pues lo que yo proponía suponía una ligera subida del presupuesto, pero lo pagué con gusto, convencido de que a Ali le iba a encantar.
Iván, que al parecer no era la primera vez que participaba en algo como aquello, me aseguró que todo estaba bajo control y que sin duda mis deseos se verían plenamente satisfechos.
Así que nos citamos el sábado por la noche. Todo estaba listo.
…………………………..
Y llegó el sábado. Yo estaba deseando que sucediera, que saliera todo como lo había planeado. Y después estaría por fin con la chica de mis sueños, mi pareja ideal.
Ali estaba ya en el local cuando llegué, esperándome tomando una copa tranquilamente con Iván, con el que intercambié un discreto saludo.
Ella me recibió con un beso, profundo, húmedo, sin importarle la presencia de Iván, que nos miraba divertido.
– ¿Está todo dispuesto? – le pregunté al hombre cuando los ardientes labios de Ali liberaron los míos.
– Por supuesto – asintió él – La duda ofende. Soy un profesional. Todo listo. Cámaras, audio… todo preparado. Y los clientes están todos aquí ya. ¿No te has fijado que la tienda está bastante concurrida?
– Perfecto.
– ¿Y Tatiana? ¿Has hablado con ella? – preguntó Ali tratando de disimular su ansia.
– Tranquila preciosa – dije guiñándole un ojo – Te aseguro que nuestra víctima estará aquí justo a tiempo.
Seguimos charlando unos minutos con tranquilidad; al menos Iván y yo, pues Ali no conseguía ocultar su impaciencia, mirando continuamente su reloj y moviendo una pierna con nerviosismo.
Nos tomamos otra ronda de copas, que Iván preparó personalmente en la sala anexa. Ali se bebió la suya casi de un tirón.
Justo entonces miré a Iván y entonces él echó un vistazo a su móvil, que estaba sobre el escritorio y dijo:
– Creo que nuestra “víctima” está ya preparada.
– ¿Ya ha llegado Tatiana? – exclamó Ali levantándose de su asiento de un salto.
– Vamos – dijo Iván señalando hacia la puerta.
Ali sonrió, entusiasmada y me abrazó con fuerza, besándome.
Con una sonrisa de oreja a oreja, la chica salió del despacho, deseando ver cómo un montón de tíos se follaban a Tatiana, demostrándome así que ella tenía razón y mi novia era en realidad una golfa.
– Estoy cachondísima – me susurró al oído mientras caminábamos por el pasillo de regreso a la tienda.
Entramos en la habitación y esta vez sí que me fijé en que la tienda estaba llena de gente. Debía haber allí 10 o doce tíos sin contar con los empleados del local. Y todos se comían con los ojos a la chica, cachondos y excitados, muertos de ganas de que la cosa se pusiera por finen marcha.
Las puertas del local estaban cerradas, aislándonos por completo del exterior. Ya no había marcha atrás, ahora sólo quedaba comprobar si me había equivocado o no. Si la mujer era tan puta como sospechaba o estaba en un error…
Todo salió a pedir de boca.
Que nosotros tres entráramos en la habitación fue algo así como el botón de encendido de la acción. De pronto, vi cómo uno de los tipos, que sin duda estaba ya que no podía más, se sacó la polla de la bragueta y empezó a pajearse lentamente, acercándose a la chica que todavía no le había visto.
Enseguida, un segundo y un tercero le imitaron y por fin nuestra pobre víctima se percató de lo que estaba sucediendo. Rápidamente, la chica volvió el rostro hacia mí, mirándome a los ojos con una expresión de sorpresa tal que creo la recordaré toda mi vida.
Pero, cosa extraña, no me conmoví en absoluto. No me importó leer la traición en su mirada, la decepción. Habíamos pasado tantas cosas juntos… y todo para terminar de aquella manera.
La joven se volvió, asustada por primera vez, consciente por fin de que de allí no salía sin que se la follaran. Por fin el primer macho llegó hasta ella y, sin pensárselo dos veces, le agarró una teta por encima de la blusa.
La chica trató de zafarse, dándole un empellón, pero sólo logró que el tío se pegara todavía más, estrujando la tremenda erección contra su muslo.
– No… déjame. Aparta tu asquerosa cosa…
Trató de empujarle nuevamente, pero no logró nada, pues un segundo tipo la agarró por los brazos y, atrayéndola hacia sí, le hundió la lengua hasta la tráquea, ahogando de esa forma sus protestas.
Poco a poco, todos los hombres la rodearon. Uno se envalentonó y, mientras el otro seguía comiéndole la boca a la chica, él aferró una de sus muñecas y, tirando de ella, logró que la cálida manita se cerrara sobre su erecta polla, obligándole a masturbarle. Ni un segundo pasó antes de que otro le imitara usando la otra mano.
Yo estaba muy excitado. Alicia tenía razón, aquello era fantástico.
– Víctor – logró balbucear la chica logrando librarse por un segundo de los insidiosos labios que la besaban – No…
Ni caso le hice. Alicia tenía razón. Era una puta.
El tipo volvió a apoderarse de sus labios, devorándole de nuevo la boca. Un par de manos atrevidas se colaron rápidamente bajo la falda, levantándosela hasta la cintura, permitiéndonos a los que sólo mirábamos deleitarnos con las torneadas piernas adornadas con medias y liguero.
Una mano, más insidiosa que las demás, se coló rápidamente dentro de las bragas de la chica, empezando a acariciarle vigorosamente el coño. Y no debía de hacerlo del todo mal, pues pronto noté que los muslos empezaban a separarse poco a poco, dejándole franco el acceso.
Enseguida la liberaron de las bragas. Uno de los tíos las deslizó hasta los tobillos y sus compañeros, para facilitar la tarea, literalmente levantaron en vilo el cuerpo de la chica para que pudiera quitárselas.
Aprovechando que ya la tenían levantada, la tumbaron y, muy despacio y sin dejar de sobarla por todas partes, la depositaron de espaldas sobre el suelo. Entonces se abalanzaron como lobos. Los botones de la blusa salieron despedidos en todas direcciones y el sostén no tardó en reunirse con ellos, arrancado literalmente de cuajo.
Sólo pude vislumbrar sus pechos un segundo, pues enseguida se apropiaron de ellos, chupándolos y estrujándolos con frenesí, pero me bastó para constatar que tenía los pezones duros como rocas. Ali tenía razón. Era una puta.
En ese momento me di cuenta de que apenas podía ver el cuerpo de la chica, pues estaba completamente tapado por los hombres que literalmente se la estaban comiendo. Lo único que podía verse era un pie, que había perdido el zapato y asomaba entre la maraña de cuerpos y las manos, que eran mantenidas en alto por dos tipos que las obligaban a empuñar sus pollas como si se tratara de remos.
Tras unos minutos de caricias y chupeteos, los hombres decidieron subir las apuestas. De no ser porque Iván me había explicado que el orden estaba decidido previamente (previo pago de suculentas cantidades) no habría creído posible que aquella jauría humana no se peleara por el honor de ser el primero.
De hecho, fue precisamente al tipo que primero se había sacado la polla a quien correspondía el honor. De rodillas en el suelo, se situó justo entre las piernas de la chica, que eran mantenidas bien abiertas por dos voluntariosos colaboradores. Sin más preámbulos, sujetó las esculpidas caderas de la joven y, obligándola a levantar un poco el trasero, la empitonó de un viaje, provocándole un gritito de sorpresa y placer.
Sin embargo, no tuvo tiempo de quejarse demasiado, pues rápidamente el hombre que más había pujado por obtener los favores de sus cálidos labios hizo uso de su prerrogativa y, sin perder un segundo, le hundió la polla hasta la garganta, provocando que a la chica se le saltaran las lágrimas y empezó a follarle la boca con gran entusiasmo.
Mientras tanto, los otros dos afortunados seguían usando las manos de la mujer para masturbarse, resoplando y disfrutando como locos.
El turno era riguroso y los hombres, con experiencia en aquellas cuestiones, se repartieron el botín como buenos hermanos. Cuando los primeros se hubieron corrido (el primero pegándole unos cuantos buenos lechazos en las tetas, mientras que el otro se vaciaba a conciencia directamente en su garganta), le tocó el turno al que había comprado su culo.
Entre todos le dieron la vuelta a la chica, colocándola a cuatro patas. El tipo se colocó en posición y, antes de que se diera cuenta de lo que pasaba, la mujer se encontró con una buena dosis de rabo insertada por donde nunca brilla el sol.
La pobre boqueó sorprendida, abriendo muchísimo los ojos y dibujando una “o” perfecta con sus carnosos labios. Grave error. Pues la circunstancia fue aprovechada por otro de los rabos que revoloteaban por allí para colarse entre ellos y meterse hasta su tráquea.
Qué espectáculo, follada a la vez por delante y por detrás. De repente me moría de ganas por disfrutar del vídeo con mi novia.
Siguieron así durante un buen rato. Probaron mil posturas, sandwich incluido, con una polla en el coño y otra simultáneamente en el culo. Hasta cinco pollas a la vez se las apañó para manejar la muy golfa. Culo, coño, manos y boca fueron usados a placer. Incluso alguno llegó a colocarla en su sobaco y usarlo para masturbarse, aunque yo, personalmente, no acabo de encontrarle la gracia a eso.
A uno se le ocurrió la idea de meterle a la vez dos pollas en el coño, pero tuvieron que desistir, pues ya era demasiado exigirle a la muchacha.
¿Y ella? Tal vez no me creas, pero te juro que es verdad (además, está en vídeo y puedes comprobarlo). Tras resistirse unos minutos, en cuanto empezaron a juguetear dentro de sus bragas se puso cachonda como una perra y colaboró en todo aquello con gran entusiasmo.
No sé si fue que, cuando comprendió que de allí no escapaba sin que se la follaran, pensó que lo mejor era aprovechar para pasar un buen rato o simplemente fue que poco a poco fue cogiéndole el gusto a la cosa. No sé. Lo cierto es que Alicia tenía razón: era una puta del carajo.
Y yo, por mi parte, te prometo que tuve que hacer bastantes esfuerzos para resistir y no acabar echándole un buen polvo de despedida. Pero no lo hice. No sé, no me pareció bien. Total, si ya había decidido cortar con ella y no volver a verla nunca más, me pareció que follármela iba a ser como aprovecharme de ella. Tonterías mías.
Iván tampoco participó. Aunque se veía que ganas no le faltaban. Creo que, si no lo hizo, fue porque en el fondo al tío le daba un poco de asco tanto semen empapando el cuerpo de la chica. Y total, ella iba a estar disponible a partir de ese momento y con todo lo que él sabía de sus gustos… no le iba a costar nada llevársela al catre.
El espectáculo siguió bastante rato. Tanto que al final me cansé y decidí marcharme. Ali en cambio estaba extasiada y no quería irse aún. No me importó, la dejé allí divirtiéndose.
Para no tener que abrir la puerta de la tienda salí por la de atrás, que el propio Iván me enseñó. Nos despedimos con un apretón de manos y él me aseguró que, en cuanto tuviera listo el vídeo, me llamaría para darme mi copia.
Conduje tranquilamente hasta casa. A partir de ese momento, mi vida tendría sentido.
CAPÍTULO 25: FINAL:
Entré tranquilamente a casa, tarareando una canción que había estado escuchando en la radio.
Dejé las llaves en la mesita del recibidor y colgué la chaqueta. Respiré hondo y, con paso firme, entré en el salón.
– Hola cari – saludé a Tatiana, que estaba sentada en el salón, viendo la tele sin mucho interés.
– Hola – respondió ella sin mirarme siquiera.
Aquella frialdad. Me dolió. Había que ponerle remedio.
– Tatiana. Tenemos que hablar – dije sentándome a su lado.
Ella alzó la mirada, mirándome con tristeza.
– Vale. Por fin te has decidido – dijo incorporándose un poco.
La miré con ternura. Dios, ¿cómo había podido estar tan ciego?
Bruscamente, me arrodillé en el suelo frente a ella. La pillé de sorpresa, provocando que diera un respingo. Se quedó mirándome boquiabierta, sin saber qué decir.
– Tatiana. Lo siento. He venido esta noche a pedirte perdón. No sabes cuánto me arrepiento de cómo te he tratado. Entenderé perfectamente que no quieras saber nada más de mí, he sido un mierda, pero, si estás dispuesta a perdonarme, te juro que a partir de hoy empezaré a tratarte como mereces.
Tatiana me miraba alucinada, sin atinar a cerrar siquiera la boca. Desde luego, aquello no era ni por asomo lo que Tati esperaba que iba a suceder.
– ¿Có… cómo? ¿Qué quieres decir? – balbuceó.
– Te pido perdón, Tati. Sé que sabes lo mío con Alicia. El otro día me confesó lo del micrófono la noche del sex-shop. Te juro que no lo sabía. Pero eso no es excusa. Dejé que creyeras que, mientras participaras en nuestros juegos, seguiríamos juntos. Y en ese momento no era así. Yo quería tener lo que no podía, sin darme que cuenta de que, lo que ya tenía… era lo que siempre había deseado.
– Víctor…
La tomé por las manos y, para mi infinito goce, Tati no las retiró, permitiéndome estrecharlas con las mías.
– He comprendido por fin quien es Alicia. Es un mal bicho, una puta dominante y manipuladora, que nos ha estado usando a ambos para su disfrute. Ella sólo ama a una persona… a sí misma y no se detiene ante nada para obtener lo que quiere.
Tatiana me miraba en silencio.
– Pero no me arrepiento de haberla conocido. La verdad es que le estoy muy agradecido, pues gracias a ella he comprendido cuales eran en realidad mis sentimientos. Bastó con que ella te amenazara para que yo…
– ¿Amenazarme? – preguntó Tati extrañada.
– Sí. Tengo mucho que contarte.
Y lo hice. Se lo conté todo. Sin omisiones. Estuvimos hablando toda la noche sin parar. Al final le conté lo que había preparado Alicia esa noche para ella en el sex-shop.
– Cuando me lo propuso, se me cayó por fin la venda de los ojos y pude ver por fin cómo era ella. Es un monstruo. No sé cómo se le ocurrió. Supongo que pensaba que me tenía tan hechizado que no me importaría hacerte daño. Pero no, en cuanto me sugirió esa locura, me di cuenta de que antes la mataría que permitirle que te hiciera más daño. Entonces se me ocurrió que era mejor idea todavía convertirla en la víctima de su propio plan.
– ¿Y lo has hecho? – exclamó Tatiana alucinada.
– Y tanto que lo he hecho. Espero que no me odies por haber caído tan bajo. Pero es que sentía que tenía que hacérselo pagar. Intentar hacerte eso a ti…
Tatiana me besó. Y yo sentí que me moría de felicidad.
– Hablé con Iván y le expuse mi idea. Me costó una pasta convencerle, además de renunciar a todos los beneficios que el numerito del sex-shop iba a generar. Total, no había mucho riesgo, pues como muy bien me dijo Ali refiriéndose a ti, tenemos “un montón de vídeos comprometedores de ella”, así que poco iba a poder hacer. Y la hicimos caer en su propia trampa.
– ¿En serio?
– Y tan en serio. Aunque, para asegurarnos un poco más, Iván se encargó de echar una buena dosis de afrodisíaco en las bebidas que le sirvió esta noche. Para que estuviera bien a tono.
– ¿Y ha follado con todos?
– Bueno… ha follado con todos y, hasta donde yo sé, es posible que todavía siga follando – dije, aunque eran ya más de las seis de la mañana.
– Increíble.
– Y tanto. Ya te he dicho que no me arrepiento de haberla conocido, pues me ha permitido comprender mis verdaderos sentimientos por ti. Pero, si llego a saber la clase de zorra manipuladora que era…
– Y eso que hay cosas que no sabes – me dijo Tati – El otro día me confesó que había usado el vídeo que grabamos con su jefa para obtener un “sustancioso aumento” y un puesto de trabajo mucho mejor. Por lo visto, le comentó a Claudia que sabía lo de Saúl y le enseñó el vídeo…
– Me imagino el resto. Aunque la verdad no me pilla de sorpresa. Siempre pensé que haría algo así.
Nos quedamos callados unos instantes, mirándonos.
– Pero todo eso es secundario ahora. Para mí es historia. Un capítulo de mi vida que se cierra. Lo que quiero saber… no, lo que necesito saber… es qué tengo que hacer para que me perdones, para compensar lo mal que te lo he hecho pasar y todo el daño que te he hecho…
Tatiana posó uno de sus encantadores dedos en mis labios, obligándome a callar.
– Shiist. No sigas. No es necesario. Desde que conocí a Alicia comprendí que iba a ser mi rival por ti y me decidí a luchar. La verdad es que creía que te había perdido y por eso es cierto que lo he pasado muy mal.
– Tati, yo…
– No. Déjame hablar. Quise hablarlo contigo, pero me faltó el valor. No sé, no quería dejar de estar a tu lado y tenía miedo de que, si te decía que sabía la verdad, se acabara definitivamente y la eligieras a ella en vez de a mí.
Comprendí que tenía toda la razón.
– Me has sido infiel y me ha dolido. Pero tú y yo no somos para nada una pareja típica y, sabiendo lo que sabemos el uno del otro, somos conscientes de que nunca va a ser así. Lo que lamento es que, si te hubieras atrevido a confesarme antes las cosas que te atraían, te aseguro que habría participado con gusto en ellas.
– Pero Tati. Ni en mil años habría imaginado que tú estarías dispuesta. Que tendría tanta suerte como…
– Pues la tienes. He de confesarte que, superada la vergüenza del principio, lo he pasado bastante bien con estas aventurillas. Y, ahora que vamos a estar los dos solos… disfrutaré mucho más.
Me sentí feliz. La besé con entusiasmo.
– Y ahora, si quieres que te perdone… – dijo.
– Lo que quieras.
Tatiana no dijo nada. Se puso en pié y, aferrando mi mano, tiró de mí conduciéndome al dormitorio.
Gracias Alicia. Me has descubierto el camino a la felicidad.
CAPÍTULO 26: EPÍLOGO:
– Bueno. Y esa es la historia – sentencié tumbado en el diván – A partir de ese punto ya sabes qué pasó perfectamente. Los jefes se reunieron conmigo y tuve la suerte de que se creyeron mi cuento de que estaba con depresión, así que, en vez de despedirme como me merecía, me permitieron conservar mi trabajo a cambio de recibir terapia.
Alcé la vista hacia Martina, mi psiquiatra, con la que llevaba celebrando sesiones más de un mes. Al principio, me había mostrado comedido, un poco avergonzado de estar allí, pero, como no sabía muy bien cómo fingir depresión, acabé por contarle la verdad con pelos y señales.
– Espero que todo esto quede entre nosotros, ya sabes, lo de la confidencialidad entre médico y paciente…
– Que sí, pesado. Ya hemos hablado de eso veinte veces. No puedo revelar el contenido de las sesiones a nadie…
– Me alegro.
– El problema no es ése. Tu empresa me ha contratado para tratarte de una depresión. Y tú de deprimido, nada de nada.
– ¿Y dónde está el problema? Tú simplemente escribe un informe diciendo que he superado mis traumas y que estoy oficialmente curado. Se lo tragarán sin problemas. De hecho, el último mes no he faltado ni una vez al trabajo y mis cifras han vuelto a ser las de antes. Los jefes están ahora muy contentos conmigo… y contigo, por ser tan buena terapeuta.
Le guiñé un ojo a Martina, dedicándole una cálida sonrisa. Me deleité unos segundos admirándola, la verdad es que estaba muy buena. Morena, pelo liso siempre eficientemente recogido, buenas tetas, piernas esbeltas… y cuando se levantaba de su asiento y me permitía echarle un vistazo a su culito… ufff.
– Ya. Si al final está claro que voy a tener que hacer eso – dijo ella mirándome por encima de sus gafas – total, no creo que seas una “amenaza para ti ni para nadie de tu empresa”. Y estás más que listo para hacer tu trabajo…
– ¡Bien! – exclamé interiormente sin decir ni mú.
– ¿Y Alicia? ¿Supiste algo de ella?
– A través de Iván. A ella no he vuelto a verla. Sé que sigue con sus planes de boda con el político gay y en su trabajo. No tengo el menor interés en volver a verla.
– ¿Detecto ira reprimida?
– No. Profundo desinterés. Iván me contó que, cuando se recuperó del gangbang montó un poco de escándalo, pero bastó con recordarle los vídeos que teníamos de ella exhibiéndose en el metro, en el cine, en el parque… para que dejara de dar el coñazo. Eso sí, tuvo que pagarle su parte de los beneficios del vídeo.
Martina se quedó callada un momento, calibrando lo que acababa de decirle.
– Y hablando de otra cosa. ¿Qué tal te va con tu novia?
– Con mi prometida en realidad – respondí sonriendo.
– Vaya. Felicidades.
– Gracias. Considérate invitada a la boda.
– No has respondido a mi pregunta.
Volví a sonreírle.
– Me va genial. Ahora que no hay secretos entre nosotros, he comprendido que ella es en verdad mi media naranja. Mi mujer perfecta.
– ¿En serio? No sé, por lo que me cuentas, Tatiana se muestra demasiado sumisa, demasiado ansiosa por complacerte…
– Eso se acabó – dije – Bueno, no se acabó. Sólo que ahora es mutuo. Ahora ella propone cosas y las hacemos (no me refiero sólo al plano sexual) ahora sí que siento que tengo pareja y no una criada.
– Me alegra oír eso. ¿Y el sexo?
– Abiertos a todo. Estamos probando mogollón de cosas nuevas. Hemos seguido con el exhibicionismo, claro, pero ahora probamos con todo. ¿Te acuerdas de la pareja que conocí con Alicia en el restaurante?
Martina consultó unos segundos su libreta.
– Saúl y Gemma – dijo cuando localizó el dato.
– ¡Eso! Pues hemos probado el intercambio de parejas. Les mandé al mail una foto de Tatiana y te aseguro que el tal Saúl no puso pegas al cambio de chica. Nos juntamos un fin de semana en una casa rural. Qué hartón de follar.
– Te veo muy motivado.
– ¡Pues claro!
Martina se removió inquieta en su asiento. No era la primera vez que sorprendía en ella esa actitud. Ya había notado que, cuando me interrogaba en cuestiones de sexo, me sonsacaba tantos detalles como podía.
La verdad es que me encantaban las sesiones de terapia. Al principio pasaba un poco de vergüenza, pues cuando empezaba a narrar mis aventuras exhibicionistas, lo normal era que acabara teniendo una erección.
Durante las primeras sesiones me esforzaba por disimular, sentándome y cruzando las piernas, pero un día sorprendí la mirada curiosa de mi guapa terapeuta escrutando mi paquete y a partir de ese momento no hice esfuerzo alguno por esconder mis empalmadas.
Y también noté, con gran regocijo, que pasadas las primeras sesiones, mi atractiva psiquiatra empezó a usar falda en lugar de pantalón, lo que encontré… muy sugerente.
– Ahora somos una pareja liberal – continué – La verdad es que temo el día en que Tati me diga que le apetece follarse al guarda de seguridad, pero qué le voy a hacer.
– Claro, al fin y al cabo tú te follaste a Alicia durante semanas – soltó Martina sin poder contenerse.
Enseguida se calló, ruborizándose, plenamente consciente de que su comentario había rebasado la línea de lo políticamente correcto.
– Bueno… – dijo ruborizada, clavando la vista en su cuaderno y pasando las hojas con nerviosismo – En realidad, no hemos atacado para nada el origen de tus problemas. No hemos buscado donde están las raíces de tus tendencias exhibicionistas…
– Ni falta que hace. Yo soy muy feliz dando rienda suelta a mis impulsos. No necesito que me “cures” de ellos.
– No… Lo que quiero decir… Bueno…
– Dígame, doctora, que hay confianza.
Ella me miró un segundo antes de continuar.
– Verás, Víctor. Durante las últimas semanas me has ofrecido un relato… permíteme que te diga que un tanto inverosímil.
– ¿Inverosímil?
– Sí. No sé, a veces me ha dado la impresión de que… era una historia inventada. Que me estabas contando una trola para pasar el trámite de la terapia a que te obliga la empresa y que, en el fondo, todo eso no es verdad…
No pude evitar sonreír. Sabía perfectamente a donde quería ir a parar mi querida doctora.
– Vaya. O sea que, en realidad, no te has creído que yo sea exhibicionista. Que todo ha sido un rollo para mantenerte entretenida…
– Bueno…
– Por fortuna existen pruebas en vídeo. Y estaré encantado de enseñártelos cuando quieras…
– Claro – dijo ella coloradísima – Po… podrían ser de interés desde el punto de vista médico…
– Podría traer alguno a la próxima sesión. Aquí tienes DVD ¿verdad?
– Sí. Por supuesto.
– Aunque, pensándolo bien, tampoco hace falta esperar tanto… Podría enseñarte algo ahora mismo…
– ¿Llevas algún vídeo en el móvil? – exclamó ella estirando el cuello mirándome con avidez.
– No. Lo cierto es que no. Pero tampoco hace falta.
Lentamente, llevé la mano a la bragueta y la abrí muy despacio, mientras los bonitos ojos de la terapeuta se abrían como platos y me miraban sin pestañear mientras mordisqueaba sin darse cuenta su bolígrafo…
Gracias Alicia. Ahora sí que soy feliz.
FIN
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Hace tiempo que no escribo nada para todo relatos, la verdad aunque mi último relato ha sido leído bastante a veces una requiere motivaciones para contar sus experiencias.
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LA MADRE Y EL NEGRO
Alicia bajó a desayunar harta de oír a su madre.
– Ya es hora de despertarse, ¿No crees? – Le dijo ésta cuando llegó a la cocina.
Alicia se llevó la mano a la cabeza, la noche anterior había sido muy dura y tenía una resaca de caballo, lo último que necesitaba oír eran los sermones de su madre. Se sentó al lado de su hermana y comenzó a marear los cereales con la cuchara.
– ¿Demasiada fiesta ayer? – La chinchaba Claudia, en voz baja, para que su madre no la oyera – ¿O también te sentó mal la cena?
– Oh, cállate. – Dijo, dando un manotazo a su hermana en el hombro.
– ¿Cuantos cayeron anoche? – Seguía la chica. – Cubatas, digo, chicos ya se que ninguno.
Alicia, cansada, volvió a lanzar un manotazo a su hermana, esta vez dirigido a su cara pero ésta, más fresca y espabilada, lo detuvo con rapidez.
– ¡Chicas! ¿No podéis estar un minuto tranquilas? – Las reprendió su madre. – Venga, acabad el desayuno que tenemos muchas cosas que hacer.
La chica mandó una mirada de reproche a su hermana y siguió dando vueltas a su tazón, esperando que desapareciera mágicamente. No entraba nada en su estómago.
Alicia se llevaba bien con su hermana, pero eso no evitaba que siempre se estuvieran peleando. Claudia era unos años más pequeña que ella pero siempre se las daba de marisabidilla, siempre tenía que quedar por encima de Alicia. Realmente se parecían bastante, físicamente Claudia era una fotocopia de su hermana, muchas veces las confundían, lo que exasperaba a la mayor. Ambas morenas, castañas, ojos marrones y estatura media, algo más bajita Claudia. Tenían un cuerpo bien formado pero no exuberante. En cuanto a su forma de ser, a ojos de Alicia su hermana era bastante irritante a veces, y muy inmadura. A ojos de los demás (su madre, por ejemplo) eran tan parecidas cómo en el físico.
La madre de ambas, Elena, no se parecía demasiado a ellas, salvo en su bien formado cuerpo que mantenía a base de dieta permanente y gimnasio. Elena era rubia, blanca de piel, unos ojos verdes preciosos y más alta que sus hijas. Estaba claro que habían salido a su padre.
Su padre… Su padre era un cabrón. O había sido un cabrón, por lo menos. Las abandonó cuando las chicas eran pequeñas, dejándolas sin un duro y sin nadie que las pudiese mantener. Elena tuvo que doblar turnos en el trabajo para poder dar de comer a las niñas. Pero la situación mejoró. Un día, el padre apareció muerto, parece ser que fue un infarto. Ni siquiera fueron al funeral de ese infeliz pero, al estar todavía casados, el dinero y la pensión que correspondía gracias al seguro de vida que poseía el hombre, recayó por completo en Elena y sus hijas, lo que las permitió vivir de manera desahogada.
– ¿Por qué tuve que salir ayer? – Se dijo a si misma Alicia, cuando llegó a su cuarto.
Sabía perfectamente que hoy iba a ser un día duro, venía el último camión de mudanza y tenían que colocar todas las cajas. Si ya de por sí no era una tarea agradable, con la resaca que llevaba encima se convertía en un pequeño infierno.
– Pues por que quieres comerte un buen rabo por fin. – Dijo Claudia. No se había dado cuenta que había subido tras ella.
Alicia nuevamente intentó golpear a su hermana pero, igual que antes, esta consiguió esquivarla.
– Admitelo, cometiste un error al dejar a Gonzalo. – Continuaba la pequeña, a una distancia prudencial. – Te comieron la cabeza, creíste que ibas a ser la reina de la noche y ahora no te comes un colín.
– No tienes ni idea de lo que hago o dejo de hacer.
– ¿Ah, no? Entonces, ¿Mojaste anoche? ¿Te quitaron las telarañas?
Alicia se puso roja cómo un tomate. No, no “le quitaron las telarañas” pero no lo quería admitir ante su hermana. Realmente pensaba que haber dejado a Gonzalo fue un error, al menos visto desde la distancia. Era su novio desde los 15 años, y había descubierto todo con el, la trataba genial pero…
Pero sus amigas le comían la cabeza. Que si se habían ligado a uno, se habían tirado a otro, que “¡Que sosa eres, Alicia! Solo has probado un hombre”. Le decían que a poco que se soltarse y dejase al chico, le iban a llover los amantes. Y allí estaba. Llevaba 6 meses de sequía.
– ¿A ti que te importa? Vete a jugar con las muñecas, ¡Niñata!
Salió tras ella y Claudia saltó por encima de la cama para evitarla. Cuando estaba en la puerta de la habitación dijo:
– A lo mejor necesitas que te presente algún amigo… Creo que Manolo te caería bien.
Y salió de la habitación.
Alicia, harta de las burlas de su hermana y del dolor de cabeza, se dio una ducha. Cuando salió, había una camita encima de su cama con una nota.
Este es mi amigo Manolo, cuídalo bien
Decía. Al abrir la caja y ver el interior no pudo evitar sonrojarse. Dentro había un consolador rosa, de buen tamaño. Desde que lo había dejado con Gonzalo no había tenido sexo, pero tampoco se había masturbado. Le parecía que el sexo era algo para compartir con alguien y que masturbarse era rebajarse de alguna manera.
Levantó a Manolo y vio que tenia un pequeño botón en la base. Lo pulsó y el aparato comenzó a vibrar. Una fugaz escena de ella usando aquel juguetito hizo que un escalofrío fruto de la excitacion recorriera su espalda. ¿Lo habría usado mucho su hermana? Y parecía tonta…
– ¡Chicas! ¡Ya está aquí el camión! – Gritó su madre desde la planta de abajo.
Del susto Alicia dejó caer el vibrador. Rápidamente lo recogió y lo guardo en un cajón de su mesita.
– Lo siento Manolo, creo que no eres mi tipo. – Dijo, se vistió rápidamente y bajo con su madre.
Cuando vio la cantidad de cajas que había se desanimó. Habia pensado tener la tarde libre y parecía que se iban a tirar allí una eternidad.
– ¿Quieres que recojamos todo esto en una mañana? – Le preguntó a su madre.
– ¿Que esperabas? Venga anda, deja de quejarte y empieza a subir cosas.
Alicia resopló y cogió una caja. Casi se le cae cuando le vio entrar.
Un chico negro de su edad acababa de entrar por la puerta de casa cargando una caja.
– Buenos días, Ali. ¿Fue muy dura la noche de ayer? – Apuntó, después de ver la cara de resaca que llevaba. Después se echó a reír, dejo la caja y volvió a salir hacia el camión.
– ¿Que hace EL aquí? – Preguntó furiosa a su madre. – Sabes que no le soporto.
– No digas tonterías, ¡Si le conoces desde que erais críos! Además, si es majisimo.
– ¿Que tiene que ver desde cuando le conozca? ¡Es insoportable! Siempre se está metiendo conmigo.
– Te lo tomas todo muy a pecho, está de broma. Sabes que ha tenido una infancia difícil, siempre ha estado sólo… Y también siempre nos ha echado una mano cuando se lo hemos pedido. Además, ¿No te quejabas de que era mucho para nosotras solas? Con el aquí tardaremos menos.
– Preferiría tirarme todo el día cargando cajas pero no tener que verle la cara… – Rezongó la chica.
– Deja de refunfuñar y comienza a coger cajas, ¡Venga!
Alicia obedeció de mala gana, estaba siendo un día estupendo.
Frank, el chico negro que las estaba ayudando, había ido a clase de Alicia desde que eran pequeños. Siempre se habían llevado mal. Frank se metía con la chica a la mínima posibilidad y, lo que más rabia le daba era que parecía que el resto del mundo no se daba cuenta de lo imbécil que era.
Era verdad que había tenido una infancia difícil, había perdido a sus padres muy temprano y había ido siempre de una casa a otra. Ya de muy joven comenzó a hacer algo más que trastadas pero, debido a su situación, la gente parecía pasarlo por alto.
En cuanto llegó a la edad de dieciséis años, en los que no es obligatorio asistir a clase, dejo el colegio. Empezó a hacer trabajos de mantenimiento a conocidos y de esa forma había salido adelante. La madre de Alicia siempre se había comparecido de él así que, para desgracia de la chica, siempre que surgía la ocasión le llamaba, e incluso a veces le había invitado a comer.
Esas cosas hacían que Alicia le odiara todavía más, puesto que, a diferencia de con ella, con su familia era un santo.
Pero había algo más que molestaba a la chica. Con el paso de los años y el despertar de sus hormonas, no se le pasaba por alto las miradas que Frank dedicaba tanto a su madre como a su hermana. Y seguro que a ella, cuando no se daba cuenta, también. Aprovechaba la mínima excusa para tener un roce, un contacto más íntimo…
Solo de pensarlo le entraban ganas de vomitar.
– ¿Que haces aquí? ¿Intentas escaquearse? – Le dijo a Claudia cuando la vio zanganeando en la habitación.
– Estoy colocando las cosas, estúpida. ¿O es que la resaca no te deja ver bien?
– Pues aquí tienes otra caja más. – Dejó la caja en el suelo. – ¿Has visto que mamá ha llamado al imbécil de Frank?
– No se que problema tienes con el chico… Siempre que puede nos echa una mano.
– ¡Ahhggg! Tu también con lo mismo no, por favor.
– ¿Que os ocurre, chicas? – Preguntó Frank, entrando por la puerta. – ¿Me echabais de menos?
– ¡Hola Frank! – Saludó Claudia. – Gracias por venir a echarnos una mano.
– Siempre es un placer estar rodeado de chicas guapas. – Replicó, guiñando un ojo. – Y… De ti. – Dijo, mirando a Alicia.
Claudia se echó a reír ante la ocurrencia del chico.
– Pffff… No estoy para discutir. – Contestó Alicia. – Por lo menos estando tu aquí acabaremos antes, necesito echarme a dormir un rato.
– Que pasa, ¿Ya te has olvidado? – Claudia miraba con cara de reproche a su hermana y, ante su falta de entendimiento añadió. – ¡Hoy venías conmigo al cine! Nadie quiere ver la nueva de American Pie conmigo y tu te ofreciste a acompañarme.
Era verdad, maldita sea su buena voluntad. Por lo menos se podría dormir en la sala…
Una vez acabaron con todo, Alicia llevó a su hermana al centro comercial.
– ¡María! ¿Que haces aquí? – Gritó su hermana al llegar a la cola. – ¿No decías que no querías venir?
– Ya lo se, tía, pero Adrián se ha empeñado en invitarme. – Dijo la chica, señalando a un chico que estaba un poco más adelante en la cola. – Menos mal que has venido, no sabia como decirle que no… No me apetece quedarme sola con el, pero ha insistido tanto… Si estáis aquí se cortará un poco.
– Si está. – Cortó Alicia. – Si ya tienes con quien ver la película yo me voy a dormir. Te espero en casa.
Dio un beso a su hermana y se fue, sin oportunidad de dejarla replicar y con su cómoda y confortable cama en mente.
Llegó rápidamente a su casa. Esperaba poder descansar tranquila puesto que su madre había dicho que iba a ir a comprar, y Frank, aunque se iba a quedar a mirar un grifo que goteaba, ya debería haber acabado.
Subió las escaleras directa a su cuarto, pero a mitad de camino se detuvo. Había oído algo. Llegaban ruidos desde el salón. ¿No se había ido Frank todavía?
Se acercó a la sala con la intención de decirle que se diese prisa o, por lo menos, que no hiciese ruido, pero nada mas verle se quedó muda.
El chico estaba de pie, sin camiseta. Tenía tanto odio hacia su persona que nunca se había dado cuenta del cuerpo tan definido que tenía el chico. Estaba tras el sofá y Alicia no veía mucho más pero, tras situarse para ver mejor, la chica casi se cae al suelo de la impresión, ¡Estaba completamente desnudo! Y no solo eso, ¡No estaba sólo!
En un primer momento no se había fijado en la cara de Frank, pero no había duda. Los ojos cerrados, la cara alzada, como mirando al cielo, la boca entreabierta, respiración agitada… Estaba claro lo que le estaba haciendo su acompañante… Alicia no la veía bien, solamente la coronilla por encima del sofá, pero le debía estar haciendo una mamada de campeonato.
Frank acompañaba los vaivenes de su amante con la mano sobre su nuca, marcándole el ritmo.
– Eso es, zorrita… Trágatela entera… – Farfullaba el chico.
¡Ese cabrón se había traído a una zorra a casa! Aprovechando que iban a estar todas fuera… Cuando su madre se enterase iba a poner el grito en el cielo,por lo menos no volvería a ver a ese infeliz. Alicia estuvo a punto de entrar y ponerse a gritarle pero en el último momento se detuvo, aunque le costase admitirlo, la situación era muy morbosa lo que, unido a sus meses de abstinencia, la estaba poniendo muy cachonda.
Podía escuchar la respiración agitada de Frank, así como el húmedo sonido de roce producido entre la polla de él y la garganta de ella. De vez en cuando parecía que la chica se atragantaba, hacía un sonido como de arcada ahogada y continuaba con la faena.
– Has mejorado mucho desde la última vez. – Decía él. – Ahora te cabe entera.
Al decir eso empujó la cabeza de su “zorra” contra su polla y la obligó a mantenerla hasta dentro durante varios segundos. La chica se agitó un poco, debía costarle respirar y, cuando Frank la soltó, tragó una enorme bocanada de aire.
– Esa es mi zorrita, estás hecha una verdadera traga-pollas. Me has echado de menos, ¿Verdad?
Como respuesta, la chica volvió a meterse el rabo de Frank en la boca y, por como sonaba, lo hacía con ansia. Estuvieron unos minutos más, hasta que Frank la ordenó que parara.
– Para un poco, zorra. Antes de correrme quiero follarte como la puta que eres. Tiéndete aquí.
Cuando comenzaron a moverse, Alicia se apartó de la puerta con miedo a que la descubrieran.
– Veo que has sido obediente y te has depilado el coño como te ordené. Ahora prepárate que vas a recibir tu premio.
Alicia volvió a asomarse, con cuidado, intentando no dejarse ver. Por suerte, Frank estaba de lado, y su pareja estaba con los pies en el suelo y el cuerpo sobre el brazo del sofá, lo que dejaba su sexo expuesto e imposibilitaba que viera a Alicia.
Pero la chica no se fijó en eso, no podía apartar la mirada del monstruo que tenia delante. La polla de Frank se mostraba enhiesta entre el y su víctima, era de un tamaño descomunal. “¿Piensa meterle eso? ¡La va a partir en dos!” Pensaba Alicia. Su novio (EX-novio, tuvo que recordarse) la tenía de buen tamaño, pero era una miniatura en comparación de aquella monstruosidad.
Frank se la agarraba, agitándola, golpeando con ella las nalgas de la chica. Ésta, como obedeciendo una orden, se las separó con sus manos, dejando a la vista del chico su coño y su culo. Alicia pudo comprobar que no tenía un sólo pelo en su entrepierna.
Mientras veía como el chico iba introduciendo centímetro a centímetro su enorme polla en el coño de su amante, Alicia comenzó a restregar sus muslos uno contra otro. La excitación que le producía esa situación iba en aumento, y no pudo evitar que una de sus manos descendiera a su entrepierna.
El chico comenzó a bombear, primero lentamente, dejando que el coño su acompañante se adaptara a su polla. Después comenzó a aumentar el ritmo.
Un rítmico PLAS PLAS PLAS al chocar los dos cuerpos llegaba a oídos de Alicia, acompañado de los gemidos de la chica, que parecía disfrutar de la enorme polla que la penetraba. Alicia acompasó también los movimientos de sus dedos al ritmo de los amantes, imaginando que estaba participando en la acción.
El contraste del negro cuerpo del joven con la pálida piel de la chica era impresionante, su polla, negra y enorme desaparecía una y otra vez en un movimiento hipnótico que tenía atrapada a Alicia. Sus dedos se movían rápidamente en su sexo, acelerando su respiración, trasladándola a un inevitable y ansiado orgasmo.
La zorra que se estaba follando Frank comenzó a gritar, las piernas le temblaban y pedía más. Estaba al borde del orgasmo. Cuando Alicia oyó sus gritos notó como un escalofrío le recorría la espalda, pero pensó que era debido a la excitación del momento. Ella también estaba al borde del orgasmo.
– Ven aquí, puta. – Dijo Frank. – Ya tienes la merienda preparada. Una buena ración de leche.
La chica, obediente, se dio la vuelta y se colocó de rodillas ante Frank, agarró la enorme polla con las dos manos, abrió la boca y comenzó a pajear al chico poniendo una cara de lascivia que Alicia nunca había visto antes.
Alicia se había quedado petrificada. Aún tenía un par de dedos dentro de su coño, pero ya inmóviles. La boca estaba entreabierta, pero no para dejar escapar los silenciosos gemidos de placer de hace unos segundos, si no de pura estupefacción.
La “zorrita” de Frank… Era su madre.
Contempló impertérrita como el chico derramaba su semen sobre la cara de su madre, que lo recibía con deleite, intentando atrapar con su boca la mayor cantidad posible.
Una vez acabó, Elena limpió con sonoros lametones el enorme miembro que tenía ante ella, y comenzó a recoger con sus dedos los chorretones que se habían escapado hacia su cara o sus tetas. Después, mirando con lascivia al chico, se llevó los dedos a la boca.
Alicia, tras ver a su madre de una manera que jamás había pensado, se dio la vuelta e intentó salir de la casa sin que la oyeran. No se podían enterar de que los había visto, debía parecer que llegaba ahora.
Esperó en la calle unos minutos y después llamó al timbre, se negaba a volver a entrar de improviso.
Frank abrió la puerta. Estaba sin camiseta todavía.
– Hola, ¿Ya habéis salido del cine?
Alicia se quedó clavada en el sitio. Aquél cabrón acababa de follarse a su madre. A su “zorrita” como la llamaba él. Inconscientemente, la mirada la chica se detuvo en su entrepierna, estaba algo abultada. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo levantó la vista, azorada, sólo para encontrarse la mirada fija de Frank, adornada con una ligera sonrisa.
– ¿Que pasa? ¿Tengo monos en la cara? – Dijo, con sorna.
– Quítate de en medio.
Alicia subió a su cuarto, esta vez sin interrupciones ni sorpresas, cerró la puerta y se tiró en la cama. Necesitaba descansar, había sido un día demasiado agitado.
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Todavía abochornada, vio que era justo y que de esa manera éramos los dos, los que íbamos a compartir ese fetiche por lo que sonriendo me dio la mano sellando el acuerdo. Al verla irse meneando sus caderas, comprendí que podía ser cuestión de horas que ese portento acudiera a mí. Silbando mi triunfo, me vestí y poniendo su tanga en el bolsillo de mi chaqueta a modo de pañuelo, busqué a mi prima. La encontré en el salón, tarareando una canción mientras barría. Al fijarme en ella, me percaté que se la veía feliz. El saber que no solo no me había enfadado sino que era cómplice de su fantasía, la liberó. Cuando me vio, paró de cantar y regalándome una sonrisa, me preguntó a donde iba:
-Tu cachorrita tiene el culo calentito pero sigue teniendo sed-.
No os sorprenderá saber que a la misma hora y en el mismo sitio, estaba la mañana después. La verdad es que os tengo que confesar que llegué veinte minutos antes porque no quería perderme a esa belleza. Como no estaba, me puse tranquilamente a calentar los músculos contra una valla pero lo que realmente fue tomando temperatura fue mi mente con la perspectiva de volverla a ver.
Mi acompañante al verlos, se dio la vuelta y me dijo:
-Sí- gimió moviendo su culo e iniciando un suave cabalgar, me pidió que siguiera diciéndole lo puta que era.
-Reanímalo que te voy a dar por culo-
El culo de la profesora.
Riéndose, me contestó:
Mi entrega
Todavía abochornada, vio que era justo y que de esa manera éramos los dos, los que íbamos a compartir ese fetiche por lo que sonriendo me dio la mano sellando el acuerdo. Al verla irse meneando sus caderas, comprendí que podía ser cuestión de horas que ese portento acudiera a mí. Silbando mi triunfo, me vestí y poniendo su tanga en el bolsillo de mi chaqueta a modo de pañuelo, busqué a mi prima. La encontré en el salón, tarareando una canción mientras barría. Al fijarme en ella, me percaté que se la veía feliz. El saber que no solo no me había enfadado sino que era cómplice de su fantasía, la liberó. Cuando me vio, paró de cantar y regalándome una sonrisa, me preguntó a donde iba:
-Tu cachorrita tiene el culo calentito pero sigue teniendo sed-.
MEMORIAS DE UN EXHIBICIONISTA (Parte 9):
CAPÍTULO 17: LOS JUGUETES DE ALICIA:
Domingo por la mañana. No fueron precisamente las
primeras luces del alba las que me sacaron del sueño. Más bien las del mediodía. O más tarde incluso. Estaba en modo vago total.
Me estiré en la cama, solazándome con lo bien que me encontraba después de una reparadora noche de descanso. Estiré brazos y piernas todo lo que pude, desperezándome y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba solito en la cama.
Joder, debía haber estado en coma si no me había enterado de cuando Tatiana se había levantado, pues ella no solía ser discreta precisamente.
– ¿Tati? – exclamé en voz alta, alzando a duras penas la cabeza de la almohada.
Escuché entonces un golpe sordo y unos ruidos procedentes del cuarto de baño anexo, lo que me reveló el paradero de la chica.
– ¡Estoy en el baño! – me contestó, su voz amortiguada por la puerta que separaba ambas estancias.
– ¿Estás en la ducha? – pregunté empezando a sentirme juguetón – ¡Voy a reunirme contigo!
– ¡NO! – aulló la chica en voz todavía más alta, sorprendiéndome – ¡Ya casi he acabado! ¡Me visto en un segundo y ya salgo!
Resignado, me dejé caer de nuevo encima del colchón. Mi memoria regresó entonces a los acontecimientos del día anterior, lo que provocó que una sonrisilla estúpida se perfilara en mis labios. Como quien no quiere la cosa, deslicé una mano bajo las sábanas y la colé dentro de mi slip, comenzando a sobarme el falo, que empezaba a ponerse morcillón. No tenía verdaderas intenciones de masturbarme, era sólo que… me apetecía tocarme un poco los huevos.
Como había prometido, un par de minutos después la puerta del baño se abrió y apareció Tati, vestida con shorts y camiseta, con el pelo envuelto en una toalla. Me lamenté en silencio pues, si llega a llevar la toalla envolviéndole el cuerpo en vez de la cabeza, no habría tardado ni un segundo en arrancársela y empezar el día con alegría, como dicen por la tele.
– Hola guapísima – le dije sonriente, cruzando las manos tras la nuca y mirándola divertido.
– Bu… buenos días, cari – respondió ella bastante aturrullada – ¿Qué tal has dormido?
– Estupendamente. Anoche estaba agotado. He dormido toda la noche de un tirón.
– Sí y yo – asintió la chica – Estaba cansadísima.
Tati me miró un segundo, mientras charlábamos, pero, cuando nuestros ojos se encontraron, ella apartó la mirada, ruborizándose un poco.
– ¿Estás bien? – pregunté un tanto inquieto.
– Sí, sí, estupendamente.
Demasiado rápida su respuesta. Y seguía sin mirarme a los ojos.
– Ya sé que es tarde, pero, ¿quieres que te prepare algo para desayunar? – dijo tratando de cambiar de tema – Puedes darte una ducha mientras tanto.
Y salió del dormitorio sin esperar siquiera mi respuesta. Mi nivel de inquietud subió considerablemente.
Minutos después, mientras me enjabonaba bajo el chorro de la ducha, mi cabeza no paraba de darle vueltas a la situación. ¿Se habría arrepentido de lo del día anterior? ¿Se sentiría avergonzada? ¿Iba a echarse atrás?
Joder. Sobre todo esperaba que no se sintiera molesta. Podría soportar que Tati decidiera abandonar el juego, pero, si la habíamos traumatizado de alguna forma…
Cuando me reuní con ella en la cocina, era yo el que se sentía aturrullado. Tenía la sensación de que podía irse todo al garete. Una pena, ahora que las cosas empezaban a ponerse de veras divertidas…
– ¿Quieres café? – me preguntó mientras yo me sentaba a la mesa.
– Sí, por favor.
Tras llenar mi taza, Tati se sentó enfrente de mí y empezamos a comernos unas tostadas. Yo la miraba en silencio, nervioso, temeroso de interrogarla sobre lo que estaba rondándome por la cabeza. Se había quitado la toalla de la cabeza y estaba super sexy, con los cabellos mojados empapando su camiseta.
– ¿Cómo estás? – pregunté, armándome de valor.
– Bien – dijo ella encogiéndose de hombros – Lo de ayer fue una locura.
– Sí que lo fue. ¿Y no hay nada que quieras contarme?
Tati se quedó mirándome, con la tostada a medio camino hasta su boca. Me di cuenta de que tenía una pequeña mancha de mantequilla en la mejilla, lo que le daba un aire de inocencia conmovedor.
– No. ¿A qué te refieres?
– A lo de ayer. ¿Estás segura de que…?
– ¿Otra vez con lo mismo? – exclamó la chica interrumpiéndome, poniendo los ojos en blanco – Ya te he dicho que estoy decidida a participar en esto. No voy a rendirme…
– Vale, vale – respondí alzando las manos en señal de paz, sorprendido por el súbito arranque de Tati – Es sólo que me preocupo por ti. Y antes, cuando saliste del baño, me pareció que estabas un poco rara…
En cuanto dije esto, Tati, sin poder evitarlo, bajó la mirada, como si se avergonzase de algo.
– ¿Lo ves? – exclamé triunfante – A ti te pasa algo. No lo niegues. Vamos nena, es necesario que seas sincera conmigo. Si no estás a gusto con esta historia…
– Que no, tonto, que no es eso…
Me quedé parado. Había conseguido que admitiera que algo pasaba, ahora sólo faltaba sonsacarle qué era.
– A ver – dijo ella suspirando resignada – Esta mañana, cuando iba a la ducha… Jo, cari, me da vergüenza decírtelo…
Aquello despertó todavía más mi interés.
– No seas tonta. Puedes contarme lo que quieras – dije estirando una mano y aferrando la suya por encima de la mesa.
– Bueno… pensé que… Lo de ayer… Ya sabes, las fotos y eso…
No tenía ni idea de adonde quería llegar. Pero algo me decía que no iba a ser un problema tal y como me temía minutos antes.
– Venga, Tati, dímelo. Confía en mí.
– Se me ha ocurrido… ya sabes… probar yo sola.
– ¿Probar el qué?
– Pues eso… Hacer unas fotos…
Sí, ya lo sé, tienes razón, parecía medio idiota. No sé cómo me costó tanto comprender a qué se refería. Esa mañana estaba bastante espesito, lo reconozco.
– ¿Quieres decir que te has hecho unas fotos en el baño? – pregunté divertido, cuando por fin encajaron todas las piezas del puzzle.
Tati no contestó, sino que asintió con la cabeza en silencio, toda colorada, mientras bebía lentamente de su café.
– ¡Tengo que ver eso inmediatamente! – exclamé poniéndome de pie de un salto – ¿Dónde está tu móvil?
La perspectiva de que Tati se hubiera hecho fotos ella solita me hizo abandonar el modo vago total y entrar directamente en el de verraco máximo. La sola idea de que mi novia, la vergonzosa Tatiana, se hubiera animado a hacerse fotos guarrillas, me excitaba terriblemente. Porque las fotos tenían que ser guarrillas, ¿verdad?
Tatiana no dijo ni mú mientras yo salía de la cocina e iba al salón, a revisar la mesita donde siempre dejábamos los teléfonos y las llaves. El suyo no estaba.
– ¿Dónde has metido el teléfono? – aullé desde el salón.
Pero ella no contestó, lo que me hizo recelar.
Con la sospecha en mente, regresé a la cocina y la miré con suspicacia. Tati, tratando de disimular, no me miraba directamente, pretendiendo estar totalmente concentrada en su taza de café.
– Lo llevas encima, ¿verdad? – inquirí juguetón.
Tati no dijo nada, pero sus labios se curvaron casi imperceptiblemente con una sonrisilla pícara.
– Dámelo – canturreé, aproximándome muy despacio.
Tati, que no me quitaba ojo, sonreía cada vez más abiertamente, desplazando su silla por el suelo muy despacio, apartándose de mí. Yo, como el lobo de Caperucita, me acercaba dispuesto a atacarla en cualquier momento y ella, con disimulo, se preparaba para la fuga.
Finalmente, el depredador se arrojó sobe su presa, pero ésta, con agilidad pasmosa, se incorporó de un salto y, dando un gritito, salió disparada de la cocina, seguida de cerca por el lobo, que estaba cada vez más cachondo y no estaba pensando en comérsela precisamente.
La persecución duró poco. La pobre gacela fue arrinconada en el dormitorio y arrojada sobre el colchón, entre risas, mientras el lobo se encaramaba encima de ella (aprovechando el meneo para sobetearla a placer) y, tras sentarse sobre su estómago, sujetó sus manos junto a la cabecera de la cama, impidiéndole escapar.
Tatiana, riendo, se retorcía bajo mi cuerpo, tratando de librarse, pero yo no la dejaba. No me costó nada encontrar el teléfono, que estaba metido en la cinturilla de sus shorts. Ella dio un gritito cuando aferré el aparato, pero me las arreglé para sujetar sus dos manos con una sola de las mías, con lo que podía manipular el teléfono con la otra. Tatiana me miraba con una expresión medio lasciva, medio divertida, que me hizo estremecer.
Desbloqueando el móvil con el pulgar (ambos conocemos la clave del teléfono del otro) no tardé ni un segundo en acceder a la galería fotográfica, mientras Tati se retorcía muerta de la risa, intentando recuperar el aparato.
En cuanto empecé a ver las fotos, dejé de reírme. No, que va, no vayas a pensar que no me gustaron… es que me dejaron sin palabras.
Tatiana se había apuntado a la moda del “selfie” y se había hecho un montón de fotos en la intimidad del cuarto de baño. Para las primeras, había usado el espejo que hay encima del lavabo, haciéndose unas instantáneas, bastante inocentes, en ropa interior, sosteniendo el teléfono en una mano mientras adoptaba poses no demasiado sugerentes.
Pero la cosa se iba caldeando.
Pronto, el sujetador desapareció del panorama, pero, por desgracia, la chica no dejaba en ningún momento de taparse los senos con la mano libre, lo que he de reconocer resultaba super erótico.
Entonces comenzó una serie de fotos en las que no usó el espejo, los “selfies” propiamente dichos, en los que, estirando el brazo al máximo, se hacía fotos desde arriba, con una perspectiva cenital.
Joder, qué cachondo me puse; me encantaron esas tomas en las que la chica se fotografiaba su exquisita anatomía, tapándose pudorosamente los pechos con el brazo. En algunas, se atisbaba un poquito de areola, a punto de dejar entrever el pezón y eran esas las que me ponían malo.
La madre que la parió. Eso fue lo que pensé cuando, por fin, descubrió uno de sus senos permitiendo admirarlo en todo su esplendor, deleitándome con su forma y tamaño perfectos.
– Veo que te gustan – escuché que decía Tatiana.
– ¿Eh? – dije regresando por un instante al mundo real.
Miré a Tatiana y me encontré con que sonreía de oreja a oreja. Sin darme apenas cuenta, había liberado sus manos, pues estaba manipulando el móvil con las dos mías, pero ella había desistido de intentar escapar, permitiéndome disfrutar del show fotográfico.
– Te gustan, ¿eh? – repitió.
– Pues claro. Joder, nena, no veas lo cachondo que me he puesto…
– No, si ya lo veo.
Era verdad. En mis shorts se apreciaba un tremendo bulto que mostraba bien a las claras mi estado de excitación. Juguetona, Tati llevó una manita al bulto y apretó con ganas, haciéndome gemir de placer. Hasta me mareé un poco.
Una vez perdidas las fuerzas, derrotado como Sansón (seguro de que eso de que le cortaron el pelo es un rollo, yo supongo que Dalila se la chupó o algo así), me derrumbé al lado de Tatiana, que reía divertida.
Me recosté en la almohada, a su lado, mientras ella apoyaba su cabecita en mi pecho, mojando mi camiseta con su cabello todavía húmedo, mientras mi brazo la rodeaba, estrechándola contra mí.
– Estás preciosa – le dije besándola en la frente.
Ella no dijo nada, simplemente ronroneó como una gatita y se apretó todavía más.
Sosteniendo el teléfono entre ambos, puse la pantalla de forma que los dos pudiéramos verla sin problemas. Fui pasando las fotos muy despacio, recreándome en ellas, mientras hacía comentarios sobre lo sexy que se veía Tati y lo increíblemente guapa que había salido.
Ella recibía mis piropos con evidente placer y claro, deseosa de que yo también estuviera contento, me alegró de la forma que más me gustaba…
Sin que me diera cuenta al principio, Tati dejó su manita apoyada sobre mi corazón, pero, después de haber pasado 2 o 3 fotos, me di cuenta de que la había movido mucho más al sur, lo que me hizo sonreír.
Un par de minutos después, ambos repasábamos el reportaje fotográfico, muy juntitos en la cama, su cabecita reposando en mi pecho y su mano dentro de mis shorts, aferrando con fuerza mi herramienta y masturbándola con cariño, haciéndome disfrutar todavía más de la sesión.
Pronto llegamos a las fotos de completa desnudez y en ellas, Tati aparecía con las tetas ya completamente al aire, pero tapándose el coñito como si le diera vergüenza. No engañaba a nadie.
Las instantáneas finales eran geniales, recién duchadita, con el pelo mojado y brillantes gotitas de agua refulgiendo sobre su piel y completamente despatarrada en el baño, con un pie subido al mármol del lavabo, enseñando su chochito a cámara sin ningún rubor.
– Joder, nena, voy a tener que poner ésta como fondo de pantalla en mi móvil.
– Ni se te ocurra cari, que como la vez alguien… – dijo ella apretando perturbadoramente su mano sobre mi erección.
– Tranquila, cariño, que es broma – dije, obteniendo un notable alivio de presión.
Poco después me corría como una bestia, dando resoplidos y sosteniendo el móvil a duras penas.
Tatiana, habilidosa, no dejó de deslizar su manita por mi rabo mientras eyaculaba, alargando todo lo que pudo mi orgasmo. Cuando acabé, jadeante, le sonreí y ella me devolvió la sonrisa, guiñándome un ojo. Sacó entonces su mano de mi pantalón y la miró, pringosa de semen y dijo:
– Voy a tener que lavarme de nuevo.
– Co… como quieras – jadeé recobrando el aliento.
– ¿Vienes?
¿Tú que crees que hice?
——————
Lunes. Me esperaba una semanita de aúpa. Si quería tener la tarde del miércoles libre, tenía que ponerme las pilas y acabar con el trabajo atrasado, amén de todo el follón que tenía para esa semana.
Sin embargo, por una vez, mi imbecilidad acudió al rescate. Tuve mucha suerte.
Tras un par de horas hasta el cuello de papeles, paré para echar un café unos segundos en la sala de descanso. Como un gilipollas, no se me ocurrió otra cosa que ponerme a repasar con el móvil unas cuantas fotos que había transferido desde el teléfono de Tatiana. Embelesado y excitado con las imágenes, no me di cuenta de que Jorge, un compañero, se acercaba a charlar un poco.
Y claro, me pilló mirando las fotos.
– No me jodas, Víctor. ¿Esa es tu novia?
Ni te cuento el susto que me dio. Casi me da un infarto. Acojonado, me apresuré a esconder el teléfono, pero Jorge no iba a dejarme escapar.
– Venga, tío, déjame verla…
Para qué voy a aburrirte con la conversación. El tío se pasó media mañana dándome el coñazo, mandándome correos y wassaps al móvil. Yo estaba bastante cabreado, sopesando ir a soltarle un buen par de hostias. Pero entonces, llegó un mensaje que decía: “No seas cabrón. Si me pasas la foto te hago el informe de zona de la semana pasada”
¿Qué crees que hice? Y no sólo con él. Esa mañana me busqué un par de ayudantes más. Me costó que vieran a mi novia en pelotas (bueno, ellos y Dios sabe cuanta gente más, pues, aunque juraron y perjuraron que no enseñarían la foto a nadie, no les creí ni por un momento). Pero bueno, todo fuera por una buena causa; lo cierto es que el miércoles tenía todo el papeleo listo y pude dedicarme a hacer visitas, con lo que, a las tres en punto, estaba introduciendo la llave en la cerradura de casa, deseando averiguar qué tenía preparado Alicia para ese día.
—————————–
Alicia no fue puntual; el tráfico al parecer, así que no empezamos a almorzar hasta las tres y media. Llegó cargada como una mula, con varias bolsas de plástico, el abrigo medio arrastrando, el bolso colgado del brazo y un maletín al hombro que, obviamente, contenía un ordenador portátil, supuse que del trabajo.
Tras ayudarla a descargar, traté de echar un subrepticio vistazo al contenido de las bolsas, para averiguar en qué consistían los tan cacareados juguetes, pero bastó una mirada admonitoria de Ali para hacerme desistir de mi empeño.
Nos sentamos a la mesa y empezamos a almorzar, charlando alegremente, del trabajo sobre todo, eludiendo, al menos momentáneamente, el auténtico motivo de aquella reunión informal. Tati nos hizo reír contándonos que, tanto el lunes como el martes, varias compañeras habían adoptado la técnica de “sostenes fuera”, logrando incrementar las ventas en la sección de caballeros.
– Pues está claro – dijo Alicia riendo – Lo que tienes que hacer es llevarte a Víctor al trabajo y ponerle a vender en la sección femenina con la picha asomando por la bragueta y os forráis con las comisiones.
– Buena idea – dijo Tati con aplomo – Quizás lo haga.
Y nos partimos de risa.
Seguimos hablando un rato, con alabanzas (un pelín exageradas) a las habilidades culinarias de mi novia, cosa que ella agradeció enormemente, a pesar de saber perfectamente que no éramos sinceros al cien por cien.
Por una vez, no fui yo el encargado de llevar el peso de la conversación, sino que las chicas llevaban la voz cantante. Por mi parte, encontraba mucho más interesante deleitarme en silencio con la hermosura de mis dos acompañantes. La pelirroja voluptuosa y la bella morenita. Tati iba vestida para estar por casa, un pantalón y una camisa con las mangas remangadas, lo que le daba un aire casual muy atractivo. Ali, por su parte, iba vestida para el trabajo, falda ajustada, por encima de la rodilla de color beige y una blusa de color claro. Eficiente y sexy. Me sentía el más afortunado de los hombres rodeado de tanta beldad.
Alicia se quejó especialmente de una tal Claudia, la dueña de la agencia, que, al parecer, había abandonado su costumbre de no aparecer por el trabajo y ahora se pasaba el día metida en la oficina, dándole el coñazo a los empleados. Tanto Tati como yo nos solidarizamos con Alicia, pues ¿quién no ha tenido alguna vez a un imbécil por jefe?
Fue un almuerzo agradable, entre 3 amigos normales y corrientes, sin que nada demostrara que todos estábamos pensando constantemente en el auténtico motivo de la reunión. Era como si nos diera miedo abordar la cuestión.
Bueno, eso no es del todo cierto. Alicia simplemente estaba disfrutando del almuerzo y podría jurar que también de nuestro nerviosismo.
Tras almorzar, nos sentamos en el salón, en los mismos puestos que el sábado anterior, las chicas en el sofá y yo en el sillón de enfrente. Serví unos cafés… y me quedé esperando, a ver qué intenciones tenía Ali. Y Tatiana, idem de lo mismo.
Por aquel entonces, ya había quedado claro quien era el jefe de nuestro pequeño clan.
– Bueno, bueno – dijo por fin Ali, atrayendo de manera inmediata nuestra atención – Os prometí que hoy iba a traeros unos juguetitos… Y aquí están.
Miré con curiosidad a Alicia, sintiendo una gran expectación. No sé qué esperaba que fueran los inventos de Alicia, un espectacular consolador positrónico o qué sé yo, por lo que debo admitir que no pude evitar sentirme un poquito decepcionado cuando Ali sacó de su bolso una pequeña bolsita y se la alargó a Tati.
Mi novia, interesada, abrió la bolsa y echó un vistazo, quedándose visiblemente sorprendida, mientras yo me mordía las uñas por la curiosidad. Introdujo entonces la mano en la bolsa y sacó un objeto que, de tan común que era, hizo que me quedara atónito.
– ¿Unas gafas? – exclamamos Tati y yo con perfecta sincronía.
– Ajá – respondió Ali mirándonos con malicia.
Tati, tan sorprendida como yo (quizás también había estado esperando el consolador positrónico) volvió a meter la mano en la bolsa y extrajo un nuevo par de gafas, alargándome las primeras.
Como dos monos de laboratorio, examinamos las lentes desde todos los ángulos, mirándolas con desconcierto.
– Pero no son unas gafas cualquiera – dijo Ali sin dejar de sonreír – Ponéoslas.
– Pero yo tengo la vista perfectamente – argumenté.
– No te preocupes. Los cristales no están graduados.
Encogiéndome de hombros, imité a Tati que ya se había puesto las suyas y me miraba desconcertada. La miré y pude comprobar que las gafas, de montura negra, le quedaban realmente bien, dándole un aire intelectual bastante sexy.
Aunque qué coño, Tati habría estado sexy hasta con un palomo cagándose en su hombro.
Sin saber qué pensar, miré a Ali y vi que había extraído el portátil de su maletín y estaba manipulándolo. Miré a mi novia y, encogiéndome de hombros, me resigné a que Alicia se dignara en explicarnos en qué consistía todo aquello.
– ¡Voilá! – exclamó por fin Alicia tras manipular el ordenador un par de minutos.
Girando el aparato, nos mostró la pantalla, en la que aparecían dos ventanitas de webcam ejecutadas y en ambas aparecía la propia Alicia, con el portátil sobre las rodillas, sonriendo de oreja a oreja.
– ¡Anda, si es justo lo que estoy mirando! – exclamó Tati dándose cuenta un instante antes que yo.
– Ostras, es verdad. Las gafas son cámaras…
Alucinado, me quité las gafas y volví a examinarlas. Perfectamente camuflado en el puente entre los dos cristales, se ocultaba un objetivo.
– ¡Bingo! – exclamó Ali aplaudiendo entusiasmada.
Miré la pantalla y vi mi propio rostro en ambas ventanas desde dos ángulos diferentes, uno desde abajo, de la cámara de mis gafas y el otro desde el punto de vista de Tati, que me miraba alucinada.
– ¿Te acuerdas del otro día, en el probador? – exclamó Ali – ¿Recuerdas que dijiste que te habría encantado grabar a las chicas que te miraban? ¡Pues con esto puedes hacerlo sin problemas!
– No me jodas – dije ofuscado – Cómo coño se te ha ocurrido esto…
– A ver – dijo Ali regodeándose – Inteligente que es una…
– ¿Y de dónde demonios has sacado estas gafas?
– Pues del mismo sitio que las demás cosas. Encontré una web, *******delespia.org donde puedes comprar un montón de cosas parecidas de forma anónima.
Tardé un par de segundos en que sus palabras calaran en mi mente.
– ¿Las demás cosas? ¿Qué cosas?
– Pues estas.
Alicia recogió la bolsa y acabó de vaciarla encima del sofá. Cuando acabó, sobre el cojín reposaban las dos camaritas más pequeñas que había visto en mi vida (cubos de unos dos centímetros de lado), un minúsculo auricular y lo que debía ser (aunque no lo pareciera) un diminuto micrófono.
– No me jodas – balbuceé – ¿Qué pretendes? ¿Vamos a colarnos en la embajada soviética? Esto qué es, ¿Mission Impossible?
– Vamos, no seas tonto, no me digas que no se te ocurren mil cositas que podemos hacer con estos cacharros – dijo Ali mirándome con picardía.
No, si el problema no era que no se me ocurrieran cosas que hacer con ellos, el problema era que sí que se me ocurrían cosas.
– ¿Y cómo funcionan? – intervino Tati haciendo gala de un gran pragmatismo.
– A ver. Todos los apartaos son inalámbricos. Según el fabricante, la calidad de la señal es alta en un radio de unos 50 metros…
– Aunque eso dependerá de si hay paredes o muros por medio – dije con aire entendido mientras examinaba una de las micro cámaras.
– Supongo. Pues bien, cada aparato emite por una “frecuencia” única, sintonizada con el software de éste portátil. Es decir, que la señal es sólo para este receptor, no puede captarla cualquiera que pase por allí con wifi.
– Menos mal – dije para mí.
– Y el micrófono está sintonizado con el auricular. También tiene 50 metros de alcance.
– ¿En serio? – dijo Tati cogiendo ambos aparatos e intentando probarlos – ¿Hola? ¿Hola?
– A ver, dame – dije tomando el micro de sus manos – Nena, ¿me oyes? – susurré en voz baja.
– ¡Sí que te oigo! – exclamó entusiasmada, riendo como una niña.
– Siento que haya sólo dos gafas y un único micro. Cuando los encargué, no sabía que ibas a unirte a nosotros – dijo Ali dirigiéndose a mi novia – Si nos van bien, podemos encargar alguna más.
– ¿Y las cámaras?
– Funcionan igual que las gafas. De hecho, es posible recibir la señal de las cuatro cámaras simultáneamente. Ya lo he probado y es verdad. Según el que me lo vendió, este trasto tiene potencia suficiente para manejar 7 u 8 cámaras sin problemas.
– ¿También te has comprado el portátil?
– Sí. Hace un par de días.
– Joder, pues con todo esto creo que podemos rodar una peli, vaya – dije con filosofía.
– Sí – dijo Ali mirándome con expresión enigmática – Una porno. De exhibicionistas….
CAPÍTULO 18: PROBANDO LOS JUGUETES:
¿Tú qué crees que hicimos? Pues claro. Obviamente, Alicia no nos había citado esa tarde sólo para enseñarnos los aparatos. Estaba deseando probarlos. Y, como imaginas, lo tenía todo calculado hasta el último detalle. Tati y yo éramos los reclutas, imprescindibles para la misión, pero obligados a obedecer órdenes. Sin voz ni voto, vaya.
Las dos chicas se refugiaron en el dormitorio, con las bolsas que Ali había traído, con intención de cambiarse de ropa. Yo hice lo mismo, librándome del traje y vistiéndome más cómodo, pantalón de sport, camiseta y camisa, calzado cómodo y una cazadora. Sin ropa interior, por supuesto, je, je.
Las chicas tardaron un buen rato en estar listas, lo que yo aproveché para juguetear un poco con los aparatejos. Tenía que reconocerlo, la idea de Ali me seducía. Se me ocurrían cientos de maneras de darles uso. El problema era que no estaba seguro de si mis sugerencias serían escuchadas.
Un buen rato después, cerca de las seis de la tarde, reaparecieron por fin las dos mujeres.
Ali se había cambiado únicamente la falda, poniéndose una minifalda mucho más corta (y mucho más sexy). Cuando se agachaba un poco, la faldita permitía atisbar el borde de encaje de sus medias, lo que resultaba bastante más que estimulante. Además, se había desabrochado un botón extra de la blusa, lo que aprecié inmediatamente, en cuanto la chica se inclinó ligeramente delante de mí para meter la otra falda en una de las bolsas, brindándome un excitante atisbo de un sujetador de color claro.
Tatiana apareció un instante después y, cuando lo hizo, me dejó completamente sin palabras. Ali no la había hecho cambiarse simplemente de ropa. La había transformado por completo.
Para empezar, le había puesto una peluca, de color negro intensísimo, liso y melena corta, a lo paje, por encima de los hombros. Después, le había puesto un top también negro, que le quedaba convenientemente ajustado, realzando su esplendoroso busto y encima una camisa blanca, con sólo un par de botones abrochados, por lo que sus pechos asomaban con descaro, embutidos en el top que parecía ser un par de tallas más pequeño de lo debido. Una minifalda parecida a la de Ali y unas medias super oscuras, coronado el conjunto por unas botas con hebillas. Para acabar, se puso una chaqueta de cuero que Ali sacó de una bolsa. Un look urbano, duro y moderno, bastante alejado de la imagen habitual de Tati, pero que, como todo lo que se ponía, le quedaba de putísima madre.
– Estáis preciosas – dije tratando de ser caballero – Super sexys.
Alicia me dio las gracias sin hacerme mucho caso, mientras terminaba de recoger sus cosas, pero Tati sí que se sintió halagada, dedicándome una encantadora sonrisa.
– Bueno, ¿qué? – dijo Ali incorporándose – ¿Nos vamos?
– Claro. Pero, ¿adónde?
– ¿Dónde queda la parada del metro más cercana?
En ese momento supe por fin qué nos había preparado Alicia para esa tarde.
—————————-
Media hora después, los tres estábamos sentados en un banco del andén de la estación de metro, esperando la llegada del siguiente convoy.
No había mucha gente con nosotros, de hecho quedaban algunos bancos libres, pero yo ya había advertido que mis dos acompañantes atraían irresistiblemente la atención de todos los tíos que había. Llegué a pensar en esconderlas un poquito, no fueran a distraer al conductor del tren y tuviéramos una desgracia.
Ali estaba dándonos los últimos detalles de la operación que tenía en mente. Por una vez, iba a ser yo el protagonista de la historia, lo que me puso bastante nervioso y tranquilizó visiblemente a Tati.
El plan de Ali era muy sencillo y con un nivel de riesgo escasísimo, pues se trataba únicamente de comprobar si los aparatos funcionaban bien. De fácil que era, no podíamos fallar; sin embargo, precisamente por lo bien que salió todo, acabé jorobando el invento. ¿Que cómo lo hice? Pues siendo un guarro, por supuesto.
Cuando llegó el tren, nos desplegamos tal y como habíamos decidido minutos antes. La situación era que ni pintada, pues, justo en los asientos que había al lado de la puerta, estaban sentadas dos guapas jóvenes de veintipocos años, charlando animadamente entre ellas.
Ocupaban los asientos que miran hacia el interior del vagón y, como sabrás, esos siempre van en grupos de tres, con lo que quedaba uno libre que fue inmediatamente ocupado por Tatiana, que llevaba una de las gafas puestas.
Ali, por su parte, se sentó justo enfrente, con el portátil abierto sobre las rodillas, procurando que nadie más que ella pudiera ver la pantalla y enfocando subrepticiamente hacia las chicas con una de las mini cámaras.
Las puertas se cerraron enseguida y yo ocupé tranquilamente mi posición. ¿Qué dónde fue eso? Pues está bastante claro. Me puse en pié, justo delante de las dos chicas y de Tatiana, agarrado distraídamente a una barra para no caerme, llevando puesto el segundo par de gafas. Simulando que no me había dado cuenta, la bragueta de mi pantalón estaba completamente abierta, permitiendo que, con un simple vistazo, cualquiera de las tres mujeres que había frente a mí pudiera vislumbrar mi pajarito.
Como ves, era un plan sin riesgo alguno. Lo normal era que ninguna de las chicas dijera nada y, si por un casual alguna se cabreaba y me reprendía, bastaría con simular embarazo y que todo había sido accidental (“Uy, gracias, no me había dado cuenta. Qué vergüenza”).
Un buen plan, con todo calculado, o al menos así lo creí al principio.
Simulando estar pensando en mis cosas, permanecí en pie frente a las tres mujeres. Tatiana, con una sonrisilla en los labios, me echaba disimuladas miraditas, divertida por la situación y procurando que en todo momento la cámara de las gafas apuntara a mi bragueta abierta.
Al principio me sentía bastante tranquilo, aquello no era nada especial comparado con anteriores experiencias, pero entonces sucedió algo: las chicas se dieron cuenta de que llevaba la cremallera abierta.
Sí, ya sé. Eso era lo que pretendíamos claro, así que podría decirse que todo iba a pedir de boca, pero…
Me di cuenta de que la conversación entre las mujeres había menguado bastante y entonces, percibí por el rabillo del ojo cómo una le daba un disimulado codazo a su compañera y le hacía un ligero gesto con la cabeza, apuntando hacia mí.
Me puse en tensión. Empecé a sudar. Fue justo entonces cuando me di cuenta del fallo del plan. Respirando hondo, traté de calmarme y recuperar la compostura. Resistiendo la tentación, logré no mirar directamente a las chicas, aparentando estar profundamente interesado en el oscuro túnel que desfilaba por la ventana.
Cuando no pude más, desvié los ojos hacia Tati, que seguía mirándome divertida, pero aquello no ayudó precisamente, pues mi novia había cruzado las piernas y el borde de sus medias asomaba eróticamente bajo su minifalda.
Joder. Mierda. Paquirrín en bañador. Notaba perfectamente cómo una gota de sudor se deslizaba por mi espalda, haciéndome cosquillas. No podía mirarlas directamente, pero mi visión periférica percibía cómo ambas chicas echaban disimuladas miraditas a la bragueta abierta. Y el monstruo, que estaba empezando a despertar, amenazaba con escaparse de la cueva de un momento a otro. Qué quieres, soy exhibicionista. Me excito cuando me miran.
Entonces se me ocurrió que podía al menos conseguir que aquello quedara bien registrado. Me quité las gafas y sacando un pañuelo del bolsillo, empecé a limpiar los cristales, procurando en todo momento que el objetivo apuntara hacia mis bellas compañeras y también no obstruirlo en ningún momento.
Cómo había podido olvidarme. La excitación de exhibirme. Ya no podía más.
Y sucedió. Mi polla, ya completamente erecta, tensando la tela del pantalón, se escapó bruscamente de la bragueta, bamboleando frente a los asombrados ojos de las chicas. Como ya me daba todo igual, las miré por fin directamente y juro que pude percibir un inconfundible brillo de lujuria en la mirada de la que estaba justo frente a mí.
Pero el momento pasó pronto. Escandalizada, su compañera la agarró del brazo y ambas se pusieron en pié, obligándome a apartarme. Con habilidad, yo había devuelto mi pene al interior del pantalón y me había abrochado la cremallera, rezando porque las chicas no montaran un escándalo.
Por fortuna no fue así, pues justo en ese instante el tren llegó a otra estación, las puertas se abrieron y las chicas salieron de allí como alma que lleva el diablo. Excitado y un poquito asustado, me dejé caer en el asiento al lado de Tatiana, quien, tras mirarme divertida unos segundos, estalló en sonoras carcajadas, que fueron pronto secundadas por Alicia y, finalmente, también por mí.
Los otros pasajeros nos miraban como si estuviéramos locos (no iban muy desencaminados) pero, como ninguno se había apercibido de lo que había pasado, no nos hicieron mucho caso.
Ali se levantó y se cambió de asiento, sentándose entre nosotros, de forma que ocupamos los tres asientos. De esta forma, pudo mostrarnos las grabaciones que habíamos logrado con las cámaras sin que nadie más pudiera verlo.
Joder. Menuda maravilla. Teníamos tres tomas desde diferentes ángulos de nuestra primera aventura en metro. Mientras contemplaba las imágenes, en mi cabeza ya iba montando mentalmente el vídeo, escogiendo fragmentos de uno u otro para crear una secuencia.
La toma de Tati era buenísima, pues se las había apañado no sólo para filmar un buen plano de mi bragueta abierta (y de la aparición final del monstruo), sino que también había mirado de vez en cuando a nuestras acompañantes, logrando pillarlas un par de veces mirando con disimulo a mi entrepierna. Me excité muchísimo al verlo.
Por su parte, la de Ali no era tan buena, por razones obvias, ya que yo estaba justo en medio. Aún así, había logrado captar varias miradas de una de las chicas hacia la zona de conflicto que me encantaron.
Mi vídeo, por su parte, era bastante malo en su primera mitad, pues no me había atrevido a mirar a las chicas. Pero luego, cuando simulé lo de la limpieza, había logrado un morboso primer plano de las chicas mirándome con disimulo y, finalmente, cuando la cosa se estropeó, filmé también mi propia erección asomando con descaro de mi pantalón y el último vistazo que una de las chicas le dedicó. Morbo puro.
Alicia, mientras veíamos el vídeo, no paró de burlarse de mí por haberme empalmado de esa forma. Al principio, excitado por la situación y las imágenes grabadas, no me importó mucho, pero, cuando Tati se sumó a las bromitas, debo reconocer que me piqué un poco.
– Pues a ver si te ríes tanto cuando te toque a ti – le solté haciéndola dejar de reír de repente.
– Eso – asintió Ali mirándola enigmáticamente – Veremos si te ríes después.
Algo en su tono me puso un poquito nervioso.
Sin embargo, contra todo pronóstico, fue Ali la siguiente en probar la cámara.
Repetimos el numerito, con ella de pié, delante de un señor mayor, conmigo sentado al lado y Tatiana enfrente, manipulando el ordenador.
Ali, con habilidad, se había subido varios centímetros la minifalda, de forma que el borde de las medias podía verse a placer. Para taparse del resto de viajeros, se había puesto su querida gabardina, que la tapaba por detrás, por lo que el espectáculo quedaba reservado para mí y para el tipo que había a mi lado.
Y la verdad es que el tío no se quejó. De vez en cuando, traté de emular a Tati, obteniendo tomas del hombre, mirando hacia el lado con disimulo, aunque la verdad es que no era necesaria tanta precaución, pues el tío tenía clavados los ojos en las cachas de Ali con todo el descaro del mundo, sin alterarse lo más mínimo.
Ali, cada vez más en su salsa, decidió poner más carne en el asador. Inclinándose repentinamente, levantó un poco un pié del suelo, comenzando a rascarse el tobillo, como si la hubiese asaltado un irresistible picor. Enseguida retomó su posición frente a nosotros, pero habiendo logrado su objetivo: que la minifalda se le subiera todavía más.
Joder, qué sexy estaba. Qué morbazo. La corta faldita estaba ya tan subida que no sólo dejaba ver el borde de las medias (y un excitante liguero que yo no sabía que llevaba) sino que permitía atisbar por delante la braguita de la chica. No sé si sería mi imaginación, pero juraría que había una tenue manchita de humedad en la tela.
Miré de nuevo a mi compañero y, sorprendentemente, me encontré con sus ojos clavados en mí. Me quedé paralizado por un segundo, pensando que nos habían descubierto, pero el tipo lo que hizo fue dirigirme una mirada cómplice, resoplar y volver a fijar su atención en las cachas de Alicia.
Me reí por dentro e hice lo mismo. Regalarme con el morboso espectáculo que nos ofrecía la joven.
Seguimos así unos minutos más, en los que pude obtener incluso unas buenas imágenes del bulto que había empezado a formarse en el pantalón del hombre.
Entonces el metro se detuvo y subió bastante gente, poniendo punto y final a la diversión. Una mujer mayor ocupó el asiento libre al lado del tipo y claro, Ali no tuvo más remedio que ponerse bien la falda.
El hombre, un poquito apesadumbrado, hizo ademán de ir detrás de Ali, pero ella le dirigió una mirada indicándole que no estaba por la labor y, por fortuna, el tipo se comportó y no insistió.
Como quedaba una sola parada para llegar al fin de línea, nos bajamos los tres del tren, reuniéndonos un par de minutos después para repasar las grabaciones.
La de Tati estaba bastante bien, con buenas tomas de los ojos del tipo saliéndose de sus órbitas pues Ali, al tratarse de un único objetivo, no había tenido problema alguno en no interponerse ante la cámara.
Mi toma también era muy morbosa, aunque he de reconocer que grabé más que nada los muslos de Alicia. En cambio, la toma de Ali resultó ser espectacular, pues, en cuanto la chica cogió un poco de confianza, no tuvo reparo alguno en mirar directamente al hombre, pudiendo grabar magníficos planos en los que el tipo la desnudaba con la mirada.
– Ya hora te toca a ti – dijo Ali entonces, cogiendo el portátil de las manos de Tatiana – Esto es lo que vamos a hacer…
Como me temía, su plan para Tati era un pelín más atrevido. Bueno. Un pelín no, un pelo entero.
—————————–
Cambiamos de línea, para disminuir el riesgo de encontrarnos con alguien que nos hubiera visto antes.
Yo no acababa de verlo claro, el plan de Ali me parecía demasiado arriesgado, pero bastó que me opusiera un poco para que Tati saltara como un resorte, anunciando que lo haría. Qué podía hacer, eran dos contra uno.
Esta vez nos costó bastante encontrar la ocasión perfecta. Estuvimos más de una hora vagando por diferentes trenes, buscando las condiciones óptimas. Hasta que lo conseguimos.
Un vagón solitario, sólo un par de viajeros al fondo. Justo lo que necesitábamos.
Ali y yo nos fuimos otro extremo, lo más alejados posible de los otros viajeros, sentándonos juntos, con el portátil activado, simulando estar hablando de nuestras cosas, sin prestar atención a lo que nos rodeaba.
Mientras, Tatiana, visiblemente nerviosa, se las apañó para colocar con disimulo una de las mini cámaras bajo uno de los asientos que miraban hacia el interior del vagón, de forma que enfocara justo enfrente. Cuando la tuvo lista, simplemente se sentó en el asiento que quedaba delante del objetivo, al otro lado del vagón, por lo que pronto tuvimos su imagen en la pantalla del portátil, sentada con las piernas cruzadas y el cuerpo tan tenso que parecía estar a punto de saltar en cualquier momento.
– Nena – oí que susurraba Alicia a mi lado – Hay que comprobar el encuadre. Ya sabes lo que hay que hacer.
Tardé un segundo en comprender que Ali había equipado a mi novia con el auricular y se había quedado el micro para darle instrucciones. La miré en silencio, su rostro exaltado, los ojos brillantes por la excitación. A aquella chica no le gustaba únicamente exhibirse; también le encantaba dar órdenes.
– Vamos, Tati, enséñanos tu precioso coñito…
Aquellas palabras captaron mi atención. Pegando mi hombro a Ali, miré sin parpadear a la pantalla, el corazón latiéndome desaforado en el pecho.
Tati, toda ruborizada, miró subrepticiamente a los otros viajeros que iban en el vagón, pero, como además de estar retirados estaban sentados de espaldas a ella, logró tranquilizarse lo suficiente como para obedecer.
Madre mía. Cuando por fin Tatiana separó los muslos y aferró el borde de su minifalda, sentí cómo mi miembro daba un salto dentro del pantalón. Tenía de nuevo la boca seca.
Qué espectáculo, mi chica abierta de piernas en el vagón de metro, enseñándonos el coño a través de la cámara, pues, obviamente, Alicia le había ordenado que fuera sin bragas.
– Vale, nena, encuadre perfecto – comunicó Ale – Ya puedes cerrar las piernas.
Cosa que Tatiana hizo inmediatamente. Ahora sólo faltaba esperar.
En la siguiente parada no tuvimos suerte. Se subió únicamente una pareja de ancianos que, por desgracia, se sentaron justo delante de Tatiana, tapándonos la cámara y amenazando con estropear todo el plan.
Pero la fortuna no nos había abandonado, pues se bajaron enseguida, sólo dos paradas más adelante, agarrados por el brazo y con andar tambaleante.
Y, precisamente en esa parada, subió a bordo el candidato ideal para la idea que Ali tenía en mente.
Un hombre joven, más próximo a los treinta que a los cuarenta, bien vestido, con un periódico en la mano. Entró al vagón y, como hubiera hecho cualquier tío en su lugar, al ver a la preciosa chica sentada y solitaria, se colocó justo enfrente, empezando a leer su periódico tras haberle echado un par de miradas apreciativas a Tatiana.
Alicia y yo no nos perdíamos detalle, pues, aunque sus piernas nos tapaban el objetivo de la cámara oculta bajo su asiento, teníamos una magnífica visión del tipo gracias a las gafas que llevaba puestas Tati.
– Asegúrate de llamar su atención – siseó Ali por el micro.
Cosa fácil. Tatiana no tuvo más que cruzarse de piernas. De todos es bien sabido que, cuando una tía buena cruza las piernas, una alarma salta en el cerebro de los hombres que hay cerca. Y el tipo aquel no fue ninguna excepción. Asomándose por encima del periódico, lanzó una mirada admirativa a Tatiana, que simulaba no haberse dado cuenta de nada.
– Adelante con el plan – dijo Ali.
El plan. Menudo plan era ese. Estuve a punto de pararlo todo en ese momento. Pero no lo hice, pues, he de reconocer que me moría por ver lo que iba a pasar.
Fue muy sencillo. Dejamos pasar un par de minutos y Tatiana (cuyas dotes de actriz me sorprendieron), empezó a dar cabezadas en su asiento. Gracias a su cámara pudimos comprobar que el tipo no se perdía detalle, aunque, por desgracia, no teníamos imagen de Tati en el ordenador.
– Mierda – me susurró Ali – Pásame la otra cámara.
Entendiendo sus intenciones, saqué la segunda mini cámara del bolsillo y se la di. Ali, con mucho cuidado, la colocó en el respaldo del asiento que tenía delante, de forma que al menos pudiera registrar una imagen lateral de Tatiana fingiendo dormir. No era una toma muy buena, pero mejor eso que nada.
Otra parada. La suerte nos sonreía. No subió nadie. En cuanto el tren reanudó su marcha, Ali ordenó a Tatiana que diera un pasito más.
Tragué saliva, los ojos clavados en la pantalla del portátil, deseando ver si Tati se atrevía. Y vaya si se atrevió.
Mi chica, simulando estar ya completamente dormida, descruzó las piernas y, recostada contra la ventanilla que había a su espalda, permitió que sus muslos se separaran, dando vía libre a los lujuriosos ojos del viajero para regalarse con la hermosura que ocultaban.
En pantalla vimos cómo el hombre se ponía en tensión, sus manos se crisparon sobre el periódico, arrugándolo. No podía creerse lo que estaba viendo.
Con nerviosismo, miró a ambos lados, para asegurarse de que nadie le veía espiando bajo la faldita de Tatiana. Los otros viajeros seguían de espaldas y Ali y yo, con las cabezas inclinadas sobre el ordenador, simulábamos no estar dándonos cuenta de nada.
Más calmado, el tipo se inclinó levemente, agachando la cabeza para poder atisbar mejor bajo la falda de la chica. Al hacerlo, el hombre separó un poco los pies, lo que permitió que, durante unos instantes, pudiéramos ver en pantalla a Tati, despatarrada en su asiento, exhibiendo impúdicamente la hermosura que ocultaba entre sus piernas. Y aquel hombre parecía ser un rendido admirador de la hermosura.
Yo no dejaba de pensar en qué estaría pensando Tati en ese instante. ¿Estará asustada? ¿Excitada? Yo, por mi parte, ya portaba una erección de campeonato y sentía además un intenso escozor en los ojos, supongo que de esforzarme tanto en no parpadear.
Entonces el tipo fue un poco más allá. Dejando con mucho cuidado (para no hacer ruido) el periódico en el asiento de al lado, sacó su móvil del bolsillo y, subrepticiamente, consiguió unas buenas imágenes del chochito expuesto de mi novia. No me preocupó acabar viendo las imágenes en Internet, pues el disfraz de Tati era muy bueno. Mientras lo hacía, llevó una mano a su entrepierna y estrujó su propia erección por encima del pantalón. Por un momento, temí que se sacara la chorra allí mismo, pero se contuvo.
Me alegré de que Tati tuviera la suficiente presencia de ánimo para mantener los ojos bien cerrados, pues estoy seguro de que, si hubiese visto al tipo sobándose el falo delante de ella, hubiera sido incapaz de continuar con la farsa.
Estaba excitadísimo, no podía más. Me estaba poniendo cachondísimo sólo de ver cómo mi novia se exhibía. No sé, es posible que incluso más de cuando lo había hecho yo un par de horas antes.
Entonces se me ocurrió. Si estaba cachondo, ¿por qué iba a aguantarme? Total, nadie más que Ali podía verme… y la verdad, me apetecía que me viera.
Procurando que el tipo no se diera cuenta de mis maniobras (aunque los respaldos de los asientos nos ocultaban de su vista), me las apañé para sacar mi durísima polla de la bragueta del pantalón.
– Pero, ¿qué coño haces? – siseó Ali mirándome sorprendida.
– Estoy cachondo perdido. Voy a hacerme una paja.
Por toda respuesta, Ali se rió en silencio, aunque no pudo evitar echar un vistazo a mi erección, cosa que me encantó.
Procurando no hacer ruido ni movimientos bruscos, empecé a masturbarme lentamente, con los ojos de nuevo clavados en los acontecimientos de la pantalla.
Finalmente, el tipo se cansó de echar fotos o de grabar. Volvió a mirar a los lados. Algo se avecinaba.
– Jo, ya va, ya va – susurraba Alicia in perderse detalle – Ahora tranquila Tatiana, no muevas ni un músculo…
Alicia no me había dicho que llegaríamos tan lejos, pero debería habérmelo imaginado. Sin embargo, a esas alturas y con lo excitado que estaba, no se me pasó por la mente ponerle fin a aquello. Mi mano empezó a deslizarse más deprisa sobre mi polla.
Con mucho cuidado, moviéndose muy despacito, el tipo se puso de pié, dando un sigiloso paso hacia la bella durmiente. En cuanto se movió, volvió a despejarse el plano de la mini cámara, por lo que pude regalarme con la visión de Tati despatarrada en su asiento. Joder, no me extrañaba que el tío se hubiera puesto en acción, el espectáculo no era para menos.
Inesperadamente, Alicia plantó su mano sobre mi polla, deteniendo mi paja. El corazón me latía desbocado, pues era eso precisamente lo que había estado deseando. La miré y me encontré con un indescriptible brillo de lujuria refulgiendo en el fondo de sus ojos.
No hizo falta que dijera nada. Mi mano soltó mi instrumento, que enseguida fue empuñado con firmeza por Alicia, haciéndome estremecer. Con mucho cuidado, deslicé mi mano bajo el portátil, que estaba en su regazo y, moviéndola con destreza, la colé bajo su falda, acariciando su cálida piel desnuda en el punto en que terminaban sus medias, haciéndola gemir en voz baja y obligándola a separar de forma inconsciente los muslos, facilitándome el acceso.
Con habilidad, colé un par de dedos bajos sus braguitas, deleitándome con la humedad y el calor que había entre sus piernas. Su mano, entretanto, no permaneció ociosa, comenzando a deslizarse lentamente sobre mi rezumante falo, haciéndome ver estrellitas por el placer.
Nuestro amigo, mientras tanto, se las había ingeniado para acuclillarse justo frente a las piernas abiertas de Tatiana, volviendo a usar su móvil para obtener unos buenos primeros planos.
– No te muevas, Tati, tranquila – gimoteaba Alicia, tratando de ahogar los suspiros de placer que mis inquietos dedos le provocaban.
Por fin y con mucho cuidado, el hombre se sentó junto a Tati, que no movía ni un músculo. Se tomó entonces un pequeño respiro, sin dejar de sobarse la polla por encima del pantalón, volviendo a mirar a los lados, reuniendo valor suficiente para atreverse a más.
Alicia, con los ojos brillantes, no se perdía detalle y parecía estar a punto de gritarle al tipo que siguiera. Su excitación se traducía en la fiereza con que su mano me masturbaba, deslizándose sobre mi polla a toda velocidad. Traté de calmarla, sujetándola con mi otra mano, logrando que bajara un poco el ritmo.
Justo entonces, el tipo se atrevió. Con infinito cuidado, rozó suavemente una pierna de Tati, con los dedos, con el cuerpo en tensión, a punto de saltar. Tati, por su parte, también parecía tensa como una cuerda de piano, pero Alicia no iba a dejarla escapar, susurrándole palabras tranquilizadoras y recordándole que aquello lo estaba haciendo por mí.
Poco a poco y como Tatiana, no daba muestras de despertarse, el hombre fue ganado confianza, atreviéndose a posar su mano con decisión en el muslo de la chica, acariciándolo con mucho cuidado, pero llegando cada vez más arriba.
– Así, cabrón, así – siseaba Alicia enfebrecida – Tócale el coño, vamos cabrón.
Joder, cómo se ponía. No sé por qué, pero el verla tan fuera de control me cortó un poco el rollo. Empecé a preocuparme al pensar en hasta donde sería capaz de llegar aquella mujer con tal de satisfacer sus deseos.
Entonces Alicia se corrió. Mis dedos, que instantes antes habían atrapado su clítoris entre sus yemas acariciándolo, parecieron arder por el intenso calor que brotaba de las entrañas de Ali. La chica bufó, soltando mi polla y tapándose la boca con la mano, para ahogar el grito de placer que había estado a punto de escapársele.
Nervioso, alcé la vista por si el tipo se había dado cuenta de algo, pero estaba tan concentrado en lo suyo que podríamos haber explotado un petardo sin que se enterara de nada. Mientras tanto, yo no había dejado de acariciar y estimular la vagina de Alicia, que se deshacía en un mar de humedad entre mis dedos, mientras sus caderas se movían agitadas por pequeños espasmos de placer.
Riendo, divertido por la intensidad de la corrida de Ali, agarré el portátil (que por poco no se había caído al suelo) y lo afirmé bien entre nosotros. Ni corto ni perezoso y una vez recuperada la imagen, agarré la muñeca de Alicia y atraje su mano hasta mi rabo, con intenciones obvias.
Una sonrisilla maliciosa se dibujó en sus labios, dedicándome un sensual guiño antes de reanudar la paja; pero, de repente, sus ojos se abrieron como platos, clavándose en la pantalla.
Justo en ese instante, el tipo llegó hasta el final. Envalentonado por la aparente falta de resistencia de Tati (y puede que habiendo notado que la chica fingía dormir mientras se dejaba meter mano) el tipejo deslizó su mano por completo bajo la minifalda de Tatiana, posándola por fin en su coño.
Según me contó Tati después, el hombre no se cortó un pelo y, tras percibir que estaba húmeda, no dudó en introducir uno de sus dedazos en el coñito de mi chica, clavándoselo hasta el fondo.
Y claro, aquello ya era demasiado para Tati, que, dando un respingo, trató de empujar al tipo y apartarlo de su cuerpo serrano.
Y pasó lo que tantas veces habíamos comentado Alicia y yo. El tipo no se detuvo.
Con un gruñido, se echó encima de Tatiana sobre el banco, aplastándola con su peso y obligándola a tumbarse en los asientos. Habiendo perdido por completo el control, el tipo le metía mano a la pobre chica por todas partes, mientras ella trataba de escapar con desespero.
Obviamente, me puse en acción, poniéndome en pié de un salto. Alicia, por un instante, me agarró por el brazo, como si intentara detenerme, aunque no lo hizo con mucha convicción. Daba igual, no habría podido pararme.
Un segundo después, estaba encima del tipejo ese y agarrándole por la chaqueta, lo quité de encima de Tatiana de un tirón, arrojándole contra los asientos que ocupaba minutos antes.
El pobre me miró asustado unos segundos sin reaccionar y fue una suerte para él que no lo hiciera, pues si llega a intentar algo lo tiro por una ventanilla.
Los otros viajeros, sorprendidos por el jaleo, se habían vuelto a mirarnos alucinados. El hombre, sin decir ni pío, se puso en pié a trompicones, justo en el instante en que llegábamos a otra parada.
Con una expresión de alivio casi cómica, el pobre tipo se dirigió a las puertas que se abrían y casi corriendo, salió disparado del tren, perdiéndose en la estación. Segundos después, los otros viajero, supongo que temerosos de verse mezclados en algún follón, se bajaron también, procurando no mirarnos en ningún momento.
– ¿Estás bien? – pregunté volviéndome preocupado hacia Tatiana y ayudándola a sentarse derecha.
– Sí, sí, no te preocupes…
– ¿Te ha hecho daño?
– No, no, estoy bien… Ha sido el susto.
Alicia apareció entonces a nuestro lado, sentándose en el asiento que quedaba libre.
– Menuda pasada, Tatiana, lo has hecho increíblemente bien. No sabes cuánto se ha excitado Víctor mientras te miraba… Ha empezado a masturbarse…
– La madre que la parió – pensé – ¿Se había vuelto loca?
– No digas tonterías – le dije en tono muy serio – La cosa se nos ha ido de las manos. Una cosa es exhibirse con cuidado y otra lo que acaba de pasar. Lo mejor va a ser ponerle fin a esta locura…
Estaba enfadado. Y preocupado. Si nos dejábamos arrastrar, no podía imaginarme hasta donde sería capaz de llevarnos Alicia. Había que poner el freno.
– Esto se acabó – dije – Lo mejor será que nos olvidemos de estos juegos y que…
Empecé a soltar mi discurso, argumentando apropiadamente lo que quería decir, dando sólidas razones de peso para poner fin a aquella locura.
Las muy…. zorras. Me dejaron hablar durante varios minutos sin decir ni pío, hasta que por fin me di cuenta de que las dos estaban aguantando las ganas de reír a duras penas.
– ¿Se puede saber qué coño os pasa? ¿De qué cojones os reís?
Tati, con los ojos llorosos, aguantando como podía la risa, consiguió articular con el rostro ruborizado…
– Cari… Tu pene…
Miré mi propia bragueta, mudo de estupor. Joder. Me había dejado la polla fuera. Y seguía bastante dura.
Las dos se echaron a reír abiertamente, mientras que yo, sintiéndome muy avergonzado, forcejeaba con la bragueta para esconder mi erección en mis pantalones.
– ¿Así que no te habías puesto cachondo? – dijo Ali mirándome con sonrisa traviesa.
Derrotado, me dejé caer en el asiento, sabiendo que todos mis argumentos habían perdido su razón de ser. Las dos chicas, descojonadas, se partieron a mi costa un buen rato todavía.
Cuando llegamos a la última parada, nos bajamos del tren tras recuperar la cámara de debajo del asiento.
– Bueno, chicos – dijo Ali – Me voy. Me esperan en casa para cenar. Mi prometido, ya sabéis…
Le devolvimos todos los cacharros y ella los guardó en el maletín del portátil.
– ¿Quedamos mañana otra vez? – preguntó ilusionada.
– Mañana no puedo – me apresuré a decir – Me toca coger el coche y hacer varias visitas fuera de la provincia. No volveré hasta la noche.
– Sí, y yo mañana estoy de tarde. Una compañera me ha pedido que se lo cambiara…
– Bueno, pues el viernes entonces – dijo mirando a Tatiana de forma enigmática.
– Ok. Hablamos el viernes por la mañana – asentí.
Nos despedimos de Ali, que iba a tomar un taxi, pero, justo antes de marcharse, se acercó a mi novia y le dijo algo al oído que la hizo enrojecer.
Por fin, la joven se marchó con el portátil al hombro, lanzándonos un guiño cómplice y riéndose divertida.
– ¿Qué te ha dicho? – pregunté intrigado.
Tatiana me miró fijamente un instante, muy colorada, antes de decidirse a responder.
– Me ha dicho… Que no desperdicie esa erección.
—————————-
Un par de minutos después, con mucho sigilo, nos colamos en los servicios de caballeros de la estación. Y echamos un polvo de la hostia en uno de los retretes. Me la follé a lo bestia, apoyada contra la pared, sus piernas anudadas en torno a mi cintura, ahogando sus gritos de placer enterrando su rostro en mi cuello. Fue un polvazo, que alivió por fin la increíble excitación de la jornada.
Al día siguiente, por la noche, me enteré de que Tati me había mentido y que las palabras de Alicia al oído habían sido otras muy distintas.
TALIBOS
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Hola, me llamo Jessica, tengo 35 años actualmente. Llevo leyendo algunos años los artículos publicados en esta página pero nunca había sacado el tiempo para redactar alguno. Me gusta leer sobre relatos de exhibicionismo, pues me identifico en ese sentido, y siempre que entro trato de buscar relatos de situaciones similares a las que me gusta vivir personalmente, aunque la verdad son muy pocos los que he visto de ese tipo, por lo que intentaré enriquecer este campo.
Soy una mujer más bien atractiva, de muy buen ver, no por que lo diga yo sobre mí, mido 1,74 m de estatura, peso 62 kg, cabello rubio lacio casi a la cintura, de piel blanca pero me bronceo bastante, así que más bien diría dorada, un trasero como dicen por mi pueblo “paradito” y unos senos bastante grandes (no lo voy a negar, tengo implantes) siendo mis medidas 103, 61, 92.
Como dije antes, mi afición es el exhibicionismo, me encanta lucir mi cuerpo, levantar miradas y provocar en la calle o donde quiera que valla. Me gusta usar minifaldas, blusitas escotadas o vestidos del mismo tipo, siempre calzo zapatos de tacón alto, por lo que me veo más alta de lo que soy, cosa que a algunas chicas les da complejo, más aun en mi país donde la estatura promedio de las mujeres no sobrepasa el 1,60 m, el tener mi estatura ya es notable, y con tacones altos normalmente sobrepaso el 1,80, incluso con algunos zapatos llego hasta 1,87m.
Bien, la historia que narraré es algo que me sucedió un par de semanas atrás, cuando decidimos con mi novio ir a las playas por un descanso merecido, aparte que nos hacía mucha falta un buen tiempo juntos, que por su trabajo a veces se complica el asunto. Quedamos de irnos un martes en la mañana, el pasaría por mí y de ahí el viaje, que nos tomaría unas 6 horas hasta el lugar de destino. El lunes en la noche me dispuse a preparar mis cosas para el viaje, y aunque soy muy práctica en esto de los paseos, no como la mayora de chicas que llevan 20 maletas para un día, no quería andar en prisas al día siguiente por la mañana. Me fui al cajón donde tengo mis trajes de baño (debo tener más de 50 trajes de baño) y empecé a buscar los que llevaría al viaje, evidentemente para mi gusto, entre más chicos mejor, seleccione 5 o 6 del cajón, dos de ellos incluso son solo la parte de abajo del bikini, así que con ellos forzosamente debo estar en topless, y uno de ellos es un “slingshot” muy provocativo. Decidido esto, que en realidad es lo más importante para la playa, busque un par de shorts, unas minis, algunas blusitas de tirantes finitas, otro par sin tirantes, algunas pañoletas o pareos, y busque dos vestidos muy sexis para salir en la noche, uno es negro, muy ajustado en la parte de abajo, la espalda totalmente desnuda, y dos tiras de unos 8 cm de ancho que suben separadas desde más abajo del ombligo para amarrarlas tras el cuello, dejando ver prácticamente todo, aparte que suelo amarrarlo tras mi cuello sin ajustar mucho para que mis pechos se muevan libremente. El otro vestidito, el blanco, es el más atrevido, ya que es muy translucido, igual lleva la espalda desnuda, con dos tiras también pero debe ser colocado en forma cruzada, este lo uso ajustado al cuerpo, dejando ver mis tetas prácticamente desnudas, la parte de abajo, es más bien voladita, y excesivamente corta, al punto que prácticamente mis “cachetitos” están a la vista siempre. Adicionalmente a esto, llevo siempre un par de botas, en este caso negras, y al menos 4 pares más de zapatos abiertos, todos de tacón aguja, incluso para ir a la playa!!!
Esa noche, ya cuando estoy en mi cama acostada para dormir, me empiezo a excitar de solo pensar en las situaciones que pasaran durante esa semana en la playa con mi novio, pienso en las noches de sexo que me va a dar y al rato de estar con esas ideas no me queda más remedio que estirar mi mano al cajón de la mesita de noche y sacar uno de mis juguetitos sexuales preferidos, un consolador de casi 25 cm que tengo para estos momentos de calentura y soledad, con el cual satisfago mi gran necesidad de placer por casi una hora hasta quedar totalmente rendida al cansancio y al sueño luego de haber tenido unos 5 o 6 orgasmos en ese tiempo.
Al día siguiente, me despierto con la bocina del auto de mi novio, y en cuanto me incorporo ya le escucho entrando por la puerta principal del depa, ya que él tiene llaves, me encuentra aún desnuda en mi cuarto por lo que se sorprende.
-Te estas despertando recién cierto???
-Si amor, le contesto
-Pero no te preocupes, ya ayer deje todo listo, deja que me visto enseguida y nos ponemos en marcha.
-Humm, pero aquí huele a…. se queda como olfateando el cuarto, y en eso me acuerdo de la noche excitante que tuve, inmediatamente veo que se acerca a la cama y levanta las cobijas y…
-Parece que la pasaste bien anoche no? Claro, había dejado el consolador en la cama pues me había dormido en plena acción, más bien tuve suerte que no me lo deje adentro!!!
-Si amor, estaba pensando en las cosas ricas que pasaríamos durante estos días que vienen y me excite al punto que…
-No me digas más mejor, de lo contrario nos retrasaremos en exceso, y creo será mejor que te des una ducha antes de irnos, me dijo el interrumpiéndome.
No dije nada más, y me fui rápidamente al baño, para salir lo antes posible, el me espero en la habitación y al regresar yo, abrí mi armario y busque rápidamente un short de mezclilla, muy ajustado y extremadamente cortito, en el cual se me ve casi media nalga, me lo puse, y en seguida una camiseta blanca muy finita de tirantes, recortada a la altura de mis tetas, dejando ver todo mi vientre desnudo, y dependiendo de la posición de mis brazos incluso se llegan a ver mis senos por debajo de la camiseta, igual me queda bastante ajustada, por lo que mis pezones se marcan claramente en la tela y hasta se transparentan un poco, finalmente busco unas sandalias de tacón de aguja, de esas que tienen muchas tiritas, me giro para poner mi trasero de frente a mi novio y mientras me las estoy poniendo lo escucho decirme:
-Pero si vas prácticamente desnuda amor, sé que es normal que no usas nada de ropa interior, pero vas que paras el tránsito.
-No vamos para un recital amor, le replico, vamos para la playa, te aclaro que esto que llevo puesto es de lo más tapadito que me veras en estos días, le dije con una mirada picara y voz de maliciosa, así que será mejor que te hagas la idea.
Tenemos ya casi siete años de estar juntos, por lo que evidentemente el me conoce muy bien, y sabe cómo me gusta vestir, o como me gusta desvestirme más bien como dice el, pero siempre me hace ese tipo de comentarios para ponerle el picante al ambiente, además que sabe que eso me encanta, el que se fije lo poco que llevo puesto o lo mucho que enseño.
Una vez que estoy lista, él toma mi maleta y nos disponemos a salir, y cuando estoy llegando a la puerta de mi depa, me acuerdo de algo, y le digo:
-Ya te alcanzo, ve subiendo las cosas al auto, que deje algo olvidado arriba.
Regreso a mi habitación y busco mi consolador de la noche anterior, sé que va ser algo importante en este paseo. Cuando voy saliendo de la casa, se cruza un vecino en la acera con migo, que al verme casi se le salen los ojos, no sé si alcanzo a mirar lo que llevaba en la mano, pero si lo hizo ya me imagino lo que pudo pensar de mí. Al montarme en el auto mi novio me pregunta que fue lo que había olvidado, yo le enseño el consolador con una mirada de lujuria y lo meto en la guantera del auto, él sabe que me gusta estar bien llenita por mis dos agujeros cuando tengo sexo desenfrenado con él.
Así nos ponemos en marcha, él va manejando y yo en el asiento de copiloto, me gusta colocar el asiento lo más atrás posible y el respaldo un poco hacia atrás, por lo que en mi posición mi cuerpo está en una postura más sugerente aun, y doy una vista magnifica a todos los conductores que pasan a nuestro lado, sobre todo en vehículos más altos que el nuestro, que son prácticamente todos, ya que nos movilizamos en un automóvil semideportivo. Le menciono a mi novio que debemos detenernos en algún sitio para desayunar y comprar agua para calmar la sed del viaje, a lo que responde que lo haremos, pero más adelante, que en las ropas que voy no podemos detenernos en cualquier sitio, así que el viaje se prolonga por más de una hora hasta llegar a la costa, donde nos detenemos en un sitio donde existe un pequeño restaurant y un comercio.
Al llegar al sitio, noto que no hay mucho movimiento de personas, y las personas que se encuentran en el restaurant son la mayoría repartidores de productos, que por ser un martes de trabajo normal, las personas están en sus ocupaciones normales. Apenas bajarme del auto noto todas las miradas de quienes están ahí clavarse en mí, principalmente sobre mi cuerpo, cierro la puerta del auto y hago un gesto como por componerme mis ropas, me acomodo la camiseta para que me cubra las tetas y me ajusto el short lo mejor posible, aun así no es posible que tape más de lo que mide, igual justo es lo que me agrada. Se acerca mi novio, me toma de la mano y nos dirigimos al local, mientras caminamos me hace el comentario de la manera como me miran todos, y aun cuando no llegan a ser más de 5 o 6 los clientes, noto que todos están paralizados mirándome descaradamente.
Nos sentamos en un sitio que está desocupado, y me pongo a observar el lugar, en eso se aproxima la mesera y nos toma la orden, al retirarse le digo a mi novio que iré al lavatorio para asearme, el vuelve a ver y mira el lavatorio, que no está en un sitio privado, sino más bien en un rincón del salón, por lo que me mira y me dice:
-Ya se a lo que vas, pero yo también me voy a deleitar de eso. Y claro, él tenía una posición privilegiada para observar el lavatorio. Me levanto y me aproximo al lavabo, siento todas las miradas sobre mi culo, y escucho a los hombres de las otras mesas mientras cuchichean, y aun cuando no distingo lo que dicen, por el espejito logro ver como uno me señala llamándole la atención al otro, y eso hace que yo trate de poner mi culito más en pompa, y con una mano hago un movimiento como para ajustarme mejor el short, subiéndolo un poco más hacia mi cadera, haciendo que se meta un poco más entre mis nalguitas. Cierro el lavabo y me doy vuelta, camino hacia la mesa que ocupamos y siento como la parte inferior de mis tetas se asoma bajo mi camiseta, pero decido no ajustarla y dar una bonita vista a los presentes, me siento en mi sitio y mi novio se acerca a mi oído y me dice:}
-Estás hecha una zorrita, y lo sabes.
Esas palabras hacen que mi calentura aumente, y le digo en el oído a el:
-Y a ti te encanta que sea así!!!
Terminamos de desayunar y mi novio se levanta para pagar la cuenta, en cuanto llega a la caja decido ir tras él, ninguno de los clientes se ha ido del lugar, pese a que han terminado todos ya hace bastante rato, por lo que les daré una vista más de mi cuerpo, al llegar donde mi novio, lo abrazo por el cuello, por lo que la camiseta se me sube aún más arriba, prácticamente dejando toda mi teta al descubierto, y aunque abraso a mi novio y mis tetas están pegadas a él, sé que la visión desde atrás de más de media teta al descubierto por los costados debe ser realmente formidable, además que debo ponerme un poco de puntillas ya que mi novio es bastante más alto que yo, por lo que mi culito también debe verse espectacular. Al retirarnos, en cuanto me doy media vuelta siento mis tetas al aire, ya no tengo a mi novio de escudo por lo que son totalmente visibles, así que me compongo un poco la camiseta dirigiendo mi mirada a los espectadores y regalándoles una sonrisa de inocente, como pidiéndoles disculpas.
Al salir le recuerdo a mi novio que debemos pasar a comprar a la tienda la botella de agua, y alguna crema bronceadora, el me mira y entre risas me dice que ahí también tengo que ir a exhibirme, le digo que sí, a lo que responde que ya luego se las va a cobrar con migo todas. Eso me deja pensativa, pero igual seguimos hacia la tienda, entramos y veo que hay una chica en la caja, sin más clientes, por lo que mis planes de exhibicionista se truncan un poco, aunque si noto la mirada de la cajera como diciendo “que puta esta”. Tomamos lo que ocupamos, pagamos y nos marchamos, al salir, observo que en el restaurant ya no hay nadie, se han ido todos los clientes en cuanto nos retiramos nosotros.
Nos montamos en el auto y seguimos nuestro camino. Al poco tiempo veo un camión adelante nuestro el cual empezamos a adelantar, y me percato que era uno de los vehículos que estaban estacionados en el restaurant, veo por su espejo retrovisor, ya que aún estamos atrás de la cabina, (vamos en una vía de dos carriles por sentido) y noto la mirada del conductor sobre nosotros, específicamente en mí, y este a su hace gestos a su acompañante de la presencia nuestra. En ese momento le pido a mi novio que disminuya un poco el ritmo para adelantarles lentamente, tomo entre mis manos la botella de agua, la abro y empiezo a beber algunos tragos, al llegar a la altura de la cabina del conductor los miro de manera disimulada, pero de manera que ellos puedan ver mi mirada, saco la botella de mi boca, le mi lengua por la boquilla y bajo la botella a la altura de mis tetas, echando un poco del líquido sobre mi camiseta, haciendo que esta se transparente totalmente dejando mis pezones duros totalmente visibles, mi novio al percatarse de esto acelera a fondo el auto y me dice:
-Estás loca tú!!! Si te has dejado las tetas totalmente visibles.
-Hay amor, disfrútalo, esos chicos estaban deseando ver un poco más, si no hubieras acelerado me quitaba la camiseta para completar el show, le dije!!!
El resto del camino transcurrió sin más detalles, al rato del incidente ya mi camiseta se había secado sobre mi cuerpo, gracias al fuerte sol y la brisa que entraba por la ventana abierta.
Finalmente llegamos a nuestro destino, un hotel de playa a unos 200 metros de la costa, al entrar vemos que tiene una enorme piscina en el centro, rodeada de las habitaciones que son como cabañitas individuales separadas una de otra como 5 metros, todas estas tienen una gran puerta corrediza que da en dirección a la piscina. Estacionamos el auto y nos dirigimos a la recepción del hotel, no se ve nadie en el lugar, es obvio, no es un día de fiestas, por lo que supongo es lo normal para esas horas de un día así. Mi novio trae ambas maletas, por lo que voy relajada, al llegar a la recepción veo al tipo atrás del mostrador, y claro, él no puede evitar mirarme de pies a cabeza, estacionando su mirada por un rato en mis tetas, que se mueven sugerentemente bajo la camiseta al ritmo de mis pasos. El mostrador es alto, justo a la altura de mis tetas, por lo que al llegar, él tiene a la vista mi par de melones, mi novio lo saca del trance en que se encuentra al preguntarle por nuestra habitación, yo por mi parte me acerco más al mostrador y prácticamente pongo mis senos sobre el mostrador, sintiendo como la parte baja de mis pechos descansa desnuda sobre el mostrador. El administrador se pone nervioso, busca en su registro nuestros nombres, pero por la desconcentración que trae no logra encontrar nada, me doy cuenta que busca en la página del día anterior, así que en voz bajita le digo, estamos a 12 de marzo, no 11, mira la fecha de la página y me vuelve a ver, luego busca en la página correcta encontrando nuestra reserva. Nos entrega la llave, la número 13, y enseguida nos indica por donde debemos ir. Al retirarnos de la recepción, me imagino no pierde detalle esta vez de mi culito, que le debe estar dando una vista fantástica, y claro, un adelanto de lo que seguramente podrá ver durante esos días que estemos en el hotel.
Cruzamos por la orilla de la piscina, hay varias sillas a los alrededores, especiales para tomar el sol, de esas que puedes convertir prácticamente en cama, todas están desocupadas, hay otras zonas con sombra, gracias a varios árboles que hay en el lugar. Por fin llegamos a la habitación, es muy amplia, dos camas matrimoniales, y baño enorme y hasta hay un pequeño refrigerador. Enseguida entramos y colocamos las cosas sobre una de las camas y abro mi maleta. Enseguida me quito la ropa que traigo, a lo que mi novio me advierte que hemos dejado la puerta de la habitación abierta, y podrían verme desde la piscina. Le digo que no hay nadie, y además, paro lo que pienso ponerme no hay mucha diferencia. Busco entre mis trajecitos de baño y encuentro el que busco, es de color blanco, uno de los pocos que tengo con la parte de arriba, aun cuando en su parte superior tiene dos triangulitos de unos 8 cm de alto, y la base escasamente tiene 5 cm, por lo que a duras penas podrá tapar mis pezones y aureolas, la parte de abajo no difiere mucho de la anterior, siendo un pequeñísimo triangulo similar a uno de los anteriores, con los cuales debo intentar taparme la fina línea de bellos que me dejo sobre mi vagina, el resto son solo tiritas, en la parte trasera tiene forma de “Y”, y la unión de los dos laterales en la parte trasera ocurre ya entre mis nalgas, prácticamente a la altura de mi agujerito trasero. Puedo sentir como al colocarme bien la parte de abajo, esta se hunde en mi vagina, situación que me provoca un morbo tremendo.
-Veo que ya casi no se te notan las marcas de tu bronceado, me dice mi novio observando más de cerca su propiedad. Él le encanta que tenga dibujado en mi cuerpo las líneas de la parte baja del bikini.
-Sí, hace días no he podido tomar el sol como se debe, y claro, me he puesto más pálida, pero hoy mismo empiezo a corregir esa situación, le contesto yo de manera picara. En eso mi novio advierte que el recepcionista ha olvidado entregarnos los jabones, el paño e incluso el control remoto de la tv.
-Mira, el recepcionista no nos ha entregado los paños, los jabones ni el control de la tele por estar embobado viendo tus tetas.
-Iré por ellos, le contesto, sonriendo maliciosamente.
-Veo que quieres dejarlo en shock, si con tu atuendo anterior no encontraba nuestros nombres, con esto que tienes puesto ahora no encontrará ni sus manos.
Me sonrío y salgo de la habitación sin decir más. A cada 3 o 4 pasos que doy siento de mi bikini se desacomoda por todos lados, siento escaparse mi pezón derecho y de igual forma siento como el pequeño triangulito de la parte baja se desliza más hacia mi vagina, dejando a la vista mi línea de bellitos, por lo que cada 3 o 4 pasos debo estar acomodando todo. Por el momento no hay nadie en el lugar, aunque ya he visto al recepcionista que se ha percatado de que me acerco por el sonido de mis tacones en la orilla de la piscina, y claro, con el espectáculo que le voy dando cada 3 o 4 pasos no pierde detalle de nada. Al llegar a la recepción, decido no acomodarme nada, así que entro hasta el mostrador y siento como mi teta derecha está totalmente fuera de lugar, y aunque la parte baja esta igual, el mostrador no le permite ver al recepcionista mi vagina.
-Hola de nuevo, olvidaste entregarnos los paños y jabones, y también el control de la televisión, le dije.
-Discúlpame, es que estaba ocupado con unas listas antes de que llegaran Uds, se excusó él. –En seguida te entrego todo. Se levantó de su sitio y empezó a buscar el control en un cajón, los paños y jabones los tenía guardados en otro sitio, a un costado del salón, por lo que tenía que salir de su sitio, esta vez con la posibilidad de contemplarme en mi totalidad, yo aun sin componerme el bikini le sigo, y me coloco a su lado, cerca, a máximo un metro.
-Tienes algún shampo para cabello? Le pregunto.
-Sí, claro, ya te busco, aquí tenemos uno para cabello claro, como el tuyo, te daré varios ya que lo tienes bastante largo, dudo que te alcance con uno. Me dice.
-Gracias por tu amabilidad, cuál es tu nombre, disculpa, no te había preguntado.
-Soy Juan, y tu Jessica supongo, por la reserva.
-Sí, estas en lo correcto. Dime, hay algún problema en que use bañadores de este tipo? Le pregunte con una voz de niña inocente, tratando de calentarlo.
-No Jessica, ningún problema, igual durante el día habrá poca gente estos días, puedes usar la zona de piscina a tu gusto, en las noches llegan los agentes que trabajan en la zona, pero entran después de las 17 horas.
-Perfecto, es que no me gustan las marcas en mi cuerpo, y me gusta broncearme en toples, a veces hasta desnuda, le dije en el mismo tono. El me vuelve a ver como diciéndome con sus pensamientos “pero si estas desnuda prácticamente”. Me entrega las cosas, le doy las gracias y me retiro, dándole ahora la espalda y una vista de mi culo, con solo el hilito que sube entre mis nalgas.
Al llegar a la habitación mi novio me mira y nota que todo el bikini lo llevo descompuesto.
-Supongo se ha dado gusto el recepcionista viendo a la perrita de mi novia.
-Pues me imagino, ya que tenía una sonrisa de oreja a oreja, hasta le consulté si había problema si me bronceaba en toples…
-Supongo te ha dicho que lo puedes hacer, afirmó mi novio, interrumpiendo lo que yo decía.
-En efecto, le contesté, -incluso me ha dicho que puedo estar como me plazca, así que eso podría implicar algo más! Y dicho esto, coloque las cosas que traía en la cama y me di vuelta para dirigirme a la piscina, tome un frasco de bronceador y salí diciendo:
-Te espero en la piscina amor. Me retiré de la habitación y me acerque a una de las sillas a la orilla de la piscina, era toda de plástico, y al tocarla con mi mano, tal cual supuse, estaba hirviendo, por lo que tendría que regresar por una de las toallas para colocarla sobre la silla. En eso lo pensé dos veces, y decidí ir a la recepción y pedir otra toalla adicional, y así calentar más al chico. Entro nuevamente en el saloncito y al verlo le digo:
-Vengo a molestarte de nuevo Juan.
-No es ninguna molestia Jessica, en que te puedo ayudar?
-Es que las sillas de la piscina están muy calientes, me preguntaba si me podrías facilitar una toalla para ponerla sobre la silla.
-Claro que sí, dame un minuto, tengo unas toallas especiales para eso, son más grandes y suaves, si gustas me esperas en la piscina y te la llevo en seguida.
-De acuerdo, le contesté. Salí de la recepción nuevamente sintiendo la mirada del chico en mi culo, tire de los laterales de mi bikini haciendo que este se hunda nuevamente entre mi vagina, y seguí caminando hasta la silla que quería ocupar, un sitio en el que desde la recepción tenia perfecta vista. Al llegar a la silla, eché la mirada atrás y ya venía Juan con dos toallas grandes, de colores llamativos, de esas especiales para la playa, no me haría esperar un minuto!
-Ya traigo tus toallas Jessica, donde quieres que las coloque.
-Ponlas ahí, le dije a Juan señalando la silla donde quería recostarme.
-No te preocupes, yo colocare la toalla para que puedas recostarte, igual traje dos, la otra para tu esposo, me dijo el amablemente.
-No es mi esposo, es mi novio, replique yo.
-Ah, disculpa, pero bueno, para el caso es casi lo mismo, me dijo el mientras colocaba la toalla en la silla. Terminado, procedió a colocar la otra toalla en la silla de al lado, mientras yo me acosté en mi silla boca abajo, dándole una vista esplendida de mi culo.
-Listo, ya están las toallas, si se te ofrece algo mas no dudes en llamarme, me dijo, y ya se daba vuelta para retirarse cuando le dije.
-Disculpa Juan, de hecho se me ofrece algo más si no es mucho pedir, a esto se detuvo él y dándose vuelta me dijo:
-Dime, en que te puedo ayudar.
-Es que me da un poco de pena, pero mi novio aun no viene, y no me he puesto crema en la espalda, y si se ha quedado dormido me voy a quemar toda, me harías el favor de pasarme la crema, le pedí con una voz característica de niña buena e inocente. Noté como a Juan se le subieron los colores al rostro del asombro, pero al mismo tiempo vi como un bulto empezó a crecer en su entrepierna!
-Eh, eh, po.. por su-pu-es-to que si Jessica, tartamudeo el acercándose. Tomó la botella de bronceador, la batió y dirigió la boquilla hacia mi espalda. En ese momento lo detuve y le dije:
-Me desatas las tiras en la espalda por favor, le dije, se hizo un silencio de un par de segundos, en el que se quedó paralizado, y tuve que hablar de nuevo para que reaccionara.
-No quiero que se marque mi espalda con esa línea, le dije.
-Como no Jessica, me dijo medio embobado mientras desataba el lazo en mi espalda, y en seguida el de mi cuello. Yo estaba boca abajo, apoyada en mis antebrazos, por lo que mi cuerpo no estaba totalmente sobre la toalla, mis tetas colgaban y apenas llegaban a rozar la toalla, por lo que al desatar ambos nudos de mi “bra”, este callo sobre el paño, dejando ya totalmente desnuda la parte superior de mi cuerpo. Juan procedió a rociarme del bronceador por toda la espalda, y en seguida a masajearme tímidamente la espalda con ambas manos. Yo me mantuve en silencio por al menos un minuto, hasta que consideré que ya mi espalda tenía suficiente bronceador, así que le dije:
-Baja un poco Juan, necesito que me pases por las piernas, los costados y el culo también. Decirle eso fue como darle un dulce a un niño, en su rostro se dibujó una sonrisa enorme.
-Espero no venga tu novio y me vea haciendo esto, me dijo.
-No te preocupes, además, él tiene la culpa por lerdo, si estuviese aquí no tendría que molestarte con esto, (como si fuera molestia pensé yo).
-No, tranquila, no es molestia para mí, solo que no quiero meterme en problemas, mientras me pasaba las manos por las piernas, había decidido dejar lo mejor para lo último. Fue subiendo poco a poco, hasta que llego a lo inevitable, tomo el frasco y roció mis nalgas de aquel líquido que le permitiría posar sus manos sobre mi culo, y así lo hizo, ya sin ningún reparo empezó a masajear mis glúteos, pasando sus manos arriba y abajo, en círculos, cada vez más cerca de mi rajita, a lo que yo reaccione levantando un poquito más mis pompas, con la excusa que no quería que dejara ningún sitio sin bronceador, dándole un vista de toda mi rajita, y hasta posiblemente de mi vagina succionando el hilito, dejando ver mis labios perfectamente. En ese momento logre escuchar como respiraba Juan profundamente y se le salía de su boca a un tono muy bajo una frase “pero que culo tan rico”, yo me hice la que no escucho nada y le dije:
-Asegúrate de no dejarme nada sin bronceador. A lo que siguió masajeando mi culo a placer, llegando incluso a tocarme mi sexo en algunas oportunidades.
-Estás lista Jessica, ya tienes bronceador por todo tu cuerpo, me dijo el, como con una voz de desconsuelo por haber terminada con aquello.
-Muchas gracias Juan, eres un sol, le contesté yo levantando la mirada y girando un poco mi cuerpo hacia él, con lo que aparte tuvo una vista adicional de mi pecho ya desnudo.
-Con gusto, ya me voy, que debo estar en la recepción si alguien llama, con lo que se fue a prisa. En ese instante, vi que salía mi novio de la habitación, con lo que supuse no había perdido detalle de la situación.
-Veo que te las has pasado genial, perrita! Dijo el al llegar.
-Tenía que colocarme el bronceador, y como no estabas tuve que solicitar ayuda amor.
-Sí, claro, y el recepcionista se ha dado el gusto de tocarte todo el cuerpo.
-Alguien debía hacerlo, no puedo yo sola, lo sabes. Mi novio rio a esto y se tumbó en su silla. Al rato, me levanté de la silla y le dije a mi novio que nadaría un rato. Me tiré en la piscina y nada un par de largos. Desde mi sitio, pude ver como Juan no perdía detalle de mis movimientos. Divisé una escalerilla para salir de la alberca justo al frente de la recepción, y pese a que había otra justo donde se encontraba nuestro sitio, me fui nadando hacia la primera, sentí mi tanguita que estaba totalmente descompuesta, aun así no la compuse y empecé a subir la escalerilla, dándole a Juan una vista frontal, primero de mis tetas desnudas, y al seguir subiendo la vista de mi línea de bellos al aire, con el triangulito de tela del bikini prácticamente desaparecido entre mi vagina, al llegar a la parte superior de la escalerilla me detuve a componer la tanguita, la cual al estar mojada se había transparentado casi totalmente, y aunque estaba sobre mis bellitos, estos eran igual visibles, eché a caminar mirando hacia la recepción y regalándole una sonrisa pícara al Juan que estaba con la boca abierta.
-Si serás zorrilla, me dijo mi novio al llegar a mi sitio, -sales de la piscina para exhibirte al recepcionista sin reparo!
-Sabes cómo me gusta exhibirme amor, y el más beneficiado de eso eres tú al final de cuentas, le dije mientras me acostaba en la silla boca arriba esta vez.
-Me pones el bronceador amor, o tendré que llamar a Juan nuevamente? Le dije.
-Te gusta tu juego eh, dijo el mientras se levantaba y comenzaba a pasarme el bronceador, por mis tetas, abdomen, piernas y todo mi sexo, deleitándose ahí por un buen rato, sacándome más de un suspira y uno que otro gemido.
-Te gusta eso? Me dijo.
-Sabes que me encanta, y estoy muy cachonda.
-Ya me di cuenta, estas totalmente empapada, y no es el aceite de bronceador.
-Necesito que me hagas el amor, vamos a la habitación, le propuse.
-Mmm, no, estas castigada ahora, por andar de sobrada con el de la recepción, ahora tendrás que esperar hasta que yo decida, me dijo el, con un tono de autoridad.
-Por favor amor, le dije, casi suplicando, mientras él seguía jugando con mi clítoris, sacándome cada vez más gemidos, -no seas malito, vamos, necesito correrme, necesito que me llenes de tu lechita toda mi panochita.
-Eh dicho que no, no insistas, debes aprender a comportarte como una buena chica, y esto te lo has ganado, me dijo, pero seguía masajeándome el clítoris y metiendo un par de dedos en mi vagina. Siguió así por un par de minutos, y cuando estaba a punto de llegar a correrme se detuvo, diciendo:
-Pensaste que me apiadaría de ti? No bebe, tendrás que contenerte ese orgasmo, me dijo con la misma autoridad, – y no quiero ver que ni acerques una mano a tu sexo, prosiguió en el mismo tono, como si me hubiera leído los pensamientos. Ahora tendría que quedarme con el calentón que me había provocado el exhibirme ante Juan y la manoseada que me ha dado mi novio sin poder tener mi orgasmo. Así transcurrió el resto de la tarde, yo intentando dejar de pensar en mi situación, cosa que se me hacía muy difícil, más aun cuando cada cierto rato mi novio se me acercaba a decirme que me ponía más bronceador, y me volvía a calentar hasta el punto del orgasmo dejándome cada vez con más ganas, y yo suplicándole que me dejase terminar. Igual me di cuenta que Juan no perdía detalle de la situación, y aunque no estaba demasiado cerca para saber exactamente lo que pasaba, si era obvio que mi novio se quedaba más rato de lo normal colocándome el bronceador en mi sexo, y supongo que mis movimientos me delataban totalmente de lo que sucedía.
Al ir bajando el sol, a eso de las cinco de la tarde, empezamos a notar como iban llegando otros clientes, yo estaba tumbada boca abajo cuando pasó un par de hombres por nuestro sitio, sin que ninguno de los dos perdiera detalle de mi presencia, y lo poco que llevaba puesto o lo mucho que dejaba ver. Pasados estos dos hombres, mi novio se incorporó y con su voz de autoridad me dijo:
-Vamos, ya es hora de ir a la habitación, yo sabía que había tomado el control, y de ahí en adelante me tocaría seguir su juego. Me levante, recogí mis cosas (como si fuera mucho la parte superior del bikini, el bronceador y la toalla) y nos fuimos para la habitación. Ya en la habitación, decidí tomar un baño, y pensé que así podría masturbarme para aliviar mi situación, me quite el hilito y en cuanto entre al baño escuche a mi novio decir.
-No cierres la puerta, no me vallas a hacer trampas eh, yo mire dentro del baño y vi que las puertas de la ducha eran transparentes totalmente, por lo que no habría privacidad con la puerta principal abierta, y lo peor, no podría sacarme las ganas. Me duché, el agua estaba deliciosa, miraba por el vidrio y mi novio no perdía detalle, así que preferí ni intentar nada, sabía que de intentar algo y ser descubierta implicaría un castigo más largo sin sexo, mi novio le encanta hacerme sufrir en ese sentido, y a mi igual me gusta ese juego, sentirme dominada por él.
Salí de la ducha, me seque y me aproximé a la cama, donde me observaba mi novio con detalle, con voz de niña buena le pregunte:
-Que quieres que me ponga amor?
-No sé, no he revisado que has traído, supongo que cualquiera de las indumentarias que trajiste te harán lucir como una zorra.
-Ha decir verdad sí, pero es que veníamos para la playa como te dije antes.
-Bien, veamos que hay, se levantó de la cama y se aproximó a mis cosas, empezó a revisar mirando las pocas cosas que traje, entregándome una blusita de tirantes roja, muy ajustada y una mini negra voladita, muy cortita también.
-Y tu ropa interior? Parece que se te ha olvidado!
-En realidad no se me ha olvidado amor, no traje, no creí necesitar aquí, me sonreí nuevamente de forma maliciosa.
-Pues bueno, claro, era de esperarse de ti. Buscó un par de zapatos rojos, y me los entregó. Me puse lo que me entregó y me miré al espejo, me di la vuelta para mirarme por atrás y vi como mis nalguitas se asomaban bajo la faldita, sabía que tenía el aspecto de una perrita. Mi novio procedió a ducharse rápidamente, y al salir de la ducha y verlo mis hormonas volvieron a ponerme cachonda, totalmente desnudo se paseaba frente a mí, dejándome a la vista aquel instrumento que estaba deseando tener dentro de mí, mi novio está muy bien dotado, tiene un pene enorme, que pene, es un tronco aquello, en su estado natural mide casi 20 cm de largo, y en su mejor estado debe medir unos 25 a 27 cm, la verdad nunca he perdido el tiempo sacando una regla para medirlo precisamente, y su grosor de igual forma es formidable, es una de las razones por las que estoy con él. Sentía como mi vagina se empezaba a encharcar nuevamente, por lo que lo volví a pedir casi a modo de súplica que me perforara de una vez, a lo que jugueteando el con su pene, y entre risas me dijo que tendría que aguantarme, y aun cuando note que se le empezó a poner dura, obviamente mis palabras también tienen efecto en él, se sabe controlar mucho mejor que yo, colocándose unos bóxer y haciéndome caer en la realidad que no satisfacerla aun mi deseo de sexo.
Finalmente se terminó de vestir, y me dijo que saldríamos a dar una vuelta, tomo las llaves del auto y salimos de la habitación, al llegar al parque noté como ya habían varios vehículos estacionados, y aunque no era como para pensar que el hotel estaría lleno, ya había bastante clientela. Me entrego las llaves del auto, diciéndome que conduciría yo, así que me senté al volante y él me empezó a dar las indicaciones de hacia dónde íbamos. A los diez minutos de conducir llegamos a un pequeño centro comercial, donde estacioné el vehículo y nos bajamos a caminar un poco. Por donde pasábamos todos los hombres tenían que mirarme, y hasta las mujeres, y no era para menos, mis pezones se repintaban en la blusita, y aunque no era transparente para nada, era muy evidente que no había nada abajo, y la mini, pues en cada paso, con el movimiento dejaba ver las puntas de mis nalgas por atrás, y si agregamos a esto que no traía nada por abajo, evidentemente la situación era más excitante. De igual manera, por delante la mini no dejaba ver fácilmente mi vagina, aunque con algún mal movimiento o una suave brisa la situación podía cambiar, mi novio me llevaba de la mano, y a ratos colocaba la mano sobre mi trasero, sobándomelo sobre la faldita, cosa que me pone a mil cuando lo hace así descaradamente en público. Llegamos a una tienda donde tenían en la ventana una salida de playa en un maniquí, era un tipo de vestido al cuerpo, ajustado, de amarrar en el cuello, pero todo de maya, y en la parte baja una tira de unos 5 cm de ancho que delimitaba la parte inferior del vestidito. Era en color negro, estaba estupendo para usar con un traje de baño, en mi caso se me vino mi propia imagen en el en topless, mi novio se detuvo con migo, y mirándolo me dijo:
-Te gusta esa salida de playa?
-Sí, se ve fabulosa!
-Vamos, entremos, me dijo él.
Entramos al negocio, la dependienta era una chica hermosa, joven, de unos 22 o 23 años, delgada, enseguida se acercó a nosotros para atendernos.
-Buenas tardes, en que les puedo ayudar?
-Quisiéramos ver esa salida de playa que tienes en la ventana, dijo mi novio.
-La del maniquí? Preguntó ella.
-Sí, la negra, le dije yo
-Claro, tenemos en varios colores, contestó la dependienta.
-El negro me gusta, le dije.
-Ok, en seguida lo traigo, son uni-talla, tengo algunos adentro, regreso en seguida. Se fue adentro de una bodeguita, y salió al instante con lo solicitado diciendo:
-Aquí lo tienes, si gusta te lo puedes medir, para ver cómo te queda! En ese momento recordé que no tenía nada abajo, por lo que la situación iba volverse muy interesante.
-Donde me lo puedo colocar, le pregunte a la dependienta.
-No tenemos vestidor, pero puedes usar la bodeguita, el espejo está en la puerta. Mire hacia la puerta y vi que había un espejo, pero hacia el lado de la tienda. Me dirigí ahí, y efectivamente tenían una banquita en la bodeguita, que era bastante reducida, a modo de probador improvisado, pero al entrar y cerrar la puerta me percaté que no había más espejos, así que tendría que salir a dar el espectáculo afuera, igual no había nadie más en la tienda. Me desnudé enseguida, y me puse el vestidito, intentando que la tira de tela al menos me tapara un poco mi sexo, aunque era prácticamente imposible eso, igual no me importaba, abrí la puerta y Salí como si nada, mirándome al espejo, viendo que estaba desnuda prácticamente, miré a mi novio y le pregunté:
-Como me veo amor?
-Muy bien, dijo el, mirándome de pies a cabeza. Miré a la dependienta, que me miraba con un poco de asombro y envidia entremezcladas, y al verme que la miraba dijo:
-Se te ve muy bien, tienes un cuerpo digno de esa prenda, igual, tengo algunos trajes de baño que combinan con el traje si quieres verte con ellos. En eso me entro la malicia y le contesté:
-No, así está bien, igual lo usaría máximo con un hilito, haciendo cara de pícara. Seguí mirándome en el espejo por algunos segundos, dando vueltas para uno y otro lado. Luego de esto, regresé al cambiador improvisado, pero sin cerrar la puerta procedí a cambiarme, arriesgándome a que si alguien más entraba a la tienda me vería de seguro en esa situación. Al salir, me acerqué al mostrador, donde ya estaba la dependienta, para pagar la prenda.
Salimos del negocio, y continuamos caminando por el centro comercial, buscábamos ya un sitio para cenar. Encontramos un sitio bonito, de cocina italiana, y le dije a mi novio que me gustaría cenar pizza. El accedió, así que entramos y buscamos un sitio agradable, podíamos escoger, pues el restaurante estaba casi vacío, excepto por una pareja no había nadie más. Al caminar hacia nuestra mesa, la mujer que estaba en la otra mesa notó nuestra presencia, especialmente la mía, y me miraba con una cara de rechazo, lo cual lejos de molestarme me provocaba más bien algún tipo de excitación, por lo que busque sentarme en nuestra mesa de modo que estuviese visible perfectamente a ellos. Al sentarme en la silla, vi cómo tanto la mujer como su acompañante no perdían detalle de mis movimientos, por lo que me senté despacio, levantando un poco mi faldita para sentarme sobre mi culo desnudo en la silla. El mesero se acercó y tomo nuestra orden, sin mostrarse para nada interesado en mirarme, lo cual me hizo pensar que era muy respetuoso o rarito. Así pasó la cena sin mayor novedad, sintiendo la mirada de la otra mesa hasta que se retiraron. La pizza estuvo deliciosa, y mientras cenábamos mi novio me comentaba sobre las miradas que me daban los vecinos. Nos retiramos del restaurante y caminamos hacia el parqueo, ya eran cerca de las nueve de la noche, y hacia una brisa un poco más fuerte, por lo que mi faldita constantemente se levantaba, dejando mi trasero al descubierto, y hasta la vista de mi panochita desnuda para algunos transeúntes y guardias del lugar. En todo momento, los comentarios de mi novio, de lo zorrita que soy, y esto calentándome cada vez más, haciendo que mi vagina ya estuviera totalmente empapada, palpitando y pidiendo ser penetrada.
De regreso al hotel, nuevamente iba conduciendo, mientras mi novio se deleitaba con la inundación entre mis piernas. Al llegar, noté que habían bastantes más autos en el parqueo, que hasta me fue difícil encontrar un espacio adecuado. Nos fuimos hacia la habitación, yo solo iba mentalizada en la noche de sexo que tendría a continuación. Entramos a la habitación y sentí que mi novio no tenía mucha prisa por acostarse con migo, por lo que empecé a desnudarme frente a él, lentamente, insinuándomele al inicio, con miradas, pero ya a los pocos segundos empecé a suplicarle que quería que me cogiera, que estaba desesperada por sentir su tronco dentro de mí, y estas suplicas yo sabía que lo excitaban, le encanta que le pida eso. Yo estaba totalmente desnuda, solo tenía los zapatos puestos, cuando lo escuche decirme:
-Quieres tener sexo verdad perrita?
-Si… le dije en tono de súplica, -necesito que me metas tu picha amor, necesito que me hagas venir muy rico, como solo tú puedes hacerlo!
-Muy bien, entonces quiero que vallas al auto y traigas tu consolador, ya que te voy a dar sexo como una perra merece. Al escuchar eso, fue como si me hubiese ganado la lotería, tome la mini y en eso escuché:
-No no, nada de vestirse, así como estas iras a traerlo, me dijo. Ahora resulta que mi novio disfruta que me exhiba, me dije para mis adentros, como si yo fuera a tener problemas para salir desnuda, así que eche a caminar, pero antes de llegar a la puerta escuche de nuevo:
Un momento perrita, aun no termino, ven, que tengo que darte algo para que te lo pongas. Me detuve, y lo mire para saber que era este nuevo jueguito, en eso se acercó a su maletín, y sacó de el una bolsita, de la cual salió un “plug” anal rojo brillante bastante grande, de unos 15 cm de largo por 5 de ancho.
-Póntelo, irás con él en tu culito, como la zorra que eres. Si bien estoy muy acostumbrada al sexo anal, y a los juguetes en mi vagina y culo, ese era un plug bastante grande, y estábamos hablando de que tendría que caminar unos 50 o 75 metros de ida y regresar de nuevo, lo cual sería bastante incomodo, y sumándole a eso que tendría que ir desnuda todo el trayecto, sería bastante vergonzoso que alguien me viera en esas andanzas, pero bueno, estaba desesperada por sexo, y haría lo que fuera por tener la picha de mi novio en mi vagina, así que, tome el plug, me coloque de espaldas a mi novio, a un metro de distancia, incliné mi cuerpo levantando mi culito en pompa, y empecé a restregar el plug por toda mi panochita para lubricarlo, sé que mi novio le encanta verme hacer eso, y más aún si luego me meto de golpe el plug entre mi culito, por lo que decidí que tenía que darle gusto, lo ocupaba excitado para poder disfrutar yo, así que una vez humedecida la punta del plug, lo coloque en la entradita de mi ano, y de un empujón lo enterré en mi culo, haciéndome esta acción pegar un grito que se debió escuchar en todo el hotel, voltee mi cabeza sobre mi hombro, mirando a mi novio fijamente, y comencé a mover el plug dentro de mi ano, tirando de el un poco, y volviendo a introducirlo hasta el fondo, acompañando cada movimiento de un gemido de placer, hice un par de veces este mete-saca hasta que mi novio me interrumpió:
-Vete ya perra, que de lo contrario te vas a correr con eso. Tenía razón, un rato más y me podría correr con ese juguete, le sonreí, y sin decir nada seguí su orden, salí de la habitación caminando, con el plug sembrado en mi culo. Caminaba despacio, tratando de controlar el juguete que llevaba, los tacones hacían ese ruido característico y sabía que era solo cuestión de tiempo para que alguien me mirase en el trayecto, llevaba unos 20 metros de caminata cuando recordé que no traía las llaves del auto, así que me detuve y tuve que regresar sobre mis pasos, al entrar a la habitación mi novio jugaba con las llaves, riéndose burlonamente, lo observe y entonces me dijo:
-Al menos parece que te diste cuenta antes de llegar al auto. Estás tan cachonda que no te deja trabajar bien tu cabeza.
-Sí, tienes razón, necesito que me revientes el panochito.
-Se nota perrita, toma las llaves, a ver si no has perdido el juguete! Me acerque para tomar las llaves, y al darle la espalda me volví a inclinar, abrí mis piernas para enseñarle el plug, lo tome y lo saque del todo violentamente de mi culo, introduciéndolo en seguida con más violencia aun, tanto que tuve que dar un alarido de dolor, y aun así repetí la acción por segunda vez, y de igual forma, deje escapar un grito nuevamente.
-Ahí lo tengo bien metido, como puedes ver, no se caerá con nada, le dije mientras me alejaba nuevamente. Esta vez al salir ya caminaba más a prisa, mis zapatos hacían más ruido pero no me importaba, me urgía regresar a la habitación para ser cogida, domada como la perra que soy. A medio camino, escuche como una puerta se abría, alguien se había alertado por el golpe que daban mis zapatos, en ese instante pensé en detenerme, para que no me vieran, pero el impulso que tenía impidió esto, seguí caminando con el mismo ritmo y el observador se quedó inmóvil mientras pasaba frente a su habitación, a unos 5 metros de su posición, ya que yo caminaba por la orilla de la piscina. No me dijo nada, pero si sentí su mirada recorrerme por completo bajo la luz de las lámparas, que iluminada para mi desgracia, muy bien toda la zona. Al llegar al auto, vi que la puerta del acompañante estaba bloqueada por otro vehículo que habían estacionado muy cerca, por lo que me dirigí a la puerta del conductor, abrí con el control y el vehículo hizo el sonido característico al desarmar la alarma, lo que alertó al guarda, que de inmediato se levantó y me miro al menos de la cintura hacia arriba, notando mi desnudes. Se empezó a acercar, así que abrí la puerta rápido y me metí de 4 patas sobre el asiento para llegar a la guantera, y ops, estaba con llave, y la llave, en la puerta, me salgo del auto de nuevo, saco la llave ce la cerradura de la puerta y en eso me percato de que el guarda ya está justo en frente del auto, no tengo opción, así que entro nuevamente al auto en la misma posición, con mi culo en pompa y el plug posiblemente visible claramente entre mi culo. Abrí la guantera y tomé el consolador, ahora sería doble la vergüenza, y de fijo el guarda pensaría que soy una ninfómana (lo cual es cierto) al verme desnuda, con un plug anal y buscando un enorme consolador en el auto. Me importo poco, salí del auto, cerré la puerta, y sin mediar palabra emprendí mi marcha hacia la habitación. Al pasar por la puerta que se había abierto, ya no había solo un tipo en la puerta, sino dos, los cuales me empezaron a decir varios piropos muy subidos de tono, de los cuales sentí que era más que merecedora. Al fin, llegue a la habitación, entré y le entregue a mi novio al consolador, e inmediatamente busque su paquete bajo su pantalón, me detuvo, y riendo me dijo:
-Estas realmente desesperada eh, perra, eres una legitima puta que hace lo que sea por sexo, me dijo, cosa que me excitó aún más, ya que me pone muy cachonda que me insulten y me traten mal cuando hacemos el amor.
-Si amor, estoy desesperada por picha, cógeme, dale picha a tu putita, reviéntame el panochito por favor, le decía yo casi a modo de súplica.
-Ven acá y mame la picha, como la puta que eres, me ordenó. Y aun cuando no soy aficionada de dar sexo oral, en ese momento su pene me sabía a gloria, le di una mamada de película, metiéndome todo lo que podía de su pene en mi boca, es imposible que entre toda, pero yo hacia mi mejor esfuerzo, ahogándome a ratos con la acción.
-Traga más puta, tienes que comértela toda, me decía. Yo seguía haciendo mi mejor esfuerzo, metiéndome todo lo que podía de su pene en mi boca. Por fin, sacó su pene de mi garganta y me dijo:
-Quieres picha, verdad, puta, quieres que te la meta toda!
-Si amor, métemela toda, dame picha bien duro, destroza esta perrita.
-Entonces ven perra… Me levanto del cabello, me dio media vuelta e hizo que colocara mis manos sobre una mesilla del cuarto, separé las piernas un poco para darle más facilidad y en seguida sentí como su mástil se abría paso violentamente en mi vagina. Me penetro de golpe, lo mojada que estaba hizo que en la primera embestida llegara a golpear sus huevos contra mi vagina, yo di un grito de placer, y él me dijo:
-Estas totalmente mojada perrita, se ve que estabas urgida.
-Siiiii amoooor, ta-lá-dra-me la pa-no-chi-ta, da-me pi-chaaaa, le dije yo entre jadeos y gritos, gritos que de seguro escucharían al menos a dos o tres habitaciones de distancia. Me empezó a bombear violentamente, tenía como sus golpes en mi trasero hacían que el plug también se metiera cada vez más en mi ano, aumentando así el placer que sentía al estar doblemente penetrada, yo seguía gritando como una loca, pidiéndole más picha y diciéndole que no se detuviera. Fueron unos 4 minutos de bombeo cuando sentí que saco su pene de mi vagina, ya yo me había corrido dos veces, pero quería más, inmediatamente sentí como sacó el plug de mi culo y me preparé para lo que venía.
-Ahora si perra, vas a saber lo que es bueno, me dijo, y colocando la punta de su pene en la entrada de mi culo empezó a empujar hacia adentro lentamente, y aunque ya estaba algo dilatado gracias al plug, la diferencia de tamaña hacia que la entrada de este nuevo intruso fuera algo lenta, y al menos él tenía siempre ese cuidado de entrar despacio por mi culo, para no lastimarme. Yo empecé a gritar aún más fuerte, si es que eso era posible, mientras él me decía:
-Te gusta que te dé por el culo verdad perra!!
-Me en-can-ta amooooor, métela ya de una vez toda, destrózame el culo, y dicho esto me la termino de hundir completa de un fuerte empujón que casi me hace desmayar del dolor, di un grito que hasta el parqueo se debió escuchar. Entonces empezó con el mete-saca, primero a un ritmo lento y luego fue aumentando su velocidad, y con esto yo aumentaba el ritmo de mis quejidos:
-Ay, ay, ay, dame más papi, ay, ay, ay, métela toda, no la saques, soy tu perra rica, ay, ay, ay… Yo baje mi mano para masturbarme pues sentía la ausencia de estar penetrada en mi vagina, y sabía que el consolador lo había dejado en la cama cuando se lo entregue a mi novio, y en ese momento no habría oportunidad de ir por él, así que continúe con mis dedos en mi clítoris intentando aumentar el placer que ya de todos modos era enorme, y me estaba sacando orgasmo tras orgasmo. En ese momento, sentí como saco su pene de mi culo y de golpe lo metió en mi vagina, cosa que normalmente no le permito hacer, pero dado el calor del momento lo disfruté a mil.
-Mira si eres perra, que te dejas pasar la picha de hueco a hueco, perra, y dicho esto lo sacó de mi vagina y nuevamente a mi culo. Yo estaba que no daba más, pero tampoco quería que parara aquella situación, la cual siguió por unos dos o tres minutos más. Cambio dos veces más de mi culo a la vagina y regreso, hasta que la saco de mi culo y me ordeno ponerme de rodillas para que se la chupase y limpiase completita. Eso solo lo había hecho en muy pocas ocasiones, dejarlo sacar su pene de mi culo y meterlo en mi boca directamente, pero quería que me diera toda su lechita, así que no dude un momento e inicie una mamada de campeonato, limpiándole la verga hasta dejarla reluciente, hecho esto, me tomo del cabello y me coloco de 4 patas, en el suelo, y con su pie derecho me obligo a poner la cara contra el suelo, dejando mi culo en lo más alto, sentí nuevamente la penetración por mi culo, y nuevamente empecé a gemir y gritar de placer, y justo en el momento que me venía un orgasmo más, sentí como se corría en mi ano profundamente, en seguida saco su pene de mi culo y me obligó nuevamente a mamársela y dejarla limpia, cosa que lejos de ser una obligación, fue un gusto hacerlo. Al terminar, se sonrió y me dijo:
-Me ha encantado como lo has hecho bebe, eres la mejor chica que pude haber elegido en este planeta, me dijo ya con un tono gentil y amable.
-Gracias amor, le dije, yo también he disfrutado mucho de este rato, pero recuerda que fui yo quien te eligió a ti, y no tu a mí, le dije con voz inocente mientras me metía un par de dedos en mi culo, sacándolos llenos de lefa y llevándolo a mi boca para saborearlo, con una cara de lujuria tremenda. Nos acostamos desnudos en la cama y nos dormimos profundamente.
Continuará…
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